La historia del Héroe Orco

Capítulo 23 - Preliminares del Festival del Armamento: Ronda Principal, Ceremonia de Apertura


Muchísimas gracias a Irving por su donación en el último capítulo. ¡Ojalá sigan disfrutando esta novela tan entretenida!

 

Las rondas preliminares del Festival del Armamento estaban estrictamente organizadas y dirigidas, como era típico de la pulcritud enana.

A cada participante se le asignaba un número.

El emparejamiento en estos primeros combates era aleatorio: se sacaban dos números de un lote y los dos luchadores a los que se asignaban esos números debían enfrentarse.

El ganador pasaba a luchar contra el ganador de la categoría vecina, el llamado método de torneo.

Los contendientes tenían que luchar obligatoriamente en dos combates por día, y el festival continuaba hasta que quedaba un solo participante.

La inscripción estaba abierta a todos hasta que se decidían los 64 mejores.

En algunos casos, el número de concursantes seguía creciendo, sin llegar nunca al punto de ruptura, lo que hacía que el festival durara meses y meses.

 

El Festival del Armamento de este año ya había atraído a un número sin precedentes de luchadores.

Por ello, los festejos llevaban días avanzando de forma constante.

 

“¡Ganador, número 566!”

 

Bash había hecho un buen progreso en las rondas preliminares.

Después de cinco días de lucha ininterrumpida, había acumulado un récord de 10 victorias y 0 derrotas.

 

No tuvo problemas para derrotar a sus oponentes, pero, sin embargo, no fueron victorias fáciles.

El Festival del Armamento tenía unas reglas muy particulares: había dos condiciones que suponían la derrota de un participante durante el torneo.

La primera era la pérdida de conciencia, la pérdida de voluntad o la pérdida de la vida.

La segunda, era la inutilización del equipo.

En otras palabras, si el arma o la armadura de un luchador quedaba inutilizada debido a los daños sufridos durante el combate, sin importar los daños sufridos por la persona que utilizaba el equipo, ese participante era declarado perdedor en el acto.

La armadura construida por las manos amateurs de Primera era tan frágil como el cristal para los estándares de la herrería enana.

 

Aunque no lo pareciera.

La cota de malla, ajustada al cuerpo de Bash, parecía gruesa y pesada, mientras que la espada que sostenía era como un sólido trozo de hierro.

A todas luces, la armadura era una pieza de equipo bien elaborada.

Ni hace 5 días, ni hoy, había ni siquiera un rasguño en su pulida superficie.

 

Pero la espada…

La espada era una historia diferente.

Después de uno o dos combates, salió doblada y astillada.

Hasta ahora, todos sus oponentes habían sido eliminados de un solo golpe, pero si Bash se hubiera visto forzado a un combate prolongado, habría habido una buena posibilidad de derrota.

 

“…”

 

El Héroe Orco miraba silenciosamente la espada que ya no podía meterse en su vaina.

En la arena, otros combates seguían en curso, pero no había casi nadie en las gradas.

 

La mayoría de los Enanos locales entraban en el torneo para participar como guerreros o herreros.

Si un combate en curso no les implicaba, no se molestaban en venir a la arena.

Al fin y al cabo, para qué perder un tiempo precioso viendo las preliminares cuando esos momentos podrían aprovecharse mejor para pulir sus habilidades o perfeccionar el equipo.

El público actual estaba compuesto en su mayoría por turistas y guerreros que ya habían sido derrotados.

 

Alrededor del Héroe, los combatientes que quedaban celebraban sus respectivas victorias, levantando sus armas y gritando a todos los que los oyeran, para cimentar su fuerza y destreza en la mente de la multitud.

 

En la sociedad orca, regodearse después de una dura victoria era uno de los aspectos más agradables de la batalla.

Sin embargo, esto sólo era cierto si el combate había sido algo justo.

Sería una gran falta de respeto, a sí mismo, a su oponente, y a toda la raza Orca, alardear ahora, dado lo fácil que el Héroe había ganado sus combates.

Esa era la forma de ser de los orcos.

 

Por lo tanto, Bash no tenía intención de regodearse en la vana gloria después de vencer a un enemigo de calibre muy inferior.

 

Su objetivo al participar en el torneo no era mostrar su fuerza, sino obtener la victoria, y posteriormente, una esposa.

No era necesario hacer nada más que eso.

 

Y sin embargo, Bash levantó su espada, apuntando hacia el cielo abierto.

Primera estaba entre el público.

No era un llamamiento a la multitud, sino a ella personalmente.

La joven enana le había ordenado previamente que le mostrara la espada después de cada combate, para que pudiera comprobar su estado.

Al ver el acero doblado y el filo astillado, su rostro se arrugó mientras se mordía el labio con frustración.

Su trabajo tampoco había resistido los rigores de la batalla esta vez.

 

Ajeno a las frustraciones de Primera, Bash, tras haber disputado sus combates obligatorios del día, abandonó la arena y regresó a la sala de espera.

 

“Y le dije: “¡Quita tus asquerosas manos de encima! Ten cuidado o te haré saltar por los aires…” Pero había cinco enormes ogros rodeándome. Por muy fuerte que yo fuera, no había forma de que saliera de allí de una pieza. Pensé que estaba acabada. Pero en el mismo instante en que perdí toda esperanza, vi a uno de esos zoquetes pasar volando por delante de mi campo de visión. ¿Alguien ha visto alguna vez volar a un ogro? Sí, yo tampoco… ¡hasta ese día! ¿Y adivinen quién estaba allí, con el puño en alto? ¡Por supuesto que era mi increíble jefe, Bash, a quien respeto y adoro con todo mi corazón!”

“Umu.”

 

Zell estaba, como siempre, fanfarroneando, cuando Bash entró en la habitación.

 

“¡Ah! ¡Hablando del diablo, aquí viene! Bienvenido, jefe. ¿Qué tal el encuentro? Oh, ¿acaso tengo que preguntar? Al fin y al cabo, eres tú. Has derrotado a tu oponente de un solo golpe, despiadado y brutal, y has vuelto completamente ileso, ¿verdad? Por supuesto eso hiciste. De todos modos, ¡buen trabajo ahí fuera! Oh, he preparado algunas bebidas para ti. Por favor, toma una. ¿Quieres un masaje en los hombros también?”

“Umu.”

 

El asiento que Bash había tomado para sí ese día estaba cubierto con suaves y lujosos cojines, y había cerveza fría en la pequeña mesa de al lado.

El Héroe hizo lo que el Hada le dijo: se sentó, dejando caer su peso sobre los cojines, cogió una jarra y se bebió su contenido de un solo trago.

Inmediatamente, Zell voló hasta sus hombros y comenzó a frotarlos.

Sin embargo, Bash no pudo sentir ni siquiera un cosquilleo, incluso con Zell poniendo todo su peso en sus pequeñas manos, aunque el polvo que caía del cuerpo del hada aliviaba un poco la rigidez de sus articulaciones.

 

“¿Sir Bash?”

 

Uno de los luchadores que había estado escuchando a Zell se acercó al Héroe.

Equipado con una armadura de acero lisa y sin adornos y con una espada ancha en la cintura, era uno de los guerreros más modestamente equipados de la sala de espera.

Su cuerpo estaba cubierto de pequeñas escamas redondas, y sus grandes ojos tenían pupilas verticales: un Hombre Lagarto.

 

 

“…¿Qué sucede?”

“¡Es un honor conocerlo, señor! ¡Mi nombre es Tydonile, guerrero de la tribu de los gecos del río Piles!”

“Ya veo.”

 

El Héroe no recordaba ni su cara, ni su nombre.

Viendo la actitud positiva de Tydonile, tampoco parecía que fuera un enemigo anterior.

 

“¿Te conozco?”

 

Bash, llegando a la conclusión de que sería descortés despreciar a un posible conocido, decidió informarse más antes de despreciar a este Hombre Lagarto, a lo que éste asintió alegremente.

 

“¡Sí! Me salvó la vida cuando yo era una simple cría. Fue durante la batalla del río Piles.”

“Ah, esa batalla. La recuerdo bien.”

 

La Batalla del Río Piles; una lucha que había dejado una marca duradera en el Héroe Orco.

Comenzó cuando una compañía de súcubos se encontró aislada después de ser superada por las tácticas del ejército elfo.

Los elfos atacaron a los súcubos sin descanso, coordinándose con los enanos en un esfuerzo por erradicarlos por completo.

El movimiento natural de los Súcubos habría sido abrirse paso y retirarse, incluso a costa de algunas de sus vidas.

Sin embargo, se mantuvieron firmes, decididos a luchar hasta el final.

No tenían otra opción…

 

…Porque en las cercanías se encontraba una pequeña aldea de Gente Lagarto ribereña que se convertiría en las próximas víctimas si no se detenía a las tropas de la Alianza.

 

Los hombres y mujeres sanos de la aldea ya se habían ido. Sólo quedaban los jóvenes, los enfermos y los ancianos.

Negándose a abandonar a los no combatientes a un destino probablemente peor que la muerte, la compañía de Súcubos hizo su última resistencia.

Por suerte para ellos, un mensajero había sido enviado justo antes de que los elfos y los enanos rodearan la aldea, y la petición de ayuda había llegado a Bash en el momento justo.

Cuando el Héroe finalmente llegó a la aldea, los Súcubos estaban casi todos muertos, las casas de la Gente Lagarto habían sido saqueadas, y la propia Gente Lagarto estaba atada y encadenada.

 

El orco se apresuró a entrar en combate en cuanto evaluó la situación, salvando lo que quedaba de la compañía de súcubos y rescatando a los prisioneros.

En efecto, había muchos jóvenes entre los cautivos: Tydonile debió de ser uno de ellos.

 

“Sí. Si no fuera por usted, Sir Bash, hoy podría estar luchando en esta misma arena como un esclavo y no como un hombre libre… No, puede que ni siquiera estuviera vivo…”

“Ya veo.”

 

La visión que encontró al llegar a la aldea de la Gente Lagarto ese día quedaría grabada para siempre en la mente de Bash…

…Esa vista..

…Era la piel expuesta y los pechos generosos de una Súcubo herida…

 

“Me enteré de que un poderoso orco había venido a asistir al torneo de este año. Mi curiosidad se apoderó de mí, y no pude evitar preguntar por su identidad. Fue entonces cuando su compañera hada me dijo que era usted, Sir Bash. Estoy más que honrado de conocer al salvador de mi vida, señor.”

 

Fue entonces cuando una voz sonó desde la entrada de la sala de espera.

 

“¡Siguiente, número 409!”

 

Volviéndose hacia el sonido, Tydonile levantó la mano en señal de reconocimiento.

 

“Oh, ese soy yo.”

 

Cuando empezó a salir, se detuvo de repente, volviéndose hacia Bash.

 

“Sir… No quiero ser impertinente, pero ¿puedo… puedo estrechar su mano?”

“Claro.”

“¡Increíble! ¡Qué palmas tan fuertes y poderosas! ¡Qué dedos tan gruesos! Oh, no sabe cuánto aspiro a ser un hombre de su calibre. ¡Me dedicaré a ser un guerrero como usted, señor!”

 

Con esa declaración final, el Hombre Lagarto salió corriendo hacia la arena.

 

“Qué joven tan amable. Así que se está entrenando para convertirse en un fuerte guerrero, ¿eh? Y eligió al señor como su ídolo… ¡gran decisión!”

 

Zell, que flotaba junto a la cabeza de Bash, asintió satisfecha.

 

“Entonces, señor, ¿qué es lo siguiente? Ya ha luchado contra los dos oponentes obligatorios. ¿Va a ir por un tercero finalmente?”

“No. Mi espada… no va muy bien. Vamos a retirarnos por hoy.”

 

Tan pronto como Bash pronunció esas palabras, se vio repentinamente rodeado de hombres musculosos, con la boca apretada y los ojos llenos de determinación.

Humanos, Hombres bestia, enanos… todos ellos robustos, rudos y con profundas cicatrices de batalla.

 

“¿Qué quieren?”

 

Por supuesto, querían una pelea, pensó el Orco.

Pero, aunque sabía cuál sería su respuesta, Bash preguntó para estar seguro.

Cuando lo pensaba, se vio envuelto en un montón de problemas extraños desde que llegó al Foso de Do Banga.

Hoy en día, cada vez que iba a un bar, todos los enanos de aspecto fuerte se pisaban unos a otros intentando alcanzar la salida, gritando cosas como “¡retirada!” y “¡mierda, corre!” y “mi mujer me está esperando en casa, lo siento chicos, necesito correr”.

Aunque no estuviera buscando activamente una pelea, era frustrante, incluso para un orco tranquilo y sensato como Bash.

Pensaba que los guerreros enanos serían más acalorados, pero la verdad era decepcionante.

 

Sin embargo, ahora estaban en la sala de espera de la arena.

Las peleas entre los participantes dentro de las instalaciones de la arena fuera de los combates oficialmente sancionados estaban explícitamente prohibidas.

Tendrían que marcharse antes de lanzarse…

 

“¡Bash! ¡Héroe de los Orcos!”

 

Gritó un enano que estaba a la cabeza del grupo.

Los ojos de Bash se entrecerraron en anticipación.

 

“¿Podrías…?”

 

El Héroe se tensó, preparándose para un potencial ataque sorpresa.

 

“¿Podrías… por favor estrechar mi mano también?”

“¿Es cierto que usted derrotó al dragón en la batalla decisiva en las Tierras Altas de Lemium? ¡Por favor, cuénteme cómo fue!

“¿Podría por favor echar un vistazo a esta espada que hice? ¿Por favor? Ah, y si es tan amable de darme sus impresiones sobre ella…”

 

El grupo de hombres comenzó a retorcerse como niñas pequeñas por la vergüenza mientras cada uno hacía sus ruegos al Héroe Orco.

 

“Sí, sí, el señor es increíble, sí, sí… ¡Ahora todos ustedes, fórmense! El señor Bash no tiene todo el día.”

 

En cuanto esas órdenes salieron de los labios de Zell, los fornidos luchadores, que en cualquier otra circunstancia se golpearían mutuamente para obtener lo que deseaban, se apresuraron a formar una ordenada fila doble frente al Héroe.

 

“…”

 

 

Mientras tanto, Primera esperaba pacientemente a Bash en la entrada del estadio.

Apoyada en un pilar cercano, con los brazos cruzados, escuchaba las conversaciones de los transeúntes mientras sacudía la cabeza con frustración.

 

“¿Qué te parece ese orco? El número 556.”

“Oh, viejo, ese sí que será un tipo complicado.”

“Estamos bastante lejos de él en los soportes… pero, ¿qué pasa si nos encontramos con él en el evento principal?”

“Quiero abandonar…”

“Oye, en serio, piénsalo. ¡Si ganas aquí, pasarías a la historia!”

“…Entonces tal vez… tal vez apunte a su armadura. Bash es duro. Tan duro que probablemente ganaría contra diez ogros y saldría de allí sin ni siquiera un rasguño en la cara. Su equipo, sin embargo… parece bastante básico. ¿Y has visto su espada? Se rompe después de cada pelea. Tal vez, sólo tal vez si me concentro en ella, tendría una oportunidad…”

“¡Bien! ¡Demostrémosle que el Festival del Armamento no es sólo para matarse unos a otros!”

 

La armadura de Bash; la armadura que ella hizo, con su sudor y lágrimas, era “básica”.

Oír esas palabras la hizo echar humo, pero mantuvo la compostura lo mejor que pudo.

 

En los últimos días, Primera había aprendido que Bash no era un orco cualquiera.

Cinco días, diez encuentros, diez victorias. Cada una de ellas ganada fácilmente.

Muchos de los oponentes del Héroe conocían su reputación y estaban preparados para poner sus vidas en juego.

Otros rompieron en llanto, mojándose los pantalones antes de que el combate comenzara.

Muchos participantes conocidos del festival se presentaban cada vez que Bash tenía un combate para observar a su posible próximo adversario.

El público crecía cada vez que se programaba una lucha.

Aunque el público seguía siendo escaso, todavía había más espectadores que de costumbre.

 

“¡Dudé de mis oídos cuando escuché por primera vez que estaba aquí, pero parece que los rumores eran ciertos!”

“¡Sí! ¿No es asombrosa la forma en que sale despreocupadamente de la arena después de sus victorias? Relajado, como si todo estuviera dentro de sus expectativas.”

“¡Es increíble!”

 

El público estaba cantando los elogios de Bash mientras salían del Coliseo.

Pero mezclado con su asombro por la actuación del orco…

 

“Oh, pero sus armas son un poco… malas, ¿no?”

“Sí, lo he visto. Su espada estaba torcida hoy otra vez.”

“Creo que eso podría salir volando durante el evento principal.”

“Llegará lejos, pero no creo que gane…”

 

…Fue una crítica a la armadura y al arma de Primera.

 

Debería usar mejor mi espada…

 

La joven enana apretó los dientes.

Aparentemente, Bash era más que un guerrero conocido.

Era un feroz combatiente que había dejado marcas indelebles en los corazones y las mentes tanto de sus aliados como de sus enemigos gracias a su inigualable destreza marcial.

 

Pero si ese fuera el caso, entonces debería manejar sus armas con más cuidado.

Debería ser obvio que una espada se rompería si se usara como un garrote.

Un arma con hoja, ya sea un sable o un hacha, debería utilizarse para cortar el objetivo alineando el filo.

Si, por el contrario, el portador la blandía al azar con todas sus fuerzas, era natural que la hoja se astillara y se doblara.

Incluso Primera, con su nula experiencia en el campo de batalla, lo sabía.

Alinear el lado afilado con el objetivo y cortar. ¿Qué clase de “guerrero famoso” eras si no podías hacer lo mismo?

 

“Te he hecho esperar.”

 

Primera levantó los ojos en respuesta a estas palabras.

Allí estaba el tonto orco que no parecía darse cuenta de que algo andaba mal en su forma de pelear.

En sus manos estaba la espada que ella forjó con esmero… o lo que quedaba de ella.

Ella había visto el mal estado del arma desde donde estaba sentada en las gradas, pero observar la extensión del daño desde cerca le hundió el corazón.

 

“¡Entrégala!”

 

Primera arrebató la espada de las manos de Bash, acercando el filo de la hoja a sus ojos.

Apretó aún más los dientes.

La espada originalmente recta se había convertido en una cimitarra.

Una vez más.

Y la dirección en la que terminó doblada…

Se curvó a lo largo del lado grueso y ancho de la hoja en lugar del lado más débil y delgado.

Y sin embargo, no se rompió.

¿Qué tipo de uso podría hacer que una hoja se arqueara de esa manera?

La chica no tenía ni idea.

Tampoco sabía cómo remediarlo.

Así que descargó sus frustraciones en la única persona que estaba cerca.

 

“¡Eres una mierda! ¿Cómo ha vuelto a pasar esto? ¡Cuántas veces tengo que decirte que cortes con el filo! ¡Es una espada! ¡No un palo!”

“Eso es lo que estoy tratando de hacer.”

“¿Ah? Pues deja de intentarlo y hazlo.”

 

Ante la diatriba de Primera, Bash parecía genuinamente arrepentido.

Ella sabía a ciencia cierta que él estaba haciendo un esfuerzo, así que cedió.

Originalmente, creía de todo corazón que podía formar equipo con cualquier guerrero y mostrar sus habilidades en el Festival de Armamento. Que incluso el más débil de los combatientes podría obtener la victoria si empuñaba sus armas.

Por lo tanto, era un error culpar a Bash.

Sólo se sentía frustrada al pensar que no era tan hábil como creía que era, pero no se atrevía a admitirlo.

 

“¡Me voy a casa! El evento principal está a punto de comenzar, y tengo que volver a forjar esta cosa de nuevo.”

 

Primera se dio la vuelta y se alejó, con ira en su paso, Bash la siguió lentamente.

Entonces, el Hada susurró algo al oído del Héroe.

La enana no pudo distinguir lo que le decía, pero estaba más que segura de que Zell estaba hablando mal de ella.

 

“¡Maldita sea!”

 

Soltó, sin poder contener su irritación.

 

 

Tres días después, la ceremonia de apertura del evento principal del Festival de Armamento finalmente comenzó.

 

Sin embargo, los procedimientos estaban envueltos en una extraña atmósfera.

Los asientos del público estaban llenos hasta el tope, y su inquietud era palpable.

Los combatientes, en cambio, permanecían callados y quietos.

 

Normalmente, estos guerreros estarían clamando a la multitud, levantando sus armas al cielo, mientras escuchaban a los organizadores enanos anunciar el comienzo de la atracción principal.

Por dentro, se estarían animando, preparándose para jugárselo todo por el honor y la gloria.

Se imaginarían a sí mismos de pie, victoriosos, en el centro de la arena, con sus deseos más profundos.

La anticipación en sus corazones y la gloria en sus mentes.

 

Este año, sin embargo, eso no ocurrió.

Más de la mitad de ellos tenían una docena de yunques enanos en la boca del estómago, nerviosos a más no poder.

Permanecían en silencio, como un ratón asustado que se esconde de un gato.

 

Algunos incluso temblaban; el miedo les había superado.

Otros estaban tan pálidos que parecía que se iban a desmayar en cualquier momento.

 

Otros también temblaban, pero no de miedo.

Estos guerreros respiraban con dificultad, con la comisura de los labios levantada en una sonrisa contenida.

No tenían preocupación en sus almas, sino alegría: una felicidad y un orgullo abrumadores por poder estar en el mismo escenario que él.

Algunos estaban tan emocionados que apenas podían contener las lágrimas.

 

A todos estos guerreros sólo les importaba una cosa.

Al final de la fila había un solo hombre.

Un solo orco, exponiendo generosamente su musculoso físico para que todos lo vieran.

 

El Festival del Armamento era una celebración de la destreza marcial.

Muchos podían participar, pero sólo los guerreros más fuertes llegaban al evento principal.

Y entre ellos, no había nadie que no conociera su identidad.

Incluso aquellos que alcanzaron la fama tras el final de la guerra o tuvieron la suerte de no haberse enfrentado nunca a los orcos en el campo de batalla conocían su reputación.

El Guerrero Loco, El Destructor, Cazador de Hombres, Toro Furioso, Brazo Fuerte, La Pesadilla del Bosque Siwanasi, La Calamidad Verde, El Decapitador de Dragones…

Aquellos que no conocían su apariencia, al menos sabían de su reputación.

El Héroe de los Orcos, Bash.

 

Con el aire cargado de miedo y emoción, la ceremonia de apertura se desarrolló sin problemas y finalmente llegó a su fin.

Ninguno de los participantes se atrevió a pronunciar palabra alguna mientras regresaban lentamente a las salas de espera.

 

En contraste con la solemnidad de los combatientes, el público bullía de expectación.

 

“Están muy callados este año. ¿Cambiaron las reglas o algo así?”

“¿No te has enterado? Ese orco de allí, al final de la fila. Dicen que él solo mató a más de 100.000 soldados enemigos durante la guerra…”

“¡¿Qué?! Tonterías.”

“Oye, no estoy diciendo que sea un hecho. Es sólo lo que he oído. De todos modos…”

 

Los rumores corrieron rápidamente, y pronto, todo el mundo en el Foso de Do Banga, ya fueran acaudalados oligarcas mineros o mendigos indigentes, sabían de la presencia de Bash en la ciudad.

Pero todos se preguntaban: ¿por qué estaba él aquí?

 

“Mierda… ¿se trata de esa cosa?”

“Supongo que sí. Sabía que los Orcos no iban a dejarlo pasar para siempre, pero…”

“Pensar que enviarían al Héroe… Los Grandes Mercaderes han ido demasiado lejos.”

“El torneo de este año va a ser un desastre…”

 

Pero algunos de ellos tenían una corazonada, aunque eran impotentes para actuar sobre ella.

Lo único que podían hacer era asentir con la cabeza mientras esperaban nerviosos el comienzo del primer encuentro.

 

Por supuesto, nadie sabía la verdadera razón de la presencia de Bash en el Foso de Do Banga.


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