La historia del Héroe Orco

Capítulo 57. El General Oscuro

 

El “General Oscuro” Sequence estaba en la sala de operaciones, en el extremo más alejado de la fortaleza Gije.

“…”

Cerró los ojos, apoyó las manos en los reposabrazos y pensó somnoliento en su vida, en sus camaradas muertos y en el destino de los démones. Sequence era un hombre viejo. Especialmente viejo entre los démones, que vivían tanto como los elfos. Para ser más específicos, sólo era superado por Thunder Sonia en longevidad. Su vida había estado marcada por la batalla. Comenzando cuando era un joven que no sabía nada de nada, pasando por la época de “Sequence el General con Recursos”, presenciando la ascensión del Rey Demon Gediguz, recibiendo el título de “General Oscuro” por sus logros en numerosos campos de batalla, liderando la retirada en la derrota de las Tierras Altas de Lemium, y seguir luchando sin morir, aunque hubiera perdido todas las batallas desde entonces.

¿Cuántos años habían pasado desde que le dijeron que era demasiado viejo, que ya no podía luchar y que era hora de dejar paso a la siguiente generación? Sequence continuó en primera línea y siguió viviendo. Sus camaradas murieron uno tras otro. Sus esposas habían sido muchas, pero todas murieron. También tuvo muchas hijas, pero sólo quedó una. Después de la guerra, le quedaban tres, pero una murió en el caos de la posguerra, otra abandonó el país y ayer mismo recibió la noticia de que la otra probablemente estaba muerta. La que le quedaba también podría estar muerta, porque no se sabía nada de ella.

Su familia había desaparecido. Por el contrario, a Sequence ya no le quedaban fuerzas ni tiempo. Sólo podía usar el poco cerebro que le quedaba en esta sala de operaciones. Se reunían una vez cada pocos días para recapacitar sobre el futuro de los démones, para el que no se vislumbraba ninguna solución.

Irónico, ¿no?

Eso es lo que pensaba Sequence. Cuando Gediguz dijo que iba a construir una fortaleza aquí, Sequence fue el que más se opuso. ¿Cuál era el punto de construir una fortaleza en un lugar como este? Le dijo que desperdiciaba sus limitados recursos.

No se arrepentía de su oposición a Gediguz en su momento, y no creía que se equivocara en nada de lo que había dicho. Pero sin la fortaleza aquí, los supervivientes de la raza démona se habrían perdido en la huida y habrían sido aniquilados. Sí, y también fue Sequence quien decidió que huyeran a esta fortaleza en el momento de la derrota. Pensó que aquí no habría persecución, y aunque la hubiera, serían capaces de soportarlo.

Gediguz no construyó esta fortaleza con esto en mente. Sequence lo sabía. Por eso le pareció irónico. Él siempre había dicho que era innecesaria, pero ahora tenía que confiar en esta fortaleza más que en cualquiera de los démones.

Y sin embargo, Sequence seguía pensando a día de hoy: ¿Dónde estaría el mañana de los démones? Habían pasado tres años desde que terminó la guerra. No, ya habían pasado al cuarto. Los démones habían estado atrapados en esta tierra durante cuatro años.

Los campos nevados tenían más animales de lo que uno imaginaría, así que la gente no tenía problemas para comer. No eran en absoluto abundantes, pero les salvaba de la inanición, aunque sí había unos pocos que morían de hambre. Si pudieran sobrevivir, podrían arreglárselas aquí.

Si no fuera por él.

El campeón de los cielos. La criatura más poderosa del continente.

Un dragón.

Esta zona era su territorio. Por lo tanto, los démones no podían salir durante el día y tenían que permanecer en su fortaleza sin luces encendidas y sin protección. Por la noche, se arrastraban como ratas en busca de comida para sobrevivir. Los nobles démones, como ratas…

La gente también estaba algo tranquila al principio.

“¿Nos encerraron en este lugar, solo con esto?”

“Fueron lo bastante confiados como para no esclavizar a todos los supervivientes, y darles también tierras.”

“Que se arrepientan de no habernos exterminado.”

“Humanos tontos. Bajaron la guardia con la victoria a la vista.”

Algunos incluso despreciaban a los ganadores. En todo caso, Sequence también era uno de ellos. No es que menospreciara a los humanos, pero pensaba que sería posible recuperarse de esto. Los cuerpos de los démones eran fuertes y resistentes al frío, podían pasar varios días sin comer y sus habilidades mágicas estaban entre las mejores de todas las razas. Como raza superior, eran capaces de vivir bien en este mortal campo de nieve. Tras más o menos una década cultivando la tierra, criando ganado y trabajando para aumentar su fuerza, sería posible llenar los campos de nieve de démones.

Pero estaba el dragón.

Los dragones eran sin duda las criaturas más poderosas. No eran oponentes que pudieran ser derrotados peleando sin ganas. Ese era el entendimiento común de todas las criaturas del continente Vastonia.

Sin embargo, en las Tierras Altas de Lemium, se había derrotado a un dragón. Cuando apareció el dragón de las Tierras Altas de Lemium, los aterrorizó su majestuosidad y su abrumadora potencia de fuego. Todos miraron al cielo asombrados, diciendo: “¿Qué vamos a hacer con esa cosa?”.

Sin embargo, una vez que fue derrotado, pudieron decir que era un oponente trivial. Incluso les pareció más débil de lo que esperaban.

Tras forzarlo a bajar a la superficie, fue un solitario guerrero orco quien le dio el toque final. Los orcos eran una raza muy inferior a los démones. Si un orco podía hacerlo, no había razón para que ellos no pudieran. No eran tan fuertes como en la batalla de las Tierras Altas de Lemium, y habría bajas. Pero lo derrotarían, y este campo de nieve sería suyo. Esta fue la decisión de los démones.

Sólo después de organizar una fuerza de ataque y lanzar una batalla contra el dragón, se dieron cuenta de que era una arrogancia.

En la primera batalla, la fuerza de ataque fue aniquilada. La comandante era Limendia, una de las hijas de Sequence.

Además, el dragón realizó una acción inesperada. Voló hacia la Fortaleza Gije y tomó represalias.

Fue un infierno. El aliento de fuego del dragón atravesó fácilmente la barrera mágica y convirtió a los tan poderosos démones en carbón en un instante. La magia de los démones rara vez alcanzó al dragón y, cuando lo hizo, era repelida por las escamas.

Afortunadamente, la fortaleza era sólida. Debido a su ubicación en un acantilado, el dragón no pudo descender a la superficie, y las barreras que la rodeaban impedían que el aliento de fuego la consumiera por completo.

Pero por eso, tal vez, el dragón no quedó satisfecho. Cada pocos días, volaba a la Fortaleza Gije y lanzaba su aliento desde el aire. Entonces los démones establecieron una barrera de aislamiento alrededor de la fortaleza, haciéndola invisible al dragón.

Pero la gran criatura seguía viniendo.

Aunque no los podía ver, debía de recordar dónde estaban, y les atacaba con su aliento aleatoriamente. Sí, eran invisibles, pero nada más. Si el dragón los encontrara caminando fuera de la fortaleza, se abalanzaría sobre ellos y se los comería como algo natural.

Por lo tanto, los démones ya no podían salir de la fortaleza durante el día. De hecho, el miedo les hacía llevar capuchas y guardar silencio para no ser vistos ni oídos, aun dentro de la fortaleza. Aunque los dragones no atacaban de noche, quizá porque no eran nocturnos, fue suficiente para infundirles terror.

Esa serie de ataques doblegó a los démones. Sabían que no podían ganar contra el dragón.

Y ahora estoy aquí, pensando sobre qué deberíamos hacer…

No había día que Sequence no estuviera preocupado. ¿Cómo podrían los démones salir de este estado y ver la luz del día? Aquella era la pregunta que se hacía cada día. Y no conseguía respuesta.

Todos esperaban que, como mínimo, el dragón perdería el interés algún día. Pero no se les ocurría ninguna medida eficaz para tratar con él ellos mismos. Por lo tanto, la mayoría de los démones ya se habían rendido. Atrapados entre toda esta nieve y hielo, se extinguirían.

Y él no sabía qué más hacer. Se decía que Sequence era el general más inteligente entre los démones y había encontrado respuestas en cada campo de batalla. Pero ni con esas, él, que incluso recibió el título de “General Oscuro”, no sabía qué hacer. ¿Cuál era la respuesta? Todo lo que podía hacer era preocuparse. Hoy, un día más, estaba sentado en su silla, con el cuerpo cubierto de escarcha, y seguía sin mover un músculo…

“Disculpe. Excelencia, tengo un invitado para usted.”

Pero ese día, parecía ser diferente. Un soldado estaba de pie en la entrada de la sala de operaciones. Recordaba su presencia. Era un joven que se había hecho soldado recientemente.

“¿Un invitado? ¿Quién es? Te dije que viniera hasta la reunión.”

“Sí, pero es de fuera del país.”

Al oír las palabras “fuera del país”, Sequence abrió por fin uno de sus ojos. Miró al soldado de la entrada de reojo. Luego miró a la persona que estaba a su lado, y abrió los ojos de par en par.

“¡Tú eres…!”

Cuatro ojos a izquierda y derecha y cuatro ojos alineados frente a él. Miró al hombre con los ojos muy abiertos.

Un orco.

Sólo un orco verde. De los que estaban por todas partes. Eran una vista común en el campo de batalla, muriendo como carne de cañón. Había unos pocos buenos guerreros, pero, aun así, eran sólo elementos prescindibles que se podían contar en “números”. Debido a esta percepción, Sequence no podía distinguir a los orcos. Y cuando uno de sus colegas le dijo que uno de estos orcos tenía agallas, soltó una risita.

Pero en cuanto lo vio, se le puso la piel de gallina. Sintió que un escalofrío me recorría el cuerpo. Sólo había visto a este tipo una vez. Pero nunca lo olvidaría. No había dos orcos como él.

Sequence apenas recordaba el nombre del orco, pero estaba seguro de que nunca lo olvidaría.

“¿¡Eres tú, Bash!?”

“Ha pasado un tiempo.”

Sequence se levantó involuntariamente. Hacía semanas que no se ponía de pie. Las caderas y las piernas de Sequence hicieron un crujido, y la escarcha pegada a la superficie de su cuerpo se esparció por el suelo.

Bash. El Orco Verde era un guerrero que había estado notablemente activo desde antes y después de la batalla decisiva en las Tierras Altas de Lemium. También fue la única persona a la que el amigo de Sequence, el “General de la Espada Fuerte” Netherhanks, regaló su propia espada en vida.

(Frizcop: Oh fuck, así que la espada de Bash era de un General con título. Estoy fangirleando a mil ahora.)

Tras la muerte de Gediguz, la batalla siguió perdiéndose, pero sólo se supo de los éxitos de este orco. Destruyó varias posiciones en las que se encontraban comandantes en las feroces embestidas de los humanos, derrotó a la gran archimaga elfa y salvó a los súcubos en una situación desesperada…

También era el hombre que estuvo presente en los últimos momentos de Gediguz. Y era el hombre que masacró al Héroe Leto. Nunca olvidaría cuando este hombre llegó a su lado con el cadáver de Gediguz. No quería ni recordar la desesperación que sintió en aquel momento.

Pero había una cosa más que Sequence sabía. Bash tenía dos títulos. Este orco tenía muchos apodos, especialmente entre los démones.

El Decapitador de Dragones.

El Matadragones. Bash derrotó al dragón en la batalla decisiva de las Tierras Altas de Lemium. Derrotó a un dragón. Ahora, este era exactamente el tipo de persona que los démones habían estado buscando. Con este orco, el dragón que los había aterrorizado…

Pero Sequence no revelaría sus emociones fácilmente. Comprendió que el orco que tenía delante no podía haber aparecido por una razón tan conveniente, ni estaba en un momento en el que podría convertirlo en un peón para su tablero.

“¿…Por qué estás aquí?”

De ahí que planteara la pregunta con calma. Si lo pensabas con calma, no había forma de que Bash, el Héroe Orco, hubiera venido aquí. Los orcos, al igual que los démones, deberían estar en una posición en la que sus cabezas estaban sujetas por la Alianza de las Cuatro Razas. ¿Por qué un héroe nacional así abandonaría su país y vendría a un lugar como éste?

“He recibido una carta de Nazar, el Príncipe Humano.”

Al oír esto, Sequence cerró cuatro de sus ojos. Asintió para sus adentros. Era imposible que los orcos vinieran aquí por cuenta propia. La cuestión era de qué se trataba el contenido de la carta.

“Déjame verla.”

El papel que Bash sacó de su bolsillo era un testimonio de la dureza del viaje. Todas las esquinas habían sido aplastadas, y todo estaba arrugado como si hubiera sido empapado en agua alguna vez. Apenas quedaba un sello de la familia real humana, lo que indicaba que era cierto que pertenecía a Nazar.

Una carta del joven Humano, eh… Cortó el arrugado sobre con sus afiladas garras y sacó la carta de su interior.

“Hmmm…” Las letras estaban borrosas y oscurecidas. No tenía ni idea de lo que decía. Esto pasaba por dejar que un orco llevara la carta. “Ya veo.” Sin embargo, pudo adivinar lo que Nazar, el príncipe humano, quería, al pedirle a un orco que llevara la carta.

Sería sobre la hija de Sequence, Poplática, y sus conspiradores. Esta se había ido, dejando con un aliento las palabras de que “reviviremos a Lord Gediguz”. Incluso robó el tesoro nacional que Sequence logró sacar de la tierra de los démones. Hubo muchos que la siguieron y se fueron. Pero no había forma de saber qué estaban haciendo ahora. Pero no tenía ni idea de cómo les iba ahora, ya que no recibían mucha información aquí.

“Entonces, ¿tú qué quieres? ¿Solo venías a entregar esta carta? ¿Acaso el Héroe Orco se ha convertido en el perro de un pequeño niño humano?”

Dijo Sequence en su tono habitual, pero él sabía que no había ningún error en la selección del mensajero. Si no fuera por Bash, era muy probable que no hubieran llegado tan lejos. Prefería preguntarle tomando una copa cómo había llegado desde la frontera hasta aquí, a través de los ojos del dragón, y cómo había encontrado la fortaleza oculta. A pesar de las apariencias, a Sequence le gustaba bastante escuchar las sagas de los jóvenes.

Así de correcta fue la decisión que se tomó de que Bash llevara la carta. Con que llegara aquí ya era la decisión correcta. Sin embargo, los démones tenían la costumbre de usar frases burlonas. No podían evitar subestimar a sus oponentes. Incluso si ellos mismos habían perdido.

Ahora, si hicieron bien en dejar que Bash llevara la carta, la pregunta seguía siendo: “¿Por qué?” ¿Por qué fue Bash el que vino? ¿Por qué un orgulloso, aunque humilde, héroe guerrero haría una tarea tan insignificante como llevar cartas?

“No tengo intención de ser su perro.”

“Estoy seguro de que no. No sé cómo un simple chico de los recados podría llegar tan lejos. Si nos viniste a visitar por la noche, eso significa que debes haberlo visto también, ¿verdad?”

“El dragón. Sí, lo vi.”

“Lo viste. Entonces, ¿qué pasó? ¿Lo mataste?”

“No, no tenía forma de hacer que bajara. Me escondí en la nieve y esperé la noche.”

“Ya veo, es como…”

Sequence se detuvo cuando iba a decir: “Como si pudieras vencerlo si tuvieras los medios para bajarlo”. Era una tontería decir eso a quien lo había logrado una vez.

“Quiero oír el propósito de tu boca. No de este trozo de papel, no de un hada escondiéndose del frío, sino de tu propia boca.”

Sequence dijo esto con respeto. No todos los días un demon mostraba respeto a un orco. No valía la pena escuchar sus palabras. Si hubiera alguien más de su raza a su lado, le preguntaría por qué lo hacía. Los orcos no tenían mucho que decir cuando abrían la boca. Sólo hablaban mucho y decían estupideces. Aunque seguían siendo mejores que las hadas.

Pero, aun así, el general esperó las palabras de Bash. Así de en tal alta estima lo tenía Sequence.

“…”

Bash se quedó mirando a Sequence con una mirada tremenda. Era una mirada tan fuerte que provocó un escalofrío en Sequence, que había librado muchas batallas en su carrera.

“Quiero que me presentes a tu hija.”

“¿Poplática? No sé dónde está.”

“¿No tienes otra?”

“Limendia está muerta.”

“Había otra, creo.”

“¡Ah, ella! ¡Asmonadia!”

“Entonces preséntamela.”

Sequence pensó. “Quiero que me presentes a tu hija”. En el sentido común de los démones, significaba “Quiero salir con tu hija”. En el lenguaje normal de los orcos, significaba: “Voy a violar a tu hija y a embarazarla”. Como noble demon, esta era una declaración imperdonable. Debía aplastarlo y recordarle esto.

Pero frente a él estaba Bash, el Héroe Orco. Sequence no sabía mucho acerca de qué tipo de persona era este orco.

Su antiguo amigo describió una vez a Bash como “un hombre con pelotas”. Y su amigo era un hombre obstinado que rara vez alababa a los demás. En su vida, Sequence sólo lo había oído hacerlo una vez, y fue para regalarle su espada favorita.

El príncipe humano Nazar confió a este hombre una carta con su sello. Un humano, a un orco. Ciertamente Bash sería el mejor portador, pero probablemente había otros mejores. Había mucha gente más digna de confianza que los orcos.

“¿Acaso sabes… lo que está haciendo Asmonadia?” Por lo tanto, Sequence comenzó a sondear la verdad.

“No, no lo sé.”

“Ahora mismo, está a cargo de derrotar al dragón.”

“Ya veo.”

Y el hada se movió. Ella estaba diciendo algo en el oído del orco. No sabía lo que estaban tramando, pero lo de los orcos y las hadas era un poco exagerado. Las hadas eran más inteligentes que los orcos, pero para los démones, eran tan estúpidas como ellos.

“¿Tienen un plan para derrotarlo?”

Las palabras de Bash fueron, en cierto sentido, un insulto a los démones. No existía tal cosa. Si lo hubiera, el dragón ya habría sido reducido a huesos y ellos habrían extendido su territorio por todo el Campo Nevado Menor.

“No. Pero encontramos su guarida. Está en las montañas al este. Así que, ya sea que esté en el cielo, o si ha bajado a caminar por el suelo, tenemos una oportunidad.”

“Es cierto.”

“En pocas palabras…”

Si hubiera sido un orco desconocido, Sequence se habría irritado. No estés de acuerdo tan fácilmente. No será un oponente tan fácil.

“No será fácil, pero tú ya mataste uno una vez.”

“¡Es cierto!”

Pero el orco frente a él era un hombre que lo tenía más que claro. Él era el único hombre en el mundo que podía decir audazmente “he matado a un dragón que se arrastraba por el suelo”. Era un hombre que podía contar tan graciosa historia. Bueno, se podía decir que esta historia graciosa había llevado a los démones hasta casi la muerte, pero era difícil decir que los nobles démones, que estaban arrinconados, no podían siquiera hacer lo mismo que un orco.

“Mi hija se fue hace muchos días con un grupo de jóvenes, diciendo que, si había un precedente, ella podría hacerlo.”

“¿Dices que ahora están en la guarida del dragón?”

“Tal vez.”

Según el horario, ya deberían haber regresado, pero no lo habían hecho. Entonces, antes de que se pusiera el sol, el jefe de la unidad de reconocimiento le dijo que había confirmado todas las muertes. Dado que el número de muertos confirmados era aparentemente inferior al número de personas que habían salido, no significaba necesariamente que todos estuvieran muertos, y los cadáveres estaban tan quemados que no se podían identificar. Por lo tanto, no había ninguna posibilidad de que siguieran vivos. Puede que aún estuvieran escondidos cerca del nido del dragón. Pero la posibilidad de victoria ya se había esfumado…

Sequence pensaba que era una tontería. El oponente era un dragón. No eran como las bestias demoniacas. Eran astutos, crueles, vengativos y sabios. No había forma de que no tuvieran una manera de lidiar con la amenaza a su guarida. Incluso si fueran capaces de darles caza, siempre existía la posibilidad de que tuvieran algún truco secreto bajo la manga.

Se lo dijo a su hija y a los jóvenes que la rodeaban, pero se negaron a escucharlo, diciendo que no era más que una gran lagartija. Entonces, ¿por qué no aterrizaba en la fortaleza Gije? Entonces, ¿por qué sólo echaba su aliento desde el cielo? Porque si aterrizara en tierra, no podría vencernos, dijo audazmente. El resultado sería su aniquilación total.

“Es tan tonta que no puedo creer que sea mi hija. Si te parece bien una chica así, te la presentaré. Entonces, ¿quieres casarte con ella?”

“¿Seguro? ¿Está bien?”

“Tendrás mi bendición. Si es que está viva.”

La esposa de un orco. Para los démones, era una existencia imperdonable. Que un noble demon se convirtiera en la esposa de un tonto orco, que le pusieran un collar, tuviera que andar desnuda y tener que tener a sus hijos, y llevada como un perro, con el honor y el orgullo de un demon. Si tal cosa ocurriera, todo el ejército demon iría a destruir a los orcos. Pero también era inaceptable que un brillante noble demon juzgara mal la fuerza del enemigo y se arrastrara no sólo a sí mismo sino también a sus hombres a una batalla que no pudieran ganar y los dejara morir.

En los viejos tiempos, el honor habría tenido prioridad…

Sí, en tiempos de guerra, por muy tonta que fuera la muchacha, no se la habría entregado a los orcos.

Pero el honor sólo era importante en tiempos prósperos. Era inútil para los démones de hoy, que luchaban contra su extinción. Su hija desperdició un cachorro de tigre llamado “recursos humanos”, que había que evitar perder si querían combatir contra la extinción, aunque sólo fuera un poco. De ser así, sería un castigo adecuadamente severo reducirla a la posición de esposa de un orco. Aunque la verdad, parecía que antes ya había sufrido un pequeño castigo llamado muerte.

“Voy a esa montaña ahora mismo.”

“¿…Hablas en serio?”

Ante estas palabras, Sequence envió una mirada inquisitiva a Bash. Su hija ya debía de estar muerta. El orco ya debía saberlo. Los orcos podían ser estúpidos, pero tenían un sentido del olfato sorprendentemente agudo cuando se trataba de la batalla. Muchos de ellos podían discernir de alguna manera qué campo de batalla estaba ganando y cuál estaba perdiendo.

“Jefe, jefe… pshpshpsh…”

Y entonces, allí, el hada le susurró de nuevo. Era un comportamiento antinatural. No había duda de que estaban planeando algo. Bash asintió con un “mmm” a las palabras del hada y miró directamente a Sequence.

“Si hay otros supervivientes, no sólo tu hija, ¿pueden ser míos?”

“¡…!”

Los ojos de Bash no sonreían en absoluto. Eran muy realistas y, por decirlo sin rodeos, serios.

Sequence había visto varias veces esos ojos en el campo de batalla. Los ojos de un hombre preparado para morir. Eran los ojos de quien creía que había algo más importante que la muerte.

Las palabras “de ninguna manera” vinieron a la mente de Sequence. Tomar a los supervivientes como suyos. En el equipo de asalto no todas eran mujeres, de hecho, la mayoría eran hombres. En otras palabras, este orco iba por algo más en lugar de conseguir una esposa démona. Él iba a hacer algo que uniría a los sobrevivientes de la partida de matanza del dragón. Pero, ¿de qué se trataba?

“¡Si vas ahora, tendrás que luchar contra el dragón!”

“Cierto, pero por eso estoy aquí.”

Por eso. ¿Para luchar contra el dragón? ¿Y vino todo el camino hasta aquí? ¿De verdad…?

Sequence, plagado de preguntas, recordó la carta que acababa de recibir. Mojada y manchada, la carta era ilegible. ¿Pero tal vez había una nota en ese sentido?

Refuerzos, en otras palabras. Los refuerzos fueron enviados por Nazar para derrotar al dragón. Pero, ¿por qué haría eso? No había ningún beneficio en ello. No, entonces recordó. ¿Quién propuso la tregua? El príncipe. Habló con él una vez en las conversaciones de alto el fuego, y era un hombre bondadoso, natural y bien intencionado. A diferencia de otros humanos, no pudo percibir ninguna tenue intención de dañar a los démones durante generaciones. Sin embargo, seguía pensando que no sacaría ningún beneficio de esto. Los humanos eran una especie que priorizaba el beneficio sobre el honor.

“¿Por qué Nazar haría esto? ¿Por qué tú aceptaste?”

“¿…? No, esto fue mi idea. Nazar solo me está ayudando.”

“¿Que, dices…?”

Y Nazar no tuvo nada que ver. ¿Entonces esto significaba que este orco vino hasta este lugar por su propia voluntad? La carta de Nazar era como mucho un permiso para cruzar la frontera y una petición para admitir a Bash como refuerzo. ¿Pero por qué vendría Bash hasta aquí para matar a un dragón? ¿Por qué tratar de ayudar a los démones?

“¿Estás tratando de salvar el día? ¿Un orco, por los démones?”

“…Y si así fuera, ¿eso no haría que los démones vieran a los orcos bajo una nueva luz?”

¿Lo hacía para que los démones pensaran mejor de él? Eso era una estupidez. Aunque la razón por la que no podía reírse de ello era porque este hombre era llamado el “Héroe Orco”.

Y le hacía justicia a su título. Aparecía en el campo de batalla para ayudar donde podía, y ayudaba a superar una guerra en la que los superaban en número. Sequence, como otros, no lo había reconocido en su momento, pensando que era solo un orco, pero lo sabía. Gracias a él, las Tierras Altas de Lemium se salvaron. Gracias a que derrotó al dragón y al Héroe Leto, la Federación de las Siete Razas pudo retirarse, dejando sus fuerzas intactas. Sus éxitos posteriores también fueron positivos para los démones en su conjunto. Lo mismo ocurrió con el rescate de los súcubos. Si los súcubos hubieran sido destruidos, la fuerza de los elfos se habría concentrado en los démones. Si eso hubiera ocurrido, no habrían podido seguir luchando hasta el día del alto el fuego. Fue gracias a Bash. Por eso Sequence le tenía en tan alta estima.

En primer lugar, era un Héroe Orco. No había nacido ningún Héroe Orco durante mucho tiempo. Había oído que era porque no había guerreros dignos de ese título, pero los orcos eran idiotas. Solían hablar de orgullo y honor, pero si encontraban a una mujer en la batalla, eran criaturas rastreras que se la llevarían a los arbustos sin miramientos. Era una raza vil que adulaba a los fuertes, pero en el fondo se creían más fuertes que ellos.

Un grupo de gente tan tonta reconoció a Bash. Le reconocieron como su máximo héroe, el Héroe Orco. Reconocieron que Bash era un guerrero digno de ese título. Entonces ya no era una cuestión de lógica. Este era un hombre que estaba dispuesto a sacrificarse por el honor de los orcos. ¿Qué razón más plausible podía haber para que quisiera que los démones comenzaran a reconsiderar el cómo veían a los orcos?

“Sólo tengo una pregunta. ¿Por qué te arriesgas tanto?”

“Es obvio.”

Bash le dio la espalda a Sequence, y este sólo volteó la mitad de sus ojos hacia él.

“Porque quiero que una mujer démona sea mi esposa.”

Sequence rio a carcajadas ante tal chiste. Era la primera vez que se reía desde que Gediguz estaba vivo.

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