Danmachi: Argonauta

Vol. 1 Capítulo 9. El payaso baila, el tonto deambula

El castillo de Lakrios estaba sumido en un caos absoluto, tan grande que no había rincón donde no resonaran las pisadas de los soldados.

—¡Argonauta ha secuestrado a Lady Ariadna! ¡Ya no es un «candidato a héroe»! ¡Es un traidor que se ha rebelado contra el rey! —ordenó el comandante de los caballeros, un hombre envuelto en una armadura negra, repitiendo las palabras que tenía previamente preparadas.

Los soldados actuaban también según el guion que les había sido dado, comenzando a ejecutar la tragedia que se avecinaba. La malicia de los hombres, pisoteando la comedia, trataba de colgar al payaso en un escenario sin público.

—¡Todos en el castillo, capturen al criminal Argonauta! —ordenó el comandante, y un resonante grito de afirmación se elevó de los soldados con un «Oooohhh», sacudiendo el castillo entero con su estruendosa respuesta.

En un pasillo del tercer piso, entre los «Candidatos a Héroe», Feena se quedó asombrada.

—¿Un traidor? ¿Un criminal? ¿Secuestró a la princesa…? —murmuró, mientras Ryuulu fruncía el ceño y Yuri y Garms mostraban expresiones de disgusto.

El bardo y los guerreros se dieron cuenta de inmediato. Todo había sido un ardid del astuto rey.

—¡Mi hermano nunca haría algo así! ¡Debe ser un error! —exclamó Feena, fiel a su sangre de elfa de corazón puro, defendiendo la inocencia de su hermano. Pero una amazona, que apareció de la nada, la contradijo.

—La orden del rey ha sido dada. Eso es todo lo que importa.

—¡¿Eh…?!

—No hace falta descubrir la verdad, —dijo Elmina, mirando a Feena con ojos tan oscuros como la misma noche, dejándola sin palabras y haciendo que Garms, con la frente llena de venas hinchadas, se enfureciera.

—¿Intentas silenciarnos? ¿O vas a cargar toda la culpa sobre Argonauta?

—¡Ya conocemos la identidad del abominable «general»!

—Qué harás ahora, ¿eh? ¿También nos incriminarán? —gritó Yuri, avanzando junto a Garms, pero Elmina se mantuvo fría y firme.

—Ustedes ya son «héroes» que han regresado vivos de la guerra… el rey les ha prometido una «recompensa». ¿Abandonarán ahora sus propias «grandes amiciones» también? —les preguntó.

—¡……!

Los rostros de Garms y Yuri se llenaron de un profundo pesar.

Especialmente en el caso de Yuri, el efecto fue abrumador.

Para el joven que había llegado a la capital cargando con el futuro de su tribu, renunciar al paraíso donde podía proteger a sus compañeros era equivalente a cortar el destino de su gente, aun incluso si ese «paraíso» estaba protegido por un monstruo y era una falsedad.

—…Atrapar a Don Ar y ponernos a nosotros un collar. Ah, qué astuta y ridícula farsa, —lamentaba Ryuulu, tocando su arpa como si maldijera su destino—. La «historia» que yo quería ver no era esta, —agregó.

Elmina, con una voz sin emociones, asestó el golpe final a los «Candidatos a Héroe» acorralados.

—Es una orden del rey; obedézcanla, «Candidatos a Héroe».

—¡Cierren las puertas del castillo! ¡No dejen que Argonauta escape! ¡Todavía está cerca, encuéntrenlo!

Resonó la orden del capitán de los soldados, y en poco tiempo las puertas del castillo se cerraron con un pesado sonido.

Los soldados, moviéndose en grupos, buscaban al criminal desde el primer hasta el último piso del castillo. Iban de arriba abajo por las escaleras, de un lado a otro por los pasillos, revisando cada rincón.

—¡Haa, haa…!

En un corredor del primer piso del castillo, Argonauta, que había estado conteniendo la respiración hasta que los soldados se retiraron, respiraba con dificultad, al borde de su límite.

Aunque seguía escondiéndose y moviéndose de un lugar a otro, no podía eludir completamente la vigilancia de los enemigos. Las rutas de escape, incluyendo las puertas del castillo, estaban bloqueadas, y sentía constantemente la peligrosa presión de estar siendo acorralado por el cerco de los soldados.

—Los soldados son peones del rey… ¿¡Que acaso todos en el castillo se ha convertido en mis enemigos!? ¿Es esto lo que Olna quería decir con «ruina»…?

El movimiento tan meticuloso de los soldados hizo que Argonauta se diera cuenta de que estaba completamente solo. El castillo ya se había convertido en el estómago de un monstruo que quería devorar al «criminal que secuestró a la princesa». No importaba cuán fuerte proclamara su inocencia, si el rey había dado la orden, lo blanco se volvería negro. Si no escapaba de allí, no tendría futuro.

Mientras buscaba desesperadamente una forma de salir del castillo, sin haber descansado apenas, escuchó un grito:

—¡Ahí está! ¡En el primer piso!

—¡Maldita sea…!

Finalmente fue descubierto. Su agotamiento le hizo bajar la guardia y los soldados que se movían por el corredor del segundo piso lo avistaron, haciendo sonar sus silbatos. Argonauta no tuvo más opción que abandonar el sigilo y echar a correr.

Corrió hacia el patio del castillo, tratando de escapar del sonido de las pisadas que retumbaban como una marea descendente por las escaleras.

—¡Qué patético, Argonauta!

—¡!

En ese momento, aparecieron cuatro hombres bloqueando su camino. Eran los «Candidatos a Héroe» humanos.

—Dicen que te has convertido en un criminal. ¡Ahora podemos torturarte todo lo que queramos!

—¡Nunca me gustaste con tu aire despreocupado desde el principio!

Con una justificación perfecta, los hombres no escondían sus miradas sádicas.

Probablemente debido a que habían sido engañados mientras este protegía a la princesa en la ciudad castillo, el líder de los humanos, con su largo cabello recogido, dirigió una mirada amenazante hacia Argonauta.

—¡Aquí es donde terminaré con tu «jueguito de héroe»!

Cuatro sombras se lanzaron al ataque simultáneamente. Argonauta, acosado por soldados que también se acercaban por detrás, fue asaltado por la abrumadora fuerza numérica.

—¿¡Guah!?

Con su única habilidad destacable, su rapidez para escapar, intentó esquivar y resistir desesperadamente, pero los números estaban en su contra. Pronto fue alcanzado por los ataques de los «Candidatos a Héroe»; su cuchillo, que había levantado en defensa, fue desviado por una espada, y luego fue brutalmente derribado por una lanza.

El patio, donde se había llevado a cabo la primera «Ceremonia de Selección», se había transformado en un lugar de ejecución sumaria.

—¿¡Gah, cof…!? ¡Guuh…!

Finalmente, Argonauta cayó de rodillas, apoyando ambas manos en el centro del patio. Mientras las risas salvajes de los «Candidatos a Héroe» resonaban, los soldados reunidos construyeron una jaula que aseguraba que esta vez no podría escapar.

En medio de la escena que parecía una ejecución pública, una amazona cayó en silencio desde los pisos superiores del castillo al patio.

—Es el fin.

—¿¡……!?

En las manos de la mujer apareció una espada maligna que emitía una luz cegadora, quemando la visión de Argonauta, que estaba siendo observado.

La hoja cruel estaba lista para cortar un tendón, o incluso una extremidad, para inmovilizarlo. Cuando la espada se abalanzó sobre la desafortunada víctima…

—«¡Responde a mi contrato, llama de la tierra! ¡Quema la violencia obedeciendo a mi mandato»!

Justo en ese momento, se escuchó un canto poderoso invocando fuego.

Como si persiguiera a Elmina, una vara descendió desde lo alto, sostenida por Feena, quien había saltado desde los pisos superiores. La vara apuntaba tanto a los soldados que miraban hacia arriba como a Elmina.

—«¡Bengala Ardiente!»

El cuerpo de la joven en caída lanzó una enorme bola de fuego, tan poderosa que la hizo flotar por el impacto.

—¿¡Guahhhhhhhhhhhhhhh!?

El hechizo explosivo, demasiado potente para ser usado dentro del castillo, impactó directamente en el patio. La bola de fuego arrasó con una sección del cerco de soldados y «Candidatos a Héroe», seguido por fragmentos ardientes que cayeron como lluvia. El castillo temblaba sin cesar debido a las explosiones, y la amenaza del fuego se dirigía hacia Elmina, quien había estado a punto de darle el golpe final a Argonauta.

—¡Demonios, otra vez…!

Elmina pateó el suelo, maldiciendo el hechizo de la semielfa que había obstaculizado su captura de Ariadne, y evitó rápidamente los proyectiles dispersos.

Mientras la amazona se alejaba del frente de Argonauta, Feena aterrizó en el patio y se lanzó a golpear a los soldados confusos.

—¡¡Corre, hermano!!

—¿¡Feena…!?

Feena, protegiendo a su hermano maltrecho, blandió su vara una y otra vez, noqueando a los soldados.

En un abrir y cerrar de ojos, un mar de llamas se extendió por el patio, y la voz furiosa del comandante resonó.

—¡Feena, la «Candidata a Héroe»! ¡Es la hermana del criminal Argonauta! ¡Captúrenla también!

—¡……! ¡¡Detente!! ¡Feena, corre! —Argonauta gritó desesperadamente al ver a los soldados desenfundar sus espadas uno tras otro, pero Feena, a pesar de no ser una semielfa especialmente fuerte, no dejó de luchar.

—¡¡El que debe escapar eres tú, hermano!! ¡Eres más débil que yo, así que déjamelo a mí, como siempre!

—Feena…

—¡Si hay algo en lo que eres rápido, es en escapar, ¿no?! ¡Así que vete! —Feena, sudando mientras luchaba sucesivamente contra los soldados, gritó sin aliento.

Sin voltear a verlo, su espalda gritaba a su hermano con toda su fuerza.

—¡¡Rápido!!

Ese doloroso grito desgarrador empujó el cuerpo de Argonauta miserablemente hacia adelante.

—¡……! —Sus pies tropezaron, casi cayendo, pero empezó a correr.

Feena, observando por un breve instante la espalda de su hermano al dejar el patio, esbozó una sonrisa que parecía una mezcla de llanto y risa.

—…¿Me pregunto si habré sido capaz de devolver su amabilidad?

El susurro de la hermana, que quería a su hermano tan devotamente, fue pronto aplastado por el sonido de las pisadas salvajes de los soldados.

—¡Captúrenlaaaaa!

Feena miró fijamente a los soldados que se precipitaban sobre ella, levantando las cejas con determinación.

Las manos que intentaban atraparla y los pies que intentaban dirigirse hacia su hermano fueron una y otra vez apartados con su vara.

Sin importar el peligro de una explosión mágica, Feena alzó su voz en un cántico y, una vez más, hizo brillar su vara.


—¡Haa, haa…! ¡Feena, Feena…! ¡Maldita sea!

El rugido del hechizo resonó.

Argonauta no pudo hacer más que gritar mientras las constantes explosiones en el patio golpeaban su espalda.

Fue protegido. El hermano mayor, por la hermana menor.

En esa situación, solo su hermana podía detener a los soldados, y él, tan débil como era, solo podía huir.

Feena simplemente tomó una decisión, porque no había manera de salvar a ambos.

Y el necio Argonauta no tenía derecho a elegir. Solo su hermana podía tomar esa decisión.

Eso era todo. Solo por esa simple razón.

Debió haberlo rechazado.

Debió haberse reído de la situación.

Pero, en su miserable estado, Argonauta no tenía ni la fuerza ni los medios para contrarrestar esa injusticia.

—No escaparás.

—¡……!

Entonces, una voz despiadada se acercó rápidamente.

El único que logró esquivar la lluvia de hechizos de Feena y alcanzarlo fue la excepcional asesina, Elmina.

Mientras corría por el corredor, el rostro de Argonauta se contorsionó de desesperación. Una mano extendida intentó agarrar su cabello blanco para derribarlo, pero…

—¡¡Uooooooooooohhhhhhhh!!

Un guerrero de la raza enana intervino de repente, blandiendo su gran martillo de guerra. Sorprendidos, tanto Elmina como Argonauta saltaron a los lados, y un enorme pedazo de metal colapsó el corredor, separándolos.

—¡Argonauta, traidor! ¡Yo me encargaré de ti! —Garms rugió mientras comenzaba a lanzar golpes salvajes con su martillo de guerra, de lado a lado y de arriba hacia abajo, sin dar tregua. Su fuerza descomunal destrozaba paredes, pisos y columnas, creando una tormenta de destrucción que mantenía a todos a distancia.

—¡Serás imbécil…! ¡……! —Elmina, irritada por los ataques descontrolados, no pudo acercarse sin correr el riesgo de ser golpeada. Aunque los ataques no acertaban en Argonauta, la guerrera se vio obligada a retirarse para evitar ser alcanzada por los golpes.

—Te voy a mandar a volar con un lanzamiento. Prepárate.

—¡……!

En medio del estruendo de la gran arma y empujando a Elmina hacia atrás, el guerrero enano murmuró. Argonauta, al leer sus labios, abrió los ojos en sorpresa y cruzó los brazos justo cuando Garms lanzó un golpe con su gran Martillo de Guerra.

—¡¡Ooooooooooooohhh!! —Garms disminuyó apenas el impulso antes de golpearlo, lanzando a Argonauta hacia el cielo, como si lo empujara suavemente.

Aunque fue un golpe moderado, la fuerza del guerrero enano lo lanzó hacia el aire como si fuera un pájaro o una pelota, estrellándolo contra otra torre del castillo.

Con un estruendo de cristales rotos, Argonauta fue literalmente lanzado de nuevo al interior del castillo.

—…¿Qué estás intentando hacer?

—¿Tú qué crees que hago? Seguí la orden del rey, enfrenté al enemigo como lo haría un guerrero enano.

Frente a la mirada asesina de Elmina, que parecía capaz de matar con solo su mirada, Garms se irguió, insinuando que no tenía culpa alguna. Alegó que no había desobedecido ninguna orden, mientras una sonrisa se formaba bajo su espesa barba.

—Tal vez lo lancé un poco lejos.

—…Vaya farsa.

Mientras Elmina chasqueaba la lengua ante la actitud arrogante del guerrero enano, los soldados corrieron hacia ellos.

—¡Lady Elmina! ¡Capturamos a la semielfa! ¿Y el criminal…?

—En la torre opuesta. ¡Persíganlo!

Ignorando a Garms, Elmina se dio la vuelta. Mientras los soldados se dirigían hacia la torre donde había desaparecido Argonauta, la amazona se movió sola en otra dirección, rodeando el área. Garms, dejado atrás, ajustó su martillo de guerra sobre su hombro.

Mirando hacia la torre y murmurando como si alentara al hombre, dijo en voz baja.

—…Escapa, payaso. No puedo soportar que encuentres un final como este.


—¿¡Guuh!?

Con el sonido de vidrios rotos, Argonauta fue lanzado al pasillo del piso superior de la torre. Aunque fue impresionante que lo arrojaran directamente a través de la ventana, lo cierto era que dolió bastante.

Irónicamente, parecía que todos los soldados habían descendido al primer piso debido al alboroto en el patio. En el pasillo desierto, Argonauta intentó sonreír, pero falló, mostrando una expresión de dolor.

—… Ja, jajá… Me habría gustado que me hubieran traído aquí de una manera más suave… —Apoyó sus temblorosas manos en el suelo, tratando de levantarse, cuando escuchó el sonido de un arpa—. ¡Ryuulu…!

—Don Ar… parece que te han tendido una trampa. Tú mismo te has convertido en un «sacrificio»… es una verdadera lástima. —Con el crujido de los vidrios esparcidos bajo sus zapatos, el trovador elfo se acercó. Con un tono que parecía distante, como si estuviera observando desde lejos, lamentó la situación en la que se encontraba Argonauta—. En este punto, no puedo hacer nada. De hecho, incluso ahora, lo único que puedo hacer es observar y cantar lo que sucede.

—¡……!

—Aunque prestara mi ayuda, al final ambos seríamos capturados… Sin embargo, al menos puedo señalarte el «camino». —Aunque había dejado claro que no podía ayudar, Ryuulu cambió el tono de su arpa. Miró en la dirección de donde había venido y, con sus delgados dedos, señaló a Argonauta—. Ve al sótano de esta torre. Si atraviesas la puerta de hierro negra, llegarás a las alcantarillas… con suerte, podrás salir del castillo.

—¡……!

—Apresúrate. Después de esto, no habrá nadie más que pueda ayudarte. —Mientras Argonauta abría los ojos con sorpresa, Ryuulu le hizo saber que esta era la última ayuda que podía ofrecerle.

Al enterarse de que el joven había sido convertido en un sacrificio, Feena fue la primera en correr hacia Argonauta. Garms, por su parte, montó una escena para servirle de escudo, mientras que Ryuulu, ya sea porque se había puesto de acuerdo rápidamente con el enano, examinó la situación con calma y preparó una ruta de escape.

Aunque fue un breve periodo, los «Candidatos a Héroe» lucharon por Argonauta. Todos, excepto uno de ellos.

—…¿Y qué hay de «él»?

—…A diferencia de Don Garms, que perdió su hogar, ese hombre aún tiene algo que proteger. No puede desobedecer la orden del rey.

Argonauta, tambaleándose al levantarse, hizo la pregunta, y Ryuulu bajó la mirada.

—Si lo vieras, aunque llorando, te mataría. Por eso… ahora, vete.

—…… —Con sangre corriendo por su mejilla, con los ojos ardiendo y los dientes apretados, Argonauta echó a correr. Pasó justo al lado de Ryuulu y descendió por las escaleras que conducían al sótano.

—…Sí, huye, Argonauta. Que la humillación sea tu combustible; por ahora, solo corre. —El trovador entonó mientras observaba su espalda desaparecer en la oscuridad—. Mientras navegas por el río de sombras, creyendo que encontrarás una «esperanza» que no existe.

El suave sonido del arpa se desvaneció en la oscuridad.

La puerta de hierro que Ryuulu había mencionado estaba justo al bajar al sótano. Aunque había dicho que no podía ayudar, el trovador hizo un buen trabajo hasta el final. Sin encontrarse con los soldados que lo perseguían, Argonauta logró abrir la puerta y entrar en el alcantarillado.

En la oscuridad casi total, apoyó su mano izquierda en la pared y avanzó sin cesar. El agua le llegaba justo por debajo de las rodillas, y sus pasos, al cortar la corriente, producían un sonido sordo.

En su cuerpo, lleno de heridas abiertas, el agua sucia, con su mal olor, se sentía como un veneno que corroía sus extremidades. Si se permitía bajar la guardia, sentía que su fuerza se desvanecería junto con la sangre que seguía fluyendo, y que sus rodillas cederían.

—Haa, haa… ugh… —Estaba sin aliento, pero de alguna manera conseguía mantenerse en pie y no caer—. …No puedo… avanzar… Mis piernas… no se levantan… mis ojos… se nublan…

Mientras recordaba la lamentable y miserable situación en la que se encontraba, un oscuro pensamiento comenzó a colarse en su mente.

—…Huir de todo… yo…

Fue en ese momento cuando una de las puertas del alcantarillado bajo el castillo se abrió, y el sonido de pasos resonó al quebrar la corriente de agua desde la oscuridad.

—¡! —Levantó la vista, y en la dirección de su mirada, una tenue luz apareció en la oscuridad. Quien emergió, con un candelabro roto en una mano, fue un orgulloso guerrero con orejas y cola de lobo.

—……

—…Ah… nos hemos encontrado… —Al ver a Yuri mirándolo fijamente, Argonauta no pudo evitar sonreír.

—…Obedeceré la orden del rey, te capturaré.

—Entiendo…

—…Tengo algo que debo proteger.

—Entiendo…

—…Para hacerlo, me convertiré en un simple peón de esos bastardos. Incluso renunciaré a mi orgullo.

—Entiendo…

La voz, reprimida de emoción, golpeó a Argonauta una y otra vez. Con la fuerza de una pelea infantil, débil y sin poder siquiera cerrar bien los puños, comenzó a golpear al joven de cabello blanco con sus palabras.

—¡Aunque sea un falso «paraíso» protegido por monstruos…! ¡Porque ya no le queda otro lugar a mi tribu! —Con un rugido que parecía a punto de derramar lágrimas y sangre.

—Es cierto…

Argonauta continuó sonriendo en silencio, sin contradecir nada. El rostro de Yuri se contorsionó. Apretó los dientes hasta casi romperlos y levantó su puño cerrado.

—¡¡Incluso si tengo que aceptar la marca de un «héroe» insensato, yo…!!

Lanzó un golpe con la palma izquierda. Argonauta no pudo esquivar ese ataque. Fue derribado fácilmente, rodando por el canal y cayendo de manera desgarbada. El agua sucia se esparció a su alrededor como pétalos negros.

Yuri quedó atónito ante esa escena.

—……¿Qué fue eso?

—…… —Argonauta intentó sonreír mientras se incorporaba, pero no lo logró.

—¡¿Qué demonios, qué pasa con esa actitud?! ¡Con solo empujarte un poco, caíste de manera patética! ¡¿Qué pasó con esa habilidad para huir de manera absurda?! ¡¿Por qué no esquivas mis golpes y desapareces a un lugar donde no te pueda alcanzar?! —El hombre lobo, enfurecido, gritó al humano que aún no podía levantarse—. ¡¿Dónde están tus habituales comentarios sarcásticos?! ¡¿Por qué no me provocas?! ¡Hazme caer en tu trampa y escapa de este asqueroso alcantarillado!

—……

—¡¿Es este el final de ese «héroe» del que tanto hablas?!

Ante ese grito furioso.

Ante el grito de Yuri, que sonaba casi como una reprimenda, los labios de Argonauta se curvaron débilmente.

—…Tú… realmente eres amable…

—¡¡Tch…!!

Con el cuerpo lleno de heridas, murmuró y sonrió débilmente.

Yuri, mostrando sus afilados dientes caninos, apretó con fuerza, y blandió su brazo derecho con todas sus fuerzas.

Arrojó el candelabro y volvió a levantar el puño.

—¡¡Guuuoooooooooooohhhh!!

Esta vez, el golpe del hombre lobo produjo un sonido de impacto tremendo. El choque sacudió el alcantarillado y dejó grietas en la pared.

La fuerza del impacto, mucho mayor que el que un humano desarmado podría resistir, hizo que el agua sucia pareciera temblar, y solo fragmentos de piedra cayeron.

—…¿? —Argonauta, inclinado sin fuerzas, se dio cuenta de que estaba ileso.

Ni un rasguño. El golpe del hombre lobo solo había impactado en la pared directamente arriba, sin tocar al hombre en el suelo.

La extrañeza pronto se convirtió en duda.

No era posible que el guerrero más destacado de la tribu de los lobos fallara un ataque a esta distancia.

Aún mientras caían los fragmentos de piedra, Argonauta miró hacia arriba con movimientos lentos.

La fuente de luz del candelabro se había perdido y el alcantarillado volvió a sumirse en la oscuridad, pero la figura del hombre lobo se distinguía apenas.

La respiración pesada le indicó que estaba cerca. Su expresión no era clara, pero los labios del joven claramente se estaban moviendo.

—…Con ese golpe, Argonauta murió. Eso es lo que me pareció.

—¡!

—¡Pudiste escapar de mí! ¡El astuto Argonauta, conocido como el payaso, es rápido para huir!

En esta oscuridad, podría ser posible que incluso un guerrero experimentado no pudiera verlo.

En este hedor, quizás el agudo olfato del hombre lobo pudiera ser engañado, permitiéndole escapar exitosamente.

Así que no era sorprendente que Yuri, aun obedeciendo la orden del rey, pudiera perder a Argonauta.

En la oscuridad, los dos jóvenes ciertamente se miraron, uno con los ojos bien abiertos, y el otro con los ojos torcidos.

—…Tú…

—¡Desaparece de una vez!

El guerrero lobo no permitió que Argonauta terminara su murmullo.

Con un grito como si ahuyentara a una rata, sacudió el oscuro alcantarillado.

—…… —Argonauta se levantó en silencio, miserablemente. Apoyando la mano izquierda en la pared, comenzó a alejarse de Yuri. Sin embargo, después de dar unos pasos, se detuvo—. …Gracias, Yuri.

—¡!

Agradecido, al pronunciar ese nombre.

En la mente de Yuri, sorprendido, revivió la escena de aquellos días que ahora parecían tan lejanos.

—¡Para transmitir un verdadero agradecimiento, debemos conocer el verdadero nombre de la persona!

Antes de llegar a la capital.

En el páramo, cuando conoció por primera vez al hombre lobo que los había salvado, el payaso había dicho esas palabras.

—Aunque ha pasado mucho tiempo… permíteme expresar mi agradecimiento. El de la tribu de los lobos, Yuri… —En la oscuridad, disculpándose por no poder ver bien su rostro.

Sin poder mantener el contacto visual, como si se estuviera confesando.

Argonauta, en la oscuridad, se volvió claramente y sonrió con su rostro maltrecho.

—Un orgulloso hombre lobo que me ha salvado muchas veces…

Con esas palabras, el puño del guerrero volvió a cerrarse con fuerza, temblando.

—¡Quiero ver hasta dónde llegarás…!

Con las emociones en su pecho agitadas y distorsionadas por una furia acumulada, Yuri gritó hacia su espalda.

—…¡Ya vete de una vez!

Las palabras de Yuri, esta vez, marcaron el final.

Argonauta no dijo nada más.

Mientras el sonido débil del agua resonaba en el túnel, la presencia del hombre se alejaba.

Durante ese tiempo, el joven hombre lobo siguió apretando los dientes, soportando el dolor.


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