Danmachi: Argonauta

Vol. 2 Capítulo 9. Florece en el Pasado Congelado Una Sola Flor de Firme Convicción Parte 2


Su encuentro fue fortuito.


Cuando aún vivía mi madre, antes de que conociera la desesperación.

Apareció ante mí, como una figura hecha jirones, cubierta de heridas.

En la ciudad de Lakrios, que era amada porque en ella existían muchas fuentes y donde el agua fluía, la ciudad se beneficiaba del agua pura que la alimentaba. Ella, cubierta de sangre, llegó arrastrada desde fuera de la ciudad, como un río que llega al mar.

Los soldados de la guardia, al verla casi sin fuerzas y atacada por asesinos, intentaron matarla.

Yo los detuve en un abrir y cerrar de ojos.

En ese momento, vi las lágrimas en su rostro.

Sentí el frío de las manos que la rodeaban.

Supe que ella estaba «sola».


Desde ese día, no importaba cuánto la odiara, no importaba cuánta rabia sintiera.

Al final, ella…

—¡¡Ahhh, ahhh, aaaaaaaaaahhhh!!

Los puños cortaban el aire y rompían las paredes, mientras los pies, al saltar sin control, destruían el suelo.

La piel se rasgaba, y la sangre goteaba.

La fuerza que perdió el control hería a la propia mujer.

Como una bestia que intentaba aplastar todo lo que se acercaba, Elmina repetía sus ataques.

—Sus ataques están descontrolados… La cruel ferocidad ha desaparecido de ella.

Sin embargo, Garms y los demás esquivaban fácilmente los bloques de destrucción que eran como pequeñas tormentas.

Elmina, desbordada por los recuerdos de heridas pasadas, se descontroló por completo, sin ser capaz de enfocar sus objetivos. No se había percatado aun de que Garms estaba tomando distancia, y movía sus manos y pies como si intentara ahuyentar un fantasma. La amenaza que representaba el «Rey de la Guerra» se había perdido.

—Elfo. Tú, desde el principio, buscabas esto, ¿verdad?

—Este tipo de «truco» normalmente los hace Don Ar… pero, en nuestra situación, no podemos ser tan selectivos con nuestros métodos. Con mi lengua, he logrado poner una grieta en su «armadura».

Si tuviera el conocimiento previo sobre el pasado del Rey de la Guerra, seguramente Argonauta habría neutralizado a Elmina mucho más rápido y con mayor destreza.

Ryuulu, mordiendo un trozo de su ropa rasgada, enrolló un vendaje sobre su brazo izquierdo sangrante. Después de mostrar un leve atisbo de autocrítica y pesar hacia Elmina, se recompuso y sonrió con determinación.

Ante él, Garms, reconociendo la habilidad de sus palabras, resopló en señal de admiración.

—Hablas y engañas como un temible «trovador»… Para mí, tú y ese payaso son de la misma especie.

—Qué palabras tan duras llegan a mis oídos. Vaya, eso duele. …Entonces, Sir Garms, ¿te importaría escucharme una solicitud mientras estamos en ello?

Aunque se sentían culpables de desentrañar el pasado, los «Candidatos a Héroe» no tenían intención de dejar pasar esta oportunidad.

Ryuulu, dispuesta a despojarse de la misericordia por el bien de Argonauta, formuló su petición.

—Ahora que ella está descontrolada, si los de primera línea la sujetan, podremos ganar tiempo. Te pido que la retrases. Yo atraeré la «oportunidad» de la victoria.

—…Está bien. Te seguiré el juego con tu «engaño».

Al sentir el aumento de su «poder mágico» que, aunque sutil, era una capacidad de los enanos, Garms asintió.

Como inspirada por ellos, Feena también soltó la mano que había estado sosteniéndose con la derecha.

—¡Yo también…! ¡Aunque mi brazo esté roto, puedo lanzar magia!

—¡Bien, vamos allá!

Garms dio un paso adelante y Feena comenzó a recitar su hechizo.

Cuando el enano atacó de frente, Elmina reaccionó con la velocidad de una bestia. La lucha entre la amazona, que había arrojado su arma por la confusión, y el enano comenzó como un feroz combate cuerpo a cuerpo.

Descontrolada, guiada solo por sus instintos y sin utilizar la precisa habilidad marcial que presumía la nación guerrera, Elmina no logró aprovechar sus ventajas. A pesar de estar en desventaja y herido, Garms siguió luchando, mientras Feena proporcionaba apoyo mágico, lo que permitió que, como había planeado el elfo, Elmina quedara finalmente controlada.

Aprovechando esa valiosa oportunidad, Ryuulu comenzó a tejer tranquilamente el «hechizo».

—«¡Responde al pacto, aliento de vida! ¡Obedece mis órdenes y otórgame protección! ¡Habita, poder del viento, rey del tifón! ¡Aquí se teje el himno!». —Recitó ocho versos.

Como una brisa suave, sin agresividad, pero rápida.

La invocación tejida sin interrupciones alcanzó el nombre del hechizo con una velocidad tal que sorprendió a Feena.

—«¡Viento Felicital!»

En un instante, se desató un viento verde profundo.

Cuando Elmina cubrió su rostro con el brazo ante el viento mágico que traía luz, la bendición del viento llegó a Garms y Feena.

La oleada de poder que les envolvió hizo que ambos abrieran los ojos sorprendidos.

—Esto es… ¿un «hechizo de mejora»?

—¡Es uno de los «hechizos» que yo no pude aprender… ¡un arte de los elfos que convierte a cualquiera en un guerrero poderoso! ¡Increíble, Ryuulu!

—La invocación es larga y el efecto es breve, por lo que es difícil de usar en muchas situaciones… —Frente a la sorpresa de Garms y la admiración de Feena, Ryuulu se tocó el ala de su sombrero y sonrió—. Si es para derrotar a un «Rey de la Guerra» dudoso, puedo desplegar todo el poder de este hechizo sin reservas.

—¡Si podías hacer esto, debiste haberlo mostrado desde el principio! ¡Pero ahora…!

Con una sonrisa que surgió de la indignación, Garms avanzó con fuerza, ahogando una maldicón.

Entonces, el cuerpo pesado del enano, como impulsado por el viento, se transformó en una ráfaga que se abalanzó sobre Elmina.

Mientras tomaba por sorpresa a la mujer, un fuerte golpe de viento la alcanzó.

—¿¡Ghh…!?

No solo la velocidad, sino también el poder de ese golpe había sido incrementado.

Ni con la defensa de sus brazos pudo detenerlo, y el cuerpo de Elmina voló como una hoja arrastrada por el viento.

Al verla estrellarse contra la pared, Olna murmuró asombrada.

—A mandado a volar… ¿a Elmina?

—La situación se ha invertido. Con tantas estrategias preparadas, finalmente…

Ryuulu, que estaba agotada por el uso de tanto poder mental, trató de ocultar su fatiga mientras hablaba, mientras Elmina, separándose de la pared, avanzaba dando dos o tres pasos.

—No ha terminado… ¡Esto no es nada…!

Aún sacudida por la confusión y el conflicto interno, la mujer no había perdido su voluntad de luchar.

Con la sangre fluyendo desde su cabeza y cayendo por su frente, Elmina miraba fijamente a Garms y a los demás con sus ojos afilados.

—¡Voy a proteger a Olna…! Aunque no compartamos sangre, Olna es… ¡yo soy…!

—……

Esas palabras obsesivas que repetía con tal determinación habrían hecho sentir escalofríos a cualquier persona común. Sin embargo, Feena desechó el miedo y miró a Elmina en silencio.

—Ya entiendo. Así que era por eso… Por eso me hiciste esa pregunta en aquel momento… —El sentimiento de comprensión la llevó a recordar los eventos recientes.

Antes de ser enviada al cadalso en la capital, la conversación que tuvo con Elmina en la celda.

«Tú y ese payaso… están conectados. ¿Por qué, si no comparten lazos de sangre… cómo logran estar unidos?»

Al recordar lo que sintió en ese entonces, Feena llegó a entender la verdadera intención de la pregunta de Elmina.

—En ese momento, sentí una sensación de «déjà vu»… Sentí «empatía» por ti. Así como yo no comparto sangre con mi hermano, tú y Olna también son «hermanas» aunque no compartan sangre. —Mientras se perdía en esos recuerdos, Feena abrió los ojos—. Pero… esto es lo que puedo decir con claridad: estás equivocada.

—¿¡Qué…!?

—¡¡Porque tu «hermana» no está sonriendo!! —Frunció el ceño y señaló claramente lo que consideraba un error—. ¡Mi hermano no es como tú! ¡Él siempre está sonriendo, siempre hace reír a los demás! ¡Odia las lágrimas!

Los días con Argonauta hasta ese momento volvieron a su mente.

Perdió a sus padres, y al principio, Feena solo lloraba, pero ese niño amable siempre le secaba las lágrimas. Se hacía el tonto, hacía imitaciones graciosas, y una y otra vez, se sacrificaba para que la tristeza de Feena se disolviera en sonrisas.

—¡Siempre me hace reír! ¡Comparte conmigo su alegría y felicidad!

Era el hermano de quien se enorgullecía. Su hermano querido. La persona más importante para ella.

Feena estaba agradecida por haberlo conocido.

Por eso, comenzó a llamarlo «hermano», aunque no compartieran sangre.

Quería devolverle toda la felicidad que él le dio, o incluso más.

—¡Pero tú no eres así! ¡Lo que tú haces es solo egoísmo! ¡Le impones tus deseos a Olna!

Al ser reprendida por Feena, quien se encontraba en una situación y relación similar, la expresión de Elmina se agrietó como nunca antes.

—¡No haces más que atar a Olna con tus propias «cadenas»!

—Cállate… ¡¡Cállate, cállate, cállate, cállateeee!!

No solo la princesa estaba atada con frías «cadenas», sino que Olna también lo estaba.

Con la verdad, sacada a la fuerza de su obsesión, atravesando su mente como una daga, Elmina se desbordó de rabia.

Saltó sobre Feena, la derribó al suelo y la agarró por el cuello.

—¿¡Ugh!?

—¡Solo quería proteger a Olna! ¡Solo quería protegerla! ¡Por eso! ¡Solo eso!

Gritos confusos y sin sentido estallaron, llenos de descontrol.

La mujer, que solo conocía la vida como «Rey de la Guerra», estaba terriblemente equivocada, irremediablemente distorsionada y pura en su error. El «miedo a la muerte» era lo único que la definía, y lo único que podía hacer era alejarse de ella.

En sus ojos, que aparentemente estaban vacíos, se reflejaba una tristeza, y al igual que una gota de agua, la expresión de Feena, que estaba de espaldas, también se llenó de tristeza.

—¡¡¿Por qué?!!

Un grito doloroso, como el de un niño que nunca conoció el amor.

Feena no tenía una respuesta que ofrecer.

En su lugar, lo que respondió fue el puño de la guerrera.

—¿¡Gah!?

—Ya no tienes tu «armadura» para protegerte. La cruel asesina ya no existe.

Elmina fue golpeada con fuerza desde arriba de Feena.

Garms, cubierto de sangre, deseaba el fin de la batalla.

El fin de la lucha para cortar la obsesión de la mujer.

—Prepárate, amazona. Aquí es donde decidiremos esto.

—¿¡Ugh… uaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhh!? —La amazona, sin rumbo y con el cabello desordenado, saltó hacia él, medio frenética.

Garms también corrió hacia ella y desató su puño enrojecido con fuerza.

Justo cuando sus cuerpos iban a chocar, lo que estalló fue el golpe del enano, envuelto en viento.

—¿¡Gahhh, ah……!? —El cuerpo de Elmina, golpeado en el centro del pecho, rodó por el pasillo.

El golpe definitivo que alcanzó su núcleo.

Rebotó varias veces en el suelo de piedra antes de que su cuerpo finalmente se detuviera. Aún así, la mujer seguía moviéndose, retorciéndose.

—…¡Todavía…! …¡Yo todavía…!

—… ¿Aún se va a levantar?

—Ella también es una guerrera obstinada…

Garms y Ryuulu murmuraban, con un escalofrío, mientras veían a Elmina, que, arañando el suelo con sus uñas, intentaba levantarse con su cuerpo convulsionado.

Arrastrándose, con el velo manchado de sangre, Elmina se puso de pie con dificultad, temblando.

—¡Yo, Olna…! ¡Solo a Olna…!

—…¡Basta ya, Elmina!

—¡!

En ese momento…

Olna, quien había estado observando en silencio con las uñadas clavadas en sus brazos, corrió hacia Elmina.

—Sabía lo que sentías… mataste por mí y me protegiste…

La joven tenía un «secreto».

Había quienes en el castillo querían hacerse con ese «secreto». Elmina había eliminado a aquellos que intentaban hacerle daño a la joven. Sin eso, tal vez la chica no estaría allí en ese momento.

Fue también por esa época cuando Elmina, aliada con el rey, creó la «jaula» para la joven.

—Te odiaba… por matar gente por mí… —Frente a la dañada y herida Elmina, tras dudar varias veces, Olna confesó la «mezcla de amor y odio» que ella misma no podía manejar—. Pero no pude detenerte. Lo habías perdido todo. Pensaba que yo no podía hacer nada… Y sobre todo, temía que si te detenía, tu corazón se rompiera…

—¡……!

—Temía que realmente pudieras quedarte «sola», eso pensaba. —Lo que recordó fueron las preguntas y respuestas que le había hecho a cierto payaso.

Todavía no sabía cómo acercarse a ella. Así lo dijo Olna.

Transmitir lo que quería decir con una mirada directa. Eso era todo. Así lo había dicho Argonauta.

Siguiendo su consejo, Olna miró fijamente a Elmina, con los ojos llenos de la misma expresión.

Ambas, sin conocer el calor de otro ser humano, compartían la misma mirada.

Las palabras de Olna llegaron por primera vez a Elmina, quien contenía la respiración.

—Pero, ya está bien. Ya está bien, Elmina…

Fue entonces cuando Elmina se dio cuenta por primera vez de que el corazón de la joven aún lloraba.

—No quiero vivir en una «jaula». Quiero seguir el camino que elegí… es por eso.

Tras desvelarse el pasado, perder su armadura protectora y ver cómo sus obsesiones se resquebrajaban, la amazona que había rechazado rotundamente la «muerte de Olna» tenía que aceptar la «vida de Olna».

De lo contrario, como había señalado Feena, seguiría ahorcando a Olna con las frías cadenas hasta matarla.

—Gracias por protegerme hasta hoy… Elmina.

—…… —Ante las primeras palabras de agradecimiento que escuchaba de su «hermana», la fuerza de Elmina desapareció.

Como una marioneta con los hilos cortados, su cuerpo cayó de rodillas al suelo, abandonando toda intención de seguir luchando.

—…Doña Olna, Lady Feena, por favor, sigan adelante. Como pueden ver, nosotros estamos gravemente heridos y no podemos movernos.

—Es de lo más lamentable, pero… ya no puedo moverme ni un paso más.

Con la batalla finalmente terminada, Ryuulu y los demás sintieron cómo se rompía la tensión.

Ryuulu se apoyó contra la pared, apenas evitando caer, mientras que Garms, quien había sufrido las peores heridas, se agachó de manera firme, como si estuviera preparando su cuerpo para mantenerse erguido.

Aunque su brazo derecho estaba roto, Feena y la ilesa Olna, que habían sido protegidas por Garms en la retaguardia, eran las únicas cualificadas a seguir adelante.

—Por favor, salven a Don Ar, ayúdenlo.

—Ryuulu… ¡Está bien! —Con una firme expresión, Feena asintió mientras Ryuulu le prestaba la vaina de su espada, que usó como un improvisado apoyo para su herida.

—Elmina…

Al salir del lugar junto a Feena, Olna pasó junto a la mujer y susurró.

—La próxima vez, si nacemos de nuevo… espero que realmente podamos ser hermanas.

—¡¡……!!

El rostro de Elmina se distorsionó con la sensación de lágrimas.

Sin esperar respuesta, Olna continuó caminando junto a Feena hacia las profundidades del Gran Laberinto.

El eco de sus pasos distantes se fue apagando.

—…Esta lucha, no tiene sentido. —Con la cabeza gacha, Elmina murmuró con desesperanza—. No es nada más que una lucha por derrotar a un solo toro furioso… no es más que eso.

Era la verdad.

Esta «cacería de toro» no era una guerra sagrada para salvar al mundo.

No importaba cuánto sudor, lágrimas y sangre se derramaran, ni siquiera si lograban derrotar al toro; la era de la desesperación no terminaría.

Lo que aguardaba después era una infinita horda de monstruos.

La invasión de los monstruos que brotaban del «Gran Abismo» en el extremo del continente no cesaría.

—Incluso si superan esto… ustedes morirán. Olna y nosotros… no tenemos futuro. —Con una mirada vacía y sin fuerza, Elmina predijo el futuro en lugar de Olna mientras observaba el suelo.

—No, sí que tiene significado. —Sin embargo, Garms negó esas palabras.

—El camino que hemos abierto será seguido por nuevos Héroes que se alzarán y asumirán el peso de esta era. —Ryuulu, mientras tanto, recogió los restos de su lira rota y, acariciándola con ternura, añadió—: Eso es lo que significa el «Mito de los Héroes»… ese futuro que ese payaos anhelaba.

Ignorando la expresión de asombro en el rostro de Elmina al levantar la vista, Garms miró hacia lo alto y esbozó una sonrisa.


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