Érase una vez, el continente estaba
en guerra.
Una guerra eterna.
Una guerra que quedaría para
siempre en los libros de historia.
Una guerra inmensa, larga y prolongada.
Todo el continente de Vastonia se
convirtió en un campo de batalla, presa de una guerra que no tenía fin, una
guerra de desgaste que arrastró a los combatientes a través del barro.
Nadie recuerda cómo empezó la
guerra, qué fue lo que encendió sus llamas.
Según la vieja tradición de los
elfos, comenzó cuando un príncipe demon secuestró a la princesa de un reino
humano.
O, según la tradición de los
enanos, fue cuando un rey humano atacó y destruyó una aldea Demon.
La historia coincide sin duda en
que fueron los humanos o los démones quienes comenzaron la guerra, pero
cualquiera que creyera que una de las partes era más culpable que la otra murió
hace tiempo.
Todo lo que yo puedo decir es que
la guerra duró más de cinco mil años.
Las doce razas de Vastonia
estuvieron involucradas.
Todos pensaron que esta guerra iba
a durar por siempre y para siempre.
Yo nací durante el transcurso del
conflicto.
Al igual que mi padre, mi madre, mi
abuelo y mi abuela.
Todos los seres vivos tenemos circunstancias
similares. Ninguno de nosotros había vivido o podía recordar cómo era la paz.
Incluso los elfos, con sus 500 años
de vida, no podían recordar cuando empezó la guerra.
Lo único que todos sabían era que
el conflicto era simplemente un hecho, un aspecto inmutable de la vida.
Creían que sus hijos, nietos y
bisnietos también lucharían.
Nadie sabía cómo empezó la guerra,
y nadie sabía cómo terminaría.
Un día, sin embargo, la guerra
terminó abruptamente.
Nadie recuerda cómo empezó la
guerra, pero todos recuerdan cómo terminó.
Gediguz, el rey de los demon.
Su aparición cambió el curso de la
guerra.
El rey demon Gediguz era un
individuo excepcional.
Era el más carismático de todos los
reyes demon. Durante su reinado de 100 años, unió siete razas: ogros, hadas,
arpías, súcubos, lagartos y orcos, en una Federación, con los démones a la
cabeza. Él creó una nueva organización militar conjunta que incluía todas las
diferentes especies de la coalición y creó nuevas, nunca antes vistas,
estrategias y doctrinas de batalla. La Federación abrumó a la Alianza de Cuatro
Tribus liderada por los humanos y expandió enormemente su influencia
territorial.
Fue una pesadilla para la Alianza
de las Cuatro Tribus.
Hasta ese momento, las siete razas
de la Federación sólo habían luchado juntas, nunca habían cooperado realmente.
Sin embargo, esto también fue una
oportunidad para la Alianza.
El ejército reunido por el Rey Demon
Gediguz era una fuerza monolítica como nunca antes lo había sido la Alianza de
las Siete Razas.
Debido a su liderazgo, fuerza y
carisma, se había convertido tanto en el pilar que sostenía a la Federación,
como en su mayor debilidad. Sin Gediguz, todo se desmoronaría.
Por supuesto, esto no era algo que
la Alianza de las Cuatro Tribus supiera.
Pero podían concluir fácilmente que,
si no derrotaban a Gediguz primero, serían ellos los derrotados.
Y así, Gediguz cayó.
En la batalla decisiva de las
Tierras Altas de Lemium, un escuadrón de la muerte liderado por el príncipe
humano Nazar, la archimaga elfa Sonia, el señor de la guerra enano Dorado
Banga, y el héroe bestia Leto penetraron profundamente en el ejército liderado
por los demon y derrotaron al rey demon Gediguz.
La operación fue un baño de sangre para
ambos bandos.
El señor de la guerra enano Dorado
Banga y el héroe bestia Leto perdieron sus vidas en la batalla final contra
Gediguz, y más de la mitad de los soldados del escuadrón de la muerte fueron
asesinados por las fuerzas démonas.
Durante la retirada después de
matar al rey demon, el Príncipe Humano Nazar también sufrió serias heridas.
Cambios drásticos ocurrieron
después de la muerte de Gediguz.
Después de perder a su Rey, la
Federación de Siete Razas se descontroló rápidamente.
Se volvieron increíblemente
fragmentados.
Nadie estaba preparado para tomar
el asiento de Gediguz.
Su organización estaba tan
centralizada que no había nadie que diera ni siquiera instrucciones básicas, y
la cadena de mando de la Federación de Siete Razas fue destruida.
Los ejércitos de la Federación de
Siete Razas no tuvieron otra opción que vagar sin rumbo por el campo de
batalla, esperando órdenes que nunca llegaron, y fueron barridas por las… las fuerzas
de la Alianza.
Si los reyes de cada raza no
hubieran tomado el mando ellos mismos, naciones enteras de la Federación
podrían haber desaparecido.
La Federación de las Siete Razas,
previamente liderada por los demon, se dispersó y comenzó a luchar entre sí
como lo había hecho antes del reinado de Gediguz.
Los Ogros se aliaron con las
Arpías, los Súcubos con los Hombres Lagarto, y los Orcos con las Hadas. Hubo
cooperación, pero sólo a nivel táctico. Sufrieron una derrota tras otra.
Cinco años después de la muerte del
rey demon Gediguz.
En sólo cinco años, la Federación
de las Siete Razas había perdido todas sus tierras.
Todo el territorio que habían
adquirido en los últimos 100 años.
Desde la perspectiva de la
Federación de Siete Razas, estas eran circunstancias en las que podían ser
aniquilados por completo.
Así de fuerte era la Alianza de las
Cuatro Tribus en ese momento.
Sin embargo, se les ocurrió una
propuesta: un tratado de paz.
El Príncipe de los Humanos, Nazar,
planteó esta idea en una reunión de las Cuatro Tribus: “Démosles una última
oportunidad. Ofrezcámosles la paz”.
Nazar habló por el pueblo. Les dio
una voz, la voz del pueblo que estaba exhausto y fatigado por la guerra
interminable, particularmente después de los últimos 100 años de feroz
conflicto.
La gente de la Alianza de las
Cuatro Tribus había alcanzado sus límites.
En los últimos 100 años, las
poblaciones de humanos, elfos, enanos y bestias habían disminuido.
La esperanza de vida promedio había
disminuido tanto que incluso su capacidad de criar niños adecuadamente se
estaba desvaneciendo.
Todos querían descansar.
Todos querían una tregua.
¿Qué pasaría si la acorralada
Coalición de las Siete Tribus se uniera de nuevo para un enfrentamiento final?
Claro, la Alianza de Cuatro Tribus
ganaría.
¿Pero qué pasaría entonces? ¿Qué es
lo que viene después?
¿O simplemente caerían juntos?
¿Sería una destrucción mutua?
Dirijamos el barco hacia la paz
mientras aún tenemos una opción.
Eso es lo que propuso Nazar.
Los líderes de la Alianza de las
Cuatro Tribus estaban convencidos de que sus enemigos nunca aceptarían un
tratado de paz, pero para su sorpresa, ninguna de las Siete Razas de la
Federación rechazó la oferta.
Incluso los Ogros, con los que la
Alianza no estaba segura de poder comunicarse, y los Orcos, que pensaban que el
combate y la violación eran sagrados, aceptaron las condiciones desventajosas y
accedieron rápidamente a hacer la paz.
Y así, la guerra terminó.
La larga e interminable guerra
había llegado finalmente a su fin.
Tres años más tarde.
Tres años habían pasado.
Tres años habían pasado desde
entonces – el tercer año del nuevo calendario, acertadamente llamado “La Era de
la Paz”.
A medida que las ciudades que
habían sido destruidas durante la guerra comenzaron a recuperarse. Los
comerciantes comenzaron a comerciar con otras razas, nacieron niños y la
población comenzó a aumentar. Todo el mundo se fue dando cuenta de la paz y
comenzó nuevos esfuerzos. A medida que los pueblos y ciudades crecían, la
población se acostumbró a la paz recién adquirida y a las interminables
oportunidades que traía consigo.
La educación, el arte, el comercio
y el entretenimiento, todas las disciplinas que habían sido descuidadas en el
pasado fueron puestas en primer plano, y el sentido común de cada raza comenzó
a cambiar.
Una nueva era acababa de empezar, y
un nuevo acto estaba a punto de comenzar.
Esta historia comienza en tal era,
en la tierra de una cierta raza.
En la tierra de los Orcos.
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