La Historia del Héroe Orco

Capítulo 17 - El héroe contra el general

 

Parte 1

 

Los recuerdos de Bash sobre el General Baraben seguían siendo tan vívidos como el día en que los vivió.

El ahora orco no muerto era una de las figuras más memorables en la vida del Héroe.

 

Desde el día en que nació, había estado por encima de sus compañeros.

Fue un amigo de la infancia y confidente del actual Rey Orco Némesis, y sirvió como el líder de facto de todos los clanes Orcos que anteriormente vivían en el Bosque Siwanasi.

Un guerrero cuyo nombre era conocido en todo el país orco.

Luchaba como un maníaco en el campo de batalla; un enorme berserker que blandía un enorme martillo de guerra con una destreza y fuerza de otro mundo.

Todos los orcos admiraban la forma en que expresaba los principios básicos de la filosofía orca a través de su puro salvajismo y valor.

Bash no era una excepción.

 

La primera vez que Bash conoció al General Baraben fue poco después de que empezara a salir activamente a la batalla.

Se había enfrentado a la muerte muchas veces, y ahora se contaba entre los considerados guerreros de pleno derecho, pero en aquel momento, no era mejor que cualquier otro orco corriente que hubiera vivido experiencias similares.

En aquel entonces, la unidad de Bash había sido asignada al ejército de Baraben.

 

Fue tras una feroz batalla.

Los orcos lograron una victoria al final, pero la mayoría de los compañeros de Bash murieron en acción.

Fue entonces cuando el General apareció ante el ahora Héroe, que estaba comiendo frente a una hoguera, atendiendo sus heridas.

En cuanto le vio, le dijo:

 

“¡Tú! ¡Eres realmente un espectáculo para la vista!”

 

Dejó escapar una carcajada alegre, dio una palmadita brusca a Bash en la espalda y se marchó.

Este último se sintió bastante incómodo, al ser puesto en el punto de mira de esa manera, pero también se alegró.

El general Baraben acababa de decirle que estaba impresionado por sus acciones. ¿Cómo no iba a estar contento?

 

La segunda vez que se encontraron fue cuando Bash empezaba a hacerse un nombre entre los orcos.

Había consolidado su reputación como un guerrero excepcional, pero aún no estaba cerca de la cima.

 

Aun así, fue seleccionado como uno de los guardaespaldas directos del General.

Aunque su posición sonaba elevada, sus acciones y órdenes no diferían mucho de lo que solía hacer como soldado de a pie.

Al igual que siempre, Bash participó en la batalla y arrasó cerca del también arrasador Baraben.

 

Justo antes de ese combate, el General había reunido a sus hombres para darles un discurso.

Era una recopilación de historias de su vida que solía contar para animar a sus tropas y a sí mismo antes de la batalla.

Sin embargo, también era un resumen de la historia de la guerra de los orcos.

Contaba cómo había luchado junto a Némesis desde que eran niños.

A veces había ayudado, y otras había sido ayudado. Como compañero del Rey, siempre había estado allí, luchando para proteger el orgullo de los Orcos.

Así contaba la historia.

 

Ese fue el día en que Bash lo decidió.

Quería ser como Baraben.

 

La tercera y última vez que los dos se encontraron fue durante la defensa final del bosque Siwanasi.

Ese día, el General no sonrió alegremente como lo hacía habitualmente.

Todos los indicios apuntaban a que los orcos iban a perder este enfrentamiento.

Pero, no obstante, estaba listo y dispuesto a luchar hasta el final, sin importar el resultado.

Los elfos se acercan desde el oeste.

Los humanos asediando desde el Este.

Atrapado entre dos grandes fuerzas y con las pocas tropas que le quedaban, la situación parecía desesperada.

Sin embargo, no perdió la voluntad de luchar.

 

Bash no habló con el general Baraben esa noche.

Sólo le dirigió una mirada silenciosa, asintió y se dirigió tranquilamente al frente.

Allí, se encontró con la archimaga elfa Thunder Sonia, y los dos lucharon.

Aunque ganó, el héroe orco sufrió graves heridas y tuvo que huir durante varios días, refugiándose en las profundidades del bosque en un aturdimiento anémico.

Si Zell no hubiera encontrado la cueva en la que se escondía, tal vez hoy no estaría vivo.

 

Cuando Bash consiguió volver al cuartel general, la batalla ya había concluido.

Era una noche sin luna, y el ejército de los elfos había aprovechado la oscuridad para tomar a los orcos por sorpresa.

Si se tratara de una batalla sencilla, teniendo en cuenta los respectivos efectivos de cada parte, el conflicto no debería haber sido tan unilateral.

Sin embargo, los elfos fueron minuciosos en su engaño, robando por completo la visión del ejército orco.

Todas las fuentes de luz fueron extinguidas. Se empleó magia de oscuridad, junto con ropas negras para ayudarles a fundirse en las sombras. Todo ello fue rematado con una fuerte capa de magia de ilusión.

Normalmente, el General Baraben no habría caído en estas tácticas.

Los orcos tenían una historia milenaria de combate y guerra.

Tenían una amplia experiencia en el manejo de todo tipo de magias y trucos, y tenían preparadas contramedidas para todos ellos.

Era imposible que la estrategia de los elfos hubiera sido el factor decisivo por sí sola.

 

La razón de su derrota…

Bash oyó después que se debía a que el General discriminaba a los magos orcos.

Su segundo al mando, Gunda Guza, un mago orco, tenía información preventiva que indicaba que los elfos estaban planeando un ataque nocturno.

Había sugerido que los orcos hicieran lo mismo que los elfos y que emboscaran bajo tierra.

Sin embargo, Baraben no quería saber nada de eso.

Obstinado y testarudo, replicó que, como verdaderos guerreros orcos, sus hombres no se rebajarían al nivel de esos insignificantes elfos, y menos aun cuando el plan implicaba artimañas y era propuesto por un mago orco de entre todos.

De hecho, estaba tan decidido a librar una batalla directa que se tomó la molestia de instalar antorchas adicionales en la zona, aun sabiendo que era inútil.

 

Y así, el general Baraben y su segundo al mando, Gunda Guza, fueron derrotados de forma contundente.

La fuerza principal, dirigida por el propio Némesis, corrió inmediatamente hacia Siwanasi en cuanto recibió la noticia de la caída de la defensa, pero ya era demasiado tarde. Aunque el territorio no había sido conquistado por completo, el Rey, viendo la escritura en la pared después de haber perdido a su mejor general orco, accedió a la demanda de rendición de la Alianza.

 

En cuanto al propio Bash, no tenía ni remordimientos ni rencores contra los elfos.

Él era el Héroe Orco, y había hecho lo que el Héroe debía hacer.

Había eliminado a un poderoso enemigo y había regresado con vida.

Si la batalla se perdió a pesar de sus esfuerzos, así debía ser.

 

Pero no pudo evitar pensar…

¿Y si hubiera vuelto a tiempo para apoyar al general Baraben durante su última batalla?

¿Y si la relación entre el comandante en jefe y su segundo al mando hubiera sido mejor?

¿La batalla del bosque de Siwanasi habría terminado de forma diferente?

 

Y hoy, su ídolo había reaparecido ante sus propios ojos.

El general Baraben, de pie junto a su segundo al mando Gunda Guza.

El hombre que había declarado públicamente que nunca lucharía junto a un mago orco estaba ahora cooperando activamente con uno.

Y le había dicho a Bash.

 

“¡Contigo aquí, somos cien veces más fuertes! ¡Luchemos juntos como lo hicimos una vez! ¡Destruyamos a estos odiosos elfos de una vez por todas y reclamemos lo que es nuestro! Recuperemos Siwanasi.”

 

El Héroe estaría mintiendo si dijera que esto no lo hacía feliz.

Desde esa derrota, los eventos que ocurrieron durante la defensa de Siwanasi habían resurgido de vez en cuando en la mente de Bash.

No podía evitar pensar que ésta podría ser su oportunidad de obtener una gloriosa victoria para su pueblo.

Las circunstancias eran diferentes. Los elfos estaban en la retaguardia ahora, y era el mejor momento para atacar.

 

Pero Bash era un orco.

Y los orcos son guerreros.

Como guerrero, debía ser elegante tanto en la victoria como en la derrota.

 

Había un viejo dicho entre los orcos.

Una frase cortante destinada a evitar que se desvíen del camino correcto en momentos como este.

Era corta y simple, y decía así:

 

“Los zombis no son orcos.”

 

Los que no eran capaces de dejar de lado sus remordimientos.

Los que no podían admitir la derrota.

Los que se arrastraban desde las profundidades de la tierra para buscar venganza.

Ellos no eran verdaderos orcos.

 

Los orcos habían sido derrotados. Eso era un hecho.

Habían perdido la guerra, negociado la paz y ahora se dirigían hacia un futuro diferente al que habían imaginado durante la guerra.

Su progreso había sido lento y tedioso.

Pero aun así, Bash siguió la decisión del Rey Orco Némesis.

Era su deber como Héroe de los Orcos.

 

Un grupo de antiguos orcos, ahora zombis, estaban luchando con los elfos con los que los verdaderos orcos intentaban establecer relaciones amistosas.

Era obvio que la elección correcta sería ponerse del lado de los elfos, sin importar la razón que hubiera detrás de su conflicto.

 

Además, la mujer elfa a la que apuntaba estaba en problemas.

No había necesidad de dudar más.

 

(¡Señor! ¡Señor! ¡Ahora es tu oportunidad! Has visto a la elfa que estaba abrazando a Breeze hace unos momentos. ¿No te gustaría eso? A ella le gustaba porque él estuvo genial. Si puedes mostrarle a esta chica lo genial y confiable que eres, definitivamente se enamorará de ti. ¡Este es tu momento de brillar! Esta es tu oportunidad.)

 

Es lo que Zell estaba susurrando al oído del Héroe.

 

Parte 2

 

Thunder Sonia no podía entender lo que estaba pasando.

¿Por qué Bash estaba allí como si la protegiera?

¿Y por qué apuntaba con su espada al general Baraben, que se suponía era su aliado?

 

¿Había malinterpretado la situación? ¿O había algún tipo de conflicto interno?

O tal vez, ¿estaba Bash, al igual que la mayoría de los orcos, tan deslumbrado por su belleza élfica que la quería de una pieza para llevarla a su casa?

Pero si ese era el caso, ¿por qué no la secuestró la primera vez que se vieron, durante los acontecimientos de la Pesadilla del Bosque Siwanasi?

De ninguna manera… ¿podría ser cierto que ella realmente olía a viejo?

Si ese era el caso… ella quería estar en cualquier otro lugar menos aquí ahora mismo.

 

“¡Soy Bash, guerrero de la antigua Compañía del País Orco, y Héroe Orco!”

 

Pero una cosa estaba clara: el Héroe Orco estaba a punto de luchar contra el General Baraben.

 

“¡Soy Baraben, General del País Orco, Comandante en Jefe de la 2ª División del Ejército Orco, y líder del Clan del Bosque Siwanasi!”

“¡Soy Gunda Guza, Gran Jefe de Guerra de la 2ª División del Ejército Orco!”

 

Durante la guerra, Sonia había oído a los orcos anunciar sus nombres en innumerables ocasiones en el campo de batalla, sus voces resonando junto a los choques de espadas y lanzas.

Su autopresentación era la campana que señalaba el inicio del combate.

Después de eso, los orcos ganarían o morirían.

 

Su oponente esta vez era el General Baraben.

Este hombre era lo suficientemente famoso como para ser conocido incluso por los elfos: todos sabían lo esencial que había sido para el éxito del esfuerzo bélico orco.

En el pasado, lo primero que un nuevo recluta aprendía sobre los orcos era el nombre del Rey Orco, Némesis, seguido del Gran General, Baraben.

Un feroz guerrero que había llevado a su pueblo a la victoria muchas veces y había luchado valientemente hasta el final.

Entre los orcos, era considerado tan influyente como el propio Rey.

 

Además, Gunda Guza, el mago más destacado de los orcos, luchaba junto al general.

Era el elemento más peligroso en esta batalla.

Si el Lich no era derrotado, Baraben volvería a levantarse indefinidamente.

Sin embargo, llegar hasta el mago no muerto sería, como mínimo, un reto. Estaba constantemente en guardia, manteniendo la distancia y escondiéndose detrás del gigantesco cuerpo del zombi.

 

Pero… Pensó Thunder Sonia, mientras miraba los bien definidos deltoides de Bash, su abultado trapecio y su durísimo músculo dorsal… ¡Qué… qué espalda tan segura y fiable!

 

“¡¡¡Vaaaaaaaaaaaaaamooos!!!”

“¡¡¡Uuuooooooooooooooooooooooooohhhhhh!!!”

 

Los gritos de guerra de los combatientes sonaron, enviando ecos a través de los árboles; una ola palpable de violencia e intimidación lo suficientemente imponente como para hacer que los pequeños roedores se desplomaran de miedo.

 

El general Baraben fue un pelo más rápido, adelantándose a Bash.

La cabeza de su martillo de guerra, una masa condensada de barbarie tan grande que parecía imparable, se abalanzó sobre el Héroe como un meteorito.

 

Pero Bash se movió en respuesta, con tal velocidad que era difícil creer que era un orco.

No fue para evadir.

Avanzó con decisión ampliando su postura y preparando sus caderas mientras ponía su gran espada en línea con el martillo de guerra que se acercaba.

 

‘¡Ding!’

 

El sonido metálico más ensordecedor que Sonia había escuchado jamás reverberó por todo el bosque.

Los ecos perduraron, ‘ying… iiing… iiinngg…’

La espada de Bash había repelido con éxito el martillo de Baraben, lanzándolo lejos.

Aunque el general no muerto no perdió el agarre de su arma, fue arrastrado por su masa y tuvo que dar un paso atrás, su pie aterrizó con fuerza y se clavó en el suelo.

 

Pero no fue el único afectado por el retroceso del golpe.

La espada de Bash también fue repelida y su brazo retrocedió junto con su arma.

Sin embargo, su postura…

 

“¡¡¡Vaaamos!!!”

 

Su postura permaneció intacta.

Los músculos del Héroe se abultaron mientras usaba cada pizca de su fuerza para no perder el equilibrio.

¿Qué clase de fuerza de piernas súper-orca se necesita para lograr eso?

Adelantándose una vez más, Bash lanzó su gran espada contra Baraben, que aún intentaba recuperar el equilibrio.

 

La espada cortó el aire a una velocidad que escapaba a la comprensión de los mortales y atravesó limpiamente el pecho del general.

Dejó una herida profunda y punzante en su carne, lacerando su corazón y sus pulmones.

El golpe fue nada menos que brillante, un golpe perfecto.

Una herida fatal…

…Si la otra parte hubiera sido una persona viva.

 

“¡¡¡Uooooohhhhh!!!”

 

Baraben respondió con una ráfaga de golpes, atacando con más fervor, como si dijera que su herida no importaba.

Su embestida golpeó como un huracán.

Y, sin embargo, Bash no retrocedió ni un segundo.

A veces esquivaba. A veces devolvía el golpe. Otras veces paraba, y otras veces colaba una puñalada en los huecos que se presentaban.

Sus movimientos eran rudos y carentes de gracia, pero eran efectivos.

Y, efectivamente, el Héroe acabó encontrando una oportunidad, abriendo un amplio tajo en las tripas del zombi.

 

Sin embargo, el General Baraben no se detuvo.

Aunque su corazón estaba destrozado y sus arterias cortadas, siguió avanzando.

Porque era un zombi.

 

Los zombis debían ser, como mínimo, decapitados para evitar que se movieran.

Algunos individuos podían incluso ser capaces de moverse a pesar de haber perdido la cabeza, pero esto no solía durar mucho.

Pero las circunstancias eran diferentes en este momento.

Mientras el Lich siguiera cerca, cualquier herida infligida al General se regeneraría inmediatamente, y podría luchar de forma indefinida.

 

Bash superaba completamente a Baraben.

Si el General siguiera vivo, ya habría muerto muchas veces.

 

Además…

 

“¡Hyehegegege, ‘Atadura de Tierra’!”

“¡¿Hmm?!”

 

Bash perdió repentinamente el equilibrio cuando Gunda Guza lanzó su hechizo.

Los tobillos del Héroe habían sido atrapados por la tierra animada.

 

“¡¡¡Uooohhhh!!!”

 

Las acciones de Bash se retrasaron por una fracción de segundo, y el General no muerto no perdió esta oportunidad.

Aunque el orco más pequeño consiguió protegerse del ataque entrante con el lado ancho de su espada, el golpe lo lanzó por los aires mientras daba dos vueltas antes de estrellarse contra un árbol.

Por supuesto, esto no era algo que el Héroe no pudiera manejar.

Inmediatamente se recuperó, cargando de nuevo a la batalla como si nada hubiera pasado.

 

Pero eso no significaba que estuviera ileso.

Sonia recordó su batalla anterior.

El orco se había acercado a ella como si fuera inmortal, siempre poniéndose de pie de nuevo sin importar cuántos ataques mágicos soportara, pero al final, definitivamente se estaba ralentizando.

Bash tenía una fuerza y una resistencia monstruosas, pero ninguna de ellas era ilimitada.

 

“Gege… guhu… tonto, estúpido… Héroe Bash…”

 

Sin mencionar que Baraben no era el único oponente.

Su segundo al mando, Gunda Guza, también proporcionaba apoyo desde la retaguardia.

No importaba cuántas veces Bash golpeara con éxito a Baraben, no tenía ninguna posibilidad de ganar si el Lich no era sacado de la escena.

 

Con el héroe orco Bash del lado de Sonia, la victoria era definitivamente más que posible.

Ella estaba íntimamente familiarizada con su fuerza, después de todo, habiéndola experimentado de primera mano.

Sin embargo, los guerreros orcos generalmente tenían poco o ningún conocimiento de la magia.

¿Acaso Bash sabía que esta batalla no terminaría nunca si no derrotaba al Lich?


Parte 3

 

“Hrnnnnmm~~…”

 

Thunder Sonia se perdió en sus pensamientos por un momento.

Pero rápidamente llegó a una conclusión.

 

“…¡Bash! ¡Voy a ayudarte! Todo esto era nuestro problema en primer lugar, y conmigo, será un dos contra dos, ¡así que no tienes que preocuparte de que sea cobarde!”

 

Bash miró a Sonia por un segundo antes de volver rápidamente los ojos hacia sus oponentes.

 

“Acepto tu ayuda.”

“¡Muy bien! ¡Si los dos nos unimos, seremos invencibles!”

 

La boca del Héroe Orco se torció en una sonrisa incómoda.

La elfa respondió con una risa amarga, aunque no por las mismas razones.

Para ella, lo absurdo de la situación justificaba una risa. ¿Para él? Estaba conteniendo una sonrisa de felicidad.

 

“¡¡¡Vaaaaamooos!!!”

 

Bash volvió a lanzar su grito de guerra.

Sorprendida por el repentino grito, Sonia se tapó los oídos mientras pensaba.

 

¡Ahhh! Qué demonios… qué ruido… mis pobres tímpanos. Es extraño, normalmente los orcos no lanzan su grito de guerra dos veces, ¿verdad?

 

La Heroína Elfa, en silencio, mantuvo su bastón listo mientras evaluaba sus nuevas circunstancias.

Con el más fuerte de todos los orcos a su lado, ahora tenía mucho más espacio para maniobrar.

 

“Mira, el General Baraben va a ser resucitado una y otra vez si no se elimina a Gunda Guza. Así que qué tal esto: Yo atraeré la atención del grande mientras tú te encargas del Lich.”

“…”

 

Se apresuró a sugerir, pero Bash no reconoció sus palabras. Ni siquiera un movimiento de cabeza.

En cambio, se adelantó una vez más, evadiendo el martillo de guerra del general Baraben y asestando un golpe propio.

Otro ataque que habría sido fatal si se hubiera infligido a un ser vivo. Desgraciadamente, el general, ahora no muerto, no era ninguna de esas cosas e ignoró por completo su herida.

 

“¡Oye! ¿Me estás escuchando? ¡Es inútil!”

“El General Baraben fue un guerrero honorable en vida. ¡Incluso en su muerte, ambos nos llamamos y nos anunciamos! ¡Lo menos que puedo hacer por él es darle la pelea que se merece!”

“Ah…”

 

“¡Este no es el momento para todas esas tonterías de honrar esto, honrar aquello!” es lo que Sonia Trueno estuvo a punto de soltar, pero se contuvo.

 

Para los orcos, vivir era luchar.

Lo único de lo que se enorgullecían era del número de mujeres que habían violado y del número de batallas que habían ganado.

Mientras que ella no entendía lo primero, podía empatizar con lo segundo.

Bash estaba dispuesto a arriesgar su propia vida y sus extremidades para ofrecer al general Baraben, un gran hombre por derecho propio, una despedida adecuada, merecedora de su estatus y posición.

 

Sonia comprendía un poco este sentimiento.

Después de todo, ella era la Heroína Elfa.

Si un personaje elfo importante hubiera sido zombificado sin recibir los ritos adecuados ni ser llorado, ella querría encargarse de ofrecerle adecuadamente los honores élficos antes de enviarlo de vuelta al cielo.

 

“…Lo entiendo. Muy bien, entonces yo suprimiré la magia de Gunda Guza.”

“Te debo una. Gracias.”

“¡No necesitas agradecerme o deberme nada! ¡Sólo derrótalo rápidamente! Estoy casi sin magia…”

“¡Lo tengo!”

 

Bash se precipitó hacia Baraben una vez más.

Deslizando hábilmente su gran espada como si no fuera más que una rama muerta, desvió el martillo de guerra del zombi antes de devolverle su propio golpe.

Sonia no pudo evitar admirar la belleza en el manejo de la espada del héroe orco mientras lo observaba.

Por supuesto, al tratarse de un espadachín orco, sus movimientos estaban lejos de ser elegantes.

Cuando esa misma espada apuntó hacia ella, había sentido miedo y horror. Pero ahora que estaba de su lado, era preciosa.

Su filo siempre estaba perfectamente alineado, su punta siempre tomaba el camino más corto y eficaz hacia su objetivo.

Siempre que parecía que el enorme peso de la gran espada iba a arrastrar a Bash a una posición comprometida por su fuerza centrífuga, él la redirigía bruscamente gracias a la pura fuerza de sus brazos.

Y era cegadoramente rápido.

Acelerando de izquierda a derecha en un borrón, dibujaba una media luna fatal con cada golpe.

Pero eso no era todo.

Cada ataque era pesado y rebosante de poder, y sus paradas repelían con precisión el martillo de guerra del general Baraben.

Era increíble cómo un objeto con tanta masa y poder ofensivo podía ser utilizado para golpear con tanta precisión cada abertura que presentaba su oponente.

La elfa sentía miedo sólo con mirarlo.

Nadie en su sano juicio querría enfrentarse a algo así.

 

“¡Oye! ¡No en mi guardia!”

 

Thunder Sonia hizo girar su bastón antes de apuntar a los pies de Bash.

El poder mágico terrenal que se había estado reuniendo cerca de él bajo tierra se dispersó en un instante.

 

“Guh… gye… guh… estúpida, estúpida Thunder Sonia…”

“Te encanta escuchar el sonido de tu propia voz, ¿verdad? ¿Eh? ¡No, tú! ¡Eres un estúpido! ¡Estúpido Gunda Guza!”

“¡Gu… guOOgegugu…!”

 

Detener la magia de Gunda Guza no fue difícil para Sonia.

Después de todo, no la llamaban Archimaga por nada.

Estaba en la cúspide de la hechicería élfica y tenía una aptitud mágica inigualable.

Aunque sus habilidades mágicas habían mejorado después de su transformación en Lich, la línea de base del mago orco seguía siendo orca.

Cuando se trataba de duelos mágicos, Gunda Guza no tenía ninguna posibilidad.

 

Había que decir que, con Baraben ocupado luchando contra el Héroe Orco, Sonia era totalmente capaz de derrotar al mago zombi sin ayuda.

No sería instantáneo, pero sus 1.200 años de estudio de la magia y su amplia experiencia le decían que, usando sólo hechizos, podría darle jaque mate en 5, y acabar con él en 6.

Y, sin embargo, no lo hizo.

 

“Oye… si realmente eres un orco de corazón, sólo siéntate y observa. Esta es la última pelea de tu General Baraben.”

“¡Tonterías! ¡Tontos! ¡Estúpida! ¡Tontos! ¡La victoria vale más que todo ese tonto honor! ¡La victoria! ¡La victoria es lo único que importa! ¡Victoria sobre ustedes, odiosos elfos!”

“…Por eso Baraben te trataba tan fríamente…”

 

Ella había decidido quedarse atrás y ver la pelea de Bash.

Si alguien le hubiera preguntado por qué, no sabría responder.

Era la opción racional y obvia para derrotar a los zombis tan rápido como pudieran.

Incluso ahora, el ejército de los elfos seguía enfrascado en la batalla. Sin duda, habría más víctimas.

Pero de alguna manera, Sonia sentía que no debía interferir en este duelo.

 

Sin embargo, parecía que se preocupaba por nada.

 

Bash estaba abrumando por completo al general no muerto.

Baraben no era lento ni inexperto.

Estaba utilizando el impulso de su arma para golpear con precisión su martillo en los órganos vitales del héroe orco.

Un individuo normal ni siquiera sería capaz de dar un paso dentro de ese rango y salir ileso.

Por suerte, el orco más pequeño estaba lejos de ser normal, repeliendo los ataques entrantes y contraatacando con los suyos propios.

Baraben evitó el tajo dirigido a su cuello, el punto débil de un zombi, por la piel doblemente inexistente de sus dientes.

Pero era sólo cuestión de tiempo.

 

Ya habían realizado este macabro tango una docena de veces.

La pareja había tardado menos de un minuto.

Durante este tiempo, Gunda Guza había lanzado infructuosamente cinco veces sus hechizos hacia Bash, y cinco veces Sonia lo había repelido.

En este corto momento, el Héroe y el General habían intercambiado innumerables golpes.

 

Y entonces sucedió.

El silbido de una espada cortando el aire.

El crujido de la madera, el hueso y el hierro.

 

En ese preciso momento, la cabeza del martillo de guerra de Baraben voló.

Todos los que estaban cerca observaron cómo trazaba un arco poco profundo en el aire, llevándose consigo a tres zombis involuntarios antes de desaparecer en el bosque. Incluso Gunda Guza se quedó mirando, incrédulo.

Un fuerte estruendo resonó a lo lejos.

 

Cuando Sonia recuperó por fin el sentido común y miró hacia atrás, el asunto se había resuelto.

Un enorme cadáver zombi sin cabeza, que sostenía un enorme martillo sin cabeza, se desplomó en un montón.

Momentos después, algo cayó del cielo, golpeando el suelo con un ruido sordo.

Era una cabeza zombificada.

La cabeza zombificada de un magnífico orco, que gruñía y mostraba sus dos magníficos colmillos.

 

Lentamente, rodó hacia los pies de Gunda Guza.

 

“…Gugu… geh… Ge-Ge-General…”

 

Thunder Sonia agarró con fuerza su bastón y lo cargó de poder mágico.

Si el Lich estaba a punto de resucitar a Baraben de nuevo, había que detenerlo.

Como mínimo, tenía que interrumpir sus cánticos, si no todos sus esfuerzos habrían sido inútiles.

 

Sin embargo, Gunda Guza no lo hizo.

Miró la cabeza decapitada del General durante unos segundos, antes de utilizar su bastón para enderezarse.

Se volvió para mirar a Bash.

No al General, sino al Héroe.

Lo miró, la carne que le quedaba en la cara traicionaba sus emociones.

Luto y dolor.

 

“Bash… tonto Bash… Héroe… por favor… que sea un Orco…”

“Lo sé.”

 

Gunda Guza soltó una sonora carcajada justo en el momento en que su cuerpo fue cortado verticalmente por la mitad.


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