¡Supervivencia en Otro Mundo con mi Ama!

Capítulo 193. Dragona Caprichosa

Los tiradores que iban al frente hicieron contacto con Ellen y su grupo, quienes salieron de la ciudad enarbolando una bandera blanca. A través del comunicador gólem, nos informaron que se habían rendido y solicitaban ayuda para atender a sus heridos.

—Iremos Leonard, Melty y yo a la mesa de negociaciones. Kosuke, encárgate de preparar el lugar. Sí, ahí está bien en esa área. Basta con un suelo de piedra con mesas y sillas. Luego puedes restaurar el terreno, —dijo Sylphy, señalando un campo al costado del camino.

Había elegido una zona fuera del alcance de los arqueros apostados en las murallas. Era un campo de cultivo, sí, pero no parecía haber nada sembrado: o estaba en barbecho, o era antes de la temporada de plantación.

—Entendido.

—Recibido.

—Zamir, quédate con Kosuke. Isla, usa a los tiradores como fuerza de seguridad y ayuda en el socorro de los heridos.

—A la orden.

—Hmm. Comprendido.

Cada uno comenzó a moverse siguiendo las instrucciones de Sylphy. Fue entonces cuando otra voz se alzó.

—¿Y yo qué? Estoy aburridísima, ¿sabes?

Grande, que hasta ahora había estado holgazaneando sobre la tabla aérea, comiendo dulces mientras observaba la batalla con total indiferencia, volvía lentamente a su posición original.

—Grande, tú no tienes nada que hacer aquí… Si pudieras volver a tu forma original, podrías servir para intimidar un poco, pero no estás interesada en nuestras disputas, ¿verdad? Y tampoco veo por qué deberías involucrarte en prestarnos una mano.

—Eso es cierto. Pero tengo tiempo de sobra, así que seguiré a Kosuke un rato.

—Toda ayuda es bienvenida si se trata de escoltar a Kosuke-dono.

Con la decisión tomada, todos se bajaron de sus tablas aéreas, así que las guardé en mi inventario. Sir Leonard también se nos unió desde la retaguardia. Todos íbamos en la misma dirección: a la puerta de la ciudad. La única diferencia era qué tan lejos debíamos caminar.

—Ten cuidado.

—Sí, no te preocupes.

Zamir, Grande y yo íbamos en la delantera y fuimos los primeros en separarnos del resto.

—Bueno, manos a la obra.

Con una pala de mithril, removí un pequeño terreno y coloqué bloques de piedra en el suelo de una sola vez. Luego saqué una mesa larga y diez sillas. Todo quedó listo en cuestión de minutos.

—El poder de Kosuke sigue siendo tan misterioso como siempre.

—Impresionante, ¿no?

—Jajajá, elogiarme no les va a conseguir nada, —bromeé mientras repasaba mentalmente si faltaba algo más.

¿Hacía falta algo más? ¿Quizá preparar algo para beber?

Pero este lugar se pondrá polvoriento cuando sople el viento. No hay paredes, y si usáramos vasos normales, el polvo entraría fácilmente. En cambio, una botella de plástico con tapa es muchísimo más práctica. Mientras esté cerrada, no hay riesgo.

—¿Debería preparar alguna bebida o algo? —le pregunté a la Srta. Zamir.

—No creo que tenga mucho sentido. Probablemente no la toquen…

—Sí, tienes razón…

Según la Srta. Zamir, lo más probable es que sospechen de un posible envenenamiento y no se atrevan a probar nada.

—Kosuke, tengo hambre.

—Sí, bueno… La reunión está a punto de comenzar, así que ten un poco de paciencia.

—No, no, no, no, no, no, ¡tengo hambre, tengo hambre!

—¡Aaah! ¡Clienta! ¡Querida clienta! ¡Eso no está bien, querida clienta! ¡No debería golpear el suelo de piedra que acabo de colocar con su cola, querida clienta! ¡Aaah!

Grande empezó a quejarse con una voz chillona y cargada de intención. Está claro que lo hacía a propósito para fastidiarme, ¿no? Aunque no sé si simplemente me quiere molestar o si tiene alguna otra intención oculta. Sin embargo, si la dejaba seguir así, el suelo terminaría destruido. De hecho, ya empezaba a romperse y trozos de piedra saltaban por los aires. Es demasiado fuerte.

—Está bien, está bien. ¿Qué quieres comer? ¿Una hamburguesa?

—Panqueques. Con mucha crema y mermelada.

—Oh, panqueques. Pero no puedes comer eso de pie, ¿verdad?

—Ahí tienes una mesa, ¿no?

Grande me sonrió con una cara de falsa inocencia; aunque sabía perfectamente que tramaba algo. No me cabía duda. ¿Pero qué exactamente?

—Pero oye, yo voy a usar esa mesa dentro de poco, ¿de acuerdo?

—Ah… Me estoy empezando a sentir algo desesperada. Me tiemblan las manos, los brazos, ¿sabes?

Grande agitó su enorme mano con garras como si me estuviera enseñando lo peligrosa que podía ser. Esas eran las garras de un Gran Dragón, después de todo. Si quisiera, podría destrozar no solo una mesa, sino también el suelo de piedra y hasta una armadura de acero de diez milímetros de grosor.

—Está bien, está bien. ¿Así está bien? ¿Verdad?

Diciendo eso, saqué una mesa y una silla para una persona. Pero Grande negó con la cabeza.

—No. Prefiero ese asiento de allá.

Señaló uno de los puestos de la gran mesa de reuniones. Sí, justo la mesa «de cumpleaños», por decirlo de alguna manera. Eeeh… ¿En serio?

—¿Grande-san…?

—He tenido varios días libres. ¿No puedo darme este gusto?

—Bueno…

Miré a la Srta. Zamir, buscando su ayuda, pero ella desvió la mirada enseguida. ¿Por qué me ignoras? ¿No vas a ayudarme? ¿Es por cuestiones religiosas? Ay, bueno… Si es por eso, supongo que no puedo culparla. Aunque, siendo sinceros, si Grande se pone seria, nadie puede detenerla. Bueno, tal vez la Srta. Zamir tendría alguna posibilidad.

Negociamos un poco, pero Grande insistía en sentarse en la gran mesa, así que no me quedó más remedio que prepararle una silla ahí y servirle los panqueques que pidió. ¡Mientras terminara de comer antes de que llegaran Sylphy y los demás, no habría problema…!

—Otro panqueque, por favor.

—Sí…

Como era de esperarse, un solo panqueque no bastó para Grande. Al parecer, también puede almacenar comida como si nada, y de vez en cuando tiene estos arranques de glotonería… Me pregunto si su estómago estará conectado a otra dimensión.

Y así fue como, sin opción, me dediqué a atenderla… justo cuando llegaron Sylphy y los demás, acompañados por Ellen, las hermanas asistentes y varios sacerdotes.

—…¿Kosuke?

—Fue fuerza mayor.

Al señalarle el suelo de piedra hecho añicos, Sylphy dirigió una larga y silenciosa mirada a Grande.

—No pasa nada, ¿verdad? Dicen que tener un observador es importante. Es como tener una centinela, —comentó Grande con total naturalidad.

Sylphy la miró un instante en silencio… y luego simplemente suspiró y tomó asiento.

—Todos los miembros de la religión de Adel, por favor, tomen asiento por allá, —indicó Melty, guiando a Ellen y al resto de su grupo hacia el lado opuesto de donde estaba sentada Sylphy.

De entre ellos, solo conocía a Ellen y a Amalie-san. Además, había un hombre de mediana edad vestido con lujosas túnicas sacerdotales, que probablemente era un clérigo de alto rango, y otro hombre también de mediana edad, ataviado con armadura y aspecto de guerrero… o mejor dicho, de escolta. En total, eran cuatro personas.

Por nuestro lado estaban Sylphy, Melty y Sir Leonard. A excepción de Melty, tanto Sylphy como Sir Leonard estaban completamente armados, proyectando una presencia bastante intimidante.

—¿Esa chica…? No parece humana, —murmuró Ellen mientras entrecerraba sus ojos color jade rojizo al mirar a Grande, como si la luz le molestara. ¿Será que Grande emite algún tipo de resplandor?

—Ella es una Gran Dragón que ha adoptado una forma compatible con los humanos mediante una técnica secreta. Se llama Grande. No es parte del Ejército de Liberación; simplemente nos acompaña como amiga personal del hombre que ven allí: Kosuke.

—Mi nombre es Grande. Estoy aquí como testigo. Piensen en mí como… un adorno, —añadió Grande, con la boca manchada de crema blanca y mermelada roja, mientras sacaba pecho con aire orgulloso.

Los miembros de la religión de Adel se quedaron desconcertados, sin saber cómo reaccionar. Y sí, lo entiendo: si a mí me dijeran que esa chica tan pequeña es un dragón, tampoco lo creería. Si yo estuviera en su lugar, pensaría que es una broma.

—No están mintiendo, —intervino entonces Ellen.

Con esas palabras, la confusión del grupo religioso solo se intensificó. Seguramente confiaban ciegamente en la capacidad de Ellen para detectar la verdad, después de todo, era conocida como la Santa de la Verdad. Si ella afirmaba que Sylphy y los demás decíamos la verdad, entonces debía ser cierto… aunque la situación seguía pareciendo absurda.

—No se preocupen por ella. Como dijo, solo está aquí como espectadora. Así que, continuemos con la conversación, —dijo Sylphy, retomando el foco.

Ante eso, los miembros de la religión de Adel se giraron hacia Sylphy, listos para escucharla… aunque Ellen seguía mirando a Grande —o más bien, a los panqueques— con ojos hambrientos. Al notar mi mirada, me clavó la vista como si intentara intimidarme.

No… No puedo sacar más panqueques en este momento, ¿entiendes? Por favor, resígnate. Ellen suspiró con una expresión que gritaba «eres un inútil, ¿lo sabías?». ¡No seas tan injusta, por favor!

—Si dices que no prestemos atención a eso, entonces así lo haremos. Continuemos con la negociación, ¿de acuerdo?

Ellen desvió sus ojos rojos hacia Sylphy, y los ojos ámbar de Sylphy se encontraron con los suyos.

No había ningún motivo para que yo interviniera en ese momento. Solo me limité a limpiar la boca de Grande mientras observaba la reunión entre ambos bandos.


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