El Maestro del Valiente
Capítulo 105 - Epílogo del cuarto arco“¡La
delegación de buena voluntad al Reino de Lyon es atacada! ¡Se desconoce si el príncipe
heredero sigue con vida!”
Un atentado contra el príncipe heredero
de un país suele mantenerse en secreto hasta que se confirma la verdad, pero la
noticia se extendió extrañamente rápido entre el pueblo. Los plebeyos no solían interesarse por
los asuntos de la familia real o de la nobleza, a no ser que se tratara de la
temporada de impuestos o de una ocasión festiva, pero cuando el príncipe
heredero de su país estaba en paradero desconocido, se preocupaban y se
extendía un aire de ansiedad. Por lo tanto, el pueblo se sintió aliviado al
escuchar la noticia de que Alfred estaba a salvo y había entrado en el
territorio del conde Elstead como estaba previsto. Pero la noticia vino acompañada de rumores inquietantes: El infame conde Elstead había asesinado
al príncipe heredero y estaba intentando hacerse con el trono al poner un doble
en su lugar.
En la ciudad imperial de Simurgh, en un
rincón de la ciudad cerca de las murallas. En la zona que rodeaba las murallas albergaba a la clase más
pobre de residentes de la Ciudad Imperial. En comparación con los barrios bajos
que se extendían fuera de las murallas de la Ciudad Imperial, las calles estaban
en un estado un poco mejor. Incluso
en un lugar como éste, alejado de los asuntos de ese mundo completamente distinto
de la familia imperial y la nobleza, los inquietantes rumores sobre la
posibilidad de una guerra a gran escala se habían extendido lo suficiente.
No puedo
esperar más…
El sol estaba a punto de salir por la
mañana. Mientras observaba el
rostro dormido de su hija, aún envuelta en su manta, el hombre se puso la
armadura, tratando de hacer el menor ruido posible. La armadura estaba un poco vieja y usada, pero había sido
cuidada con esmero. En el pecho de esta había diversas magulladuras y abolladuras,
incluso un trozo había sido arrancado. El hombre puso su mano derecha suavemente en el trozo arrancado.
Un año… así que
ya ha pasado un año, eh…
Originalmente, el hombre vivía en una
zona de la capital imperial donde vivía la clase acomodada. Habían pasado casi
dos años desde que el padre y la hija abandonaron su hogar y se mudaron a una
pequeña casa donde podían cocinar y dormir.
No sé cómo es
que ella lo soporta.
Su mujer ya había fallecido y él se
encontraba viviendo con su hija. Incluso
después de mudarse a una nueva zona de la ciudad, pasaba sus días fuera de la
capital imperial, entrenando en el bosque y tratando de llegar a fin de mes con
el poco dinero que recibía. Su
hija soportaba su pobre vida, que era completamente diferente a la que había
vivido antes, sin una sola queja.
Ahora que lo
pienso, nunca habíamos estado tanto tiempo juntos.
Era cierto que estaba fuera de casa la
mayor parte del tiempo durante el día para entrenar, pero el resto del tiempo
lo pasaban juntos como padre e hija. Esto era algo que no era posible cuando él
trabajaba para la Orden.
Realmente te he
hecho pasar por mucho. Pero no importa cómo resulte, esta vida pronto llegará a
su fin.
Se oyó un débil golpeteo en la puerta
principal, y el hombre desvió su atención del rostro dormido de su hija hacia
la puerta. Según el código prestablecido,
un golpe, luego dos, y luego uno otra vez. El hombre se levantó, espada en mano. Una espada de caballero que había sido
cuidadosamente pulida. Para
este momento, el hombre había aguantado pacientemente, haciendo que incluso su
encantadora hija pasara por una vida de pobreza.
“¿Estás listo?”
Cuando abrió la puerta, se encontró con
su contacto allí, que siempre le traía algo de dinero y algún que otro regalo. La única diferencia era que el hombre
también iba vestido con una armadura de cuero para no hacer ruido, y tenía una
espada en la cintura.
“He estado tratando de prepararme
para esto desde que falleció Su excelencia.”
El contacto asintió a la respuesta del
hombre y le miró por encima del hombro hacia la parte trasera de la casa.
“…¿Y tu hija?”
“Nos despedimos ayer.”
“Ya veo…”
El contacto no dijo nada más. Si el hombre no volvía, su hija
quedaría a cargo de la esposa de su antiguo colega. El hombre volvió a poner la mano en el trozo arrancado del pecho
de la armadura. Ante este gesto, el contacto
también se llevó la mano al pecho. Su armadura de cuero presentaba las mismas rasgaduras
que la del hombre, en las que se había quitado algo.
“Por el bien de Su Alteza Alfred,
que nos dejó la posibilidad de una segunda oportunidad, y por el bien de Su
Excelencia Zaunas, que cayó a mitad de camino.”
◇◆◇◆◇
Al cruzar el río Loom y dejar la ciudad
de Clennad, el paisaje, que había estado dominado por profundos bosques, cambió
gradualmente. Los árboles altos fueron
desapareciendo poco a poco, y las colinas onduladas tomaron su lugar. La ladera estaba cubierta de hierba y
de vez en cuando se podía ver en ella lo que parecían puntos blancos agrupados.
Eran ovejas y cabras de un pueblo cercano. Sólo los caminos que habían sido pisados por el tráfico
humano estaban desprovistos de hierba, y se podía ver claramente los caminos de
las colinas en la distancia.
“¡Oh, es una vista espectacular!” Dijo Abel, que iba en cabeza, llevándose la mano por encima
de los ojos.
Abel también había visitado a sus
familiares en Clennad, pero no había ido más allá. El largo viaje a pie era agotador, pero para él, que quería
convertirse en aventurero para ver el mundo y competir un poco con Wynn, el
viaje era emocionante. Además,
su trabajo consistía en hacer de escolta. Como aventurero, era uno de los
trabajos mejor vistos. Tal
vez fuera porque estaba muy emocionado, pero Abel parecía tener todavía mucha
energía. Sin embargo, Seri y
Liesbert, que caminaban en la retaguardia, tenían expresiones serias en sus
rostros. La causa era la información que Abel había obtenido del gremio de
aventureros de Clennad. La
delegación de buena voluntad del Príncipe Heredero Alfred en el Reino de Lyon
fue atacada por bandidos, y aún se desconocía si estaba vivo. No, aunque se
anunció que estaba vivo, el Príncipe Neumann de Simurgh había determinado que este
Alfred era un impostor y por eso levantó un ejército contra el Conde Elstead,
quien se creía fue quien comandaba a los bandidos. En relación con esto, parecía
que el puente para cruzar al Reino de Lyon más allá de la ciudad fronteriza de
Peshlika había sido bloqueado por el ejército.
Abel, que había obtenido estas informaciones,
hablaba con entusiasmo del primero, el ataque al príncipe heredero, pero fue el
segundo el que hizo que los rostros de Seri y Liesbert se nublaran. Los dos
habían escuchado toda la historia de Paul, por lo que sabían lo que ocurría
entre bastidores en relación con el ataque al príncipe heredero. Si la frontera era sellada por los
militares, sería imposible llegar al Reino de Lyon, donde se suponía que se
dirigían Wynn y Leticia. En
la mente de Liesbert se encontraba el deseo de apurar el viaje. Sin embargo,
había otros desvíos además de la carretera que unía Clennad y Peshlika, pero
ambos estaban muy lejos, y ninguno de los tres conocía la geografía de la zona,
así que no tenían más remedio que ir a Peshlika.
‘Hmm… parece que nos vamos a quedar varados.’
‘Lo siento. De verdad que me gustaría conocer
algún camino secreto, pero…’
‘No…
aunque supiéramos algún camino, si hubiera algún guardia allí, sospecharían y
tardaríamos mucho tiempo. Si podemos pasar la frontera, está bien. Si no
podemos hacerlo, pensaremos en otra cosa que hacer en ese momento.’
‘Ya veo.’
Si se diera el caso,
podría utilizar magia para cruzar el río.
No era imposible cruzar el río si se
utilizaba magia para poner una burbuja de viento y recorrer el fondo del río.
Sin embargo, este método para cruzar era bastante conocido, por lo que, si el
ejército era competente, tendrían magos que lanzarían magia de detección. Él quería que este fuera el último
recurso, ya que no quería meterse en problemas por ser descubierto.
Pudieron ver la silueta de una aldea postal
justo al otro lado del borde de su visión. Según el mapa, era un pueblo llamado
Mythos.
“¿Qué sucede? ¿Hay algún tipo de bloqueo?”
Abel se detuvo y llamó la atención a
los dos que estaban detrás de él. A
la entrada de Mythos, se había construido un edificio en forma de cabaña con
una valla de madera, y por él paseaban soldados con lanzas. Alrededor, había
comerciantes con carros llenos de mercancías, vendedores ambulantes que
recorrían pueblos y aldeas por su cuenta, y aventureros vestidos con sus características
ropas. Al parecer, la inspección
de equipaje y demás les estaba retrasando. Al acercarse, un caballero se fijó en los tres y se acercó
con dos soldados.
“¡Inspección de pertenencias!
¿Quiénes son ustedes? ¿Qué los trae por aquí?” El
caballero abrió la boca.
“Recientemente perdí a mis padres y
estoy viajando para visitar a mis parientes en el Reino de Lyon.” Seri se adelantó a los soldados y dijo la frase que había
pensado antes.
“¿Visitas a familiares en Lyon? ¿Una
mujer sola?”
“Sí, señor. También contraté una
escolta para protegerme porque el camino es muy peligroso.”
“Una escolta…”
El caballero se volvió entonces hacia
Liesbert y Abel, que estaban detrás de Seri, y les dirigió una mirada como si
los evaluara. Liesbert y Abel se inclinaron en silencio ante el caballero.
“Elfos.”
Al parecer, las distintivas orejas de Liesbert
lo delataban como un elfo habitante del bosque. En general, se consideraba que los elfos tenían una magia
más poderosa que los humanos, y sus guerreros eran conocidos por ser valientes
y arrojados. Los soldados a los que el
caballero había ordenado hacer el examen físico examinaron cuidadosamente el
cuerpo bien entrenado de Liesbert, a pesar de estar enfermo. Como ninguno de
los tres llevaba nada sospechoso, se les permitió entrar en la ciudad
inmediatamente, a diferencia de los comerciantes a los que se les inspeccionaba
el equipaje. El pueblo de Mythos tenía una
gran plaza en el centro de la ciudad con muchas tiendas alineadas una al lado
de la otra. Los mercaderes ambulantes también podían hacer negocios en la
plaza, y cada uno de ellos extendía una estera y colocaba verduras, setas,
carne de aves y animales salvajes, y raros mariscos secos. Era una escena
similar a la del mercado matutino en Simurgh, aunque a una escala ligeramente
menor. Había varias posadas
alrededor de la plaza, probablemente aprovechando a los comerciantes
ambulantes, y Seri y los demás se instalaron en una de ellas. Seri se quedaría en una habitación
privada y Liesbert y Abel estarían en otra.
‘Es bulliciosa, pero no tanto como lo que
vi en Simurgh. Tal vez sea por la lucha por el poder imperial.’
Cuando Liesbert fue conducido a su
habitación en el tercer piso, descargó su equipaje y miró por la ventana hacia
la plaza y murmuró.
‘Bueno,
eso no es descabellado. Con toda esa gente armada caminando por ahí…’
El centro de la plaza. Había una gran
pila de bolsas de arpillera y grandes cajas de madera, y soldados armados con
lanzas montaban guardia. Las
personas que venían a comprar los miraban con expresiones de ansiedad en sus
rostros, compraban lo que necesitaban rápidamente y se marchaban. Si miraba demasiado por la ventana, los
soldados podrían verlo. Con eso en mente, Liesbert se encogió de hombros y
volvió a mirar hacia el interior. Sus ojos se encontraron con los del joven
humano que compartía la habitación con él. Liesbert, que sólo hablaba élfico, y Abel, que sólo hablaba
la lengua de los hombres. Sin
Seri, que podía hablar ambos idiomas, eran incapaces de conversar, y un aire
indescriptiblemente incómodo flotaba en la habitación.
Hmm… ¿qué debería
hacer ahora?
En estos casos, como el mayor, él debería
tomar la iniciativa. Pensando en esto, Liesbert
decidió sugerir a Abel que comieran primero. Tanto para los humanos como para los elfos, la mejor manera
de profundizar en las amistades era beber y comer bien. Todavía les quedaba un largo camino
hasta Lyon. Hasta entonces, compartiría el viaje con este joven.
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