La historia del Héroe Orco

Capítulo 60. La mujer démona de la mejor calidad

 

La mujer encontrada en la guarida del dragón miraba a Bash y a Zell con recelo, su cuerpo se estremecía y temblaba.

“Pobrecita, está totalmente aterrorizada…”

“Eso parece…”

Sucedía todo el tiempo en el campo de batalla. Era especialmente común entre los nuevos reclutas que habían tenido la suerte de sobrevivir a una feroz batalla. En medio de los gritos, la sangre y la conmoción, el tipo de tu derecha moría de repente envuelto en llamas, el de tu izquierda con una flecha atravesándole el globo ocular, el de delante partido por la mitad y el de atrás ya se había ido para cuando te dieras cuenta. Ya no sabías lo que estaba pasando. Corrías y te escondías, temblando y rezando para que no te encontraran, pero estabas tan aterrorizado que no podías moverte ni un centímetro.

Incluso a los valientes e insensibles orcos a veces les pasaba eso. Por supuesto, si algo así le ocurriera a un orco, se reirían de él por cobarde.

Bash no tenía esa experiencia. Pero uno de sus compañeros guerreros sí. Había visto a un guerrero llorar y gritar que no quería luchar más. Al principio, Bash, junto con los otros que estaban con él, se indignaron, diciendo: “Qué cosa tan cobarde para un guerrero orco”.

Pero Bash vivió lo suficiente en el campo de batalla. Así que aprendió algunas cosas al mismo tiempo. Volvían al campo de batalla. No eran el tipo de personas a las que se les permitía abandonar la lucha solo porque habían llorado hasta quedarse dormidos, pero elegían luchar contra el enemigo de nuevo, en lugar de ser ejecutados en lo profundo de la aldea. Y en el campo de batalla al que volvían, luchaban valientemente y morían. No para morir temblando y suplicando por su vida, sino para morir luchando valientemente.

Por lo tanto, no pretendía reírse ni ridiculizar a la mujer démona que tenía delante. Después de un tiempo, esta mujer volvería a ser la de antes y lucharía con valentía de nuevo. Todos los orcos que habían luchado en el pasado lo sabían. Por eso, aunque se rieran de una persona asustada por considerarla cobarde, no la mataban en el acto por ser una deshonra para los orcos. Ocurría todo el tiempo. De verdad. Y el oponente era un dragón. Sería más inusual si esto no sucediera.

Era más importante conseguir que esta mujer asustada hiciera algo al respecto. Por eso estaba aquí.

“¡Jefe, esta es tu oportunidad! ¡No importa qué tan démona sea esta mujer, no puedes ignorarla en una situación como esta! Tienes que actuar como caballero.”

“¡Tienes razón!”

Se susurraron.

Bash se acercó a la mujer. Cuanto más la miraba, más hermosa era. Lo mismo ocurría con su cara y su cuerpo, pero sus modales… bueno, la presencia que emanaba de todo su ser era algo que la diferenciaba de las mujeres que había visto hasta ahora. Era una presencia indescriptible. Tenía una elegancia diferente. Su poder mágico también. Si tuviera que aventurar una conjetura, diría que esta mujer tenía algo que podría llamarse un aura. Incluso Bash sintió un escalofrío, como si le hubieran clavado un carámbano en la espalda. Algo dentro de Bash gritaba que sería genial si pudiera poner sus manos sobre esta mujer.

¿Es una mujer démona…?

Había visto a muchas démonas en su vida, pero cuando pensaba en conseguir una, no había estado tan nervioso. Pero no había necesidad de ser tímido. Una oportunidad única en la vida estaba delante de él.

Le preocupaba el dragón que escapó, pero la persecución fracasó cuando entró en esta cueva y no estaba allí. Se había largado. Mejor tomar a la mujer que tenía delante que perseguir a más dragones, vagar sin rumbo por las montañas y luego ser emboscado desde el cielo por un dragón en plena forma. La elección correcta era primero hacer que esta mujer se enamorara de él y luego escapar de la cueva. No derrotó al dragón, pero ese no era su objetivo.

“A-ayuda, ayúdame…”

“Me aseguraré de matar a ese dragón.”

Bash dijo esto a la démona, que suplicaba ayuda y asistencia, como para tranquilizarla. Cuando tratabas con una persona asustada, primero debías decirle que ibas a destruir al enemigo de esta manera tan fiable. Si los veteranos estaban animados, los jóvenes se animarían.

“He matado a un dragón antes. Un dragón de escamas rojas.”

La mujer tragó saliva.

“No te preocupes. No tendrás que sufrir más.”

Bash miró fijamente a los ojos de la mujer. ¿Qué número de lección era esta? A las mujeres les encantaba mirar a los ojos apasionados de un hombre. La lección que había aprendido el otro día seguía viva en la mente de Bash. La mujer miró a los ojos de Bash y vio cómo sus palpitaciones disminuyeron poco a poco…

“¡Hm!”

Y entonces, por el rabillo del ojo, Bash divisó de repente algo que se movió. Una araña. Era una araña rayada con cabellos por todo el cuerpo. Aunque estaba en las montañas nevadas, hacía bastante calor dentro de la cueva. Y si un dragón habitaba la cueva, no era de extrañar que hubiera criaturas que se alimentaran de sus excrementos y desechos. Por supuesto, Bash no tenía tal conocimiento de las criaturas. Lo que sí sabía era que la mayoría de las arañas con pelos y rayas eran venenosas. El veneno de las arañas era fuerte. Incluso para los orcos, que eran muy resistentes a este, podía causarles dolor abdominal durante un par de días. Se decía que los démones eran resistentes al veneno, pero si ella estaba tan debilitada como se veía, una picadura podría causarle la muerte.

“¡Hmph!”

Por lo tanto, Bash inmediatamente golpeó con su espada a la araña. La araña murió de un solo golpe, y sus fluidos corporales púrpuras salpicaron todo a su alrededor.

“¡Pii!”

Escuchó algún tipo de sonido extraño, pero ahora sentía que era seguro. El cuerpo de la mujer temblaba cuando la miró, mientras aún pensaba.

“¡…O-oye!”

La mujer cayó al suelo. Sus ojos blancos, echando burbujas por la boca.

“¿¡Ya la mordió? ¡Zell!”

“¡Entendido!”

En respuesta a las palabras de Bash, Zell bailó justo encima de la mujer herida, como de costumbre. Era un acto que estaría mal visto si se hiciera entre hadas, pero si se hacía sobre una persona herida, era un procedimiento médico admirable. El cuerpo de la mujer fue rápidamente espolvoreado con polvo de hadas, y sus heridas sanaron en un instante. Los dedos rasgados, los arañazos por todo el cuerpo, los grandes rasguños en el cuello, las membranas de las alas desgarradas y el ojo cruelmente aplastado fueron curados en cuestión de segundos.

Zell bajó al suelo y caminó alrededor de la mujer formando un círculo. Luego, cuando vio que no había nada que se pareciera a una picadura de araña en sus heridas externas, se volvió hacia Bash de nuevo.

“Hmm. No parece que la hayan mordido. Las heridas son un poco profundas, pero nada grave, y parece que sólo se quedó dormida debido a un ataque de nervios…”

“Ya veo…”

Para Bash, esta era la belleza démona que finalmente encontró. Tenía permiso de Sequence para quedársela. No quería que muriera en un lugar como este.

“¿Esta va a ser mi esposa…?”

Pero, aun así, estaba más buena que el pan. No era tan voluptuosa como una súcubo, pero en general era esbelta. Sus brazos y piernas eran bastante grandes y rechonchos en relación con su cuerpo, y tenía garras largas y afiladas. Algunas de sus uñas estaban rotas, como si hubiera librado una dura batalla.

Tenía el cabello tan desgreñado y descuidado como cualquiera de las mujeres que había visto últimamente. Los démones solían tener un cabello hermoso, quizá por su lema de ser elegantes en el campo de batalla… Pero era normal que una guerrera en el campo de batalla tuviera el cabello desaliñado. No era el tipo de mujer que se preocuparía por su cabello incluso mientras yacía moribunda. Sin embargo, percibió una elegancia inefable en su larga cabellera, que le llegaba hasta la cintura.

También tenía cola. Era una cola fina y bonita desde la cintura hasta las rodillas, parecida a la de un lagarto, pero con cabello tupido en la punta.

También tenía alas. Eran parecidas a las de un súcubo, pero parecían estar más engalanadas. La capacidad de volar de los démones era probablemente mayor.

Y fue entonces cuando Bash tuvo una pequeña pregunta.

“¿Alguno de los clanes de démones tenía alas así…?”

“Hmm, no lo sé, yo tampoco las reconozco…”

Bash asintió a las palabras de Zell. Pero si lo pensabas, no era tan sorprendente.

“Pero en realidad nunca he mirado de cerca a un demon.”

“…Cierto. A los démones no les gusta que los miremos.”

Había una cosa que los démones siempre les decían cuando los veían por más de la cuenta: “Ya hay uno de esos vulgares orcos mirándome tan fijamente”. Los démones miraban por encima del hombro a los orcos y a las hadas, pero quizá fuera porque eran una especie a la que no le gustaba mucho que la miraran en primer lugar. Se decía que los individuos de algunas razas iniciaban peleas si los miraban fijamente durante demasiado tiempo. La gente bestia, por ejemplo, eran una de esas especies. Muchos démones tenían ojos mágicos especiales, así que no era tan extraño que el que los miraran por mucho tiempo fuera considerado una agresión.

Además, por lo que Bash sabía, había muchos tipos de démones. El más común era el demon menor de piel marrón, pero también había aquellos de nivel superior con piel azul y múltiples ojos. Los aristócratas démones, aunque compartían el mismo apellido, tenían un aspecto completamente distinto entre sí. No sería exagerado decir que había tantos aspectos diferentes de démones como nombres. No era de extrañar que los hubiera de especies desconocidas. Después de todo, Bash no estaba familiarizado con la apariencia de ellos.

Lo importante era que la mujer que tenía delante era extremadamente bella. Más que su apariencia, sentía un misterioso encanto y fuerza de todo su cuerpo. Hasta el punto de darle escalofríos.

Tenía el permiso de Sequence. Las démonas que salieron a derrotar al dragón se las podía quedar Bash. En otras palabras, la mujer pertenecía a Bash en este momento. Había llegado el día en que el largo y arduo viaje sería finalmente recompensado. Bash tomaría a la mujer. Era ahora cuando sus deseos animales se liberarían. Pero su mano se detuvo justo antes de tocar a la mujer.

“Tengo permiso de Sequence, pero no de la propia mujer.”

Las relaciones sexuales sin permiso con otra especie estaban prohibidas por el Rey Orco. Sí, tenía el permiso del general, así que tenía permitido hacerlo. Pero, ¿se podría decir que era realmente cierto?

Digamos que el Rey Orco le dijera a alguien “Sí, puedes matar a Bash”. Si ese alguien atacara a Bash, ¿se dejaría matar así de buenas a primeras? La respuesta es no. El rey orco no le había ordenado morir a Bash.

Por otro lado, si esta persona atacara a Bash mientras dormía, Bash desconfiaría del Rey Orco. Pensaría que no respetaba su honor. En otras palabras, el honor de Sequence podía no estar protegido. Si se acostaba con ella mientras dormía, podría considerarse una relación sexual no autorizada.

“Esperaré a que se despierte…”.

Decidió Bash. Si le explicaba la situación después de que se despertara, ella no diría que no. Los démones, como los orcos, obedecían las órdenes de sus superiores. Probablemente nunca tendría otra oportunidad de adquirir una joya tan fina, así que debía ser muy cuidadoso.

“¿No deberíamos llevarla de vuelta? Los démones son escépticos, así que puede que no te crea, aunque oiga que tienes permiso, Jefe.”

Los démones eran escépticos. Si le decía que Sequence le había dado permiso, podía echarlo de la cueva mientras le decía lo tonto que era.

Para muestra un botón. Nunca olvidaría el incidente después de derrotar a Leto, el Héroe. Tuvo la oportunidad de contarles a los démones la muerte de Gediguz, y cuando les explicó lo que había pasado, se negaron en redondo a creerlo, diciendo que un cerdo humilde como él nunca podría haber derrotado a Leto, el Héroe. Y que no tuviera delirios de grandeza, al decir que había derrotado al hombre que había matado a Lord Gediguz.

“Mm, eso es seguro.”

Bash asintió a las palabras de Zell, cargó a la mujer y la colocó sobre su hombro. Cuando su trasero estuvo junto a su cara, olió algo que nunca antes había olido. Su piel era suave y tersa. La idea de tener a esta mujer en sus brazos hizo que la parte simbólica de orco de Bash se llenara de una sensación de anticipación y logro. Era un momento culminante. Pensando en el pasado, cada orco llevaba a casa a su mujer derrotada de esta manera. Todos los orcos debían haber vivido con estas mismas sensaciones. Tenía suerte de poder experimentar la misma sensación después de que la guerra hubiera terminado. Pensando esto, Bash caminó directo a la entrada de la cueva y se detuvo.

“Amanece.”

“…La ventisca ha parado. Eso no es bueno.”

El tiempo en las montañas era cambiante. El sol brillaba sobre la montaña, donde hacía unos minutos debería haber habido una ventisca. El cielo seguía nublado, pero debajo de ellos estaban la base de la montaña y los campos de nieve al pie. Los ojos experimentados de Bash serían capaces de distinguir inmediatamente si allí había algún tipo de criatura. Si se trataba del dragón que hizo de este su territorio, aún más. No pasaría por alto a un enemigo obvio.

“No podemos irnos de esta forma…”

Bash abandonó inmediatamente la idea de regresar. No tendría ninguna posibilidad contra un dragón volando en el cielo. Y, aunque acabara de conseguir una mujer exquisita, eso no significaría nada si el dragón lo matara en su camino de regreso.

“Parece que tendremos que esperar aquí por un tiempo.”

“Supongo que sí…” Dijo Zell también, mirando al cielo.

“Al menos, podemos esperar hasta que empiece a nevar de nuevo.”

No había prisa. Sólo tenían que esperar a otra tormenta de nieve y volver al fuerte. Por si acaso, habían traído comida suficiente para alimentar a la mujer también. Los orcos eran una raza con un apetito voraz, pero, aunque no comieran durante mucho tiempo, no morirían, y si surgía la necesidad, podían darle a la mujer la comida que para Bash ya sería suficiente. Y si el dragón volvía, esta vez podría acabarlo. Mientras lucharan en la cueva, Bash no sería derrotado.

“Y entonces finalmente tendré una esposa propia…”

“Sobre eso, Jefe…”

“¿Qué?”

Zell era una de las hadas más previsoras, capaz de tener en cuenta la comida del día, incluso hasta los bocadillos que comería dentro de tres días.

“Las mujeres démonas son orgullosas, ¿no?”

“Sí.”

“Siento que incluso si la conviertes en tu esposa, puede que no te escuche en absoluto. Al contrario, podría olvidar inmediatamente que la salvaste y volver a su país… Me convertí en tu esposa, me casé, pero no dije que tendría hijos contigo. ¡Quiero el divorcio! ¡O algo así!”

“Eso es absurdo… o tal vez pueda pasar…”

Ahora que lo pensaba, no sería raro viniendo de un demon. Cuando las tropas démonas veían que les superaban en número, se animaban cuando corrían a reforzarles. En medio de una batalla, decían “¡Estamos salvados!”, “¡Los orcos son buenos en lo que hacen!”. Pero cuando la batalla terminaba y estaban satisfechos, actuaban como si tal hecho nunca hubiera ocurrido. Los orcos esperaban un “Gracias por su duro trabajo”, pero lo más frecuente es que los reprendieran con un “¿Qué estaban haciendo que no llegaron hasta tan tarde?”. Por eso, no sería raro que esta démona abandonara sus deberes de esposa y huyera.

“¡Si quieres que una démona sea una esposa adecuada, tienes que tratarla en igualdad de condiciones!”

“Igual que un demon, eh…”

La mujer parecía asustada ahora, pero podía que pronto empezara a menospreciar a Bash. Si eso sucedía, no había manera de que pudieran tener una conversación. Si este era el caso, entonces creyó que sería mejor establecer una relación con ella cuando aún era vulnerable. Los démones sólo escuchaban cuando estaban débiles.

“¿Crees que podemos hacer eso?”

“¡Incluso si no puedo, encontraremos la manera! ¡Esta es nuestra oportunidad! ¡Le mostraré lo varonil que eres y haré que se enamore de ti mientras aún está débil! ¡Tú viniste al rescate! ¡Ella fue salvada! ¡Eres fuerte! ¡La mujer está débil! ¡Los démones pueden ser imponentes, pero tienes que hacerle saber que ella y tú son iguales, Jefe!”

“Hmm… Ya veo.”

“¡Ahora, antes de que despierte, pensemos en un plan!”

“¡Cierto!”

Y así, con la mujer dormida frente a ellos, comenzaron su reunión de estrategia.

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