Optimizando al extremo mi build de juegos de rol de mesa en otro mundo

Vol. 5 Finales de la Primavera del Decimotercer Año Parte 1

Informe de Misiones

Los aventureros son empresarios nómadas. Como tales, deben asumir la responsabilidad de informar sus resultados a quienes los contrataron, incluso si esa noticia es dolorosa de entregar.



Mencioné que el mundo no era lo suficientemente indulgente como para que todo terminara con un «felices para siempre» cuando estábamos ideando formas de salvar a la señorita Celia, y mi afirmación era válida. Nosotros, los humanos, estábamos destinados a limpiar los desastres que habíamos causado, personalmente, fielmente y de una manera que apaciguara a quien fuera dueño de la propiedad donde se había hecho el desorden.

—Entonces, ¿qué tipo de pequeña excusa encantadora has traído para mí?

Después de terminar el juego de Ehrengarde con la señorita Celia en su invernadero a medianoche, Mika y Elisa habían venido a animar la fiesta. Todos disfrutamos de un poco de té y luego nos separamos, excepto Mika, que había captado la atención de Lady Franziska y fue llevada rápidamente. Pero al llevar a mi hermana a casa, me enfrenté a la cruel realidad: nuestra ama había regresado antes de que nos diéramos cuenta.

No me malinterpretes. Sabía que esta mujer tenía algún medio para saber quién había invadido su territorio. De hecho, me habría preocupado si no lo tuviera. Mi empleadora era excepcional incluso entre sus pares inmortales; antes esperaría ver relámpagos en un cielo azul que verla indispuesta.

Así que, después de acostar a Elisa —mi regreso seguro la había puesto tan inquieta que se quedó dormida para cuando dejamos la finca Bernkastel—, las primeras palabras de nuestra ama dirigidas a mí tras su propio regreso seguro fueron las mencionadas anteriormente.

—Antes que nada, —dije con la expresión más deferente que pude reunir—, debo celebrar esta ocasión desde el fondo de mi corazón. Estoy encantado de ver que ha regresado sana y salva.

Escupiendo lo más servil que pude pensar, me arrodillé ante el sofá donde ella estaba recostada. Estaba preparado para someterme a sus caprichos.

Francamente, no tenía ilusiones de intentar engañar a Lady Agripina. Ella era del tipo de enemiga juguetona —no, más bien, burlona— que se encuentra al final de los libros de reglas avanzadas, cuya existencia era un desafío para el jugador: enfréntala si te atreves. ¿Cuál era el sentido de intentar ocultar información de un monstruo que podría derrotar a todo un grupo de personajes al máximo nivel? Si ella quisiera, podría desnudar mi alma con psicohechicería; una disculpa honesta era una opción mucho, mucho mejor que mentir.

—Tiene mis más profundas disculpas por permitir la entrada de invitados sin tu permiso, aunque solo fuera al salón. Esta decisión fue mía y solo mía, y estoy preparado para asumir la responsabilidad por ello.

—Oh, mi leal sirviente. Me complace ver que entiendes tus propias transgresiones. Después de todo, dicen que un servidor que no puede percibir la ira de su amo está destinado a una vida corta.

La-la puta madre. Por esto era que la alta sociedad daba tanto miedo: podían reflexionar sobre la vida y la muerte de nosotros, los plebeyos, como si fuera una charla trivial, con la misma sonrisa fina y el tono de voz fácil de siempre.

Dicho esto, no era tan idiota como para presentarme sin haber preparado una excusa; una lo suficientemente buena como para convencer a alguien como la madame, para eso. Le conté toda la historia sin omisiones ni exageraciones: desde cómo conocí a la señorita Celia hasta cómo la ayudamos a escapar; la batalla de anoche; y mi encuentro y posterior relación con Lady Franziska.

Lady Agripina escuchó mi relato en silencio, sin contar las risas, hasta que terminé por completo. No podía entender qué parte de mi desgracia le parecía tan divertida como para dejarla sujetándose los costados de dolor, pero después de que le conté todo, simplemente dijo:

—Lo añadiré a tu cuenta.

—…¿Qué?

—Estoy diciendo que te dejaré ir con la pequeña deuda de un solo favor.

Secándose una lágrima del ojo, la madame nombró un precio varias veces más aterrador que una simple multa. ¿Estaba loco, o entregarle a esta mujer un contrato en blanco era básicamente lo mismo que suicidarse?

Espera, no. Al menos con el suicidio tendría una muerte tranquila… Aun así, supongo que esto era un destino mejor del que alguien en mi posición podría haber esperado.

—¿Un… favor?

—Tu relato fue entretenido, y parece que todo ha quedado bien atado, así que no me importa. También pude confirmar que tienes algo de sentido de tu lugar.

—¿Es eso realmente aceptable?

—La cuestión de si es aceptable o no está llena de todo tipo de problemas, pero considera esto: si hubieras entregado a esa chica, la situación solo habría empeorado. El rencor de un noble despreciado es algo considerable.

Para ser sincero, había planeado usar eso como otra excusa. Aunque la Señorita Celia no era del tipo que se obsesionara con la venganza, existía la posibilidad de que sus perseguidores fueran bandidos disfrazados de sirvientes nobles. Si la hubiera dejado caer en sus manos, ¿quién sabe qué harían sus padres conmigo? O incluso si realmente pertenecían a su casa, era posible que ella me guardara rencor por arruinar su fuga y se vengara de mí después de casarse, o al menos así justificaba mi decisión.

La verdadera Señorita Celia era una santa en todo menos en el nombre; estaba seguro de que esos pensamientos oscuros nunca cruzaron por su mente. Aun así, un aristócrata enfurecido era más que capaz de fabricar culpa para que un enemigo de clase baja la llevase.

—Creo que esta conclusión es tan limpia como se puede esperar, —dijo Lady Agripina—. Aunque supongo que casi mueres de nuevo.

—…Sí, bueno, preferiría no volver a experimentar que mis extremidades salgan volando.

—Estoy segura. No vuelven a crecer y son difíciles de reemplazar, así que cuídalas, ¿quieres?

No necesito escuchar eso de ti; sé muy bien que no vuelven a crecer. Soy dolorosamente consciente de que mis brazos y piernas irremplazables están conmigo solo gracias a la Señorita Celia.

Pero ahora que lo pienso, ¿quién había sido ese tipo, de todos modos? Lady Franziska dijo que no me preocupara porque le había administrado una «buena dosis de disciplina», pero ese mago al menos estaba al nivel de un profesor del Colegio. Tratar de entender por qué me estaba esperando, y tratar de hacerlo con estilo, me dejó completamente desconcertado.

Apareció con toda la pompa y circunstancia de un Maestro del Juego desprevenido tirando dados para decidir qué tipo de jefe colocar al final de una misión. Había una palpable malicia en su ubicación, como si hubiera esquivado al verdadero jefe final y forzado al mundo a colocar un encuentro inevitable en mi ruta de escape para asegurarse de que el clímax no se desvaneciera. Había visto este tipo de cosas antes: una vez, mi antiguo equipo y yo intentamos robar las gemas preciosas de unas ruinas y estábamos a punto de escapar sin incidentes cuando «descubrimos» al azar que los pilares que sostenían el lugar eran gólems de cristal todo el tiempo.

A juzgar por su comportamiento, podía decir que el noble enmascarado había estado jugando conmigo, pero no mucho más. En serio, ¿por qué ese enemigo tan roto simplemente me estaba esperando allí?

—Dicho esto, —continuó Lady Agripina—, desvístete.

—¿Eh?

—Dije que te desvistas.

Sí, señora.

Aunque su orden surgió de la nada, no podía responderle si ella iba a insistir. El que ha cometido una falta siempre está a merced de quien ha sido agraviado.

Me quité la camisa que me habían dado en la finca Bernkastel, y la madame me detuvo, diciendo que la parte superior sería suficiente. Luego comenzó a mirarme fijamente con una mirada sin disimulo.

Personalmente, encontraba mi joven cuerpo falto de musculatura y frágil, a pesar de que estaba desarrollando músculos. Mis hombros comenzaban a definirse, mis extremidades empezaban a ganar fuerza, y hacía tiempo que había dejado atrás mi pancita infantil; sin embargo, todavía estaba lejos de la virilidad física con la que tanto soñaba.

Más allá de eso, ya había revisado en el espejo para confirmar que mi brazo y piernas, que habían sido desmembrados, no mostraban rastro alguno de sus horribles heridas. No solo eso, sino que mi encuentro con el aristócrata de alto rango me había hecho rodar de un lado a otro; mi hechizo «Flor de Margarita» por sí solo me había lanzado directamente contra un pilar. Debería haberme visto más golpeado que un plátano magullado, y aun así no podía encontrar ni siquiera una costra.

—Hmm…

Sin embargo, Lady Agripina podía ver lo que yo no. Su mirada recorrió una línea invisible donde mi carne alguna vez se había separado. Incluso cuando yo me concentraba mucho, no podía detectar ninguna evidencia persistente de cómo la realidad había sido alterada; este era otro ejemplo de lo mucho más capaces que eran sus ojos.

Dioses, es tan tentador. Si pudiera ver el mundo tan bien como ella, la ventaja que ganaría en combate arcano sería incuestionable. Pero un espadachín místico no podía permitirse desviar puntos de los atributos físicos; no quería dispersarme demasiado y acabar siendo mediocre en todo.

—Los dioses ciertamente hacen milagros, —musitó la madame—. Ni siquiera esos cultistas obsesionados con la carne del Sol Poniente podrían injertar piel de forma tan natural. Desde un punto de vista taumatúrgico, es casi como si tu brazo nunca hubiera sido amputado.

—No me di cuenta de que era tan impresionante.

—Nervios, arterias, huesos y la médula en ellos: los cuerpos humanos son más que mera arcilla. Se puede cultivar piel de reemplazo todo el día, pero el esfuerzo no puede replicar una curación tan perfecta. Entiendo por qué esos pobres maníacos miran con tanta envidia a los fieles.

Gentilmente, el dedo de Lady Agripina alcanzó y trazó la cicatriz ausente. Aunque me tomó por sorpresa, me mantuve completamente lúcido. A pesar de haber experimentado ya un accidente bastante vergonzoso durante mi viaje a Wustrow, al menos aún no había permitido que mis preferencias se desviaran demasiado de lo respetable. Algo instintivo en mi alma susurró a mi cuerpo: Esta no es una opción. A pesar de todos los problemas que mi cuerpo adolescente me había estado causando recientemente, creo que se merecía un poco de elogio por su prudencia en este caso.

—Ah, pero que hay un residuo de la variedad mágica: un hechizo que desalineó partes del espacio para convertir en picadillo todo lo que lo ocupaba. Qué vulgar. Un ataque de este tipo se burla de la misma noción de evasión y defensa… Las barreras conceptuales estándar se romperían instantáneamente. ¿Qué tipo de vida depravada debes llevar para idear un medio que convierta la mera encarnación en una debilidad?

Asombrosamente, Lady Agripina logró discernir la verdadera naturaleza de la fórmula con solo el más leve rastro de maná que quedaba en mi herida. Por impresionante que fuera la profundidad de su conocimiento, yo estaba demasiado ocupado temblando al darme cuenta de que había sido el objetivo del ataque como para maravillarme.

Tuve suerte de que solo me retorcieran tres extremidades. Si lo que ella decía era cierto, debería haberme convertido en un desastre reorganizado de carne; el hechizo era como arrugar un pedazo de papel para aplastar al muñequito dibujado en él.

—Mm, ya lo he captado. He memorizado esta firma de maná; eso será suficiente.

—¿Qué? ¿Está planeando investigar a la persona que me atacó?

—En efecto. Aunque no es que tenga la intención de vengarte ni nada por el estilo.

—Eso ya lo sé…

—Llámalo una curiosidad personal. Siéntete libre de vestirte.

Una dulce fragancia llegó a mí mientras me volvía a poner la ropa: la madame, habiendo terminado una tarea rápida, decidió que era hora de un descanso para fumar. Traté de deslizar cuidadosamente el cuello de mi camisa sin que mi cabello se enredara, pero justo cuando lo hacía, una fría voz atravesó la tela para herir mis oídos.

—Es un golpe de suerte que estés vivo… pero no toleraré un segundo «todo está bien si acaba bien, felices para siempre».

El tono juguetón habitual en su voz había desaparecido, y su reproche no fue seguido por una confirmación ligera; esta era una advertencia en el sentido más estricto. Me apresuré a pasar la cabeza por el cuello de la camisa, sin importarme mi cabello, y rápidamente volví a arrodillarme.

—Lo tengo muy claro.

—Mm, muy bien. De todas formas, a partir de ahora, le cobraré a tu patrocinadora cada vez que haya dinero involucrado, así que asegúrate de que se realicen los preparativos necesarios en ese aspecto.

—Como desee.

—Estoy segura de que estás muy cansado, así que puedes retirarte por hoy. Reanuda tus deberes mañana por la mañana.

El enojo era más aterrador cuando provenía de un amo que normalmente era indulgente; un final feliz realmente era demasiado pedir. Aunque no me arrepentía de mi decisión, esta aventura mía había venido con una deuda considerable…


[Consejos] La sustitución de extremidades mediante artes arcanas es un oficio imperfecto. La carne recién generada seguramente diferirá en el tono de la piel, como mínimo, y requiere largas horas de rehabilitación para reconectar y reentrenar el sistema nervioso. Mientras tanto, los fieles realizan milagros que superan estas cirugías místicas solo con base en el espiritualismo. Los magus que se dedican al arduo camino del conocimiento a menudo miran a los sacerdotes y similares con envidia e ira injustificadas.


Ya fuera que yo estuviera muriendo o que la Señorita Celia estuviera huyendo por su vida, la capital continuaba avanzando de todos modos. La única diferencia notable esta noche era que había muchos menos guardias patrullando las calles. Ahora que el caos se había calmado (no quería imaginar lo que había sucedido tras bambalinas), ya no tenía mucho sentido mantener vigilancia en cada esquina, así que supuse que era inevitable.

Mirando hacia atrás, me sentía terrible por cómo había tratado a los guardianes confiables de nuestra ciudad. Mi espalda estaba contra la pared, y no había podido contenerme tanto como me hubiera gustado; un buen número de ellos debió haber sufrido fracturas. La corona ofrecía buenos beneficios, así que no tendrían problemas para encontrar tratamiento o recibir licencia pagada, pero empeorar su vida diaria me provocaba punzadas de culpa.

Dejar a alguien inconsciente de un golpe, como un héroe de cómic, era una tarea exigente, pero tal vez eso solo reflejaba mi falta de habilidad. Desafortunadamente, las personas eran demasiado complejas como para caer con un solo golpe en el estómago o el cuello, y golpearles la cabeza era un atajo hacia lesiones prolongadas; la estrangulación no mantenía a la gente inconsciente lo suficiente, así que eso tampoco era una opción. Solo podía pedir que culparan a mi actuación cobarde y al inmaduro padre de la Señorita Celia, preferiblemente en una proporción de uno a nueve.

Hablando de beneficios, casi lo había olvidado. Mika y yo nos habíamos reunido en la mansión Bernkastel, donde celebramos nuestro regreso seguro y yo honré su valiente devoción, pero aún no había reconocido a dos de los contribuyentes más importantes a nuestra causa.

—Úrsula, Lottie.

Susurré lo suficientemente bajo para que nadie más escuchara, pero pronuncié claramente sus nombres. Una brisa fresca y refrescante pasó, llevándose consigo la cálida noche.

Sin embargo, al desvanecerse la corriente, dejó dos regalos en mi cabeza. No necesitaba mirar hacia arriba; las alfar que habían ayudado a la Señorita Celia a escapar y cuyos valientes esfuerzos indirectamente salvaron mi vida estaban aquí.

Ellas habían hecho más de lo que les correspondía por mí. Si la Señorita Celia se hubiera escondido en Lipzi en lugar de llamar a su tía, habría intercambiado vidas con ese lunático en las alcantarillas en el mejor de los casos. En el peor, podría haber fallado mi última oportunidad y haber sido reducido a pedazos sin siquiera vengarme.

Y, por supuesto, la aventura aeronáutica de la joven no habría tenido éxito sin la ayuda de Úrsula y Lottie. Aquello era un secreto imperial de máxima importancia que determinaría el futuro político, económico y militar de la nación: una chica elegante, ajena a los métodos de vigilancia, seguramente habría sido atrapada por la seguridad de inmediato sin la ayuda de estas hadas de alto rango.

Los alfar eran profundamente intimidantes. Si pudieran estar sujetos a algún tipo de lógica en lugar de comprometerse con la fantasía, podría surgir toda una nueva escuela de pensamiento entre los magus, dedicada a forjar hechizos con la ayuda de las hadas… aunque, en primer lugar, era su imprevisibilidad lo que las hacía hadas.

—Aquí estamos, Amado. ¿No crees que estás un poco tarde con tu llamado?

—Wah… Estoy taaaan cansada…

Sus voces eran lo suficientemente sombrías como para dejar en claro que las quejas de Lottie se fundamentaban en algo real. Me pregunto si les habrá pasado algo.

—Nos dieron una buena reprimenda, ¿sabes?

—Ughhh, nos regañaron por ayudar demasiado…

Aparentemente, algunos de los alfar más importantes las habían reprendido con una intensidad abrumadora. Aunque sabía que los reyes y reinas del reino de las hadas estaban más cerca de los espíritus y los dioses que del vulgo, no me habría imaginado que serían ellos quienes reprenderían directamente a estas dos.

Se suponía que los alfar eran conscientes de sus propios límites, manteniendo sus intervenciones dentro de lo razonable. Las dos habían respondido a mi ambigua petición de ayudar a la Señorita Celia con tanto esfuerzo que fueron regañadas.

…Supongo que se merecían una recompensa adecuada. Después de todo, eran mis salvadoras.

—Gracias a ambas, de verdad. ¿Hay algo que pueda hacer para retribuirles?

—En ese caso, mira por allá.

Úrsula se inclinó sobre el borde de mi cabeza, y seguí su dedo extendido para ver un pequeño claro. Era un área vacía destinada a contener fogatas, como la que Mika había estado esperando el día del desfile.

—¿Qué te parece un baile? Me temo que no podré mantenerte para mí sola si te llevo a la colina.

—Claro, vamos a bailar.

Me dirigí hacia la plaza, y otra brisa vino a llevarse uno de los pesos en mi corona. En su lugar, apareció la hermosa chica de tamaño completo que había conocido todas esas noches atrás para saludarme.

Su piel brillaba como miel profunda bajo la luz de la luna, oculta solo por corrientes desbordantes de plata que se mezclaban con la luminosidad órfica. Donde se partía el río plateado, las alas de una polilla de luna revoloteaban, parpadeando con un encanto de otro mundo.

—¿Podrías llevar tú el ritmo? —me pidió.

—Por supuesto, —respondí.

Cautivadora, encantadora y resuelta, sus ojos bermellones se cerraron en una sonrisa.

Tomando su pequeña y elegante mano en la mía, comenzamos a bailar. No era un vals de salón en tiempo medido, sino los movimientos libres de un animado baile campestre; girábamos y girábamos, acercándonos y alejándonos según nos lo pedía el ánimo. Mientras giraba de la misma manera en que lo había hecho durante los festivales en Konigstuhl, la svartalf se movía elegantemente para acompañar.

Giramos suavemente, luego nos abrazamos y giramos de vuelta, alternando pasos mientras nos mirábamos. Entrecruzando nuestros brazos, usamos las piernas del otro como ejes para girar una y otra vez. Aunque debía tener cuidado de no soltar a Lottie —ella seguía ocupada pensando en lo que quería—, alegremente sostuve el baile hasta que comenzaron a formarse gotas de sudor en mi piel.

Ver su seductora piel tomar un leve rubor en este ambiente festivo me hizo entender los sentimientos de aquellos que sucumbieron a la tentación y fueron llevados a la colina eterna del crepúsculo. Aunque no iría yo mismo, podía decir que seguramente era un lugar alegre, libre de cualquier sufrimiento. Si no tuviera mi promesa con Margit, mi deber con Elisa, o mi familia, tal vez no habría pensado que era un destino tan terrible.

—Eso fue maravilloso.

—Sí, lo fue, —dije—. Pero viejo, no pensé que sudaría así considerando cuánto entreno.

Habíamos pasado nada menos que media hora bailando, y solo ahora me daba cuenta de que estaba rozando una línea peligrosa. Si otros podían ver a Úrsula, entonces me convertiría en una leyenda urbana sobre algún chico loco bailando con un alfar; si no, entonces solo era un lunático bailando solo. De cualquier manera, un espectador llamaría a los guardias si me viera. Aunque afortunadamente habíamos logrado disfrutar de nuestro baile sin que nadie nos molestara, eso fue un poco imprudente de mi parte.

—El sudor de un chico es algo sagrado, —dijo Úrsula. Luego, volviéndose hacia Lottie, añadió—, ¿Y tú qué? Yo ya me he divertido, pero ¿cuánto tiempo más vas a pensarlo tú?

—Um, ummm… ¡Oh, oh! ¡Quiero muchas cosas, pero me gustaría un mechón, por favor!

—¿De mi cabello?

Incliné la cabeza, confundido sobre por qué querría eso. Pero aparentemente, el cabello de un niño rubio valía literalmente su peso en oro entre las hadas.

—¡Oh, ohh! —gritó Úrsula—. ¡Eso no es justo! ¡Yo también debería haber elegido eso!

—¡No! —gritó Lottie en respuesta—. ¡Tú ya obtuviste un baile, Úrsula! ¡El mechón es para Lottie!

—¡Esto no es justo! ¡Ya estarías como cecina seca en esa jaula si no fuera por mí!

—¡No es cierto! ¡No lo estaría! ¡Lottie estaba durmiendo la siesta!

Ignorando su disputa, solté mi cabello y corté una pequeña porción para atarla en un manojo para ella. Hace mucho tiempo, los ciudadanos imperiales solían tejer cordones decorativos con su cabello, pero la tecnología moderna de hilado significaba que solo los más pobres todavía lo hacían. No tenía idea de para qué iba a usarlo.

—¡Guau! ¡Qué bonito! ¡Gracias, Querido! —Más pequeña que el manojo de cabello que estaba apretando, Lottie giraba alegremente mientras tarareaba—, ¿Para qué oh qué debería usarlo?

Por otro lado, la hada de la noche estaba mirando a su amiga con una envidia mortal… Este era uno de esos episodios que se convertirían en un rencor más tarde, ¿verdad?

—Está bien, está bien, de acuerdo. Úrsula, tú también puedes tener uno, y a Lottie le doy un baile.

—¿Eh? ¿Estás seguro? Quiero decir, estaría feliz de aceptarlo si estás dispuesto.

—¡¿En serio?! ¡¿Puedo tener un mechón y un baile?! ¡Hurra!

Para mí, ver a alguien ponerse de mal humor delante de mis ojos era mucho más agotador y molesto que hacer un poco de trabajo extra. Además, cortar un poco de cabello y bailar no era nada comparado con lo que habían hecho por mí. Incluso si mis acciones tenían más significado del que sabía, incluso si estaba pagando un precio elevado que aún no podía ver, pensé que tenía la responsabilidad de retribuirles por salvarme la vida.

Corté otro mechón de cabello, lo que complació enormemente a Úrsula. Luego, Lottie tomó mi mano extendida —aún pequeña— y me invitó a bailar. Creo que la opinión podría estar dividida sobre si lo nuestro contaba como un «baile», pero ella parecía contenta de aferrarse a mi dedo y girar por ahí, así que supuse que estaba bien.

—Por cierto, ¿qué vas a hacer con ese cabello?

—Me pregunto, —dijo Úrsula—. ¿Qué haré con él? Un collar o un adorno para el cabello serían encantadores, pero también me encantaría un anillo o una tobillera.

—¡Lottie va a pedir ropa!

¿Accesorios y ropa? ¿Tenían los alfar la capacidad de procesar cabello humano en tela? Sonaban como cierto pueblo nómada que montaba a caballo en la superficie, lo que no ayudaba a hacerlas menos aterradoras.

De todos modos, me alegraba que estuvieran felices. Pero mientras podía blandir una espada durante horas, mis piernas y caderas estaban increíblemente adoloridas por solo un poco de baile. Tal vez era porque no estaba acostumbrado.

Con mis deudas saldadas, estaba listo para irme a casa y dormir un poco… pero luego noté que el buen humor de Úrsula había desaparecido, y que me estaba mirando fijamente.

—…¿Sucede algo malo?

—Ya sé que nos has dado dos recompensas completas, pero déjame decir una última cosa.

Dos y tres no son tan diferentes. Asentí para que continuara, y su expresión solo se volvió más grave.

—La próxima vez que te encuentres arriesgando tu vida en combate, no nos dejes de lado, ¿de acuerdo?

—Oh…

Ella tocó ese tema. Es cierto: si estas dos hubieran estado conmigo, la pelea habría sido más fácil. Tal vez ni siquiera hubiera necesitado un rescate de último momento. La magia generalmente solo afecta a los objetivos que el lanzador puede percibir, por lo que el sigilo de Úrsula podría haberme protegido de los ataques; el viento de Lottie habría sido perfecto para desviar a los perros y alejar a los insectos.

Sin embargo, sin su ayuda, ¿quién sabe qué le habría pasado a la Señorita Celia?

Incapaz de encontrar una respuesta, me quedé allí en silencio. Al verme, Úrsula llegó a sus propias conclusiones y se encogió de hombros con una risita suave.

—Qué chico tan indefenso.

Y tal como cuando aparecieron, una brisa pasajera se llevó a las alfar. Todo lo que quedó en su estela fue un tonto sudoroso aún luchando por encontrar la respuesta correcta.

¿Qué se suponía que debía hacer?

Mi mente daba vueltas tratando de digerir su petición, pero solo una cosa se me hizo clara: les pediría ayuda a esas dos nuevamente si algo importante para mí estaba en juego. A pesar de saber que corría el riesgo de ganarme su descontento, tenía más que proteger de lo que parecía si quería ser fiel a mí mismo.

—Viejo…

Me até el cabello de nuevo y miré hacia la luna, pero ni siquiera la siempre brillante Diosa de la Noche me bendeciría con la respuesta.


[Consejos] A veces, los bailes de las hadas pueden causar una fatiga tan intensa que podría matar. Sin embargo, aquellos que intentan detenerse se encuentran incapaces de hacerlo.


¿Quieres discutir de esta novela u otras, o simplemente estar al día? ¡Entra a nuestro Discord!

Gente, si les gusta esta novela y quieren apoyar el tiempo y esfuerzo que hay detrás, consideren apoyarme donando a través de la plataforma Ko-fi o Paypal

Anterior | Índice | Siguiente