Remake Our Life!
Vol. 10. Capítulo 4. Una Posición de la que No Podía Retirarse Parte 2
Se me hizo que el tiempo estaba programado para pasar en un suspiro, sobre todo cuando uno estaba nervioso o deseaba que no llegara tan pronto.
Al día siguiente, cuando fui a la oficina, no recordaba cómo había pasado la mañana. Había estado principalmente haciendo tareas de depuración, pero mi mente seguía centrada en la entrevista de la tarde.
Y apenas comenzó la tarde:
—Hashiba-kun, ya es hora. Vamos, —me dijo Horii-san, con un semblante algo más tenso de lo habitual.
—De acuerdo.
Me puse de pie y, mientras le lanzaba una mirada de agradecimiento a Takenaka-san, que me hacía un gesto como de «¡Ánimo!», nos dirigimos al último piso en el ascensor.
Dentro de aquella cabina que emitía sonidos mecánicos a intervalos regulares de goun, goun,le pregunté a Horii-san, por si acaso:
—¿Hay algo de lo que deba tener cuidado?
—Pues… el presidente es alguien sumamente perspicaz e inteligente, así que, aunque ocultes cosas, no mientas. Las detecta de inmediato.
Decidí firmemente que no diría ni una sola mentira.
El timbre sonó con un «ping-pón» y las puertas del ascensor se abrieron. En el último piso se encontraban la oficina del presidente, una sala de documentos de importancia estratégica y un salón de usos múltiples que casi nunca se utilizaba. Era un lugar al que normalmente los empleados comunes o los trabajadores a tiempo parcial no se acercaban.
Por eso, solo en ese piso la alfombra era diferente. No era exactamente una alfombra roja, pero el material era claramente distinto y estaba pensado para infundir una sensación de solemnidad.
Pisando aquel suelo, nos dirigimos hacia la oficina del presidente.
Atravesamos el pasillo desde el vestíbulo del ascensor y llegamos hasta el rincón más alejado, donde se encontraba aquella sala.
Horii-san llamó a la puerta, y al oír un grave «Adelante», la abrió.
—Con permiso. Presidente, aquí está Hashiba-kun.
—Con su permiso.
Tras entrar y hacer una reverencia, eché un vistazo rápido al interior de la sala.
Cuando pensaba en la oficina del presidente de una empresa, me imaginaba algo mucho más ostentoso: una alfombra de tigre, un altar sintoísta, tal vez un set de golf o un pequeño campo de práctica de putting. Cosas así, muy cliché. Pero en realidad no era nada de eso; era sorprendentemente austera.
Solo había un conjunto básico de muebles para recibir visitas y un escritorio de trabajo. No había objetos de decoración ni muebles lujosos de ningún tipo.
Sin embargo, sentí que aquella austeridad, en cambio, transmitía una cierta sensación de opresión.
Y entonces, lo vi a él: al mismísimo presidente.
Así que ese hombre… es el padre de Matsuhira-san.
Aunque solo podía verle el perfil porque seguía mirando por la ventana, ciertamente lograba percibir en él un aire semejante al de Matsuhira-san. Su cabello, mitad canoso y mitad negro, estaba peinado completamente hacia atrás.
Su figura evocaba en cierto modo la de Mochiyuki-san, el padre de Tsurayuki.
De estatura era casi igual que la mía, pero era delgado, de hombros anchos, y el traje gris oscuro le quedaba de maravilla.
—Tomen asiento, —ordenó con una voz grave y profunda, y nosotros tomamos asiento en el sofá. Al poco rato, el presidente se acercó con paso tranquilo y se sentó frente a nosotros.
—Soy Tadahiro Matsuhira, el presidente.
—Yo-yo soy Kyoya Hashiba. Estudiante de cuarto año en la Universidad de Artes Daigeidai, y actualmente colaboro en el departamento de desarrollo.
Su porte imponente me abrumó por completo desde el principio.
Como era de esperarse, el fundador impone una presencia abrumadora.
Antes solo había podido verle de perfil, pero al mirarlo de frente, aquella intensidad en su mirada era tan abrumadora que apenas podía sostenerle la vista. Por fortuna, estaba mirando a Horii-san, así que no terminé fulminado por su mirada.
Pensar que Matsuhira-san se había enfrentado a alguien así… solo eso ya era digno de respeto.
—Entremos de inmediato en el tema, —dijo el presidente, tomando la delantera como si no tolerara que se perdiera ni un segundo—. Como imagino que Horii ya te explicó, Koh Matsuhira del departamento de desarrollo abandonó el proyecto y, sin seguir los procedimientos correspondientes, renunció de forma unilateral a su puesto. Además, diez empleados más decidieron marcharse con él. —Aunque su tono era sereno, había frialdad en la manera en que elegía las palabras—. En cuanto a sus acciones, evaluaremos medidas disciplinarias por separado, pero ahora debemos evitar que los daños se extiendan más. Y para ello, el objetivo de esta entrevista es reunir información directa del terreno. —Tras decir eso con absoluta calma, el presidente me dirigió una mirada carente de toda emoción y añadió—: Tal vez alguien como tú, que solo trabaja a tiempo parcial, no sepa mucho, pero si sabes algo sobre Koh Matsuhira o si él comentó algo sobre sus planes futuros, quiero que me lo digas.
Por su tono gélido y por el contenido de sus palabras, lo entendí.
Seguramente no espera nada de mí.
Parecía tener la actitud de que, si surgía algo, lo investigaría, pero que, en realidad, no había nada en especial que quisiera saber. Viéndolo bien, era lógico: resultaba impensable que el representante de una empresa de ese tamaño pretendiera sacar algo de un simple estudiante; de hecho, el solo hecho de que me recibiera en persona ya era una excepción.
No creo que logre preguntarle nada sobre Matsuhira-san.
Aunque lo intentara, seguramente solo me diría que no era el momento para hablar de eso, y ahí terminaría todo.
Así que, por el momento, decidí limitarme a responder las preguntas que me hiciera.
—No me ha dicho nada. Escuché su ideal sobre cómo le gustaría que fuera el entorno de desarrollo, pero nada más concreto que dijera «así es como lo haré».
Sobre el asunto del café de juegos de hace unos días, consideré que no tenía sentido mencionarlo, así que lo omití. Aun así, hablé con honestidad para no decir ninguna mentira.
—Ya lo imaginaba. Lamento haberte hecho perder el tiempo, —dijo el presidente, que claramente tampoco tenía expectativas. Solo se limitó a contestar eso. Era evidente que no tenía intención de dedicar demasiado tiempo a alguien de mi nivel como trabajador a medio tiempo.
Al ver que no insistía ni me presionaba, sentí cierto alivio, pero entonces:
—Sin embargo… —Me lanzó una mirada penetrante y, como si hubiera leído mi reacción, continuó con voz firme—: Una vez decido preguntar algo, no me gusta hacerlo por intermediarios. Cuando se habla cara a cara, es habitual que las cosas empiecen a salir a borbotones.
Por un instante, sentí que todo mi cuerpo se tensaba.
Así que esto era a lo que se refería Horii-san.
Sin duda, si uno tenía algún secreto y era mirado directamente por este hombre, la presión era tan abrumadora que parecía que terminaría confesándolo todo. Me alegré sinceramente de que no me hubiera seguido haciendo preguntas.
Tal vez, además de esta entrevista, aún guardaba otras cartas bajo la manga.
El hecho de que dejara esa sensación era, precisamente, lo que hacía sentir su autoridad como líder.
—Por último, ¿tienes alguna pregunta? —dijo con un tono neutro y administrativo.
Preguntar por Koh-san en ese momento sería completamente inapropiado. Desde mi posición, solo había una cosa que podía preguntar.
—¿Qué tipo de trabajo debería hacer de ahora en adelante?
Después de todo, el proyecto que tenía a mi cargo había quedado en blanco, y no sabía en qué área debía trabajar ahora. ¿Quedaría bajo la supervisión directa de Horii-san, o ayudaría en un proyecto totalmente distinto?
El presidente, con el mismo tono tranquilo de antes, respondió:
—He hablado de eso con Horii. Habrá algunos cambios de asignación, probablemente. —Entonces dirigió la mirada a Horii-san.
—Sí, después de esto se lo comunicaré personalmente, —respondió él también con un tono igual de sereno.
—Bien, eso sería todo, —dijo el presidente y, como si estuviera diciéndonos que nos marcháramos de inmediato, se puso de pie con rapidez.
Nosotros también nos levantamos, hicimos una reverencia y salimos de la sala.
Cuando cerramos la puerta y nos alejamos un poco, por fin pude relajarme.
—Qué tensión… No imaginaba que fuera una persona con una presencia tan intimidante, —comenté sin poder evitarlo.
—Créeme, esta vez habló de forma bastante calmada. Cuando deja que sus emociones se noten, no es nada comparado con eso, —respondió Horii-san.
Solo pude desear que nunca me tocara presenciar un momento así.
Nos dirigimos juntos al ascensor, presionamos el botón del piso donde estaba la sala de desarrollo y entramos. En cuanto las pesadas puertas se cerraron, ambos dejamos escapar un largo suspiro.
Al final, no pasó nada en especial.
Pese a todo lo que me había preparado mentalmente, todo terminó de forma sorprendentemente sencilla. Aunque, solo por enfrentar aquella presión y aquel ambiente durante la entrevista, ya sentía que había gastado bastante energía.
En cualquier caso, con eso la misión estaba cumplida.
No había logrado averiguar nada sobre Matsuhira-san, pero parecía que podría continuar con mi trabajo a medio tiempo, y que el entorno tampoco cambiaría demasiado.
Cuando volvimos a la sala de desarrollo, Horii-san, con el rostro algo tenso, dijo:
—Ahora mismo, ¿podrías venir a la sala de reuniones? También llama a Takenaka-san.
—De-de acuerdo, —respondí.
Él asintió levemente y se fue directo a la sala de reuniones.
Yo, que había quedado atrás, decidí ir primero al escritorio de Takenaka-san para avisarle.
Esa expresión suya… me pregunto qué significará.
La entrevista pendiente había terminado y, ahora, era momento de pensar en lo que venía. Claro que no sería posible que todo marchara sin problemas, pero al menos ya tenía la oportunidad de comenzar de nuevo.
Aun así… ¿por qué, me pregunté?
—¿De qué se tratará esto que quiere hablarnos…?
—Ni yo lo sé. De todos modos, preguntemos directamente a Horii-san.
Entramos juntos a la sala de reuniones y, apenas nos sentamos, Horii-san habló:
—Les comunicaré las decisiones sobre los traslados. Hashiba Kyoya-san pasará a formar parte del equipo A de desarrollo a partir de octubre.
Sentí alivio al oír «equipo A». Si era el equipo de Horii-san, no debería haber nada extraño o problemático.
—Entonces, ¿Takenaka-san también estará en el mismo equipo? —pregunté.
Ahora que lo pienso, en ese momento debería haber notado que algo no encajaba. ¿Por qué había mencionado solo mi nombre, y no los dos juntos desde el principio?
Horii-san negó con la cabeza y dijo:
—No, en el caso de Rio Takenaka-san… se ha decidido terminar su contrato.
Desde mi lado se escuchó un leve «¿eh…?» que se escapó de sus labios.
—¡No puede ser…! —exclamé también, poniéndome de pie sin poder contenerme.
Con expresión dolorida, Horii-san dijo:
—Lo explicaré con calma, pero primero, siéntate.
Apretando con fuerza mis labios, obedecí y me senté. A mi lado, Takenaka-san tenía el rostro completamente descompuesto y permanecía rígida, sin saber qué hacer. Cualquiera reaccionaría así si le dijeran algo así de repente.
Entonces, Horii-san comenzó a explicar lo que el presidente había mencionado como un «ligero» reajuste de personal.
En realidad, era una drástica reducción del tamaño del departamento de desarrollo y un evidente movimiento de personal con carácter punitivo.
—Los miembros que estaban en el equipo de Koh-kun serán trasladados, uno por uno, fuera del departamento de desarrollo. Las entrevistas programadas en adelante servirán para decidir sus nuevos destinos.
La explicación de la empresa —del presidente— era la siguiente:
Dado que el proyecto de Matsuhira-san había sido congelado y no había perspectivas de seguir el desarrollo, no podían permitirse dejar al personal sin hacer nada. Sin embargo, los demás equipos de desarrollo ya estaban completos, así que no era posible reasignarlos allí.
Por eso habían decidido distribuirlos en otros departamentos, como contabilidad, materiales o relaciones públicas.
—Pe-pero… en realidad falta gente en desarrollo, ¿no es así? Si usted lo reclamara, Horii-san, podrían quedarse sin necesidad de ir a otros departamentos… —dije.
Horii-san negó con tristeza.
—Por supuesto que lo dije. Pero para el presidente, los que permanecieron en el equipo de Koh-kun siguen siendo parte de un grupo de traidores. Así que seguramente piensa que no puede dejar a ese personal en puestos centrales de desarrollo.
—¿Es como un castigo ejemplar, entonces?
Horii-san asintió a mi pregunta.
—Es lamentable, pero creo que, como decisión de la empresa, sigue siendo moderada. De hecho, quizá deberíamos considerarnos afortunados de que todo termine solo con esto.
Así que… deberíamos darnos por satisfechos con que no los despidieran por completo.
—Sin embargo… —Horii-san dijo eso y apretó con fuerza sus labios.
Luego, con un gesto de dolor, dirigió la mirada hacia quien estaba a mi lado.
—Sobre Takenaka-san… no puedo decir más que lo lamento.
Al oír su nombre de nuevo, Takenaka-san se tensó con un respingo.
Con la reducción de escala del departamento de desarrollo, también se había decidido ajustar el número de trabajadores a medio tiempo. Así fue como Takenaka-san, quien originalmente no estaba prevista para ser contratada, terminó siendo objeto de despido.
—¿No es absurdo…? No creo que esta empresa esté en un nivel en el que deba ahorrar el gasto de una sola trabajadora a medio tiempo.
No conocía la situación financiera de Succeed, pero no parecía una cuestión que pudiera cambiar por contratar o no a una sola persona como ella.
Con el mismo gesto de pesar, Horii-san explicó:
—El número de trabajadores a medio tiempo del departamento de desarrollo se calcula en base al número total de integrantes y de proyectos, pero como esta vez un equipo completo desaparecerá, reducir a una persona resulta, por desgracia, lógico.
—Entonces ¿por qué tiene que ser Takenaka-san…? Ah… —Dije eso y, de pronto, lo comprendí.
Tanto Takenaka-san como yo éramos personas cercanas a Matsuhira-san. Por eso, si iban a reducir a una sola persona, lo lógico era que nos eligieran como escarmiento.
Yo originalmente había sido contratado mediante una selección formal, pero Takenaka-san había sido admitida, aunque suene feo decirlo, de manera forzada debido a su fuerte insistencia personal.
El hecho de que se cumplieran ambas condiciones hizo que la eligieran a ella.
—Pe-pero, ella tiene sin duda talento. De hecho, ha tenido logros reales en el departamento de desarrollo, y usted mismo lo sabe, ¿no es así, Horii-san?
—…Ni yo quiero que se la eche. Pero el personal del departamento de desarrollo no tiene autoridad en recursos humanos. Podemos protestar, pero es poco probable que nos escuchen.
¿Iban a desechar sus capacidades por mera conveniencia organizativa?
—Entonces, en ese caso, yo podría… —alcancé a decir, con la intención de ofrecerme a renunciar en su lugar, cuando…
—¡Yo-yo soy la que renuncia! —exclamó Takenaka-san, interrumpiéndome.
—Desde el principio, fui contratada más que nada por insistencia mía, y entendía que, si pasaba algo así, yo sería la primera en ser despedida. Así que, por favor, Paisen, no digas eso… ¡si lo haces, en serio me pondré triste!
—…Lo siento.
Takenaka-san sonrió a la fuerza. Era cierto: lo que acababa de decir había sido un error de mi parte.
Aun así, no podía aceptar que alguien tan claramente talentosa fuera descartada solo por razones organizativas.
El silencio se extendió por un momento.
Finalmente, Horii-san volvió a hablar, todavía con semblante apesadumbrado:
—Nuestra empresa revisa la organización y los proyectos cada trimestre. Ahora estamos en julio, así que los cambios de personal se decidirán pronto; septiembre se destinará a preparar el nuevo sistema, y en octubre comenzará oficialmente. Así que, Takenaka-san, quiero que este mes dejes todo tu trabajo en orden.
—Entendido. ¡Lo dejaré tan bien organizado que la persona que lo reciba se alegrará! —respondió Takenaka-san con su tono habitual y enérgico, haciendo un saludo militar firme.
Pero aquello, justamente por ser tan propio de ella, me pareció profundamente triste.
—De verdad lo siento… Si al menos hubiera otro proyecto prometedor en marcha, podría haber intentado mover las cosas en esa dirección… —dijo Horii-san, aún con una expresión que mostraba que no había nada que pudiera hacer.
¿Así que… no hay salida?
Sabía muy bien que la rescisión del contrato de Takenaka-san tenía un peso mucho mayor que el simple hecho de dejar un trabajo a medio tiempo.
Era el boleto que por fin había logrado conseguir para trabajar en la industria de los videojuegos, en el campo del entretenimiento. Y ahora se lo iban a arrebatar por la fuerza. No por falta de habilidades, sino por luchas de poder dentro de la empresa.
—Este tipos de cosas pasan, ¿verdad…? —murmuró ella en voz baja.
Sí, esto era algo común.
Personas talentosas, que habían sido parte del personal principal de desarrollo, eran relegadas a puestos sin importancia o a departamentos irrelevantes, y jóvenes con talento y potencial eran descartados de forma abrupta.
Si uno lo tomaba como que «así es la sociedad», la conversación terminaba ahí. Cuando yo hacía juegos bishoujo , lo cierto es que solo ocurrían cosas absurdas todo el tiempo.
Hasta ahora, Succeed había sido un entorno afortunado. Y ahora, al verse envuelta en un problema como los de siempre, nosotros, los de abajo, estábamos siendo arrastrados por la corriente.
No hay nada que hacer…Me descubrí pronunciando esas palabras.
Palabras que, se suponía, había dejado atrás en aquel futuro en el que alguna vez estuve. Pero, sin darme cuenta, había vuelto a decirlas de forma natural.
No podía estar bien con eso. Siempre había luchado, me había resistido, me había rebelado, y de ese modo había seguido adelante.
Sí… Si no hago algo aquí, yo…Apreté los dientes. Recordé todos aquellos momentos en que me habían acorralado al borde del precipicio.
Un productor es alguien que crea espacios. Y yo siempre había buscado, perseguido, esos espacios.
Y justo ahora, ese espacio estaba a punto de serme arrebatado.
Entonces, solo había una cosa que podía hacer.
—Disculpe, —dije, deteniendo a Horii-san cuando estaba a punto de levantarse en silencio—. ¿De verdad… no hay ninguna forma de evitarlo?
Él bajó la mirada de nuevo y respondió:
—Como mencioné antes, ahora mismo no hay proyectos que podamos poner en marcha. El personal que está en el terreno está saturado con lo que tiene en sus manos, y los que estaban con Koh-kun son buenos cumpliendo el trabajo que se les asigna, pero no son adecuados para crear proyectos que conviertan un cero en uno.
Tal vez para Horii-san solo habían sido palabras sin importancia, un intento más de hacerme desistir.
Pero yo vi allí una pequeña posibilidad de romper con la situación actual.
Quizá era una locura, tal vez ni siquiera llegaría a ser una posibilidad real, pero aun así…
—Si hubiera un proyecto… ¿existiría la posibilidad de que el equipo no se disolviera? —pregunté, aferrándome a esa idea.
Sin embargo, Horii-san negó con la cabeza, con expresión sombría:
—Aunque lo hubiera, lograr que la directiva, que ya tiene una impresión negativa, se moviera, sería muy difícil. Si me preguntas si podríamos mantener al equipo, tendría que decir que las probabilidades son escasas.
Tal como esperaba… no fue una respuesta alentadora.
—Pero… —inhalé lentamente.
Si no era una negación absoluta, si había aunque fuera un pequeño resquicio por el que abrirme paso…
—Aun así, si existe aunque sea una mínima posibilidad ahí…
Era plenamente consciente de que estaba diciendo una locura. También entendía que era algo completamente fuera de lugar para alguien como yo, un simple estudiante.
Pero si me quedaba callado aquí, perdería el sentido de estar en este lugar.
Por eso hablé:
—¿Podría… dejarme intentar idear un proyecto?
A mi lado, sentí cómo Takenaka-san contenía el aliento.
Horii-san abrió los ojos de par en par por un instante. No sabía si era por sorpresa o porque en parte ya lo había previsto.
Sin embargo, las palabras que salieron de él tras un breve silencio fueron claras.
—…No te sobreestimes. —Su expresión se volvió más fría de lo que jamás la había visto—. Esto no es un club de aficionados. No funciona así de simple, como decir: «Se acabó el proyecto, entonces pensemos uno nuevo». Aquel concurso de ideas que hicimos antes fue solo con la expectativa de «si pega, es ganancia», y no tiene nada que ver con una reunión formal de planificación de proyectos.
—Creo… que lo entiendo, a mi manera.
—No, no lo entiendes. Una empresa de videojuegos existe solo si crea proyectos, los convierte en productos, y esos productos generan ventas y beneficios. Una cosa es idear un proyecto cuando ya has conseguido un gran éxito y te dicen que ahora puedes hacer lo que quieras, y otra muy distinta es tener que idear un proyecto que dé resultados en una situación desesperada. Y lo que se nos pide ahora… es lo segundo. —Las duras palabras sonaban irreales, viniendo de alguien normalmente tan sereno como Horii-san. En ese momento recordé que se llevaba bien con la profesora Kanou. Esta actitud de no permitir indulgencias me parecía, en cierto modo, muy propia de él también—. Crear un proyecto en estas circunstancias no es algo que pueda hacer cualquiera. Incluso yo, aunque estuviera completamente libre, no tendría un cien por ciento de confianza en lograrlo. Que tú, que solo has trabajado a medio tiempo durante un año, intentes hacerlo… sería un desperdicio. Desiste.
Sus palabras fueron tan duras que sentí que mi ánimo se quebraba. Pero, resistiendo al borde del abismo, le respondí.
—Aun así, Horii-san… usted decidió contratarme. —Sabía que era un poco injusto decirlo, pero tenía que empezar por ahí—. Entendí que fue porque vio al menos algo de potencial en mí. Y creo que ese potencial no solo puede manifestarse en tiempos normales, sino también en momentos de emergencia como este. —Me puse de pie y me incliné tanto que casi toqué el suelo con la frente—. Sé que es presuntuoso por mi parte. Pero aun así… ¿podría, por favor, permitirme idear un proyecto? Se lo ruego…
Los tres guardamos silencio, sin pronunciar palabra alguna.
Como estaba inclinado, no podía ver el rostro de Horii-san. Al imaginar qué expresión tendría, me invadió la culpa. Seguro que le había empañado su habitual semblante sereno, haciéndole pensar que esto se estaba convirtiendo en un problema.
Pero yo pensaba que no había nadie más que Horii-san con quien pudiera hablar de esto. Probablemente, la única persona capaz de destrabar esta situación era el presidente, y la única persona cercana a mí que estaba en posición de decirle algo a ese presidente era Horii-san.
Y además, él no era alguien que pudiera despreciar a la ligera nuestras palabras o acciones.
Al cabo de un momento, de los labios de Horii-san se escaparon un gran suspiro y luego una pequeña sonrisa forzada acompañada de un «no hay más remedio».
—Levanta la cabeza, Hashiba-kun.
Obedecí, y al hacerlo, vi a Horii-san con una sonrisa incómoda en el rostro.
—Si un trabajador a medio tiempo presentara su nombre como planificador y enviara una propuesta a la dirección, es casi seguro que no pasaría el filtro.
—Ya… entiendo.
—Pero… hay una excepción, —dijo con un tono firme—. Que yo, como jefe del departamento de desarrollo, eleve personalmente la propuesta al presidente. Si hago eso, al menos el presidente se tomará la molestia de escucharla.
—¡Entonces…!
Estuve a punto de dejar escapar un grito de alegría, pero Horii-san me contuvo de inmediato.
—Pero la barrera es increíblemente alta. Primero, yo tendré que ver tu proyecto y decidir si es digno de ser presentado. Debes asumir que en esta etapa pasará por una revisión extremadamente estricta.
Tragué saliva con fuerza. Aquella sería una barrera muy alta de superar.
—Después de eso, lo elevaré al presidente. Le pediré que reasigne al personal que iba a ser trasladado para que trabaje en este proyecto. Pero para poner de nuevo en primera línea a personas que originalmente iban a ser apartadas, el presidente tiene que sentirse lo suficientemente atraído por el proyecto. Tiene que ser algo tan bueno que lo haga querer llevarlo a producto, incluso por encima de su orgullo y de sus decisiones previas.
Comprendí que aquella doble barrera, especialmente la segunda, era descomunalmente alta.
—El presidente tiene un olfato excepcional para lo que va a vender y lo que es sobresaliente. Por eso ha tenido éxito como empresario. Si realmente aparece algo bueno, será capaz de dejar de lado sus emociones y dar la luz verde. Pero… —Entonces Horii-san mostró la expresión más severa que le había visto hasta ahora, y añadió—: Cuenta con que, ante todo, no pasará. La posibilidad es casi nula. Es natural que solo termines desgastándote para nada. Aun así… ¿lo harás?
Razonablemente, intentar algo así sería cosa de locos.
Pero, habiéndolo dicho ya, y sintiendo que tenía un sentido hacerlo, yo no podía echarme atrás.
—Lo haré. Por favor, déjeme hacerlo.
Por un instante, Horii-san mostró una expresión de alegría.
Sin embargo, enseguida adoptó una expresión severa y dijo:
—No hay tiempo. Muéstrame cuánto puedes hacer en ese lapso.
Dicho eso, comenzó a hablar sobre el cronograma específico.
◇
El tiempo que Horii-san me otorgó era de catorce días a partir de mañana, es decir, dos semanas. Durante ese lapso tenía que idear la propuesta, redactarla por escrito y luego presentarla. Para alguien que ya estuviera en el mundo laboral podría ser factible, pero para un estudiante era un calendario muy exigente.
Cuando terminó el turno de medio tiempo, Takenaka-san y yo caminábamos por el camino de regreso de siempre. Debía de haber sido un día tremendamente agotador, pero, curiosamente, no sentía cansancio alguno. Seguramente era porque la emoción superaba con creces el agotamiento.
—Paisen, hoy… gracias por todo. —Takenaka-san inclinó la cabeza con cierta timidez.
—No es algo por lo que debas darme las gracias. Además, aún no está resuelto.
Horii-san ya nos había advertido de antemano que era un desafío con un listón muy alto. Solo si lo superaba por completo podrían conservar su puesto Takenaka-san y el personal de desarrollo.
Por ahora, solo había conseguido crear el primerísimo punto de partida de todo aquello.
—¡Pero, pero, si Paisen presenta su proyecto, con eso ya se resuelve todo, ¿no?!
—Ojalá sea así…
No es que no tuviera nada de confianza, pero, después de tantas advertencias de Horii-san, a menos que preparara algo realmente asombroso, era muy posible que me rechazaran de inmediato.
—¿Entonces… ya tienes algo pensado para el proyecto?
—Sí, de hecho… es algo que he venido pensando desde hace tiempo.
Era, por supuesto, el proyecto de MysClo.
—¡Sabía que no me defraudarías, Paisen! ¡Yo, por supuesto, te ayudaré en todo lo que pueda, así que pídeme lo que sea!
—Gracias, estaré contando contigo.
No solo necesitaría la ayuda de Takenaka-san. Para poder concretar este proyecto, iba a tener que reunir absolutamente todo lo que tenía a mi alcance. Y aun así, ni siquiera sabía si lograría abrirme paso.
Por eso, primero tenía que explicarles todo a los demás.
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