¡Supervivencia en Otro Mundo con mi Ama!

Capítulo 228. Operación de Artillería

 

—Atención, restos del ejército del Reino Sagrado atrincherados en Gleiseburg. Esta es una orden final. Desármense y ríndanse de inmediato. De lo contrario, derribaremos las murallas y los someteremos por la fuerza. No podremos garantizar sus vidas bajo ninguna circunstancia. Si se rinden ahora mismo, sus vidas serán perdonadas y se les permitirá regresar sanos y salvos al Reino Sagrado. En cuanto a los guardias que sirven bajo el mando del ejército del Reino Sagrado, también les garantizo que no se presentarán cargos en su contra. Repito: esta es una orden final. Ríndanse inmediatamente. —Usando el megáfono mágico instalado en mi tabla aérea, lancé el ultimátum a los remanentes del ejército del Reino Sagrado que se habían refugiado en Gleiseburg.

Danan y Ellen ya habían intentado persuadirlos varias veces antes de que yo hablara, pero no surtió efecto. Les di un ultimátum, aunque sabía que la respuesta sería la misma.

—Pero ¿por qué son tan tercos? —pregunté a Ellen, que esperaba conmigo la reacción del enemigo.

—El obispo asignado a Gleiseburg es un hombre llamado Ehrwig. Se dice que es especialmente estricto… o más bien cruel… con los semihumanos dentro de la doctrina dominante. Quizá piensa que no deben cooperar con un grupo de semihumanos, o algo por el estilo.

Ellen dejó escapar un suspiro. Conociendo las enseñanzas retorcidas y deformadas de la corriente actual, no podía evitar sentir lástima por ese obispo Ehrwig. Él está donde está porque solo conoció doctrinas equivocadas. Ella debe estar pensando que, si desde el principio hubiera recibido las enseñanzas antiguas y correctas, quizá no habría actuado con tanta dureza hacia los semihumanos.

(Frizcop: Contrapunto: Una cosa es que hayan enseñado una cosa desde pequeño, otra cosa es ser un bastardo cruel.)

—Ya veo… Bueno, aquí no hay nada más que podamos hacer respecto a eso.

—…Sí.

Ellen volvió la mirada hacia las murallas de la ciudad. Probablemente quería grabar en su memoria todo lo que estaba a punto de ocurrir, con esos ojos rojos suyos.

—Bien. Desafortunadamente y como era de esperarse, no hubo respuesta. Empecemos con los preparativos.

Esta vez había preparado un cañón de avancarga con su propio soporte. Puede pensarse como un «cañón» moderno: se llena la boca del tubo con pólvora y un proyectil, y luego se dispara la bala de acero con un estruendo utilizando un mecanismo de chispa.

Un cañón de hierro fundido, negro y robusto, descansaba sobre un soporte con ruedas, con cajas metálicas llenas de proyectiles y bolsas de pólvora a ambos lados. Para esta misión preparé diez cañones en total. Cada uno requería cuatro operadores, así que seleccionamos a cuarenta hombres de la unidad de élite comandada por Danan.

Primero escogí a cuatro y les di una lección básica sobre su uso, permitiendo que el resto observara, claro.

—Esta arma se llama cañón. Dispara balas de acero a gran velocidad; pueden considerarlo como un ariete que funciona desde una distancia fuera del alcance de las flechas. No es un arma precisa, pero es extremadamente efectiva contra objetivos grandes e inmóviles como muros o puertas. —Dicho esto, di unas palmadas sobre el brillante cañón negro—. Con esto podrán derribar las murallas sin exponerse al contraataque y dejar las puertas llenas de agujeros. Una vez que los muros y las puertas cedan, tomarlos será mucho más sencillo.

Mientras explicaba, los soldados de élite del Ejército de Liberación me observaban con gran interés.

—Lo primero es limpiar el interior del cañón. Si descuidan esta tarea, el proyectil podría no dispararse correctamente o atascarse, y el tubo podría explotar. No hace falta que les explique qué ocurre si eso pasa, ¿verdad? Jamás descuiden este paso… a menos que quieran morir.

Los soldados de élite asintieron con gesto serio.

—Ah, casi lo olvido. Antes de empezar a limpiar, hay algo que deben hacer siempre. Uno de ustedes debe mantener presionada con el pulgar la válvula de ignición en la parte trasera del cañón. Es por seguridad: evita que entre polvo u otra suciedad en la recámara y también previene disparos accidentales en caso de una carga mal colocada. Incluso cuando el cañón aún no está cargado, alguien debe tener el pulgar en la válvula en todo momento, excepto al disparar. Cuando disparen varias veces seguidas se pondrá caliente, así que usen guantes.

Dicho esto, hice que uno de los cuatro sujetara la válvula con el pulgar.

—Bien, lo primero es limpiar. Usaremos esta varilla en espiral para raspar todos los restos quemados y basura dentro del cañón. Luego, con esta esponja, se limpia a fondo cualquier residuo. La pólvora que cargaremos después es muy sensible a la humedad, así que no empapen demasiado la esponja; basta con humedecerla ligeramente. —Introduje por la boca del cañón la varilla con garfio en espiral y raspé los restos dentro de la recámara. Luego mojé la esponja en un balde de agua que había preparado y limpié el interior. Tras mostrarles el procedimiento, pedí a dos soldados de élite que repitieran la operación—. Cuando hayan terminado de limpiar, toca cargar el cañón. Primero, toman una de las bolsas de pólvora de esta caja y la introducen por la boca, empujándola con la culata de esta herramienta de limpieza. A esta parte se le llama «flecha de carga».

Puse la bolsa de pólvora en la boca del cañón, recibí la esponja que me extendió un soldado, y empujé la bolsa hasta el fondo usando la flecha de carga.

—Después, sacan un proyectil de esta otra caja y lo introducen de la misma forma. Empújenlo bien con la flecha hasta que quede firmemente asentado al fondo. Con eso, queda cargado. Ahora, para preparar el disparo: los que limpian deben alejarse de los costados del cañón. Hará un estruendo enorme, así que no olviden de cubrirse los oídos. —Le devolví la esponja al soldado y me dirigí al que sostenía la válvula—. Como parte de la preparación, primero introduzcan este punzón por la válvula para perforar la bolsa de pólvora. Luego viertan la carga de ignición suavemente en la abertura. Con eso, ya está listo para disparar.

Arranqué con los dientes el extremo del cartucho de papel que contenía una dosis de carga de ignición y vertí la pólvora en la válvula.

—Después, solo deben empujar la mecha de este palo-mecha dentro de la válvula, y el proyectil saldrá disparado con un rugido. Vamos a hacer un disparo de demostración. ¡Cúbranse los oídos!

El cañón ya estaba apuntado a las murallas de Gleiseburg. Inserté la mecha encendida en la válvula.

¡Boom!

Un estruendo parecido a un trueno —o al rugido de una bestia gigantesca— retumbó en el aire, mientras una densa nube de humo blanco cubría el entorno. A la vez, se escucharon gritos o alaridos desde el punto hacia donde había apuntado el cañón. Agitando la mano para apartar el humo, observé la zona del impacto: parte de la muralla había quedado dañada. Sí… con diez cañones disparando varias veces al unísono, podemos derribar esas murallas sin problema.

—Ya vieron la potencia. Ahora solo deben ajustar la puntería, limpiar, cargar y disparar. Y repetir. ¿Recuerdan los pasos? Sujetar la válvula, limpiar con la garra, limpiar con la esponja, poner la pólvora, cargar el proyectil, perforar con el punzón, preparar la carga de ignición, disparar cuando se dé la orden, y volver al inicio. Esta vez, yo daré las órdenes; ustedes solo síganlas.

Parecía que no había preguntas, así que puse a todos los hombres en posición.

—Bien, avancemos. Objetivo: las murallas de Gleiseburg. ¡Apunten!

A mi orden, los soldados de élite movieron los cañones con sus monturas y fijaron los miras hacia los muros de Gleiseburg.

—¡Sujeten la compuerta de ignición! ¡Limpien con las garras!

Los soldados de élite, con las varas de espiral en mano, las introdujeron por la boca del cañón y rasparon el interior con un sonido áspero. Como la mayoría de los cañones eran nuevos, no debería haber mucha suciedad.

—¡Limpieza con esponja!

Después, los soldados con varas de esponja las humedecieron en agua de los barriles y limpiaron la recámara.

—¡Empiecen la carga! ¡Coloquen las bolsas de pólvora!

Sacaron las bolsas de pólvora de la caja y las empujaron por la boca del cañón usando la flecha de carga.

—¡Carguen los proyectiles!

Del mismo modo, introdujeron los proyectiles de acero por la boca del cañón y los empujaron hasta el fondo con la flecha de carga. Los cañones quedaban así cargados.

—¡Prepárense para disparar! ¡Abran el orificio con el punzón e inserten la carga de ignición!

El soldado que mantenía la compuerta con el pulgar colocó el punzón en la abertura para perforar la bolsa de pólvora y luego puso la carga de ignición. Perfecto.

—¡Cúbranse los oídos! Prepárense para disparar… ¡Fuego!

Boom, boom, boom. Los estampidos de los cañones se superpusieron unos a otros, y la zona quedó envuelta en humo blanco de pólvora. También escuché a alguien toser. Debería considerar darles mascarillas a los artilleros.

Un instante después, llegó un grito desde la dirección de Gleiseburg. Cuando el humo se disipó, parte de la muralla había quedado destrozada en varios puntos por los diez proyectiles. No parecía que fuese a derrumbarse todavía, pero el daño era evidente.

—Bien, un daño decente. ¡Ajusten la mira! ¡Mantengan el fuego! ¡Empiecen la limpieza! ¡Garras primero!

Tras confirmar los resultados del ataque, los soldados comenzaron a recargar, animándose con gritos que parecían vítores. Veamos cuántas rondas más pueden soportar las murallas de Gleiseburg.

☆★☆

Punto de Vista del Guardia de Gleiseburg

Chasqueando la lengua sobre la muralla, observé al hombre de cabello oscuro que nos estaba lanzando algún tipo de ultimátum. Si pudiera rendirme, lo haría. Pero no tenía elección si mi esposa, mis hijos y mis parientes estaban como rehenes. Todos nosotros nacimos en Gleiseburg, y ningún guardia es realmente leal al Reino Sagrado ni al dios Adel.

Cuando era niño, estos tipos que entraron en Gleiseburg con aires de grandeza trataron como basura a mis amigos de infancia y a los hermanos, tíos y vecinas que jugaban conmigo, simplemente por ser semihumanos. Nos despreciaron, llamándonos pecadores y bárbaros por convivir con semihumanos. Al diablo con ellos.

Pero ¿quién demonios es ese hombre? No parece muy fuerte, pero los soldados del Ejército de Liberación lo escuchan. No tiene pinta, pero… ¿será alguien de alto rango? En un ejército lleno de semihumanos, se siente raro que un humano tenga tanta autoridad… Pero ¿qué está haciendo ese tipo? Está manipulando una especie de tubo metálico negro.

Cuando incliné la cabeza, el cilindro metálico negro con el que el hombre jugueteaba estalló en una nube de humo blanco, seguido de un estruendo. Un instante después, las murallas de la ciudad temblaron. ¡¿Qué demonios?!

—¿¡Qué-qué diablos fue eso!? ¡Informen la situación!

El caballero del ejército del Reino Sagrado gritó con arrogancia. Poco después, un soldado de la guardia asignado al lado opuesto de la puerta llegó para dar su reporte.

—¿Daños en las murallas? ¿Desde esa distancia y sin usar magia?

Ciertamente no parecía magia, pero… ¿ese cilindro negro y brillante no será algún tipo de herramienta mágica? Si un solo disparo causó todo esto… oye, oye, hay diez de ellos alineados. ¿Qué pasará si disparan todos a la vez?

☆★☆

—Bueno, debo decir que las murallas de Gleiseburg eran mucho más resistentes de lo que pensaba.

Tras cinco andanadas, parte de la muralla empezó a derrumbarse, y después de cuatro rondas adicionales, comenzaron a colapsar varios tramos.

Como era de esperar, al atacar unilateralmente desde fuera del alcance enemigo, sufrimos cero daños. No puedo decir lo mismo por el otro lado, pero supongo que la situación fue menos grave de lo que podría haber sido, considerando que les advertimos varias veces con altavoces que se alejaran de las murallas y de las puertas.

—Es increíble, ¿no? ¿Este es tu poder, Kosuke?

Ellen murmuró mientras cubría su boca y nariz con un pañuelo blanco. Amalie-san y Bertha-san estaban en la torre de vigilancia trasera, así que quizá ellas percibían aún mejor el poder de los cañones, a diferencia de nosotros, cuya visión quedaba obstruida por el humo.

—Kosuke, quiero entrar a la ciudad.

—Entendido. Construiré un puente y enviaré escolta.

Guardé los cañones en mi inventario y, acompañado por soldados de élite y la Srta. Zamir, avancé hasta el foso y construí un puente de bloques de piedra sobre el agua.

—Comenzaremos el asalto. No toquen a civiles desarmados. Naturalmente, el saqueo también está prohibido. ¿Entendido?

—¡Sí! —corearon los soldados a la vez.

—Entonces, avancemos. Los artilleros se encargarán de proteger la retaguardia. ¿Entendido?

—¡Entendido! —dijo otro coro de voces.

Los cuarenta artilleros protegerían nuestra retaguardia —a Ellen, a mí, y a los demás—, así como al personal civil y a los clérigos de Adel. Aunque se habían cubierto los oídos, me dijeron que el estruendo de los cañones a esa distancia les había dejado cierta molestia en los oídos y en el equilibrio. En un combate cerrado, esa diferencia podría ser fatal.

Observamos a los soldados de élite, todos con armaduras uniformes, entrar en Gleiseburg.

Espero que la visión de las murallas y puertas reducidas a escombros haya quebrado su voluntad de luchar. Mientras los clérigos de Adel estén aquí conmigo, podremos curarlos siempre que no estén muertos, así que ojalá se rindan pronto.

 

¿Quieres discutir de esta novela u otras, o simplemente estar al día? ¡Entra a nuestro Discord!

Gente, si les gusta esta novela y quieren apoyar el tiempo y esfuerzo que hay detrás, consideren apoyarme donando a través de la plataforma Ko-fi o Paypal.

Anterior | Indice | Siguiente