El Jefe de Atelier Tan Despistado

Vol. 1 Capítulo 1. La Aptitud de Kurt y la Espadachina de Cabello Blanco Parte 2

—Kurt, ¿estás listo? ¡Tenemos que reunir el equivalente a diez monedas de oro en impuestos antes de que acabe la semana, ¿sí?!

—¡Sí! Déjemelo a mí.

A la confirmación de la Señorita Yulishia, asentí con decisión.

Al escuchar mi respuesta, la Señorita Yulishia esparció un polvo blanco sobre el pico.

Aquel polvo era musgo luminoso; un polvo con la propiedad de absorber la luz solar y brillar en la oscuridad. Aunque se le llamaba «musgo», en realidad se trataba de esporas de un hongo.

Al aplicar este polvo en herramientas o en los sombreros, se podía usar como sustituto de una antorcha.

En una tienda, se conseguía por unas diez monedas de cobre, pero debido a la cantidad de impurezas, era muy probable que la Señorita Yulishia lo hubiese recolectado y preparado por su cuenta.

—¿Entonces ya tiene decidido dónde cavar?

—No lo he decidido en lo absoluto.

—¿Eh? ¿Ni siquiera hay un punto ya empezado?

—Nada de nada. Empezamos hoy.

¿Eh? ¿En serio?

—Claro que sí. Si cavamos cien metros al día, en una semana habremos hecho setecientos.

—…Cavar al azar no garantiza que encontremos minerales, ¿sabe?

—¿Eh? ¿De verdad?

—Claro que sí…

Esto ya se estaba poniendo complicado.

Normalmente, para excavar una mina se empieza por hacer una inspección del terreno.

Al menos si hubiera un túnel a medio excavar, podríamos buscar pistas a partir de eso.

Además, por las piedras que había tiradas en el suelo, parecía que esta zona había sido volcánica hace mucho tiempo, así que si cavábamos sin cuidado podríamos toparnos con gases venenosos. Sería peligroso.

—De momento, conozco una forma de ganar algo de dinero… Sígame, por favor.

Así lo dije, y me adentré con la Señorita Yulishia en la montaña.

—Oye, ¿a dónde vamos exactamente? —preguntó ella, luego de caminar por unos diez minutos.

—Lo siento. Si fuera mi maestro, seguramente habría encontrado el lugar en seguida, pero como soy yo… todavía no estoy tan acostumbrado.

—¿Y ese «lugar» al que vamos, cuál es exactamente?

—Creo que ya falta poco.

Y así, tras caminar un rato más, finalmente encontré el lugar que buscaba.

Allí había una gran roca. Aproximadamente del tamaño de mi cabeza.

Me acerqué y empecé a golpearla suavemente con el puño, escuchando el sonido que producía para examinar su interior.

—¿Esa es una roca especial?

—Esta roca en sí no vale mucho, pero si la rompemos…

Mientras decía eso, golpeé la roca con el pico varias veces.

Al acertar en un punto frágil, la roca se partió fácilmente en dos. Dentro, estaba llena de piedras brillantes.

—¿Esas… ¡son gemas!?

—Son cristales de cuarzo. El cuarzo no es de los minerales más valiosos, pero con este tamaño, probablemente podamos venderlo por unas tres monedas de oro.

—¿¡Tres monedas de oro!? ¡Eso es un tercio de nuestra meta en un solo golpe! ¿Eh? ¿No me digas que todas estas rocas tienen cristales?

—No, no todas. Solo una pequeña parte.

Si todas tuvieran cuarzo, su valor caería en picada y no podríamos sacar dinero de ellas.

A simple vista, las que contenían cristales representaban apenas el uno por ciento del total.

Y si hablábamos de piezas vendibles, el número se reducía aún más.

—¿Entonces cómo supiste que esta roca tenía cristales?

—Por la forma, supongo. Es algo que se aprende con la práctica, pero después de un tiempo se vuelve bastante fácil.

Recordé cómo el Señor Golnova desperdiciaba dinero todo el tiempo, así que por las noches me metía a las montañas a buscar cristales y los vendía en las tiendas para cubrir los gastos del viaje.

Aunque, pensándolo bien, era extraño que nadie más lo hiciera si era tan sencillo… Era un verdadero misterio.

—No estoy segura de entenderlo del todo… Además, partiste la roca en dos como si nada… y no parecía tan frágil.

—Ah, es que las rocas son como las personas, tienen sus puntos débiles. Si los encuentras, se parten fácilmente. Mire, —le mostré golpeando otra roca cercana con el pico. Se quebró con facilidad… pero no tenía cristales.

Incluso alguien como yo, sin mucha fuerza, podía partir una roca en dos sin demasiada dificultad.

—Va-vaya… ya veo, —respondió la Señorita Yulishia algo titubeante. ¿Le habrá pasado algo?

Después de eso, los dos seguimos caminando juntos en busca de rocas que contuvieran cristales que pudiéramos vender.

Intenté enseñarle a la Señorita Yulishia cómo diferenciarlas y cómo romperlas, pero quizás porque no tenía experiencia, o quizás porque yo no era buen maestro, no logró entenderlo del todo.

Y así, para cuando cayó la noche, habíamos reunido unas cincuenta de ellas; una cantidad que equivalía aproximadamente a dos monedas de oro en cristales.

No volvimos a encontrar algo tan valioso como la primera roca equivalente a tres monedas, pero encontramos muchos cristales pequeños repartidos por el lugar.

En mi aldea, si alguien encontraba una roca con cristales, en un abrir y cerrar de ojos todos se la llevaban, así que para encontrar cuarzos uno tenía que ir hasta la montaña que estaba dos montañas más allá de la vecina.

Además, como todos los extraían sin parar, los comerciantes ambulantes que pasaban cada pocos meses casi no los compraban, y el precio apenas alcanzaba una décima parte del que tenían por aquí.

—Sr. Kurt, es usted bastante fuerte, ¿verdad?

—Bueno, siempre fui el que cargaba el equipaje del grupo. Eh… ¿por qué está hablando tan formal?

—Eh… bueno, no sé, simplemente me salió. ¿No te pesa?

—No, todavía está por los cien kilos, ¿no? Este nivel está bien para mí.

En el campo nos enseñaban que un carga equipaje tenía que ser capaz de cargar hasta cinco toneladas.

Bueno, en mi caso, como no era muy fuerte, apenas podía con una tonelada.

El Señor Golnova era amable, así que en el grupo solo me hacía llevar unos ochenta kilos.

Era bastante llevadero.

—Entonces, ¿puedo vender esto yo?

—¡No-no puede hacerlo! —respondí, sacudiendo la cabeza apresuradamente.

—Claro… tiene sentido. Casi todo —no, todo— lo encontraste tú, Kurt.

—Exacto. Y con lo que tenemos hasta ahora no alcanzaremos la meta, así que tengo que procesarlos antes de que se puedan vender.

—¿Procesarlos?

—Sí, los convertiré en cristales mágicos.

Los cristales grandes se podían vender tal cual, pero los pequeños apenas valían nada por sí solos.

Sin embargo, si los transformaba en cristales mágicos, su valor aumentaría un poco.

Y justo frente a la curiosa mirada de la Señorita Yulishia, extraje con cuidado un cristal del tamaño de un pulgar de una roca del tamaño de un puño.

Por cierto, lo que se llamaba cristal mágico era una piedra que contenía magia, hecha al infundir poder mágico en gemas como estos cristales. Se usaban como materiales para diversos artefactos mágicos o como soporte al lanzar hechizos. Además, el tipo de atributo del cristal variaba según la gema usada: si era cristal de cuarzo, se volvía de atributo luz; si era rubí, de fuego, y así sucesivamente.

—¿Cristales mágicos…? ¿Se puede hacer algo así?

—Sí. En el grupo en el que estaba antes, solía hacerlo a menudo.

Como la Señorita Bandana conocía a alguien que trabajaba con objetos mágicos, yo le confiaba los cristales para que los vendiera por mí. Aunque yo no tenía aptitud para usar magia, todos poseíamos algo de poder mágico, así que reponer mi magia y convertir cristales en cristales mágicos era fácil para mí.

Recuerdo que el rubí incrustado en la espada mágica de fuego del Señor Golnova se quedaba sin energía muy rápido, así que era yo quien se la recargaba todos los días.

Ah, me preguntaba si ahora el Señor Golnova seguiría recargando la espada como debía… Bueno, la Señorita Marlefiss era una maga de primera categoría, así que probablemente infundía magia mucho mejor que yo.

En mi caso, si no me concentraba al menos diez segundos, el cristal no se completaba.

—…Tengo entendido que convertir un cristal en uno mágico requiere un control muy preciso para liberar la magia correctamente, y que en todo el país no hay ni diez Ingenieros Mágicos capaces de hacerlo… —murmuró la Señorita Yulishia.

Dijo algo, pero yo estaba tan concentrado que no la escuché bien. Pensé en preguntarle entonces más tarde.

—Ya terminé, —dije finalmente.

Al mismo tiempo, el cristal comenzó a brillar suavemente con una luz blanca.

Así quedaba completado el cristal mágico.

Y entonces, la Señorita Yulishia, que había estado observando todo el proceso, exclamó sorprendida:

—¿Ya terminaste? Escuché que incluso para uno pequeño se necesita al menos una hora…

—¿Eh? ¿Una hora? No, yo no tengo tanta magia, así que no podría mantenerla tanto tiempo.

Impresionante… Los verdaderos Ingenieros Mágicos eran capaces de liberar magia durante una hora entera.

Yo tampoco podía quedarme atrás.

Pensando así, me concentré y, tras unos treinta minutos, logré completar cincuenta cristales mágicos.

◇◆◇◆◇

Era el primer día de trabajo en la mina… o al menos se suponía que debía serlo, pero por alguna razón, yo, —Yulishia— y Kurt pasamos el día recogiendo piedras en lugar de excavar la montaña.

Y lo más sorprendente era que todas esas piedras contenían cristales de cuarzo.

Aunque el cuarzo no fuera una gema especialmente valiosa, el que encontró Kurt primero tenía una pureza superior a cualquiera que yo hubiera visto antes.

Y para colmo, tomó algunas de esas piedras con cuarzo y fabricó nada menos que cincuenta cristales mágicos.

—Entonces, Señorita Yulishia, por favor encárguese de vender los cristales mágicos.

Como pensaba regresar al pueblo para averiguar el precio de venta por unidad de cristal mágico, asentí ante las palabras de Kurt.

—Sí-sí… Eh, ¿pero de verdad vas a quedarte aquí, Kurt?

—Sí. Tengo cosas que hacer por aquí.

En realidad, había pensado en volver con él, pero Kurt rechazó la idea mientras miraba hacia la tienda con algo de vergüenza.

Ah, ya entiendo. Como anoche durmió afuera, seguramente no pudo descansar bien. Por eso pensé que sería mejor que durmiera en una posada en el pueblo… aunque quizás no lograría mantenerse despierto caminando todo el camino hasta allí. Ahora que lo recordaba, incluso mientras caminábamos por la montaña había bostezado varias veces.

—No te exijas demasiado y descansa bien. Yo volveré por la mañana.

—Sí, en cuanto termine lo que tengo que hacer, me iré a dormir, —me respondió con una sonrisa cálida.

Ahh, maldición, qué adorable.

Si yo fuera un hombre, hasta me gustaría casarme con alguien así.

¡No, no, basta! Definitivamente estaba un poco cansada.

Regresé al pueblo antes de que el sol se ocultara por completo.

En realidad, no pensaba volver hasta que se acercara el límite del plazo, así que jamás imaginé que estaría de regreso en un solo día.

Como había una fila, esperé un poco antes de pasar el control para entrar al pueblo. Fue entonces cuando uno de los guardias me miró con sospecha.

—¿Cristales mágicos, verdad? ¿Tiene un certificado de importación del extranjero?

—No, estos fueron fabricados en el país, así que no tengo.

—¿Dentro del país? ¿De qué atelier provienen?

Claro, eso era de esperarse.

Decir que los había hecho así como así en el monte no era algo que fueran a creer.

No había forma de evitarlo, así que saqué de forma tosca un colgante de plata que llevaba mal guardado en el bolsillo, colgando de una cadena. Tenía forma de espada, pero era muy pequeño y, por supuesto, sin filo.

—¿¡Eso es…!? …Disculpe la intromisión. Quedará registrado que ingresó cristales mágicos, ¿está de acuerdo con ello?

Al ver el accesorio, el soldado abrió mucho los ojos y me saludó con un gesto marcial.

—No tengo intención de exceder mis atribuciones, —le respondí, dándole unas palmadas en el hombro por su trabajo, y me dirigí hacia la capital usando la piedra de teletransporte instalada junto al punto de control.

En el control de entrada de la capital real ocurrió algo parecido, pero logré llegar sin problemas al establecimiento que tenía en mente.

—Bienvenida… Ah, si eres tú, Yulishia. Ya me arrepiento de haber saludado.

Se trataba del Mimiko Café, un proveedor de artículos mágicos para el ejército. A pesar del nombre ridículo, era una tienda de primera categoría. La propietaria, Mimiko, cambió su sonrisa de atención al cliente por una expresión juguetona al reconocerme.

Aunque parecía tener unos doce años, era una maga de gran nivel y, de hecho, mayor que yo.

—¿Qué manera de tratar a una cliente, eh?

—¿Cliente? Pero si tú dejaste de ser aventurera y andas medio arruinada, ¿no? El Sr. Hunts vive quejándose de que no le devuelves el dinero que te prestó.

—Hoy vine como una cliente formal, Mimiko. Quiero que me compres esto.

Al decir eso, coloqué uno de los cristales mágicos sobre el mostrador.

—Vaya, ¿un cristal mágico? Pero la luz que emite es débil. No creo que valga mucho.

—Sí, lo imaginaba. Pero supongo que al menos valdrá unas diez monedas de plata, ¿no?

—Probablemente sí.

Bueno, el chico lo había creado en apenas treinta segundos, así que con eso me daba por más que satisfecha.

Si cada cien monedas de plata equivalían a una de oro, y lograba vender cincuenta de esos cristales, conseguiría quinientas monedas de plata: cinco de oro.

Si además podía vender el gran cristal sin procesar por tres monedas de oro, solo me faltarían dos para completar el objetivo. Con una semana más de excavación, había esperanzas de lograrlo.

Pero claro, yo no había hecho nada. Lo justo sería darle todo ese dinero a Kurt…

—¿Eh? Espera un momento.

—¿Qué pasa? ¿Tenía algún defecto?

—Solo espera. —Dicho esto, Mimiko tomó el cristal mágico y, sin preocuparse por los demás clientes, se metió a la trastienda.

Tuve que esperar unos treinta minutos.

—Yulishia, lo siento. Evalué mal el cristal.

Bueno, era de esperarse. Había sido hecho a la ligera, así que debía tener algún fallo.

—Entonces, ¿cuánto bajó su valor?

—Diez monedas de oro.

—¿Eh?

La respuesta de Mimiko me dejó totalmente incrédula.

¿Acaba de decir diez monedas de oro? ¡Solo con eso ya podríamos pagar los impuestos!

Un cristal mágico valorado en diez monedas de oro era algo propio de los hechos con diamantes sin atributo. Y esos eran caros por ser raros y difíciles de trabajar… pero este, este era solo un cristal de cuarzo, ¿verdad?

—Puede que tú no lo entiendas, Yulishia, pero la magia contenida en este cristal es diez veces superior a la de uno normal. Podría ofrecerse incluso como tributo al mismísimo rey.

—¿Con una luz tan tenue?

Ante mi duda, Mimiko asintió con convicción.

—Sí. A mí también me engañó al principio. Pero al parecer, la razón de esa débil luminosidad es porque está tratado para que no filtre su magia al exterior.

—¿Tratado para no filtrar magia…? Nunca he oído que algo así se pueda hacer.

—Y es natural que no. El valor de los cristales mágicos suele medirse justamente por la luz que emite la magia que se escapa. Hacer algo como esto sería como cubrir un lingote de oro puro con una capa de plata; nadie se molestaría en investigar un método así. Pero ciertamente, es una forma efectiva. Así se evita la degradación mágica que los cristales suelen sufrir con el tiempo. ¿En qué atelier se fabricó este?

Cuando me lo preguntó, decidí ser honesta.

—En una montaña. Sin usar herramientas. Lo hizo en un momento.

—Estoy hablando en serio, Yulishia.

—Y yo también.

Mimiko claramente no tenía intención de creerme.

Y no la culpaba. Ni yo lo habría creído si no lo hubiese presenciado con mis propios ojos.

Aun así, saqué los otros cuarenta y nueve cristales mágicos que me quedaban y los coloqué sobre el mostrador.

—…¿Todos estos?

—Sí. ¿Podrías comprarlos?

Cuando se lo pedí, Mimiko fue hasta la entrada sin decir una palabra, abrió la puerta y giró el cartel de «abierto» a «cerrado».

Luego, comenzó a evaluarlos uno por uno, tomándose su tiempo con cada pieza.

—…Yulishia. Te los compraré todos por diez monedas de oro cada uno. Pero tengo dos peticiones.

—¿Cuáles?

—Primero, no vendas estos cristales mágicos en ninguna tienda que no sea la mía. Y dile lo mismo a quien los haya creado. No creo que otra tienda pueda hacer una valoración justa, y más importante aún, el reino querrá evitar que cristales de este nivel circulen libremente por el mercado.

—Sí, sí. Obedeceré las palabras de la tercera Hechicera de la Corte del reino.

—No bromeo. Y segundo… dime quién los hizo.

—Eso no puedo hacerlo, —respondí sin vacilar.

El rostro de Mimiko se ensombreció.

—¿Por qué no? Si alguien puede crear cristales mágicos de este nivel, el país debería proteger a esa persona. ¿O es que quieres quedártela para ti y llenarte los bolsillos?

—No es eso. Solo que no quiero hablar de esa persona sin su permiso.

—Yulishia, no te lo estoy pidiendo como amiga, sino como Hechicera de la Corte con un rango equivalente al de una Condesa Honoraria. Te lo ordeno a ti, como aventurera directamente al servicio de la familia real.

Una aventurera real… eso significaba alguien que no operaba bajo la autoridad del gremio de aventureros, sino directamente bajo las órdenes del reino. Aunque muchas veces hacíamos tareas casi como recaderos o incluso como mercenarios, teníamos autoridad equivalente a la de un noble menor.

A cambio, estábamos obligados a obedecer las órdenes del Estado. Y Mimiko, como hechicera de la corte, tenía derecho a emitir tales órdenes.

—Yo ya no soy una aventurera real. Ahora solo soy una simple minera.

—¿Y aún así abusas de ese rango de vez en cuando, no es así? —añadió Mimiko, mirando el bolsillo donde guardaba el accesorio que me identificaba como tal.

Mi superior me había dejado conservarlo porque confiaba en que no haría mal uso de él. La verdad, me había salvado más de una vez.

Nos quedamos en silencio, mirándonos fijamente durante unos tres minutos, hasta que Mimiko finalmente cedió.

—Está bien… Entonces te lo pido como amiga. Solo intenta que esa persona que creó estos cristales no caiga en manos de otros países. Además, quiero que le transmitas esto: el Reino está dispuesto a ofrecerle el puesto de director en el Instituto Real de Investigación de Ingenieros Mágicos y un título de Caballero Noble… incluso de Conde Honorario si el Rey lo aprueba.

—¿Puedes ofrecer condiciones tan generosas así como así?

—Creo que ni siquiera eso es suficiente.

—Entendido. Le daré el mensaje.

Recibí quinientas monedas de oro como pago por los cristales mágicos.

Pero no tenía intención de usarlas para pagar los impuestos. Ese dinero lo había ganado Kurt por su cuenta.

Utilicé nuevamente la piedra de teletransporte para regresar al pueblo y me dirigí a Hello Work . Aunque el sol ya se había puesto y el cartel de «cerrado» colgaba en la puerta, entré sin dudarlo.

—Lo siento, ya cerramos por hoy… Oh, usted es… —me dijo la recepcionista que ayer había estado con Kurt. Qué suerte.

Por eso, pregunté de inmediato:

—¡Quiero saber algo sobre Kurt! ¡¿Eh?!

—¡Quiero saber algo sobre Kurt! ¡¿Eh?!

La recepcionista y yo hablamos al mismo tiempo.

¿Qué significaba eso?

Confundida, decidí dejar que ella hablara primero.

—…¿Qué es lo que quieres saber?

—¿Dónde está Kurt ahora mismo?

Ah, ya veo. Seguramente se preocupó al verme llegar sola.

—Kurt debería estar durmiendo en mi tienda, en la montaña.

—Ya veo… —respondió la recepcionista, con un tono algo decepcionado.

Entonces llegó mi turno de hacer preguntas.

—Quiero saber sobre Kurt. ¿Quién es en realidad?

—Esa es precisamente la pregunta que yo también me hago.

—¿……? ¿Entonces podrías decirme sus aptitudes?

—Lo siento, esa información está protegida por confidencialidad…

Era una respuesta que ya esperaba, así que saqué de mi bolsillo el emblema que me identificaba como aventurera directa del reino y se lo mostré.

Al verlo, la recepcionista se sorprendió, pero al parecer comprendió su significado y me condujo a una sala en la parte trasera.

Era una sala privada del Hello Work , con protecciones mágicas contra la escucha. El estatus de aventurera real parecía tener gran peso, ya que la recepcionista me sirvió té y luego trajo los documentos relacionados con Kurt.

—Esto es…

Me quedé sin palabras al leerlos.

Las aptitudes de Kurt en magia, armas y combate cuerpo a cuerpo estaban todas en el rango más bajo: rango G.

La cantidad de poder mágico y la afinidad mágica son cosas distintas; aunque se sospechaba que Kurt poseía una enorme cantidad de maná, solo mirando este documento parecía un desperdicio total, como si tuviera un tesoro inútil.

—¿Eh? ¿Qué? ¿Era miembro de Colmillo de Dragón de Fuego?

Colmillo de Dragón de Fuego era una prometedora banda de aventureros. La recordaba porque, hacía aproximadamente una semana, se había rumoreado que habían derrotado a un Fenrir.

—Sí, al parecer Kurt había trabajado durante muchos años como encargado de tareas menores para Colmillo de Dragón de Fuego, pero parecía que lo habían despedido de ese grupo.

—¿Despedido? ¿Hablamos de Kurt?

Incluso habiendo pasado solo uno o dos días con él, yo ya había percibido lo extraordinario que era.

Me preguntaba cómo era posible que lo hubieran despedido; la historia me resultaba extraña.

¿Acaso los miembros de Colmillo de Dragón de Fuego no habían podido reconocer la singularidad de Kurt?

Seguí leyendo los documentos.

Desde que Kurt había llegado a Hello Work , solo había recibido un trabajo: una obra de construcción. Y aun así, lo habían despedido a los tres días.

Pero lo que me sorprendió fue la cantidad de la recompensa que había recibido.

—¿¡Doscientas monedas de oro de recompensa!?

Normalmente, en tres días de trabajo en una obra, solo se ganaban un par de monedas de plata. Si te despedían, incluso era posible que ni siquiera te pagaran.

Pero este pago… era absurdamente alto.

—¿Qué demonios significa esto?

—Parece que Kurt terminó por sí solo la mitad de la reparación de la muralla de la ciudad.

—¿La mitad? ¡¿La mitad de una de las caras?!

La muralla de aquella ciudad del territorio del margrave tenía, si mal no recordaba, unos diez kilómetros por lado… ¿Me estabas diciendo que terminó cinco kilómetros en solo tres días?

—No exactamente. Se suponía que había que reparar los muros norte, sur, este y oeste… pero parece que él terminó por su cuenta los muros norte y oeste…

…Con razón lo despidieron.

La reparación de la muralla era un proyecto público pensado también como medida contra la pobreza, y si alguien terminaba todo solo, arruinaba el propósito de la obra.

Ahora comprendía también el pago de doscientas monedas de oro.

—…Ah, cierto. Por favor, deposita esto en la cuenta de Kurt. —Dije eso mientras colocaba sobre la mesa una bolsa de cuero con cuatrocientas noventa y nueve monedas de oro.

Una sola moneda la había tomado prestada para pagar la posada esa noche, con la intención de devolverla después, por supuesto.

La recepcionista, pensando quizás que la bolsa estaba llena de monedas de cobre, la aceptó sonriendo; pero en cuanto la sostuvo, el peso le hizo notar su error.

—¿Esto es…?

—El pago por dos días de trabajo. Además, como aventurera directa del reino, te ordeno lo siguiente: queda totalmente prohibido divulgar cualquier información sobre Kurt. —Me comporté como una aventurera bajo el mando de la familia real y di la orden.

Aunque en realidad ya era ex-aventurera directa bajo el mando de la familia real, consideraba que controlar la información sobre Kurt era absolutamente necesario.

Aunque no sabía cuánto tiempo podría mantenerlo.

—Entendido. Actualmente, solo yo y algunos pocos funcionarios conocemos información sobre él, así que puede estar tranquila.

La recepcionista asintió, sin sospechar nada de lo que realmente sucedía.

Con esto, durante un tiempo no debía haber problema.

Ese día me alojé en la posada del pueblo y, a la mañana siguiente, me dirigí de inmediato al campamento donde se suponía que Kurt debía estar esperando.

Y lo que vi allí fue…

—¡Ah, Señorita Yulishia, bienvenida de vuelta!

—Ya he vuelto… y, eh, ¿esto es…?

—Sí, lo hice mientras usted estaba en el pueblo.

Con la misma naturalidad de quien prepara un desayuno, Kurt dijo eso.

—¿Tú lo hiciste? ¿Esto?

Lo que había allí era una cabaña de troncos que, hasta el día anterior, definitivamente no existía.

—Kurt, ¿qué piensas sobre que una casa aparezca construida en una sola noche?

—¿Eh? En mi aldea natal solía pasar mucho, ¿no es normal?

No hay forma de que algo así pudiera ser común… esas palabras nunca salieron de mi boca.

◇◆◇◆◇

—¿Eh? ¿Yo, director del Instituto Real de Ingenieros Mágicos? ¿Con trato de noble?

Al cabo de una noche, cuando la Señorita Yulishia regresó del pueblo, lo que me contó a mí, Kurt, era algo imposible de aceptar sin más.

Sonaba tan absurdo que, de haberlo oído de un desconocido, habría pensado que intentaba estafarme. En el campo siempre me habían advertido de tener cuidado con los engaños de la ciudad.

Pero no podía creer que la Señorita Yulishia intentara engañarme.

—Eh… ¿por qué yo para algo tan increíble?

—El que tasó los cristales mágicos resultó ser alguien que, como pasatiempo, trabaja de mago de la corte.

—¿Eso está bien? Señorita Yulishia, ¿no la estarán engañando?

—Bueno, puede que suene increíble, pero… ¿qué dices? Si lo deseas, hablo con esa persona.

—Lo siento, aunque parece una buena oportunidad, debo rechazarla. —Así lo dije inclinando la cabeza.

No creía poder cumplir un cargo que me colocara por encima de otros, y sobre todo, aún sentía apego por la gente de «Colmillo de Dragón de Fuego».

Además…

—¡Mi trabajo ahora es estar aquí en la mina con usted! Ah, cierto… ¿los cristales mágicos no se vendieron muy caros, verdad?

—Bueno, sí, se vendieron bastante caro. Pero al final los hiciste tú, Kurt, así que solo tomé una moneda de oro como comisión; el resto lo deposité en tu cuenta de Hello Work .

—¿Qué…? No hacía falta…

—Claro que hacía falta… si me quedaba con ese dinero, la culpa me habría destrozado el corazón.

La Señorita Yulishia murmuró algo más, pero la segunda parte apenas alcancé a oírla.

Pero eso me hizo pensar que la Señorita Yulishia era una buena persona… Tenía que esforzarme como minero.

—¡Entonces déjelo en mis manos! Ayer, mientras caminaba, ya marqué mentalmente algunos lugares donde parecía haber buenas vetas.

—¿De verdad? Eso sería de gran ayuda… oye, Kurt. ¿No has dormido nada?

—Estoy bien, dormí seis horas. De hecho, dormí más de lo habitual.

—¿Seis horas?

La Señorita Yulishia preguntó eso y comenzó a doblar los dedos, como si estuviera calculando algo.

Ah, quizá sí había dormido demasiado.

Cuando estaba en «Colmillo de Dragón de Fuego», lo normal eran unas cuatro horas de sueño. Me decían que el recadero debía levantarse más temprano que nadie y acostarse más tarde que nadie.

—¡Recuperaré bien el tiempo de descanso!

—Eh… bueno. Está bien, pero con moderación.

—¡Sí!

Que me dijera que con moderación estaba bien… eso demostraba que la Señorita Yulishia era amable.

Pero aun así, no debía confiarme en esas palabras, tenía que esforzarme.

Después de terminar el desayuno, llegamos al primer punto del lugar que nos habíamos propuesto.

—Parece un simple sendero de animales, ¿no?

—Así es. Pero, considerando la forma de la montaña, si cavamos en línea recta en dirección diagonal hacia abajo desde aquí, debería ser seguro, además de que hay una gran probabilidad de encontrar gemas y minerales. Solo asegúrese de no excavar a más de cincuenta metros de profundidad.

—¿Y qué pasaría si cavamos más profundo que eso?

—Es posible que haya un espacio amplio. Si diéramos con un lugar así, el suelo se derrumbaría, y yo me rompería los huesos y moriría sin duda. Y aunque no muriera de inmediato, esos vacíos suelen estar llenos de gases venenosos, así que de cualquier modo acabaría muerto.

—Un espacio vacío… entonces tendremos que ser cuidadosos.

Aun así, la Señorita Yulishia ya parecía estar llena de entusiasmo.

Pensé que era digno de elogio. Cuando escuché esa historia por primera vez, estaba tan asustado que temblaba.

—Bueno, entonces me voy.

—¿Eh? ¿Kurt, no vas a cavar junto conmigo?

Cuando dije eso y me dispuse a moverme, la Señorita Yulishia ladeó la cabeza.

—Sí, pienso cavar en otro lugar que está más allá.

—¿Más allá?

—Sí, más adelante, por donde ayer recogí el cristal grande.

—Ah, allí… Está bien, si se trata de ti, Kurt, no creo que te vayas a vaguear, así que te lo dejaré a ti.

La Señorita Yulishia dijo eso y de inmediato blandió el pico.


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