Danmachi: Argonauta

Vol. 2 Epílogo. Y la «Historia» Llegó a su Fin

El viento soplaba.

Un murmullo fresco, inmutable a pesar del paso de las eras, acariciaba el entorno.

El cielo estaba despejado.

Una vasta y tranquila bóveda celeste se extendía, seguramente la misma que muchos habían contemplado en épocas remotas.

Mientras las páginas de un libro se deslizaban con el viento, un dios sostuvo suavemente el sombrero que llevaba puesto.

—Lord Hermes, así que aquí es donde estaba… ¿Qué está haciendo?

Un miembro de su familia apareció ante él. Su cabello era de un azul celeste que se agitaba al compás del viento.

Detrás de unas gafas plateadas, unos ojos reflejaban un dejo de exasperación. Era Asfi.

El lugar era la ciudad laberinto de Orario, en la parte superior de sus gigantescas murallas.

Hermes se encontraba en el lado sureste, apoyado contra el parapeto, leyendo un «manuscrito», mientras en el noroeste un joven y la Princesa de la Espada entrenaban.

—Asfi… ¿conoces la historia del héroe «Argonauta»?

—¿A qué viene eso de repente? Por supuesto que la conozco. Es uno de los cuentos infantiles más famosos.

Sin despegar los ojos del manuscrito, el dios hizo la pregunta, mientras Asfi lo miraba con expresión incrédula.

Era una de las historias más conocidas en la tierra de los hombres.

—¿La del hombre bufonesco que, engañado por muchos, acabó enfrentándose a un toro feroz casi por accidente?

—Sí, esa misma. La «historia» que se transmite y la «verdad» son muy distintas. El relato heroico que conocemos no tiene tragedias; es simplemente una comedia. —Hermes asintió, pasando las páginas del manuscrito. Sus ojos seguían las palabras con un interés inusual, su rostro mostrando una seriedad rara vez vista en él—. No hay ninguna mención a las sombras del reino ni a los muchos «héroes» que existieron. El cuento heroico fue adaptado deliberadamente para ser una comedia alegre para la posteridad.

—…¿Podría explicarme de qué está hablando desde hace rato?

Asfi, cada vez más desconcertada, lo interpeló, a lo que Hermes alzó el manuscrito a la altura de su rostro.

—En las ruinas de un antiguo reino que se exploró anteriormente, se encontró este manuscrito… Resulta ser el original de «Argonauta».

—¿El original…?

La Familia Hermes, que tenía permiso para entrar y salir de la ciudad libremente, se dedicaba, bajo las órdenes de su dios, a tareas como la exploración de ruinas, además de sus trabajos habituales para el gremio.

La exploración de las ruinas situadas en la región central del continente estaba aún fresca en la memoria de Asfi.

En ese lugar se había encontrado un «tesoro», y Hermes se había enfrascado en su lectura en aquel sitio apartado, lejos de cualquier mirada indiscreta.

—Para ser precisos, se trata de un diario lleno de sentimientos. La autora es «Olna, la Narradora», una de las «Tres Grandes Poetas de la Antigüedad».

Asfi mostró sorpresa al oír el nombre de tan ilustre figura.

—¿La misma que, junto a «Wishe, la Cantante», llevó al mundo las historias del gran héroe enano Garmusa, del emperador lobo Yuris y de la Princesa de la Guerra Elshana, entre muchos otros héroes?

—Así es. Se dice que los poemas que escribieron brindaron esperanza a una humanidad al borde de la extinción, derribaron las barreras entre razas y condujeron a su unión.

En los «Tiempos Antiguos», antes de la llegada de los dioses, se registró que su papel fue de los más importantes.

Según los estudiosos e investigadores, sin los «narradores», además de los valientes héroes que lucharon sin temer por sus vidas, el mundo de hoy sería un lugar completamente distinto.

—¿Y una figura tan destacada escribió la verdad sobre «Argonauta»? ¿Qué decía el texto?

—…No lo diré. Ni planeo difundirlo. Esta es una historia que debe permanecer cerrada. Incluso la autora lo menciona en el propio diario. —Hermes se mantuvo firme en su silencio mientras hacía referencia a las palabras iniciales del manuscrito, en señal de respeto hacia la narradora que dejó atrás esa «historia verdadera».

Por otro lado, Asfi, con una expresión de insatisfacción como si le hubieran mostrado una recompensa para luego negársela, respondió:

—…No lo entiendo. Si no quería que la verdad se conociera, ¿por qué escribirla en un diario? Es contradictorio.

—Quería que se supiera, aunque solo fuera por una persona. Que alguien supiera qué logró realmente ese héroe al que llamaron payaso, qué hazañas llevó a cabo. —Hermes sonrió entonces, con su actitud habitual, como si explicara una fantasía a un joven incapaz de comprender los misterios del corazón humano—. Todo se trata del amor, Asfi. Un amor noble, que supera al amor entre hombres y mujeres, y que incluso rivaliza con el amor divino.

—…Dicho por usted, suena increíblemente sospechoso. —La respuesta de Asfi llegó acompañada de un suspiro de exasperación.

Hermes rio a carcajadas durante un momento antes de volver a centrar su atención en el manuscrito.

—Sin embargo, el amanecer de la «Era de los Héroes»… La nave de los héroes. En aquellos tiempos, con tanto alboroto, yo apenas y tenía tiempo de observar el mundo mortal como debía. —Con cariño, Hermes recorrió la desgastada encuadernación del manuscrito con los dedos y dejó escapar una leve sonrisa—. Así que ese «anciano bonachón» que los observaba estaba tan emocionado por eso, —murmuró Hermes mientras el viento se llevaba sus palabras.

Aunque intrigada por el monólogo del dios, Asfi inclinó la cabeza mientras ajustaba con una mano la posición de sus gafas.

—…Incluso si lo que está escrito en ese manuscrito fuera la verdad de «Argonauta», su aventura terminó hace mucho tiempo. —A pesar de la curiosidad que sentía por esa verdad no revelada, Asfi expresó lo obvio. Aquello había ocurrido hacía miles de años, algo tan lejano que no tendría impacto en ellos.

Con una actitud pragmática, adoptó un aire más realista y sentenció:

—El mismo descenso de ustedes, los dioses, marcó el fin de la «Era de los Héroes». Para nosotros, que vivimos en esta, la Era de los Dioses no…

—Te equivocas, —la interrumpió Hermes.

Aun sosteniendo el manuscrito, se separó de la muralla y dejó que su mirada recorriera la vasta «Ciudad de los Héroes» que se desplegaba ante él.

En los ojos del dios se reflejaban ciertos aventureros.

—¡Su «aventura» aún no ha terminado!

—¡Ah! ¡Es «Argonauta»!

La voz de una joven resonó en el aire.

Mientras caminaba por un callejón poco frecuentado, la chica había quedado deslumbrada por un libro antiguo en venta en un puesto callejero.

—¿Qué sucede, Tiona?

—Ah, eso es… ¿no es ese el libro que dijiste que te gustaba, Tiona?

—¡Sí! ¡Es mi historia de héroes favorita! ¡Siempre la leía en el lugar donde vivía antes!

Desde ambos lados de los hombros de la amazona, Lefiya y Aiz miraban con curiosidad el libro que sostenía Tiona.

Ella, con una sonrisa radiante, había pedido permiso al vendedor ambulante para tomar el libro en sus manos.

—Ahora que lo pienso, es cierto. Recuerdo que te la pasabas toda la noche leyéndolo y tenía que patearte para que te fueras a dormir, —comentó Tione, su hermana, desde una corta distancia mientras recordaba su tierra natal.

Con una risa traviesa, Tiona movió los hombros, pero enseguida regresó su atención al libro.

—Este libro… siempre me hizo sonreír en momentos difíciles, cuando sentía que iba a llorar.

En la portada, igual que en su memoria, aparecía la imagen de un héroe enfrentando a un toro feroz.

Cada vez que veía esa cubierta, una sensación extraña la invadía. Era como si quisiera llorar, como si sintiera nostalgia, pero al final siempre emergía una alegría invaluable desde lo más profundo de su pecho.

—¡Siempre me animaba a sonreír!

Ante la amplia y contagiosa sonrisa de Tiona, Aiz y las demás no pudieron evitar sonreír también.

—Así que si Tiona siempre está sonriendo… es gracias a «Argonauta», ¿verdad?

—¡Sí~! Ah~, la encuadernación también es genial… Oye~, Tione, ¿puedo comprarlo~?

—¡Todavía tienes deudas por las armas! ¡No pienso prestarte dinero!

—¡Uuuh~! ¡¡Eres una tacaña!!

—¡¿Qué has dicho?!

—Ya, ya, tranquilas las dos…

Mientras las hermanas amazonas comenzaban a discutir, Lefiya intentó intervenir con una sonrisa incómoda para calmarlas. Aiz, observando la situación, también se unió para mediar entre ellas.

De pronto, Tiona levantó la cabeza, notando algo.

—¿Eh…? ¡Ah! —Lo que escuchó fueron pasos ágiles y ligeros. Lo que vio fue un cabello blanco que se movía como las orejas de un conejo, junto con un intenso rojo que llenaba la escena—. ¡Es el Argonauta! ¿Vas a la mazmorra?

—¡Sí! ¡Ahora mismo voy con todos!

El joven, al notar la voz de Tiona, transformó su sorpresa en una sonrisa. Era el aventurero al que ella tanto animaba. Desde que lo había visto luchar contra un minotauro en la mazmorra, había comenzado a llamarlo por el nombre de su héroe favorito.

—Buena suerte…

—Hmf… ¡Solo asegúrate de no lastimarte demasiado! —exclamó Lefiya, apartando la mirada mientras inflaba las mejillas.

—No eres muy honesta, ¿verdad?

Aiz le saludó con una sonrisa, mientras agitaba la mano. Tione, por su parte, dejó escapar una risita al ver la escena.

El joven, con las mejillas enrojecidas por la timidez, devolvió el saludo y continuó caminando frente a ellas.

—¡Argonauta! ¡No olvides de esforzarte al máximo!

—¡Sí! ¡Me voy ahora!

—¡Bien! ¡Yo siempre estaré animándote! —Mientras el chico corría y ocasionalmente miraba hacia atrás, Tiona no dejó de gritarle palabras de aliento. Con un fervor que brotaba desde lo más profundo de su corazón, alzó la voz para expresar sus sentimientos, sus emociones y esa «promesa» que llevaba dentro.

No había frialdad, torpeza o indiferencia en ella. Solo una calidez sincera y una sonrisa brillante como el sol.

—¡Siempre, siempre estaré viéndote!

Así, Tiona continuó observando la historia de aquel joven, sonriendo sin cesar mientras lo animaba desde la distancia.


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