Me Volví el Rey Demonio y mi Territorio es una Isla Deshabitada
Capítulo 115. Esa Vez que un Tomate se Vengó de Mí
Fue en esa época en la que comenzaba a hacer calor. Al ver cómo Hierba Silvestre-san cuidaba las plántulas de vegetales, descubrí un tomate que, aunque todavía estaba verde, tenía el tamaño de una sandía.
El palo que lo sostenía era bastante grueso, y el tomate estaba amarrado con una cuerda para evitar que se cayera por su propio peso.
¿En qué estarían pensando Palma-san y los demás cuando pidieron cultivar esa variedad? No lograba entenderlo del todo, pero tal vez fue ese típico «¡si me gusta mucho, quiero comer un montón, así que háganlo gigante!».
En cuanto al arroz de Enomoto-san, al menos parecía haber optado por una variedad razonable, ¿no?
Pensaba en esas cosas mientras miraba las plántulas.
—¡Jejejé, es grande, ¿verdad?! Mi sueño siempre fue comer un tomate tan grande como mi cabeza a mordidas antes de morir.
—Ya-ya veo, entonces. Solo espero que este tomate no cobre conciencia y venga a atacarnos… uno nunca sabe.
—¡Si eso pasa, yo lo atacaré primero y me lo comeré! Aunque para quienes odian el tomate, eso sería una verdadera pesadilla.
Me vino a la mente esa película donde los tomates le declaraban la guerra a la humanidad. Aquello fue… bueno, fue lo que fue. Mientras pudiera usarse la parte carnosa, estaba bien. Seguro tenía muchas semillas o eran enormes, una de dos.
Aunque también estaría bien tener tomates más pequeños, con menos volumen pero más dulces y nutritivos. Según había oído, si se les da menos agua, se vuelven más dulces. Así que el próximo año, tendría que hablar bien las cosas antes de que empezaran a experimentar por su cuenta.
Algo preocupado, fui a echar un vistazo al huerto que había dejado a su cargo, y lo que encontré fue descomunal: calabazas gigantes, sandías monstruosas, y los pepinos ya casi parecían goyas[1]. Claro, también fue culpa mía por haberlos dejado hacer lo que quisieran… pero esperaba que la isla no se convirtiera en una especie de peligro biológico.
—¡¿Quién demonios cultivó estas cosas?! ¡Deberían tener un tamaño comestible y fácil de manejar! ¿¡Desde cuándo «más grande» es igual a «mejor»!?
Aunque, bueno, al menos los pepinos eran rectos, para facilitar el manejo. En mi vida pasada, los únicos pepinos torcidos que veía eran los de las huertas caseras del vecindario.
Con esos pensamientos en mente, golpeé una de las sandías, pero en lugar del clásico «pon-pon», sonaba más como «boin-boin» o «bein-bein», nada típico de una sandía. ¿Para qué las habían cultivado así? ¿Se suponía que debíamos comérnoslas de una sentada? Que nadie se atreviera a decir que la cuota individual era una sandía mini por cabeza…
—¡Oye, Caam!
Mientras pasaba el rato sin hacer mucho en el huerto, Van-san se me acercó y me habló. En su mano derecha sostenía lo que parecía una funda que probablemente contenía un machete.
—Ah, ¿ya está listo?
—¡Claro! Tal como dijiste, dejé los materiales apartados y lo fabriqué al final. Pero dime, ¿por qué querías que fuera el último?
—Porque así ya estarían más acostumbrados a hacerlos, ¿no?
—Oye, oye, confía un poco más en nuestras habilidades.
—Confío, en serio, pero es lógico que mientras más práctica tengan, mejor saldrá, ¿no te parece?
—¿Entonces todos los machetes anteriores fueron solo práctica?
—Exacto.
—Esa sonrisa tuya me saca de quicio… pero bueno. Hice como me pediste: espolvoreé polvo de hierro, lo calenté y lo martillé para adherirlo al mitrilo. Pero si alguna vez decides fundirlo, eso reducirá su valor por las impurezas, ¿lo sabías?
—Entonces mejor lo dejamos así, sin fundirlo nunca. ¡Oh, justo como lo pedí!
Saqué el machete de su funda, y a simple vista parecía uno de hierro común, como los de siempre. El reflejo del sol que solía emitir el mitrilo ahora era más apagado gracias al tono oscuro del hierro. No brillaba casi nada, y parecía un machete común cuyo filo brillaba solo por estar bien pulido. Una apariencia común y corriente como camuflaje… eso era genial.
—Muchas gracias, personalmente estoy más que satisfecho.
—¡Oh, perfecto! ¿La palanca también la quieres así?
—Sí, por favor.
Van-san asintió y se marchó.
Una vez que tenía la nueva hoja en las manos, por supuesto que me daban ganas de probarla. Aunque no podía usar una de las calabazas justo enfrente… Así que me fui hacia donde había árboles, y como la otra vez, probé cortar uno. Pero esta vez el equilibrio era mucho mejor y se sentía más cómodo al blandirlo. Sí, definitivamente fue una buena decisión que me lo hicieran al final.
Luego vi un árbol que parecía perfecto para probar un lanzamiento, así que lo arrojé con fuerza. Tras sacarlo como pude, revisé la hoja.
—Perfecto. Ningún problema. —Murmuré eso para mí mismo y me reuní con los demás para volver al trabajo.
◇
Unos días después, Hierba Silvestre-san dijo que iba a cosechar los tomates, así que fui a observar un poco. La vi cortar el tallo, sostener el tomate con una sola mano y desatar la cuerda que lo sujetaba, como si lo acunara. Estaba aún más grande que la última vez que lo vi… ¡más grande que una sandía normal!
—¡Vamos a cortarlo y a comerlo de inmediato! ¡Sal! ¡¿Alguien tiene sal?!
Diciendo eso, colocó el tomate sobre una mesa bajo la sombra de un gran árbol que quedaba en el huerto. Trató de usar un cuchillo que estaba allí para cortarlo por la mitad.
—¿Eh? La piel está dura… y tiene una elasticidad extraña, por lo que el cuchillo no entra.
Me pasó el cuchillo, toqué la hoja y vi que estaba bien afilada. Para probar, corté un tomate normal y se deslizó con facilidad, logrando una rebanada fina sin aplastarlo. El cuchillo no tenía nada malo.
—Déjame intentarlo.
Tomé el relevo, puse el cuchillo sobre el tomate gigante y traté de cortar, pero no se dejaba. Así que pensé en usar mi último recurso: clavarlo y luego ir cortando desde allí. Pero incluso al intentar pincharlo apenas, ni siquiera lograba hacerle un agujero. Se sentía como si intentara clavar un cuchillo en goma gruesa. Incluso al golpearlo sonaba como «betchin-betchin», como si estuviera golpeando algo con una resistencia extraña. ¿Qué demonios era esto?
—Parece que no queda más opción que aplastarlo a golpes o apuñalarlo con fuerza… pero seguro que el interior se va a deshacer.
—¿¡Seguro, no hay otra forma!?
—Con uno normal, podrías asarlo un poco y meterlo en agua fría para pelarlo.
—¡Mmm… hagámoslo así, por favor!
Ella tomó una decisión y me permitió asarlo con fuego.
Extendí la mano y generé una llama similar a la de un soplete para asar el tomate, pero por más que lo asaba, la piel no se rompía en absoluto, solo seguía calentándose más y más.
—Esto… ¿no está hirviendo por dentro?
Era como cuando calientas un vaso de cartón con bebida usando un encendedor: como tiene tanta agua, la parte de dentro hierve antes sin quemarse por fuera.
—¿Eh? ¡Pero no quiero comerme un tomate caliente!
—Entonces no queda más que golpearlo fuerte y cortarlo como podamos.
Diciendo eso, clavé el cuchillo con más fuerza que antes. Entonces, con un ¡bushú! salió volando hacia mí una masa gelatinosa de semillas hirviendo. Grité por el calor, la sacudí rápidamente y conjuré una esfera de agua, lanzándome de lleno dentro de ella.
Fue como una escena sacada de esa película. De hecho, la sustancia caliente en forma de gel que me cayó encima quizás fue peor que lo de una película.
—¡¿Estás bien, Caam-san?!
—¡Está hirviendo! ¡Ya basta de trucos raros! ¡Mejor cortar esto a lo bruto! ¡Olvídate de mantener la forma del tomate! ¡Hay que pensar en platos donde no importe cómo queda! Además, ¡la piel es tan gruesa que parece cuero sin curtir! ¿Y si vendemos esto como armadura de piel de tomate? Aunque no sé qué tan dura sería una vez seca…
«Armadura de tomate»… con ese nombre nadie la compraría, aunque en lo personal, me parecía divertido y no me importaría tener una. Si fuera barata, se podría coser y usar como capa para aventureros o viajeros, pero el problema sería el color. ¿Una capa roja? ¿Quién soy, un noble?
—Hmm… así que no basta con hacerlo más grande, ¿eh?
—La piel también se vuelve más gruesa. En fin, ¿qué te parece si hoy hacemos pasta al estilo puttanesca para la cena?
—…Te lo dejo a ti.
Ahh, se deprimió.
Aunque… estaba sonriendo al probar una parte del tomate que no se hirvió, la parte fría que quedó intacta. Parece que al menos el sabor era bueno.
Al verla con esa expresión, pensé que era adorable, y con ese sentimiento me llevé los restos aplastados del tomate en un bol para empezar a preparar la cena junto a las señoras.
—¡Vaya, así que te pasó todo eso! ¡Debió ser difícil!
—Sí, es la primera vez que veo un tomate que solo se puede cortar si aceptas que lo vas a destruir. Esta piel es tan gruesa que deberíamos secarla y ver en qué podemos usarla.
—¿Y si solo cortamos la parte de arriba, lo vaciamos con una cuchara y lo usamos como cantimplora?
—Con lo resistente que es, podríamos hasta enviarlo sin problemas.
—Vamos a dejar uno a un lado para ver cuánto tiempo aguanta. Con esta piel gruesa, no se daña con un rasguño y no creo que se le evapore el agua tan fácilmente.
—Pero con este tamaño, no se puede secar…
Cuando alguien dijo eso, estalló una gran carcajada alrededor, y con ese ambiente alegre, logramos preparar la cena con éxito.
El problema eran las calabazas que descansaban majestuosas en el campo. No importaba cómo lo mirara, en mi vida pasada eso habría requerido amarrarlas con cuerdas y levantarlas con un montacargas para poder moverlas.
La pasta hecha con aquel tomate fue muy bien recibida, y todos me pidieron que la volviera a preparar si se presentaba la oportunidad.
Después, como parte de un experimento, probé comerlo con la piel puesta, pero la piel era tan dura que no se podía masticar del todo y quedaba en la boca sin deshacerse. Me preguntaba si tal vez sería necesario curtirla. Con esos pensamientos rondando en mi cabeza, me fui a dormir.
◇
Unos días después, regresé a Beryl con la sartén de mitrilo para hacer unas pruebas de resistencia.
Primero, sin añadir aceite, puse la sartén a fuego fuerte y cociné carne. La carne se quemó, pero no se pegó en ningún momento.
—¡Increíble! ¡El mitrilo es increíble!
Animado por los buenos resultados, preparé tortilla francesa y crepas sin aceite, y no se pegaron en absoluto. Bastaba con mover un poco la sartén para que el contenido se desplazara como si bailara dentro, como en esas demostraciones de nuevos productos.
—Cocina saludable sin aceite… Aunque bueno, saltear con mantequilla o aceite sigue siendo mucho más sabroso. ¿Qué podría preparar sin aceite…?
Mientras pensaba en eso, preparé el almuerzo y los cuatro fueron llegando uno tras otro.
—Huele a carne. Gracias, Caam.
—¡Oh, hay una ensalada con huevos a la copa encima! Qué rico se ve.
—¡Ya volvimos! —se escucharon dos voces.
—Hoy hay muchos huevos, ¿eh?
—¡Tortilla gruesa! ¿Esto tiene miel?
Tras esos comentarios, cuando terminamos de comer, me dirigí a los niños.
—Lily, Miel. Después de que descansen un poco, ¿podrían entrenar conmigo un momento?
—¡¿Eh?! Si papi nos pide entrenar, seguro que mañana va a llover.
—Sí, esto es muy raro…
Qué crueles comentarios…
—De verdad, solo será un poco. Como un pequeño juego.
—Lily, Miel. No lo tomen como un juego, tómenlo en serio. Caam siempre dice eso, pero al final hace algo.
—Siii, decir que es un juego es una falta de respeto para Miel y Lily, ¿no crees?
—Oigan, esposas mías… ¿no creen que se están pasando un poco?
—Si dices que es un juego, los niños se sentirán mal.
—Sí, sí… Aunque de verdad era solo un juego lo que tenía en mente…
Tras disfrutar de la charla y después de una taza de té, tomé la sartén y salí al patio.
—¿Papá, estás bromeando?
—Les dije que era un juego, ¿no?
—Pero eso… es una sartén. No es de la casa, pero igualmente es una sartén.
—Así es, no se equivocan. Hoy quería usarla para probar su resistencia, así que pensaba que bastaba con un entrenamiento ligero. Pero como Suzuran dijo eso…
—Pero antes hiciste un agujero en una sartén, ¿no? Mamá se enojó mucho. ¿Por qué otra vez con una sartén?
—Ya lo dije antes, es para probar su resistencia. Si no están conformes, después podemos entrenar normalmente.
Al decir eso, los niños parecieron convencerse y empezaron a preparar sus armas. Lily, como siempre, llevaba su lanza con núcleo de hierro, pero Miel había adoptado un estilo con cuchillo y escudo.
Hmm… ¿qué había pasado mientras no entrenábamos?
Bueno, no importaba. Yo solo pensaba usar esa sartén como arma contundente y escudo al mismo tiempo. ¡Baja aquí, oh dios del sol con raqueta de tenis! ¡¡Yo!! ¡¡Debo encenderme más!!
Tomé la sartén con ambas manos, flexioné las rodillas y me puse en guardia al frente, observando los movimientos de Lily. Usando solo la visión para objetos en movimiento, desvié su lanza que venía de frente con un golpe de revés hacia la derecha. Luego bajé el cuerpo, avancé dos pasos y devolví la sartén hacia adelante, deteniéndola justo frente a su rostro.
Nada mal. En el segundo asalto decidí no desviar, sino enfrentar directamente sus ataques, para probar la resistencia del arma. Sin embargo, me emocioné demasiado y Lily terminó con los ojos ligeramente llorosos, así que decidí detenerme.
Yo sentía como si solo estuviéramos haciendo un peloteo continuo, pero parece que ella no lo vio de la misma manera.
—Lily, perdón. Me entusiasmé probando qué tan dura era esta sartén. Pero te estás moviendo mucho mejor que antes, así que sigue así, ¿sí?
Luego llamé a Miel. Tal como lo había imaginado, me lanzó «Bolas de Fuego» y «Cuchillos de Obsidiana», pero logré desviar todos los ataques como si estuviera devolviendo pelotas de tenis con la sartén.
Con la sensación de un tiro de volea o dejándolos caer cerca de la red, fui desviando uno tras otro mientras avanzaba cada vez más. Como el tiempo entre el lanzamiento y el impacto era cada vez más corto, mi adrenalina también iba subiendo.
—¡Está caliente! —Grité eso mientras arrojaba la sartén, bloqueé la «Bola de Fuego» que venía con una «Esfera de Agua» y me rendí. Últimamente siento que no grito otra cosa que «¡caliente!», pero si está caliente, está caliente. No hay remedio. La próxima vez que la use por mucho tiempo, envolveré el mango con tela—. Te has vuelto bueno escondiendo los cuchillos detrás de las bolas de fuego. Hoy quise entrenar para probar la dureza de la sartén, perdón por eso.
Tal vez me pasé un poco con los niños.
Espero que no me hayan agarrado manía…
□
Esa noche, en la habitación de los niños:
—Papá estaba cocinando con esa nueva sartén y el almuerzo estuvo delicioso, pero luego nos hizo entrenar usando esa misma sartén. Que no haya podido acertarle ni un solo golpe… honestamente, estoy empezando a perder confianza.
—A mí también me pasó. Pensé que esta vez había escondido bien los cuchillos tras las bolas de fuego, ¡pero los desvió con la sartén sin esfuerzo…! ¡En serio, ¿así de fuertes son los reyes demonio o qué?!
Ambos se quejaban de su padre mientras estaban tumbados en sus camas.
—¿Qué le pasa? ¡Esa sartén está demasiado dura!
—¿Qué clase de magia se anula con una sartén?
Lily se revolcaba sobre la cama mientras Miel pateaba en el aire.
—Pensé que un metal tan delgado se podría atravesar fácil…
—Al final, la única razón por la que ganamos fue porque se le calentó y tuvo que soltarla. ¡Aaaah, qué frustrante!
—¿Debería imitar ese juego de pies que usa para responder a los ataques desde ambos lados, bajando el centro de gravedad y usando las rodillas? Siento que usó la sartén solo como excusa.
—Yo también vi que mis bolas de fuego no lo hicieron moverse mucho. Se movía de forma equilibrada hacia ambos lados, probando ambos lados de la sartén. Sentí que como si estuviera protegiendo la retaguardia con movimientos mínimos.
—¡Ugh, ¿qué le pasa con esos movimientos y la sartén esa?!
—¡Sí! ¿¡Y por qué no atacaba en una sola dirección!? ¡Así no hay manera de dejarle caer piedras desde arriba!
Parece que no le habían agarrado manía, después de todo.
Aunque sí que estaban interpretando las cosas de una forma bastante peculiar.
[1] Verdura de color verde oscuro, rugosa y alargada, conocida también como melón amargo o calabaza amarga. Se consume principalmente en Okinawa, Japón, y se caracteriza por su sabor distintivo y amargo.
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