¡Supervivencia en Otro Mundo con mi Ama!

Capítulo 215. ¡Sí, felices por siempre! Pero no tan rápido

¡Derrotamos al malvado enemigo y llegó una era de paz!

Ojalá la realidad fuera así de simple. Eso solo pasa en los cuentos para niños. En la vida real, limpiar lo que deja una guerra toma mucho más tiempo que ganarla.

—Bueno, al menos ganamos la guerra, y como no hubo bajas —ni siquiera heridos graves—, la reconstrucción será pan comido.

—Eso solo aplica a la guerra con el Reino Sagrado. Más importante es estabilizar la situación dentro del país.

—Exacto, ese es el verdadero problema.

Era la noche después de la batalla decisiva contra el ejército de subyugación.

Esta vez, para detenerlos antes de que las tropas del Reino Sagrado tomaran Merinesburg, nosotros, el Ejército de Liberación había marchado con fuerza. Atacamos y derrotamos a las fuerzas del Reino Sagrado en los pueblos y fortalezas del camino entre Erichburg y Merinesburg, y tomamos la ciudad antes de que pudieran organizar su defensa.

Gracias a eso, nuestras líneas de suministro quedaron estiradas al límite.

—Aunque tampoco están tan estiradas, ¿no?

—Eso es porque Kosuke está aquí.

—Kosuke es una base de suministros con patas. Y además puede construir una base nueva en un abrir y cerrar de ojos. Eso se llama ser injusto. En el mundo de Kosuke, a eso lo llaman «usar cheats», ¿verdad? —murmuró Isla, sosteniendo un vaso de leche con frutas que le serví después del baño.

—Sí, lo admito, es usar cheats.

¿Problemas de abastecimiento a las tropas? Eso ya no existe conmigo aquí. Si puedo plantar un campo, en una o dos semanas cosecho montañas de comida aunque no lo cuide. Puedo producir armaduras y viviendas en masa si tengo materiales, y el dinero no es problema: basta con ir a una zona rocosa y excavar un poco para sacar gemas y mitril.

Yo solo puedo cubrir las necesidades de alimentación, equipo y fondos de todo un ejército, y además levantar instalaciones que mantengan ese flujo. En un juego de estrategia yo sería una «unidad trampa»: una que genera comida, materiales y oro solo por estar en tu bando, y encima mejora la producción de la base. Y como si eso fuera poco, puedo fabricar unidades militares tan poderosas que rompen por completo cualquier lógica de tecnología bélica.

—Bueno, de verdad que es hacer trampa, ¿verdad?

Desde el punto de vista de un aliado, soy una bendición. Pero si fuera el enemigo, diría: «¡Eso es usar cheats ! Hay que eliminarlo cueste lo que cueste».

—No salgas del castillo a menos que sea necesario. Y si lo haces, asegúrate de llevar contigo a Grande, Melty o a mí. No me quedo tranquila si solo vas con Zamir o con Isla.

—Muu… —refunfuñó Isla, sin protestar más.

Aunque es una poderosa hechicera, su capacidad física no es tan alta. En un combate directo podría borrar a la mayoría de los enemigos con magia, pero es vulnerable a ataques sorpresa.

Grande, en cambio, aunque ahora luzca más pequeña, sigue siendo una gran dragón: posee una fuerza y resistencia descomunales, además de poder volar. Melty, por su parte, es una variante de demonio, y su velocidad y poder son tales que podría enfrentarse incluso a Grande sin desventaja y ganarle. Y Sylphy… ella es algo así como una elfa de combate especializada, con un nivel de habilidad similar al de Melty. Nunca la he visto pelear, pero los rumores dicen que su fuerza está a la par.

En otras palabras, Sylphy debió de decidir que sería peligroso que yo saliera del castillo sin estar acompañado por al menos una de las tres.

¿Eh? ¿Que si estoy seguro quedándome dentro del castillo? Claro que sí. Aquí viven las tres chicas limo, y cada una es casi tan fuerte como Melty. Siempre están protegiéndome a mí, a Sylphy y a su familia —la familia real—, así que no hay nada de qué preocuparse. Por contrato, no pueden abandonar el castillo, pero dentro de sus muros son prácticamente invencibles.

Los ataques físicos no surten efecto contra sus cuerpos; aunque las aniquilen con magia, se regeneran. Poseen fuerza suficiente para pulverizar roca sólida, pueden resistir conjuros de coro lanzados por varios magos a la vez, y hasta son capaces de generar gas venenoso en espacios cerrados. En un entorno como el castillo, enfrentarlas sería un infierno.

—¿No bastaría con dejarme a mí el cuidado de todo?

—Mientras permanezcas dentro del castillo, podemos garantizar tu seguridad.

—Mientras estés bajo nuestra vigilancia, nadie podrá hacerte daño, ¿sabes, nodesu?

Las tres chicas limo aparecieron sin previo aviso, surgiendo del techo, de los rincones y de entre los estantes.

Tienen muchas habilidades problemáticas para cualquiera con malas intenciones, pero esta es, con diferencia, la más inquietante: poseen «réplicas», cuerpos duplicados distribuidos por todo el castillo, que las mantienen observando y protegiendo desde múltiples ángulos. Son como un sistema biológico de seguridad. Algo así como un SLACOM, o tal vez un SLASOK… da igual cuál sea.*

N/T: Se puede estar refiriendo a SECOM y ALSOK .

—Bienvenido de vuelta… ¿ya te has bañado?

—Por desgracia, no aún.

—No hay remedio. No es apropiado acercarse a Danna-san estando llenas de polvo, así que iremos a bañarnos primero.

—Sí.

Las arpías habían regresado, con Pirna al frente. Últimamente habían trabajado muy duro, pero, tras repeler a un gran destacamento enemigo, se les había concedido un descanso rotativo de tres días. Las cuatro recién llegadas eran: Pirna, de plumas azules; Pessar y Capri, de plumas marrones; y Rey, de plumas negras, quien además servía de coordinadora del grupo.

Las demás arpías irían regresando poco a poco. Por mi parte, solo podía recibirlas y atenderlas lo mejor posible, así que planeaba complacerlas durante esos tres días. Han estado tan ocupadas últimamente que apenas hemos pasado tiempo juntos.

—Yo también iré a darme otro baño.

—Procura no entusiasmarte demasiado.

—Hmm, demasiados baños pueden ser venenosos.

—Tendré cuidado.

Les hice un gesto con la mano y me dirigí al baño, donde me reuní con Pirna y las demás.

Disfruté de sus esbeltas espaldas, de las delicadas formas de sus cuerpos, de la suavidad de sus plumas húmedas… y de muchas otras cosas. Sí, fue un buen baño.

☆★☆

Al día siguiente, cuando las demás arpías ya habían regresado una tras otra —y hasta Melty se unió a la mezcla—, terminé completamente rendido en la bañera.

—Antes que nada, había que reponer la munición consumida y poner a punto las ametralladoras ligeras.

En el cobertizo de trabajo que levanté en un rincón del patio, cargué el banco de trabajo gólem y las instalaciones de herrería con órdenes de fabricación, cada uno con su lista de tareas.

Los artilleros, provistos de tablas aéreas y ametralladoras ligeras, son poderosos pero no invencibles. Tienen un límite en la cantidad de munición que pueden transportar y, tras un combate a fondo, necesitan ser reabastecidos y revisados como estoy haciendo ahora. El gasto de cartuchos es escandaloso: según mis cálculos, si un enfrentamiento así se prolongara tres días seguidos, el suministro de balas no daría abasto.

Si el tamaño del destacamento enemigo hubiera sido tan elevado como en esta ocasión, habríamos repelido la acometida sin importar lo organizada que fuera la fuerza rival; no obstante, me estremezco al pensar qué habría sucedido si nos hubieran obligado a emplear un volumen de material superior a nuestra capacidad logística.

—En ese caso no nos habría quedado otra que darles una buena paliza, —murmuré, mientras revisaba la bomba mágica de piedra brillante con paracaídas que guardo en el inventario.

Por fortuna no tuvimos que usarla esta vez, pero nadie puede asegurar qué ocurrirá la próxima. Según los cálculos —y según Isla—, esa bomba mágica de piedra brillante tiene potencia suficiente como para volar por los aires toda Erichburg; si impactara, supondría un golpe demoledor para un ejército de decenas de miles.

—Con esto en mano…

Con esta bomba, cualquier ejército del mundo podría ser derrotado. Una sola detonación podría aniquilar decenas de miles de soldados sin dejar supervivientes, borrando literalmente a todos los testigos. No existe contramedida posible contra algo así. Aun así, creo que haría falta una resolución extraordinaria para llegar a emplearla.

—¿Resolución extraordinaria de qué tipo? —preguntó una voz.

—¡Whoa! —exclamé al oírla por detrás. Me giré y allí estaba Ellen: envuelta en unos lujosos hábitos sacerdotales que la hacían lucir muy piadosa y, además, con un alto nivel de protección.

—¿Po-por qué te asustaste tanto?

—Me sorprendió oír tu voz de improviso. ¿Has estado trabajando toda la mañana?

—Sí, ya terminé. Entonces, ¿qué era eso de «esto» a lo que te referías antes? —Ellen me miraba fijamente a la cara.

Según Isla, sus ojos son un tipo de mirada mágica que detecta cuando la persona a quien observa miente. De hecho, con esa habilidad llegó a ser venerada en el Reino Sagrado como la santa de la verdad; por el contrario, los sacerdotes corruptos y nobles expuestos llegaron a odiarla.

Vamos: no tiene sentido intentar engañarla.

—Me alegra no haber tenido que emplear mi carta de triunfo. Esta vez nos bastó para liquidar a veinte mil del ejército del Reino Sagrado, pero tengo algo aún más cruel: un artefacto que puede arrasar todo de un solo golpe.

Al decirlo, saqué del inventario una ametralladora ligera de cañón pesado.

El peso de esa arma, que originalmente superaba los once kilos, había aumentado en aproximadamente un 30% —más de 1.5 kg— porque el cañón y las piezas mecánicas estaban fabricados en acero negro, un metal propio de este mundo. El peso se incrementa aún más cuando se acopla un cargador tambor de cincuenta cartuchos.

—¿Puedo sostenerla?

—Adelante, pero es pesada.

—Solo un poco pesada.

—Ten cuidado.

Le pasé la ametralladora ligera a Ellen.

Yo puedo manejar algo así sin dificultad gracias a mi nivel superior y al logro que obtuve al superar el nivel 20, pero para la delicada Ellen debía de resultar bastante pesada.

—Mm… ciertamente pesa. ¿Podría un soldado del Ejército de Liberación manejar algo así? —dijo Ellen, frunciendo el ceño por el peso del arma que sujetaba. La imagen de una santa con una ametralladora tiene un impacto poderoso; la combinación de hábito y arma da una presencia singular.

—Aunque no es un arma de manejar a la ligera. Bueno, parece que pueden controlar el retroceso sin problema, así que no es para tanto.

—Es asombroso. Yo ni siquiera podría andar cargando esto.

—Probablemente no.

Le quité el arma de las manos a Ellen y la devolví al inventario. La ametralladora que sostenía era una de las que había guardado allí para mantenerlas a buen resguardo; estaba nueva, nunca usada.

En el fondo, era la actitud de un superviviente: conservar una de las armas que has creado en condiciones operativas, por si acaso.

—Entonces, ¿cuál es tu carta de triunfo?

—Un arma peligrosa capaz de aniquilar a un ejército de decenas de miles de hombres de un solo golpe. Los detalles son secretos.

—¿Secretos?

—Sí. Cuanto menos se sepa, mejor. Solo unas pocas personas en el Ejército de Liberación conocen su existencia. No es algo que esté dispuesto a usar a la ligera.

Ellen inclinó la cabeza.

—Si existe algo así, ¿no sería posible forzar al Reino Sagrado a someterse rápidamente si lo utilizas de forma proactiva?

—Si mi intención fuera exterminar al Reino Sagrado, ya lo habría hecho. No creo que Sylphy ni yo tengamos la inclinación de llegar tan lejos.

—Ya veo… debe haber un montón de rencores acumulados.

—Destruir familias y linajes por despecho sería poco realista, y el Reino Sagrado es demasiado vasto para algo así. El resentimiento de Sylphy y de los demás es profundo, pero no lo suficiente como para nublarles la vista ante la realidad.

—Supongo que eso será un alivio para la gente del Reino Sagrado.

—Me da la impresión de que tú sientes más rencor hacia el Reino Sagrado que la propia Sylphy, Ellen.

Ellen me miró y parpadeó; mis palabras parecieron tocarla.

—Supongo que sí. Odio al Reino Sagrado. Incluso desearía que fuese destruido.

—Eso no suena muy pacífico.

—Estoy segura de que tú también lo entiendes, —dijo Ellen con un suspiro, bajando la vista hacia el suelo—. Si se contempla la realidad de ese país desde distintos ángulos…

Como santa, Ellen había conocido por dentro las entrañas de la religión de Adel y del Reino Sagrado. Si llega tan lejos como para pronunciarse así, la corrupción en el núcleo del Reino Sagrado debe ser peor de lo que imaginaba.

—Bueno, yo probablemente no voy a destruir activamente el Reino Sagrado, así que tenlo en cuenta. Pero sí creo que tendrán que pagar por la tormenta de fuego que les espera.

—Qué pena. Me habría encantado ver con mis propios ojos a ese maldito Papa y a ese maldito Rey Sagrado llorando y suplicando por sus vidas.

—Oye, Santa-sama, estás irradiando un aura oscura.

—Vaya, vaya, ufufu.

Ellen mostró su mejor sonrisa de santa y escondió la oscuridad que rezumaba de ella. ¿Qué habría hecho el Papa de Adel y el Rey Sagrado para ganarse tanto rencor por parte de Ellen? Me gustaría preguntarlo, pero me da mucho miedo. Quizá debería consultarle al Arzobispo Deckard la próxima vez.

—¿Y tú, Kosuke, qué harás ahora?

—Pues no tengo planes concretos hasta el mediodía. Si Melty o Sylphy me asignan algo, me ocuparé de eso.

Los prisioneros capturados en la batalla de ayer debían estar siendo atendidos en el campo montado al tomar Merinesburg, así que no había nada urgente que tuviera que hacer. Ayer terminé de curar a los heridos y enterrar a los muertos del ejército del Reino Sagrado. También escuché que las arpías pasarían el día durmiendo.

—Entonces, acompáñame durante la mañana. Kosuke, tienes ciertas carencias en varias cosas.

—No sé a qué te refieres con «carencias». No estoy seguro de lo que tramas, pero tengo la sensación de que me estás tomando el pelo, ¿no?

—Ya lo verás pronto. Vamos, por aquí.

Ellen se colocó detrás mío y empezó a empujarme. No sé qué pretende, pero parece que voy a tener que pasar la mañana con Ellen.


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