Remake Our Life!

Vol. 10. Capítulo 3. Sin Vuelta Atrás Parte 2

La ciudad de Osaka, al haber sido escenario de diversos sucesos y guerras a lo largo de la historia, conservaba por todas partes numerosos sitios históricos. Además, al existir vestigios desde la antigüedad hasta la Edad Media y la era moderna, era tanto que, si no se hacía una selección, era imposible presentarlos todos.

—Llegamos, aquí es.

Este sitio histórico, situado a pocos minutos a pie de la estación, era uno de los lugares más famosos. Entre los edificios del centro, se encontraba un santuario rodeado de bosque, y en su interior se alzaba la imponente estatua de bronce de un guerrero.

Para los amantes de la historia, era un lugar tan famoso que no necesitaba explicación.

Sin embargo, para quienes no sentían interés por esos temas, seguía siendo un misterio.

—¿Este lugar es famoso? Yo no lo conozco muy bien…

Nanako parecía no tener idea de qué sitio era.

Tsurayuki, por supuesto, lo conocía, y suspirando dijo:

—Al menos debes saber quiénes fueron Hideyoshi Toyotomi y Ieyasu Tokugawa, ¿no?

—¡No-no me subestimes! Claro que los conozco. Mi ciudad natal, ya sabes, fue gobernada por el clan Ii.

La ciudad natal de Nanako, Hikone, era la sede de la familia Ii, un clan fudai [1] que fue uno de los principales vasallos de los Tokugawa. Por supuesto, conocía bien la historia local.

—Entonces, ¿sabes que el hijo de Hideyoshi y Ieyasu se enfrentaron en batalla?

—Su-supongo que… más o menos.

Nanako respondió con inseguridad, desviando la mirada. Tsurayuki sonrió con cierta ironía y explicó:

—Hubo una batalla llamada «el sitio de Osaka». Durante ese conflicto, la fortaleza construida por los Toyotomi fue la llamada Sanadamaru.

—Va-vaya, no sabía eso.

Aunque no entendía del todo, Nanako parecía impresionada. A su lado, Takenaka-san brillaba con entusiasmo:

—¡Nobushige Sanada! Generalmente es más conocido como Yukimura, pero en este castillo repelió con éxito al gran ejército Tokugawa.

—Oh, Takenaka-san, ¿entonces sabes de historia?

—¡Sí, me gusta bastante, incluso he ido a Matsushiro!

—¡Vaya, eso es impresionante! Entonces, hablemos de los ronin…

Tsurayuki, entusiasmado, comenzó a hablar sobre Matabei Goto y sobre cómo Katsunaga Kori merecía más reconocimiento. Al parecer, Takenaka-san era una verdadera aficionada a la historia.

—Así que era un lugar tan famoso~, —dijo Shinoaki, que asentía con un «hm, hm» mientras sostenía la cámara. Al parecer, ella también tenía un nivel de conocimiento parecido al de Nanako.

—¡Yo, por supuesto, lo sabía! ¡Porque Sanada también tiene relación con los ninjas! —dijo Hikawa. Como él había participado en dramas de época, parecía tener conocimientos más sólidos de lo normal.

Aun así, en términos generales, no cabía duda de que la mayoría apenas habría escuchado el nombre de Sanada Yukimura y poco más.

Pasados unos años recibirá atención gracias a una adaptación televisiva…

En la etapa de 2009, quizás no era extraño que la percepción fuera solo de ese nivel.

—¿Y después de esto, qué lugares vamos a recorrer hoy?

Preguntó Kawasegawa, así que abrí la agenda.

—Veamos… después de esto iremos al Castillo de Osaka, luego al Parque de la Expo, y por la tarde hacia la bahía, en dirección a la zona industrial… —expliqué, siguiendo el orden del cronograma de rodaje.

Mientras le iba dando la hora y el lugar, Kawasegawa me señalaba con precisión las dudas que surgían. Gracias a eso, los huecos que quedaban en mi propio entendimiento se iban rellenando de manera impecable.

Siempre lo habíamos hecho así, construyendo juntos, ¿verdad…?

Aunque con algunas variaciones, siempre habíamos trabajado en este equipo para crear cosas. Y con el tiempo, Kawasegawa empezó de manera natural a apoyarme. Gracias a ella pude evitar muchos errores de antemano, y en ocasiones con poco tiempo organizaba el plan contando desde el principio con su ayuda.

Y no era solo ella. También me apoyaba en las capacidades de Tsurayuki, Nanako y Shinoaki, además de la ayuda de Hikawa como soporte, y más adelante la fuerza de Saikawa.

Este proyecto era mucho, mucho más pequeño en contenido y escala, pero en cierto sentido quizá tendría valor por ser algo hecho en esta forma.

Crear un último recuerdo, ¿eh?

Nunca había pensado en algo así hasta ese momento.

Al estar a punto de graduarme, me sorprendía darme cuenta de que empezaba a pensar en cosas como esas; sentía una especie de admiración por ello.

—Oye, Hashiba.

La voz de Kawasegawa me devolvió de golpe a la realidad.

—Ah, pe-perdón, me quedé un poco en las nubes. ¿Qué pasa?

Ella suspiró.

—¿Otra vez pensando demasiado? Últimamente lo haces muy seguido… pero, ¿estás bien?

Pensé que si le decía que estaba sumido en los recuerdos acabaría preocupándola aún más, así que respondí sonriendo:

—No es nada, de verdad.

—Ya… Bueno, si es algo que se pueda solucionar, yo te ayudaré, así que dímelo, ¿sí?

Era, sin duda, algo digno de agradecer.

Había decidido no guardar secretos a Kawasegawa, pero también me esforzaba por no contarle cosas que solo la pondrían en aprietos.

Si le hablara de cada sensación pasajera de vacío o de soledad que me llegaba de repente, sin que ni siquiera se tratara de un problema real, ella no sabría cómo reaccionar.

—Mira, parece que la sesión de Shinoaki ya está por terminar.

—Tienes razón, debemos movernos. —Tomé el equipaje y comencé a caminar junto a Kawasegawa.

Era pleno verano, y el calor estaba en su punto más alto. Con una mochila llena de material de rodaje y documentos a la espalda, el sudor me corría como una cascada.

Aun así, incluso con aquella incomodidad, el simple hecho de estar en movimiento era algo bueno. El cuerpo y la mente estaban conectados. Eso, al menos, lo había aprendido en mi vida estudiantil.

Más que preocuparse, había que crear.

Gracias a esa convicción había llegado hasta allí. Seguramente no solo en la vida universitaria, sino en otros ámbitos también sería así.

—Crear… ¿eh?

Lo pensé de repente.

Ese proyecto. Si pudiera dar forma a aquella obra.

Mystic Clockwork…

Tal vez lo que más necesitaba en ese momento era precisamente esa obra.

Pero, en este momento, no era más que un sueño en papel. Aunque había avanzado poco a poco con la planificación, no había tenido mayores progresos.

Sin un medio ni un espacio para presentarlo, no podía dedicarme de lleno ni hacerlo avanzar.

Había en mí una especie de vacío, algo indefinible y difuso. Y, en ese momento, yo no era capaz de comprender qué era exactamente.

Tal como estaba previsto, la exploración de locaciones terminó tras rodear la ciudad hacia el oeste desde el Castillo de Osaka y concluir por los alrededores de Nanko.

Mientras Tsurayuki anotaba algo en sus notas, le dirigí la palabra.

—¿Qué dices, Tsurayuki, crees que podrás armar el flujo?

—Sí… ya logré enlazar las escenas y también han ido saliendo los diálogos principales, así que… bueno, de algún modo resultará.

No era una respuesta muy tajante, pero parecía que podrían avanzar las cosas.

—Kyoya-kun, ¿para cuándo crees que será el rodaje?

Ante la pregunta de Shinoaki, abrí la agenda.

—Será probablemente en julio. Aunque dependerá del horario tuyo y de Nanako.

—Yo estoy bien. Aunque en la segunda mitad quizás me ponga un poco más ocupada.

—Yo también, puede que en la segunda mitad se me haga difícil.

Los tiempos en que organizaban el calendario en torno a la producción habían quedado atrás. Ahora, tenían que ajustarlo principalmente a la disponibilidad de ellas.

Ni siquiera había garantía de que Tsurayuki pudiera escribir todo el guion, así que quizá lo mejor sería separar la trama del proceso de redacción.

En ese tipo de ajustes, ya tengo experiencia de sobra.

No me entusiasmaba, pero si ese era el papel más adecuado para mí, entonces lo asumiría sin más.

—Bueno, terminemos aquí por hoy. Buen trabajo a todos.

Anuncié la disolución de la reunión y todos caminamos juntos en dirección a la estación. Recordé cuando Sayuri-san me había llevado en coche y me había dejado tirado por esta zona. Por suerte, la estación estaba muy cerca; de no haber sido así, habría tenido que caminar una distancia considerable.

Mientras me dejaba llevar un poco por aquella memoria nostálgica…

—Paisen, ¿mañana tienes turno en el trabajo, verdad? —Takenaka me preguntó en voz baja.

—Sí, pero ya va siendo hora de que aparezca algo de trabajo de verdad.

En esos días, como el proyecto estaba estancado, lo único que nos tocaba hacer a los dos era colaborar con la depuración de otros equipos.

—¡Exactamente! ¡Por eso, últimamente es que no sé qué hacer con este cuerpazo, y acabo molestándote a así nada más, Paisen!

—¡No uses expresiones que puedan llevar a malentendidos!

Si Nanako o Kawasegawa llegaban a escuchar aquello de «no sabe qué hacer con su cuerpo», la cosa se volvería realmente engorrosa.

—Bueno, aun así, en este estado solo se está desperdiciando mi talento.

Ella era, a estas alturas, incuestionablemente sobresaliente. No solo podía dibujar, sino también encargarse del diseño; era una integrante sumamente valiosa, y aun así la compañía no estaba sabiendo aprovechar sus cualidades. Se pasaba esperando, o bien repitiendo tareas de depuración, lo que se había vuelto claramente un desperdicio de recursos.

Ese mismo día, como estaba aburrida por lo mismo, la había invitado a salir para despejar la mente. Al parecer, al menos le había servido para cambiar un poco de aires.

—Si mañana no hay movimiento, ¿deberíamos consultarlo con Horii-san?

—¡Hagámoslo! ¡Sí, hagámoslo! ¡Si hay algo que yo pueda hacer, lo haré con gusto!

—Solo vamos a preguntar, todavía no sabemos nada más. —Contuve por el momento el tono de Takenaka, que hablaba como si el problema ya estuviera resuelto.

Horii-san, últimamente, no había intentado acercarse a nosotros; siempre parecía ocupado, ya fuera hablando por teléfono con alguien o asistiendo a reuniones.

Pero soy yo el que se siente un poco incómodo al acercarse primero…

Hasta hacía poco, todavía charlaba con nosotros o incluso iba a almorzar junto al grupo, pero eso también había desaparecido. Me inquietaba un poco pensar en si mañana se presentaría la oportunidad de hablar con él.

Me separé de todos y regresé a la casa compartida pasadas las siete de la tarde. Desde Nanko, que tenía un acceso deficiente con respecto a la universidad, inevitablemente el trayecto con transbordos se alargaba hasta esa hora.

Ya que estaba, aproveché para cenar algo ligero en los alrededores de la estación.

—Bueno, yo vuelvo a casa. Buen trabajo.

Tsurayuki no se dirigió al lugar de trabajo, sino a su propia casa. Shinoaki y Nanako también dijeron que ese día preferían hacer un poco de trabajo ligero y luego descansar, y regresaron a sus habitaciones con un «Buenas noches~».

Por mi parte, aún tenía cosas pendientes al volver a mi cuarto.

Ordenar las fotos de las localizaciones que Shinoaki había tomado ese día. Ajustar el calendario en base a lo que había escuchado de Tsurayuki y los demás. Asegurar el equipo. La lista de tareas pendientes era interminable.

Además, estaba el asunto de un proyecto que había ido avanzando poco a poco. Había empezado con el entusiasmo de «algún día lo haremos todos juntos», pero si las motivaciones empezaban a caer, quizás sería mejor mostrarlo de alguna forma antes de que se apagara por completo.

—¿Mañana debería mostrárselo a Horii-san…?

Quizás lo mejor sería dejar que un profesional revisara la propuesta y, a partir de ahí, ajustarla. De ese modo, al menos no estaría avanzando a ciegas.

Decidí que, aunque fuera poco a poco, debía ir concretando las ideas. Así tal vez lograría despejar un poco mis dudas.

En el instante en que abrí el archivo y estiré las manos hacia el teclado…

—Oh… me llaman.

Sonó el celular con un tono electrónico, y en la ventana apareció un nombre.

Era, justamente, la persona de la que había estado hablando en voz alta: Horii-san.

—Qué raro… que me llame al celular.

Aunque lo veía a menudo en la empresa, rara vez me llamaba por teléfono.

—Horii-san, justo me viene bien. Quería hablar…

Presioné el botón para contestar, pero fui interrumpido antes de poder continuar.

¿Hashiba-kun? Ah, qué bien que logré comunicarme. Tengo algo urgente que decirte. —Me interrumpió. La voz de Horii-san sonaba apurada.

—¿Eh… de qué se trata?

Su tono era bastante serio, claramente distinto del habitual.

¿Qué significaba aquello? La mente, que hasta hacía un instante pensaba en el proyecto, fue forzada a cambiar de modo y se llenó de una atmósfera inquietante.

—Aún hay muchas cosas por confirmar y, sobre todo, no es una buena noticia. Así que quiero que me prometas absoluta discreción. ¿De acuerdo?

—De-de acuerdo.

Era la primera vez que escuchaba a Horii-san hablar con una tensión tan marcada.

Al otro lado de la línea, tras oír cómo aspiraba hondo, me dijo:

—Matsuhira-kun… ha desaparecido. —Me comunicó una noticia sorprendente.

—¿Ma-Matsuhira-san…?

No tendrás idea de algo, ¿cierto?

Hacía poco había hablado con él, pero no había recibido ninguna información especial en esa ocasión. Por lo tanto, le respondí que no sabía nada.

Ya veo… entendido. —Eso fue lo único que dijo y añadió—: Mañana quiero contarte los detalles, así que necesito que vengas más temprano que de costumbre.

Después de indicar aquella hora de llegada inusual, cortó la llamada diciendo que aún debía contactar a otras personas.

Observé el celular que emitía el tono de tuu, tuu y, sin poder evitarlo, murmuré:

—¿Qué… significa esto?

Matsuhira-san había desaparecido.

Si se trataba de un hecho delictivo, no creía que me lo hubieran comunicado, así que no debía ser un asunto de peligro vital; sin embargo, viendo las reacciones apremiantes de Horii-san, tampoco parecía ser algo sencillo o pacífico.

¿Acaso la fricción con los altos cargos había desembocado en algo? Ahora que lo pensaba, incluso cuando conversamos en la cafetería, su comportamiento había sido extraño.

¿Por qué había elegido ese momento para hablar conmigo? Resultaba raro que se pusiera tan serio con un tema de hobbies, y, además, aquellas últimas palabras que dejó atrás…

«Pase lo que pase de ahora en adelante… quiero que sigas amando los videojuegos.».

Si aquello había sido un presagio de su desaparición, era demasiado doloroso.

—¿Qué te ocurrió, Matsuhira-san…?

Todo lo que pensaba hacer se había esfumado de golpe. Recordaba lo que habíamos conversado la última vez que nos vimos, lo que pasaba por su cabeza entonces.

Al despedirnos, había puesto una expresión sumamente solitaria y, al verlo marchar, yo no había podido apartar los ojos de su espalda.

Mirándolo ahora, tal vez eso había sido en realidad una premonición.

¿Qué sería de aquel proyecto que llevábamos adelante? ¿Qué pasaría con Matsuhira-san? Y también, ¿qué sería de Takenaka-san y de mí a partir de ahora?

El mundo que me rodeaba, con esa única llamada telefónica, había dado un giro radical.


[1] Clan fudai (譜代大名, fudai daimyō), era un término para una familia samurái leal a los Tokugawa antes de la batalla de Sekigahara (1600). Se distinguían de los tozama (daimyō externos) y solían recibir cargos clave en el shogunato, gobernando dominios menores pero con gran influencia política.


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