Invocado por una diosa

Vol. 1 - Prólogo

 

El sol se reflejaba en la superficie del río y su luz blanca se reflejaba en el agua.

Una refrescante brisa de principios de verano con un tenue aroma a hierba. Una suave brisa, como una exhalación agitaba la hierba del lecho del río, acarició el flequillo del chico que estaba en la orilla. Era una tarde tranquila entre semana.

Él, Eisuke Tsurugi, tomó la bombilla del zumo en su mano y la sorbió haciendo ruido. A primera vista, parecía pintoresco… pero cualquiera que mirara detenidamente se daría cuenta.

Iba vestido de forma extraña con un uniforme y una chaqueta de mezclilla, y aunque tenía una cara razonablemente bien desarrollada, su expresión con la que miraba era tan mala que le hacía parecer una persona miserable. Y luego estaba su atrevido comportamiento al pasar su tiempo libre en el terraplén en lugar de ir al instituto entre semana. Cualquiera que lo viera tendría claro que no era un estudiante de secundaria normal.

Pero aquello no acababa ahí.

Mientras daba un sorbo a su zumo, los ojos negros y fríos de Eisuke miraban por el terraplén hacia el lecho del río que había debajo del paso elevado.

—¡Po-Por favor, deténganse…!

—Oye, está bien, puedes jugar con nosotros.

—¡No-no! ¡Suéltame!

Una chica de instituto había sido rodeada y estaba siendo amenazada por un grupo de delincuentes con el pelo teñido y uniformes sucios. No tenía adónde correr y se puso a llorar cuando uno de los delincuentes, que era una talla más grande que ella, la agarró del brazo y la asustó. Era una escena que casi podría llamarse cliché.

Eisuke se quitó la bombilla de la boca y se sorbió los mocos. Su expresión no mostraba indignación por tal vileza ni compasión por la chica de instituto.

…Por el contrario.

—Un perfecto día para unos buscapleitos, ¿eh? —El borde de su boca se torció mientras hablaba para sí mismo de forma divertida. Si hubiese que describir su expresión, podría decirse que era de anticipación y euforia.

Eisuke no era un chico grande. Era más bien delgado y su estatura rondaba los 170 centímetros, por lo que no era tan alto en comparación con los delincuentes. Pero sonreía sin miedo ante una situación que la mayoría de la gente habría pasado por alto sin mirar.

Eisuke se deslizó con destreza por la pendiente del terraplén y aterrizó en el lecho del río.

—¡Eh, eh, diviértanse también conmigo, buscapleitos podridos!

Se rio ferozmente y eso les dijo que buscaba pelea…

…Por unos segundos, el viento sopló, entonces…

Eisuke dio otro sorbo al zumo que aún tenía en la mano, y dejó escapar un suspiro. Esta vez, fue más exasperado.

 

—Jaja… esto es así, una trivialidad.

Había cuerpos. Los delincuentes inconscientes yacían en un estado horrible a los pies de Eisuke. La escena era como un desierto donde una tormenta había pasado y todo había sido arrasado. Y así debía ser. La visión de Eisuke atormentando, maltratando y asolando a los delincuentes. Él solo era una tormenta en sí misma.

Por cierto… había una especie de leyenda urbana que se había estado susurrando últimamente.

Se rumoreaba que había un chico misterioso que buscaba peleas a grupos de delincuentes y buscapleitos sin ninguna razón en particular, y que él sólo los aplastaba y destruía.

El chico, al que podría llamársele Dios de la Muerte, llevaba una chaqueta de mezclilla azul que desprendía una fuerte presencia aun cuando fuera difuminada por la oscuridad de la noche. Se decía que las ligeras manchas rojas de su cuerpo eran la sangre de los que había cazado.

El «Cazador de buscapleitos», como se llamaba a sí mismo.

Su verdadera identidad era la de un estudiante de secundaria, Eisuke Tsurugi.

—No, son demasiado débiles…. demasiado débiles como para que valga la pena hablar de ellos siquiera. Tampoco creo que haya alguien más fuerte por ahí con el que pueda disfrutar más…

Eisuke sacudió la cabeza con disgusto. El ansia por los fuertes. Ese era el motor de sus acciones, o mejor dicho, de su supervivencia. Por mucho poder que ejerciera y por muchos delincuentes a los que les jodiera el día, su corazón nunca estaba satisfecho. Porque su verdadera fuerza era…

—¡Ah… aah…!

—¿…Hmm? Oh, cierto, verdad que estabas ahí… —Entonces Eisuke notó la presencia de la chica de instituto que estaba encogida y asustada. Se acercó casualmente a ella—. Tú también, ten cuidado a partir de ahora. Si no fuera por mí, estarías…

—¡Eres un monstruo!

Empujó a Eisuke con un golpe. El zumo se le escapó de la mano y el hielo que este tenía se esparció por el suelo. Pero ella no miró atrás y salió corriendo de inmediato. Eisuke se quedó aturdido.

—…Un monstruo, ¿eh? Bueno, no se equivoca… —Se rascó la cabeza y murmuró para sus adentros. Cuando se agachó para recoger el vaso de plástico, vio un guijarro de tamaño razonable cerca de él. Lo recogió despreocupadamente y salió de debajo de las vías del tren elevadas hacia la luz del sol. A continuación, agitó su brazo derecho como un lanzador—. ¡¡Ahí… vas!! —En ese momento, la lanzó al cielo y el aire explotó.

Los restos de piedra atravesaron fácilmente la atmósfera a una velocidad muy superior a Mach 110, y fueron absorbidos por el cielo azul.

—…No tenía intención de lanzarla tan fuerte… —Eisuke se quejó con una expresión fría en su rostro.

Eisuke Tsurugi era un chico de preparatoria corriente que vivía en la era moderna.

Sin embargo, la palabra «corriente» aquí sólo significaba que nació en un mundo normal, en una familia normal, y había vivido una vida normal.

Su ritmo de crecimiento era anormal, y estaba en el límite de lo que definía a un hombre de una bestia.

Se pasó los días luchando con delincuentes y buscapleitos, entrenándose estoicamente, y antes de darse cuenta, Eisuke había adquirido un nivel de fuerza muy superior al de un humano. No hubo ningún desencadenante en particular. Simplemente, era un rebelde mutante que había crecido a un ritmo acelerado e imparable. Esta era la verdadera identidad de Eisuke Tsurugi.

—…Haa, qué aburrido. —La voz de Eisuke brotó cansada.

Para él, luchar era una forma de vida en la que podía poner a prueba su fuerza sin ninguna regla. …Pero Eisuke ya no podía experimentar el tipo de peleas que hacían hervir su corazón. No era de extrañar. Si compararas a cualquiera con Eisuke, que había adquirido habilidades muy superiores a los de la gente corriente, no importaba cuántas personas hubiera o lo peligrosa que fuera tu arma, no serías mejor que un gusano, igual que los delincuentes de antes.

—Me pregunto si hay un tipo en algún lugar que sea tan fuerte como un monstruo… —Eisuke dijo a nadie en particular, molesto. Sería insoportable tener a alguien tan fuerte como Eisuke cerca. Su broma desapareció en la atmósfera sin conseguir siquiera un remate.

…O eso se suponía que pasara.

«¡¡Finalmente… te encontré!!»

—¿…Eh?

La «voz» salió de la nada, y Eisuke miró a su alrededor con recelo, pero sus sentidos comprendieron el motivo.

…La voz había hablado directamente al cerebro de Eisuke.

—¿¡Qui-quién es…!? —Eisuke se sujetó las sienes y preguntó hacia la misteriosa persona. Pero no obtuvo respuesta.

En su lugar, un círculo mágico con un patrón geométrico apareció bajo sus pies.

—¿¡Qué!? ¿Qué-Qué demonios es esto…?

Eisuke estaba inusualmente intranquilo. La voz volvió a resonar en su cerebro.

«¡Necesitamos tu poder… por favor, ven… a nuestro mundo…!»

Una fuerte luz brilló desde el círculo mágico y pareció borrar todos los contornos del mundo.

—Eh, no puede ser, ¿es en serio? No puede ser… —La visión de Eisuke se tiñó de blanco y desapareció de su mundo.

…Había partido. Se iba a un mundo que era mucho más grande que su pequeño hogar, y un mundo que sería más adecuado para él.


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