La historia del Héroe Orco

Capítulo 56. La Fortaleza Gije

 

La Fortaleza Gije.

Era una fortaleza tremendamente misteriosa. Su ubicación tenía poco valor estratégico, y se rumoreaba que cuando Gediguz ascendió al trono e inició su construcción, algunos de los líderes démones se opusieron a él y fueron purgados. Debido a ese alboroto, fue llamado el Rey Loco, aunque por un periodo muy corto de tiempo. Todavía se consideraba un misterio el por qué se empeñó tanto en construirla.

La insignificancia de esta fortaleza podía adivinarse por el nombre que recibió[1] durante la guerra. La fortaleza más débil. Una fortaleza sin sentido e inútil. Se la llamó “inexpugnable”, pero los que preferían guardarse las cosas para sí mismos la llamaban “inexpugnable completamente vulnerable”. Era una fortaleza de la que incluso los orcos se burlaban a menudo.

…Está más sólidamente construida de lo que cabría esperar.

De ahí que Bash también supusiera que sería más débil, pero era, a todas luces, una fortaleza comparable en construcción a las otras fortalezas démonas.

Era una fortaleza construida a lo largo de la ladera de una montaña, con tres altos y gruesos muros defensivos y una entrada discreta. Los muros estaban reforzados con roca negra y acero negro, y brillaban tenuemente, como por algún tipo de magia. Bash no sabía mucho de magia, pero había visto antes muros con magia protectora similares a éste. Había anulado la magia de asedio masivo de los elfos y repelido los arietes como troncos lanzados por las armas de asedio enanas. Las fortificaciones que había visto entonces sólo estaban parcialmente encantadas, pero las de la Fortaleza Gije parecían cubrirla por completo.

Podría decirse que era la fortaleza más sólidamente construida que Bash había visto nunca.

“Alto.”

En la entrada de la fortaleza había dos démones. Démones menores de piel marrón. Desafortunadamente, hombres.

Un puesto de control. Para Bash, siempre tenía que pasar por uno para entrar en los países, y parecía que no era diferente en la Nación Démona.

“Orco. Ya sabía que vendrías aquí. ¿Pero, qué haces aquí solo?”

Él lo sabía. Las palabras “ya sabía”, le suscitaron un interrogante por un momento a Bash. Pero este era siempre el caso con los démones. Clamaban que sabían lo que iban a hacer las otras razas y adónde iban a ir, y luego se burlaban de ellas. Algunos orcos creían firmemente que sí tenían la capacidad de la precognición. Aunque se reían de ellos, diciendo que, si tuvieran una habilidad como esa, no habrían perdido la guerra.

“Jefecito, también hay un hada. Por lo que son dos.”

“Tonto. Ya te había dicho que no contaras a las hadas como personas.”

“Jajajá. Si ese es el caso, ¿entonces no serían dos animales?”

“Ya te acercas.”

Los dos guardias miraron a Bash y Zell con una sonrisa burlona. La atmósfera no era morbosa, pero había una pizca de desprecio.

“¿Qué pasa, orco? ¿Qué quieres en nuestro agonizante último paraíso?”

“Jefecito, es de mala educación hacer una pregunta de esa forma.”

“¿Por qué?”

“No hay muchas razones para que los orcos vengan a un lugar como este. Lo más probable es que fueron expulsados de sus nidos, perseguidos por todas las naciones, y terminaron aquí porque estaban desesperados por comida.”

“Ah ya, pero mira que nuestro país no es un basurero.”

“¡Porque ni para eso alcanza!”

“¡Jajajajajá!”

Bash no hizo caso a sus chistes y dejó la mochila en el suelo.

“Ya te dije que no es un vertedero… ¿pero qué rayos es eso?”

“Lo recogimos por el camino. Está herido.”

Con estas palabras, los guardias bajaron la mirada hacia lo que ni siquiera habían ojeado. Estaba demasiado oscuro para verlo con claridad, pero si les decían que era una persona, era más fácil que lo reconocieran como tal. Era una persona que se había convertido en carbón negro.

“¿¡Qué, acaso… aún está vivo!?”

“Así es. Y fue quemado por un dragón en el campo nevado en el camino. Había varios otros, pero este era el único vivo.”

“No puede ser, eran la fuerza de supresión… eso es ridículo, deberían haberlo aniquilado…” El semblante del guardia cambió. La expresión de compostura que tenía antes desapareció, y una voz urgente resonó en el aire. “Ha sido completamente reducido a carbón. ¡Ni siquiera podemos identificarle! ¡Una camilla! ¡Llama a los médicos! ¡Rápido!”

“¡Sí, Jefecito!”

Uno de los guardias corrió hacia algún lugar al escuchar esas palabras.

“Le hemos espolvoreado polvo de hada. No hace falta que se dé prisa, no morirá.”

Cuando Bash dijo esto, el demon miró a ambos con cara de sorpresa. En efecto, si se trataba de polvo de hadas, existía la posibilidad de que no murieras ni siquiera en ese estado. Así de poderosa era el polvo de hada como medicina de recuperación.

“…Ejem, parece que has salvado a uno de nuestros compatriotas. Te lo agradezco. Me disculpo por mi rudeza de antes. Hiciste bien en salvar a uno de nuestros valientes guerreros. Me gustaría recompensarte, pero desafortunadamente no tengo nada conmigo en este momento.” Sus palabras no eran muy diferentes a las de antes. Sin embargo, su voz carecía del desprecio descarado de hacía unos instantes. Los démones eran una especie que podía ser agradecida cuando tenía que serlo. “Y también te doy las gracias, hada. Has hecho bien salvando a mi compatriota con tu valioso polvo.”

Ante estas palabras, Zell se desprendió de su envoltura y se colocó sobre el hombro de Bash.

“¡Bueno, por supuesto! Como puedes ver, somos guerreros que han pasado por muchas batallas. ¡Cuando ves a un soldado herido, lo llevas a un lugar seguro, es tan natural como desayunar y cagar! ¡Pero las hadas no cagan, así que tiene mucha gracia! Me gustaría ver más sinceridad en su actitud. De hecho, ¿con quién crees que hablas? ¡Estás ante los increíbles achú! Ah vaya…”

Zell estornudó sonoramente en mitad de la frase, por lo que volvió a envolverse en la piel de bestia, temblando. Había dicho la mitad de lo que quería decir, pero el guardia ya estaba poniendo una cara amarga. Los démones también los tenían; una montaña de aforismos sobre las hadas. El más famoso era: “Si escuchas a las hadas, primero se te aligeran los oídos, luego la boca, y después la propia cabeza porque te sale volando”. En resumen, si siguiera escuchando a esta hada, acabaría muriendo. Así que el guardia se volvió hacia Bash.

“Disculpa. Orco. Entonces déjame preguntarte de nuevo. ¿Quién eres? ¿Cuál es tu propósito aquí? Los informes dicen que no viniste del puente…”

“Soy Bash, el Héroe Orco. Estoy aquí buscando algo.” Dijo Bash, pero tampoco es que esperara ninguna reacción. Después de todo, estaba tratando con un demon. Los démones de piel morena eran probablemente démones menores, pero incluso los démones menores seguían siendo una raza superior a la de los orcos. Cuando el demon oyera el título del orco, era probable que se riera con sorna.

“¿El Héroe Orco? ¿Te refieres al “decapitador de dragones”?”

Sin embargo, la reacción del guardia fue más pronunciada de lo esperado.

“¡No vayas por ahí diciendo tonterías, estúpido orco! ¿Pensaste que podías engañarme? ¡Héroe Orco es un título importante para ustedes! Por mucho que lo admires, ¿hacerte llamar a ti mismo héroe no haría que hasta lo último de tu orgullo fuera dañado?”

“No estoy mintiendo. Lo juro por el Rey Orco.”

Ante estas palabras, los ojos del demon se abrieron de par en par y miró a Bash atentamente.

“¿¡Lo dices en serio…!?”

Los démones no reconocían el rostro de Bash, pero sabían el peso de jurar por el Rey Orco. Sólo un número limitado de orcos podía pronunciar esas palabras. No era una mentira que un orco pueda decir a la ligera. Tampoco era una tontería fingir ser el “Héroe Orco”, pero al menos eso aún podía pasar porque era una especie de ilusión.

“Entonces… ¿qué es lo que estás buscando?”

“No puedo decírtelo… pero tengo una carta del Príncipe Humano Nazar para Sequence, el General Oscuro.”

Ante estas palabras, el cuerpo del guardia se tensó. Incluso apareció el nombre del Príncipe Humano. El príncipe que derrocó al rey demon Gediguz. Su valor quedó demostrado en las batallas posteriores entre démones y humanos. El príncipe era un símbolo de miedo para sus congéneres, ya que continuó matando a su gente y clamando la victoria en numerosos campos de batalla. Por supuesto, los démones no temían a sus oponentes humanos. Así que, aunque desconfiaban un poco de él, pronto le perdieron el miedo. La razón era que había sido el mismo príncipe quien había puesto fin a la guerra y propuesto la paz.

“Entiendo. Entonces te lo agradezco. Te llevaré personalmente con Sir Sequence, el General Oscuro.”

“Mm. Gracias entonces.”

Así, Bash y Zell siguieron al demon que los guio y entraron en la ciudad por la noche.

Las fortalezas démonas estaban construidas para el asedio. Todas estaban diseñadas para sobrevivir durante largos periodos de tiempo en su interior. A diferencia de las fortalezas de ogros, cuyo lema era “batallas decisivas a corto plazo”, o las de súcubos y arpías, que tenían alas y no pensaban mucho en la defensa, estas fortalezas estaban especializadas en batallas defensivas. Los humanos, que construían fortalezas similares, dirían que era natural porque así tenía que ser una fortaleza, pero, de todos modos, las fortalezas construidas por la Federeación de las Siete Razas tenían sus propias características, y la de los démones era notable en su defensa.

“Yo también he oído rumores, pero no es más que una fortaleza ordinaria, ¿no? ¿Por qué Gediguz la construyó aquí? ¿Tal vez planeaba convertirla en la capital Démona después de que terminara la guerra?”

“Quién sabe. Pero hay casas. Tal vez tenía la intención de vivir aquí.”

Dentro de la fortaleza Gije había hileras de casas de piedra. Por supuesto, esto era normal para una fortaleza démona. Los edificios estaban dispuestos en escalera, y el espacio entre ellos era extremadamente estrecho. Se podrían construir allí barricadas para crear un simple laberinto y ralentizar fácilmente el avance del enemigo. Los edificios podían ser un obstáculo para el avance del enemigo, pero era mejor usarlos las casas que limitarse a construir muros. De ahí que la fortaleza démona fuera lo que podría llamarse una ciudad. Bash las había visitado varias veces, y las recordaba tan avanzadas, tan brillantes y tan llenas de vida que costaba creer que estuviera dentro de una ahora.

Pero esta fortaleza Gije no era ni glamurosa ni vibrante. Las casas estaban en general oscuras y silenciosas al anochecer, aunque había algunas luces. Aunque había señales de gente dentro de las casas, casi nadie estaba fuera. Incluso los que pasaban de vez en cuando caminaban con capuchas puestas para ocultar sus rostros.

La ciudad estaba oscura y el aire, estancado. Aunque a diferencia de la nación súcubo, no se sentía una sensación de fatalidad inminente. Pero había algo estancado, como lodo, y una sensación de resignación mezclada con suspiros.

“Hm.” De repente, una mujer pasó junto a Bash y los demás. Una mujer de piel azul con cuernos a los lados de la cabeza. Sus ojos eran afilados y su porte no estaba mal. Incluso a través de su ropa de invierno, su cuerpo era claramente visible y voluptuoso. Lo que le llamó más la atención fue su indescriptible aroma, característico de las démonas. Para los démones, el perfume no era nada del otro mundo, pero para los orcos, era la fragancia de una flor de alta calidad.

La mujer bufó. Echó un vistazo a Bash, apartó la mirada y pasó a su lado. Bash se detuvo y le devolvió la mirada. La mujer también le devolvió la mirada, pero rápidamente apartó la cara y se alejó.

“Mira eso. Y ni siquiera te dijo nada.”

“Cierto.”

Fue inesperado. Si hubiera sido durante la guerra, cruzarse con una démona como había hecho ahora le habría ganado un regaño, diciendo: “¡Asqueroso orco, aléjate de mí!”, o le habría dicho sarcásticamente: “¿Por qué está aquí alguien de una raza tan humilde como tú? ¿Quién te ha dicho que puedes mirarme?”. Si hubiera estado de mal humor, incluso podría haberlo mandado a volar usando magia. O, en el caso de Zell, podría haberle arrancado miembro a miembro mientras gritaba. Algunos démones trataban a las hadas como alimañas.

Así era la raza de los démones. Nobles y arrogantes. De alta cuna y pomposos. Cuando veían a alguien de una raza que creían inferior, no podían evitar abusar de ellos. Así eran.

Se iban sin decir palabra. O, si los llamabas, puede que se detuvieran y se dieran la vuelta. Pero podías estar seguro de que no responderían de la forma más suave.

“Esto puede ser a lo que se refería Nazar.”

“¡Esto es muy prometedor!”

Lo que dijo Nazar. Dijo que incluso los démones de alto rango escucharían al Héroe Orco. Habían estado escépticos, pero cuando vio a la démona pasar sin maldecirle, sintió que podía creerle. Por supuesto, que no le maldijera no significaba que le había sonreído.

“¿Pasa algo malo?”

“No, es solo que no pensé que se quedara callada.”

“…Los démones ya no somos tan arrogantes. Entendemos nuestra situación”

El guardia dijo con mal humor y siguió caminando. Bash interpretó que eso significaba “que ni siquiera los démones serían groseros con el Héroe Orco” y le dio las gracias a Nazar. Efectivamente, el príncipe tenía razón. Con esto, tal vez existiera la posibilidad de que consiguiera una démona como esposa. La posibilidad podía ser escasa, pero ya no era cero. Y si las posibilidades de ganar ya no eran cero, entonces deberían luchar. Porque Bash era un orgulloso guerrero Orco.

“No es de extrañar que hayan perdido la guerra.”

Después de todo, era a los humanos a quienes había que temer. Su capacidad para evaluar una situación era nada menos que impresionante. Tales sentimientos se albergaban dentro de sus palabras.

“¿Qué…?” Al oír las palabras de Bash, el guardia apretó los dientes y lo miró. “¿Acabas de burlarte de nosotros?”

“No lo hice.”

“¡Así es! ¡No hay forma de que el Jefe pudiera burlarse de los démones! ¡Por muy sarcástica y autodespreciativamente que se traten entre ustedes, como orco, no hay forma de que el Jefe Bash se burle de maneras tan sutiles! ¡No es posible! ¡Ni en un millón de años! Las hadas si acaso, pero, ¡si un orco se burla de alguien, no lo dice de una manera tan indirecta! ¡Lo diría más directamente! ¿¡Acaso eres idiota!? ¿¡Ya deberías saberlo, verdad!? ¡Y es más, a quien estás mirando no es a otro que a Bash, el Orco entre Orcos, el Héroe Orco!”

“…Ya veo.” Los ánimos del guardia se desinflaron con la charla ametralladora de Zell. Él sabía muy bien que sería una tontería discutir con el hada. Lo primero que hizo fue dirigirse a Bash y hablar del tema principal. “¿Por qué dijiste que no era de extrañar que perdiéramos la guerra?”

“Porque la mujer démona se veía igual que como Nazar dijo que sería.” El guardia miró hacia atrás, pero la mujer ya se había ido. No recordaba su aspecto. Ni siquiera podía adivinarlo. Los démones solían ser tan arrogantes que, aunque le dijeran que tenía un aspecto diferente, no podría distinguirlo de su apariencia habitual. Lo único que podía decir es que no sería sorprendente que Nazar hubiera predicho el aspecto de la mujer. Entre los démones, el nombre de Nazar era más grande de lo que Bash pensaba. “Vamos…” Pero el guardia de la puerta finalmente no replicó nada, se dio la vuelta y siguió adelante. Inconscientemente, su andar era más rápido que antes. Era como si no quisiera que Bash viera el estado actual de la Nación Démona. Como si se avergonzara de sí mismo.



[1] Gije o ギジェ en japonés no tiene una traducción como tal, aunque se compone de ギジ, que hace alusión a algo que es sospecho o se debe cuestionar y , que es algo así como para, en este caso, darle énfasis a la pregunta. Así que, se los dejo a ustedes, lo dejo como Fortaleza Gije, o lo traduzco aproximadamente como “Fortaleza Por qué”.

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