Sasaki y Pii-chan

Vol. 7 Hogar, Parte 1 Parte 1

Terminamos nuestra excursión en el otro mundo —que había terminado convirtiéndose en un campamento especial de entrenamiento de equitación— y regresamos a Japón, a la villa de la Srta. Futarishizuka en Karuizawa.

Nos dirigimos a la sala de estar y encontramos a la dueña de la villa junto a Tipo Doce en el comedor adyacente. La primera estaba desayunando en la mesa, mientras que la segunda permanecía sentada al otro lado, observándola fijamente. Era bastante inquietante.

—Hemos vuelto, Srta. Futarishizuka, —anuncié.

Ella reaccionó de inmediato al vernos.

—Ah, qué bien. Por fin están aquí.

Pronto noté lo molesta que parecía.

—Así que, eh… ¿qué pasa con ella? —aventuré. —¿Ocurrió algo mientras estábamos fuera?

—¿Podrías decirle algo, por favor? —Respondió, señalando a Tipo Doce con la mirada.

La alienígena estaba sentada en la mesa del comedor, mirando fijamente al frente sin moverse ni un centímetro. Era como si la hubieran apagado. Sus facciones, inquietantemente hermosas, combinadas con la artificialidad innata de los seres mecánicos, la hacían parecer una muñeca de tamaño real.

Francamente, me aterraba.

—Lo siento, —dije—, pero no entiendo muy bien qué está pasando.

—Entró a la villa al amanecer, y desde entonces está así.

—Ah, ya veo.

Aparentemente, había irrumpido en la villa a primera hora de la mañana, incapaz de contenerse.

Diferentes miembros de la familia jugarían sus roles en diferentes momentos. Mis colegas y yo usaríamos nuestras horas de trabajo, mientras que nuestra vecina participaría después de regresar de la escuela.

Y la séptima regla familiar establecía que debíamos respetar la privacidad de todos los participantes fuera del tiempo designado para la familia.

Esa regla estaba dirigida principalmente a Tipo Doce, ya que era muy probable que se sintiera invadida por la soledad y se abalanzara sobre la casa de la Srta. Hoshizaki. A diferencia de la Srta. Futarishizuka y de mí, nuestra compañera senior tenía una familia real. No podíamos permitir que el alienígena las molestara.

La escena frente a mí demostraba que habíamos tomado la decisión correcta.

—Las reglas familiares prohíben ir al departamento de la Srta. Hoshizaki, —dije.

—Sí, y agradecería que fueras a buscarla pronto, —dijo la Srta. Futarishizuka.

—¿No se encargará nuestra visitante tan pronto como ella se comunique con nosotros?

—No ha habido contacto de Hoshizaki todavía, —declaró Tipo Doce.

Todos habíamos decidido esperar a que la Srta. Hoshizaki nos contactara antes de llevarla a la villa. Tipo Doce podía transportarla, o podíamos dejarle la tarea a Pii-chan, pero cualquier violación a su privacidad estaba estrictamente prohibida por las reglas.

Dicho eso, la forma de vida mecánica también estaba a cargo de proteger la casa de la Srta. Hoshizaki. Anoche explicó que tenía varios terminales —separados del punto de contacto que usamos— estacionados cerca de la Srta. Hoshizaki y su hermana. Si eso era cierto, no creía que necesitara estar tan ansiosa.

—Solo para confirmar, —dije—, sigues protegiendo a la Srta. Hoshizaki y su casa, ¿verdad? Si es así, ¿no tienes «ojos» sobre ella? Aunque no sean tus ojos específicamente.

—Sasaki, tu perspectiva es correcta. Sin embargo, según las reglas familiares, se debe respetar la privacidad de los participantes. Actualmente tengo permitido garantizar la seguridad de Hoshizaki y su hermana menor, pero no tengo permitido hablar con ella.

—¿Así que solo quieres hablar con ella, entonces?

—Sí, —respondió al instante. Podía sentir su entusiasmo.

—Probablemente no puede soportar ver a nuestra estimada compañera senior pasando un buen rato con su hermana menor real, —dijo la Srta. Futarishizuka—. Tiene que estar viendo una bonita escena familiar que ella misma podría estar viviendo si estuviéramos en esa casa de mentira. Seguro que se le cae la baba de solo pensarlo.

—Futarishizuka, tu perspectiva también es correcta. No puedo soportarlo.

Vaya, pensé. Las formas de vida mecánicas realmente no mienten, ¿verdad? La Srta. Futarishizuka estaba siendo muy directa, pero Tipo Doce simplemente estuvo de acuerdo. Realmente te adora, Srta. Hoshizaki. Quizás un poco demasiado.

Por razones similares, la alienígena tampoco tenía permitido visitar a mi vecina. Probablemente estaba consumida por la impaciencia. De no ser así, la otra mansión estaba a un corto paseo. Por supuesto, mi vecina probablemente ya estaría de camino a la escuela a esta hora.

—Espera, —dijo la Srta. Futarishizuka—. Entonces, ¿por qué has entrado en mi casa sin pensarlo dos veces?

—Este edificio ha sido designado como nuestro punto de encuentro.

—¿Punto de encuentro, eh? ¿Podemos cambiar eso?

Recordé que antes de irnos el día anterior, habíamos prometido reunirnos aquí. Nuestra casa de mentira estaba en el OVNI, y no podíamos llegar allí sin la ayuda de Tipo Doce, así que necesitábamos un lugarpara reunirnos antes.

—Si es posible, preferiría hacer de la vivienda de Hoshizaki nuestro punto de encuentro, —dijo Tipo Doce.

—Srta. Futarishizuka, ¿crees que puedes tolerar esto un poco más? —pregunté.

—Haah, es como si mi privacidad no significara nada para ustedes…

A pesar de su actitud, seguía sentada en la mesa comiendo, así que supuse que sabía en lo que se estaba metiendo. Con sus recursos, fácilmente podría comprar otra casa en la zona si quisiera. Por ahora, no debería haber problema con el arreglo actual.

Sin embargo, me guardé ese pensamiento. Si se lo decía directamente, se enfadaría conmigo. Supuse que su verdadera prioridad era mantener cerca a quienes valoraba, incluso si eso significaba acudir a ellos.

Unos momentos después de que nuestra conversación terminara, Lady Elsa habló.

—Oye, Sasaki, parece que Futarishizuka está preocupada por algo. Si es así, ¿puedes preguntarle si hay algo en lo que pueda ayudar? Me quedaré aquí otra vez, así que quiero ayudar en todo lo que pueda.

—¿Qué sucede, querida? —preguntó la Srta. Futarishizuka, mirando alternativamente a Lady Elsa y a su comida—. Si tienes hambre, dejé algo de desayuno para ti.

Es cierto que la gente mayor siempre tiene esa costumbre de querer alimentar bien a los jóvenes. La Srta. Futarishizuka no era diferente, recordándome su verdadera edad.

—Notó lo preocupada que parecías y ofreció su ayuda, —expliqué—. Dijo que, si hay algo que te preocupe, le gustaría ayudar en lo que pueda.

—¡Oh, mi invitada es tan buena chica! Solo quiero consentirla.

Entendía ese sentimiento. Las palabras consideradas de Lady Elsa eran como un bálsamo para el alma.

—Ehh, Sasaki… —dijo la chica, mirándome.

—Futarishizuka está encantada con su amable oferta. Pero dice que no hay problema y que no tiene de qué preocuparse. No ha pasado mucho tiempo desde que conocimos a la chica sentada allá, así que solo está preocupada por cómo actuar con ella.

—Oh, ya veo. Entonces eso era todo.

La pura Lady Elsa aceptó mis palabras tal como las dije.

Tipo Doce, observando nuestro intercambio, intervino también:

—Sasaki, Futarishizuka, no le asigné ningún rol a ese humano en nuestra familia.

—¿Entonces deberíamos hacerla amiga que vive al lado? —pregunté.

—De acuerdo. No necesitamos más niños en la familia, —murmuró la Srta. Futarishizuka.

—Entendido. Adoptaré tu perspectiva.

La diferencia entre Lady Elsa y Tipo Doce, que observaba ansiosa cualquier oportunidad de continuar jugando a la familia, era abismal.

Mientras tanto, la Srta. Hoshizaki se puso en contacto con nosotros. Su mensaje llegó a mi teléfono personal, avisándonos que ya estaba lista y que podíamos ir a buscarla.

Muy bien, entonces, pensé. Estaba a punto de pedirle al gorrión en mi hombro que fuera por ella, pero Tipo Doce se adelantó. Explicó muy rápidamente que ya tenía un terminal en camino hacia la casa de la Srta. Hoshizaki y que no necesitaba ayuda.

Tal como había dicho, nuestra compañera senior llegó unos minutos después.

—Oh, ¿ya están aquí? —preguntó al vernos.

—Sí, acabamos de llegar, —respondí.

Hoy, la Srta. Hoshizaki no llevaba su traje ni se había maquillado. Para rematar, por alguna razón, estaba usando su uniforme escolar.

—¿Estarás bien sin tu maquillaje ni el traje? —pregunté.

—Pensé que podría deshacerme del atuendo si vamos a estar de un lado para otro. Las fotos mías en internet ya no están, pero la gente aún podría recordarme. Mejor mantener un perfil bajo, ¿no crees?

Había comprobado personalmente si la foto filtrada seguía en la red, pero parecía haber desaparecido por completo, como si nunca hubiera existido. También habían eliminado los comentarios especulativos al respecto. Incluso los rincones más ruidosos de internet estaban en silencio, probablemente gracias a la ayuda del Sr. Akutsu. A este ritmo, todo el asunto se desvanecería rápidamente de la conciencia pública. Últimamente, incluso las noticias más escandalosas desaparecían tan pronto como salían del foco mediático.

—¿Pero no llamará la atención alguien usando un uniforme escolar a mitad del día?

—¿Qué-qué importa? Es un uniforme. Se supone que los estudiantes deben llevarlo.

—Ya veo.

Últimamente, ella había estado insistiendo mucho con el tema de «soy una chica de preparatoria». ¿Estaría ansiosa por aprovechar su juventud? Decían que la preparatoria era un momento muy especial en la vida de una chica, así que lo entendía en parte. Pero si ese era el caso, ¿no debería estar enfocándose en eventos escolares en lugar de todo esto?

Se volvió hacia la Srta. Futarishizuka, buscando cambiar de tema.

—De todos modos, parece que la dueña de la villa todavía está desayunando.

—Un desayuno tranquilo de vez en cuando le viene muy bien a estos viejos huesos, —respondió la mujer en cuestión.

—Partiremos de inmediato. Parece que Futarishizuka prefiere comer, así que me gustaría dejarla aquí.

—¡Oye! ¡No puedes tratar así a tus mayores! —gritó, mientras se apresuraba a engullir su arroz.

Después de esperar a que terminara de comer, todos partimos de Karuizawa. Me sentí un poco mal por dejarlos, pero pedí a Pii-chan y a Lady Elsa que cuidaran el lugar en nuestra ausencia.

*

Punto de Vista de la Vecina

Un alienígena ha llegado a la Tierra.

El gobierno y los medios de comunicación no han dicho nada definitivo al respecto, pero la manera en que todas las transmisiones de televisión fueron secuestradas inquietó bastante a la gente de este país. Desde hace días, la palabra «alienígenas» ha sido tendencia en internet.

Levanto la vista; el OVNI sigue flotando en el cielo.

Debido a la situación actual, los alienígenas son el único tema del que se habla en clase también. Antes de la asamblea matutina, los estudiantes que van llegando se ríen y bromean sobre la cosa en el cielo. Hasta hace unos días, esto era el tipo de tema que solo cierto grupo de nerds de ciencia ficción mencionaba como broma, pero ahora todos lo están tomando en serio.

Escucho a varios compañeros a mi alrededor charlando alegremente.

—¡Sabía que eran reales! ¡Los alienígenas existen!

—Ehh, creo que eso es exagerar.

—Pero recuerda cuando cambiaron todos los programas de televisión. No creo que hayan estado fingiendo.

—La gente en las noticias estaba súper confundida.

—Y todavía puedes verlo en el cielo, flotando ahí.

Ha pasado un tiempo desde que me transferí a esta escuela, pero mi posición en clase no ha cambiado. Todos todavía me tratan como a una niña rica. Los estudiantes que se reúnen alrededor de mi asiento ahora mismo son los que están en la cima de la jerarquía de la escuela. No tienen ninguna razón para acercarse a mí, pero lo hacen tan pronto como llego.

—Oye, ¿tú qué piensas, Kurosu? —pregunta uno de los chicos. Es considerado uno de los más guapos de nuestro grado. Los demás a nuestro alrededor dejan de hablar y se giran hacia mí al escuchar la pregunta.

Pero no es como si pudiera decirles lo que sé: que sí, el OVNI es real, los extraterrestres son reales, y que ya he pasado tiempo con uno.

Me pregunto cómo reaccionarían si les contaras la verdad, —bromea Abadón. Está flotando justo encima de nosotros.

Lo ignoro y respondo con indiferencia:

—Todo este asunto de los extraterrestres me parece sospechoso. Los humanos de todo el mundo han excavado capas de tierra de hace miles de años, y no hemos encontrado ni rastro de extraterrestres. En mi opinión, las probabilidades de que uno visite la Tierra durante nuestras vidas son astronómicamente bajas.

El otro día, mi vecino dijo que su trabajo es ocultar fenómenos sobrenaturales como este al público, y quiero ayudarlo en todo lo que pueda. Sin embargo, en mi posición no puedo hacer mucho, lo cual me pone un poco triste.

—Siempre eres tan tranquila con estas cosas, Kurosu.

—La forma en que mantienes la calma es, como, súper genial.

—Cuando lo explicas así, tiene mucho sentido.

—Sí, supongo que creer en extraterrestres es un poco loco.

—Apuesto a que alguien solo estaba jugando una broma a las estaciones de TV.

Algunas personas en mi clase creen en los extraterrestres y otras no. Como lo único que ha hecho la Chica Robot hasta ahora que los afectó fue lo del programa de televisión, pocas personas están seguras de lo que está pasando. Creo que es lo mismo entre la población general. No obstante, es un gran tema de conversación que probablemente continuará por un buen rato.

—Pareces preocupada. ¿Te inquietan los demás?

—……

El demonio que flota sobre mí continúa bromeando. Estoy un poco irritada porque ha dado justo en el blanco. Está hablando de mi vecino y los que están con él. Por lo visto, hoy llevarán a la Chica Robot de compras a un centro comercial para conseguir cosas necesarias para nuestra familia ficticia, y Futarishizuka y Maquillaje estarán con ellos.

Me habría gustado faltar a la escuela e ir también. Pero dijeron que debería enfocarme en mi educación, así que aquí estoy.

—Lo siento. Necesito ir al baño.

La idea de participar en una conversación larga sobre rumores, sabiendo la verdad, me estresa, así que les doy la excusa tradicional y escapo del aula.

Tengo un poco de tiempo antes de que suene la campana para la asamblea matutina. Algunos estudiantes todavía están en el pasillo, y paso rápidamente junto a ellos, evitando sus miradas.

Llego al baño más cercano a mi aula, pero lo paso de largo y subo las escaleras hacia otro piso. Sigo caminando hasta llegar al área donde están todas las aulas especiales, como el laboratorio de ciencias y el salón de música. A pesar del bullicio de la mañana, no hay estudiantes aquí. Puedo escuchar el ruido de los otros pisos, pero aquí está agradablemente amortiguado.

—¿Oh? Pensé que ibas al baño.

Miro a mi alrededor para asegurarme de que estamos realmente solos, y luego respondo:

—Mirar la cara malvada de cierto demonio hizo que el pis volviera a entrar en mí. —Me detengo y me apoyo en la pared.

—A esto me refiero. ¿No te avergüenza decir cosas así?

—¿Tiene sentido avergonzarse a tu lado?

—Si te acostumbras a comportarte así, empezarás a tener deslices cuando haga falta.

—Bueno, si tanto quieres verme avergonzada, me lo pensaré.

—Oh, ya veo. Estás mejorando en esto de las bromas.

—Bueno, tengo mucha práctica gracias a ti.

Supongo que charlaré con el demonio hasta la campana, pienso.

Pero un momento después, oigo voces tranquilas que vienen de alguna parte.

—Ah, ah… Esto… Esto es increíble…

—¿Cómo está? Te gusta, ¿verdad? Te gusta aquí, donde eres sensible. ¿Cómo se siente?

—Es tan bueno. Sí-sí, justo ahí, es tan bueno. Empuje… empuje más fuerte…

A juzgar por sus voces, son un hombre adulto y una estudiante. Y teniendo en cuenta su tono sugerente, estoy bastante segura de que están haciendo algo que se supone que no debe suceder en la escuela. No se me ocurre nada más fuera de lugar en un centro de educación infantil. Y lo están haciendo incluso antes de que suene el primer timbre.

Esas voces me suenan, —señala Abadón.

—A mí también, —asiento, reconociéndolas.

Estoy casi segura de que el hombre es mi profesor, el responsable de la clase 1-A. Y la chica debe de ser a la que siempre acosan. Estaba leyendo sola en su pupitre cuando me acerqué y entablé conversación con ella el primer día, lo que provocó que las otras chicas la regañaran duramente detrás del gimnasio.

—¡Pe-pero si… no lleva condón, y-y…!

—No pasa nada. No voy a correrme dentro. Así que vamos, no hace falta que te contengas.

—Ah, ahh, yo, si hace eso, yo…

Ahora que estoy prestando atención, hay tanto silencio aquí atrás que incluso puedo distinguir lo que están diciendo. Considerando la situación, uno pensaría que estos dos querrían ser muy cuidadosos. Pero parece que el profesor se lo está pasando en grande y, por lo que dice, puedo asegurar que ya lo han hecho muchas veces. Realmente dudo que esto sea algo reciente, al menos.

—Me he enterado por la alumna transferida de que las chicas de tu clase siguen acosándote.

—No… no me importa. Lo-lo tengo a usted, después de todo…

—Sí, así es. Me tienes a mí. Y yo estaré de tu lado pase lo que pase, Miyata.

—Eso… eso me hace tan feliz… ¡Lo amo tanto…!

Ya veo. Así es como es, pienso. Debería haber esperado eso de nuestro tan talentoso profesor. Actúa tranquilo y amable, pero se ha estado divirtiendo a puertas cerradas.

Perdí mi tiempo tratando de ayudarla. Si hubiera sabido lo que estaba pasando, la habría dejado en paz.

—E-espere, si lo hace tan fuerte, empezaré a gemir…

—No pasa nada. Un poco no hará daño.

—Pe-pero…

—Ningún estudiante viene aquí tan temprano en la mañana. E incluso si lo hicieran, tendría que ser un introvertido sombrío. Nadie le creería, aunque anduviera por ahí contándolo.

Ahora estoy enfadada. No voy a negar que soy una introvertida sombría, pero que me lo señalen así es exasperante. Me dan ganas de llamar a la policía y denunciar al tipo en este mismo instante.

—Vaya. Hasta tu profesor piensa que eres una introvertida sombría.

—Nos vamos, Abadón, —le murmuro al malvado demonio mientras me alejo de la pared. Me dirijo de nuevo a clase, haciendo ruido a propósito con mis pasos.

Unos instantes después, oigo que algo cae al suelo en el laboratorio de ciencias. Deben de haberse dado cuenta de mi presencia. Las voces también se detienen; apuesto a que están conteniendo la respiración, tratando de escuchar al «introvertido sombrío».

—Eso sí que fue cruel.

—……

Casi me opongo al comentario de Abadón sin pensarlo, pero me lo trago justo a tiempo y me dirijo al pasillo.

Una cosa sería si la estuvieran violando contra su voluntad, pero ella parecía interesada. No quiero dejarme llevar por mi sentido de la justicia, denunciarlos y que luego ambos me odien. Si a ella le parece bien, mejor los dejo en paz. No tiene sentido patear el avispero.

Una vez que hemos bajado las escaleras, Abadón pregunta:

—¿Estás segura de que deberías dejarlos? ¿No es un delito lo que están haciendo hoy en día?

—Vaya que sabes mucho de la sociedad moderna para ser un viejo demonio malhumorado.

Oye, como dije antes, soy muy buen estudiante. —Abadón hinchó un poco el pecho.

Deberé tener cuidado con ese profesor en el futuro. Como se niega a hacer nada con el problema del acoso, está claro que es de los que piensan con la mitad inferior. Apuesto a que es el mismo tipo de persona que el novio de mi difunta madre, el tipo de persona que prueba suerte con cualquiera si ve una oportunidad y la chica cumple con sus expectativas.

Frizcop: No sería raro que la viera vulnerable y aprovechara la situación. Gente así abunda. Cuídense gente, uno nunca sabe.

Si tan solo yo pudiera compartir un poquito de ese deseo sexual con mi vecino.

*

Por fin había llegado el momento que tanto había esperado Tipo Doce: era hora de empezar nuestra vida familiar de mentira, y nuestro primer acontecimiento fue una salida para comprar todos los artículos de primera necesidad que necesitaríamos en la casa. Todos subimos a la terminal alienígena y nos dirigimos a unos grandes almacenes de Tokio.

Pronto llegamos a un establecimiento con una larga historia situado en un lujoso barrio del corazón de la capital. La gente lo llamaba uno de los mejores de Japón, y parecía lo bastante lujoso como para haberse ganado ese apodo. Con su trazado tradicional japonés y su estilo retro-moderno, al parecer había sido designado Bien Cultural Importante por el gobierno. Estaba a mundos de distancia del hipermercado que había junto a mi antiguo apartamento.

—Oye, Sasaki, —dijo la Srta. Hoshizaki con nerviosismo mientras mirábamos la entrada principal—. ¿De verdad vamos a comprar aquí?

—La Srta. Futarishizuka eligió la tienda, —le respondí—. ¿Hay algún problema?

—Es que parece tan cara. ¿Estás seguro de que puedes pagarlo?

Las preocupaciones de mi compañera eran razonables. Hasta ahora, yo nunca había ido a un lugar como este sin una muy buena razón. Normalmente compraba mis cosas en una tienda de descuentos, y en cuanto a ropa, dependía de grandes cadenas comerciales. Siempre compraba mis trajes listos y baratos de la estantería.

Una de las pocas excepciones fue la vez que gasté treinta mil yenes en cien gramos de chateaubriand para Pii-chan.

—Esto es un paseo de compras familiar, querida, —dijo la Srta. Futarishizuka—. ¿A dónde más iríamos si no es a un almacén departamental?

—¿Así es cómo funciona? —pregunté.

—Deberíamos haber pedido todo por internet, —dijo la Srta. Hoshizaki—. Así podríamos haber buscado la opción más barata. Y no tendríamos que viajar hasta la tienda ni cargar todo de regreso a casa. Aunque supongo que esta vez teníamos prisa.

Era una objeción muy moderna, que negaba completamente la razón de ser de una tienda departamental. Supongo que los jóvenes simplemente son así , pensé. De hecho, probablemente yo soy igual.

—¡Ugh, es que ustedes simplemente no lo entienden! ¡Ninguno de ustedes lo entiende! —se quejó la Srta. Futarishizuka.

—Entonces, por favor, explícanos para que podamos entenderlo.

—Aquí podemos disfrutar comprando de todo, desde camisas para papá y accesorios para mamá, hasta juguetes para los niños. Luego podemos visitar los restaurantes del nivel superior para almorzar. Después, disfrutar del parque de diversiones en el techo. Y, finalmente, antes de irnos, bajamos al nivel subterráneo a comprar la comida para la cena y nos la llevamos a casa. ¡Así es como se supone que debe ser ir de compras!

—Abuela, tu punto de vista es correcto. Has hecho una sugerencia inusualmente buena.

Tipo Doce acababa de ofrecer un raro elogio a la Srta. Futarishizuka. Por lo visto, estaba más que satisfecha con la idea.

Yo tampoco tenía mucha experiencia con tiendas departamentales, pero parecía que las construidas antes de los años 90 eran básicamente tan entretenidas como un parque de diversiones. Esta información sobre estos grandes logros de la humanidad seguramente estaba entre los datos que el ser mecánico había recopilado.

Por su respuesta aquí y la casa de estilo japonés que había preparado en el OVNI, parecía que sus sensibilidades eran algo anticuadas.

—Y con el distrito comercial de Marunouchi tan cerca, —dijo la Srta. Futarishizuka—, no tendremos que preocuparnos de que terceros intenten algo.

—Ah, ya veo, —Esa debía ser su verdadera razón, pensé.

Mientras me relajaba un poco, sabiendo que no tendríamos que preocuparnos por misiles dirigidos hacia nosotros, no pude evitar considerar lo peligrosa que era nuestra invitada. Incluso si llegaban a lanzarse algunos misiles, se me ocurrió que Tipo Doce probablemente podría ocuparse de ellos antes de que impactaran. El día anterior había dicho que ya había reposicionado todos sus terminales alrededor del planeta.

—Madre, tu hija menor desea entrar en esta tienda y comenzar a comprar de inmediato.

—Bueno, supongo que, si a Sasaki no le importa, entonces a mí tampoco… —impulsada por Tipo Doce, la Srta. Hoshizaki se dirigió al interior.

La Srta. Futarishizuka y yo la seguimos. Éramos cuatro en este viaje de compras: el padre, la madre, su hija menor y su abuela. Pii-chan y Lady Elsa se habían quedado en la villa de Karuizawa.

—La fachada de la tienda ya era impactante, —murmuró la Srta. Hoshizaki—, pero el interior es igual de intimidante…

—¿Adónde deberíamos ir primero? —preguntó la Srta. Futarishizuka.

—Comencemos con lo más ligero y pequeño, —sugerí—. No necesitaremos ropa de cama, pero solo conseguir los suministros de cocina y baño llevará tiempo. Si no somos eficientes, no nos alcanzará el día.

—En ese caso, la hija menor quisiera sugerir comprar vajilla. Deben tener un diseño uniforme y venir en diferentes tamaños. Verlas en la mesa hará que las comidas se sientan muy auténticas. No voy a ceder en esto.

—Eso será pesado, —apuntó la Srta. Futarishizuka—. Dejémoslo para después. Al final, seré yo quien cargue con todo.

—Si te hacemos llevar todo aquí, ¿no llamará alguien a la policía? —preguntó la Srta. Hoshizaki.

—Un observador externo podría interpretarlo como abuso infantil, —coincidí.

—No tendrá consecuencias, —dijo Tipo Doce—. Simplemente podemos mantener una distancia fija entre nosotros y la abuela mientras caminamos.

—Igual creo que alguien la detendrá para preguntarle al respecto, —insistió la Srta. Hoshizaki.

—Probablemente la amonesten, —añadí.

—¿Realmente vale la pena tanta discusión por esto? —dijo la Srta. Futarishizuka—. Podemos simplemente dividirnos la carga.

Los cuatro avanzamos por la tienda mientras discutíamos nuestros planes. Bastantes personas nos miraban.

Ahora que lo pensaba, todos los que estaban conmigo parecían niños. Dos de ellos eran mayores, pero un observador externo no tendría forma de saberlo. La placa de policía que llevaba en el bolsillo nunca me había resultado tan tranquilizadora.

*

Comprar en la tienda departamental avanzó exactamente como lo había descrito la Srta. Futarishizuka.

Aparte de unos pocos muebles, la casa japonesa estaba vacía. Teniendo en cuenta su aspecto interior, recorrimos cada piso buscando artículos de uso diario y objetos necesarios. En el camino, pasamos por una tienda de ropa femenina y compramos varios atuendos nuevos para Tipo Doce, quien no había cambiado de ropa desde que la conocimos. Estaba encantada con ellos, ya que la Srta. Hoshizaki fue quien los eligió.

Para el almuerzo, fuimos a un nivel superior de la tienda donde había restaurantes. Un fuerte empujón de la hija menor nos llevó a un lugar que servía comida occidental, donde ella pidió el menú infantil sin siquiera mirar la carta. Al parecer, realmente quería comer uno de esos menús.

Una vez terminamos de comer, continuamos comprando hasta la tarde. Recorrimos cada piso hasta que todos teníamos las manos llenas de bolsas de compras. En ese momento, de repente nos dimos cuenta de que ya era hora de un refrigerio.

Como habíamos estado caminando tanto, mis pies comenzaban a latir de dolor. Dos de los miembros de nuestro grupo no estaban sujetos a las limitaciones humanas y probablemente estaban bien, pero la Srta. Hoshizaki y yo estábamos luchando por seguir adelante. Así que, en busca de un lugar donde pudiéramos descansar un poco, visitamos el techo de la tienda departamental.

Bajo el cielo azul, encontramos un amplio parque. Había bancos, mesas e incluso un café. Al parecer, en verano montaban un jardín de cervezas allí.

Encontramos unas sillas y una mesa, y nos tomamos un descanso. Sobre la mesa, pusimos la variedad de bebidas y bocadillos que habíamos comprado en el café. La temperatura exterior era baja, pero la falta de viento nos permitió relajarnos mientras tuviéramos bebidas calientes.

—Creo que nunca antes había ido de compras así en mi vida, —comentó la Srta. Hoshizaki.

—¿No vas de compras con tu hermana en los días festivos? —pregunté.

—Bueno, sí, pero nunca para comprar tantas cosas de una vez.

Mientras hablábamos, mirábamos una pila de bolsas adornadas con una ilustración de la tienda departamental que estaba junto a nuestra mesa.

Un momento después, Tipo Doce intervino.

—La hija menor quisiera ponerse la ropa que la madre eligió para ella lo antes posible.

—Pensé que las emociones estaban prohibidas para las formas de vida mecánicas, —dijo la Srta. Hoshizaki—. ¿O todavía pueden apreciar las cosas bonitas?

—Para nosotros, la belleza estética se condensa en la belleza funcional. Sin embargo, eso es un asunto completamente distinto.

—Realmente no tienes control sobre lo que sientes, ¿eh? —dijo la Srta. Futarishizuka.

—Para solucionar este error, es necesario comprenderlo completamente.

—Supongo que esa es una excusa tan buena como cualquier otra.

Mientras escuchaba su conversación, me vino a la mente algo que me había estado preocupando. ¿Cuánto tiempo había estado Tipo Doce usando su punto de contacto en la superficie de la Tierra? Y de manera más concreta, ¿cómo manejaba la ropa que se ensuciaba durante sus interacciones con los humanos? ¿Realmente había estado usando el mismo vestido negro todos los días desde que la conocimos?

—¿Puedo hacerte una pregunta sobre las instalaciones de tu nave espacial? —pregunté.

—Padre, por favor continúa con tu pregunta.

—¿Tienes una lavadora?

No había lavadora en la casa que Tipo Doce había preparado, aunque sí había un refrigerador y un televisor. También se habían quitado algunas luces; habíamos comprado repuestos mientras comprábamos. Mi suposición era que el vendedor había decidido quitar todo lo valioso, incluidos los electrodomésticos más bonitos. Había escuchado que mucha gente reemplazaba las luces LED por bombillas incandescentes cuando se mudaban. Los dueños originales probablemente se habían tenido que ir poco después de comprar las nuevas. De hecho, los electrodomésticos que habían quedado atrás parecían bastante viejos.

—No la hay. Conseguiré una de la superficie más tarde, —dijo Tipo Doce, dando a entender claramente que la robaría.

—Oh, vaya… —murmuró la Srta. Futarishizuka, visiblemente exasperada—. Podemos lavar la ropa sucia en mi casa, así que deja de robar cosas de otras personas. Si haces más trabajo para nuestro jefe, seremos nosotros los que recibamos el regaño. O simplemente dime el número de modelo y yo compraré una nueva.

—Entendido. Adoptaré el punto de vista de la abuela.

Pensé que en el futuro podríamos dejar la adquisición de electrodomésticos más grandes en manos de la Srta. Futarishizuka. Considerando que nuestra nueva casa estaba en el espacio exterior, obviamente no podríamos pedirle a una tienda que entregara algo. Nuestras circunstancias se sentían extrañamente reales: no había pasado ni un día desde que nos mudamos y ya los padres estaban dependiendo de la ayuda de la abuela.

—Si ella va a encargarse de la lavadora, —dijo la Srta. Hoshizaki—, ¿qué más deberíamos comprar aquí?

—Consumibles más grandes, como papel higiénico y pañuelos, aún están en la lista, —le dije—. Después de eso, podemos bajar al sótano para comprar comida y llevar algo para la cena. Luego ya habremos terminado. Aunque preferiría dejar nuestras cosas en el terminal antes de bajar, ¿Tipo Doce?

—Lo llamaré aquí.

—No, no lo hagas —dije—. ¿No causará un gran escándalo?

—Con ese camuflaje óptico, tal vez nadie se dé cuenta, —comentó la Srta. Futarishizuka.

—Hay mucho espacio aquí arriba, —añadió la Srta. Hoshizaki—. Puede bajar del cielo. Suena mejor que intentar aterrizar en el estacionamiento, ¿verdad?

Entendí lo que estaban insinuando. Si Tipo Doce dejaba el terminal en algún lugar tranquilo, alejado de las miradas curiosas, y nosotros simplemente metíamos todas nuestras cosas, tal vez nadie nos vería. Empezaba a pensar que en realidad sería más arriesgado intentar encontrar un lugar con suficiente espacio abierto en el suelo… sin mencionar que requeriría mucho más esfuerzo.

—Sabes, —dijo la Srta. Hoshizaki—, me sorprende que una tienda departamental en Tokio tenga tanto espacio en el techo.

—Sí, solían construir parques de atracciones completos en espacios como estos, —dijo la Srta. Futarishizuka.

—Mencionaste los parques de atracciones esta mañana. ¿De verdad había uno aquí arriba?

—¡Sí, te lo juro! ¡Fui yo misma!

—Pareces un niño.

—El de esta fue removido hace mucho tiempo, pero hay otras tiendas departamentales que todavía tienen atracciones en el techo. Son más pequeñas que los parques de atracciones reales, pero son más que suficientes para mantener contentos a los niños pequeños.

—¿Has ido alguna vez a uno, Sasaki?

—No a un parque de atracciones en el techo, no, —dije—. Pero muchos centros comerciales en los suburbios tienen grandes arcades, ¿verdad? No me parece tan diferente.

—Hubo una época en la que muchas tiendas departamentales tuvieron grandes incendios, —explicó la Srta. Futarishizuka—. Murió mucha gente y el gobierno revisó las leyes contra incendios. Los espacios en los techos se convirtieron en áreas de evacuación. La mayoría de los parques de atracciones tuvieron que reducir su tamaño o reubicarse por completo.

—También solían tener muchos shows de superhéroes en los techos, —añadí—. Ya no se ven tantos de esos.

—Cierto.

—Yo, por mi parte, preferiría un zoológico, —dijo la Srta. Hoshizaki—. ¿No suena bien? Uno donde puedas acariciar pequeños animales, como conejos o patitos. Sería bueno para niños y parejas, y no ocuparía tanto espacio como el equipo de parque.

—Oh, pero también hubo uno de esos aquí, —dijo la Srta. Futarishizuka.

—¿En serio?

—Solían tener un elefante aquí arriba.

—¿Qué? ¿Por qué demonios tendrían un elefante en el techo?

—No me preguntes a mí.

Una persona moderna con sensibilidades modernas probablemente encontraría este aspecto de la cultura de la posguerra, bueno, una locura. Pero personalmente, me gustaba un poco cómo no se preocupaban por los detalles y simplemente hacían las cosas.

Tipo Doce, siempre dispuesta a intervenir, debe haber encontrado algo interesante en nuestra conversación.

—Padre, Madre, su hija menor quiere ir a un parque de atracciones.

Ya me esperaba algo así. Y, a juzgar por sus expresiones, también lo esperaban la Srta. Futarishizuka y la Srta. Hoshizaki, quienes giraron hacia la forma de vida mecánica al oír su declaración.

En cuanto tuvo toda nuestra atención, Tipo Doce empezó a exponer rápidamente las virtudes de ir a un parque de atracciones en familia.

—Es correcto que una familia armoniosa vaya a jugar a un parque de atracciones durante los días libres del trabajo y la escuela. Es necesario para profundizar los lazos entre los miembros de la familia que suelen estar ocupados, una oportunidad perfecta para que los niños disfruten tiempo con sus padres y para que los padres aprecien cuánto han crecido sus hijos.

—¿Crecido? —repitió la Srta. Futarishizuka—. Solo te conocemos desde hace unos días.

—He oído que, en muchos casos, la abuela se queda en casa porque no tiene buena salud.

—Eh, espera, eso era mentira. Estaba mintiendo.

—¿Dónde en tu comentario había espacio para incluir una mentira?

—Bueno, ya sabes lo que dicen: una persona puede crecer mucho en tres días.

—Para empezar, no soy humana, y además, aún no han pasado tres días.

—Siempre fijándote tanto en los detalles…

La Srta. Futarishizuka seguía lanzando comentarios, solo para que Tipo Doce se los devolviera como un bumerán. La nieta y la abuela no dejaban pasar ninguna oportunidad de lanzarse pullas.

Finalmente, la madre suspiró y decidió intervenir.

—¿Por qué no vamos? Es solo un parque de atracciones.

—Hoshizaki, eres realmente adecuada para ser mi madre. Tu hija menor está conmovida.

—Pensándolo bien, yo tampoco he ido nunca a uno, —dijo la Srta. Hoshizaki, en un comentario bastante inusual para alguien de su edad. No pude evitar preguntar:

—Espera, ¿de verdad?

—Quiero decir, no recuerdo cosas de cuando era muy pequeña. Pero no recuerdo haber ido a uno después de empezar la primaria. Creo que tengo algo de curiosidad. Me gustaría ir al menos una vez para ver cómo es.

—Ya veo.

La Srta. Hoshizaki habló con un toque de vergüenza. Su situación familiar era complicada, así que tal vez se había criado en un entorno que no permitía salidas divertidas los fines de semana y días festivos. Además, ya era una miembro trabajadora de la sociedad, un paso por delante de otros jóvenes de su edad. Si dejábamos pasar esta oportunidad, podría llegar a la adultez sin haber visitado nunca un parque de atracciones.

Con eso en mente, estaba aún más dispuesto a intentarlo.

—¿Por qué no vamos a uno, entonces? —sugerí.

—¿Qué? ¿Hablas en serio? —preguntó la Srta. Futarishizuka.

—Sí, así es.

Un parque de atracciones también nos ofrecería más opciones estratégicas. No había olvidado que nuestro objetivo principal era enviar a Tipo Doce de regreso a su planeta natal en paz.

—Padre, esa es una idea maravillosa, —dijo la alienígena—. La votación familiar está tres a uno. Está decidido. Iremos a un parque de atracciones.


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