La Historia del Héroe Orco

Capítulo 86. La resurrección del Rey Demonio

Aquello era un altar.

No se parecía en nada a los estilos arquitectónicos actuales del continente. No era de los elfos ni de los démones. Las columnas alineadas eran gruesas y altas, y el techo, sorprendentemente elevado para estar en medio de una montaña, albergaba un altar que probablemente veneraba a algún dios, brillando en un tono púrpura oscuro.

Allí había una docena de hombres y mujeres. Los valientes que inicialmente eran cerca de treinta se habían reducido a dieciocho. Hubo una lucha encubierta. Después de muchas maniobras secretas y valiosos sacrificios, habían conseguido los trece tesoros sagrados:

La Corona de los démones.

El Árbol Sagrado de la gente bestia.

El Santuario de los súcubos.

La Tumba de los elfos.

La Mandíbula de los ogros.

El Oro de los enanos.

El Panal de las abejas asesinas.

La Piel de los hombres lagarto.

La Sombra de los centauros.

El Pétalo de las hadas.

La Fragancia de los goblins.

El Lecho del dragón.

Las Sagradas Escrituras de los humanos.

Al principio, solo había uno. Nadie conocía el valor de ese único objeto. Simplemente estaba allí, sin que nadie pensara en su significado. Supieron que tenía importancia gracias a una brillante démona que luchó por descubrirlo. Siguiendo las huellas del gran rey, investigó el propósito de la fortaleza aparentemente innecesaria. Actuó con la firme creencia de que, si el destacado líder de los démones, único en los últimos milenios, había dejado algo, debía tener un propósito. Al final de las huellas del rey, encontró una ruina. Encontró «eso».

Había una cantidad abrumadora de documentos y pistas para descifrar esos documentos. Fue lo que el rey dejó. Poplática, la brillante démona, desentrañó el significado de esos textos a partir de esas pistas. Descubrió que había objetos similares a «eso» en diversas partes, todos portadores de un gran poder. Y supo que, utilizando ese poder y las ruinas, podría incluso realizar milagros.

Poplática fue cautelosa. No compartió el conocimiento de los hechos que descubrió con todos los démones, sino solo con aquellos que deseaban luchar. Aunque los démones eran una raza noble, la situación no era tan buena como para creer que no se relacionaban con otras razas. Así, poco a poco reunió compañeros y continuó investigando cómo concretar el milagro mientras apoyaba a sus aliados. Examinó minuciosamente cada libro, descifrándolos y leyéndolos, buscando cualquier conocimiento útil.

No leyó todos los libros. No adquirió un conocimiento significativo. Sin embargo, lograron reunir los tesoros sagrados. También dominaron la forma de realizar el «ritual» utilizando las ruinas.

—Entonces, comencemos.

Alguien habló, y los doce hombres y mujeres avanzaron, sosteniendo los tesoros sagrados mientras lo hacían. Colocaron los tesoros en los pedestales situados alrededor del altar. Observándolos estaba Poplática, conocida como «Vórtice de las Sombras», una gran maga démona sin igual.

En tres años, había devorado libros y, en otros tres, dominado la magia antigua. Restauró las ruinas deterioradas y recreó completamente el círculo mágico. Finalmente, habían llegado hasta este punto.

—Ofrezcamos una oración al gran dios primigenio, —dijo Poplática, deslizándose suavemente entre el grupo y subiendo al altar. Con el último tesoro sagrado en sus manos, se colocó al frente del altar—. Ofrezco este tesoro al gran dios primigenio. —Colocó el tesoro sagrado en el altar, poniendo ambas manos a los lados del tesoro. Los ojos de Poplática brillaron suavemente, y esa luz se transmitió por su cuerpo, a través de sus manos, hasta el altar. Cuando el altar se iluminó, el círculo mágico grabado en él comenzó a expandirse. La luz del círculo mágico alcanzó los doce tesoros restantes.

La luz de los tesoros hizo que el círculo mágico brillara aún más. El círculo mágico se expandió aún más, desde los doce tesoros, a través del suelo, las paredes, las columnas, hasta el techo. Finalmente, el círculo mágico se extendió por toda la habitación, abarcando desde un extremo de la sala hasta el otro.

Era un dispositivo mágico de proporciones gigantescas. Cualquiera podría entender qué motivó a su creador a construir algo tan colosal, especialmente si conocían el efecto del círculo mágico y comprendían el esfuerzo y las dificultades necesarias para crearlo.

La luz del círculo mágico se dirigió hacia un punto en particular: el centro de la habitación. Allí se encontraba un ataúd, grabado con un círculo mágico de alta precisión y densidad, que ahora comenzaba a llenarse de energía mágica. El ataúd comenzó a brillar. Los tesoros sagrados fijados en el altar comenzaron a emitir sonidos. Algunos vibraban, otros resonaban con un sonido agudo, y otros emitían un tintineo. En ese momento, todos los presentes en las ruinas sintieron un escalofrío. Algo estaba allí. Algo había ocurrido. Esa sensación recorrió claramente las ruinas.

Por supuesto, al volverse, no vieron a nadie. No había nada allí.

A medida que la luz se intensificaba, también lo hacían las reacciones de los tesoros. Los sonidos se hicieron más fuertes: vibraciones, zumbidos, tintineos, traqueteos, chirridos. A medida que estos sonidos reverberaban, la presencia se hacía más intensa.

Todos lo sintieron: el poder de la gran criatura que vagaba por esa zona en tiempos antiguos y el poder del dios que existía en esa época. Con un sonido de crujido, apareció una grieta en el tesoro sagrado frente a Poplática. Al mismo tiempo, se propagaron grietas en los doce tesoros, acompañadas de sonidos de crujido. A medida que los tesoros se agrietaban, la luz se desvanecía. La última magia se transmitió, y el círculo mágico se disipó. Los artefactos, habiendo perdido su poder, se desintegraron en polvo. Finalmente, el ataúd brilló con una luz intensa antes de que también se desvaneciera.

—……

Un aire extraño envolvió las ruinas. Todos los presentes estaban seguros de haber hecho algo imperdonable, de haber tocado lo prohibido. Nadie dijo una palabra. Estaban dominados por la sensación de que cualquier palabra podría traerles una desgracia inmensa.

En ese silencio, se oyó un ruido sordo. El ataúd en la parte más profunda del altar se había movido. Con dos sonidos más, el ataúd se desplazó y su tapa cayó con un fuerte estruendo.

Entonces, un hombre se levantó.

Era un demon, con cabello algo largo y piel azul. Su cuerpo musculoso no era raro en tiempos de guerra. Sus ojos, inicialmente desenfocados, gradualmente recuperaron su claridad, reflejando una inteligencia profunda. Hubo un momento de confusión. Miró a su alrededor, comprobó que estaba en un altar y luego reconoció a Poplática y los demás. Exhaló un «ah» como si hubiera comprendido algo.

—Ya veo, —dijo simplemente.

A primera vista, el hombre parecía un demon cualquiera. Sin embargo, se levantó como si nada hubiera pasado y caminó hacia Poplática. Los presentes, al principio atónitos, observaron su figura, pero a medida que él se acercaba, uno tras otro se arrodillaron. Uno de ellos, un gran demon con cuatro espadas en la espalda, le ofreció algo: una tela. El hombre se la puso sobre los hombros y preguntó en voz baja:

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde mi muerte? ¿Cuál es la situación de la guerra?

Alguien respondió, con un tono que destilaba frustración:

—Han pasado cinco años desde la muerte de Su Majestad… Fuimos derrotados y firmamos la paz.

—……

En el silencio que siguió, otra persona levantó la voz:

—¡Sin embargo, con Su Majestad, aún podemos recuperarnos! Ya hemos reunido fuerzas; la guerra aún no ha terminado.

—Ya veo.

—Lord Gediguz, todos hemos esperado con ansias su regreso.

El Rey Demonio Gediguz, el hombre que una vez fue llamado así, miró a su alrededor. Vio a démones, ogros, súcubos, gente lagarto, orcos, arpías, humanos, elfos, enanos y gente bestia. Casi todas las razas estaban presentes. Sonrió levemente.

—Incluso con todas las razas reunidas, ¿aún no ha terminado la guerra?

Frizcop: Esa frase dice mucho sobre la personalidad de Gediguz, la verdad.

—No, Lord Gediguz, ahora es cuando comenzará de nuevo.

Gediguz levantó la vista hacia el cielo. Era un rey considerado un genio entre los démones, el más grande talento en la historia de los démones. ¿Qué pensaba el rey que casi puso fin a la guerra? Los que lo rodeaban no podían saberlo.

—Lord Gediguz, por favor, condúzcanos a la victoria.

Lo que sabían era la gloria pasada: el poder avasallador del Rey Demonio Gediguz, los días de victorias bajo su mando. Incluso aquellos que alguna vez formaron parte de la Alianza de las Cuatro Razas, al considerar sus propios objetivos, recordaron las batallas de Gediguz. Con él, aún podrían alcanzar la victoria desde este punto. Creían firmemente, sin tener pruebas, que podrían revertir el hecho ya establecido de la «victoria de la Alianza de las Cuatro Razas».

—……

Gediguz permanecía en silencio.

En su lugar, el rey demon comenzó a caminar lentamente. El sonido de sus pasos resonaba suavemente. ¿Hacia dónde se dirigía? ¿Hacia el lado donde soplaba el viento? Los demás lo seguían con expresiones de inquietud.

Gediguz había resucitado. Pero ¿realmente era el mismo de antes? ¿O acaso él, o su cadáver, se habían convertido en algo completamente diferente? Ante el misterio de los tiempos antiguos y lo extraño que tenían ante ellos, una sensación de inquietud comenzó a surgir entre ellos. ¿El milagro fue realmente un milagro? ¿O fue simplemente una magia siniestra?

—Ah, Lord Gediguz…

Alguien intentó hablar.

Gediguz salió del altar. Miró a su alrededor y murmuró un «Ah», como si supiera exactamente dónde estaba, y comenzó a caminar hacia la salida.

En efecto, lo sabía. Los démones sabían quién fue el primero en descubrir estas ruinas.

Gediguz salió al exterior. Desde la entrada, se podían ver las estrellas y las crestas nevadas iluminadas por la luna. No había gente ni animales. Solo el mundo estaba allí.

—Nada ha cambiado, entonces, —murmuró Gediguz, observando el paisaje.

Sin embargo, cuando Gediguz se giró para mirarlos, los démones dejaron escapar un suspiro de alivio. Ante ellos estaba la expresión inteligente del hombre que los había conducido a numerosas victorias. Allí estaba su rey, aquel en quien habían puesto su esperanza y a quien habían confiado.

Frizcop: Ese es uno al que puedo llamar rey.

—¿Hay alguien que pueda explicar detalladamente la situación y las fuerzas disponibles?

—¡A la orden! Tenemos documentos con toda la información recopilada, ¡por aquí!

El ritual había sido un éxito. Esa certeza se extendió por todo el grupo… y un estallido de júbilo se escuchó.

Unas horas después, Gediguz y su grupo estaban en una habitación con un mapa del continente desplegado.

¿Qué había sucedido en los años posteriores a la muerte de Gediguz?

¿Qué había sucedido en los tres años posteriores al final de la guerra?

¿Cuáles eran sus fuerzas actuales?

¿Qué sabían los enemigos y qué no sabían?

Había quienes, mientras se recopilaban los tesoros, seguían investigando a las naciones. Había quienes reunían fuerzas. Había quienes reunían armas. Había quienes construían bases en diversos lugares, anticipando que serían necesarias en el futuro.

Durante tres años, se habían ocultado recolectando materiales para la batalla. Todo esto fue mostrado a Gediguz. Si esto no era suficiente, no habría remedio. Si Gediguz decía que no era suficiente, no habría nada que hacer.

Esperaban su juicio con una expresión de desesperanza. Si Gediguz decía que no podrían ganar con lo que tenían, tal vez estaban dispuestos a rendirse.

—No podemos hacer un ataque sorpresa, —dijo Gediguz.

Los démones no pudieron ocultar su angustia ante estas palabras.

—Los humanos son cautelosos, y al escuchar sobre el alboroto en Paraje de la Bruma, se habrán reforzado. La gente bestia hará lo mismo. Los elfos y los enanos son objetivos posibles, pero los elfos están lejos, y los enanos son una raza especializada en la defensa. No llegaríamos a tiempo.

—Entonces, ¿no tenemos esperanza de victoria…?

Sin embargo, las siguientes palabras de Gediguz los motivaron.

—No, hay una oportunidad de ganar.

En esta situación desesperada, incluso Gediguz había pensado en su interior que no había nada que hacer. Pero estas palabras, que destrozaron sus corazones débiles, hicieron que se animaran.

—¿¡Qué debemos hacer!?

—Primero, asegurar a las hadas. Si podemos atraer a esas pequeñas y astutas criaturas a nuestro bando, tendremos una oportunidad.

Fue una declaración inesperada.

Hadas.

Durante las operaciones, no solo eran inútiles, sino que incluso se convertían en un obstáculo. De hecho, ni siquiera había una sola en esta base de operaciones.

—¿Por qué las hadas?

—Si creemos en sus palabras, somos pocos, pero somos una élite. Aunque suframos bajas al atacar con fuerza, podemos infligir daño de manera segura. Y lo más importante para repetir esto es la capacidad de recuperación.

—¡……!

Lo que esas palabras implicaban era algo que los démones habían rechazado en el pasado. ¿Luchar con todas sus fuerzas, sobrevivir gracias a las hadas y luego luchar con la misma intensidad en el próximo campo de batalla? No era algo que les gustara. Creían que debían ganar de manera más elegante. Consideraban que ese tipo de lucha sucia era algo que los orcos podrían hacer. Y Gediguz, siguiendo los deseos de los démones, había emparejado a los orcos con las hadas. De hecho, incluso si los démones hubieran trabajado con las hadas, no lo habrían hecho tan bien como los orcos. Las hadas, que eran caprichosas e impredecibles, no seguirían las órdenes de los démones, que querían controlar todo. Se llevaban como el agua y el aceite. Por lo tanto, los únicos que podrían mezclarse con las hadas eran los orcos.

Pero ahora, después de la derrota, y con el deseo de evitar la extinción de su raza a cualquier costo… Si se les preguntaba si podían hacerlo… podrían. Podrían luchar junto a las hadas. Tendrían que pensar un poco en cómo minimizar las desventajas, pero si el sigilo ya no era una opción y comenzaba una guerra total… era posible.

Gediguz no se preocupaba por estos conflictos internos. El astuto rey demon no era el rey del pueblo. Su rey simplemente reinaba.

—Vamos al país de las hadas.

Ese día, la guerra comenzó de nuevo.


Frizcop: Bien, gente. Terminamos el arco de interludio. Seré sincero, me quedé con gusto a poco. Solo espero que el Rifujin no tarde casi un año más en sacar el próximo arco, y que para navidades lo estemos teniendo. Espero. Pero si se cumple, recuérdenme como un profeta.

De todas formas, espero que les haya gustado. Junten hype para el próximo arco y nos vemos en el siguiente capítulo de la novela que sigan. 

También, échenle un vistazo a la novela de "Optimizando al Extremo mi Build de Juegos de Rol de Mesa en Otro Mundo" aquí en el blog, que me está gustando mucho y me gustaría que llegara a más gente. Y si no les interesa, no vayan, no hay problema.

Pero eso, sin más que decir, hasta la próxima. 


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