Historias de Leo Attiel
Parte 1
Fue tal como Leo lo había
imaginado.
Al atardecer, el área alrededor de
la iglesia se había convertido en un coto de caza para los demonios.
Tal y como el príncipe había
aconsejado, se había creado un mercado, y el negocio había prosperado cuando
los soldados de Darren atacaron de repente. Envió trescientos de sus tropas,
pero, en la práctica, sólo un centenar dirigió el ataque, mientras que el resto
de los hombres permanecieron a la espera en la Carretera Vieja. No había nadie
en el mercado que pudiera luchar contra ellos, así que cien eran más que
suficientes. Los asaltantes incendiaron todo el mercado sin motivo alguno,
pisotearon a la población que huía bajo los cascos de sus caballos, golpearon a
jóvenes y viejos por igual con mazos y cachiporras, y luego les cortaron el
cuello con cuchillas.
El humo negro se elevaba por todas
partes y, al arremolinarse hacia arriba, parecía arrastrar consigo el
interminable coro de gritos y llantos. Algunos de los mercaderes habían
contratado mercenarios como guardias antes de venir, pero eso era sólo para
disuadir a los ladrones y bandidos de atacarlos en el camino, y nadie había
imaginado este tipo de situación.
Al final, la gente del mercado fue
incapaz de oponer resistencia o luchar, y fueron masacrados de forma
unilateral. Cuando los soldados excitados veían a una mujer hermosa, la subían
a sus hombros, le cortaban los pies para que no se moviera y ordenaban a sus
hombres que la ataran. Si su amante o marido se entregaba a la furia, o si sus
hijos intentaban con lágrimas en los ojos oponerse a los soldados, el número de
víctimas sólo aumentaba.
—¡Por aquí, todos, deprisa!
El obispo Bosc abrió las puertas
de la iglesia y gritó frenéticamente para que la gente viniera y se refugiara
dentro, saliendo personalmente una y otra vez para guiarlos. A pesar de que
todavía estaba en medio de la construcción, la iglesia era el único edificio
sólido de la zona. La gente se inundó en ella, impulsada por el terror.
La expresión de la madre también
se vio deformada por el miedo cuando se apresuró a la iglesia, llevando a su
joven hija de la mano, pero un mercader gordo que se apresuraba a subir por
detrás la empujó fuera del camino, y tanto la madre como la hija cayeron al suelo.
—¡Deprisa!
Aun así, la madre rápidamente se
puso de pie y levantó a su hija. La niña sollozaba convulsivamente mientras su
madre la arrastraba de la mano y empezaron a correr de nuevo, pero un atacante
a caballo se acercó por detrás de ellas.
La lanza en su mano estaba mojada
con sangre, y su rostro afeitado se había relajado en una expresión desgarbada.
Estaba borracho por la alegría de la masacre.
—¿Quieren correr hacia allá? De
acueerdo, las dejaré correr. Pero tienen que hacer que mi caballo las siga —El
hombre con la cara afeitada evitó deliberadamente alcanzar a la madre y a la
hija y se rio a carcajadas mientras se quedaba justo detrás de ellas—. Correr
es inútil, de todos modos. El edificio del dios malvado será quemado muy
pronto. Pueden maldecir el nombre de Leo cuando vayan al infierno, ya que él
construyó esa cosa y los llamó a todos a la muerte.
Cansado de jugar al pillarse, el
soldado levantó su lanza. Su punta estaba dirigida a la madre; la atravesaría de
una puñalada por la espalda y luego montaría su caballo para pisotear a la niña
donde ella hubiera caído.
Pero nunca tuvo la oportunidad de
llevar a cabo ese plan. Una flecha atravesó su codo, aplastando el hueso y
cortando sus tendones. Su sangre y sus gritos brotaron simultáneamente.
Un caballo se le acercó
rápidamente. Por un segundo, pensó que era un aliado. Después de todo, no podía
haber nadie a caballo que no fuera su aliado.
Sin embargo, el hombre de ese
caballo era un extraño. No... más que un hombre, era más bien un chiquillo. Y
ese chiquillo blandió una espada hacia él. Por reflejo, el soldado afeitado
levantó su brazo herido por encima de su cara, pero la hoja cambió suavemente
de trayectoria y, en un barrido lateral, cortó la garganta afeitada. La madre y
la hija miraron la lluvia de sangre que venía de arriba.
—¡Vayan, aprisa! —El muchacho gritó
mientras su espada repelía el golpe que otro soldado le propinaba, antes de dar
un golpe y destrozar el tosco yelmo de su enemigo.
El nombre de ese chico era Kuon.
No era sólo él: un grupo entero
había irrumpido como una repentina ráfaga de viento en una escena en la que no
había habido más que sangre y gritos. Se habían dispersado en todas las
direcciones, atacando ferozmente a los soldados de Darren bajo la cobertura de
las flechas de sus aliados. No tenían ningún estandarte y no llevaban ninguna
insignia visible.
—¿¡Quienes son ustedes!? —aunque
los soldados de Darren gritaban confundidos, este nuevo grupo no tenía ni el
deber ni la obligación de presentarse. Aullando sus gritos de guerra, derribaron
a los demonios que estaban manchados con la sangre de la gente, cortándolos y
atravesándolos con flechas.
Kuon detuvo su caballo para
proteger a la madre y a la hija mientras huían, y para que pudiera mirar a su
alrededor por un momento, y el arquero que había disparado a través del brazo
afeitado hace un momento cabalgó a su lado. Era Aqua. Y fueron, por supuesto,
los guerreros de la montaña los que frustraron lo que se suponía que era una
matanza unilateral liderada por los hombres de Darren.
Pero no estaban solos, y, un
momento antes, hombres de una tribu diferente habían entrado en los alrededores
de la iglesia en respuesta a la orden de Kuon.
Kuon volvió una vez para comprobar
que la madre y la hija habían desaparecido en la iglesia a instancias de Bosc,
y luego intercambió una mirada con Aqua.
—Bien, —espolearon a sus caballos
a su siguiente presa.
─ Para explicar cómo Kuon llegó
allí, necesitamos retroceder un poco en el tiempo.
Unos cinco días después de haber
dejado las montañas con los refuerzos de su clan, se encontraron con una
inesperada emboscada en el norte de las Llanuras de Kesmai.
Esto no fue debido a la falta de
vigilancia por parte de Kuon. Aunque la mayor parte de las Llanuras de Kesmai
era tierra estéril con sólo las formas marrón-rojizas de los acantilados de
arenisca hasta donde el ojo podía ver, había un estrecho río que lo atravesaba,
fluyendo hacia la boca del Zedora en el este, y sus orillas estaban salpicadas
de parches de verdes praderas. Como estos prados eran adecuados para el
pastoreo, las tribus de jinetes frecuentemente instalaban sus tiendas en ellos.
El temperamento violento de los nómadas de Kesmai también era conocido, así que
Kuon iba a mantenerse tan lejos de estas pequeñas estepas como pudiera, para
evitar cualquier lucha innecesaria.
Sin embargo, delante de ellos, a
la sombra de una colina rocosa que parecía una fortaleza hecha por el hombre,
vieron un grupo de unos diez jinetes.
Enemigos... la tribu de la
montaña entró inmediatamente en alerta frenética, pero Kuon había notado la
bandera blanca que el grupo ondeaba. Eran nómadas de la tribu Halia.
Kuon dio la orden de ponerse
detrás de los jinetes. El viento seco soplaba entre los dos grupos. Como uno de
los otros jinetes había desmontado y parecía estar a punto de acercarse a
ellos, Kuon también saltó de su caballo. El hombre de la tribu Halia parecía
asombrado al acercarse a él. Cuando Kuon había matado a Bahāt, un hombre cuya
violencia había estado causando interminables problemas para Hāles – el jefe de
la tribu – este joven había sido uno de los que había ido con Hāles para ayudar
a cubrir con su arco a Kuon y Sarah. Kuon reconoció esa cicatriz en su mejilla.
Kuon y el joven de la tribu Halia
se detuvieron entre sus dos grupos.
—Kuon, realmente eres tú.
El hombre bajó la voz ya que,
incluso dentro de la tribu, nadie, excepto los que habían participado en ella,
sabía que Kuon había cooperado con Hāles para matar a Bahāt. Continuó,
—Nuestra gente ha estado muy
preocupada: la tribu que siempre ha permanecido en las montañas del sur de
repente comenzó a llegar en tropel a estas tierras, —dijo.
Alguien había visto al grupo de
Kuon dirigiéndose al norte y se apresuró a informar a su tribu sobre ello.
Normalmente, los nómadas se dividían en varios clanes que viajaban por los
pastizales que estaban dispersos por las llanuras. Y aunque las Llanuras de
Kesmai eran vastas, sus praderas eran escasas, por lo que había muchas veces en
que los grupos se enfrentaban entre sí por derechos de territorio. Sin embargo,
cuando escucharon la noticia de que: “Las montañas se mueven”, todos se
pusieron rápidamente en contacto con sus compañeros de tribu.
No había tiempo para peleas
familiares cuando una amenaza inesperada se acercaba. Si uno de los muchos
poderes dispersos por las llanuras se había aliado con las “montañas” para
destruir el equilibrio de poder en Kesmai, entonces podrían necesitar trabajar
juntos para aplastar ese plan lo más rápido posible. A continuación, Hāles, el
joven jefe de los Halia, decidió que lo primero que había que hacer era
intentar acercarse a las “montañas”.
Pero, aunque entendía la
situación, Kuon no podía permitirse el lujo de detenerse aquí. Fue una suerte
que el elegido como enviado fuera un joven que compartía el secreto del Jefe
Hāles. Kuon fue capaz de explicarle fácilmente tanto su razón para cruzar las
llanuras de Kesmai y dirigirse hacia las “montañas”, como por qué ahora viajaba
una vez más a través de las llanuras, esta vez con sus habitantes a su cargo.
—Sólo queremos pasar por Kesmai. A
menos que alguien intente detenernos, no haremos nada para interferir aquí.
—Me reportaré con el Jefe. Creo
que ya lo sabes, pero no te acerques a los prados. Nuestro clan es una cosa,
pero hay muchos tipos con mecha corta en los otros también.
Los jinetes nómadas se fueron, y
Kuon y su grupo una vez más comenzaron a dirigirse al norte. Durante los días
siguientes, aunque las figuras de otros jinetes – que probablemente los estaban
vigilando – podían vislumbrarse de vez en cuando en la distancia, los hombres
de la montaña pudieron avanzar sin encontrar ningún obstáculo.
Fue en un día en que el viento
soplaba con cierta fuerza que recibieron una respuesta del jefe de los Halia.
Un grupo de unos treinta jinetes apareció, con sus túnicas blancas revoloteando
en el viento pardusco y cargado de arena.
El que actuaba como su enviado era
el joven con la mejilla marcada.
—Nuestro
jefe, Lord Hāles, ha mediado con las otras tribus, y ha informado a todos ellos
que este movimiento de las “montañas” no va a dañar las llanuras —explicó a
Kuon.
El jefe Hāles también había
añadido que: “Tengo una gran deuda con el Maese Kuon y Lady Sarah”, y, como
tal, les había enviado refuerzos: “Por Faihan, el colmillo del Dios Lobo, Roh
Gas, que continuó luchando incluso después de que se rompiera, ruego que el Maese
Kuon haga uso libre de los treinta que le envío.”
Naturalmente, Kuon se sorprendió.
—Espere. No necesitan ir tan
lejos. Bahāt fue... em, no, quiero decir, cuando hice eso, fue por mi
propio bien, no el suyo.
—No se preocupe —la cara oscura y
bronceada del joven estalló en una sonrisa—. La tribu Halia no tiene miedo,
primero, de luchar, y segundo, de morir en combate. Por Faihan, el colmillo de
Roh Gas que cobró vida, espero que no se contenga al usarnos.
Eso no era realmente lo que Kuon
quería decir, pero como no podían permitirse perder tiempo, decidió tragarse su
sorpresa y añadir estos nuevos compañeros al grupo.
—Me llamo Zan Chiredeau —el joven
se presentó.
Y así, Kuon continuó su camino a
través de la llanura, mientras ganaba algunos aliados no planeados. Su viaje
fue sin incidentes... O lo habría sido, si no fuera por el hecho de que fueron
atacados por lobos una noche.
Se decía a menudo que: “los lobos
de las llanuras de Kesmai conocen el sabor de la carne humana”. Había historias
sobre cómo, cuándo atacaban los campamentos establecidos por las caravanas de
mercaderes del norte, saltaban para atacar a los humanos, aunque éstos llevaran
antorchas de fuego en sus manos, en lugar de los caballos que estaban atados a
un lugar.
La gente de la montaña se puso
furiosa, pero Zan y los otros nómadas sabían qué hacer: No hay muchos de ellos,
así que podemos ahuyentarlos con el humo de jūma, dijeron y, de sus alforjas,
produjeron haces de hierba seca que luego prendieron. El humo tenía un olor
único que los lobos odiaban.
Los jóvenes nómadas, incluido Zan,
blandían los paquetes de hierba encendidos mientras recitaban oraciones al dios
lobo. Las bestias gruñían y resoplaban casi tristemente, pero en poco tiempo,
colgaron sus cabezas y volvieron la cola uno tras otro.
Después de lo cual, el grupo fue
afortunadamente capaz de dejar las Llanuras de Kesmai sin encontrarse con más
manadas de lobos o enjambres de ashinaga.
Tomando la misma ruta que cuando iban
a la montaña, Kuon dirigió el camino a través del Paso de los Lamentos y luego
a la carretera. Allí, eligió unos diez jinetes, y se apresuró a seguir con
ellos hasta Guinbar.
Le preocupaba que las fuerzas de
Darren pudieran empezar a marchar en cualquier momento, pero, en ese instante,
la situación seguía siendo perfectamente pacífica. Era tan anticlimática que
Kuon se sintió defraudado. Y encima, cuando le preguntó a Savan, se enteró de
que Leo estaba lejos del castillo.
Durante un tiempo, Kuon dudó sobre
qué hacer. Tenía la opción de esperar en Guinbar, pero era la primera vez que
dirigía tropas de varios cientos de hombres. No podía decidir por sí mismo
dónde se alojarían y dónde vivirían. Si hubiera discutido las cosas con Savan,
ciertamente habría sido capaz de resolverlo, pero Leo era el superior directo
de Kuon, el equivalente a un líder de unidad en las montañas, y por lo tanto no
era a Savan a quien iba a confiar su destino...,
—En ese caso, me dirigiré al
territorio de Bernard también, —decidió, e inmediatamente volvió a subir a su
caballo. No había pasado ni una hora desde que atravesó por primera vez las
puertas del castillo de Guinbar.
Qué muchacho tan inquieto,
pensó Savan, pero volvió su mente a las cosas prácticas:
—Si sigues recto por la carretera,
llegarás al territorio de Darren. Enviaré algunos soldados para que te guíen.
Así, después de unirse de nuevo a
su principal fuerza de jinetes, Kuon cabalgó rápido hacia el este de Guinbar y
llegó al comienzo de la Vieja Carretera antes del atardecer. Allí, tuvo un
encuentro que estaba completamente fuera de sus predicciones; se encontró con
la unidad de avanzada que Darren había enviado.
Darren Actica había dejado Dharam
con una fuerza de dos mil, de la cual había separado una unidad de quinientos y
los había hecho avanzar como vanguardia. Como trescientos de ellos iban a
atacar la iglesia, los doscientos restantes avanzaban por la Vieja Carretera
para atacar los puestos de guardia y tomar el control de las estaciones de
relevo. Entre ellos, veinte jinetes viajaban hacia el oeste, buscando dónde establecer
un bloqueo a lo largo de la Carretera Vieja. Estos fueron los que se
encontraron con Kuon.
Naturalmente, los hombres de
Darren se sorprendieron por este grupo de jinetes que aparecieron de repente de
la nada. A juzgar por sus apariencias, adivinaron que probablemente eran
bandidos que habían establecido su base en las cercanías.
—¿Quiénes son ustedes, bastardos? —les
llamaron arrogantemente—. Quítense del camino. Tenemos varios cientos de
soldados detrás de nosotros, así que no desprecien nuestro número —dijeron—.
Troten en silencio. No tenemos tiempo para ocuparnos de ustedes —se burlaron a
caballo y levantaron sus armas amenazantes.
Kuon apretó los ojos entrecerrándolos.
Entre la tribu de la montaña, su vista era conocida por ser especialmente
buena, e incluso con la luz oscura del atardecer, vio el emblema de su
armadura. Era el emblema que también había estado en los estandartes enemigos
cuando luchó en Olt Rose – el emblema de la familia Actica. Y de hecho, el
líder del grupo de exploradores era un hombre con lazos familiares con la Casa
Actica.
Kuon sacó pecho con una
provocación deliberada.
—¿Quiénes son estos “malditos
insolentes”? —gritó una expresión que había hecho suya en alguna parte—. Yo sirvo
a Lord Leo, y estoy en un asunto urgente. Ustedes son los que tienen que ceder.
—¡Que!
—¿Dijo el príncipe?
Sus oponentes fueron visiblemente
sacudidos. Lo que era perfectamente comprensible: se suponía que liderarían un
ataque sorpresa, por lo que era impensable que el príncipe ya estuviera en
acción.
En ese momento, alguien trajo su
caballo junto al de Kuon. Era Aqua. “Ella” – “él”, debería decir – llevaba una
armadura completa, y lanzó una mirada al bando contrario antes de preguntar: —¿Son
enemigos?
La energía estaba casi irradiando
desde ese perfil en casco. El mensaje era claro: o bien tenían enemigos a los
que derrotar, o bien estaban perdiendo el tiempo al detenerse aquí de esta
manera. Kuon lo encontró bastante divertido.
Al mismo tiempo, también llegó a
una decisión: no tenía sentido discutir de un lado a otro aquí. No importaba lo
que sus oponentes dijeran o hicieran de ahora en adelante, la respuesta ya
estaba clara. A saber...,
—Son
enemigos. Atrápenlos.
Kuon pateó los costados de su
caballo. Para cuando había sacado la espada de su cintura, el arco de Aqua ya
estaba apuntando.
—¡Re-Retírense!
—¡Vuelvan a la estación, antes de
que nos ataquen las tropas del príncipe!
Todos sus oponentes comenzaron
simultáneamente a dar vuelta sus caballos. Kuon ya había tomado una decisión
sobre esto, también. El hombre que fue más lento en dar la vuelta se cayó de su
caballo, con la garganta atravesada por la flecha de Aqua. El caballo de Kuon
galopó a su lado en el siguiente instante, y el resto del grupo de jinetes
también aceleró hacia el eco de los cascos de sus caballos.
Por un momento, se convirtió en
una persecución, pero sus números eran fundamentalmente diferentes. Y la gente
de la tribu Halia podía cabalgar por las llanuras todo el día sin problemas.
Con ese tipo de jinete, los caballos también estaban bien entrenados: aunque las
monturas de sus oponentes jadeaban salvajemente, los corceles de los nómadas los
perseguían con total despreocupación.
Kuon hizo que mataran a la mitad
de los veinte hombres, y que la otra mitad fuera atada e interrogada. Por lo
que dijeron, había menos de doscientos soldados ocupando la estación de relevo
de adelante.
Así que, Darren Actica ya había
hecho su movimiento, después de todo.
Los miembros de la tribu Halia
tenían cierta experiencia en el trato y comercio con asentamientos urbanos,
incluyendo los de Atall, así que Kuon les confió un mensaje suyo, y los envió
al Castillo de Guinbar. Después de enviarlos, tomó el liderazgo del grupo de
jinetes, y ellos cabalgaron audazmente a lo largo de la Carretera Vieja.
Llegaron a la estación de relevo
alrededor de la medianoche, donde vieron que se habían encendido antorchas. No
eran luces nocturnas para los viajeros, sino fogatas que permitían a la unidad
militar ocupante vigilar sus alrededores. Cuando vieron que el grupo de Kuon se
acercaba, los soldados de guardia vinieron corriendo. Probablemente pensaron
que el grupo de exploradores había regresado, pero Aqua, que estaba al lado de
Kuon, ya tenía el arco tensado y, usando las antorchas como señal, atravesó la
tráquea de un soldado con una flecha.
Pasó un segundo. Kuon recordó la
vez que había orinado en un hormiguero, cuando era muy joven. Después de un
momento, un número incontable de ellas salieron corriendo de su madriguera. La
única diferencia era que esta vez, eran humanos, no hormigas.
Sólo la mitad de ellos estaban
armados, y el resto parecían haber sido despertados de sus camas. Hubiera sido
mejor para ellos si hubieran tomado escudos, pero la mayoría sólo había tomado
un arma. La gente de la montaña apuntó sus muchas flechas a las “hormigas”.
Casi todos ellos tenían mejor visión nocturna que los criados en las ciudades, y
los hombres de la tribu normalmente pasaban sus días derribando pájaros y
bestias. Los soldados de Darren, que ni siquiera llevaban armadura, cayeron al
suelo.
Viendo que era el momento
adecuado, Kuon se abrió camino por el frente. Aquí de nuevo, fue una pelea
unilateral. Los soldados del lado de Darren se dieron cuenta de su completa
desventaja e iban a volver por la Carretera Vieja, pero Kuon había enviado
hombres de la tribu Halia en esa dirección de antemano, y estaban esperando
allí en una emboscada.
Gritos, chillidos y gritos de
dolor se elevaron en la noche a lo largo del camino, pero no duraron mucho. La
lucha entera no duró ni media hora.
A pesar de lograr la victoria por
ahora, Kuon y su grupo no tenían tiempo para descansar. Dejaron sólo unos pocos
soldados para vigilar la estación de relevo, e inmediatamente se dirigieron al
este a lo largo de la Carretera Vieja. Sin embargo, ni la gente de la montaña ni
los nómadas mostraron ningún signo de fatiga. Al contrario; sus ojos brillaban,
hambrientos de sangre. Aqua, que había matado humanos por primera vez, estaba
en el mismo estado.
—¿Es eso? ¿Son estos los soldados
de Atall? Son mucho más lentos y cobardes que las bestias de las montañas —Kuon
sacudió su cabeza ante esas palabras.
—Las cosas no serán tan fáciles por
siempre.
Los jefes de unidad de los
soldados que lo seguían lo respaldaron.
—¡Concéntrese! ¡Escuchen las
palabras del guerrero que incluso derrotó a Raga! —gritaron, y gritos de
acuerdo se levantaron desde dentro de las tropas.
Era la tarde del día siguiente
cuando la Iglesia de Guinbar apareció a la vista. El ataque sorpresa de los
soldados de Darren había comenzado, y ya había muchas víctimas. Kuon se dio
cuenta de que llegaban tarde, pero aún no demasiado.
—Vamos —Kuon dio la orden de ir a
caballo—. ¡Todos, ataquen!
Este no era lugar para tácticas
detalladas. Los guerreros de montaña estaban acostumbrados a actuar con sus casas
– en otras palabras, con sus unidades – y los nómadas también sabían cómo cazar
y cómo atacar. La primera flecha de Aqua, que atravesó el brazo del afeitado,
señaló el comienzo de su asalto. Y el bando de Darren estaba a punto de ser
aplastado por tercera vez en un lapso muy corto por el mismo grupo.
Parte 2
Cabalgando en el centro de su
fuerza principal, Darren Actica dudó de sus oídos cuando escuchó el informe de
la unidad enviada a atacar la iglesia.
—¡Eso es absurdo! ¡Imposible!
¿Cuántas veces había usado Darren
las palabras “absurdo” e “imposible” desde que él y Leo empezaron a
enfrentarse?
Era obvio que tanto Savan Roux
como Leo Attiel se habían vuelto descuidados después de que el príncipe
soberano despachara enviados. Leo había dejado Guinbar, y Savan había abierto
un mercado cerca de la iglesia. Era la oportunidad perfecta; las tropas de
Darren estaban preparadas, y aprovechó al máximo al enviado que le habían mandado
para fabricar una excusa, y darles la señal para marchar sobre Guinbar.
Y ahora, su plan de quemar primero
el mercado y destruir la iglesia mientras simultáneamente avanzaba sobre
Guinbar había sido frustrado.
¿Sospecharon algo? No, no hay
suficientes para una emboscada. Leo no debería tener ninguna tropa que pueda
mover, y aunque Savan desesperadamente reúna tantos hombres como pueda,
deberíamos tener al menos el doble, o incluso el triple de su número. Entonces,
¿cuál es la escala de esta fuerza? ¿Y su alineación? Un sinfín de
preocupaciones lo asaltaron.
Lo único que era seguro, era que
lo inesperado había ocurrido. No necesitaba tiempo para reorganizarse.
—Parece que cuando nos atacaron el
día del festival, también habían predicho cómo reaccionaríamos. Como se
esperaba de Leo y Savan, esos astutos bastardos.
Evitó deliberadamente mostrar lo
agitado que estaba y se retiró por el momento a un pueblo en la frontera misma
de sus dominios.
El mismo informe llegó a Leo un
poco más tarde que a Darren, justo cuando Leo pensaba ir al campamento enemigo
para hacer que detuvieran su ataque.
Como la información se basaba en
lo que se había filtrado del campamento de Darren y de la aldea donde habían tomado
posición, se desconocía la identidad y la escala exacta de los refuerzos amigos
que habían aparecido de repente. Estaba claro en el informe, sin embargo, que
las fuerzas que hicieron retroceder a Darren no eran ni de Atall, ni de ninguno
de los países circundantes, y Leo tuvo una intuición inmediata de quién podría
ser.
¿Kuon, tal vez?
Era como si las nubes que cubrían
el cielo se hubieran separado, y el sol brillara con fuerza. Leo se levantó y
se puso a trabajar con tanta energía, que era difícil de creer que, hasta
entonces, había estado sentado abrazando sus rodillas. Tenía mensajeros que
iban y venían incesantemente hasta que había reunido toda la información
posible.
Parecía que realmente era Kuon
quien había llegado con refuerzos. Sin embargo, se quedó en la iglesia, sin
salir para reunirse con Leo. La esfera de influencia de Darren se extendía al
este de él. Perfecto, pensó Leo. Al mismo tiempo que enviaba un
mensajero directo a Kuon, también ordenó a Bernard que ensamblara sus banderas
de batalla.
—¿Qué pretende hacer?
—Usted sólo tiene que juntar las
banderas. No necesita hacer nada más después, así que no se meta en mi camino
al menos.
Bernard estaba medio asombrado,
medio exasperado por la actitud y forma de hablar de Leo. Cuando Stark lo había
estado coaccionando, Leo parecía enfurruñado entonces. Justo cuando sus
emociones parecían estar a punto de estallar, se había sentado abrazando sus
rodillas, tan deprimido como si pensara que el mundo se estaba acabando. Y
ahora, aquí estaba, tan fresco y tranquilo como un comandante militar.
Es como un niño pequeño,
pensó. Al mismo tiempo, sentía cierta admiración: Pero ahora mismo, hay una
agudeza en él que podría cortar a cualquiera que lo tocara.
Stark Barsley ya había dejado el
castillo. Sin embargo, aunque fue precedido por un mensajero en un veloz caballo,
todavía pasaría algún tiempo antes de que el príncipe soberano fuera informado
de lo que estaba pasando. No hace mucho tiempo, Leo había estado impaciente por
eso, pero ahora, pensaba exactamente lo contrario: necesitaba arreglar las
cosas antes de que su padre intercediera.
Esta vez... El rostro de
Leo aún tenía rastros de infantilismo, pero la expresión que tenía se tensó.
Durante los días siguientes,
recorrió las aldeas de la parte occidental del territorio de Bernard, es decir,
las más cercanas a Dharam, reuniendo a los jóvenes. En el pasado, la gente
había dicho que estaba “reclutando” en las afueras de Guinbar, pero esta vez,
Leo no tenía intención de tomar a estos hombres como soldados.
Viajó a la frontera del dominio, y
allí acampó en las ruinas de un viejo templo. El edificio había existido antes
de que Atall fuera un país, y sólo los ermitaños o reclusos se acercaban a él
hoy en día, pero Leo hizo que provisiones y hombres fueran transportados allí.
La gente que había reunido se puso
a trabajar en la excavación de los alrededores todo el día. Apilaron tierra
cerca del templo y se las arreglaron para completar un foso improvisado y un
muro defensivo.
Dentro del campamento, Leo ondeó
las banderas que Bernard había recogido para él. También eligió a varios
hombres de entre los monjes guerreros y los envió a las aldeas de la zona de
Dharam. Vestidos con sus túnicas sacerdotales, anduvieron por todas partes,
difundiendo rumores mientras fingían predicar celosamente su fe.
“Bernard parece haber unido
fuerzas con Lord Leo.”
“Si Lord Actica invade Guinbar, el
príncipe ciertamente atacará por la retaguardia con las fuerzas que Bernard le
ha prestado.”
“Cuando eso suceda, los pueblos
definitivamente sufrirán. Hay que vigilar de cerca ese campamento, para que
cuando el príncipe salga, pueda evacuar lo más rápido posible.”
Esos rumores se propagaban por las
aldeas como un incendio descontrolado. Naturalmente, Darren, que esperaba la
oportunidad de liderar una nueva invasión, no podía permitirse el lujo de
ignorarlos.
Justo después de que su primer
intento fuera bloqueado, ordenó a los merodeadores, que estaban al acecho en
todo el territorio de Guinbar, que empezaran a incrementar sus actividades.
Como resultado, Savan se encontró de repente con las manos atadas. Había
enviado quinientos soldados a la Carretera Vieja, donde los falsos bandidos
habían tomado posición, pero parecía que ese era el límite en términos de
tropas que podía permitirse mover, y desde entonces, no había habido ningún
movimiento evidente desde Guinbar.
Bien. Con esto, todavía tengo
una oportunidad de victoria. Darren se lamió los labios con satisfacción, pero,
aun así, la información de que Bernard podría atacar por detrás era extremadamente
problemática.
Dicho esto, Darren no podía
permitirse perder demasiado tiempo. Al igual que Leo, sentía que necesitaba
terminar las cosas antes de que el príncipe soberano pudiera intervenir. Los
acontecimientos eran inciertos e inestables, por lo que tenía que forzarlos a
avanzar hacia su objetivo. Porque una vez que sus movimientos se detuvieran, se
necesitaría mucho tiempo y esfuerzo para que la situación cambiara de nuevo.
Puede que haya dicho esto antes,
pero Leo y Darren eran sorprendentemente similares en esa creencia compartida.
—Manda a llamar a Lance Mazpotter,
—ordenó Darren.
Nunca lo había conocido
personalmente. Y en cuanto al mensajero que Lance le había enviado una vez, la
actitud del hombre había sido tan arrogante que Darren no había sido capaz de
soportarlo.
Es fácil decir qué clase de
persona es su líder Lance, había pensado en ese momento. Darren estaba
orgulloso de ser el más influyente de todos los señores vasallos de Atall, y
Lance definitivamente no era alguien que quisiera conocer de primera mano.
Aun así, es un hombre que puedo
usar. No se puede negar eso. Con toda honestidad, con su habilidad, no habría
sido en absoluto sorprendente si hubiera estado al mando de mil, o incluso diez
mil, soldados para algún país en alguna parte. Pero quizás el hombre llamado
Lance encontraba placer en liderar una banda de merodeadores, y cuando, después
de la batalla de Olt Rose, Darren insinuó que no le importaría contratarlo
oficialmente, Lance envió a alguien para rechazar la oferta.
Qué tonto. El día que derrote a
Leo y tome Guinbar, lo nombraré para algo en mi nuevo territorio.
Lance no tenía ninguna aspiración.
No era capaz de tenerlas; al final del día, era un hombre bien adaptado para
vivir como un perro callejero. A Darren le resultaba difícil de entender, pero
al menos servía a su propósito.
De todos modos, habiendo oído que
Lance había llegado, Darren le permitió entrar en su pabellón. Y se sintió
instantáneamente desconcertado. El que apareció era un hombre alto con un
parche en el ojo izquierdo; era el mismo mensajero insolente.
Por mucho que le disgustara la
otra parte, Darren tenía la intención de darle una cálida bienvenida, darle un
hueso al perro, por así decirlo, pero ahora...
—¿Dónde está Lance? —su voz estaba
involuntariamente llena de furia—. No hablaré con gente como tú. Ve a buscar a
tu líder.
—Qué cosas tan raras dices —dijo
el hombre con el parche en el ojo. Pero no sonreía—. Por cierto, creo que nunca
me presenté, Lord Actica. Yo soy Lance Mazpotter. He vivido durante casi
cuarenta años, pero nunca me han llamado por otro nombre, y en mi unidad, no
hay nadie más con el nombre de Lance, tampoco.
—¿Qué? —La boca de Darren se
abrió.
El que estaba delante de él no
parecía estar mintiendo o bromeando. Entonces debía ser la verdad. Este hombre,
con armadura ligera y con su pelo largo recogido detrás de su cabeza, realmente
era Lance. Lo que significaba que anteriormente, cuando el ejército de Leo
había estado en posición justo frente al castillo de Olt Rose, el líder de la
unidad se había colado solo para reunirse con Darren.
Lord Actica limpió el sudor que
rezumaba de su frente.
—Ya veo... en ese caso, me
disculpo. Nunca hubiera imaginado que usted era Sir Lance en persona, y...
—Ya para —Lance estaba tan altivo
como siempre—. ¿Y? ¿Qué quieres?
Darren sintió la furia dentro de
él, pero de alguna manera se las arregló para tragársela de nuevo, y habló del
campamento dentro del templo en ruinas en el territorio de Bernard.
—No digo que tenga que caer en
este momento. Sólo quiero que cause suficientes problemas en el campamento para
que no puedan interferir cuando tomemos Guinbar.
—Ya veo. Es ciertamente la misión
perfecta para nosotros, —Lance asintió, con una mirada completamente
imperturbable.
Su fuerte era el uso de los
caballos, y una vez había jugado con las fuerzas de Leo como con tontos,
cargando repetidamente contra ellos y retirándose. Sería un juego de niños
confinar al enemigo en un área pequeña.
A Darren no le gustaba el hombre,
pero apreciaba que se diera cuenta rápidamente. Sintiéndose generoso, lo
despidió al final con una sonrisa amable y unas pocas palabras de despedida:
—Dicen que Leo está ahí. Ese
maldito cachorro se cree un héroe, así que probablemente esté resentido con
usted por haberlo derrotado, Sir Lance. Si se va, no me importará aunque lo
mate.
Lance asintió por las apariencias,
pero, en voz baja, murmuró: “Ya veremos”.
Lance Mazpotter.
Se decía que era de Atall, pero no
se conocían detalles sobre su lugar de nacimiento, la ocupación de su padre, o
cuando dejó el principado.
Cuando tenía veinte años, su fama
había empezado a crecer en los países costeros del norte como bandido y capitán
pirata. Después de una serie de hazañas lo suficientemente impresionantes como
para ser ampliamente relatadas, había comenzado de repente a comandar un barco
de la marina para Tallnia, uno de dichos países costeros. Pasó unos dos años en
la misma marina que había sido su enemigo natural durante sus días de pirata.
Su vida estaba relativamente bien establecida: adorado por los marineros de
Tallnia y con innumerables rumores sobre sus asuntos con las damas de la corte,
Lance había alcanzado cierto éxito. Sin embargo, y de nuevo muy abruptamente,
huyó de Tallnia, dejando atrás palabras como “me cansé del mar”.
Según una opinión, había escapado
porque su vida estaba siendo atacada por problemas relacionados con las
mujeres.
Regresó a Atall cuando se acercaba
al final de sus veinte años y se convirtió en mercenario junto con varios
compañeros que lo habían seguido desde sus días como pirata. Como prácticamente
no había trabajo en Atall, se cansó de ir de gira como soldado contratado, e
inmediatamente empezó a merodear.
Estos merodeadores eran, por así
decirlo, empleados por los señores del dominio rural – o mejor dicho, recibían
su consentimiento tácito para acciones como obligar a los comerciantes y
viajeros en las fronteras del dominio a emplearlos como escoltas, o establecer
arbitrariamente barreras y cobrarles altos peajes, ya que también actuaban como
guardias del dominio. Sus funciones también incluían, ocasionalmente, dirigirse
a otro territorio o país a petición del gobernante local, y allí atacar aldeas
y puertos, arrebatar ganado y cosechas o prender fuego a casas y barcos. Como
nada de lo que hacían podía ser atribuido a ningún país o militar, y como
podían ser desechados cuando se quisiera, eran muy convenientes para Atall y
sus países vecinos.
El negocio de los merodeadores
parecía adaptarse extrañamente a la naturaleza de Lance. Él, que se había
cansado rápidamente de la piratería y de estar en la marina, se movió por todo
Atall haciendo este negocio. Un día fue contratado por un señor de dominio para
incendiar los campos de otro feudo, y al día siguiente, habiendo sido empleado
por las familias campesinas de esa tierra, aplastó las tropas del señor del
dominio mientras éste seguía planeando su próximo y último movimiento.
Inmediatamente después de ser recompensado por los mercaderes que había
escoltado a un destino seguro, recibiría una petición de las aldeas cercanas
afectadas por la pobreza y luego saquearía los bienes de los mercaderes y los
dividiría en partes iguales con los aldeanos.
No tenía nada que ver con las
creencias. Aceptaba cualquier petición que le diera la gana. Tampoco estaba
particularmente interesado en el dinero. Sin embargo, una vez que Lance
Mazpotter aceptaba un pedido, nunca lo abandonaba a medias. Y siempre lo
llevaba a cabo con éxito. Sólo el día después de haber completado una solicitud
se pasaba al otro lado. Esa era, por así decirlo, su “estilo”.
Durante los últimos diez años más
o menos, a Lance le habían gustado los caballos, le había gustado la guerra, y
había compartido su cama con mujeres y la bebida. Sin embargo...,
—Yo como que...,
– Había llegado al punto de
preguntarse si también se cansaba de esto. Últimamente, no se había encontrado
ni con una batalla ni con una mujer que le hiciera arder la sangre.
Dicho esto, no pensaba entrar
oficialmente en el empleo de ningún país a esta hora tan tardía. Cuando Darren
hizo su oferta, Lance también la rechazó. Sería un error decir que ahora se
sentía lo suficientemente pesimista como para “buscar un lugar para morir”.
Como sólo era en el nivel de “no
tan divertido”, Lance aceptó que no había otra opción que soportarlo.
“Cabalga, saquea, mata y prende
fuego hasta el día en que ya no puedas moverte y seas abandonado donde caigas
por tus compañeros y tus caballos... Bueno, ¿no sería una muerte apropiada para
Lance Mazpotter?,” Medio en autodefensa, había estado recientemente
contemplando ese pensamiento.
Después de que Lance dejara el
pabellón de Darren, y sin haber dicho una palabra de esos pensamientos suyos,
comenzó ese mismo día a reunir a sus compañeros, que normalmente estaban
dispersos por todo el lugar, para llevar a cabo fielmente la petición que había
recibido.
Tres días después, había reunido a
setecientos hombres y había llegado a su destino.
Leo, en el lado opuesto a él,
había llevado a los trescientos de sus monjes guerreros a las ruinas del templo
donde, en plena noche, fueron atacados por las tropas de Lance. Hablando
puramente del resultado, era perfectamente obvio: Leo sufrió una derrota
aplastante.
Sus pistolas dispararon a través
de agujeros en las vallas y muros, pero, en la oscuridad, no dieron con nada. El
enemigo, por otro lado, parecía reírse de su impotencia, y rompió fácilmente
cada posición importante, hasta que incluso cruzaron el foso seco que había
sido cavado con tanto esfuerzo.
Justo cuando parecía que
convergían para atacar en una dirección, aparecieron de repente también por el
lado. Hubo varios momentos en los que los soldados que llevaban escaleras
consiguieron subir y romper los muros, pero Camus y los monjes guerreros se
endurecieron en la batalla, y les devolvieron la energía. Tal vez Lance
sospechó que seguirían atacando a su unidad, ya que se retiró rápidamente,
esperando el momento exacto en que el lado de Leo recuperaría el aliento para
atacar de nuevo.
No tenían suficientes soldados
para lanzar un contraataque desde su campamento. Una vez que sus muros fueron
atravesados, Leo y sus hombres no tuvieron otra opción que retirarse
inmediatamente. Incendiaron las ruinas del templo y escaparon hacia el este.
Alrededor de la misma hora...,
—Empujen sin mirar atrás. —Darren
y su fuerza de dos mil una vez más comenzaron a marchar sobre Guinbar. Parecía
que las pocas medidas que Leo había tomado eran completamente en vano, sin
embargo levantó un campamento a unos pocos kilómetros al este de las ruinas del
templo, y una vez más izó su bandera. Lance comenzó a perseguirlos, pero este
era, después de todo, el territorio de Bernard, y Lance no se adentraría
despreocupadamente más en él. Envió exploradores en varias direcciones y se
tomó el tiempo de comprobar si había algún soldado preparado para atacar a sus
jinetes.
Leo, por su parte, no permaneció
inactivo durante ese tiempo. En este segundo campamento, repartió lanzas a los
jóvenes que había reclutado en las aldeas y los puso en formación. Desde lo
alto de su caballo, una vez más tomó posición en el centro del campamento.
Luego, como una provocación al lado de Lance, bajó la colina solo, y
deliberadamente dejó que lo vieran.
Una parte de la unidad de Lance
fue atraída, pero Camus y otros monjes guerreros, que estaban escondidos en el
bosque al lado de la colina, los esperaban con las armas en la mano.
Hubo una ráfaga de disparos y
hombres y caballos cayeron a su lado, alcanzados por las balas de plomo.
—¡Bastardos! —la unidad de
caballería estaba a punto de cargar en el bosque, pero Camus y su grupo se
retiraron rápidamente. Siguiendo una ruta de escape que había sido preparada de
antemano, los monjes soltaron una segunda, y luego una tercera salva de
disparos incluso mientras aumentaban la distancia entre ellos y la unidad de
caballería, que fue frenada al tener que abrirse paso a través de los árboles.
—¡No los persigan demasiado lejos!
—Las órdenes de Lance fueron tan rápidas como siempre.
Darren miraba a Leo como un “mocoso
que se cree un héroe”, pero Lance no subestimaba al oponente contra cuyos
soldados se había enfrentado. Todo lo contrario: “No hay muchos en Atall que
puedan hacer la guerra como él”, era como lo veía.
Mientras aún estaba a caballo, se
mojó el dedo.
—El viento está en la dirección
correcta. Prendan fuego al bosque.
Su orden era privar a las tropas
de emboscada de Camus de cualquier lugar donde esconderse. Pero para entonces,
Camus y sus hombres ya habían cruzado el bosque y se habían ido por el norte,
donde se reunieron con Leo y los demás.
Para evitar que los caballos se
abrieran paso, se había establecido un anillo de abattis al pie de la colina
donde Leo había establecido su campamento, pero varios hombres de la unidad de
Lance desmontaron y salieron corriendo para arrancar las púas de madera.
Mientras que la mitad de la unidad estaba ocupada en eso, la otra mitad
proporcionaba fuego de cobertura con arcos y pistolas.
Por supuesto, el bando de Leo les
apuntó con armas similares, pero cuando cerca de un tercio de la valla ya había
sido levantada, Leo tomó una decisión:
—Nos retiramos.
Huyeron hacia el este a una
velocidad que dejó a la unidad de Lance atónita. Aquí también, la conclusión
fue obvia...
Desde el principio, Leo nunca tuvo
la intención de enfrentarse directamente a Lance Mazpotter.
Parte 3
“¡Esta vez no perderé!,” frente a
un oponente que una vez lo había derrotado, era natural que los sentimientos de
un joven se encendieran. Desafortunadamente, sin embargo, ese no era el caso de
Leo. O más bien, no, él sí tenía esos sentimientos, era sólo que...
En el mejor de los casos, sólo
tengo trescientos soldados que puedo comandar libremente – también tenía
ese otro “punto de vista”.
A pesar de que se desmoronó cuando
escuchó que las fuerzas de Darren avanzaban sobre Guinbar, también pudo
observarse a sí mismo con un sorprendente desapego. Y cuando recibió la
información de que Lance Mazpotter se movía para atacar las ruinas del templo,
su primer pensamiento fue: “Bien”.
Huirían.
Leo abandonó fácilmente tanto el
primero como el segundo campamento. Aun así, usó varios trucos para que sus
intenciones no se vieran demasiado rápido; uno de ellos fue cuando se mostró
para atraer al enemigo.
Montar un campamento para atraer
al enemigo, y luego escapar tan pronto como viera la oportunidad de hacerlo...
Es fácil hablar de ello, pero una guerra de retirada siempre estaba acompañada,
por supuesto, de un peligro considerable. Al primer vistazo de una oportunidad,
la unidad a caballo aplastaría sin esfuerzo las tropas de Leo, que eran tan
pocas. Sin embargo, Leo repitió la maniobra.
En una situación en la que las
balas volaban hacia él tan pronto como se detenía, o en la que su cabeza podía
ser aplastada en cualquier momento, mantenía la mirada en lo que estaba
sucediendo en todas las direcciones y recogía información detallada de los
mensajeros enviados por cada pelotón, y con ello, tomaba sus decisiones.
La aeronave que Camus había traído
del Monte Conscon era invaluable en todo esto. Leo no envió esta preciosa arma
directamente a la lucha, sino que sólo ocasionalmente la despachó al cielo para
tener una idea de cómo progresaba la batalla. En una ocasión, el propio Leo
había subido, aferrándose a la espalda del piloto y con su cara oculta bajo un
yelmo. Desde lo alto, pudo ver el cuadro completo de cómo se movían sus aliados
y enemigos.
Después de haber sido perseguidos
de su segundo campamento, Leo estableció otro más.
—Sólo estamos siendo atraídos, eh,
—dijo Lance Mazpotter con disgusto después de detener su caballo.
Cuando recibió la orden de Darren
de “causar el caos en el campamento en el territorio de Bernard”, la honesta
opinión de Lance fue que: “Este hombre es un tonto”. Aunque ciertamente era una
táctica en la que Lance sobresalía, si iban a usar el mismo método de todos
modos, entonces deberían ser ellos los que espolearan a sus caballos hacia el
Castillo de Guinbar.
“Darren debería haber reunido a
sus hombres y caballos en Olt Rose y seguir amenazando al príncipe desde allí.
Si lo hubiera hecho, el príncipe no habría sido capaz de moverse, y Darren no
habría acabado en el campo de batalla sin motivo. Y en cuanto a nosotros, no
habríamos tenido que perder el tiempo así, y podríamos haber dado un golpe que
hubiera sido suficiente amenaza contra Savan.”
Darren no estaba acostumbrado a la
guerra después de todo. Detestaba a Savan, y lo que quería por encima de todo
era ver arder el castillo de su enemigo, y tomar su cabeza con su propia
espada, por lo que no le interesaba si su método para hacerlo era ineficiente.
Lance avanzó, sintiendo nada más
que exasperación hacia Darren, pero la situación se había convertido en una que
le hizo exclamar: “¡Así que en realidad había alguien que es aún más tonto que
Darren!”
Su teniente, que había detenido su
propio caballo junto al de Lance, lo miró.
—No te refieres a mí, ¿verdad? —
preguntó—. No te refieres a mí. Sólo estaba siguiendo órdenes. ¿Quién iba a
saber que el viento cambiaría de dirección cuando estábamos a medio camino de
incendiar el bosque? Y para empeorar las cosas, mi hermosa barba incluso se
chamuscó...
—Sí, tú también eres un tonto,
pero en un sentido diferente. ¡El hombre del que hablaba era Leo Attiel!
Había visto a través de las
intenciones del príncipe: todo lo que estaba haciendo era atraerlos. Eso era
todo. A juzgar por la formación de batalla de Leo, no tenía la fuerza militar
para soportar un asedio después de invitarlo a sí mismo. Lo que significaba que
el príncipe tampoco recibiría ayuda de Bernard.
A pesar de eso, Leo hizo pública
la idea de que Bernard se había aliado con él, y deliberadamente acampó en un
lugar visible. Debido a que Lance había sido cauteloso con Bernard, que nunca
había tenido la más mínima intención de hacer un movimiento, había tardado
demasiado en atacar la base de Leo. Realmente había sido una completa pérdida
de tiempo. Y encima de eso, había perdido una parte de sus hombres. Pensar en
ello le enfureció.
Hasta entonces, había pensado en
Leo como: “un oponente que es capaz en la guerra”. Pero ahora, esa evaluación
apresurada parecía absurda. En lugar de ser capaz, la forma en que Lord Leo hacía
la guerra era poco convencional. Incluso ahora, cuando ya había visto a través
de él, a Lance le costaba creer que Leo se había usado a sí mismo como cebo
para atraerlo.
—En la batalla, es jaque mate una
vez que el “rey” es tomado. Incluso si tienes la ventaja, incluso si tu
formación está destinada a ganar, todo termina una vez que el “líder” es
tomado. Hacer que el “líder” se convierta en un señuelo es una idea tan tonta.
Darren no sabía mucho sobre la
guerra, pero el comportamiento del príncipe era como el de un niño. Y Lance
podía sentir que su sangre hervía de rabia por haber sido engañado por esa
infantilidad. Dio la vuelta a su caballo. Sus hombres lo imitaron
apresuradamente, pero él condujo su caballo solo, sin esperarlos.
—Ja —un sentimiento separado de su
furia brotó dentro de él—. He perdido esta pelea, ¿eh?
Al igual que el príncipe, era un
hombre que siempre podía ver lo que se avecinaba con un tranquilo desapego.
Otra razón por la que Leo había
establecido un campamento en un lugar tan conspicuo era para captar por la
fuerza la atención del ejército de Darren, y así facilitar el envío de
mensajeros a donde Kuon había tomado posición, al oeste de la región de Dharam.
Como Darren marchaba apresuradamente, no tenía ni el tiempo ni el número de
soldados para ampliar su red de vigilancia.
Al principio, Kuon había establecido
su campamento cerca de la iglesia, pero siguiendo las instrucciones de Leo, que
le habían sido traídas por un mensajero, había viajado hacia el norte a lo
largo de la Carretera Vieja, y había tomado posición en un punto donde se
cruzaba con la actual carretera.
Para entonces, se les había unido
la tropa compuesta por el resto de los miembros de la tribu, que habían viajado
a pie todos ellos, excepto Sarah, su guía. Sin embargo, sumándolos a todos,
eran sólo un poco más de mil; no más de la mitad de las fuerzas de Darren.
Cuando recibió el informe de sus
exploradores, Darren creyó que este debía ser el número total de tropas que
Savan podía enviar. Aunque existía la posibilidad de que más soldados vinieran
a apoyarlos por detrás, estos tendrían que ser tomados de la defensa del
castillo.
—Qué grupo tan valiente, para
venir a enfrentarnos en estas llanuras. Parece que se han confiado demasiado
después de hacer retroceder a nuestra unidad de avanzada —dijo para levantar la
moral de sus tropas.
A pesar de que Lance lo
consideraba como alguien que no entendía la guerra, Darren seguía vigilando. A
menudo enviaba exploradores mientras sus tropas avanzaban. Gracias a esto, estaba
claro que no importaba cómo se mirara, no había ningún lugar donde el enemigo
pudiera ocultar tropas en una emboscada cerca de la formación de batalla de
Darren, y no había ninguna señal de que más tropas se unieran al bando de
Savan.
Me repito, pero el tiempo era valioso
para Darren; necesitaba tener las cosas resueltas antes de que el príncipe
soberano interfiriera. Así que aumentó la velocidad de su marcha.
Un pelotón del bando de Savan
salió a su encuentro para luchar una batalla defensiva, pero cuando vieron al
enemigo a la distancia, se vieron obligados a retirarse. El ejército de Darren
avanzó cada vez más arrogantemente.
Un ataque inesperado se llevó a
cabo por la noche, pero Darren no había sido negligente. Llegarían al
campamento enemigo al día siguiente, así que, seguro que habría una batalla a
gran escala, estaban cada vez más preparados.
El campamento al que Darren se
acercaba rápidamente era, por supuesto, el cuartel general de Kuon.
Tácticamente hablando, la posición allí era completamente inútil, pero Darren
marchaba hacia ella. Lo que significaba, por supuesto, que había sido atraído
allí.
Siguiendo las instrucciones de
Leo, Kuon había reunido a los locales que estaban familiarizados con el área y
escucharon sus consejos. Fue capaz de inferir qué ruta seguiría el enemigo, y
hacer que sus alrededores fueran investigados en profundidad. Y aunque Darren
no fue negligente, no se dio cuenta: mientras él y sus hombres avanzaban
constantemente, los soldados enemigos que se suponía que habían dejado atrás al
pasar, o que se habían alejado de sus flancos, los habían rodeado y ahora se
escondían.
La tribu de la montaña siempre
había sido buena en las batallas que implicaban atraer al enemigo hacia ellos.
Sabían cómo retirarse y matar al unísono.
Esa noche, el bosque que debería
haber estado durmiendo tranquilamente estaba vivo; los aldeanos se precipitaron
en un frenesí y vieron nubes de polvo que se elevaban desde más allá de las
colinas y que deberían haber resonado con nada más que los gritos de las
bestias.
Las diversas unidades de Darren
fueron atacadas por todos lados. Aprovechando la oportunidad, los quinientos
soldados que Savan había enviado como refuerzo también hicieron su movimiento,
liderados por Kuon. Fue exactamente como si una manada de bestias que se había
escondido en las sombras de la noche abriera sus fauces y saltara desde todas
las direcciones.
Leo había sido el que sugirió este
ataque multidireccional, pero había sacado la idea de las tácticas de Lance
Mazpotter, que hacía un hábil uso del terreno. De hecho, fue una suerte para
Kuon y su grupo que la unidad de Lance no estuviera presente.
La comunicación entre los diversos
pelotones de Darren se cortó, y fueron desviados y obligados a huir mientras
apenas comprendían lo que había sucedido. Los únicos a los que el grupo de Kuon
no permitió escapar fueron el comando central, en otras palabras, la propia
unidad de Darren, cuya posición habían inferido de antemano.
Kuon se estrelló contra el cuartel
general con la fuerza suficiente para abrir una ruta de escape por sí mismo,
cortando a los defensores con lanzas para llegar a Darren Actica. Incluso los
comandantes con fuertes lazos con la Casa Actica ya habían huido, y, en lugar
de tirar sus propias vidas, los mercenarios contratados se rindieron uno tras
otro.
Cuando el mundo se tiñó de los
colores del amanecer, Darren fue finalmente perseguido hasta una casa desierta
en una aldea que no mostraba ningún otro signo de vida humana. Se sacudió las
mangas de la ropa sucia que había sido abandonada en el edificio.
—Se equivocan: yo soy un aldeano
de aquí. No conozco a Darren. Vayan, váyanse a otro sitio, —gritó, pero los
hombres de Kuon lo sacaron.
Cuando Kuon desmontó y caminó
hacia él, Darren cambió su actitud y resopló.
—Yo soy Darren Actica. ¡Mensajeros
asquerosos del infierno! Átenme con cuerdas, átenme con cadenas, hagan lo que
quieran. Pero no crean que han ganado por esto. Los dioses, no esa deidad
malvada en la que Leo cree, sino los dioses que observan desde arriba todo lo
que hacen los humanos, lo ven todo. La justicia está en un lado. ¡Y qué lado es
pronto se aclarará en el Palacio de Tiwana! —gritó Darren, con la cara cubierta
de barro y heno.
Todavía tenía a Oswell Taholin
para respaldarlo, y estaba seguro de que la mayoría de los señores vasallos
estarían a su lado.
—Cuando llegue ese momento, ustedes,
los villanos, se arrepentiran. Leo está destinado a terminar en la horca tarde
o temprano. ¡Y cada uno de ustedes, sus seguidores, arderá en la hoguera! Pero
está bien, aún no es demasiado tarde. Únanse a mi lado y…,
Darren continuó gritando, pero
Kuon sacó la espada de su cintura sin decir una palabra, cortó la distancia
entre ellos en un instante, y atravesó a Darren en el corazón.
En eso también estaba llevando a
cabo las instrucciones de Lord Leo.
Darren Actica estaba muerto.
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