La Historia del Héroe Orco 

Capítulo 37. Las semillas del Árbol Sagrado

 

La Gente Bestia tenía prohibido entrar en el recinto del Árbol Sagrado. Sin embargo, la realeza era la única excepción. A esta se le permitía acercarse a él sin pedir ningún permiso. Por lo tanto, Silviana había llegado al Árbol Sagrado con Carrot, cuya piel estaba completamente oculta. En el camino, se cruzó con algunos guardias, pero ninguno le dijo nada.

En ese momento, Silviana estaba viendo a Carrot rezar al Árbol Sagrado. Era la primera vez que veía a una súcubo rezando. Los súcubos tenían la imagen de ser desinhibidas y lascivas. De hecho, no estaba mal. La mayoría de los súcubos, si veían a un hombre, se le acercaban con toda su cara ruborizada, sus entrepiernas se mojaban y se acostaban con ellos. Para otras razas, no eran más que unas golfas, irracionales y lascivas.

Sin embargo, parecía que no era así cuando se trataba de la fe. Carrot se arrodilló ante el Árbol Sagrado al que había sido conducida, se despojó de sus ropas y besó su gran tronco. Esta no era la forma de rezar de la Gente Bestia. Si uno de los sacerdotes de la Gente Bestia, que presidía su fe, lo hubiera descubierto, podría haberla acusado de ser una pagana. Sin embargo, su aspecto era tan inocente y reverencial que no podría haberlo imaginado de la imagen que tenía de la raza de los súcubos.

El Árbol Sagrado solía estar vedado al público. Sólo la realeza podía acercarse sin permiso. El motivo no era por nada especial: solo evitar que personas no autorizadas lo dañaran o talaran. En cuanto a Carrot, parecía no tener ninguna mala intención. Pudo ver que su respeto por el Árbol Sagrado y su oración era seria. Le pareció que realmente se había dirigido a ella para poder rezarle al Árbol Sagrado. Dijo que hacía mucho tiempo que ella no rezaba, así que le llevaría algo de tiempo, pero sinceramente quería acabar de una vez y esperar a por Bash.

Con eso en mente, Carrot se puso de pie.

“¿Has terminado?”

“Sí, es suficiente. Gracias.”

Pero cuando Carrot se dio la vuelta, había algo en su mano que no reconocía. Una esfera roja translúcida. Algo que no tenía antes.

“¿Qué es eso?”

“No tiene nada que ver contigo.”

La expresión en la cara de Carrot cuando dijo eso fue algo así como si se burlara de Silviana.

“¿Qué pasa con esa cara?”

“¿Qué le sucede a mi cara?”

“Es muy desagradable.”

“¿Perdón? Es la forma en que suelo mirar.”

“No me importa tu aspecto, pero ya que he concedido tu deseo, tendrás que conceder mi petición también.”

“Ejeje. Sí, por supuesto. Mira, parece que va a venir pronto.”

Carrot se rio de manera encantadora y miró hacia la entrada del recinto del Árbol Sagrado. Allí había una gran sombra. Una sombra tan grande que no podía ser de un humano o de la Gente Bestia. Sin embargo, era más pequeña que un ogro.

Era un orco.

Pero Silviana notó algo. Algo estaba mal. El orco parecía ser ligeramente más grande que Bash. El Héroe Orco era una talla más grande que la Gente Bestia, y cualquiera de la Gente Bestia no dudaría en llamarle gigante. Pero el orco era aún más grande que Bash.

Y había algo extraño, sobre todo. El color. El orco tenía un tinte azulado, más que Bash. Se suponía que la piel del Héroe era verde, como la de la mayoría de los orcos.

No, no era Bash. Era otro orco.

“¿Carrot…?”

Silviana miró hacia atrás. Pero Carrot sólo sonrió de forma encantadora.

“¿Qué pasa?”

El corazón de Silviana se llenó de ansiedad. Algo iba mal, se lo decía su médula espinal.

“¡…!”

Silviana intentó salir corriendo lo más rápido posible. Pero era demasiado tarde. Cuando volvió en sí, se estrelló de bruces contra el suelo.

“Vaya, vaya…”

Carrot le hizo una zancadilla, y cuando se quiso dar cuenta, le había retorcido las manos por la espalda y le había puesto las rodillas en las caderas.

“¡Qué…! ¡Suéltame!”

“Sólo estoy encima de ti. Veo que no puedes quitarme tú misma. No eres lo suficientemente atlética, ¿verdad?”

“¡Alguien! ¡Guardias! ¡Guardias!”

“Nadie vendrá. Todos los guardias con los que me topé ahora están bajo mi “encanto”.”

Ante su tono obviamente de burla, Silviana puso toda su fuerza en su cuerpo, pero las articulaciones de sus codos estaban completamente fijadas. Acabó gimiendo y agitando las piernas.

“¡Pero se di lo que querías!”

“Así es, y gracias a ti pude acercarme al Árbol Sagrado. También pude meter a mi querido sirviente. Y las semillas del Árbol Sagrado, ya ves…”

Carrot jugó con la esfera roja como si se tratara de un truco, y sonrió de forma hechizante.

“¿Me has traicionado?”

“Sí. Eres una tonta que se cree más lista de lo que es.”

Cuando fue llamada tonta, la cara de Silviana se puso roja y luego se fue poniendo azul. Efectivamente, creía que tenía el control. Pensaba que había elegido la mejor manera de engañar a Bash.

“Pero no debes culparte. Porque soy “Carrot de la voz sibilante”. Mi “encanto” puede hacer que hasta las mujeres jadeen.”

“¡…!”

“No tanto como el que puedo lanzar sobre los hombres, pero lo suficiente para amplificar sus deseos, para hacerles perder la razón, para crear una apertura en sus corazones. Si se sienten encantadas por mí y atrapadas por el cebo que tienen delante, así que no es sólo porque sean estúpidas. Así que no te castigues demasiado.”

Magia de encanto que también funcionaba con las mujeres. No debería existir tal cosa. Pero si no fuera por eso, estaba segura de que, en circunstancias normales, habría sido capaz de tomar una decisión más sobria. Lo más importante era recordar que al menos debería haberse preparado para una situación así. Sabía que tenía la tendencia a no pensar en el futuro, pero desde el principio sentía que esta mujer era una “mala persona”.

“¿¡Qué vas a hacer conmigo!?”

“No te voy a hacer nada. Sólo quiero que mueras…”

“¡Maldición…!”

Silviana comenzó a luchar más. Sin embargo, no pudo liberarse. Antes de darse cuenta, el orco azul estaba de pie frente a ella. Con los ojos vacíos, babeando por la boca.

“¡Detente! ¡Suéltame!”

“Pero he cambiado de opinión. No quiero que te mueras sin más.”

“Qué… de ninguna manera…”

“Ejeje.”

Al oír esas palabras, la sangre se drenó de la cara de Silviana. ¿Iba a dejar que este orco azul la violara? Incapaz de vengarse de Bash, sería violada por un completo desconocido, humillada al máximo, y luego perdería la cabeza. No quería morir así. Sería un completo y total desperdicio de su vida.

“¿¡Por qué me has hecho esto, qué te he hecho yo!?”

“Sir Bash… el “Héroe Orco” es benefactor de los súcubos. No, no sólo de los súcubos, sino que todas las razas de la Federación de las Siete Razas han sido salvadas por él al menos una vez. Él no es alguien con quien una niña como tú pueda jugar por venganza. ¿Entiendes?”

Poco a poco, el tono de voz de Carrot cambió. Era bajo y agudo, lleno de odio y rabia.

“Nunca te perdonaré que lo trates con tanta rudeza y que intentaras engañarlo. Nunca te lo perdonaré. No dejaré que mueras tan fácilmente, y serás castigada en consecuencia. Un castigo que te hará desear la muerte.”

Silviana finalmente se dio cuenta de que se había quemado jugando con fuego. Bash, el “Héroe Orco”. Un demonio del campo de batalla, temido por todos los veteranos, respetado por todos, con anécdotas de todo el mundo, y con varios apodos. Temido por todos. Era temido y respetado por los más fieros de todas las razas.

Esto significaba que había luchado, ganado y salvado a alguien en todos los campos de batalla.


Al igual que toda la Gente Bestia adoraba al Héroe Leto, todos los guerreros de la Federación de las Siete Razas adoraban a Bash. No era una excepción para los súcubos.

“Pero es propio de Sir Bash, ¿no es así? Aunque haya venido a una tierra extranjera y vaya a tener una cita con una princesa, fue capaz de escoltarla adecuadamente y de forma caballerosa. Sí, es cierto que las maneras de llevar las citas se sentían como algo que podría haber estado escrito en una revista, pero como la cultura de los orcos no tiene citas, debió de haber estudiado para cuando pasara. A diferencia de otros orcos, es un estudiante serio.”

Las mejillas de Carrot se tiñeron, y hablaba en un tono de doncella. Silviana, horrorizada, miró alrededor. Tenía que salir de esta situación de alguna manera.

No se podía liberar. Carrot… “Carrot de la voz sibilante”. Una guerrera veterana y poderosa que se hizo un nombre en la guerra. A primera vista, no era más que una golfa, pero sus habilidades estaban bien documentadas. Había demasiada diferencia física entre ella y Silviana. Incluso si pudiera liberarse, Silviana no tenía forma de enfrentarse al fuerte orco azul que estaba a su lado. Todo lo que podía hacer era usar su labia.

“¿¡Y vas a hacer que ese orco me viole y me mate por eso!? ¡E-Eso no haría más que enfadar a Bash!”

“¿Vaya, y eso por qué sería?”

“¡Él tuvo cuidado de no tocarme! Estaba tratando de evitar una guerra entre orcos y gente bestia. ¡Entonces tus acciones van en contra de sus intenciones!”

“Ah…”

“¡Sí, si me matas, habrá guerra! ¡Ustedes serán destruidos! ¡Orcos y súcubos!”

“¿De qué estás hablando? ¿…No es eso lo que tú quieres? Pero, sí. Por supuesto, puede que se enfade.”

“Muy bien entonces, libérame ahora mismo, y los dejaré ir.” Dijo Silviana, riéndose para sus adentros. Una fina sonrisa se dibujó en su boca. En el momento en que fuera liberada, planeaba revelar todo en el salón de bodas y afirmar en voz alta que había sido atrapada y casi violada por la súcubo y el orco.

“Pero él también es un orco… si escucha mi historia, estoy segura de que se pondrá de mi lado. Porque es imposible que un orco no se enfade cuando una niña como tú solo ha estado jugando con él.”

“¿E-Esperas que te crea?”

“Sí, porque somos compañeros de armas.” Carrot se sonrojó y levantó la esfera roja. “Y no se trata sólo de traer al Sir Bash a tu lado, ¿verdad?”

La esfera roja. Algo así como vibraciones sagradas parecían emanar de ella. Ahora que lo pensaba, Carrot no la tenía antes de besar el Árbol Sagrado. Tal vez la sacó de él.

“¡…!” Silviana se horrorizó al pensarlo. Se preguntó si había cometido algún tipo de error irreversible. Había pretendido utilizar cualquier medio para lograr su objetivo, pero podría haber arruinado algo más importante que su propio orgullo.

“Esto es lo que llaman una semilla del Árbol Sagrado, y tiene un tremendo poder. Normalmente, solo pueden tomarse cuando el Árbol Sagrado es reemplazado, pero si usas Drenaje de Energía de Súcubo, puedes obtenerla.”

“¿La semilla del Árbol Sagrado…? ¿Para qué son?”

“Es un secreto, pero te lo diré.” Carrot acercó su boca al oído de Silviana y susurró. Era como si compartiera la cama con su amante. Como si le fuera a decir que la amaba. “Voy a revivir a Gediguz.”

El Rey Demon Gediguz. Por su culpa, la Alianza de las Cuatro Razas fue casi destruida. Y cuando se fue, la Federación de las Siete Razas fue derrotada. Con su muerte, llevó la guerra a su fin. Era la encarnación de la guerra. El hombre más retorcido, más sobresaliente y más meritorio en la historia de las guerras que duraron miles de años. Si volviera a la vida, sería…

“No puede ser, si haces eso, el mundo…” Silviana recordó la época en la que era una niña y tenía que vivir con miedo a todo. Los gritos que venían de la oscuridad. Que la sirvienta que la saludaba por la mañana ya no estaba la noche siguiente.

Para Silviana, un día se acabó. Con la ayuda de los elfos y los humanos, y el Héroe Leto luchando, la Gente Bestia reconstruyó su civilización. Desde entonces, Silviana tuvo la vida que se merecía como princesa de la Gente Bestia.

Pero esta vez no sería así. Esta vez, el Rey Demon Gediguz no sería derrotado. No había forma de que un hombre como él volvería a cometer el mismo error. Esta vez, la Gente Bestia sería destruida, acorralada como entonces, pero sin ayuda de nadie. Sin poder recuperarse. Porque el Héroe Leto ya no había muerto.

“Está bien. Te daré un asiento especial para ver lo que pasa en el mundo. Como la esposa del orco que más odias y aborreces…”

“No-No puedes esperar que Bash…”

“¿De qué estás hablando? ¿Cómo podría una perra retorcida como tú ser una esposa adecuada para Sir Bash?”

Los ojos de Carrot brillaban con un tinte rojo y el orco azul comenzó a moverse.

“Ejeje, estoy tan orgullosa de poder darle una esposa a mi sirviente… Gagan. Hazla tuya como quieras…”

Silviana fue liberada de repente, e intentó levantarse lo más rápido posible, pero no pudo hacer mucho. El orco cubrió inmediatamente a Silviana. Tenía los ojos vacíos, pero su entrepierna estaba hinchada. Como insinuando el futuro de Silviana.

“¡No! ¡Suéltame! ¡Para!”

“Ejejejeje, Gagan parece tan feliz. Oh, por cierto, antes de que te hiciera mi sirviente, dijiste que soñabas con violar princesas y hacer que dieran a luz muchos hijos… La Gente Bestia es fértil, así que dará a luz a muchos niños. Bien por ti, tu sueño se hizo realidad.”

“¡Alguien, alguien que me ayude!”

“No pueden oírte. Esta es la parte trasera del palacio y todos los guardias de aquí han sido convertidos en mis sirvientes. No creo que Sir Bash venga tampoco todavía… ¿oh? ¿O es posible que seas virgen? Si ese es el caso, debería haberte guardado para Sir Bash… pero no debería preocuparme por eso, ¿verdad? Estoy seguro de que él tendrá suficientes princesas vírgenes durante la guerra…”

“¡Alguien, quien seaaaaa!”

“Ya cállate, como te dije, nadie vendrá…”

Carrot se rio, y fue entonces cuando…

“Eso no es cierto. Yo estoy aquí.”

Las palabras llegaron desde la entrada. Carrot, Silviana y el orco llamado Gagan levantaron la vista. Un hombre estaba de pie en la entrada. Carrot sonrió como diciendo que lo estaba esperando.

“Oh, ha llegado muy pronto, Sir Bash. Déjeme explicarle primero la situación…”

Pero las palabras desaparecieron a mitad de la frase. El hombre llevaba una máscara que parecía de mujer y portaba un instrumento musical. Su piel era tan blanca, y su físico era tan pequeño que parecía un humano. En resumen, un humano. No era Bash.

“¿…Quién es ese?”

Las voces de Carrot y Silviana fueron simultáneas. El hombre las escuchó e hizo sonar su instrumento.

“Soy Errol, el mensajero del amor y de la paz, y allá voy.” Hizo un rasgueo increíblemente poco armónico.

 

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