El Jefe de Atelier Tan Despistado

Vol.1 Historia Paralela. El Pequeño Sueño de Kurt

 

Yo, Kurt Rockhans, tenía varios deseos que quizá llamar «sueños» sería exagerado… pero aun así, eran anhelos desproporcionados que algún día quería intentar cumplir.

Eran deseos que, siendo realistas, eran prácticamente imposibles, y pensaba que jamás se harían realidad.

Pero, cuando me di cuenta de que quizá podía cumplir uno de ellos, experimenté a la vez júbilo y miedo.

Porque ya no podía huir escudándome en la palabra «imposible».

 

Eso ocurrió cuando la Señorita Kirschel, la recepcionista del Hello Work de la ciudad de Samaela, vino expresamente hasta el atelier del pueblo fronterizo para entregarme un documento.

—…Eh… esto… —Yo, que lo había recibido en la sala de recepción del atelier, no podía creer lo que veía.

Una serie de cifras… no, un número absolutamente imposible.

Debía de tratarse de un error. Quizá habían confundido mi documento con el de otra persona.

Eso pensé, pero allí estaba claramente escrito mi nombre.

—Um, señorita… ¿esto no será un error…?

—No es un error, Sr. Kurt.

—Pero lo que está escrito aquí…

—Sí, es el saldo de tu libreta bancaria.

Sí, era el saldo de mi libreta. Pero la cantidad escrita ahí era un monto que jamás había visto. Parecía suficiente para vivir un año entero sin necesidad de ahorrar.

No entendía en absoluto por qué semejante suma había sido depositada.

La Señorita Kirschel, diciendo que ya había terminado sus asuntos, apuró el té y salió de la sala de recepción.

Después de despedirla, seguí allí desconcertado, hasta que la Señorita Yulishia, que había estado escuchando a mi lado, dejó una mano sobre mi hombro.

—Kurt, trabajas en un atelier. Es lo típico recibir una cantidad así, ¿sabes?

—¿Eh, de-de verdad…?

—Claro. Kurt, trabajas lo suficiente para merecerlo. ¿Cómo eran las cosas cuando estabas con «Colmillo de Dragón de Fuego»?

—Pues… en aquella época no recibía ninguna paga. Yo era el chico de los recados, así que con que me dieran comida ya era más que suficiente.

Cuando necesitaba dinero de verdad, la Señorita Bandana tomaba uno de mis cristales mágicos y lo llevaba a cambiar por mí. Pero nunca había cambiado más de lo necesario, y por supuesto, no tenía ningún tipo de ahorro.

Y de hecho, si alguien descubría que yo tenía ahorros, sin duda al día siguiente ese dinero ya habría desaparecido entre el gasto de licor del Señor Golnova y la Señorita Marlefiss. A los dos les encantaba beber, aunque no fueran muy resistentes al alcohol.

—Ya veo. Bueno, debió de ser complicado. Kurt, este dinero puedes usarlo con libertad, ¿de acuerdo?

—¿Yo… usarlo con libertad…?

Incluso si me lo decían, no sabía en qué podía gastarlo.

La ropa, la comida y lo necesario para vivir me lo proporcionaban en el atelier.

Y lo que yo quería hacer… nunca me había parado a pensarlo.

—Ah… ya me acordé.

Lo recordé.

Lo recordé por completo.

—Parece que sí tienes algo en mente. Entonces deberías intentarlo, Kurt, —dijo la Señorita Yulishia.

Pero no puedo evitar preguntarme si de verdad podía hacer algo así.

 

—Haa…

Tras terminar la limpieza del atelier, tenía algo de tiempo libre, así que solté un suspiro sentado en una banca de la plaza.

—Si sigues con esa cara tan sombría, hasta la felicidad va a espantarse. ¿Te pasó algo?

—¿Eh?

De pronto, un joven me habló.

Era un hombre muy apuesto, pero esa voz… yo ya la había escuchado en alguna parte.

—Ah, claro, hoy estoy de descanso. Con esta ropa es normal que no me reconozcas. La última vez que nos vimos llevaba armadura.

Al fin comprendí quién era.

—¡¿……!? ¡¿Sir Generic!? Di-disculpe.

—Oye, oye, no te pongas así. Si mis compañeros se enteran de que un empleado del atelier me hace reverencias, me van a dejar hecho polvo.

—¿Eh? Pero Sir Generic, usted es el subcomandante, ¿cierto?

—Deja lo de «Sir». Para nosotros, la gente del atelier son nuestros salvadores. Si ustedes no hubieran estado ahí, yo no estaría vivo.

—Pero yo no hice…

Sir Generic negó con la cabeza antes de dejarme terminar.

—Claro que hiciste algo. Incluso un chico de los recados cumple un papel importante sosteniendo el atelier.

—¿Cree que es así?

Si era cierto, entonces me hacía feliz.

Aún no había visto al jefe de atelier ni una sola vez, pero algún día quería conocerlo directamente… y que me reconociera.

—Entonces, ¿por qué estabas suspirando?

—Bueno, la verdad es que cumplí un mes trabajando en el atelier y recibí mi primer sueldo, pero es una cantidad demasiado grande para mí. No sé en qué debería usarlo.

Cuando se lo conté, los ojos de Sir Generic brillaron de inmediato.

Frizcop: ¡Putas, Harry, putas!

—Ya veo. ¡Bien, entendido! ¡Entonces vamos a un burdel!

Frizcop: Yo lo decía de broma xD

—¿Eh? ¿Eh? ¿Eh?

El Señor Generic me sonrió con una mueca burlona mientras yo me quedaba mirando sin saber qué decir.

—En donde vives hay chicas muy lindas: la aventurera principal Yulishia, Liese, y también Sheena, que parece tan inocente… Seguro que tienes muchas cosas acumuladas, ¿no? Yo les hablo, pero ninguna me hace caso; parecen bastante firmes para esas cosas.

—¿Eh? Um, pero yo…

—Tranquilo, al menos para la primera vez puedo guiarte yo…

En el instante siguiente a que él me tomara de la mano para tirar de mí, una flecha rozó la mejilla del Señor Generic y se clavó en un árbol.

La flecha tenía un papel atado, y cuando el Señor Generic lo leyó, su rostro cambió de color de inmediato.

—Bi-bien. Mejor no vayamos al burdel.

—¿Eh? Ah, claro…

De todas formas pensaba negarme desde el principio, así que me alegré.

Pero aun así, era sorprendente: el escuadrón de caballeros de este pueblo usaba mensajes atados a flechas para comunicarse.

Yo era muy malo con las flechas, así que jamás podría trabajar con los caballeros.

—¿Sir Generic, en qué gastó usted su primer salario?

—……

Cuando pregunté eso, Sir Generic frunció el ceño.

—Lo-lo siento. Creo que pregunté algo demasiado personal.

—Ah, no, no te disculpes. El día que recibí mi primer sueldo fue más o menos una semana antes del cumpleaños del General. Así que todos los del escuadrón juntamos parte del salario para regalarle licor. Y como siempre, me tocó a mí ir a comprarlo. Pero justo en la licorería habían recibido un brandy que el General quería probar alguna vez. Con lo que juntamos no alcanzaba, así que al final puse lo que faltaba de mi propio salario. Ya lo sé, no me pega y suena vergonzoso…

—¡Pero es genial! —Lo dije desde el fondo de mi corazón.

Usar dinero por el bien de alguien importante…

—No es una historia como para que te brillen los ojos, ¿sabes? En fin, el salario es para gastarlo como quieras. ¿No tienes algo en lo que te gustaría usarlo?

—Ah… sí lo tengo, pero… me da un poco de vergüenza.

—¿Qué? ¿Me haces contar algo tan vergonzoso y tú no piensas decir nada? ¡Habla!

—Sí, entendido. Pero… por favor, no se ría.

Después de advertirle eso, empecé a contarle.

Le hablé de mi pequeño sueño de siempre.

Un sueño que había escuchado de niño, que nunca había visto en la realidad, pero que algún día quería intentar.

Entonces Sir Generic, que al principio ponía una cara seria, de pronto:

—…Pff, —soltó una carcajada y empezó a reír divertidamente.

Así que mi sueño sí era ridículo, después de todo.

—No, lo siento, lo siento. Vaya, con que tú también tienes ese tipo de deseos. Bueno, yo también lo hice una vez, y sí, es verdad que se siente bien.

—¿¡Lo hizo también!? —No podía creerlo. Pensé que algo así solo existía en las historias, nunca imaginé que hubiera alguien real que lo hubiera hecho.

—Sí. Aunque no sea muy propio de mí, terminé ocupando un puesto que me queda grande, el de subcomandante. Pero solo lo hice una vez. Además, para eso necesitas bastante dinero. ¿Con tu sueldo podrás hacerlo?

—¿Cuánto se necesita?

—Veamos…

Sir Generic me contó cuánto le había costado cuando él lo hizo.

Era… más barato de lo que imaginaba.

Perfectamente asequible para mí.

—Creo que sí podría pagarlo.

—¿Ah, sí? Trabajar en un atelier sí que deja ganancias. Quizá debería renunciar a los caballeros y postular allí. —Lo dijo con un tono de ligera sorpresa.

—Estoy seguro de que lo recibirían con gusto.

—No te lo tomes tan en serio. Es una broma. Me gusta mi trabajo actual… Entonces, ¿cuándo lo vas a hacer?

—Ehm… después de preguntarles a todos cuándo pueden…

—Eso es tonto. Las cosas así se hacen el día que se te ocurre, y la diosa te bendice. Hay una taberna a la que tu, Danzo y Kanth van casi todos los días, ¿cierto? Me los topé varias veces. Podrías hacerlo allí, ¿no?

—¿En ese local?

Era cierto: ese lugar no era muy amplio, y ya había ido varias veces a comprar alcohol, así que conocía al dueño y a los parroquianos habituales. Sería un buen lugar para hacerlo.

El día en que me decidía… ¿eh?

—¡Muchas gracias, Señor Generic! Hablaré con el dueño de la taberna para consultarlo.

—Oh, dale, suerte.

Después de que el Señor Generic me despidiera, me dirigí a la taberna.

Aún no era hora de apertura, pero el dueño me escuchó de buena gana.

Con eso, ya no había marcha atrás.

Tras hacer lo que debía, regresé al atelier.

—Señorita Liese… ¿eh? ¿Hoy lleva arco y flechas?

La Señorita Liese estaba en el jardín apreciando las flores, pero llevaba un arco a la espalda y un carcaj en la cintura.

—Sí, Sir Kurt. Practiqué cacería en el pasado, así que traje mis cosas. Estaba pensando en atravesar con una flecha a los molestos insectos que se reúnen en las flores.

—¿¡Atravesar insectos!?

Increíble. Poder acertar a algo tan pequeño con una flecha…

De la Señorita Liese, que mostraba una sonrisa desafiante, emanaba un aura impresionante.

Sin duda tenía un talento enorme para el tiro con arco. Yo, en cambio, no podía lanzar una flecha ni a un metro.

—Ah, cierto. Señorita Liese, ¿hay algo que quiera comer para la cena?

—A un insensato que invita a mi amado a un burdel, quisiera freírlo entero.

—¿Perdón? —Le pregunté sin entender.

Entonces el aura de la Señorita Liese desapareció, y con una sonrisa dijo:

—Me equivoqué. Ahora que lo pienso… algo frito estaría bien.

—¿Algo frito? Muy bien. Justo conseguí una buena pieza de carne, así que prepararé carne frita. —Dije eso y me dirigí al comedor para preparar la cena.

 

Y después de la cena…

—Vaya… ¿qué es esta carne frita? Al principio pensé que, para ser tú, Kurt, era un plato bastante pesado, pero el regusto es tan fresco…

—Y no siento pesadez estomacal en absoluto. Podría comer y comer sin parar; voy a terminar engordando.

La Señorita Yulishia y la Señorita Liese comían mi carne frita con una expresión muy satisfecha.

—De verdad, mientras más como, más ganas me dan de seguir.

—Es deliciosa, de verdad.

—Haa… ya se la terminaron.

Parecía que el Señor Kanth, el Señor Danzo y la Señorita Sheena también habían acabado.

Bien, si iba a decirlo, era ahora.

—Señor Kanth, Señor Danzo. ¿Van a ir a la taberna ahora?

—Sí, esa es la idea.

—Uh-hm, pensábamos ir.

—¿Puedo ir con ustedes?

Y entonces se lo dije también a la Señorita Yulishia y la Señorita Liese.

—Si no les molesta, ¿vamos todos juntos a la taberna?

Ir a la taberna. Era una frase que yo jamás había dicho antes, y el rostro de la Señorita Yulishia cambió.

Se quedó congelada… con una sonrisa.

No solo ella: el Señor Danzo, el Señor Kanth y la Señorita Sheena también se quedaron paralizados.

—Ehh…

Cuando hablé, la Señorita Yulishia me agarró fuerte del hombro.

—¿Por qué, Kurt? Nunca has dicho que quieras ir a la taberna. Todavía es muy pronto para que tomes alcohol. ¿O acaso alguien te metió ideas raras? ¿Danzo? ¿Kanth?

—¡Injusticia pura!

—No-nosotros no hemos hecho nada.

¿Por qué se armaba tanto revuelo solo porque dije que quería ir a la taberna?

De todos modos, tenía que aclarar el malentendido.

Si no, el Señor Danzo y el Señor Kanth terminarían viéndose como delincuentes.

—Ehm… el dueño de la taberna dijo que había conseguido un jugo raro de frutas de un país del oeste, y pensé que me gustaría probarlo.

Ugh… era verdad que había llegado ese jugo, pero ocultar el verdadero motivo me hacía sentir como si estuviera mintiendo, y no me gustaba.

—Ah, vaya. ¿Querías tomar jugo? Entonces podrías pedírselo a Danzo y…

—Ah, eh…

Rayos… ¿qué se supone que debía responder a eso?

Tal vez sí estaba mal, después de todo.

Justo cuando empezaba a pensar que no podía hacerlo, la Señorita Liese me echó una mano.

—No está nada mal. Si lo bebe en el atelier, Sir Kurt tendrá más trabajo al limpiar. Además, de vez en cuando es bueno cambiar de ambiente.

Con esas palabras, la Señorita Yulishia y los demás finalmente aceptaron.

Así, con el sol poniéndose a nuestras espaldas, partimos hacia la taberna.

 

En la taberna estaban los dos señores mayores de siempre. Y además…

—¡Oh! Todo el grupo del atelier. ¿Vinieron todos juntos a beber?

Sir Generic estaba sentado en una mesa con algunos miembros de la guardia, comiendo.

Vino a vernos, Sir Generic.

—Bienvenidos, ¿qué van a pedir? —el dueño del local, un hombre de barba imponente, nos llevó hasta una mesa y preguntó eso.

—Yo quiero una cerveza. Danzo, ¿tú también?

—Uh-hm.

—Yo tomaré un cóctel de frutas.

El Señor Kanth, el Señor Danzo y la Señorita Yulishia pidieron cada uno su bebida alcohólica.

—Para mí y para Sheena, y también para Sir Kurt, que nos traigan jugo de frutas, ¿sí?

—Sí.

La Señorita Sheena asintió.

Según las leyes de este país, estaba permitido beber alcohol desde los quince años, así que tanto la Señorita Sheena como yo podíamos hacerlo, pero como a ambos nos dolía la cabeza al beber, preferíamos no hacerlo.

…Sí, si iba a decirlo, tenía que ser ahora.

—Kurt, ¿qué pasa? —me preguntó la Señorita Yulishia cuando me levanté.

Pero no le respondí y caminé hacia el centro de la taberna.

Entonces alcé la voz y grité:

 

—¡Hoy invito yo! ¡Todos, coman todo lo que quieran y beban todo lo que deseen!

 

…Lo dije.

Lo había dicho.

Pero, contrario a lo que había imaginado, un silencio…

 

—¡Muy bieeeen! ¡¿Invita Kurt?! Maestro, tráigame una cerveza… ¡en jarra! —El Señor Generic gritó de alegría y le hizo su pedido al dueño.

Los demás miembros de la guardia murmuraban algo entre ellos, pero…

—¡Oh, ¿invita Sir Kurt?! ¡Entonces yo pediré también una bandeja de frutas! —dijo Liese, interrumpiéndolos.

—Pues yo quiero cerveza y carne seca.

—Y yo vino y queso… no, mejor una bandeja de tres quesos.

Los caballeros empezaron a pedir.

—¿Nosotros también podemos? —preguntaron los parroquianos.

Cuando dije que por supuesto, ellos también comenzaron a pedir botellas cada uno.

Al final, la Señorita Yulishia y los demás pidieron sus platos.

Y cuando todas las bebidas estuvieron servidas…

 

—¡Un brindis por el generoso Kurt!

—¡Salud! —dijo todo un coro de voces.

 

Guiados por el ánimo del Señor Generic, el lugar estalló en celebración.

Esto era… esto era mi sueño.

Con mis palabras, mis compañeros, mis conocidos e incluso personas que no conocía en absoluto podían volverse felices: eran palabras mágicas.

La escena ideal se extendía ante mis ojos.

◇◆◇◆◇

—Oiga, Srta. Yulishia. Mire qué feliz está Kurt durmiendo. ¿Quién habrá sido, digo yo, el que le hizo beber alcohol? —preguntó Sheena, mirando a Kurt, que dormía sobre mi espalda, respirando tranquila y regularmente.

Bueno, nueve de cada diez veces habría sido culpa de ese subcomandante.

Cuando el ambiente estaba en su punto más alto, Kurt se quedó dormido, así que Sheena, Liese y yo —como niñera de turno— decidimos salir antes de la taberna.

Quise decir que, ya que era el dinero de Kurt, debían moderarse, pero al verlo tan feliz no me quedaron ganas de mencionarlo.

—Oye, Liese, ¿tú ya lo sabías? ¿Que Kurt iba a invitar a todos hoy en la taberna?

—Sí. Oí por casualidad una conversación entre Sir Kurt y Sir Generic.

—Por casualidad… ¿eh?

—Sí, por casualidad. Y según escuché, era un sueño de Sir Kurt: imitar a un aventurero que grita «¡Hoy invito yo!» en la taberna. Supongo que ese tipo de aventurero generoso era el ideal de Sir Kurt.

Aunque era una frase que no le pegaba nada a Kurt, el deseo de gastar su dinero por el bien de los demás me parecía muy propio de él.

Claro que, en circunstancias normales, si un chico como Kurt decía «Hoy invito yo», la gente solo se quedaría confundida, pero Generic y Liese, además de los dos parroquianos que seguramente habían sido avisados antes por el dueño, supieron seguir el juego.

—De verdad… Kurt tiene que aprender a manejar bien su dinero.

—¿Oh? Yo creo que es un uso mucho más constructivo que ir a un burdel. Además, aunque no aprenda a gastar, los ahorros de Sir Kurt…

—Cierto.

Efectivamente, a Kurt le habían pagado hoy desde Hello Work.

Los intereses de la cuenta de ahorros real que tenía en Hello Work se acumulaban allí.

Por cierto, la cuenta de ahorros auténtica debía guardarse como cuenta del atelier hasta que Kurt cumpliera 20 años o hasta el día en que realmente la necesitara.

—Solo viendo su carita dormida, parece un niño adorable como cualquier otro, ¿verdad?

—Es verdad… solo viendo esta carita dormida podría comerme tres platos de arroz.

Sheena y Liese miraban la cara de Kurt con una sonrisa traviesa.

Como yo lo llevaba a la espalda, no podía ver su rostro mientras dormía, pero aun así, me conformaba con sentir en mi espalda el calor de su cuerpo.

 

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