Historias de Leo Attiel
Recientemente,
tanto antes de dormir como después de despertar, Leo Attiel había estado
teniendo dos tipos diferentes de alucinaciones.
Primero,
justo antes de dormirse, cuando se arrojaba sobre la cama, estirado con la
espalda contra el colchón. Si lo hacía con suficiente fuerza, sentía como si
pudiera echar un vistazo a su propia espalda, dejada atrás en esa fracción de
segundo antes de lanzarse hacia atrás.
Buenas, Leo Attiel.
Leo
habló con su propia espalda.
¿Cómo estuvo el día de hoy? ¿Tomaste el asunto en tus propias manos?
¿Manejaste bien las cosas como “Lord Leo”?
Su
espalda contestaba entonces,
Bueno, nada se nos fue de las manos. Pero no pude hacer todo lo que me
había propuesto hacer esta mañana. Los problemas siguen acumulándose. Había
todo tipo de cosas con las que quería llegar más lejos, pero ya se ha acabado
para mí hoy. Dejaré el resto para mañana.
¿De verdad? Mientras
Leo sonreía, la sombra de la espalda que tenía ante él se volvía borrosa y
desaparecía. Bueno, entonces, seamos “Lord Leo” mañana también.
Cerró
los ojos mientras pensaba eso.
Lo
que Leo quiso decir con “Lord Leo” era su visión de un futuro Leo, vestido de
esperanzas e ideales.
Leo
realmente quería convertirse en ese tipo de persona. Teniendo en cuenta que
antes incluso le había disgustado su apellido, “Attiel”, había habido un claro
cambio en él, psicológicamente hablando.
Por
ejemplo, aunque siempre le había gustado leer libros, ahora a veces se daba cuenta
de que había una diferencia en la forma en que seguía las palabras en una
página. Antes, simplemente había admirado estos mundos que le eran desconocidos
y en los que probablemente nunca pondría un pie. Ahora era diferente. Cuando leía
cuentos históricos que representaban a héroes de tiempos pasados y cercanos, sentía
que un día sería como ellos, que un día tendría que ser como ellos.
Así es como tiene que ser.
Sin
embargo, esa convicción no sólo traía consigo esperanza y, a veces, era la
desesperación, su opuesto exacto, lo que atraía al corazón del joven.
Estaba
dolorosamente consciente de que cuando adquiría una pieza de conocimiento,
necesitaba cien o doscientos elementos más de conocimiento antes de poder
comprenderlo plenamente. Si anhelaba ser como un héroe, también temía los miles
de escalones que tendría que subir para ser como él.
Había
decenas de miles de futuros Leo Attiel extendidos ante él. Por eso, a veces
olvidaba quién era.
Durante
el día, estaba totalmente absorto en todas esas cosas, y era sólo en el poco
tiempo antes de irse a dormir en su cama que era traído de vuelta a su yo
original. Su espalda eran los restos persistentes del “yo del día que no soy yo”.
Entonces
se dormía.
Leo
no había estado soñando recientemente. Solo dormía profundamente.
Pero
en lugar de sueños, cuando el sol de la mañana bañaba su cama y lo despertaba,
veía una ilusión diferente.
Desde
que tenía once años, había pasado más de seis años en la tierra de Allion. Fue
mucho tiempo, desde la infancia hasta la pubertad. Así que, tanto si la cama en
la que yacía estaba en Tiwana, la capital, o en el castillo de Guinbar, o
incluso en una habitación del templo de Conscon, Leo a veces tenía la impresión
de que aún estaba en la mansión de Claude Anglatt.
Si
abría la puerta y bajaba, olía el desayuno que la esposa de Claude, Ellen,
había preparado. Los hermanos Walter y Jack ya estaban en la mesa, charlando, y
Florrie, que ayudaba a preparar la comida, le saludaba con un: “Buenos días,
Leo-niisama”, mientras le regalaba una sonrisa tan bonita como las flores de
temporada que a veces decoraban la mesa.
Esa
ilusión era tan vívida como la realidad, pero desaparecía por completo una vez
que su cuerpo y su mente estaban completamente despiertos.
Una
a una, repasaba mentalmente todas las cosas que necesitaba hacer hoy, y todas
las que necesitaría para empezar mañana, así como todas las cosas que se habían
estado moviendo ayer y de las que necesitaba comprobar el progreso.
Había
demasiadas cosas que tenía que seguir. ¿O tal vez él era el que estaba siendo
seguido? – De cualquier manera, otro nuevo día había comenzado.
Si
esto acercase o no a Leo Attiel a su anhelada imagen de “Lord Leo”,
cualesquiera que fueran sus luchas, sus desafíos o sus pruebas, era un nuevo
día.
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