Remake Our Life!
Vol. 9 Capítulo 2. Yo y la lluvia Parte 2
Alrededor de las 10, Shinoaki salió de casa y nosotros comenzamos con la limpieza.
En la casa de los Shino había un gran trastero, que al parecer querían ordenar, así que Jin-san y yo nos pusimos guantes y mascarillas para enfrentarnos al reto.
—Como era un sitio práctico, empezamos a meter allí todo lo que no sabíamos dónde poner. Ya una vez, cuando mi esposa falleció, lo ordenamos, pero desde entonces ha estado completamente abandonado.
Lo que significaba que llevaba casi diez años sin tocarse.
—Entiendo. Estoy listo, ayudaré con gusto.
—Jajá, entonces te lo agradezco mucho con ese espíritu. Bien, vamos a abrirlo.
Diciendo esto, Jin-san abrió lentamente la puerta de madera del trastero.
—¡Uah!
En ese instante, el polvo del interior se alzó de golpe. El polvo acumulado en el atelier ya era bastante, pero aquí el nivel era claramente distinto.
—Lo siento mucho, hacerle pasar esto a un invitado… —Jin-san se rascó la cabeza con expresión apenada.
Según lo que me había contado Shinoaki, Jin-san era como un superhombre que podía hacer de todo: era bueno en los deportes, en los estudios, y por supuesto la cocina era su gran especialidad. Después de la muerte de su esposa, se encargaba solo de las tareas del hogar. Sin embargo, había una cosa con la que no podía: la limpieza y el orden. Esa parte solían manejarla sobre todo Shinoaki y Yuu-kun.
—No sé, simplemente se me da mal tirar cosas… Mi esposa y Aki también tenían algo de eso, pero yo soy el peor con diferencia.
Shinoaki, al juzgar por cómo tenía su habitación, parecía del tipo que limpia pero no sabe ordenar. Si su padre era peor que eso, la situación debía de ser complicada.
—Entonces… ah, esto sí que nos va a llevar bastante tiempo, ¿verdad?
Después de que el polvo terminara de asentarse, eché otro vistazo al interior del trastero.
Había estanterías más altas que nosotros alineadas a los lados y al fondo, repletas de todo tipo de objetos.
Los libros que en teoría debían estar colocados en esas estanterías estaban apilados en montones sobre el suelo, formando casi colinas de papel.
En otras palabras, para poder ordenar esas estanterías…
—Primero hay que hacer algo con esta montaña de libros, ¿no?
Al oírme, Jin-san adoptó un gesto aún más apenado y dijo:
—Así es, lo siento mucho… —Se inclinó en una pequeña reverencia.
—Bueno, vamos a ponernos manos a la obra. Si no movemos las manos, esto no se resolverá solo.
Por lo pronto, empezamos por sacar todos esos libros fuera del trastero. En este tipo de situaciones, lo mejor no era estar hurgando dentro del espacio estrecho, sino vaciar el contenido en un lugar amplio y luego organizarlo desde cero.
Como la habitación de Jin-san estaba cerca del trastero, le pedí que la liberara un poco y comenzamos a colocar allí los libros y otros objetos planos uno tras otro.
—Ah, por favor, cuide su espalda, —le dije, guiado por una experiencia futura.
—Sí-sí, tienes razón. De hecho, llevo una bomba en la espalda, por así decirlo…
Todo hombre que había llegado a cierta edad parecía cargar con esa bomba en la parte baja de la espalda, y Jin-san no era la excepción.
Así que evité que cargara objetos pesados y me encargué de mover casi todo, mientras le iba explicando cómo clasificar los objetos en la habitación, de modo que pudiéramos dividir el trabajo eficientemente.
La limpieza avanzó de forma bastante fluida, y Jin-san no tardó en dejar escapar una exclamación de admiración.
—Es impresionante. ¿te dedicabas a este tipo de trabajo o algo así, Hashiba-kun?
—Sí, trabajé organizando el inventario de una librería especializada… Ah. —Por inercia, estuve a punto de hablar de lo que pasaría diez años después.
—¿Una librería especializada?
—Aah, bueno, era un trabajo de medio tiempo. Eran libros para aficionados, había tantos que aprender a organizarlos resultó una buena experiencia.
Jin-san asintió diciendo «Ya veo», satisfecho con la explicación, pero yo había estado cerca de soltar algo raro.
La verdad es que trabajar como empleado en una tienda para otakus implicaba organizar montones de inventario, por lo que uno mejoraba bastante en clasificación y orden.
Esa técnica que había estado usando, de mover primero todo a un espacio más amplio antes de empezar a organizar, era algo que había aprendido en la temporada de encargos durante el verano e invierno.
Pasé malos ratos en aquel entonces, pero ahora que lo pienso, fue una buena experiencia.
No hay nada verdaderamente inútil en la vida.
—Bueno, voy a traer el último montón, —dije, y me dirigí al fondo del trastero.
Allí había un bulto compuesto por papeles gruesos y lienzos apilados. Lo levanté de un solo empujón, soltando un «¡eso es!» mientras lo cargaba.
¿Qué será? ¿Tareas de Shinoaki o de Yuu-kun, tal vez?
A pesar de su tamaño, no era tan pesado. Lo llevé sin problemas hasta la habitación de Jin-san.
—Bien, esto es lo último… Ah.
Justo al dejar el montón en el suelo, una de las hojas gruesas que estaba encima se deslizó y cayó al piso, dándose la vuelta.
Era una pintura.
Hecha con acuarela, mostraba un cielo azul intenso que contrastaba con una chica vestida de blanco. Sus colores vivos y la composición amplia dejaban una fuerte impresión.
Era la primera vez que veía esa pintura, pero no había duda de que ese estilo me resultaba familiar.
—¿Esta es… una pintura de Aki-san?
Ante mi pregunta, Jin-san sonrió y negó con la cabeza.
—Así parece, ¿verdad? Pero no, no lo es.
—¿Eh? ¿Entonces de quién…? Ah. —Mientras hablaba, me di cuenta de que había hecho una pregunta bastante tonta.
—Tal como imaginas. Esta es una pintura que hizo mi esposa.
—La madre de Aki-san… Ya veo.
El uso del color, la composición, y sobre todo, la expresión del personaje, ese estilo tan particular que transmitía calidez al espectador… Todo en la obra era tan parecido que parecía una versión trasladada directamente a otra persona.
—Creo que esta pintura la hizo cuando Aki era apenas una niña, en la época en que empezó a decir que también quería pintar. Por eso, seguro que ella también la recuerda bien.
—Vaya…
Al observarla después de oír eso, me pareció que esa obra contenía toda la esencia de Shinoaki.
—Ya que estamos, ¿quieres ver otras pinturas?
—Sí, por favor.
Al responderle, Jin-san trajo desde otro estante varios cuadernos de bocetos y lienzos.
Había pinturas al óleo, acrílicos, bocetos a lápiz… Algunas estaban hechas sobre papel grueso tipo Kent[1], otras sobre abanicos, papel japonés[2], incluso sobre vidrio.
Todas esas obras, realizadas con diversas técnicas, no se encasillaban en lo común; eran piezas extraordinarias que valoraban un estilo y una atmósfera únicos.
—Era una artista local, pero llegó a llamar la atención incluso en Tokio y Osaka. También hizo ilustraciones publicitarias y diseños para papel de regalo en grandes almacenes.
Al parecer, mientras era capaz de pintar cualquier cosa, sus obras siempre mantenían una alta calidad y encanto, hasta el punto de que se estaba gestando la idea de organizar exposiciones y publicar libros de arte.
—No sé bien cómo decirlo, pero me… me gustan mucho. Son muy cálidas.
Era una sensación muy parecida a la que tuve al ver las pinturas de Shinoaki.
Si tuviera que señalar una diferencia, diría que, en comparación, las pinturas de la madre de Shinoaki transmitían no solo calidez, sino también fortaleza.
—Son cuadros amables y hermosos, ¿verdad? Pero mi esposa… Yuki, pintaba literalmente a costa de su vida. —Su tono amable pasó gradualmente a uno más neutral y sereno.
Sus ojos eran muy parecidos a los de Shinoaki cuando hablaba de su madre.
—Desde el principio, no fue una persona de salud fuerte. Pero cuando empezó a trabajar, se enfermaba constantemente. Aun así, yo sabía cuánto significaba la pintura para Yuki, así que nunca le exigí que se detuviera. —Jin-san tomó la pintura del cielo que yo tenía en las manos y la observó con profunda nostalgia—. Pero crear algo… implica usar una gran fuerza, tanto física como mental. Y cuando me di cuenta de eso, Yuki ya no estaba en este mundo.
Jin-san enrolló con cuidado la pintura que tenía en las manos y la aseguró con una goma elástica.
—Aki vio a su madre así desde siempre, a su lado. Lo extraño es que, a pesar de que debía sentirse sola tras perderla, enseguida empezó a dibujar también.
Los recuerdos regresaron.
Aquella noche en que, por primera vez, reconocí a Shinoaki como alguien que vivía para dibujar. La recordé moviendo el lápiz con una concentración absoluta, como si no existiera nada más en el mundo aparte de su dibujo. Esa imagen volvió vívidamente a mi mente mientras escuchaba las palabras de Jin-san.
—Viendo eso, uno debería saber a dónde lleva ese camino. Aun así, Aki no ha dejado de dibujar, y ahora incluso está buscando un trabajo en el campo de la ilustración.
—Sí… es verdad.
Como alguien que había estado involucrado en ese proceso, escuchar aquello me resultó doloroso.
Pero no podía hacer como si no lo hubiera oído.
—Yo también quiero apoyarla, de verdad. Pero entiendo muy bien cómo se siente Yuu-kun. Por un lado, deseo que Aki dibuje libremente; pero por otro, no quiero que termine como su madre.
Jin-san se detuvo ahí y me miró.
—He oído hablar de ti por Aki. Has estado ayudándola en su trabajo, ¿verdad, Hashiba-san?
—Sí, así es. He estado colaborando con ella.
Al responderle, Jin-san bajó la cabeza con suavidad.
—Sé que es una petición que quizás no me corresponde hacer, pero… por favor, cuida de Aki.
—A-ah, por favor, no haga eso…
Que alguien de la edad de mi padre se inclinara así ante mí me llenó de culpa al instante.
Pero Jin-san no levantó la cabeza.
—Cuando se concentra en pintar, Aki pierde la noción del tiempo y de su estado físico. Estoy seguro de que también le pasa en la universidad. Por eso… aunque sea un poco, cuando veas que está así, ¿podrías decirle algo, hablarle?
Era una petición tan sincera y sentida que no pude rechazarla.
Sabía bien que Shinoaki se olvidaba de todo cuando se sumergía en el dibujo.
Incluso me sorprendía que no se hubiera desmayado antes, considerando lo mucho que se entregaba completamente a su arte.
Si era honesto, igual que cuando ella me preguntó directamente, quería responder que aún lo estaba pensando. No creía poder dar una respuesta definitiva en ese momento.
Sin embargo, al pensar en los sentimientos de Jin-san y de Yuu-kun, yo…
—…Sí, lo entiendo. —No tuve más opción que responder así.
—Perdón por pedirte algo como esto. —Cuando Jin-san levantó la cabeza, su expresión seguía siendo de profunda soledad.
◆
Un bar de whisky [3] en Nagahoribashi que solo conocíamos Horii-kun y yo. Al tener casi la seguridad de que no encontraríamos conocidos allí, ese lugar se había convertido en nuestra base de operaciones.
—Salud.
El tintineo de los vasos fue suave, sin mucho entusiasmo.
—Horii-kun, ¿qué pasa? Se te ve apagado. —Le dirigí esas palabras a mi antiguo compañero de clase, que mostraba un leve cansancio. Entonces él respondió:
—No es nada. Más bien tú, Kanou-san… parece que ya no ves a nadie más que a mí. ¿Te cansaste de las relaciones humanas? —Me lo devolvió sin piedad.
Desde que empecé a trabajar en la universidad, había dejado de ver a mis amigos de la época de estudiante.
La universidad, cuando eres alumno, puede parecer un lugar despreocupado, pero al formar parte del personal, te ves obligado a integrarte en una organización bastante estructurada.
En esa posición, reunirme con mis antiguos amigos me desestabilizaba emocionalmente. Muchos de ellos eran personas extremadamente libres, e incluso algunos se dedicaban a actividades anárquicas. No faltaban quienes mostraban abiertamente una actitud rebelde hacia mí.
—Ni siquiera es que represente algo como un organismo oficial, ¿sabes? —Suspiré, haciendo sonar el vaso con el whisky diluido bastante cargado.
—No se puede evitar. En nuestra generación, fuiste la única que, en cierto sentido, tuvo éxito. Para los que no lograron convertir el arte en su trabajo, tú debes de parecerles una molestia.
—Jajajá, y eso que aquí estoy completamente aislada.
Encogí los hombros, y mi viejo amigo frente a mí hizo lo mismo.
—¿Y qué dices tú, toda una profesora asociada de universidad? Ah, cierto… ahora ya eres profesora titular, ¿no?
—Sí, aunque no sea un puesto para «asistir» a los profesores, ¿eh? Pero vamos, esas designaciones me dan igual.
Aun así, aquí todavía se estaba bastante bien. Tenía amigos trabajando en otras universidades que me contaban historias espantosas. Algunos hablaban de luchas de poder, pero eso pasa en cualquier sitio donde haya dos personas o más; no es exclusivo del mundo académico.
Cuando le solté esas quejas a Horii-kun, que trabajaba en una empresa del sector privado, me dijo:
—Tienes toda la razón. Justo ahora están empezando a surgir líos parecidos por mi lado.
—Sabía que algo así podía pasar… ¿Lo del presidente?
—Ajá. Mira esto, léelo un momento.
Me entregó algunos informes, que leí en silencio rápidamente.
Ni siquiera había llegado a la segunda página cuando una mezcla de ira e incredulidad empezó a hervir dentro de mí.
—¿Ese tipo quiere matar a alguien otra vez? Si le mete esta carga tan descarada al equipo de desarrollo, seguro alguien va a terminar destrozado.
Horii-kun asintió profundamente.
—Debe haberle dolido mucho que el grupo del vicepresidente tuviera éxito con ese otro negocio. Pero con los ingresos actuales del área de software, no pueden costear ampliar la línea de producción. Así que…
—Así que piensan reducir el tiempo de producción en las líneas actuales y, al mismo tiempo, aumentar la cantidad de desarrollos, ¿verdad?
¿De verdad pensaba que ya habíamos olvidado lo de hace diez años? Ese hombre…
—Esto no se lo puedo enseñar a Koh-kun, —dijo Horii-kun, frunciendo el ceño con una expresión de incomodidad poco común en él, llevándose una mano a la cabeza.
—No… esta vez sí vamos a ver sangre de verdad.
Los ojos fríos de Koh-kun aquella vez… Conociendo al padre, seguro ni se enteró de lo que pasó. Pero ni Horii-kun ni yo íbamos a olvidarlo jamás.
—En fin… —Horii-kun soltó un gran suspiro—. Con la situación actual, no es realista dividir la línea del departamento de desarrollo. Pero tampoco podemos contratar nuevos empleados ni por ingreso ni por medio tiempo. Así que no hay otra opción más que enviar a los «niños soldados».
—No me digas que…
—Sí. Creo que a Koh-kun lo pondrán en una posición todavía más importante.
Instintivamente, miré al cielo.
No parecía una propuesta realista. Esto no era la época inicial de la industria de los videojuegos ni los comienzos de los juegos bishoujo . ¿De verdad pensaban que podían poner a trabajadores de medio tiempo en la línea de fuego y aun así convertirse en una empresa respetable?
Seguramente ellos —los jóvenes— se sentirían halagados por la «oportunidad» y trabajarían con todas sus fuerzas. Pero independientemente de si los resultados eran buenos o malos, la empresa no les garantizaría ni el orgullo como creadores, ni mucho menos respaldo físico o emocional.
Podía decirlo con seguridad: los dejarían completamente abandonados.
—Pero también sé que dejarlo así no le haría bien a Koh-kun. Por eso estoy pensando en incluir a Hashiba como su asistente.
—Y por eso me hablaste a mí.
Horii-kun asintió y suspiró con expresión de disculpa.
—¿Se lo vas a explicar?
—Por supuesto. Por eso te lo estoy informando primero a ti. Pero también creo que esto puede ser una oportunidad para Hashiba. Incluyendo una posible contratación como empleado fijo.
En ese momento, Horii-kun se bebió de golpe lo que quedaba en su vaso.
—Koh-kun está solo. Desde aquello, incluso nosotros nos hemos distanciado de él. Pero confía en Hashiba, y se respetan mutuamente. Quiero que él sea el que lo frene si llega a descontrolarse.
Esta vez fue mi turno de suspirar.
—Hashiba ahora mismo está preocupado por el futuro de sus compañeros.
—He oído un poco. ¿Sobre si debe dejarlo estar o mandarlos al infierno?
—Sí. Pero ese chico… creo que ya tiene su respuesta. No, mejor dicho, si pienso en todo lo que ha vivido hasta ahora, siento que en realidad nunca tuvo otra opción desde el principio.
Exacto. Con el Hashiba de ahora, aunque dudara un poco, solo podría haber una conclusión.
Pero esa conclusión seguramente lo llevaría a un choque con Koh-kun y…
—…Ya veo, podría terminar dándole aún más desesperanza a Koh-kun, ¿no?
Ante sus palabras, asentí en silencio y levanté mi vaso con calma.
La bebida que brillaba dentro del vaso era de esas que costaban lo suyo. Pero si hablábamos de sabor, el alcohol barato que bebíamos todos juntos en la universidad, entre risas y alboroto, sabía mil veces mejor.
Charlábamos tonterías mientras nos dábamos palmadas en los hombros, caminábamos por la calle llevados por la borrachera, y algo que alguien decía o hacía nos hacía reír hasta sentir que íbamos a morir de tanto reír. Y luego caíamos rendidos y dormíamos como si el mundo se hubiera detenido. Ese shochu [4] barato que tomábamos entonces, sabía delicioso.
Ahora, las palabras atrapadas por compromisos y el cuerpo que apenas respondía necesitaban alcohol como gasolina. Pero ese alcohol sabía amargo, y en el estómago solo lograba disolver el corazón en una mezcla turbia. Si alguien preguntaba por qué no dejábamos de beber entonces, solo decíamos que sin eso no podíamos seguir adelante.
Nos volvimos más torpes al disfrutar el alcohol a medida que envejecíamos.
—Nos hemos convertido en adultos de mierda, ¿verdad?
—Sí… Precisamente por eso, quiero hacer todo lo posible para que ellos no se conviertan en adultos como nosotros.
Sus palabras me calaron más hondo que cualquier trago de alcohol.
¿Qué significa ser creativo, Hashiba?
◆
La limpieza del trastero terminó al atardecer.
Menos de una hora después, Shinoaki y Yuu-kun regresaron, y los cuatro volvimos a cenar juntos.
—Como ayer no pudimos comerlas, ¿qué les parece si preparamos algo con ostras esta vez? —dijo Jin-san.
Shinoaki también se alegró con la idea.
Como no me sentía cómodo sin hacer nada, me puse a ayudar en la cocina con los preparativos, mientras observaba de reojo a Shinoaki y Yuu-kun.
Shinoaki no parecía haber cambiado en absoluto. Veía un programa local de la zona y, de vez en cuando, soltaba una risa alegre.
Pero Yuu-kun, aunque estaba viendo lo mismo, no sonreía. Tal vez siempre era así, pero las palabras que dijo ayer todavía me rondaban la cabeza.
Parece que tiene muchas cosas en mente…
Me sentía un poco inquieto por lo que Koh-kun podría llegar a decirme, pero en la cena, al igual que el día anterior, no dijo una sola palabra. La comida transcurrió en calma.
Aun así, no podía decir que estuviera tranquilo por dentro.
Los tres llevan muchas emociones dentro.
Aunque todos se preocupaban profundamente los unos por los otros, lo que pensaban no terminaba de coincidir.
En medio de todo eso, yo era el único que no podía hacer nada y me sentía fuera de lugar.
No lograba tomar una decisión con determinación, ni tampoco podía concentrarme plenamente en preocuparme por los demás.
¿Qué se supone que debería hacer a partir de ahora…?
A pesar de que, al igual que la noche anterior, la cena estuvo deliciosa, me di cuenta de que apenas recordaba el sabor de lo que había comido. Mi mente estaba tan llena de otros pensamientos que no me había quedado espacio para disfrutar de la comida.
Mañana, antes del mediodía, tomaría el tren bala de regreso. En el camino de vuelta, tenía pensado continuar la conversación que había dejado pendiente con Shinoaki.
Pero todavía no era capaz de llegar a una conclusión dentro de mí. Incluso mientras me sumergía en la bañera y pensaba en mil cosas, no lograba dar con ninguna respuesta.
No tiene caso… mejor me voy a dormir.
Resignado a que probablemente ya no hablaría con Yuu-kun, salí del baño y volví a la habitación japonesa. Justo cuando abrí la puerta corrediza…
—¿Eh…?
Me di cuenta de que había una nota con una hora y un lugar escrita, colocada sobre el futón.
◇
Un poco alejado de la casa de Shinoaki, había un pequeño santuario local llamado Santuario Sannomiya.
Lo había visto de camino a la casa y, al mencionarlo en conversación con Shinoaki, ella me había contado que ahí se realizaban festivales de verano y torneos de sumo, y que era un lugar muy familiar para la gente del barrio.
Cuando fui al lugar a la hora indicada, tal como había supuesto, allí estaba Yuu-kun, de pie.
Al verme, me dio la impresión de que estaba un poco sorprendido, como si pensara: «¿Así que viniste, después de todo?».
Pero no hubo un saludo ni nada por el estilo. Como siempre, me miraba con una expresión llena de tensión.
—Esto… entonces… ¿de qué se trata? —Como quedarse en silencio no haría avanzar nada, decidí romper el hielo. Sabía, sin lugar a dudas, de qué quería hablar. Era sobre Shinoaki, claro.
—¿Es cierto que tú estás supervisando el trabajo de ilustración de mi hermana?
No era del todo exacto, pero en esencia, lo que decía era cierto.
—Sí, así es. Me encargo del cronograma, del contenido, esas cosas…
Justo cuando me disponía a explicarle con más detalle, él me interrumpió bruscamente.
—Deja de hacerlo.
—¿Eh?
—Quiero que dejes de hacer eso. Mi hermana… no debería estar trabajando como ilustradora. No debe hacerlo. —Yuu-kun dijo como si escupiera las palabras, mirándome con furia—. ¿Tú sabes lo que pasó con mamá? Mamá murió por culpa de la pintura, por esforzarse demasiado. ¿Quieres que mi hermana termine igual?
De repente, Yuu-kun empezó a soltar palabras una tras otra, casi atropelladamente. Aunque ya me lo habían mencionado antes, que me lo arrojara así de golpe, con una crudeza tan directa, me dejó desconcertado.
—Espera un momento, cálmate, Yuu-kun…
—¡¿Cómo esperas que me calme?! —Su voz resonó por todo el silencioso recinto del santuario.
Inconscientemente, me quedé callado. El ambiente se sumió en un breve silencio.
Nos quedamos mirándonos, sorprendidos. Incluso Yuu-kun parecía desconcertado por sus propias palabras, como si no hubiese planeado levantar tanto la voz.
—…Perdón. Perdón por gritar así. Pero… —Yuu-kun apretó con fuerza los puños, haciendo un esfuerzo por continuar hablando—. Cuando me enteré de que mi hermana quería ir a una universidad de arte, le pregunté muchas veces. Le dije: «No vas a ir para pintar, ¿verdad? Vas para estudiar cine, ¿verdad?». Pero cada vez que volvía a casa, ella no hablaba de otra cosa que de dibujo. Pensé que era igual que mamá. Por eso…
Era normal que hablara movido por la emoción; después de todo, era joven. Y más aún si se trataba de la muerte de un familiar. Seguramente, todo lo que había hecho hasta ahora había sido el resultado de actuar como mejor sabía, con el corazón en la mano.
—¿Puedo contarte ahora mi parte?
Yuu-kun asintió suavemente con un «sí».
—Es cierto que yo estoy apoyando a Aki-san con su trabajo como ilustradora. En eso no hay error. Si vas a culparme por eso, no tengo ninguna excusa que darte.
Él asintió en silencio.
—Pero fue ella quien eligió dibujar. Así que, si tú me estás pidiendo que la detenga, entonces no puedo hacerlo. —Sabía que era una jugada algo sucia, pero decidí adelantarme.
Lo más probable era que eso fuera lo que él quería de mí.
Pero él negó con la cabeza.
—Lo entiendo. Además, sé que aunque se lo diga, mi hermana no va a dejar de dibujar. Si eso sirviera de algo, ya lo habría hecho hace tiempo… —Con expresión difícil, Yuu-kun bajó la cabeza y exhaló profundamente.
Luego volvió a mirarme y dijo:
—Pero tú cuentas con su confianza. Mi hermana siempre habla de ti. Y creo que contigo sí escucharía lo que le dijeras sobre su salud, mucho más que si se lo digo yo. —Sus palabras eran sinceras, llenas de esfuerzo y de una rectitud que me conmovió—. Por favor. No te pido que le digas que deje de dibujar. Solo quiero que cuides de su salud. Solo con que se lo digas tú desde tu posición, creo que las cosas serían diferentes. Así que, por favor… —Yuu-kun hizo una profunda reverencia mientras decía—: Te lo ruego.
—Pero si yo… si yo no he hecho nada…
Mientras respondía eso, sentí que no había acto más cobarde que ese.
Lejos de no haber hecho nada, fui yo —este «yo que no ha hecho nada»— quien elogió los dibujos de Shinoaki, quien planeó cosas que se convirtieron en trabajos, quien la presentó a Kuroda, y quien la impulsó por el camino de ilustradora. ¿Con qué cara decía ahora que no había hecho nada?
Las palabras y el comportamiento de Yuu-kun, que pensaba de forma pura en su hermana y se preocupaba sinceramente por su familia, resonaron dentro de mí, ensuciado por mis propios sentimientos. Era tan distinto a mí que, por un momento, quise salir corriendo.
Alguien como yo no podía rechazar un ruego tan sincero, aunque fuese lo mínimo que podía hacer.
—Entendido. Se lo diré bien a Aki-san, así que por favor, levanta la cabeza, —le pedí—. Te lo ruego.
—¿De verdad…? —Cuando Yuu-kun levantó la cabeza, parecía que tenía los ojos ligeramente humedecidos.
Cobarde como era, solo pude decirle un «sí» mientras apartaba la mirada. Sinceramente, no me atrevía a mirarlo directamente a la cara.
En el recinto del pequeño santuario se extendía un pequeño bosque, distinto del entorno de la zona residencial.
Entre el follaje de los árboles espesos, la luna y las estrellas se asomaban a ratos. No sabía por qué Yuu-kun había elegido este lugar, pero seguramente él y Shinoaki habían pasado aquí tiempo juntos en el pasado.
Una hermana y un hermano tan unidos… y ahora, por mi implicación, acabaron envueltos en un dolor como este. Aunque no fuera una culpa directa, sabía que esa carga jamás desaparecería.
La luna brillante y las palabras de agradecimiento de Yuu-kun resonaron dentro de mí, con una profunda sensación de vacío.
◇
—Hubiera estado bien si hubiéramos tenido más tiempo para tomárnoslo con calma.
—No, está bien. Tengo trabajo, y clases también… volveré cuando tenga vacaciones.
A la mañana siguiente, decidimos salir un poco antes de la casa de la familia de Shinoaki.
La razón oficial era que queríamos comprar algunos recuerdos y que, una vez llegáramos a Osaka, aún teníamos cosas que hacer.
Pero, siendo sincero, ya me estaba empezando a resultar difícil permanecer allí. No hacía falta decir que estaban pesando en mí la conversación con Jin-san… y la promesa que había hecho a Yuu-kun.
—Perdón por todas las molestias. La próxima vez, les enviaré algo rico de Nara.
Habíamos traído algunos recuerdos de Osaka como muestra mínima de cortesía, pero ni de lejos alcanzaban para compensar todo lo que la familia de Shinoaki había hecho por mí.
—No, no hay problema. Y además, Hashiba-san, eso… —dijo Jin-san con la misma expresión amable que había mostrado desde nuestra llegada—. Cuida bien de Aki, por favor, —me pidió, inclinando la cabeza una vez más.
A su lado, Yuu-kun también hacía una reverencia en silencio.
—…Sí, entendido, —respondí, inclinando la cabeza igual que ellos.
Shinoaki, viéndonos a los tres, se echó a reír suavemente.
—Parece que me estuvieran despidiendo para algún viaje o algo, los dos, —dijo, sonriendo alegremente.
Como la estación no estaba muy lejos, decidimos regresar caminando. Durante el camino hacia la estación Hatae, ella me fue señalando lugares: «Aquí pasaba cuando iba a la primaria», «Aquí solía jugar con mis amigos», y cosas por el estilo.
Cuando ya estábamos cerca de llegar a la estación, Shinoaki me preguntó de repente:
—Kyoya-kun, ¿de qué hablaste con Yuu-kun ayer?
Por un momento, casi me trabé al responder.
—Nada, solo me pidió que cuidara de ti, —respondí. No podía contarle los detalles, así que dije algo que no fuera mentira, pero tampoco demasiado específico.
—…Ya veo, —respondió simplemente.
Cruzamos el puente que conectaba con el andén y esperamos el tren hacia el aeropuerto de Fukuoka.
Como habíamos salido de casa según el horario del tren, no pasó mucho tiempo hasta que llegó. Desde allí, era un solo viaje hasta el aeropuerto.
El vagón no estaba muy lleno. Habíamos evitado a propósito la hora pico, así que pudimos sentarnos con comodidad.
Nos sentamos uno al lado del otro y soltamos un suspiro de alivio.
El tren comenzó a avanzar lentamente. Pasó una estación, luego otra, y cuando dejamos atrás la estación de Imajuku, Shinoaki rompió el silencio.
—Kyoya-kun, gracias por venir conmigo.
—No, no fue nada, —respondí, y luego añadí—: Tienes una familia maravillosa.
—Sí… los quiero mucho, a los tres, —dijo.
Al escuchar «a los tres», sentí un leve pinchazo en el fondo de mi cabeza.
Aquel atelier lleno de luz, que me parecía parte de un mundo lejano, volvió vívidamente a mi memoria.
—He pensado en por qué me gusta tanto dibujar, por qué puedo concentrarme tanto cuando lo hago, —dijo Shinoaki, comenzando a hablar en voz baja—. Como siempre estuve viendo a mamá dibujar, pensaba que quería ser como ella.
Shinoaki abría y cerraba lentamente su mano derecha. No sabía si estaba mirando su propia mano o tratando de recordar la de su madre.
—Por eso creo que, cuando dibujo, me convierto en mi madre. Aunque ya no está, cuando dibujo, siento que está conmigo. —Un pequeño «jejé», una mezcla entre una risa y un suspiro, escapó de los labios de Shinoaki—. Así que, aunque sea injusto con Yuu-kun y con papá, al final no pude dejar de dibujar. Puede que sea egoísta, pero eso es como yo era.
Hubo un tiempo en que había comparado a Shinoaki con un monstruo.
Esa chica era increíble. Creaba cosas diferentes a las de los demás, hacía cosas distintas a las de los demás.
Pero seres así, tras su grandeza, escondían una gran fragilidad. Kuroda lo había señalado, y yo mismo lo había presentido de alguna forma.
Fue al venir a Fukuoka que finalmente comprendí esa fragilidad.
Ella no dibujaba simplemente porque le gustara. Estaba intentando llenar el vacío de su familia perdida a través del arte.
Sin embargo, esa imagen suya aparecía ante sus seres más queridos como algo peligroso, inquietante.
Y eso… me parecía terriblemente triste.
—Shinoaki, —susurré.
No creo que la estuviera llamando realmente.
—Como dijiste antes… ¿por qué no intentas tomarte el trabajo con más calma?
—¿Kyoya-kun…? —preguntó Shinoaki, mirándome con una expresión de ligera sorpresa.
—Digo, el tiempo que le dedicas al proceso, la cantidad de trabajo… Hazlo dentro de tus límites, sin forzarte, y convierte eso que haces en tu trabajo. Si lo haces así…
Si lo hacía así, ella…
—Creo que entonces también podrías mostrarle a tu familia, de forma clara, que estás trabajando como ilustradora, Shinoaki.
—…… —Ella permaneció en silencio.
—No es lo mismo que has venido haciendo hasta ahora, así que puede que te sientas algo confundida. Pero creo que lo que pasó esta vez fue una buena oportunidad. Así que, aunque sea poco a poco, tratemos de cambiar las cosas, —le expresé lo que pensaba.
Pensaba que si ella seguía viviendo como un «monstruo», sería algo demasiado triste.
Recordé las palabras de Yuu-kun:
«No le digas que lo deje, solo cuida de ella, por favor.»
Exacto. Nadie le había pedido que dejara de dibujar. Solo se trataba de encontrar un equilibrio, de que Shinoaki pudiera trabajar sin sobrecargarse. Y eso era algo bueno.
Como productor, como alguien que debía cuidarla, eso era algo que se daba por hecho. Pero yo… había perdido de vista esa obviedad.
Durante este viaje a Fukuoka, me pregunté muchas veces para qué había venido, pero ahora sentía que finalmente lo entendía.
Había venido para recibir un encargo. Para que cuidara de la existencia llamada Aki Shino. Había venido para que me encomendaran el cambio de Shinoaki.
Estoy seguro de que fue una señal que ella me mostrara voluntariamente el antiguo estudio de su madre. Y también que me hablara de su familia, y de lo que había sido una mentira. Ahora pensaba que todo eso lo había hecho porque necesitaba ayuda.
Entonces, ella abrió la boca.
—Ya veo… gracias. —Cuando Shinoaki se giró hacia mí—. Voy a intentar eso que has dicho, Kyoya-kun.
…Mostraba su típica sonrisa suave y amable.
—Bien, entonces cuando volvamos, primero veamos bien cuántos trabajos tienes pendientes. Luego armamos una agenda, decidimos tiempos de trabajo…
La creatividad, por su misma naturaleza de hacer cosas distintas a los demás, exigía ciertos excesos. Solo aquellos que los superaban podían emocionar a otros con su arte.
Eso seguía siendo parte de lo que yo creía. Pero, si el esfuerzo era constante, la persona terminaba agotada.
Ahora, finalmente, entendía lo que Matsuhira-san había querido decir. Cuando uno se rompe, ya es demasiado tarde. Por eso, era mi trabajo pensar en ello antes.
Mientras íbamos camino al aeropuerto, hablamos mucho. La mayor parte de la conversación fue mía.
Tal vez no pudiéramos lograrlo todo de inmediato, pero haría todo lo posible por encontrar el mejor equilibrio para Shinoaki.
El tren llegó a la estación del Aeropuerto de Fukuoka. Tomamos nuestras cosas y bajamos. Entonces, de forma instintiva, me giré para mirar el tren del que acabábamos de descender.
…Así está bien, ¿verdad, Jin-san, Yuu-kun?
[1] Tipo de papel blanco, liso y de alta calidad, usado comúnmente en dibujo técnico, ilustración y cómic. Su superficie uniforme permite trazos precisos con tinta, lápiz o marcadores, sin absorber demasiado. Es valorado por artistas por su durabilidad y acabado profesional.
[2] Papel tradicional japonés hecho a mano a partir de fibras naturales como kozo (moral), mitsumata o gampi. Es resistente, flexible y duradero, utilizado en artes, caligrafía, decoración y restauración. Su textura única y belleza lo hacen apreciado tanto funcional como artísticamente.
[3] Bar especializado en whisky de malta, especialmente single malt, elaborado con cebada malteada en una sola destilería. Ofrece una amplia selección de whiskies premium, ideal para aficionados que buscan variedad, calidad y degustaciones en un ambiente dedicado a esta bebida.
[4] Bebida alcohólica japonesa destilada, con un contenido de alcohol menor que el whisky o el vodka. Se elabora a partir de ingredientes como cebada, batata o arroz. Es popular por su sabor suave y versatilidad, y puede beberse solo, con agua o con hielo.
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