Remake Our Life!
Vol 10. Relato Exclusivo de la Edición Digital. Historia Corta Escrita Especialmente
—Ya debería dejar de beber de esta manera…
Murmuró Eiko Kawasegawa, repitiendo unas palabras que ya había dicho incontables veces, mientras se llevaba el vaso a los labios y se bebía el contenido de un trago.
—Si lo sabes, entonces empieza hoy mismo, hoy. —Le quité el vaso, que aún tenía líquido dentro.
—¡Oye! ¡Todavía quedaba como la mitad! ¡Devuélvemelo!
—¡Solo con esas palabras ya me quedó claro que no debo hacerlo!
Kawasegawa era una mujer muy talentosa y hermosa, y precisamente porque en su vida diaria era impecable en todo lo que hacía, su falta de control cuando bebía resultaba desastrosa, en proporción inversa a sus virtudes. Aquello había empezado a hacerse evidente más o menos en el último año, sobre todo desde que comenzó a preocuparse por su futuro laboral.
—Así que estás diciendo… que no tengo autocontrol, ¿no?
—Sí, eso mismo. Es justo lo que estoy diciendo. —Suspiré de forma un tanto exagerada y me quedé observando su comportamiento ebrio.
Con sus ojos normalmente fríos ahora adormilados, las mejillas encendidas y murmurando quejas entre dientes, Kawasegawa, vista solo en ese instante, resultaba realmente adorable. Considerando el contraste con su personalidad habitual, tan firme y seria, podría decirse que era parte de su encanto.
Pero yo lo sabía. Después de haber perdido el último tren por acompañarla o de haber tenido que cargarla a la espalda hasta su casa, sabía muy bien que detrás de esa adorable imagen se escondía un grado de molestia monumental.
Y sabía también que no habría siempre alguien dispuesto a soportar ese tipo de complicaciones.
—Cuando salgas de la universidad y empieces a trabajar, no vas a poder seguir así. Por eso deberías ir dejando estas costumbres.
—Ya lo sé, no tienes que decírmelo. —Kawasegawa bebió un sorbo de agua, dejó el vaso con un golpe seco sobre la mesa y, con un tono inusualmente serio, murmuró—: …Es porque estás tú aquí que he bebido tanto.
—¿Eh…?
Debió de haber bajado la guardia, porque sentí que lo que llevaba en lo más profundo de su corazón se le escapaba sin querer. Me quedé sin palabras, como si hubiese escuchado algo que no debía.
—Ah. —De pronto volvió en sí—. ¡Olvida eso! ¡Nada de lo que acabo de decir cuenta! ¡Fue solo algo que solté sin pensar, ¿entendido?! —Y sin esperar respuesta, asintió sola con la cabeza y, como siempre…
—Se durmió…
Al parecer, al menos hasta que nos graduáramos de la universidad, iba a tener que seguir acompañando a esta chica.
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