¡Supervivencia en Otro Mundo con mi Ama!

Capítulo 207. El Arzobispo

—Encantado de conocerte. He oído hablar de ti desde hace tiempo: un Extranjero venido de otro mundo, colaborador de la bruja, compañero de dragones y, para todos nosotros, un santo histórico. Mi nombre es Deckard. Me han otorgado el grandioso título de arzobispo, aunque en realidad no soy más que un anciano común.

Era un hombre de avanzada edad con un semblante apacible. Su cabello era completamente blanco, al igual que su barba. Su cuerpo se mantenía firme, sin un gramo de exceso, y no había rastro de encorvamiento en su espalda: la viva imagen de un anciano vigoroso. Tal vez en el pasado fue un caballero del templo o algo por el estilo.

—Muchas gracias por su amabilidad. Soy Kosuke.

—Jojojó, no hay necesidad de tanta formalidad con un viejo como yo.

El anciano, vestido con una túnica blanca, rio de buena gana. La prenda era sencilla, sin adornos superfluos, con apenas un discreto motivo y una cruz resplandeciente que denotaba su rango sacerdotal.

—Pero nunca me siento cómodo con túnicas nuevas de sacerdote. Creo que a los viejos como yo nos sientan mejor las ropas gastadas de siempre.

—Padre, aunque a usted le parezca bien, sería una falta de respeto hacia la otra parte.

—Jojojó, tienes razón.

La santa de ojos rojos, sentada a su lado, dejó escapar un pequeño suspiro de resignación, y el arzobispo sonrió divertido, como si incluso ese gesto le resultara entrañable.

—Sylphy, esto no es lo que imaginaba.

Siempre había pensado que los arzobispos de la religión de Adel eran solo clérigos apestosos obsesionados con el alcohol, el dinero y las mujeres tras una fachada de sermones. Pero este arzobispo no se parecía en nada a esa imagen. Más bien daba la impresión de un anciano afable y equilibrado. No parecía alguien capaz de abrirse camino con astucia en las intrigas del Reino Sagrado o de la propia Iglesia de Adel.

—Yo también me sorprendí la primera vez que lo conocí. Pero, bueno, supongo que simplemente es así como es, —dijo Sylphy, echando un vistazo a la sacerdotisa de mirada aguda que estaba sentada junto a Deckard.

—……

Ella también estaba mirando hacia acá… o más bien, me tenía a mí completamente en la mira. No sé si llamarlo una mirada amistosa, pero la sentí como la evaluación de un depredador.

La sacerdotisa debía rondar los cuarenta u cincuenta años. No estoy seguro si era mayor o menor que mi madre, pero estaba cerca de esa edad. Llevaba el cabello castaño, ya entrecano, recogido con firmeza; sus ojos, alargados y agudos, parecían señalar que nada en este mundo podía ser divertido. Sus labios finos acentuaban esa misma impresión. Vestía la misma túnica sencilla que el arzobispo Deckard. Sin duda, debía de ser su mano derecha.

Quizá notando mi mirada, Ellen me la presentó:

—Ella es la Suma Sacerdotisa Katerina, mano derecha del arzobispo Deckard.

—Soy Katerina. Le deseo un buen día, Extranjero-sama. Soy de origen humilde, pero ruego que acepte mi saludo.

¿Y qué pasó con aquella mirada depredadora? Cuando Ellen me la presentó, me dedicó una sonrisa impecable. No entendía muy bien ese repentino cambio, pero quizá tanto el arzobispo como la suma sacerdotisa pretendían mostrarse como un «padre bondadoso» y su fiel aliada delante de Ellen. Si era así, también debía desconfiar de la aparente bondad de Deckard.

—Omitamos las presentaciones que ya se hicieron durante el día. Primero que nada, allí están mi madre y mis hermanas, la reina y las princesas del antiguo reino de Merinard.

—Seraphita Danal Merinard, esposa del rey Ixwil Danal Merinard.

—La hija mayor, Driada Danal Merinard.

—La segunda hija, Ifrita Danal Merinard.

—La tercera hija, Aquawill Danal Merinard.

—Y yo soy Sylphielle Danal Merinard, líder del Ejército de Liberación y la hermana menor. Bueno… supongo que a estas alturas sobra que me presente.

Tras las presentaciones de la reina y sus hermanas, Sylphy se encogió de hombros con una sonrisa ligera y luego dirigió la mirada hacia Isla.

—Isla. Antigua maga de la corte del ex reino de Merinard. Ahora, comandante del cuerpo de magos del Ejército de Liberación. Y una de las compañeras de Kosuke.

Con su ojo fijo en mí, Isla se presentó en voz baja pero clara. ¿Era necesario añadir esa última parte?

—Y después…

La última a la que Sylphy miró fue a una chica que devoraba la comida sin el menor interés por la etiqueta de la cena. Tenía unos retorcidos cuernos de demonio en la cabeza y unas manos sucias rematadas en garras toscas y feroces.

—¿Hmm? ¿Qué pasa?

—Grande, preséntate.

—Qué fastidio… Soy el gran dragón, Grande. Para que quede claro: no pertenezco al Ejército de Liberación. Solo sigo a mi compañero de apareamiento, Kosuke. Bueno, si él lo pide, le prestaré mi fuerza, pero básicamente no pienso meterme en las estúpidas peleas de los humanos. Ah, y Kosuke, quiero unas hamburguesas con queso.

—Sí, sí…

Saqué de mi inventario un gran plato de madera, apilé encima varias hamburguesas con queso y se lo entregué a la sirvienta que me servía para que se las llevara a Grande.

Por cierto, quienes se saltaron la ronda de presentaciones fueron Melty y Sir Leonard. La Srta. Zamir estaba apostada en la puerta del comedor, armada con una lanza corta de aleación de mithril que yo mismo había forjado para la exploración anterior en la mazmorra.

—Como me enviaron al Bosque Negro antes de recibir la educación propia de una princesa, desconozco el protocolo o la etiqueta de cenas formales. Por eso los recibiré con un banquete al estilo élfico del Bosque Negro. Bien, el brindis será por este encuentro y por el futuro. Entonces…

Sylphy alzó una copa de hidromiel, y Melty, Sir Leonard e Isla la imitaron al unísono. Yo también alcé la mía, seguido por la reina y el arzobispo Deckard.

—Por este encuentro y por el futuro.

—Por este encuentro y por el futuro, —repitieron todos al unísono.

Alzamos las copas y brindamos. El dulce aroma de la hidromiel resultaba embriagador. Era una bebida fuerte pero fácil de beber; si uno se confiaba y seguía sirviéndose, podía terminar desplomado en poco tiempo.

—Jojó, así que esto es hidromiel élfica. Dulce, muy dulce.

—Deckard-sama…

—Lo sé, lo sé. El lujo excesivo lleva a la corrupción, ¿cierto? Pero también sería contrario a la doctrina despreciar lo que se nos ofrece como muestra de favor, ¿no crees?

El arzobispo Deckard atendía las quejas de la Suma Sacerdotisa Katerina como si no le afectaran en lo más mínimo, mientras hacía que las hermanas que lo asistían le sirvieran otra copa.

Del lado del Reino de Merinard y el Ejército de Liberación se encargaban las sirvientas del castillo, mientras que del lado de la religión de Adel atendían las monjas de dicha fe.

La mesa, larga y majestuosa, estaba dividida claramente en dos bandos, con la neutral Grande ocupando lo que podría llamarse el lugar de honor. Bueno… en realidad ella se dedicaba a comer y beber sin prestar atención a nadie, así que esa parte de la mesa parecía un mundo aparte. Era casi una lástima que la única sirvienta asignada a atenderla no dejara de correr de un lado a otro, exhausta.

—Me pregunto si este plato desconocido, preparado con ingredientes que jamás había visto, será una especialidad del lugar de origen de Kosuke-sama, —preguntó el arzobispo Deckard, mientras se manchaba la blanca barba con salsa de pizza.

Tenía agallas, eso sí: fue el primero en lanzarse a por una porción de pizza. Bueno, tampoco es que mis preparaciones puedan llamarse «alta cocina»… en su mayoría son básicamente comida chatarra.

Tal vez sea porque la base de mis habilidades proviene de juegos de supervivencia, o porque se inspiran en recetas de otros países, pero todos los platos que puedo preparar terminan pareciendo comida rápida. Si hubiera arroz en este mundo, podría al menos hacer onigiri [1] u otros platillos japoneses, pero hasta ahora no he encontrado ni un grano. Maldición.

—Es difícil llamarlo un plato de mi tierra natal. Más bien es comida de mi mundo.

—Hmm. Supongo que en el mundo del Extranjero-sama debe de haber tantos países como en el nuestro.

—Sí, bueno… La vida humana quizá no difiera tanto en ningún mundo. Empieza con la caza, luego la gente se reúne en comunidades, más tarde comienza a cultivar los campos y…

—Y después empiezan las guerras. Una historia muy profunda, —dijo con pesar el arzobispo Deckard, antes de darle otro mordisco a su pizza y estirar la mano hacia el pollo frito. Al parecer, tenía muy buen apetito.

—Así es. Permítame preguntarle, Kosuke-sama: ¿qué piensa usted de la paz? —me dijo, justo después de morder el pollo, masticar y tragar, lanzando de repente una pregunta filosófica.

—Recuerdo haber escuchado en algún lugar que la paz no es más que un periodo de preparación para la próxima guerra. En general coincido con esa idea. Para mí, la paz es algo frágil, destinado a quebrarse tarde o temprano. Dicho de forma sencilla: es un estado de equilibrio.

Contesté sin titubear, aun cuando fue una pregunta bastante repentina, y él asintió varias veces, como satisfecho.

—Ya veo. Supongo que esa también es una verdad. En estos tiempos de guerra, el equilibrio del mundo está en gran agitación. El balance se ha roto, y el desorden solo engendra más desorden. Los pueblos humanos se enfrentan entre sí, se desprecian y se matan. Eso está muy lejos de la armonía que Dios desea.

—¿Eh?

—Creo que usted fue enviado para corregir ese equilibrio y devolver la armonía a este mundo turbulento, Kosuke-sama.

—Bueno… ¿no le parece que eso es pedirme demasiado?

Según lo que yo sé, la raíz principal de los conflictos actuales es la guerra entre el Reino Sagrado y el Imperio. Si tomara sus palabras al pie de la letra, mi misión no sería solo asegurar la independencia del reino de Merinard frente al Reino Sagrado, sino también poner fin al conflicto con el Imperio. En otras palabras, estaría a cargo de detener una guerra entre dos potencias mundiales. Eso es… demasiado.

—Por favor, ahórremelo. Es tan tedioso que me dan ganas de vomitar. No importa cómo lo vea, está muy por encima de mis posibilidades.

Ni siquiera tengo claro cuán grandes o poderosos son realmente el Reino Sagrado y el Imperio. Pero estamos hablando de naciones capaces de enviar decenas de miles de soldados solo para sofocar una rebelión en un único reino. La sola idea me marea.

Si quisiera, tal vez podría arrasar tanto al Reino Sagrado como al Imperio, pero no tengo intención de convertirme en un rey demonio, y tampoco creo poder encontrar una solución pacífica a un conflicto que ya ha dejado tanta sangre derramada en batallas entre ambos bandos. Sinceramente, no tengo la menor idea de cómo lograr que dos potencias que están a la que saltan de la otra alcancen la paz.

—Jojojó, ¿acaso le parece problemático? Vaya que es un dolor de huevos.

—Arzobispo-sama, sus palabras…

—Jojojó, este anciano es un maleducado.

El arzobispo Deckard, reprendido por la Suma Sacerdotisa Katerina, se disculpó con ligereza y se sirvió una hamburguesa con queso. Katerina, por su parte, comía un filete de res con cuchillo y tenedor. ¿Y Ellen? Ella simplemente devoraba panqueques y crepas con los ojos brillando de felicidad.

—Bueno, hablaremos de eso más tarde. Kosuke-sama, si no le importa, ¿podría contarnos sobre su mundo? Tengo curiosidad por saber cómo es el mundo de un Extranjero.

—Sí, yo también estoy interesada.

—Lo mismo digo.

La propuesta del Arzobispo Deckard fue respaldada de inmediato por Isla y Grande. Ellen, mientras masticaba y tragaba con entusiasmo, también me miraba con gran interés. La Suma Sacerdotisa Katerina parecía igualmente intrigada y no apartaba de mí su mirada inquisitiva.

—Está bien, por qué no, —respondí.

Tenía que elegir un tema, aunque aquello resultaba más sencillo que hablar sobre la paz. Con ese pensamiento, comencé a narrar lo que ya le había contado en el pasado a Sylphy sobre el mundo del que provenía.



[1] Comida japonesa hecha de arroz blanco prensado, a menudo en forma triangular o cilíndrica, a veces envuelto en alga nori. Puede llevar rellenos como salmón, umeboshi o atún con mayonesa. Es un alimento práctico, popular en almuerzos, excursiones y tiendas de conveniencia.


¿Quieres discutir de esta novela u otras, o simplemente estar al día? ¡Entra a nuestro Discord!

Gente, si les gusta esta novela y quieren apoyar el tiempo y esfuerzo que hay detrás, consideren apoyarme donando a través de la plataforma Ko-fi o Paypal.