Remake Our Life!
Vol. 9 Capítulo 4. Allá Vamos Parte 1
Esa madrugada, me encontraba en la sala de trabajo de Tsurayuki.
Después de pasar toda la noche en vela, al fin había terminado el borrador final para entregar. Había ido allí para comprobar cómo había quedado.
—Bien, e-entonces, ¿qué te parece, Kyoya…?
Ya no era momento para que yo dijera esto o aquello.
Lo único que importaba era si resultaba interesante al leerlo. Esa era la verificación final.
Tsurayuki ya había decidido cómo proceder. Si a mí me parecía interesante, lo entregaría. Si no, se tomaría un día más para hacer correcciones y luego lo presentaría.
Pero dentro de él ya había asumido que hoy era la única opción. Mejor dicho, viendo el estado en el que se encontraba, no parecía que pudiera aguantar físicamente hasta mañana.
Observé su rostro al otro lado del papel impreso.
Tenía ojeras marcadas alrededor de los ojos y la barba sin afeitar. Sabía que no había comido nada salvo agua y chocolate, pues decía que si comía otra cosa, se dormiría.
En medio de esa tensión, continué leyendo en silencio.
Había decidido no hacer concesiones. Si no servía, lo rechazaría; si estaba bien, se lo haría saber. Como era el encargado de darle mi opinión, eso era algo que me tomaba muy en serio.
Terminé de leer. Coloqué las hojas frente a él y dije:
—Estuvo interesante. Hiciste un buen trabajo, Tsurayuki.
En ese instante, Tsurayuki me agarró ambas manos con fuerza.
—¡¡Lo-lo logré!! ¡¡Gracias, gracias, Kyoya!!
Me las sacudió arriba y abajo una y otra vez, dejándose llevar por la alegría de haber recibido el visto bueno.
De verdad, sí que lo diste todo, Tsurayuki…
Tal como habíamos acordado, esta vez me limité a darle mi impresión, evitando entrar en consejos detallados.
Lo que yo había hecho con el volumen anterior era tomar las ideas caóticas de Tsurayuki —que tendían a dispersarse en muchas direcciones—, ordenarlas con sentido y eliminar lo innecesario para dar forma a un tema central.
Al principio, Tsurayuki intentó hacer lo mismo con el borrador del segundo volumen. Sin embargo, no tenía talento alguno para aplicar el método que yo había usado. Al tratar de organizarlo, el tema se volvía demasiado lineal y monótono, o por el contrario, era incapaz de recortar lo superfluo, y los detalles secundarios acababan resaltando demasiado.
En cuanto a eso, la estrategia que tomó Tsurayuki fue algo que a mí jamás se me habría ocurrido.
—Creo que por fin entendí cuál es mi manera de trabajar. En lugar de escribir el borrador como tal, descubrí que si lo hago siguiendo el ritmo con el que pienso el texto final, me sale mucho mejor.
Tsurayuki era del tipo que corregía los detalles mientras escribía el manuscrito. Es decir, no era precisamente un autor que siguiera el borrador al pie de la letra.
Por eso, decidió comenzar escribiendo directamente una versión ligera del texto final. Gracias a ello, pudo pensar por primera vez en cómo darle coherencia y forma a la historia. Con esa primera versión de la novela como base, fue armando luego un borrador estructurado a modo de sinopsis.
Sin embargo, escribir de una forma tan poco lógica era algo que solo Tsurayuki podía hacer. Lo normal era no tener el ritmo suficiente para redactar el texto tan rápido, y mucho menos poner tanto esfuerzo en algo que quizás se volvería inútil después.
Esa fue una solución que solo Tsurayuki pudo encontrar.
Así que sin duda, esa fue la respuesta correcta que él mismo logró descubrir.
—O-oye… ¿crees que al editor le guste esto…?
—Eso no lo sé, pero a mí me pareció muy interesante. Y tú también pensaste que lo era, ¿no? Por eso me lo mostraste.
Tsurayuki asintió.
—No te lo habría enseñado si no creyera que valía la pena.
—Entonces está bien. ¡Enviémoslo!
Cuando lo dije con firmeza, me pareció que en los ojos de Tsurayuki volvió a encenderse una luz intensa. A pesar de que debía estar al borde de desmayarse por el sueño, el hecho de que aún pudiera pensar en la obra demostraba lo increíblemente comprometido que estaba.
—¡Muy bien, entonces lo enviaré! Si recibo respuesta, te avisaré. ¡Gracias de verdad!
—Sí, estaré esperando los resultados. —Dicho esto, salí del cuarto de trabajo de Tsurayuki.
A estas alturas, él ya era capaz de valerse por sí mismo. No parecía una obra que pudiera ser rechazada de lleno; si acaso, requeriría alguna corrección menor o un ajuste puntual.
Desde el principio, él tenía talento.
Incluso sin alguien como yo a su lado, habría brillado por su cuenta.
—Fuaaah… ¿Tsurayuki estaba bien?
En la sala, Nanako me esperaba con cara de sueño.
Al parecer estaba preocupada por él, y había pasado la noche en vela vigilándolo también. Aunque normalmente discutían tanto, cuando se trataba de la creación literaria, Nanako sí sabía mostrar consideración. Ese era uno de sus buenos puntos.
—Ya debería estar bien. Puede que el gusto varíe según quien lo lea, pero a mí me pareció realmente interesante.
—Me alegra. Ese tipo tiene verdadero talento, así que seguro logra sobreponerse si logra cambiar el chip emocional, probablemente.
—Sí, yo también lo creo.
Siempre había sido completamente serio con respecto a escribir. No podía creer que justo en ese único aspecto, Tsurayuki fuera incapaz de superarse.
Sin embargo, también pensé que quizás su excesiva seriedad fue lo que le impidió encontrar una salida antes. Viéndolo desde ese ángulo, haberle dado ese empujón inicial fue algo bueno también para él.
—Y con eso, tú también hiciste un buen trabajo, Nanako.
—Siií~. Bueno, me voy a dormir. Buenas noches~. —Conteniendo un bostezo, Nanako regresó a su habitación.
—Bien… entonces, la siguiente es Shinoaki. —Al volver a mi habitación, revisé el correo que había recibido del editor responsable de ella.
El borrador que Shinoaki había enviado pasó la revisión sin mayores problemas, y la opinión del editor coincidía con la nuestra: prefería una propuesta más cercana a la que habíamos considerado.
En cuanto a la calidad, que era lo que más nos preocupaba, había mejorado notablemente desde la fase de boceto hasta la de coloreado, logrando un resultado perfectamente apto para ser publicado en medios comerciales.
Por lo visto, la reacción del equipo editorial también fue positiva, y Shinoaki estaba contenta con eso.
Por ahora, parece que todo salió bien…Tranquilizado por el momento, me dirigí a la puerta de su habitación y llamé.
—Shinoaki, voy a entrar.
—Sí, adelante~.
Ese día teníamos planeado trabajar en las ilustraciones que nos había enviado la editorial, y aprovecharíamos para revisar cómo iba todo hasta el momento.
—Esta es la ilustración que hice para el material extra~.
Revisamos una por una las que abrió.
Tuve la misma impresión que cuando vi la ilustración de portada: aunque no destacaban por su originalidad en cuanto a composición o expresiones, cumplían sobradamente con el nivel esperado para un producto comercial.
—Bueno, ya tenemos las indicaciones para las ilustraciones. Vamos avanzando en orden.
—Sí, vamos a darle~.
La actitud de Shinoaki no parecía haber cambiado respecto a antes.
No, más bien, me parecía que, al haberse recuperado en cuanto a salud, su vivacidad había aumentado.
Si Jin-san o Yuu-kun la hubieran visto, seguramente se habrían sentido tranquilos. Su hermana estaba sana, y además podía compaginar bien el trabajo.
Eso era exactamente lo que ambos deseaban, así que no podía haber ningún error en ello.
—¡Kyoya-kun, Kyoya-kun!
—Ah… eh, perdón, Shinoaki. Estaba un poco distraído.
—¡Vamos~! Y eso que te estaba hablando, ¿qué te pasa? —Shinoaki protestó inflando sus mejillas con ternura.
—He estado pensando en demasiadas cosas… Lo siento, este es un momento en el que debería estar concentrado en esto.
—Jejé, así es~.
Las creaciones de las personas siempre tenían altibajos. Aunque Shinoaki estuviera atravesando un momento de pausa, no significaba que eso fuera a durar para siempre.
Me repetía eso a mí mismo, mientras la ayudaba a seguir adelante con su trabajo.
◇
El proyecto que estábamos desarrollando con Succeed Soft había entrado en una etapa de producción más activa.
Con Matsuhira-san a la cabeza, el equipo principal ya estaba trabajando en los elementos centrales del juego y en la creación de los distintos materiales, mientras que nosotros nos encargábamos, tal como se nos había indicado, del desarrollo de los minijuegos que aparecerían dentro del juego principal.
Tal como Takenaka-san había mencionado, en teoría yo debía participar como asistente, pero una vez que comenzó todo en serio, resultó que prácticamente estaba liderando el trabajo.
—¡Paisen, buen trabajo! —Con un saludo marcial tan firme que casi se podía oír el sonido, Takenaka-san se plantó junto a mi escritorio—. ¡He subido todo al servidor compartido! La versión provisional de los gráficos del sistema, los bocetos de los eventos, los borradores de los fondos, ¡todo junto!
—Gracias, me salvaste. Entonces, voy a dejarte las próximas indicaciones en la hoja de tareas, ¿podrías ir haciéndolas en orden?
—¡¡Entendido!! —Después de hacer otro saludo firme, Takenaka-san se inclinó hacia mí y me susurró al oído—: …Paisen, ¿tu cuerpo está bien? Es que has estado trabajando sin parar, y estoy un poco preocupada…
—Sí-sí, aún estoy bien… o eso creo. —Mentí un poco.
La creación de los minijuegos, si bien se nos permitió delegar algunas partes a contratistas externos, en esencia nos la habían encargado a nosotros dos: Takenaka-san y yo.
—Paisen, tú te encargas del guion, el diseño, la selección de componentes y la programación de scripts, mientras que yo me ocupo del diseño de personajes y de toda la parte gráfica… y para la música o lo que faltara, nos dijeron que usáramos recursos de juegos antiguos. Es que esto está apretadísimo, ¿no crees?
—Sí… Los plazos también son bastante duros. ¿Qué estaría pasando?
Como resultado, nos vimos obligados a trabajar bajo una enorme presión, con los tiempos totalmente comprimidos.
—La verdad, esto se siente un poco inquietante~. Es como si en todo el departamento de desarrollo reinara un mal ambiente. —Takenaka-san murmuró eso en voz aún más baja.
Y tal como decía, el estado del departamento de desarrollo dejaba claro que estábamos en una situación anómala. Antes, solía verse a la gente charlando entre tareas o jugando en la zona común. Pero ahora, todos trabajaban en completo silencio, en una oficina casi sepulcral.
Lo único que se escuchaba de vez en cuando era algún chasquido de lengua o comentarios cargados de frustración.
—Hoy tenían reunión Horii-san y Matsuhira-san con la directiva, ¿no?
—Sí, creo que ya deben de estar por volver.
Justo cuando dije eso, la puerta del departamento de desarrollo se abrió.
Casi todos dirigieron la mirada hacia allí… y luego se quedaron paralizados.
—……
Las caras del director Horii y de Matsuhira-san estaban visiblemente tensas. No era un ambiente en el que uno pudiera soltar algún comentario ligero.
—Hashiba-kun, Takenaka-san, ¿podrían venir un momento a la sala de reuniones?
—Sí-sí, claro.
Ante el llamado de Matsuhira-san, Takenaka-san y yo nos levantamos de nuestros asientos al mismo tiempo.
—…Tengo un mal presentimiento sobre esto.
—Sí, yo también.
Con la inquietud flotando en el aire, nos apresuramos hacia la sala de reuniones.
◇
Frente a nosotros —Matsuhira-san, nosotros dos y algunos empleados más—, Matsuhira-san abrió la boca para darnos, como era de esperarse, una noticia poco alentadora.
—El proyecto del RPG en el que estamos trabajando… El consejo directivo acaba de decidir acortar el período de desarrollo de un año a diez meses.
Las reacciones de sorpresa y molestia no se hicieron esperar.
Aquel RPG era un proyecto estrella propuesto por Matsuhira-san, y se le había asignado deliberadamente un plazo más largo del habitual para que pudiera desarrollarse con el detalle y calidad que requería su escala.
Sin embargo, tras reevaluar la situación de las demás líneas de producción, la alta dirección había determinado unilateralmente que no se podía dedicar un año entero, y ordenó reducir el tiempo.
Como ya había transcurrido un mes de trabajo, lo que se nos exigía ahora era terminarlo en nueve meses más.
—¿¡Cómo puede ser!? ¡Habíamos establecido un cronograma sólido precisamente para evitar esto!
—Los encargos ya se hicieron con el plan de doce meses. ¿Se puede cambiar todo desde ahora…?
Los empleados, que también parecían enterarse por primera vez de la modificación del calendario, comenzaron a expresar su preocupación en voz alta.
—No puede ser… ¿Estará bien esto, Matsuhira-san? —Takenaka-san también mostraba una expresión claramente preocupada.
Desde que inició el proyecto, Matsuhira-san había estado en contacto constante y cuidadoso con todos los departamentos, elaborando un plan de trabajo sin sobrecargas y diseñando una hoja de ruta viable. A partir de eso, había hecho estimaciones de ventas realistas y presentado un proyecto con rentabilidad comprobada, que había recibido el visto bueno de los altos mandos.
Y aun así, le comunicaron de forma repentina que debía acortar el período de desarrollo. Era una situación difícil de aceptar.
Nueve meses… No será posible mantener todo igual, claro. Pero si reducimos dos meses, y comprimimos cada tarea… Tal vez podamos lograrlo.
Yo también había revisado a fondo la hoja de ruta de Matsuhira-san.
Afortunadamente —o no—, había sido diseñada con cierto margen. Si lográbamos comprimir bien las fases, debería ser posible salir adelante.
Además, el proyecto en sí era atractivo, y tenía sentido que Matsuhira-san quisiera seguir adelante con él. Eso era lo que yo pensaba.
—Voy a dar mi opinión, —dijo entonces Matsuhira-san, alzando la voz—. Considero que no es posible continuar en estas condiciones. Por lo tanto…
Pero las palabras que pronunció a continuación fueron completamente inesperadas.
—Si no podemos contar con el período estipulado originalmente, estoy decidido a afrontar esta situación con una postura firme: cancelar el proyecto por completo.
Ante esta declaración de Matsuhira-san, el murmullo en la sala aumentó de inmediato.
¿Eh…? ¿Cancelar el proyecto?
Instintivamente, volví la mirada hacia Takenaka-san. Ella también parecía sorprendida; tenía una expresión de incredulidad.
¿Estaba bien rechazar de plano algo que con tanto esfuerzo se había logrado aprobar…?
Los empleados presentes también parecían desconcertados, preguntándose si realmente debían aceptar una decisión tan drástica.
Después de todo, este era un proyecto que todos estaban esperando con ansias, ¿no…?
Sí, el liderazgo del proyecto recaía en Matsuhira-san. Pero una vez que el plan empezó a tomar forma, muchos otros miembros del equipo comenzaron a aportar ideas propias.
Era natural que, ante la posibilidad de que todo se desechara de repente, surgieran dudas sobre si esa era realmente la mejor decisión.
—Un momento, ¿no es esto un poco exagerado? ¿Cancelar el proyecto así sin más?
—Exacto. Ya se nos había aprobado el presupuesto y comenzamos el desarrollo. ¿No sería mejor aceptar ciertas condiciones nuevas y continuar?
Tal como era de esperarse, empezaron a surgir voces de disenso entre los empleados.
Sin embargo, Matsuhira-san no se inmutó. Con tono firme, replicó:
—En anteriores proyectos también nos impusieron calendarios imposibles desde la directiva, y como resultado, jamás logramos cumplir con las expectativas. ¿Queremos volver a repetir esos errores? —Frente a los empleados veteranos, Matsuhira-san no dio un solo paso atrás.
—Bueno, sí… visto así, tienes razón…
—Cierto. Ya nos han hecho pasar por muchas de esas desde arriba…
Pensé que era una estrategia astuta. Había logrado redirigir la conversación del proyecto actual hacia el tema del maltrato histórico al equipo de desarrollo y el orgullo profesional. Con todo ese trasfondo, a los veteranos les resultaba difícil oponerse abiertamente.
—Pe-pero, ¿no se podría ajustar de alguna forma para que funcione?
Aun así, hubo quienes no podían evitar sentir que era un desperdicio, y pidieron alguna alternativa.
—No. El simple hecho de intentar adaptarse a la otra parte es ya, en sí mismo, un error.
Pese a todo, Matsuhira-san no cedió ni un ápice.
Parecía que desde el principio ya había tomado esa decisión, y la ejecutaba con la precisión de un corte certero.
—Si no hay objeciones, procederemos de esta forma…
En el mismo tono sereno de siempre, Matsuhira-san se disponía a cerrar el tema, cuando de pronto:
—¡E-espera, por favor! —Sin pensarlo, levanté la mano y hablé.
El hecho de ser un simple trabajador a medio tiempo, o de no estar involucrado directamente como parte del núcleo del proyecto, eran aspectos que decidí ignorar en ese momento. Sentía que tenía que decir algo.
Sin embargo, Matsuhira-san, como si no le afectara en lo más mínimo mi agitación, me respondió con calma:
—¿Hashiba-kun, tienes alguna opinión? —Me lo preguntó así, directamente.
—A-ah, bueno, digo… —Me quedé paralizado.
El simple hecho de querer decirle algo a Matsuhira-san era, en circunstancias normales, impensable.
Pero al menos esta vez, sentí que debía intervenir. Era una convicción visceral.
—¿No crees que sería una lástima, cancelar esto aquí y ahora? —Y lo dije.
La sala de reuniones quedó en completo silencio por un instante.
Matsuhira-san ya no era visto como un simple trabajador a tiempo parcial más. Se daba por hecho que pronto sería empleado fijo, y además, contaba con la confianza inquebrantable del equipo de desarrollo.
Oponerme a alguien así, honestamente, me hacía sentir muy inseguro. No era algo que quisiera hacer. Y mucho menos frente a alguien a quien respetaba y en quien confiaba cada día.
Pero… soportar esa incomodidad sin decir nada… sería peor.
Me armé de valor y lo enfrenté directamente.
—Desde luego, a mí también me dolería tener que cancelar este proyecto ahora, —Matsuhira-san permaneció en silencio con los brazos cruzados, y luego habló con calma—: Pero si el entorno de trabajo no es el adecuado y lo que se produce no va a servir de nada, entonces es mejor cortar por lo sano desde ahora. ¿Tú no lo crees así, Hashiba-kun?
Eran palabras propias de alguien que mantenía la cabeza fría y sabía exactamente en qué creía.
Solo alguien con una base sólida podía expresarse con tanta seguridad.
No, no te acobardes. Si hay algo en lo que crees, entonces dilo.
Tenía dos puntos importantes que quería transmitir:
Primero, que ajustar el calendario aún era viable; y segundo, que no quería desperdiciar un proyecto tan prometedor.
Este último era un argumento más emocional, así que probablemente no sería muy persuasivo. Por lo tanto, decidí empezar hablando del cronograma, el cual ya había sido considerado imposible desde un principio.
Inhalé profundamente y comencé a hablar.
—Es verdad que acortar el período de producción es una exigencia difícil. Sin embargo, ¿no podríamos intentar negociar un poco más de margen? O al menos buscar una manera de hacerlo viable en los nueve meses que quedan. ¿No es posible enfocarnos en encontrar una forma de avanzar, en lugar de desecharlo todo?
Matsuhira-san negó con la cabeza, lentamente pero con firmeza.
—Es difícil. En cuanto a ceder terreno, considerando las decisiones autoritarias que ha tomado la directiva hasta ahora, es mejor asumir que no aceptarían ninguna clase de concesión.
—Entiendo que la situación es complicada. Por eso mismo, pensé que tal vez podríamos iniciar la conversación habiendo preparado algunas armas de antemano.
—¿Armas? ¿A qué te refieres con eso? —Matsuhira-san aceptó seguir mi hilo argumental.
—Sí. Según lo que indicó la directiva, quieren acortar el plazo, y además nos impusieron un límite bastante vago de dos meses menos. Así que pensé… ¿por qué no hacer una estimación precisa y presentar datos detallados desde el departamento de desarrollo? —Mientras hablaba, señalé el cronograma de la hoja de ruta que estaba pegado en la pizarra blanca.
En él se mostraban franjas de tiempo para cada fase del proceso: guion, gráficos, programación…
Al final de cada franja, había una sección con otro color. Eso correspondía al margen de tiempo extra: el llamado buffer.
—Gracias a que tú, Matsuhira-san, lo habías considerado desde el principio, actualmente todas las fases cuentan con algo de margen.
—Claro. Es una parte necesaria del proceso, así que era natural que lo incluyéramos.
Tomé entonces todos esos buffers, los comprimí y calculé cuánto se podía reducir el cronograma. Fui escribiendo los resultados en la parte inferior de la pizarra. En total, logramos ahorrar 35 días. Aproximadamente un mes.
—Si lo ajustamos de esta forma, creo que podríamos adelantar el cronograma. Por supuesto, presentar esto tal cual sería una desventaja en una negociación, así que propondría una estimación más conservadora: entre 23 y 27 días. Presentarlo como «este es el máximo de reducción posible» sería más efectivo.
Escuché algunas exclamaciones suaves de sorpresa.
Por cómo se había sentido el ambiente antes, parecía que aún había un grupo considerable de personas que pensaban que cancelar el proyecto sería precipitado. Quería ganarme primero a ese grupo, y luego intentar cambiar la opinión de quienes apoyaban a Matsuhira-san.
—Tu plan parece realista, pero al final no es más que un cálculo sobre el papel. Si no contemplábamos errores humanos o imprevistos que impidieran asegurar los recursos necesarios de repente… Perdona que lo diga así, pero proponer algo basándonos solo en cálculos simples es arriesgado.
Ante la preocupación de Matsuhira-san, asentí en silencio.
—Por supuesto, esto no es más que una forma de plantear un enfoque. Tendríamos que comprimir el cronograma con mucho cuidado, verificando los riesgos con los responsables de cada departamento. Pero… —Decidí que ese era el momento justo para insistir con fuerza—. Este es un proyecto realmente excelente. Para poder llevarlo a cabo y crear algo de calidad, en lugar de verlo como una decisión binaria de todo o nada, ¿no valdría la pena considerar una alternativa intermedia?
—…… —Matsuhira-san contuvo el aliento.
Primero presenté la parte lógica, y luego apelé a la emoción.
Pensé que quizás algo de lo que había aprendido en el trabajo me había servido en este momento.
Si hubiera comenzado por lo emocional, probablemente no habría tenido el mismo peso.
Poco a poco, empecé a oír voces de aprobación entre los empleados.
—Con ese ajuste, podríamos arreglárnoslas…
—También podríamos ser más selectivos con los recursos…
—Si todos colaboramos, es viable…
Comentarios como esos comenzaron a surgir por todos lados.
Puede que con esto el ambiente haya empezado a cambiar un poco…
Las opiniones, que hasta hace poco estaban divididas, empezaron gradualmente a inclinarse hacia la idea de seguir adelante con el proyecto haciendo los ajustes necesarios.
La presentación de una propuesta alternativa podía considerarse un éxito.
Matsuhira-san permaneció con los ojos cerrados, los brazos cruzados y en completo silencio.
Tal vez al notar que la opinión general se estaba inclinando poco a poco, finalmente abrió los ojos y dijo:
—Entendido. Si no contaba con el apoyo de todos, pensaba dejar en pausa la cancelación del proyecto. Incluyendo el planteamiento de Hashiba-kun, permítanme quedarme con el asunto por ahora y evaluarlo.
Algunos miembros del equipo dejaron escapar un «¡Oh!» de alivio.
Desde su posición, Matsuhira-san bien podía haber rechazado la propuesta directamente. Pero, al parecer, decidió leer el ambiente de la reunión y trató el tema como algo pendiente.
—Buen trabajo a todos. Se levanta la sesión.
Un aire de alivio recorrió la sala de reuniones.
Todos se pusieron de pie y comenzaron a volver a sus tareas habituales. Solo Matsuhira-san permaneció inmóvil, sentado en su lugar.
Y yo mismo también me sentí incapaz de regresar de inmediato a mi asiento.
Aunque hablé sin pensarlo demasiado… terminó pareciendo que quise imponerle mi postura.
No lo hice con mala intención, ni con fines políticos. Y eso, sin duda, Matsuhira-san también lo entendía.
Sin embargo, lo cierto era que, en aquel momento, al expresar mi opinión, había logrado que Matsuhira-san reconsiderara —al menos en parte— sus creencias o ideas. Eso no cambiaría. Esa realidad ya no podía borrarse.
Quería hablar con él. No deseaba que quedara algún tipo de resentimiento. No era lo que yo quería.
Con la garganta completamente seca, forcé mi voz para que saliera.
—Matsuhira-san, yo…
Pero justo cuando intentaba continuar, él me interrumpió con su tono habitual, sereno y pausado.
—Hashiba-kun. ¿Podrías darme un momento? Quisiera hablar contigo a solas. —Al parecer, él también tenía algo que decir.
—…Sí. —No pude hacer otra cosa más que asentir.
◆
Al otro lado de la línea telefónica, escuchaba murmullos que confirmaban los últimos detalles. «OK», «esto también está bien»… esas voces suaves sonaban de forma intermitente.
Cuando finalmente se hizo el silencio, una voz firme y clara respondió:
—La trama está aprobada. Buen trabajo. Puedes comenzar con la redacción del texto principal.
De pronto, sentí cómo se me aflojaban todos los músculos.
—¡Muchas gracias…! —Exhalé profundamente y me recosté contra el respaldo de la silla.
Por fin podría avanzar con la redacción del segundo volumen de la novela ligera en la que estaba trabajando.
—Perdón por haber tardado tanto… —Me disculpé con Fujiwara-san, mi editor a cargo, por el retraso.
—No te preocupes. Fue un proceso difícil, pero precisamente por eso creo que el resultado ha valido la pena. Ahora mantén ese impulso y sigue escribiendo con fuerza.
—Sí, por supuesto.
Afinamos detalles sobre los plazos de entrega y hablamos más concretamente de los pasos siguientes.
Justo cuando estaba a punto de despedirme por teléfono, Fujiwara-san agregó:
—Por cierto, Kawagoe-san… ¿llegaste a hablar con la persona que te brindó apoyo como cerebro en esta ocasión?
Ahora que lo mencionaba, aún no había informado nada sobre eso.
—Sí. Esta vez me dio solo un par de consejos, pero ya hablamos y decidimos que, de ahora en adelante, trabajaré por mi cuenta.
—Ya veo. Si llegaron a ese acuerdo de forma positiva, entonces me alegro mucho.
Fujiwara-san cerró ese tema con un «dejando eso de lado» y luego continuó:
—Por la forma en que se estructuró la trama del primer volumen, me pareció que el trabajo conjunto entre tú y ese Hashiba-san tenía muy buena química.
—Vaya… ¿de verdad?
Según Fujiwara-san, la selección de episodios, el orden en que se presentaban y otros ajustes se integraban de forma muy fluida con la historia que yo había construido.
—Por eso, en lo que respecta a esta obra, creo que está bien que se haga según lo que hayas decidido, Kawagoe-san. Pero en cuanto a lo que ustedes dos creen juntos, pienso que no estaría mal intentar algo de nuevo.
Fue un comentario que agradecí mucho. Yo también quería volver a crear algo junto a Kyoya.
Sin embargo, en ese momento, quería concentrarme en seguir desarrollando mis propias habilidades. Después de haber dado lo mejor de mí, si Kyoya tenía algún proyecto que deseaba realizar, quería poder ayudarlo. Ese era mi deseo.
Incluso después de colgar la llamada con Fujiwara-san, seguí pensando en lo que vendría a partir de ahora.
Poder continuar como autor de novelas ligeras era una oportunidad que no podía desaprovechar, ya que siempre había querido ganarme la vida escribiendo.
Pero también pensaba que, ya que había tenido la suerte de conocer a Kyoya y a todos los del grupo, quería valorar esos lazos y, si era posible, volver a crear algo juntos.
—Crear algo con ellos, ¿eh?
Durante Haru Sora, fui terriblemente inexperto. Sentía un gran pesar por no haberlo hecho mejor en su momento.
Ahora, si volvíamos a intentar algo, yo también necesitaba tener algo más que ofrecer.
—Un poder narrativo abrumador… Si tuviera la capacidad de crear una historia que fuera indiscutiblemente buena, eso sin duda sería un gran apoyo para Kyoya. —Volví a abrir el portátil que había cerrado y, partiendo de la trama recién aprobada, empecé a escribir el cuerpo del texto con decisión—. Antes que nada, tengo que convertirme en alguien digno por mi cuenta…
◆
En la sala de reuniones, solo quedábamos Matsuhira-san y yo.
Al principio, los dos guardábamos silencio. Matsuhira-san seguía con los ojos cerrados, sin decir una palabra.
Por más que las cosas hayan terminado así, sigue siendo incómodo…
Parecía que ambos estábamos tanteando por dónde comenzar la conversación.
Yo, por mi parte, repasaba el desarrollo de la discusión anterior.
La propuesta que había presentado Matsuhira-san había recibido la orden de ser acelerada en su cronograma por parte de los altos mandos.
Pero él se opuso frontalmente a eso, llegando incluso a afirmar que no dudaría en desechar el proyecto.
Yo opiné que esa postura era demasiado extrema y propuse una solución intermedia.
En resumen, ese era el núcleo del conflicto.
Como desenlace, quedó establecido que, frente a lo que Matsuhira-san había considerado inviable, yo ofrecí una alternativa viable. Y él, a su vez, aceptó al menos considerarla.
Dicho en términos simples pero arrogantes, había sido yo quien presentó una posible solución.
Pero… había algo que no terminaba de encajar, o más bien, una duda fundamental que no podía dejar de tener.
Matsuhira-san era, como todos sabían a estas alturas, una persona sumamente inteligente y considerada.
No era posible que alguien como él no hubiera pensado en una solución de compromiso tan sencilla como la que a mí se me ocurrió al instante. Seguramente ya sabía que existía esa vía de escape.
Y sin embargo, desde un principio la había descartado por completo. Eso significaba que, más que el deseo de sacar adelante el proyecto, lo que para él tenía verdadero valor era continuar con el plan exactamente en la forma original.
Si ese era el caso… ¿cuál era su verdadero objetivo? ¿A quién iba dirigida realmente su postura?
Si el ambiente lo hubiese permitido, me habría gustado preguntárselo.
Aunque, dejando eso de lado… tal vez debería ser yo quien diga algo. Sentía que debía disculparme por lo ocurrido. No me arrepentía de haber dicho lo que pensaba, porque simplemente expresé con honestidad lo que me preocupaba. Pero el hecho era que actué de una manera contraria a la voluntad de Matsuhira-san.
No habría sido extraño que él estuviera molesto por ello.
—Lamento lo ocurrido antes, —dije, inclinando la cabeza.
Matsuhira-san abrió los ojos al escucharme.
—No, yo también reflexioné sobre lo mucho que me dejé llevar por una decisión unilateral. Si hubiera sido capaz de ofrecer una explicación más convincente, probablemente tú no habrías tenido que oponerte. —Pero entonces hizo una pausa y añadió—: Aun así, para serte sincero, lo que hiciste me puso en un aprieto. Con eso, el plan que tenía en mente se vio forzado a desviarse de su curso.
—Bueno, si hay algo en lo que pueda ayudar…
Estaba a punto de decir «cuente conmigo», cuando Matsuhira-san se adelantó con más palabras:
—Debí haberte explicado desde el principio. Tendría que haberte pedido tu colaboración desde las primeras etapas de preparación.
—¿Explicarme?
¿A qué se refería exactamente? ¿Acaso tenía en mente algo más además de ese proyecto? ¿Tal vez una idea completamente distinta para un juego? ¿O sería algo diferente aún?
Sin embargo, lo que Matsuhira-san dijo a continuación fue impactante… pero por un motivo completamente distinto.
—Yo soy el hijo del presidente de Succeed Soft, Tadahiro Matsuhira.
—¿Así que… era eso?
Cuando entré como trabajador a medio tiempo, había notado el apellido del presidente. Era un apellido poco común, y en su momento me pregunté si acaso estarían relacionados. Resultó que había acertado.
—Seguro te parecía extraño que, siendo solo un trabajador a tiempo parcial, me confiaran trabajos tan importantes, ¿verdad? Al final, todo fue gracias al favoritismo de ser «el hijo del jefe».
Lo dijo en un tono cargado de autodesprecio, pero yo no lo veía así.
Matsuhira-san destacaba por encima de los demás, tanto de otros trabajadores a tiempo parcial como de muchos empleados, en términos de capacidad. Por eso le confiaban trabajos importantes; no por favoritismo, sino porque lo merecía.
—Yo nunca pensaría que fuese solo por ser «el hijo del jefe».
—Gracias. Pero ya sabes que los demás no suelen verlo así. De hecho, muchos murmuran a mis espaldas que es lógico que me convierta en el próximo presidente.
Así que… también había tenido que soportar ese tipo de prejuicios.
—Pero, la verdad, yo no quiero heredar Succeed Soft tal como está ahora.
—¿Eh? ¿Por qué no…?
En estos tiempos, Succeed Soft no es una empresa que cotizara en bolsa, pero tenía buenos ingresos y una gran proyección en la industria.
Para cualquiera, heredar una empresa así sería motivo de envidia.
—¿Es por lo del favoritismo…?
—En parte sí. Pero lo que más odio es que la estructura y la mentalidad de la empresa sean tan anticuadas. —Lo dijo con un tono que rozaba el desprecio—. Mi padre hizo crecer la empresa con un modelo de desarrollo de videojuegos a la antigua, y está convencido de que ese método aún sirve. Por eso, la empresa opera bajo la idea de que hacer horas extras es algo normal, y hay gente que acaba destruyéndose la salud por trabajar sin parar. La compañía puede haberse vuelto grande, pero en esencia no es diferente de un grupo universitario amateur.
Fue un comentario que dolía escuchar. Porque la empresa en la que yo acabé trabajando diez años después reunía exactamente ese tipo de malas prácticas.
—Por eso, yo quería cambiar esta empresa. Pedí la cooperación de varios empleados, pero el único que realmente me escuchó fue Horii-san.
Ahora todo tenía sentido. Por eso solían trabajar tan de cerca.
—Pero con eso, para mí ya era suficiente. Creía que si lograba sacar adelante un proyecto con una planificación adecuada y generaba buenas ventas, nadie podría quejarse y sería posible cambiar la estructura de la empresa. —Matsuhira-san golpeó con frustración el escritorio con el plan del proyecto—. Y aun así, los directivos me dijeron que aún se podía recortar más tiempo en ese calendario. Cuando les rebatí, me soltaron que «el señorito aún no conoce el terreno real del desarrollo». ¡Una estupidez total! Hice ese plan precisamente porque vi con mis propios ojos a la gente que trabajaba hasta el agotamiento, que ni siquiera podía volver a casa, compartiendo días y noches con ellos. ¡Los que no entienden nada son ellos! —Fue una descarga de emociones como nunca antes le había escuchado a Matsuhira-san. Sus palabras, cargadas de rabia, no se parecían en nada a su tono habitual.
Yo mismo había trabajado en una empresa explotadora, así que saber que existía alguien con una mentalidad como la de Matsuhira-san, me hacía sentir que aún quedaba esperanza.
—Por eso no quería ceder con este proyecto. Claro que sabía que si recortábamos los márgenes podríamos ajustar el calendario, y que probablemente los superiores aceptarían un compromiso. Lo sabía desde el principio.
Así que era como lo había imaginado. Había decidido rechazarlo, incluso sabiendo que había otra vía.
—Siento haber puesto esa carga sobre ti. Pero no estoy luchando solo por este proyecto. Estoy pensando en cómo debería ser la creación de videojuegos en el futuro.
El ambiente estaba tenso, como si el aire en la sala se hubiera vuelto más denso con cada palabra que pronunciaba. Aunque su tono parecía sereno, cada vez que hablaba, sentía como si el oxígeno del cuarto se volviera más escaso.
—Quiero que hacer videojuegos sea un trabajo normal. —Lo dijo con calma, casi como un susurro—. Se adorna el desarrollo creativo con palabras grandilocuentes, como si fuera un santuario intocable. Y por eso, se justifican cosas que normalmente serían impensables: jornadas laborales extremas, ambientes hostiles… Quiero ponerle fin a todo eso.
Seguramente, Succeed había sido hasta entonces una empresa de ese tipo. La forma en que lo decía lo dejaba claro.
—Incluso nosotros, los desarrolladores, dedicamos demasiado tiempo solo porque nos resulta divertido. Terminamos usando para trabajar el tiempo que deberíamos dedicar a descansar. Puede que en el momento se sienta emocionante, divertido incluso, pero tarde o temprano, ese esfuerzo termina cobrándose factura en el cuerpo.
Era una verdad dolorosa de escuchar. Si algo bueno podía lograrse, se daba por sentado que había que invertir todo el tiempo y esfuerzo necesarios. A simple vista, sonaba como algo noble, pero también era una forma de trabajo que ignoraba los límites del propio creador. De hecho, Shinoaki había terminado colapsando precisamente por eso.
—…Por eso quiero cambiar las cosas. —Me miró directamente a los ojos—. Quiero transformar este trabajo en algo con control, con horarios claramente definidos, como los empleos públicos o en fábricas. Cambiar por completo el entorno de quienes trabajan en esto. Ese es mi ideal. Y siendo este el primer paso, no pienso hacer concesiones. Quiero sumar a más personas que compartan este mismo ideal.
Su voz transmitía una convicción profunda.
—¿Me apoyarías, Hashiba-kun? —Matsuhira-san dio un paso hacia mí.
Lo que yo había hecho en aquella sala, al alzar la voz, no lo sentía como un error. En cualquier organización, era normal que los plazos o condiciones cambiaran por diversas circunstancias, y cancelar todo un proyecto por eso sería una falta de respeto hacia todos los que habían trabajado en él.
Y más aún si, como decía Matsuhira-san, esa postura de enfrentamiento respondía a un trasfondo ideológico.
No podía evitar preguntarme si no sería una falta de integridad renunciar sin más.
Pero Matsuhira-san intenta cambiar las viejas costumbres.
Lo que yo creía que era sentido común, lo que consideraba aceptable… todo eso, él lo veía como condiciones indignas para un creador. Quería desarraigar esas normas equivocadas impuestas desde arriba, que no hacían más que dañar a quienes estaban en el desarrollo.
Las palabras que me vinieron a la mente fueron las de Yuu-kun. Su sincero deseo de que ayudara a su familia. Y yo le había prometido que lo haría.
Y justo ahora, la persona que tenía frente a mí estaba intentando cumplir ese mismo deseo, pero desde el sistema mismo. A pesar de tener más o menos mi edad.
Respiré hondo y tomé una decisión.
—Lo entiendo. Retiro mi opinión anterior. Matsuhira-san… te apoyaré.
Él era alguien en quien se podía confiar. Tenía una visión en la que valía la pena creer.
Al oír mis palabras, Matsuhira-san mostró una expresión luminosa y me sonrió.
—Gracias. Sabía que tú lo entenderías. —Y entonces, extendió su mano hacia mí.
Cuando estreché su mano, él colocó la otra por encima, cubriéndola con firmeza.
—Déjamelo a mí. Me encargaré de presentar el asunto correctamente ante los superiores. Me aseguraré de que tú no sufras ninguna consecuencia, así que trabaja tranquilo.
—Sí…
Sentí cómo el pecho se me llenaba de emoción.
Claro, antes que ser un creador, yo era parte de una empresa.
Y si no lograba cambiar ese entorno, tal vez ni siquiera mis ideas podrían llevarse a cabo.
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