Remake Our Life!

Vol. 10. Capítulo 4. Una Posición de la que No Podía Retirarse Parte 1

A la mañana siguiente. Sin poder dormir casi nada por la preocupación, fui a trabajar a Succeed.

—Buenos días…

Apenas abrí la puerta del departamento de desarrollo, me di cuenta enseguida de que el ambiente ya no era el de siempre.

Las personas que normalmente deberían estar frente a sus escritorios trabajando estaban de pie, formando grupos de tres o cuatro, conversando de manera muy seria. Algunos estaban sentados solos, pero en un estado de completo silencio, incapaces de concentrarse en su labor.

Sin duda, todo se debía al asunto de Matsuhira-san.

—¡Ah, Hashiba-kun, por aquí!

Escuché la voz de Horii-san y miré hacia donde venía.

—¡Paisen! ¡Buenos días…!

Junto a la pequeña sala de entrevistas, vi a Horii-san y a Takenaka-san. Me apresuré a acercarme.

—Esto no es algo para hablar a viva voz, vengan por aquí.

Nos indicó entrar, y Takenaka-san y yo lo hicimos con torpeza. Apenas entramos, Horii-san cerró la puerta con llave, comprobó que no hubiera nadie cerca y nos pidió que tomáramos asiento, para luego sentarse frente a nosotros.

Entonces, con un profundo suspiro, dijo:

—Matsuhira-kun dejó la compañía. Y lo hizo de una manera bastante forzada.

—¿Eh? Entonces, ¿lo de su desaparición tiene que ver con eso…?

Ante mis palabras, Horii-san asintió.

—Sí. Junto con su carta de renuncia, dejó de responder por completo. Al parecer vivía solo, pero incluso ya se había mudado.

Mientras Takenaka-san y yo nos quedábamos sin palabras, Horii-san empezó a contarnos lo ocurrido.

—Respecto al proyecto de Matsuhira-kun, nunca logró llegar a un acuerdo con la directiva, y la situación terminó escalando hasta el límite.

Desde el principio, había estado en constante conflicto con la alta dirección por la forma de llevar el desarrollo y los plazos del cronograma.

Aun así, trataba de encontrar un punto medio con el que ambas partes pudieran quedar conformes, pero nos dijo que, desde que empezó este año, la relación se deterioró de golpe.

—¿Qué fue lo que pasó…?

Horii-san negó con la cabeza, mostrando una expresión dolorosa.

—Hubo una intervención del presidente. Como sabrán, es su padre.

El padre de Matsuhira-san, Tadahiro, actual presidente y fundador, había sido el hombre que levantó Succeed en una sola generación.

Poseía un carisma y una capacidad de liderazgo abrumadoras, además de un gran ojo crítico para los juegos. Aunque no era creador en sí mismo, había descubierto a numerosos talentos uno tras otro, y había hecho crecer la compañía vendiendo las obras en la mejor forma posible.

El cambio de fabricante de juegos bishoujo a desarrollador de videojuegos de consumo general también se debió, al parecer, a su propio juicio.

—Para decirlo de forma simple, Hiro-san… la manera de Tadahiro-san se basaba en una filosofía de «palo y zanahoria» sustentada en la fuerza de voluntad, lo cual estaba en total oposición a un método más elegante.

Tal vez eso encajó bien con una industria y una empresa aún inmaduras, y por ello Succeed había seguido creciendo sin mayores problemas hasta ahora.

Su hijo, Koh-san, también era muy talentoso, y para Tadahiro era motivo de orgullo.

Sin embargo.

—Koh-kun se oponía sistemáticamente al modo de hacer las cosas del presidente. En especial, respecto al ambiente de trabajo, no cedía ni un solo paso.

En casa, aquello había generado fuertes discusiones, pero al menos seguían siendo temas que quedaban dentro del ámbito familiar y no llegaban a convertirse en un gran problema.

No obstante, desde que Koh-san empezó a involucrarse en los asuntos de Succeed, el campo de batalla se trasladó a la empresa.

—Ambos tenían orgullo y convicciones, y ninguno cedía. El presidente también estaba bastante molesto, pero como Koh-kun era indudablemente competente, parece que le permitía cierta libertad en algunos aspectos.

Hasta que, finalmente, la paciencia del presidente llegó a su límite y decidió apartar a Koh-san del proyecto.

—Siempre le habían gustado los juegos y había estado en desarrollo, pero de repente lo transfirieron al departamento de contabilidad. Claro que, pensando en que algún día se convertiría en directivo, no estaba mal que aprendiera sobre números, pero aun así, era demasiado evidente lo que habían hecho, y comentábamos sobre eso.

Debió de ser una decisión dolorosísima. No solo le arrebataron el proyecto que él mismo había concebido y llevado adelante, sino que además lo mandaron a un departamento totalmente distinto. Al pensar en lo que debió de sentir, me dolía el pecho.

—¿Y esa noticia de la transferencia, cuándo se le comunicó a él?

No pude evitar preguntar, y Horii-san, como recordando, respondió:

—A principios del mes pasado… creo que fue por entonces.

Entonces sentí que había encontrado la pieza que me faltaba.

Eso fue justo antes de que nos viéramos en el café.

Después de todo, había una razón detrás de las palabras que me dijo Matsuhira-san en ese momento.

Si tan solo hubiera expresado lo que sentía. Si al menos hubiera podido preguntarle «¿pasó algo?», quizá…

No, quizá nada habría cambiado.

Matsuhira-san es alguien con una fuerte determinación. Incluso aunque yo hubiera dicho algo, daba la impresión de que, para ese momento, ya había tomado todas sus decisiones.

Y sin embargo, al dejar esas palabras tan significativas, me quedó la espina de que tal vez yo debería haber dicho algo más. Esa espina de arrepentimiento no desaparecía.

—Lo de Koh-kun es lamentable, pero para nosotros hay un problema aún más serio que debemos considerar. —El rostro de Horii-san se tornó todavía más severo—. Junto con Koh-kun, diez empleados dejaron la compañía. Todos eran miembros principales de su proyecto, y además, personal de primer nivel dentro del área de desarrollo.

—Eso es… bastante gente.

Succeed contaba con un número considerable de empleados, así que, visto en proporción, diez podía sonar a pocos. Pero si todos eran del equipo principal de desarrollo, la división estrella, aquello debía de ser un golpe muy duro.

—El presidente está tratando de reunir información para contener este alboroto. Es como si un perro fiel lo hubiera mordido. Dejando a Koh-kun de lado, parece que el hecho de que tantos empleados se marcharan aumentó bastante la desconfianza hacia la dirección. Y por eso… —En ese punto, Horii-san interrumpió sus palabras y dejó escapar un suspiro—. Se decidió realizar entrevistas a todos los empleados, incluyendo a los de medio tiempo.

—¿Eh? ¿A todos…?

—Sí. Y al parecer no está permitido negarse.

Si se tratara solo de empleados de planta, aún podría entenderse. Pero incluir también a los de medio tiempo no era en absoluto algo normal.

Sería una carga enorme para el presidente, pero aun así, el hecho de imponerlo significaba que consideraba este asunto de una importancia crítica.

—Estas entrevistas, para quienes eran cercanos a Koh-kun, probablemente serán complicadas. Van a indagar en todo tipo de cosas, y puede que nos hagan escuchar lo que no queremos oír.

—Los que estuvimos directamente relacionados con Matsuhira-san, seguramente enfrentaremos preguntas bastante duras.

Ante mis palabras, Horii-san asintió.

Y luego, inclinando profundamente la cabeza, dijo:

—Aunque me avergüenza decir esto siendo yo quien los contrató, Hashiba-kun, Takenaka-san… lo mejor sería que dejaran Succeed. Desde mi posición ya no puedo hacer nada, y si siguen con el trabajo de medio tiempo, solo terminarán pasándolo mal.

Jamás habría imaginado escuchar esas palabras de Horii-san.

—No puede ser…

Incluso Takenaka-san, que siempre era tan alegre y ruidosa, tras murmurar apenas unas palabras al ver a Horii-san en esa postura, quedó sin habla. Yo también me encontré incapaz de pensar en qué decir.

…Tengo que tranquilizarme y pensar con calma. Como las cosas se habían movido demasiado rápido, decidí primero ordenar la situación.

Matsuhira-san había dejado la compañía prácticamente en estado de desaparición.

En respuesta a eso, también habían renunciado importantes miembros del staff de desarrollo, pilares del proyecto.

Con la marcha del hijo y la rebelión de los empleados, el presidente, enfrentado a dos problemas seguidos con sus subordinados, trataba de moverse para esclarecer las causas.

Para evitar que nos viéramos arrastrados a esos conflictos internos, Horii-san nos aconsejaba dejar el trabajo de medio tiempo. Conociendo sus palabras y actos hasta ahora, no cabía duda de que lo hacía pensando en nosotros.

Reflexioné un momento. A mi lado, Takenaka-san me miraba con expresión inquieta. Seguramente pensaba decidir su camino según lo que yo eligiera hacer.

Teniendo todo eso en cuenta, dije:

—Gracias por su consideración. Pero yo… seguiré con el trabajo de medio tiempo.

La expresión de Horii-san se tornó en sorpresa.

—¿Por qué? Podrías terminar pasándolo mal.

—Puede ser… Pero yo…

Antes de pronunciar mis siguientes palabras, por un instante me vino a la mente la cara de Matsuhira-san.

—Me gustan los juegos. Por eso quiero seguir aquí.

Tal como decía Horii-san, al permanecer en la empresa, era muy probable que acabara teniendo malas experiencias.

Pero si renunciaba, perdería la oportunidad de participar en el desarrollo de juegos a la vanguardia. Tendría que empezar de cero, buscando otra ruta.

Por eso, al menos debía escuchar primero lo que el presidente tuviera que decir. Si después de eso resultaba que realmente lo mejor era irme, entonces podría tomar esa decisión.

Transmití esos pensamientos a Horii-san.

—Tienes razón. Incluso si yo te presentara a otro estudio, no puedo asegurarte que justo haya vacantes. Si lo que quieres es priorizar la oportunidad, me parece bien. —Pareció entenderme en cierta medida.

—¡Yo-yo también, como Pai… digo, igual que Hashiba-san! ¡Seguiré con el trabajo de medio tiempo!

Takenaka-san levantó la mano con energía para mostrar su apoyo a lo que yo había dicho. Tal vez fue demasiado rápida su respuesta, porque Horii-san la miró con preocupación.

—…¿Estás segura, de verdad?

—¡Sí! ¡Porque aún no he logrado hacer nada aquí… Y hasta que consiga eso, no quiero irme!

Entonces recordé lo que ella me había contado antes.

El reto de su padre: entregar algo que pudiera llamar su propia obra. Si el proyecto de Matsuhira-san hubiera seguido adelante, ella ya estaría cerca de cumplirlo. Pero dado que eso ahora era casi imposible, entendía con dolorosa claridad sus ganas de aferrarse a otra oportunidad.

Ella también, por coincidencia, cargaba con un destino ligado a su padre y luchaba desesperadamente.

—Hmm… Está bien. —Horii-san, tras quedarse un momento pensando con los brazos cruzados, dijo—: Mantendremos las cosas así respecto a ustedes dos. Además, creo que como responsable me tocará estar presente durante la entrevista. ¿No les molesta?

—Al contrario, lo agradecemos mucho. Se lo dejamos a usted.

Después, Horii-san habló sobre los trámites laborales: fechas posibles, planes a futuro y demás. Al final, se decidió que las entrevistas de ambos serían al día siguiente por la tarde, y que nos dirían la hora exacta cuando nos presentáramos al trabajo.

—Es vergonzoso decirlo como parte de la empresa, pero lo triste es que en la industria de los videojuegos todavía abundan compañías con estas prácticas arcaicas. —Mientras gestionaba el papeleo, Horii-san nos contó algunos ejemplos.

Una empresa que, cuando algún empleado se rebelaba contra la dirección, lo relegaba junto con otros al llamado «departamento de ajuste», donde su única tarea era limpiar dentro de las instalaciones. Otra, donde todos los años aparecía dinero sin justificación en las cuentas, y cuando se formó un equipo de investigación interno, se descubrió que el presidente lo gastaba en agasajar a una mujer del rubro de la hostelería. Otra, en la que más que el desempeño laboral, lo que contaba para ascender era la impresión que se dejaba en la sala de fumadores o en las reuniones sociales. Y otra, donde el padre o la madre del presidente figuraban como directores de nombre, participaban en las reuniones opinando sin conocer el terreno, y el propio presidente lo toleraba sin reparos.

La empresa en la que yo había trabajado antes ya era sorprendentemente explotadora, pero los ejemplos que escuchaba de boca de Horii-san parecían sacados de la ficción, y lo increíble era que aun así esas compañías lograban seguir funcionando.

—Lo que está ocurriendo en nuestra empresa todavía puede considerarse un conflicto laboral, una disputa entre personas con verdadera capacidad, así que dentro de todo… puede verse como un mal menor.

Era el tipo de charla que me hacía doler la cabeza.

Incluso en una situación tan grave como la que atravesábamos, se suponía que todavía estábamos mejor que otros.

—Muchas compañías empezaron como pequeños círculos de juegos doujin y crecieron sin comprender del todo la estructura ni el propósito de una empresa. La industria del entretenimiento en general aún está en un proceso de maduración. Por eso…

Horii-san, tras terminar de escribir los documentos, alzó la vista al techo y concluyó:

—Puede que lo que Koh-kun intentaba hacer sonara extremo, pero en cierto modo era algo necesario.

Convertir una compañía de juegos anómala en una empresa normal. Ciertamente, a la luz de lo que acababa de escuchar, parecía que hacía falta una intervención tan drástica como la que intentaba Matsuhira-san.

—Qué hará él de aquí en adelante, si fundará una nueva empresa o si trabajará en otro campo, no lo sé. Pero esto sí puedo decirlo. —Con una mirada cargada de determinación, Horii-san nos contempló—. Algún día él cambiará Succeed. Hasta entonces, yo pienso proteger esta compañía.

Yo todavía no conocía profundamente a Matsuhira-san, y lo mismo se podía decir de Horii-san.

Aun así, pensaba que la razón por la cual habían podido forjar una relación de confianza mutua hasta ese punto era, sin duda, porque ambos habían enfrentado con honestidad los problemas que tenían delante.

Ese día, sin tareas realmente importantes, marqué mi salida en la tarjeta justo al cumplir el horario y me retiré. Como era natural, en el camino de regreso hablé con Takenaka-san sobre lo que vendría en adelante, aunque no podíamos andar diciendo las cosas en voz alta, así que fue una conversación en susurros.

—Vaya lío en el que nos metimos.

—Así es. Todavía sigo un poco confundida… —Takenaka-san soltó un «haa» con un suspiro y agitó la cabeza de un lado a otro, como si con eso liberara la memoria acumulada en su cerebro.

Yo también seguía en medio de la confusión. Hasta ayer, se suponía que estaba pensando en mis objetivos y en mi futuro. Pero al enfrentar una emergencia, me quedó más que claro que esas cosas pasaban a segundo plano.

—¿Qué vamos a hacer con la entrevista?

Horii-san ya nos había informado que sería mañana mismo. Quizás querían zanjar lo de los trabajadores a medio tiempo con rapidez, pero aun así resultaba demasiado repentino. De no ser por esta situación, me habría gustado pedir al menos dos o tres días de margen.

Ahora, sin embargo, no quedaba otra más que pensar en lo que sucedería mañana. No sabía qué clase de charla tendría el presidente, pero sin duda se trataría de nuestro porvenir y también de…

—Ojalá podamos enterarnos de algo sobre Matsuhira-san… sobre Koh-san.

Después de todo, apenas ayer se nos había informado de golpe sobre su desaparición. Probablemente no nos dirían nada, pero si había una mínima posibilidad de saber algo, quería preguntar.

—Yo todavía no lo puedo creer. —Con un aire cabizbajo, Takenaka-san murmuró—: Yo pensaba que Matsuhira-san, incluso si lo forzaban a renunciar, sería alguien que se quedaría en el lugar y pelearía hasta el final. Y que una persona así renunciara de esa manera… debe de haber pasado algo realmente grave.

Yo estaba de acuerdo con eso.

Seguramente, además del hecho de haber sido transferido al departamento de contabilidad, había muchas otras cosas desagradables e insoportables para él. También debió de haber rencores que solo padre e hijo podían entender.

—¡Por eso, como dijo antes Horii-san, pensé que ojalá pudiéramos darle un buen golpe a ese terco presidente antes de que Matsuhira-san regresara!

—Eso no se puede hacer, no estamos en algún juego.

La realidad era dura: Succeed no cotizaba en bolsa, y la familia del presidente poseía todas las acciones. Mientras él no decidiera renunciar por voluntad propia, no habría manera de quitarlo del cargo.

Además, todavía ni siquiera habíamos hablado con él. Podía sonar irrespetuoso hacia Matsuhira-san, pero en esa etapa yo también pensaba que era imposible decidir de qué lado estaba la falta.

¿Había intentado corregir lo que estaba mal con la razón como arma? ¿O todo había sido el resultado de una autodestrucción tras un arrebato?

—Hmm, pero me pregunto qué clase de entrevista nos harán. No es que nosotros sepamos algún secreto de Matsuhira-san, así que, la verdad, aunque nos digan cosas, no creo que entendamos nada…

—Bueno, como ellos tampoco saben nada, supongo que por eso preguntarán. Nosotros solo tendremos que contar la verdad.

Si me preguntaban si había algo más que decir, yo tampoco tenía respuesta.

En caso de que me cuestionaran qué quería hacer a partir de ahora, lo único que podría responder era que deseaba continuar con el trabajo a medio tiempo.

Con firmeza, sin dejarme arrastrar… así debe ser.

Mañana debía mantener la calma y hablar de lo necesario de manera clara.

Pero mientras yo pensaba en esa determinación, Takenaka-san bajó de pronto el tono de voz:

—¿Recuerdas que una vez te hablé un poco de mi padre, Paisen?

—Sí, que es presidente de una empresa de localización.

Ella asintió.

—En realidad, es que hay alguien que tampoco quería que tomara este trabajo.

—¿Eh…?

A quién se refería quedaba más que claro en ese contexto.

Tragué las palabras que estaban a punto de escapárseme: «¿Por qué, si es la misma industria?». Al contrario, era más común lo opuesto.

No solo en los videojuegos, sino en el mundo del entretenimiento en general, muchos, al conocer de primera mano la dureza del medio, pensaban así: «No quiero que mis hijos trabajen en esto».

—Me dicen: «Si fuera para ver números o pensar en la gestión, está bien, pero en lo creativo no estoy de acuerdo». ¡Bueno, lo entiendo, en parte! —Aunque lo dijo en tono de broma, la expresión de Takenaka-san era seria.

La famosa «tarea» seguramente había nacido de esa condición.

—Por eso, aquí no existe la opción de que yo renuncie por mi cuenta.

—Ya veo… sí, tienes razón.

En medio de una altísima competencia, ella había conseguido aferrarse a un cupo de medio tiempo en la industria. Perder una oportunidad tan valiosa por los problemas internos de la compañía sería demasiado absurdo.

A toda costa, había que encontrar la manera de continuar.

Al final, lo de seguir o dejar el trabajo después de la entrevista del día siguiente no era más que decidir cómo vivir ese último año que quedaba.

—Primero centrarnos en mañana. Después volvemos a hablar.

—¡Sí! ¡Y por favor, cuéntame sobre tus planes futuro, Paisen! —Takenaka-san dio un pequeño salto de alegría. Aunque debía de estar preocupada por lo suyo, su energía era justo lo que me sostenía en esos momentos.

¿Será que mañana veremos algo? A ver de qué terminamos hablando.

Lo que ese presidente dijera y cómo lo hiciera… entre esa mezcla de interés y de inquietud, yo también sentía que sería una ocasión para replantearme el futuro.


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