La Historia del Héroe Orco

Capítulo 38. Los gritos de la súcubo


La repentina aparición del hombre hizo que el aire del lugar se quedara en blanco. Era principalmente Carrot quien hacía fluir el aire.

“¿…Haa? ¿Acaso es un payaso traído para animar la boda? Este no es el lugar de la ceremonia…”

“Por desgracia, no soy un payaso, aunque soy consciente de que estoy haciendo una locura.” Errol se aclaró la garganta y dejó escapar un sonido «ahhhh», y luego volvió a tocar su instrumento. Hizo un Bogii, el sonido como el grito de un cerdo muriendo fluyó por el aire a su alrededor. Se preparó como si estuviera a punto de empezar a tocar, pero no fue el toque lo que empezó. “Carrot de la “voz sibilante”. He estado siguiendo tus pasos.”

“¿Hmm? ¿Entonces eres un fanático dedicado? Supongo que hay quienes quieren que me los devore…”

“Llevo mucho tiempo buscándote, más o menos desde que me enteré de que las fuerzas que querían revivir a Gediguz iban a montar algo en la boda. Si no me hubiera dado cuenta de que los guardias cerca del Árbol Sagrado estaban encantados, quizá no se me hubiera ocurrido venir… Me alegro de haber llegado a tiempo.”

“…Dime la verdad, ¿quién eres?”

Carrot regresó junto a Silviana, poniéndose más alerta. Errol se le adelantó.

“Carrot. Como heroína de los súcubos, debes haberte ganado un lugar acorde a tu posición en tu país…”

“Ajá sí, pero no has respondido a mi pregunta. Aunque que los hombres sean prepotentes no me desagrada.”

“¿Por qué intentas resucitar a Gediguz en esta época de paz y devolverla a una época de caos?”

Carrot, que había estado sonriendo tranquilamente, se detuvo en seco al escuchar esto.

“¿Época de Paz? ¿Le llamas a esto paz?” Carrot se rio y extendió una mano. Los ojos de Errol vislumbraron su hermoso cuerpo. Su ropa era realmente sensacional. Si no supiera que era una súcubo, cualquier hombre humano se sentiría atraído por ella. “¿Crees que me veo bien en este traje?”

“Sí, mucho. Es casi un espectáculo para los ojos.”

“¿Tú también lo piensas? A mí también me gusta. Pero… ¿sabes qué? Tratado de Lunias, Artículo XVI.”

Era un tratado famoso.

“…Los súcubos no deberán exponer su piel en otros países.”

“Sí, gracias a esa ley, se nos prohibió incluso llevar la ropa que nos gustaba.”

“Pero esa ley sólo les prohibía exponer sus partes privadas.”

“Ja, ¿dónde dice eso? Cuando dice piel, se refiere a toda la piel. ¡Los pechos, los hombros, los brazos, la espalda, las piernas, el cabello y hasta la punta de los dedos son piel cuando haces un escrutinio profundo! Si vas a estar en otro país, ¡tienes que cubrirte el cabello y la cara! ¡Y luego está el Artículo XVII del Tratado de Lunias!”

“…Los súcubos no deberán seducir innecesariamente a los hombres en lugares públicos.”

“Oye, ¿y sabes qué? ¡Hasta un puto «¡Hola!», lo consideran seducir!”

“…”

“¡Así es nuestra vida! ¡Tenemos prohibido incluso hablar con un hombre de otra raza en público!” La voz de Carrot era cada vez más fuerte. Finalmente se convirtió en un grito, y salieron con fuerza de su boca. “¡Las vidas de todo el mundo penden de un hilo! No sólo las viejas y las jóvenes. ¡Los niños nacidos después de la guerra también están muriendo porque no tienen suficiente para comer! ¡Y no me digas que miento! Todo porque nuestra comida ahora solo depende de ustedes.”

“Pero eso fue porque… ustedes trataron a los criminales con demasiada dureza en el primer año después de la guerra, y los terminaron matando.”

“¡No los matamos porque hubiéramos querido! ¡Fue porque ni siquiera teníamos lo suficiente para alimentarnos satisfactoriamente de los esclavos de semen en aquel entonces! ¡Y ninguno de sus países nos apoyó!”

“Es porque ningún país podía permitírselo.”

“¡No me vengas con esos cuentos! ¡Desde el principio no los querían enviar porque nosotras éramos criminales que habían sido rechazadas por sus remilgados países! ¡No les importaba si vivíamos o moríamos!”

“…”

“¡Y así, aunque nos ceñimos al statu quo y nos acogimos a su código determinado unilateralmente, siguieron tratándonos con desprecio y discriminándonos sólo por ser súcubos!”

“…”

“¿Qué paz hay en eso? ¡Esta paz no tenía que ser solo para ustedes, todos los miembros de la Alianza de las Cuatro Razas! ¡Los súcubos están al borde de la extinción!”

“Entiendo, entonces me pondré en contacto con los altos mandos de mi país y averiguaré quién está dispuesto a ir a su nación a servir…”

“¡No seas ridículo!”

Los gritos de Carrot resonaron en el recinto del Árbol Sagrado. A Errol le costó encontrar palabras cuando las lágrimas brotaron de los ojos de Carrot.

“He estado por todo el mundo este último año. Fui a cada país y les pedí que compartieran algunas personas con nosotras. Incliné la cabeza y pedí con todo mi corazón. Pero… oye, Humano. ¿Sabes Errol, creo que así te llamabas, lo que me dijeron cuando fui con ellos? ¿Qué crees que hicieron?”

Errol no respondió. No sabía la respuesta. Pero lo que sí sabía era que, ya sea para humanos o elfos, los súcubos no eran bien vistos. Especialmente, eran odiados por las mujeres como si fueran la más fea de las cucarachas. Les odiaban tanto como a los orcos.

Y para más inri, los súcubos tenían prohibido hablar con los hombres en público. Las altas esferas de cada país habían elevado a una oficial a cargo para tratar con súcubos. Y la oficial a cargo en el lado humano era una mujer famosa por su odio a los súcubos. Él no sabía lo que le había dicho, ni tampoco sabía qué le habría hecho. Pero era más que posible que su dignidad hubiera quedado hecha añicos en el suelo.

“De verdad que lo siento por eso. Permíteme inclinar la cabeza en su nombre.”

“Y eso a mí qué. Que te inclines no me llena el estómago. Además, no es sólo tu país. Los enanos fueron algo mejor, pero los elfos fueron tan malos como los humanos… y la gente bestia también.” Dijo Carrot y puso su mano sobre la cabeza de Silviana, que era llevada por un orco. Aunque sus brazos eran delgados, los súcubos podían fortalecer su cuerpo con magia. Podría aplastar la cabeza de Silviana con facilidad. “Vine a pedirles abiertamente que me dejaran ver el Árbol Sagrado al principio, ¿sabes? Soy una súcubo que cree en el dios de la caza. “Por favor, déjenme rezar al Árbol Sagrado sólo una vez…” y adivina lo que dijeron.” La mano de Carrot se tensó. ““Es asqueroso que alguien de una raza tan repugnante como la tuya tenga fe en el Dios de la Caza, ¿verdad?” ¡Como súcubos, ni siquiera podemos rendir culto a nuestra fe!”

“¡Para!”

“…No te preocupes, no la mataré, aún no…”

Nunca llegó a apretar la cabeza de Silviana.

“Ahora sé lo que pasa con los súcubos. Trabajaré en ello para que podamos hacer algo ahora, así que…”

“¡Jajaja! ¡Es demasiado tarde! ¡No tengo tiempo para seguir tus juegos! Oh, ya sé, si insistes, ¿por qué no te vienes tú a la Nación Súcubo? Verás que todas seremos tan amables contigo como podamos.”

“Lo siento, pero no puedo hacer eso. Tengo una responsabilidad. Pero haré algo. Lo prometo. Claro, puede ser tarde, y puede parecer que solo estoy engañándote, pero lo digo en serio cuando hablo de querer la paz mundial.”

“Si me hubieras dicho eso hace un año, me habría enamorado de ti y me habría convertido en tu amante, pero… ahora es demasiado tarde…” Dijo Carrot, soltando la cabeza de Silviana y volviendo a presionarla bajo su pie.  “Ya terminamos aquí.”

“Y ahora que ya tienes lo que querías, ¿qué pretendes hacer? ¿Crees que podrás escapar de aquí?”

“Es fácil escapar. Sólo tengo que atravesar esa puerta y salir con dignidad.”

“¿Crees que te voy a dejar hacer eso?”

“Que dramático, ¿en serio no me vas a dejar pasar? Entonces, si no puedes perdonarme por esta vez, sólo me queda abrirme paso a la fuerza.”

“¿De verdad crees que puedes conmigo?”

“Haa… Gagan, saca a este engreído de mi camino.”

Ante las palabras de Carrot, el orco azul se movió. Avanzó hacia Errol con su hacha preparada.

Gagan, Gagan el Rayo Azul. Un guerrero con un largo historial que daba su grito de guerra y corría por el campo de batalla antes que nadie. Su piel azul tan resaltante bajaba la temperatura de todo lo que tocaba, aunque no fuera un mago. Era un orco con un cuerpo que ostentaba una fuerte resistencia al frío, así como una fuerte resistencia al fuego. Era uno de los ocho Grandes Jefes que sobrevivieron hasta el final de la guerra.

“Bueno, es una pena.” Errol puso la mano en la espada que tenía en la cintura. En el mismo momento, las llamas brotaron de la espada. La tela que cubría el metal se quemó, revelando su verdadera forma.

“¡…Esa espada!” Carrot tragó saliva. Era una espada que todos habían visto antes.

Empuñadura dorada, grabada con el patrón de un sol y una joya roja incrustada en el centro. La hoja brillaba en blanco y plata, y la rodeaban llamas brillantes. La belleza de la espada, su divinidad, era un espectáculo para todos los que la veían.

El nombre de la espada era Sol: La Espada del Tesoro Solar. Era una de las herramientas más preciadas de la familia real humana. Su corte quemaba todo y traía la victoria a su portador.

“Permíteme que me presente de nuevo…” Errol apuntó con la Espada del Tesoro Solar. En ese momento, el mundo cambió. El clima nublado que los cubría desapareció en un instante. Se aclaró. El clima despejado dominó el cielo.

Errol se quitó la máscara. Lo que apareció de debajo de ella era un hombre humano de rostro atractivo. Tenía facciones finas y ojos rasgados. Su impecable aspecto daba cuenta que ni una sola espada había alcanzado su rostro en el campo de batalla.

Entonces dijo su nombre.

“¡Me llamo Nazar Lisha Gainius Grandorius! Segundo príncipe de la familia real humana y heredero de la Espada del Tesoro Solar.”

Nazar. El Príncipe Nazar de los Humanos.

También conocido como el Príncipe del Sol Naciente. El espadachín humano más fuerte y el héroe que derrotó al Rey Demon. Su camino se veía iluminado por el cielo claro.

“¡Y con ella aplastaré tus ambiciones y traeré la verdadera paz a este mundo!”

“¡No! ¡No vayas, Gagan!”

Las palabras de Carrot llegaron demasiado tarde. No, o quizás no demasiado tarde si hubiera sido un oponente ordinario. Gagan era un excelente guerrero. Podría haber retrocedido después de que le dijeran que lo hiciera. Pero su oponente era Nazar. Y en su mano estaba la Espada del Tesoro Solar.

Gagan, como se le ordenó, intentó dar un paso atrás con su pierna derecha, tratando de retroceder. Pero solo la mitad derecha de su cuerpo se movió hacia atrás. La mitad izquierda permaneció en su sitio.

El enorme cuerpo del orco azul fue partido verticalmente por la mitad.

Las llamas envolvieron el cuerpo cuando perdió el equilibrio y comenzó a caer, cauterizando instantáneamente las heridas y calcinando el cuerpo del orco azul. Cuando el cuerpo se desplomó por completo, no quedó nadie que pudiera identificar como dueño del cuerpo al orco de piel azul.

“¡…Gagan!”

El grito lleno de dolor de Carrot resonó en el aire. El orco no respondió. El golpe de la “Espada del Tesoro Solar” te mataría casi seguro a menos que tuvieras una alta resistencia mágica. Era un poder abrumador que no permitía ni siquiera el uso de magia de recuperación o de reanimación. Fue el golpe que trajo la muerte al Rey Demon Gediguz.

“Carrot, ríndete. No empeores esto.”

“…” Carrot no respondió. En su lugar, con una expresión indiferente, pisó a Silviana, que intentaba arrastrarse, bloqueando su movimiento. “No hay forma de que me rinda ahora.”

“¿Sabes que soy yo, y todavía vas a luchar?”

“Me sorprendió saber que Errol era el príncipe, pero… sabes muy bien que no tengo motivos para huir, ¿no?”

“Bueno, no lo sé.”

“Estás actuando todo relajado, pero apuesto a que estás temblando por dentro, ¿no? No vas a ser protegido por tu hermana que es tan amable y fuerte como pasó esa vez, ¿verdad?”

“Soy más fuerte que entonces.”

Dijo Nazar, y preparó su espada. Bajó las caderas y trató de dar un paso más profundo… Los ojos de Carrot brillaron con un color rojo.

“¡…!” El movimiento de Nazar se detuvo. “¡Así que usas… el encanto…!”

“Oh, vaya, eso es mucha resistencia mágica. Y mira que realmente lo intenté.”

“Tengo confianza en mi resistencia mágica innata, sabes…” Aunque su tono era ligero, Nazar no podía moverse. Por el contrario, su expresión estaba distorsionada por la angustia, y un sudor grasiento apareció en su frente.

“Es cierto que me sorprende que Gagan esté muerto, pero siempre puedo utilizar al príncipe humano Nazar. Si lo veo así, no es tan malo…”

“¿…Crees que voy a caer en tus manos tan fácilmente?”

Los hombres humanos y los súcubos eran una mala combinación. Y si su oponente era “Carrot de la Voz Sibilante”, podías contar con una mano el número de veces que uno podría ganar….

“Vas a caer. No hay hombre en el que mi “encanto” no funcione…”

La mirada de Carrot se intensificó. Al mismo tiempo, la “Espada del Tesoro Solar” en la mano de Nazar se volvió más brillante. Al mismo tiempo, las joyas que rodeaban el cuello de Nazar, sus zapatos y brazaletes también empezaron a brillar. La luz roja de Carrot estaba siendo repelida.

“¿Cuánto equipo resistente has traído contigo? Estás muy bien preparado.”

“…Pensé que podría haber una situación como esta…”

Nazar no soltaba su espada, a pesar de su angustia. Si Carrot intentaba acercarse lo suficiente como para fortalecer su encanto, o si intentara escabullirse por su lado y dirigirse a la salida, él utilizaría toda su fuerza para soltar un tajo mortal. Carrot no confiaba en que pudiera evitar el golpe, con el que él estaba preparado para contraatacar. Si de ella dependiera, el príncipe habría muerto en la guerra hace tiempo.

Sin embargo, Nazar tampoco podía moverse como para dar un golpe él mismo. El tiempo pasó en una fracción de segundo.

“Estamos en un estancamiento. Bueno, estamos en problemas.”

No había impaciencia en el rostro de Nazar al decir esto. No le preocupaba que Silviana fuera asesinada, pero si la situación seguía así, la gente del palacio acabaría por enterarse de la anomalía. Hoy había varias personas con buenos instintos, y Thunder Sonia también estaba ahí. Ella era el enemigo natural de Carrot. En la guerra, incluso oyó que Thunder Sonia había ganado abrumadoramente todas las batallas en las que se había enfrentado directamente a Carrot. Si él pudiera ganar tiempo, la victoria estaría asegurada. Con esto en mente, se comprometió a esperar.

“Ya veo, estás pensando que, si ganas algo de tiempo, Thunder Sonja y los demás se darán cuenta y vendrán a apoyarte…” Carrot se rio. “Pero eso no significa que el próximo que venga vaya a estar de tu lado, ¿sabes?”

Al momento siguiente de Carrot decir esto, Errol notó una presencia que se acercaba por detrás. Una presencia poderosa. A cada paso que daba, el miedo se hacía más fuerte, como si se acercara un depredador una docena de veces más grande que él. Un paso, y luego otro, y otro. No era lento en absoluto. Era ligero y rápido, como si no pudiera esperar para atacar a su presa.

La tensión crecía, le gustara o no. Todos los presentes, a excepción de Silviana, reconocían el sonido de esos pasos, su presencia. Y esa presencia estaba mostrando ahora su cara…

“¡Ah, jefe, aquí está!”

Y entonces apareció un hada. Por un momento, se distrajo. Así que solo era un hada, pensó.

Pero al momento siguiente, todo el mundo estaba de nuevo atento. Todos los presentes conocían también al hada. Siempre que aparecía esa hada como exploradora, esa persona también aparecería. A veces el hada se dejaba atrapar tan fácilmente que se le llamaba “Zell, el cebo”. Y si picabas el cebo, siempre aparecería él.

“Tienes razón.”

Lentamente, apareció. Piel verde, pequeño para un orco, pero con un cuerpo musculoso. Su cuerpo estaba envuelto en la vestimenta formal de la gente bestia, y no llevaba su característica gran espada, pero seguía teniendo el aire de un hombre abrumadoramente fuerte.

Bash, el Héroe Orco.

“Debe ser una broma… ¿también estaba compinchado con ella?”

Los murmullos de Errol fueron acompañados con sudor frío.

 

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