Remake Our Life!

Vol. 10. Capítulo 3. Sin Vuelta Atrás Parte 1

Al llegar junio, por fin nos sentamos a hablar sobre el proyecto de graduación, cuya fecha límite se nos venía encima, y decidimos llegar a una conclusión.

—Entonces, lo presento con esto, ¿sí?

La reunión de planificación se llevó a cabo en la sala común de la casa compartida. Todos los demás miembros, excepto yo, asintieron al unísono, y con eso quedó decidido.

Al final, el proyecto en esta ocasión se pensó priorizando, por encima de todo, «hacerlo y entregarlo». Se elaboró desde un punto de vista completamente distinto a los que habíamos hecho antes. Por eso, en el mismo instante en que se decidió, ya se volvió claramente distinto de los anteriores.

—Ah, con esto ya nos graduamos, ¿no?

—¡Sí! Ahora podré concentrarme en el entrenamiento sin preocupaciones!

—Oye, ¿no se están adelantando un poco? ¡Si ni siquiera lo hemos hecho todavía! —Nanako intervino ante la actitud de Tsurayuki y Hikawa, que ya daban la situación por concluida.

Antes que entusiasmo o motivación, flotaba en el aire la sensación de haberse quitado un peso de encima. Era, sin lugar a dudas, un inicio inusual.

—Oye, aquí hay una parte que todavía está en «pendiente», ¿qué hacemos con eso? —Shinoaki, señalando la propuesta de proyecto, me preguntó.

—No puedo decidirlo de inmediato, pero mientras hagamos la búsqueda de locaciones lo iremos rellenando.

—Ya veo, entonces me quedo tranquila~.

Al lado de Shinoaki, que mostraba alivio, también Kawasegawa dejó escapar un suspiro de descanso.

—¿Y tú, Kawasegawa, también lo aceptaste?

—Bueno, no es que esté completamente de acuerdo, pero… —Dijo eso y, tras añadir un «aunque bueno», continuó—: Con este contenido, creo que está bien decidirlo de la manera en que lo propusiste tú, Hashiba.

—…Cierto.

Ambos asentimos, como si hubiéramos llegado a un acuerdo.

Hojeé rápidamente la propuesta que tenía a mano.

El proyecto consistía en un video de guía turística de Osaka, que también había surgido en la reunión anterior. A eso se le agregaba un ligero tinte dramático, pero siendo sincero, ni ofrecía novedad ni despertaba especial interés.

Sin embargo, sí se pensó en la facilidad de rodaje: la protagonista sería Nanako, actuando en solitario frente a la cámara como si esta fuera su interlocutor, a lo que se añadirían narración y subtítulos. Todo sería grabado en video, con una duración aproximada de quince minutos. Por eso, con una o dos salidas de rodaje se terminaba, y hasta contando la edición, calculábamos tenerlo listo en más o menos una semana.

Aun así… no es que sea interesante… ¿verdad?

Que el propio creador de la idea lo dijera era una violación de las reglas, lo sabía. Pero comparado con las demás propuestas que habían surgido, y considerando la motivación del grupo, este proyecto era, con diferencia, el más «seguro».

Si lo pensaba en conjunto, creía que con esto estaba bien.

—Gracias a todos por reunirse hoy. Bueno, entonces, disolvamos la reunión.

Todos respondieron al unísono con un «¡Buen trabajo~!» y la sesión terminó sin problemas.

Mientras cada uno volvía a su cuarto o se preparaba para marcharse…

—Hashiba, —Kawasegawa se me acercó rápidamente—. Ya sé que lo entiendes, pero procura no preocuparte demasiado.

—Estoy bien, también son necesarias estas cosas.

Seguro había notado que yo estaba dándole demasiadas vueltas al asunto. Con Kawasegawa sentía que no podía ocultar nada, hiciera lo que hiciera.

—Si es así, perfecto. Por cierto, ¿ya sabes lo de mañana? —Cambiando de tema, me preguntó por los planes.

—A las cuatro en el Spade, ¿no? Me llegó el correo ayer.

Para el día siguiente, había concertado junto a Kawasegawa una cita con una persona poco común. Claro que no lo decía en el sentido de un bicho raro.

—Me pregunto qué querrá ese Kuroda.

—Ni idea, pero no creo que nos haya citado solo para charlar.

Era un compañero de carrera con el que casi nunca quedábamos de manera formal.

Al día siguiente. Kawasegawa y yo fuimos a Spade, la cafetería del campus, y al ver a Kuroda ya sentado junto a Saikawa, intuimos de inmediato de qué iba a tratarse.

Seguro que tiene que ver con el anime.

Ya había escuchado un poco de la propia Saikawa, y al sentarnos pensé que probablemente se trataba de eso.

—No voy a dar rodeos. El proyecto del anime se canceló. —Kuroda lo soltó con frialdad, sin mostrar ninguna emoción en particular.

—Pero, ¿por qué tan de repente…?

Cuando le pregunté, Kuroda rio como siempre, con un «Jijí», y dijo:

—La explicación es simple. El dinero desapareció. Fue por la crisis de las hipotecas subprime, la del «Lehman Shock».

—Ah… —Kawasegawa y yo dejamos escapar la voz al mismo tiempo.

—La empresa que nos patrocinaba no pudo mantenerse a flote después de eso. —Kuroda resopló por la nariz y comenzó a explicarnos la situación.

Su proyecto de anime consistía en producir una película para cine de 90 minutos. Tras usar sus contactos y vender la idea en varios sitios, una empresa dedicada principalmente a la gestión de salas de pachinko [1] se interesó, aceptando financiarlo con un apoyo total.

Aunque formalmente se había establecido como un comité, la financiación en realidad estaba casi toda concentrada en una sola empresa. Además, al tratarse de una compañía que no cotizaba y dirigida de manera autoritaria por su presidente, las aprobaciones formales prácticamente no existían, y todo avanzaba bajo sus decisiones unilaterales.

Por muy talentoso que fuera Kuroda, siempre había pensado que era imposible que un comité aprobara invertir cientos de millones en un proyecto presentado por estudiantes…

Con esa estructura, por fin lo entendía.

—Pero todo eso se vino abajo. El presidente dejó de estar localizable, los fondos de producción que salían cada mes se interrumpieron de repente, y el proyecto dejó de avanzar en un abrir y cerrar de ojos. Intenté como fuera encontrar otra empresa que lo sustituyera, pero en estos tiempos no vas a dar con un dueño tan excéntrico. Y así fue como todo se acabó.

Apenas unos días antes se había decidido la disolución del comité. La sección de producción también ya se había disuelto, y Kuroda contó que estaba corriendo de un lado a otro para vaciar la oficina.

—El inversor está hablando de liquidar los gastos de producción actuales, así que, en caso de retomar el proyecto, habría que levantarlo desde cero con un nuevo comité.

Si la situación ya había llegado hasta ese punto, entonces sí, ya podía considerarse terminado.

—No es por nada, pero este proyecto iba sobre ruedas. No hubo disputas con el reparto ni con la estrategia de medios, y los patrocinadores estaban de acuerdo. Hubo algunos roces menores, claro, pero el impacto sobre el conjunto del proyecto fue mínimo.

Ni siquiera en lo relativo al personal hubo problemas: empezando por Saikawa, los equipos estaban bien organizados. Los animadores novatos aprendían dibujo de los veteranos, y a la inversa, los más jóvenes incorporaban técnicas modernas de coloreado y las últimas tendencias. Todo marchaba demasiado bien, incluso.

Kuroda frunció el ceño, se rascó la cabeza y dijo:

—Fue un error mío. Si dependes demasiado de una sola empresa para el dinero, inevitablemente entras en un cuello de botella. Hay que diversificar el riesgo todo lo posible, pero como ese presidente entendía a fondo el proyecto y además tomaba decisiones rápido, terminé por aprovecharme demasiado de esa conveniencia. El haberme confiado fue la causa. Me faltó estudiar más.

Kuroda se culpó a sí mismo con esas palabras, pero en realidad no había otra forma de llamarlo más que mala suerte.

Cuando coincidían desastres financieros de magnitud digna de manuales de historia, no era un asunto que dependiera de la capacidad de Kuroda. Simplemente, le había tocado un pésimo momento.

Ahora que lo pensaba, no había traído conmigo el recuerdo del «Lehman Shock» [2] .

Yo había llegado a este mundo con recuerdos de diez años en el futuro, pero no eran completos: también existían fragmentos borrados.

En especial se notaba con los grandes sucesos o desastres naturales. Los terremotos, por ejemplo, siempre los recordaba recién después de que ocurrían, y en este caso, con la crisis del Lehman Shock, también fue al ver las noticias que pensé: «Ah, claro, fue en esta época».

Supongo que estaba hecho de manera que no pudiera influir en los grandes acontecimientos.

Seguramente, de ahí en adelante, ese tipo de eventos continuarían aumentando.

—Y entonces, lo que nos contaste no fue solo para desahogarte, ¿verdad?

Con las palabras de Kawasegawa, volví de mis pensamientos al tema presente.

Kuroda asintió con fuerza y dijo:

—Exacto. Como resultado, Saikawa se quedó completamente libre, así que pensé en si no habría algún trabajo para ella.

—¡Sí, así es! ¡Me volví una desempleada!

Aunque más que desempleada, sigue siendo estudiante , pensé, pero dejé ese detalle de lado.

—El trabajo de apoyo en Million Soft terminó, y justo cuando pensé «bueno, ahora qué sigue», no se me ocurrió nada en absoluto.

—Ah, pero, ¿no te ofrecieron ofertas para seguir trabajando allí?

—Sí, pero la empresa era tan aburrida… nunca intentaban nada nuevo. Así que pensé que mejor no. —Saikawa lo soltó con toda naturalidad frente a una gran compañía. Daba la impresión de que ya desde ese entonces mostraba señales de convertirse en una gran ilustradora.

—Así que, si es posible, Hashiba, preséntale algún trabajo. Por supuesto, solo dentro de lo que puedas.

—Está bien, entendido. —Pensé que podría consultarlo un poco con el editor de Shinoaki, o incluso con Tsurayuki.

—¿Y tú, Kuroda, qué piensas hacer?

Ante la pregunta de Kawasegawa, yo también miré hacia él.

—Bueno, hay que empezar de cero. Así que lo mejor será olvidar este proyecto por ahora y pensar en lo siguiente.

Parecía, cosa rara en él, que no tenía nada concreto decidido.

El proyecto en el que había trabajado tan a fondo se había venido abajo por causas fuera de su control. Seguramente, en el fondo debía estar desanimado.

—¡Yo creo que Kuroda-san otra vez sabrá engatusar a algún millonario y levantar un gran proyecto, confío en eso!

Saikawa lo dijo con un tono travieso, y él replicó:

—Cállate ya, tú concéntrate en buscar tu propio trabajo. Apenas tenga un proyecto, te llamaré enseguida.

—Sí, sí, cuando lo tengas voy~.

Ante el intercambio de los dos, todos terminamos riendo juntos.

La reunión en la cafetería terminó y, sin que pasara nada más en particular, nos separamos. Después de despedirnos de Kuroda y de Saikawa, que subieron al bus rumbo a la estación…

—Normalmente, después de esto los estudiantes irían a un karaoke o a beber algo, ¿no? Quizá somos raros por hacer algo tan seco, —murmuró de pronto Kawasegawa.

—¿Qué pasa, por qué lo dices así de repente?

Era raro escucharla decir algo así.

—En mi trabajo a medio tiempo, vienen estudiantes de universidades comunes, y cuando hablamos de cómo lo pasan en la universidad, casi siempre terminan contando cosas de ocio.

Lo entendía bien. Yo mismo, en el mundo de donde venía, había asistido a una universidad común, y supuse que así eran las cosas.

—Pero nosotros no tuvimos mucho de eso, ¿verdad? Por supuesto, no pienso que haya nada malo en ello. Solo digo que tampoco es raro interesarse por un mundo distinto.

—Es que son experiencias que no hemos tenido.

Por mi parte, yo estaba interesado en la vida de los estudiantes de arte. Por eso pensaba que esta vida que ahora llevaba era muy fresca y divertida. En cambio, Kawasegawa solo conocía esta, así que al final era lo mismo para ambos.

—Me pregunto cómo habría sido si hubiéramos asistido a una universidad normal. Bueno, yo me voy entonces. —Me di la vuelta hacia Kawasegawa y empecé a bajar la colina de Geisaka.

Pero justo al dar el primer paso…

—Un momento, —me llegó desde atrás la voz de ella, extrañamente grave—. ¿Acaso me estás poniendo a prueba? ¿O te estás burlando de mí? —Cuando me volví, me encontré con su mirada fría, como si la hubiera poseído algún espíritu rencoroso.

—¿Qué quieres decir…?

Le pregunté con cautela, y ella replicó:

—¡Con la conversación que tuvimos, lo lógico era que dijeras «entonces vamos a beber algo», ¿no?! ¡Y encima, por qué tengo que ser yo la que lo diga! —Con un torrente de palabras, me lanzó frases cuyo sentido no era otro que: «Tengo ganas de beber, ¿no lo entiendes?».

—Pe-perdón, no me di cuenta.

En realidad sí lo había notado. Mejor dicho, desde que ella sacó el tema, había sospechado que era una señal para salir a beber.

Pero fingí no darme cuenta.

La razón era sencilla:

Con este ánimo, Kawasegawa casi siempre acaba emborrachándose de mala manera.

Apenas unos días antes ya había pasado, pero por más que ocurriera, Kawasegawa nunca aprendía la lección en ese aspecto. Era una de las pocas y claras debilidades de alguien que, en casi todo lo demás, solía ser impecable.

Aun así, cuando en una ocasión le hablé un poco en tono de sermón estando sobria, comenzó a deprimirse seriamente, de modo que terminé sin poder decir nada más.

Como me había ayudado en infinidad de ocasiones, trataba de verlo como un balance, pero, siendo sincero, se había convertido en una chica terriblemente molesta.

—…Entonces, ¿de verdad querías ir tanto? —le lancé una pregunta cuya respuesta ya conocía.

—Perdona por querer, ¡sí que quiero ir! ¡¿Podrías dejar de mirarme como si fuera una alcohólica?!

Me tragué las palabras que casi se me escaparon: «Pero si lo eres, ¿no?».

—Oye, ¿entonces me prometes algo?

—¿Qué cosa?

—Que no beberás de más.

—…… —Kawasegawa guardó silencio.

Ella no podía decir frases del tipo «lo intentaré aunque no pueda lograrlo», así que el hecho de quedarse callada en ese momento significaba, probablemente, que no podía prometer «no beber demasiado».

Por eso, en lugar de responder a mi pregunta, Kawasegawa dijo:

—Bien, vamos ya. En el sitio de siempre está bien, ¿verdad?

—¡Eh! ¡Te lo ruego, prométeme al menos eso! ¡Por favor!

La seguí mientras ella se encaminaba rápidamente hacia Geisaka, repitiéndole con insistencia lo mismo una y otra vez. Aunque pensaba que seguramente sería en vano.

Tal como había previsto, mis esfuerzos también resultaron inútiles aquel día.

—Fuu, bueno, más o menos lo logré manejar.

Solo podía desear fervientemente que, al menos de ahí en adelante, dejara de guardar las llaves de la casa en el bolsillo interior de la ropa.

Gracias a eso, terminé teniendo que hurgar entre la ropa de una Kawasegawa completamente ebria, y luego inventar un montón de excusas engorrosas cuando ella despertó.

De verdad esperaba que, para cuando se convirtiera en una adulta trabajadora, al menos corrigiera ese mal hábito con el alcohol. Lo deseaba de corazón.

—Los subordinados que salgan a beber con esa chica van a sufrir bastante, ¿no?

Quizá, en algún otro mundo, existió un futuro en el que yo me convertí en eso. En el mundo del futuro, como yo estaba casado, casi nunca salía a beber a solas con ella.

Con mucho esfuerzo logré empujar a Kawasegawa dentro de su casa y regresé a la casa compartida cuando ya casi estaba por cambiar el día.

—Ya estoy en casa…

Al abrir la puerta de la entrada, me recibió la oscuridad y un silencio absoluto.

—Ah, cierto, hoy no había nadie…

Tsurayuki estaba en Tokio para una reunión, Nanako había vuelto a su casa por unos días para grabar videos, y Shinoaki estaba en una especie de retiro artístico en casa de una amiga ilustradora. En fin, todos estaban fuera.

Cuando encendí la luz de la sala, apareció el paisaje habitual.

Pero allí no había nadie. Hasta hacía un año, siempre había alguien en la sala, y ruidos que provenían de otras habitaciones.

Últimamente, esos días en los que no había nadie en casa se habían vuelto comunes.

—Es algo bueno, en realidad…

Significaba que todos habían empezado a desarrollar sus propias actividades. Y fui yo mismo quien deseó que eso ocurriera y actuó en consecuencia, así que esta escena no tenía nada de extraño.

Lo que veía ahora no era más que la forma que realmente debía tener todo.

Fue más o menos en la época en que Tsurayuki ganó el premio de nuevos talentos. Cuando terminó el festival universitario y también la competencia de videos, ya había tenido una experiencia similar. Pero en aquel entonces todavía era algo temporal. Las actividades de todos nacían desde aquí y aún solíamos reunirnos con frecuencia.

Ahora, al fin, sentía que todo eso estaba llegando a su verdadero final.

Una casa compartida mixta. Al principio me preocupaba qué clase de ambiente sería, pero ahora ya se había convertido en un buen recuerdo.

—Pronto, todos se marcharán también, ¿verdad?

Tsurayuki seguramente regresaría a la región de Kanto. Nanako y Shinoaki, no sabía qué decidirían, pero era poco realista pensar que permanecerían indefinidamente en la casa compartida.

Graduación. Esa palabra todavía no me parecía real.

Subí las escaleras hasta el segundo piso y entré en mi habitación.

En aquellos seis tatamis solo tenía una cama, un pequeño escritorio y una estantería; nada más llamaba la atención. Durante los tres años completos de vida allí me había cuidado de no aumentar mis pertenencias, para poder marcharme con facilidad en caso de ser necesario.

Pero ahora, incluso a esa habitación tan austera, había comenzado a tomarle cierto cariño. Cada vez que volvía allí, podía tranquilizarme y reflexionar. Sin darme cuenta, se había transformado en un espacio así.

Me senté en la silla y encendí el ordenador.

Ese día afuera también estaba tranquilo. Como era un barrio estudiantil, normalmente siempre había alguien haciendo alguna reunión o bebiendo en la calle. Que todo estuviera tan silencioso me hizo sentir incluso que era una especie de coincidencia.

Una habitación sin sonido. Excepto por el leve zumbido del motor del PC, solo podía oír mi propia respiración. Al quedarme quieto, una sensación extraña se fue colando dentro de mí.

Era como si algo me presionara desde dentro, y al mismo tiempo, por más que me moviera, no pudiera agarrar nada.

—¿Soledad… tal vez?

Si utilizaba las palabras que la profesora me había dicho, probablemente era eso.

Ser productor era un rol solitario. Yo todavía ni siquiera había entrado al trabajo en sí, pero quizá ya había probado un poco de esa sensación, o al menos su indicio.

—No soy el único, claro.

Incluso todos en la generación de Platino, cuando estaban creando algo, estaban solos. Ya había visto muchas veces lo duro que podía ser y lo había sentido junto a ellos.

Pero la única diferencia era que ellos, al seguir creando constantemente, podían expulsar esa sensación hacia afuera. Para el productor eso era difícil. Aunque pudiera manejar distintos proyectos y mantenerse ocupado, por su rol siempre llegaba un momento de calma.

En ese tiempo de nada, la soledad atacaba.

Mientras miraba el techo, que no cambiaba, pensaba en los compañeros que habían estado conmigo hasta hace poco.

—Kawasegawa quizá también esté igual…

Ella, que originalmente quería ser directora, estaba poco a poco trasladando su enfoque hacia la producción. La inteligente Kawasegawa conoció sus propias habilidades antes que yo y, en cierto modo, ya se había resignado a seguir ese camino.

Pero entender algo con la cabeza y entenderlo con el corazón eran cosas distintas. Seguro que dentro de ella todavía había conflictos, y yo pensaba que eso era lo que salía cuando bebía alcohol.

Dentro de ella, las reuniones con alcohol o el karaoke que suelen hacer los estudiantes normales probablemente no le interesaban demasiado. Solo que, al no tenerlo dentro de sí, lo deseaba.

—…Hablando de eso… —Al recordar a Kawasegawa, me invadió una sensación extraña.

Era algo del pasado.

Bueno, era del presente, pero se sentía como algo muy lejano.

Hace trece años. Cuando elegí mi primera universidad. Una universidad privada bastante conocida en las afueras de Kioto, facultad de economía. Recordé mi vida universitaria allí.

Aquella vida había sido exactamente como la de un «estudiante normal» de libro: estudiaba lo justo, me dedicaba a actividades de clubes y a trabajar medio tiempo, y para tercer año ya había empezado la búsqueda de empleo.

—Me pregunto cómo estarán todos… —Me pregunté cómo estarían ahora los amigos que había hecho en esa universidad.

Por supuesto, sabía cómo averiguarlo. Después de todo, yo había estado allí, así que había muchas formas de conocer sus trayectorias.

Con los dedos todavía recordando los movimientos, escribí rápidamente la URL.

—Veamos… la página del club, el grupo de redes sociales… aquí está. —Presioné Enter y en la pantalla apareció la página principal del sitio web que había quedado en un rincón de mi memoria—. ¡Ah, esto es, esto es!

El Club de Investigación Publicitaria. El club al que había pertenecido en mi universidad anterior.

Era un club dedicado a estudiar anuncios y comerciales, incluyendo preparación para el empleo. Pero, como en el caso del club de investigación de arte, se había estado desmoronando justo cuando yo me uní.

Así que dos de mis compañeros comenzaron a crear distintos proyectos para levantar el ánimo del club y aumentar los miembros. El sitio web era parte de ese esfuerzo, hecho completamente a mano.

—Si recuerdo bien, esto lo hizo Hayakawa y yo le añadí algunas cosas… —Recordé al amigo con el que más había compartido en la universidad anterior. Los dos nos esforzamos por aprender código y construir aquello desde cero.

Por supuesto, en este mundo todas las partes en las que yo había trabajado habían desaparecido o se habían reemplazado por otras. Esto era especialmente evidente en el contenido del sitio.

—Vaya, hay muchas cosas que son diferentes. Ni siquiera las secciones están completas…

Las presentaciones de las agencias, que preparé para la preparación laboral, ahora eran simples catálogos, y el «Top 100 de anuncios famosos», que había iniciado y que había ganado algo de popularidad, había desaparecido por completo.

Una sensación extraña, mezcla de recuerdos y desajuste, se apoderó de mí.

Era irónico, pero me daba cuenta de que realmente había retrocedido en el tiempo para rehacer mi vida. Conocer las diferencias respecto al mundo del que había venido lo hacía aún más evidente.

—Veamos, aparte de eso… cierto, también está el diario.

El blog que todos escribíamos por turnos. Aunque muchos se saltaban su turno por una razón o por otra y yo terminé escribiendo casi la mitad, en este mundo parecía que todos compartían la tarea de escribir de manera equilibrada.

Había nombres y artículos que me resultaban familiares. Algunos estaban prácticamente tal como los recordaba.

—¿Ah, fue cuando Miyucchi dijo que había fallado la entrevista del trabajo? Y Sagara… apenas empezaron a salir y ya no paraba de presumir.

Leí cada perfil y los diarios a los que conducían, y empecé a seguir los eventos desde tres años atrás, uno por uno.

—…¿Eh? —De repente, volví en mí—. ¿Qué me pasaba…? —Cerré de golpe todas las pestañas abiertas del navegador y eliminé las URL del historial.

En la habitación, que seguía en un silencio absoluto, solo se escuchaba mi respiración agitada. El sudor me cubría todo el cuerpo, pero no era solo por el calor.

—¿Por qué… por qué siento esto…? —No podía creer que esa emoción surgiera allí mismo.

Con cautela, empecé a seguir la corriente de lo que sentía.

—Probablemente sentí nostalgia, ¿verdad?

Al igual que antes, cuando recordé de repente los recuerdos de aquella desarrolladora de juegos bishoujo , los recuerdos de mi antigua universidad no eran particularmente fuertes. En comparación con la vida que llevaba ahora en la universidad de arte, esos cuatro años parecían haber sido desperdiciados.

Por eso, en toda mi vida universitaria en la universidad de arte nunca había soñado con ese periodo, ni había sentido nostalgia al recordarlo. Por eso, ahora que yo mismo buscaba y recordaba esos recuerdos, la sensación que me invadió fue indescriptiblemente…

…aterradora.

—¿Por qué…? ¿Por qué siento algo así…?

Nunca habría pensado que podría experimentar emociones como esa.

No era que lo tuviera prohibido dentro de mí o algo así. Había surgido la oportunidad, y porque Kawasegawa había hablado de aquello, tal vez no era algo de lo que debiera preocuparme tanto.

Pero yo tenía miedo. Después de tres años en un sueño del que no despertaba, de repente la realidad parecía crecer de golpe, y esa sensación se levantaba dentro de mí. Sumado a la vez anterior, cuando había visto repentinamente mi antiguo lugar de trabajo como un buen sueño, la ansiedad había ido en aumento.

De hecho, el hecho de que mi realidad actual pudiera cambiar con tanta facilidad ya había sido demostrado cuando fui transportado al mundo de 2018.

Y lo más aterrador era que, aunque recordaba haber ido y vuelto, no podía recordar claramente el momento, ni el motivo, ni quién me había llevado allí y me había traído de vuelta. No parecía algo que pudiera olvidarse tan convenientemente, así que seguramente había habido algún tipo de manipulación.

Me pregunté si algo así volvería a suceder.

—¿Y si este recuerdo fuera un presagio?

La dulzura y la calidez de la nostalgia se me habían vuelto de repente aterradoras, y era debido a esas experiencias y recuerdos.

Apagué el ordenador y me dirigí al armario.

Cada vez que me había perdido o que mi voluntad flaqueaba, había recurrido a mis propios indicadores. Al abrir la puerta corrediza, todavía estaban allí, firmes.

La montaña de notas adhesivas pegadas en todas partes había disminuido, con muchos ya completados. Ahora, cuando todos habían empezado a caminar por su propio camino, solo quedaba una de ellas sin cumplir:

«Crear la mejor obra juntos».

No sabía cuántas veces la había visto. La nota adhesiva que tenía en la mano había perdido su color original, y las letras escritas con pluma comenzaban a desvanecerse.

El propósito escrito en ella, con el paso del tiempo, había ido dejando ver los problemas reales que debían resolverse para cumplirlo, y se había hecho evidente lo difícil que era.

Aun así, yo no me rendí.

Después de todo, no era pronto. Justo allí debía existir un entorno donde se pudiera hacer realidad.

—Lo único que falta soy yo.

Si luchaba con más desesperación y lo agarraba con fuerza, ese objetivo no terminaría siendo un sueño.

Tomé una gran bocanada de aire, volví a colocar la nota adhesiva y cerré la puerta corrediza.

Cuando finalmente tuviera en mis manos esa obra aún no vista, pensé que tal vez esta larga producción mía se completaría.

—¡Paisen! ¡Por aquí, por aquí~!

Al bajar en la estación Tamatsukuri de la línea circular y pasar por la taquilla, la enérgica voz de Takenaka-san llegó a mis oídos.

Ese día habíamos ido a Osaka para una inspección de locación como preparación para el rodaje del proyecto de graduación. La mayoría de los miembros nos habíamos citado en la estación Kishi, pero ella había llegado antes, así que nos tocó recibirla en el lugar.

—Takenaka-san, gracias por el buen trabajo.

—¡No, no~! ¡Ustedes también, senpais, se han esforzado mucho!

Ella hizo una reverencia profunda, y Nanako, con una expresión de extrañeza, preguntó:

—Pero, ¿por qué una estudiante de segundo año como Takenaka-chan viene a la inspección?

—Sí~… ahora que lo dices, ¿por qué será?

Shinoaki y los demás también parecían haberse planteado esa duda.

—Verán, pues… ¡simplificando, como estaba desocupada, cuando escuché de Paisen sobre la inspección, pensé que sería bueno ayudar para aprender de cómo es!

—¡¿En serio?! ¡Takenaka, veo que estudias con tanto empeño!

Cuando Hikawa dijo eso sorprendido, Kawasegawa, con sus habituales ojos penetrantes, añadió:

—También es porque quiere estar con Hashiba, ¿verdad? Sabes cómo es esta chica.

—¡Eeek! ¡Kawasegawa-senpai, tan perceptiva como siempre! ¡En realidad, hay siete partes de diversión y tres de estudio!

—Mejor que lo pongas al revés, por favor…

Dijo suspirando, mientras al lado Nanako me miraba con una penetrante mirada, a la par de Kawasegawa. Cada vez que salíamos en grupo, no dejaban de lanzarme pequeños pinchazos.

...Probablemente todo es mi culpa...

Si me quejara, seguramente Eiko Kawasegawa-san empezaría a explicar todo con lógica y detalle de por qué no tenía derecho, así que no me quedó más que callar y aguantar.

—Bueno, vamos, por ahora, no podemos retrasarnos; si se llena, ni podremos tomar fotos de referencia.

Tsurayuki habló en el momento justo, y…

—¡¿Verdad, verdad? ¡Vamos~!

Takenaka-san se unió, y nos dirigimos hacia el destino.



[1] Máquinas recreativas japonesas parecidas a un cruce entre pinball y tragamonedas. Se usan para entretenimiento y, en muchos casos, apuestas indirectas: los jugadores ganan bolitas metálicas que luego cambian por premios o fichas canjeables por dinero fuera del local.

[2] Se refiere al impacto y pánico financiero mundial desencadenado por la quiebra de Lehman Brothers en 2008, la mayor bancarrota empresarial de la historia de EE.UU. en ese momento, que provocó una congelación del crédito global, un desplome bursátil similar a la Gran Depresión y el inicio de una recesión económica mundial debido a la desconfianza en el sistema financiero.


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