Bastardo Mujeriego

Vol. 5 Capítulo 1. Elizabeth es Amable Incluso Conmigo, un Solitario

En un día de verano brillante, con el cielo azul deslumbrante, un microbús perteneciente al club de tenis de cierta universidad privada conocida por su prestigio académico y deportivo estaba estacionado en el aparcamiento de un campamento construido en lo profundo de las montañas.

Mientras cargaban sus pertenencias en el vehículo, los estudiantes universitarios masculinos, vestidos con ropa de tenis, conversaban con un evidente agotamiento.

—Ah, este campamento fue hasta brutal… Mira que empezar con ejercicios básicos a las cuatro y media de la mañana, ¿somos el ejército o qué?

—Totalmente, esto es una locura. Y encima dicen que fuera del horario de práctica podemos divertirnos, pero aquí, en medio de la nada, ni siquiera hay una tienda de conveniencia a menos que bajes a la base. Es como una trampa.

—De verdad que sí.

—Cuando volvamos al dormitorio, lo primero que haré será ir por un ramen.

Sus palabras sonaban como las de prisioneros recién liberados. Durante varios días, habían estado aislados en un campamento lejos de la ciudad, despojados de casi todas las formas de entretenimiento y obligados a una estricta rutina de entrenamiento. No era de extrañar que sus rostros reflejaran un ánimo decaído.

Antes de llegar al campamento, aunque sabían que sería una experiencia de entrenamiento intensa, habían esperado al menos un poco de «diversión». Y por diversión, por supuesto, se referían a la posibilidad de conocer chicas. A diferencia de los clubes más relajados, su club tenía una actitud más seria y competitiva. Aunque eran buenos en el tenis, anhelaban oportunidades para interactuar con mujeres. Así que esperaban que, durante su estadía, pudieran cruzarse con chicas de otros clubes universitarios de tenis.

Sin embargo, su destino resultó ser un lugar tan remoto que parecía más probable encontrarse con mapaches o monos japoneses que con personas. Para colmo, el campamento estaba reservado exclusivamente para ellos, sin otros huéspedes, ni mujeres ni nadie más.

Sus esperanzas quedaron completamente destrozadas.

—Oye, mira eso.

—…¿Hmm?

Justo cuando el campamento estaba terminando y finalmente se preparaban para regresar a la ciudad, otro autobús chárter apareció subiendo desde el pie de la montaña. Cuando el vehículo llegó al aparcamiento, un grupo de chicas vestidas con uniformes escolares y portando fundas de raquetas de tenis descendió. Tras dejarlas, el autobús expulsó una bocanada de vapor por el tubo de escape y se alejó.

—…No puede ser, dime que me están jodiendo.

Uno de los universitarios, que miraba la escena con incredulidad, murmuró con asombro.

—¡Vaya~! ¿Este es el campamento? Claro, hay pistas de tenis, pero todo está completamente rodeado de bosque, ¿verdad?

—Y además, ¿no está un poco viejo el edificio? Esto parece más una especie de centro recreativo para niños que un campamento deportivo.

—¡Ah! Ahora que lo mencionas, es cierto. Me recuerda a cuando fui de excursión en primaria, con hogueras y curry casero. Qué recuerdos~.

—¿Cuántas pistas hay aquí?

—Eh, espera, déjame mirar el folleto. …¡Oh, mira esto! Hay una zona para barbacoas.

—Te estoy preguntando por las pistas, no por barbacoas. ¡Enchúfate un poco!

En ese momento, el abrasador calor reflejado en el asfalto del aparcamiento pareció disiparse, y un aire fresco y vibrante llenó el ambiente. Al menos, así lo sintieron los universitarios.

La piel expuesta de las chicas, asomando entre las blusas y las faldas de sus uniformes de verano, brillaba más que el sol. Para expresar lo que sentían, aunque suene incómodo, era como si las chicas desprendieran un aroma agradable con solo mirarlas. Eran auténticas estudiantes de preparatoria, con un aire fresco y juvenil.

—Vamos, vamos, chicas, llevemos el equipaje antes de seguir charlando.

—¡Sí, capitana! …Ah, hola.

Una de las chicas se percató de que los universitarios las miraban y les hizo una reverencia con una ligera inclinación de cabeza. En ese instante, su tono y actitud cambiaron, tratándolos como meros «extraños».

Sin embargo, los universitarios, atónitos ante la escena, olvidaron incluso responder al saludo. No era para menos: las chicas estaban en un nivel de atractivo tan alto que los dejó sin palabras.

El estatus de ser «estudiantes de preparatoria» era ya de por sí algo que incrementaba su encanto, pero en este caso, su apariencia y estilo no necesitaban ningún adorno. Cada una de ellas podía fácilmente ser considerada la más linda de su clase o incluso de su escuela. Salir con una de ellas sería, sin exagerar, la cúspide de la vida estudiantil. Tanto los universitarios vírgenes como los que tenían experiencia pensaban lo mismo.

Frizcop: Son universitarios, viven solo para una cosa: cazar a las estudiantes de primer año de universidad, o en su defecto, a las de último año de preparatoria… o incluso menos.

Estaba claro que se trataba del equipo de tenis femenino de alguna escuela que había venido a entrenar. La frescura única de las auténticas estudiantes de preparatoria era inconfundible. Uno de los universitarios tragó saliva al notarlo.

Después de un momento de silencio embelesado, uno de los chicos reunió valor y decidió hablar con una de ellas.

—O-Oigan, chicas, ¿de dónde vienen?

—¿Eh…?

Con solo esa pregunta, la chica mostró de inmediato en su rostro una expresión de cautela. Sin embargo, si alguien se echaba atrás por algo tan simple, ligar sería imposible.

—Bueno, verán, es que todas son increíblemente lindas, y estoy muy interesado en saber más de ustedes. ¿Podrían al menos decirme de qué escuela son?

—Eh… bueno…

—Vamos, vamos, no pierdan tiempo con un intento tan obvio de ligue~.

—Ah, espera…

La chica, que parecía ser de un grado menor, fue empujada suavemente por una estudiante mayor, quien la apartó con firmeza. La arrastró consigo, dejando al universitario sin oportunidad de continuar.

Por desgracia, su intento de ligue fracasó. Miró con frustración cómo las faldas de las chicas se alejaban. Entonces, un calor de rabia y vergüenza empezó a crecer dentro de él, tanto por su torpeza como por el insoportable calor del ambiente.

—¡Demonios!

—Tranquilo, tranquilo. Relájate, cálmate.

—Vamos, viejo, si vas a hablarles, hazlo mejor. Ellas estaban totalmente incómodas. Yo habría hecho un mejor trabajo.

Los compañeros del universitario que falló empezaron a consolarlo, aunque con un tono claramente burlón. Sintió cómo se burlaban de él y, medio en serio, comenzó a enfurecerse. …Fue entonces, en el peor momento posible, cuando alguien chocó contra su hombro.

—…¡Auch! ¡Oye, fíjate por dónde caminas!

—¡Lo-lo siento mucho!

Quien lo había golpeado era un chico con una presencia tan discreta que casi parecía invisible, un estudiante de preparatoria que, de alguna forma, se había colado entre las chicas del autobús.

Era evidente que este chico tímido y retraído era el tipo que siempre quedaba excluido o, peor aún, el blanco de las burlas en su clase. Al recibir la mirada furiosa del universitario, se disculpó al instante, con una actitud tan sumisa que parecía casi natural en él.

El hecho de que alguien tan evidentemente débil se disculpara de manera tan sumisa no hizo más que echar leña al fuego de la ira del universitario.

—¿Ah? ¡Si te vas a disculpar, entonces no te choques desde el principio!

—Lo-Lo siento. ¡Tendré más cuidado!

Incluso cuando el universitario, de aspecto rudo, lo reprendió de manera absurda y agresiva, el tímido estudiante siguió pidiendo disculpas sin parar, mostrando una imagen de sumisión que parecía sacada de un manual de cobardía.

Aquel chico de apariencia débil, al observarlo mejor, cargaba con una gran cantidad de equipaje. Aunque no era la misma cantidad de maletas que habían transportado las chicas momentos antes, llevaba consigo un bolso de pelotas, además de unas pesadas neveras portátiles colgadas de ambos hombros. En otras palabras, ese chico no era simplemente un recadero de las chicas, sino aparentemente su mánager[1]. Que un mánager masculino estuviera a cargo de un equipo femenino era poco común, pero no algo imposible.

Además, ser el mánager significaba que ese chico tenía una relación cercana con las chicas que habían ignorado al universitario momentos antes.

—…¡Estás en medio! —gruñó el universitario con enojo mientras empujaba el hombro del chico.

Sin embargo…

—¿Qué…?

—Lo siento. La próxima vez tendré más cuidado, por favor, discúlpame, —respondió el chico mientras inclinaba la cabeza en señal de disculpa.

Para sorpresa del universitario, el equilibrio del joven era más sólido de lo esperado, y el universitario, en cambio, terminó tambaleándose ligeramente. Este pequeño desliz lo hizo sentir como si el chico lo estuviera ridiculizando, lo que provocó que la sangre se le subiera rápidamente a la cabeza.

—¡Serás cabrón…! —gritó mientras intentaba agarrarlo por la camisa.

—¡Por favor, detente!

La voz de una chica resonó en el estacionamiento justo cuando uno de los compañeros del universitario trataba de calmarlo.

—¡Deben ser muy valientes para que todo un grupo tenga que meterse con alguien más débil, ¿no?!

—¿Qué…?

Los universitarios se quedaron atónitos, no solo por la firmeza en la voz de la chica, sino también por su impactante apariencia.

Ella llevaba el mismo tipo de blusa y falda que las otras chicas que habían bajado del autobús. Sin embargo, a diferencia de ellas, su cabello, cejas y pestañas eran de un rubio natural. Su piel era increíblemente blanca, incluso más que el del japonés más pálido, y sus ojos brillaban con un profundo azul zafiro que parecía una joya.

—Ah, Inaba-san… —murmuró el chico débil.

—Yo también cargaré algo, préstame una de esas cosas, —dijo ella con firmeza.

—¿Eh? Pero esto es mi trabajo…

—¡No importa! ¡Vámonos, Seto-kun! —dijo ella con determinación.

Aunque la chica parecía extranjera, hablaba un japonés perfecto. Sin esperar respuesta, tomó una de las neveras que el chico llevaba en el hombro, y sin prestar más atención a los atónitos universitarios, lo tomó de la mano y se alejó a paso rápido.

*

—¡Seto-kun, no debes disculparte con personas tan groseras! —le reprendió ella después de alejarse del estacionamiento.

Mientras caminábamos, ella se giró hacia mí sin soltar la nevera que llevaba. Su cabello dorado ondeaba al compás del movimiento, reflejando la luz del sol. Bajo esa luz, lucía aún más radiante que cuando la veía en los pasillos o aulas de la escuela.

—Pe-perdón, Inaba-san.

—¡Mira, otra vez! ¡Eso no está bien!

Mi compañera de clase, María Elizabeth Inaba-san, levantó la mirada con molestia, frunciendo el ceño. Era raro verla enojada de esa manera. Parecía que lo que más la había irritado era la actitud de aquellos universitarios que se habían metido conmigo y que podría hacer lo mismo con otros chicos más jóvenes.

—Tienes razón. Lo entiendo, Inaba-san. Seré más cuidadoso a partir de ahora.

—Mmm…

—Ah, es decir… ¡entendido, Eliza-san!

—De acuerdo. También siento haberte gritado. Vamos, Seto-kun.

Al corregir la forma en que me dirigía a ella, Eliza-san sonrió ampliamente, como si fuera un rayo de sol. Luego, mirando hacia adelante, comenzó a caminar por el camino que llevaba a la casa de campo en la colina, moviendo su falda al ritmo de sus pasos.

Su cabello dorado, sus ojos azules como zafiros y su piel blanca como la nieve le daban la apariencia de una muñeca europea. Aunque parecía ser una occidental pura, su apellido revelaba que era mestiza. Según recordaba, su padre era inglés y su madre japonesa.

Aunque hablaba japonés con fluidez, había llegado al país hace relativamente poco. Por motivos familiares, comenzó a vivir en Japón, donde su hermana mayor trabajaba como profesora. Se había transferido a nuestra escuela durante la segunda mitad del primer año.

Por cierto, su hermana mayor, Sophia Sara Inaba, era profesora en nuestra misma escuela. Enseñaba inglés y también era mi maestra en esa materia. …De hecho, ella era la supervisora del equipo de tenis femenino.

Eliza-san caminaba frente a mí, y no podía evitar notar que su falda parecía más corta que la de las otras chicas. Era porque su figura era excepcionalmente estilizada: piernas largas y caderas altas. Aunque no doblara el borde de la falda como otras chicas, su proporción hacía que pareciera que llevaba una minifalda.

Frizcop: O sea que en japón no existen las tallas, y todos usan la ropa del mismo estándar. Entendido.

Además de ser hermosa, Eliza-san tenía un carácter amigable y era muy amable con todos. Muchos estudiantes la admiraban profundamente. Comparada conmigo, que hasta hace poco era un solitario empedernido, la diferencia era abismal. Ver a alguien como ella me hacía reflexionar sobre las diferencias innatas entre las personas. Sin embargo, su personalidad tan genuina y bondadosa disipaba cualquier complejo que pudiera sentir.

Mientras observaba su figura desde atrás y pensaba en todo esto, Eliza-san se giró de repente hacia mí.

—Seto-kun, ¿ya te acostumbraste a tu trabajo como mánager?

—Mmm… no lo sé. Honestamente, todavía estoy un poco perdido. Nunca había estado en un club deportivo, así que no estoy seguro de si estoy siendo de ayuda.

—¡Claro que estás ayudando! ¿Por qué dirías algo así?

Cuando Eliza-san habló con tanta convicción, realmente sentí que era cierto. Aunque me dio un poco de vergüenza, el hecho de que estuviera cargando equipaje no me permitió hacer gestos para ocultarlo, como rascarme la nariz o algo similar.

Eliza-san había mostrado una sonrisa radiante como el sol mientras se colocaba junto a mí. La distancia entre ambos era tan corta que casi rozábamos los hombros.

Ella siempre era así, incluso en la escuela, lo que hacía que muchos chicos se sintieran intimidados o deslumbrados por su cercanía. Si se organizara una votación de popularidad, sin duda ocuparía los primeros puestos. A pesar de ello, los rumores decían que no tenía novio, algo que sorprendía a todos.

Mientras caminábamos juntos hacia la casa de campo, aproveché para agradecerle nuevamente:

—Gracias por ayudarme antes, Eliza-san.

—No tienes por qué mencionarlo. No te preocupes por eso —respondió con tranquilidad.

—Eres muy valiente. En mi lugar, probablemente me habría quedado paralizado sin poder reaccionar.

—¿Eso crees? Bueno… —respondió mientras ajustaba la nevera que llevaba colgada al hombro. El peso debía haberle resultado incómodo, ya que su cuerpo se inclinó ligeramente para compensar.

—¿Te está resultando muy pesado?

—Un poco. ¿Qué hay dentro?

—Supongo que bebidas y hielo. Pero… mejor déjamelo a mí, Eliza-san.

—¿Eh? Pero…

—No te preocupes. Al fin y al cabo, este es el trabajo de un mánager.

El rol de un mánager, como el mío, era asegurarse de que los jugadores como Eliza-san no tuvieran que lidiar con cargas innecesarias. Tenerla cargando la nevera iba en contra de ese propósito. Extendí mi mano derecha y, a pesar de su vacilación, le quité la nevera y la acomodé sobre mi hombro. Llevar dos de ellas era pesado, pero al menos el peso estaba equilibrado y era manejable.

Le agradecí una vez más:

—Gracias, de verdad me ayudaste mucho. …¿Pasa algo?

—Jejé, nada. Solo pensaba que, inesperadamente, eres más fuerte de lo que pareces, Seto-kun.

—¿De verdad? Nunca me habían dicho eso.

—Claro que sí. Yo apenas podía cargarlo; me dolían hasta los dedos.

Eliza-san dejó ver sus manos ligeramente enrojecidas, extendiéndolas frente a mí mientras sonreía. Parecía estar tratando de darme confianza con sus palabras y acciones. No parecía importarle que yo fuera alguien poco destacado o un solitario. Para mí, esa era la verdadera belleza de Eliza-san, mucho más que su apariencia de medio japonesa o su hermosura física.

—Eliza-san, yo estoy bien. Mejor ve y ayuda al resto.

—¿Estarás bien tú solo, Seto-kun?

—Sí, no te preocupes.

—Entonces iré. Nos vemos después.

—Claro, hasta luego.

Cuando sonreí al decirle eso, ella me devolvió la sonrisa y asintió. Solo con su sonrisa, sentí que me llenaba de energía. Mientras observaba su espalda alejarse rápidamente, pensé que sería increíble poder acercarme más a ella.



[1] En Japón, el mánager de un club deportivo, especialmente en el ámbito escolar, tiene un rol muy importante para el buen funcionamiento del equipo. A menudo, los mánagers no participan directamente en las actividades deportivas, pero desempeñan tareas esenciales de apoyo. Algunas de sus responsabilidades comunes incluyen: Apoyo Logístico, Gestión Administrativa, Mantenimiento y Organización, Motivación y Apoyo Emocional y Tareas de Asistencia en el Día del Partido.


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