La Historia del Héroe Orco
Capítulo 104. Un Viaje Peculiar
Incluso cuando el continente estaba a punto de ser arrastrado una vez más por las olas de la guerra, los cuatro continuaban su viaje: una elfa, un orco, una súcubo y una humana que antes había sido un hada.
Un orco acompañado por tres mujeres. Y una de ellas, además, era una súcubo. En tales circunstancias, era imposible que no ocurriera nada… Cada noche y cada madrugada —o incluso cada mañana y cada mediodía—, entrelazados sin descanso, el orco mostraría al mundo el orgullo de su raza con una sonrisa lasciva; la súcubo, babeando por la comisura de su boca, se embriagaría día a día con sus banquetes de placer; y la elfa y la humana, rezando para que no se engendrara una vida indeseada, maldecían al dios que las había arrojado a tal destino mientras sus ojos perdían el brillo…
Pero nada de eso había sucedido.
—¡Maldita sea, la nieve no para! ¿¡Segura que estamos yendo en la dirección correcta!?
—…Sí, no te preocupes.
—Pero, ¿no crees que por allá se siente más el rumbo? Digo, tal vez no estaría mal confiar esta vez en mi intuición.
—¡Ese es justo el camino contrario!
Thunder Sonia ascendía la montaña nevada mientras la antigua hada se le pegaba al cuerpo. Al volver la vista, vio a Carrot muy cerca, y unos pasos detrás, a Bash, con el rostro sombrío, siguiéndoles en silencio. Ambos habían perdido por completo el brillo en los ojos.
Aunque no escalaban directamente por la pared como cierto Héroe Orco, estaban subiendo una pendiente bastante empinada. El entorno estaba cubierto de nieve, y la visibilidad era mala. Sin conocimiento del terreno y con pocos árboles alrededor, la elfa Thunder Sonia empezaba a sentir cierta inseguridad. Además, detestaba el frío.
—……
—Sir Bash, ¿no tiene frío?
—……
—Mis disculpas. Solo un poco más de paciencia, por favor.
Durante el viaje, Carrot se había dedicado constantemente a atender a Bash. Su esmero era tal que dolía solo con verla. Aun así, los ojos vacíos del orco no reflejaban nada. No respondía; simplemente aceptaba los cuidados de la súcubo.
Por su parte, Carrot, envuelta en múltiples capas de tela que ocultaban su figura, parecía una oruga esponjosa mientras cuidaba del orco. Procuraba mantener la distancia tanto como fuera posible, pero cuando era necesario, se mostraba diligente en extremo…
Los ojos de la súcubo, visibles entre las telas que la cubrían, también mostraban que apenas lograba mantener la cordura; estaba al límite de sus fuerzas.
Thunder Sonia, sabiendo que Bash era solamente virgen y solo eso, no podía evitar pensar que quizá ella era la peor de todos.
—¿Oye, de verdad está bien esto? Vinimos hasta aquí por tu sugerencia, Thunder Sonia, pero… de verdad se va a borrar la marca del jefe, ¿cierto?
—…Algo haremos. Probablemente.
La respuesta de Thunder Sonia fue débil, casi apagada. El viaje había sido tranquilo, pero eso no significaba que no hubieran ocurrido incidentes. Habían sido atacados varias veces: algunos intentos parecían dirigidos contra Thunder Sonia, otros tal vez contra Carrot, la traidora.
Entre los atacantes hubo humanos, ogros y démones. Le había parecido que los humanos eran mayoría, quizá porque Thunder Sonia estaba siendo buscada en el país humano. Pero mientras los atacantes fueran comunes, ninguno era rival para la combinación de Thunder Sonia y Carrot. Y con el apoyo de Zell, eran prácticamente invencibles.
Sin embargo, justo antes de adentrarse en territorio demon, un ataque cambió el ambiente por completo. No fue una sensación de peligro mortal lo que los puso tensos, sino otra clase de tensión: una súcubo los había asaltado durante la noche.
Aquella mujer no parecía pertenecer a las fuerzas de Gediguz. En el país de las súcubos, muchas de ellas se habían separado últimamente de su gente. Con el pretexto de reducir bocas que alimentar y ayudar a las jóvenes empobrecidas, una docena de súcubos veteranas habían abandonado el país. Al menos, ese era el motivo oficial.
Gracias al apoyo que Nazar había proporcionado alrededor de un año atrás, la situación alimentaria de las súcubos había mejorado bastante; las muertes por hambre ya no eran tan numerosas, al menos. En realidad, buena parte de aquellas súcubos errantes eran refuerzos enviados a Gediguz.
Entre ellas se encontraban también algunas a las que Carrot había contactado personalmente. Cuando Gediguz resucitara, debían acudir a su lado, presentarse en cierto lugar. Por supuesto, la reina no sabía nada de ello. Aunque era consciente de que existían tales grupos dentro del país, había decidido ignorarlos. Las súcubos tenían que maniobrar de tal forma que pudieran sobrevivir tanto si Gediguz ganaba como si perdía.
No todas las que partieron lo hicieron para unirse a él. Algunas, que creyeron de buena fe en la historia de «reducir el número de bocas para salvar a las jóvenes», salieron movidas por un sentido del deber. Eran súcubos sinceras y orgullosas. No debía llamárseles ingenuas: el gobierno jamás publicaría cifras sobre muertes por inanición, y si una misma sentía hambre cada día, era natural pensar que los infantes más débiles morirían antes.
La súcubo que atacó a Bash y los demás aquel día era una de esas errantes. Una súcubo de buen corazón y con un fuerte sentido de responsabilidad, que había respondido al llamado de sacrificarse por el bien común. Por casualidad, cuando Thunder Sonia y su grupo acamparon, ella descansaba dentro del hueco de un árbol muy cerca de allí.
Lo primero que sintió fue miedo. Después de todo, quien había aparecido era Thunder Sonia: la elfa más famosa del mundo, conocida también como la más cruel, la que más súcubos había matado. Al verla, la súcubo solo pudo quedarse paralizada de terror.
Pero al mismo tiempo, su mirada se posó en el orco que acompañaba a la elfa. Era un orco de aspecto increíblemente apetitoso. Cuando se dio cuenta, ya estaba salivando. En circunstancias normales habría sido capaz de resistirse; jamás habría atacado a alguien que estuviera cerca de Thunder Sonia.
Pero ella tenía hambre. Estaba tan hambrienta que la locura comenzaba a apoderarse de su mente. Frente a ese orco que desprendía un aroma tan deliciosamente tentador, era imposible que aguantara siquiera una noche más.
A medianoche, cuando todos dormían profundamente, saltó fuera del hueco del árbol y, sin previo aviso, lanzó su Niebla Rosada (la Niebla de Encanto) directamente sobre Bash.
Por supuesto, aquella Niebla Rosada no surtía efecto ni en Carrot, ni en Thunder Sonia, ni siquiera en Zell. Tanto Thunder Sonia como Carrot lo notaron al instante y adoptaron una postura defensiva. Sin embargo, antes de que pudieran actuar, la súcubo ya había logrado acercarse lo suficiente a Bash. No había llegado a hacer nada más: lo sujetó por detrás y, presionando un afilado puñal contra su cuello, quedó iluminada por la luz de las antorchas.
—¿Acaso… Cucumber? —dijo Carrot, reconociendo aquel rostro familiar—. ¿Por qué tú…?
Y fue entonces cuando Cucumber, por fin, se dio cuenta de a quién había reducido al suelo. Pero para ella ya era demasiado tarde: también estaba al límite de sus fuerzas.
—En el país de las súcubos… los casos de muerte por inanición están aumentando. Para reducir el número de bocas que alimentar, se propuso que algunas nos ofreciéramos voluntariamente a irnos. Yo fui una de las que se ofrecieron.
Cucumber estaba mucho más delgada que cuando Bash la había visto por última vez; parecía estar al borde de la inanición. Las súcubos podían sobrevivir largos periodos sin alimentarse, sí, pero incluso ellas tenían un límite. En su país natal apenas podían comer lo indispensable; era lógico que, al marcharse, terminara así.
—Cucumber, te lo advierto. A quien estás intentando devorar es a Sir Bash. Tú misma dijiste una vez que él te salvó en la defensa del río Piles, ¿no es cierto?
—Lo dije, sí… Pero tengo hambre… tanta hambre… No he comido nada en días. Y por aquí no hay ningún buen hombre disponible…
—¿Y tu orgullo como súcubo? ¿Dónde quedó?
—…Si usted hubiera hecho algo con la diplomacia, nada de esto habría pasado.
Aquellas palabras, dichas casi en un susurro, hicieron que Carrot abriera los ojos como platos y quedara paralizada. No pudo responder. Bajó la cabeza, temblando, al borde de las lágrimas, y guardó silencio, apretando los puños con fuerza.
—Sir Bash… lo siento. Perdóneme. Solo será un poco, se lo prometo. Si se pone a contar las estrellas, terminaré enseguida. Nunca habría pensado en matarlo ni devorarlo, lo juro… Por favor… tenga piedad… tenga piedad…
Cucumber dijo eso mientras extendía la mano hacia el interior del pantalón de Bash. Nadie intentó detenerla. Thunder Sonia observaba a Carrot, como preguntándole con la mirada: «Es de tu gente, ¿qué vas a hacer?».
Zell, por su parte, vibraba de emoción: «¡Por fin, el jefe va a acostarse con alguien!».
Aunque Carrot no se hubiera movido, si Cucumber realmente hubiera intentado continuar, el relámpago de Thunder Sonia la habría fulminado antes de lograrlo.
Pero antes de que eso ocurriera, Bash murmuró en voz baja…
—Bien. Haz lo que quieras.
Ante esas palabras, Cucumber se detuvo. Bash no había sido encantado. Por alguna razón, la Niebla Rosada no había surtido efecto en él. Nadie sabía por qué. Tal vez el hechizo había salido débil por el estado de inanición de Cucumber, o quizá Bash estaba tan abatido y deprimido que el encanto simplemente no podía afectarlo.
Frizcop: ¿Empezamos a tener las primeras muestras del poder de orco mago de Bash?
Fuera cual fuese la causa, él habló con plena lucidez. Haz lo que quieras , le había dicho. Puedes comerme si así lo deseas.
—Aaa… ¡Aaaaaaaaah!
Cucumber abrió los ojos de par en par y, mordiéndose con fuerza el labio inferior, dejó escapar un desgarrador grito desde lo más profundo de su garganta.
Un instante después, tomó el puñal que aún sostenía y se cortó el cuello.
—…¿Por qué?
Carrot permaneció inmóvil, con la mirada vacía, observando a su camarada caer al suelo y desangrarse. No pudo pronunciar palabra alguna ante aquella compañera que, al borde de la muerte por hambre, había decidido preservar su último vestigio de orgullo.
Desde aquel día, la mente de Carrot quedó al borde del colapso. En apariencia conservaba la calma, pero por las noches se arañaba la piel mientras murmuraba con ojos perdidos: «Debemos desaparecer… Nosotras… no deberíamos seguir vivas…». Era como un vaso lleno a punto de derramarse.
Bash, por su parte, seguía tan silencioso como siempre. De todo su cuerpo emanaba una abrumadora aura de negatividad, una resignación impropia de un Héroe Orco. La oscuridad que irradiaban ambos envolvía al grupo entero en una atmósfera densa y deprimente.
En medio de ese ambiente, ni siquiera Thunder Sonia podía mantener su habitual energía animada.
Durante el viaje, habían escuchado rumores de que los elfos y los humanos estaban en guerra. Lo había presentido desde hacía tiempo, y aun así, al confirmarlo, le pesó el corazón. Las dos naciones, manipuladas por Gediguz, habían acabado enfrentándose.
Aún no se trataba de un conflicto abierto a gran escala, y eso era lo único que podía considerarse una fortuna, pero ¿cuánto tiempo más duraría aquella frágil tregua?
Pensó que quizá habría sido mejor regresar a su país, aunque fuera forzando la situación. O tal vez aún no era demasiado tarde… Aquella idea cruzó su mente una y otra vez, solo para desvanecerse enseguida.
Quien había sostenido a aquel grupo fue Zell. Con una voz radiante y desbordante de energía, ella animaba a todos con palabras alegres mientras los empujaba hacia su meta.
Aquella voz fue, en especial, un gran consuelo para Thunder Sonia. Al fin y al cabo, se trataba de un viaje sin garantías. No podían afirmar con certeza que existiera un método seguro para eliminar la marca de Bash, y aun en el caso de lograrlo, tampoco había seguridad de que todo saldría bien. En una travesía sin garantías, lo que hacía falta eran ánimos sin fundamento.
Hasta aquel momento, Thunder Sonia siempre había considerado a las hadas como criaturas cercanas a las plagas, pero, para ser sincera, en esta ocasión le habían resultado de gran ayuda. De no haber sido por Zell, quizá la ansiedad la habría vencido y habría regresado al país elfo.
Tener a alguien que siempre sonriera y hablara con voz alegre era, sin duda, algo bueno.
Después de eso, el grupo había llegado hasta allí aferrándose únicamente a una tenue esperanza: «Mientras logremos borrar la marca de Bash, todo se resolverá de algún modo».
—Aun así, fue sorprendente que la gente bestia perdiera con tanta diferencia de fuerzas, ¿no?
—¿Ah, sí? En un campo de batalla donde está Gediguz, eso es lo normal. Nosotros también, cuando no hubo forma de vencerlo una y otra vez, terminamos decidiendo asesinarlo.
—Vaya, aunque yo recuerdo que también perdimos bastantes veces.
—Eso era porque el ejército mixto de orcos y hadas solía ser el que salía al frente. Ustedes eran los primeros en el combate, y acababan desgastados, para luego los ogros o démones que venían después llevarse la victoria. Así era en aquel entonces.
—¡¿Qué?! ¡¿Entonces nos usaban como carne de cañón?!
—Pues claro. Con hadas que no escuchaban las órdenes y orcos que, tras vencer a una mujer, se la llevaban a un lugar oculto, era obvio que no podían usarlos en momentos decisivos.
—Sí, visto así, tiene sentido…
Thunder Sonia y los demás observaban desde la distancia la batalla en la frontera entre las naciones démona y de la gente bestia. Fue, sin duda, una pelea impresionante. Aunque la gente bestia no había cometido ningún error táctico, los démones mostraron movimientos que superaban toda expectativa.
Desde lejos no podían distinguir qué era exactamente lo que se movía con tanta violencia, pero se alcanzaba a ver a una criatura gigantesca, un monstruo como nunca antes habían visto, arrasando las filas de la gente bestia.
Se preguntaban de dónde habrían sacado semejante cosa, aunque, pensándolo bien, incluso en el Territorio Blackhead, el Sabio había usado un Nut para transformarse en un monstruo y causar estragos. Si se consideraba la posibilidad de que existieran otros hechiceros además de aquel Sabio, no era algo tan descabellado.
Frizcop: Entonces les habrá enseñado a usar Nut antes de morir, entiendo.
—Aun así, había más soldados demon de lo que imaginaba.
—¿En serio?
Ni siquiera Thunder Sonia sabía con certeza cuántos démones habían sobrevivido. Resultaba difícil creer que, incluso confinados en aquellas tierras heladas, hubieran logrado reunir tal número.
Aun así, Poplática y los suyos habían estado moviéndose en las sombras durante todos esos años.
Como resultado, consiguieron reunir aquel ejército. Se habían ocultado, esperando el momento de levantarse, afilando sus colmillos hasta el instante de la rebelión.
Si se pensaba en ello, no era tan extraño después de todo.
—Desde lejos no se distingue bien, pero podría tratarse de un ejército mixto.
Tal como había ocurrido con las súcubos, había muchos que habían abandonado su país natal para unirse al bando de Gediguz. No estaba claro si los orcos o las hadas harían lo mismo, pero los ogros, al menos, seguramente habrían aceptado con gusto participar en la guerra.
Aunque aquel país daba la impresión de manejar mejor la diplomacia que los démones o las súcubos, eso no cambiaba el hecho de que seguían estando oprimidos. De hecho, quizá precisamente por saber moverse con habilidad habían logrado conservar su fuerza militar.
Podía haber naciones que pensaran que, si Gediguz perdía, serían castigadas por haberle brindado ayuda. Sin embargo, si usaban Disfraz para alterar su apariencia y parecer démones, desde fuera aquel ejército se vería como una fuerza compuesta solo por esa raza concreta. Parecería un levantamiento exclusivamente demon.
Si lograban convencer a otros de que las sanciones recaerían únicamente sobre los démones, entonces los países aliados podrían enviar tropas sin demasiadas reservas.
—Seguramente seguirán uniéndose más y más.
De todos modos, cuando Gediguz estaba a la cabeza en el cuartel principal, los démones eran prácticamente invencibles. Quienes habían vivido en la época en que él seguía con vida pensaban todos lo mismo. En realidad, jamás habían conseguido vencerlo en una batalla directa. Unirse a su bando era lo mismo que apostar por el caballo ganador.
Ciertamente, habían sido derrotados cuando Gediguz murió, pero ahora muchos de los que se encontraban acorralados albergaban la ilusión de que, si lograban protegerlo esta vez, todo sería distinto. No era nada extraño que pensaran de esa forma.
Incluso el Canciller Humano, Cruzado, tal vez se unió a Gediguz precisamente por esa razón.
Fuera como fuera, los démones habían vencido a la gente bestia. Era una victoria más que suficiente para anunciar el renacimiento de Gediguz, el retorno del rey que una vez había hecho temblar el continente.
Sin duda, una parte de los que no habían respondido a la llamada de Poplática cambiaría de opinión tras ver el resultado de aquella batalla.
Y lo más probable era que, a partir de entonces, su número siguiera aumentando.
Al pensar en eso, Thunder Sonia no pudo evitar sentir cierta inquietud, preguntándose si realmente estaba bien que ellos anduvieran vagando por un lugar como aquel.
—También querría enviar esta información al país elfo…
—¿Piensas regresar?
—No digas tonterías. Prometí que curaríamos la marca, ¿recuerdas? Los elfos no somos humanos; cumplimos nuestras promesas.
Thunder Sonia ya no pensaba en volver al país elfo. Tal vez había sido un error decidir no regresar, pero, habiendo llegado tan lejos, ya era demasiado tarde.
Si regresaba ahora y dijera algo como «¡Tarán, es que solo andaba de parranda!», era dudoso que eso bastara para restaurar las relaciones entre humanos y elfos.
Si los elfos habían estado presionando a los humanos con la excusa de que «la familia real humana asesinó a Thunder Sonia», entonces ya no podrían dar marcha atrás fácilmente. En el peor de los casos, los elfos podrían dividirse, e incluso, aunque sonara impensable, llegar al punto de planear el asesinato de Thunder Sonia para mantener la versión oficial.
Pensó en escribir una carta, pero sin su bastón, ni siquiera con ropa propia, no tenía nada con lo que pudiera demostrar su identidad.
Una carta que mencionara monstruos gigantes, Disfraz, o Nut, enviada por alguien que oficialmente había muerto, ¿quién podría creer algo así?
Y además, en una situación donde quería que Gediguz siguiera creyendo que ella había muerto, no podía permitirse dejar pruebas de que seguía con vida.
Bueno, dado que a veces aún aparecían cazadores tras su rastro, quizá ya se habían dado cuenta de que seguía viva…
Fuera como fuera, ya no había marcha atrás. Aunque Thunder Sonia sentía ansiedad al pensar que quizá había tomado una decisión equivocada, no le quedaba otra opción más que seguir adelante con el viaje.
—Ahora por fin entendí por qué Bash te llevaba consigo. Me alegra que estés aquí, de verdad.
—Oh, ¿qué pasa? ¿Entraste en tu fase tierna o qué? Al fin la gran Thunder Sonia se dio cuenta de lo geniales que somos las hadas, ¿eh? Costó, pero lo lograste. Los orcos lo notaron hace rato, ¿sabes?
—Puede que tengas razón. La guerra desgasta el espíritu, y tener a alguien tan absurdamente optimista como tú alrededor debe ayudar a que uno no se endurezca tanto… aunque a veces des ganas de estrangularte.
Las batallas una tras otra, los compañeros que morían sin fin. Cuando la sombra de la muerte empezaba a rozarte a ti también, las palabras se volvían escasas, y cuando al fin abrías la boca, solo salían reproches y sarcasmos hacia tus aliados. No había manera de mantener la moral así, y al final, las unidades terminaban siendo aniquiladas. Era una escena que se repetía con frecuencia.
El motivo por el que Thunder Sonia había acabado adoptando aquel carácter alegre era, precisamente, haber presenciado tantas veces ese tipo de tragedias a lo largo de la guerra. Sintió que alguien debía ser la chispa que mantuviera en alto el ánimo del grupo. Tener a una persona así entre ellos era algo invaluable para quienes cargaban con la desesperación.
Frizcop: Carajo, no sabía que Thunder Sonia podía caerme aun mejor, pero aquí estamos. Quiero mucho a la abuela Sonia.
—Con ese entusiasmo tuyo, anima también a los dos de atrás.
—No queda de otra, ¿eh? ¡Vamos, ustedes dos! ¡Ya casi llegamos, así que a mover esas piernitas! ¡El sol no va a esperarnos! ¡Pero el amanecer volverá mañana, así que ánimo! ¡Uno, dos! ¡Uno, dos!
No había que ponerse a pensar en quién había dicho que estaban por llegar. Lo importante era creer que, efectivamente, ya estaban cerca. Con ese pensamiento en mente, Thunder Sonia siguió avanzando, sacando las piernas del espeso manto de nieve mientras apuraba el paso.
—¡Muy bien! ¡Uno, dos! ¡Uno, dos!
—¡Vaya, Thunder Sonia también se puso en modo máxima potencia! ¡Vamos con todo, con todo!
Y así, el grupo finalmente llegó hasta las profundidades de las montañas nevadas, donde se alzaban, ocultas del mundo, las ruinas de un gigantesco santuario.
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11 Comentarios
Gracias por el capitulo
ResponderBorrarAunque Bash se ve deprimido que tan chetado esta ahora con su magia, digo Bash pudo con su propio poder mágico puro evitar ser encantado destruyendo su mayor debilidad, algo que apenas logro Nazar
Ahorra imaginemos que concentrándose logra una defensa mágica igual a su ataque, Bash seria invencible prácticamente. Recordemos la victoria contra Thunder Sonia:
Sonia cada Barrera que creaba era destruida con un espadazo y para poder golpearlo tenia que atraerlo arriesgando su vida y lo peor Bash se tanqueo varios de estos rayos y siguió peleando durante tres dias.
Ahora imagínate eso pero que aunque arriesgaste tu vida para golpearlo simplemente no le haces nada y lo peor es que los orcos son resistentes a enfermedades y toxinas entonces ahorra como chingados te enfrentas a Bash.
Lo peor es no solo enfrentarse a Bash seria enfrentarse también a sus esposas es decir que tan muerto esta Gediuz.
No sé si vaya a lograr un ataque mágico tan potente como su ataque físico, pero tendremos que verlo. No sé que tan chetado a terminar siendo Bash, considerando lo rompeculos que se volvió el ejercito demon y el mismísimo Gediguz.
BorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
BorrarMe refería a cuenta defensa mágica no ataque mágico. Si su defensa mágica es igual a las barreras de Thunder Sonia prácticamente seria muy dificil de vencer.
BorrarEl detalle es que la depresión es mas fuerte que la magia amigo haha, una de sus síntomas es La disfunción eréctil (DE), esa mierda si es magia de alto nivel haha.
BorrarDescanse en Paz la Sucubu creo que era la del callejón verdad cuando era escoltado al trono, que estaba rodeada de otras dos.
ResponderBorrarSí, esa misma.
BorrarBuena Referencia.
ResponderBorrarSi regresaba ahora y dijera algo como «¡Tarán, es que solo andaba de parranda!», era dudoso que eso bastara para restaurar las relaciones entre humanos y elfos.
Me preguntaba porque la Abuela era tan alegre, casi siempre los veteranos son representados como toscos o serios, pero en su posición donde ser el Líder y tener una imagen es equivalente a morir por el miedo de ver a tu Héroe perder la Fe, debe ser devastador. Nunca me molesto su actitud, pero ahora que cuenta el motivo es... !LA ABUELA GANA LAS APUESTAS AMIGOS! haha.
ResponderBorrarPD: extraño agregar imagenes! ADMIN Reacciona! xD
El problema es el tema de buscar un servicio de comentarios con comentarios bueno e implementarlo con éxito. Y yo mucho de estos temas no sé. Si te digo que turret está construído solo a base de sueños y esperanzas no te miento xD
BorrarSi es como yo sabia que por vivencias Bash y ThunderSonia son bastante afines el Héroe de su pueblo, intentan mantener una imagen, buscan pareja y en la búsqueda de pareja solucionaron problemas de su pueblo. También me gusta la relación Héroe Joven y Héroe Viejo
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