El Jefe de Atelier Tan Despistado

Vol. 1 ◎ Historia Paralela de la Edición Digital. Bazar Benéfico

 

Un día, una monja del pueblo cercano visitó el atelier donde yo, Kurt, trabajaba.

—¿Un bazar benéfico?

—Sí. Nos gustaría pedirle a este atelier que aporte artículos para el bazar que se celebra una vez al año en el pueblo cercano. Todo lo recaudado será donado a los orfanatos del país.

—Vaya…

Qué problema. Justo en momentos como este, la Señorita Yulishia, la Señorita Liese y todos los de Sakura estaban fuera por trabajo. Mis objetos personales no serían lo suficientemente valiosos para servir de donación.

—Esto… ¿para cuándo tendría que llevar lo que quiera aportar?

—Bien. Pensamos partir en carro hacia el pueblo cuando suene la campana del atardecer de hoy, así que si tienen objetos que no necesiten, por favor llévenlos a la plaza. No podremos transportar cosas demasiado grandes, eso sí.

—Entiendo. Lo pensaré.

Acepté, pero los objetos del atelier no eran cosas que yo pudiera desechar por mi cuenta. Podía fabricar algo ahora, pero… qué problema.

No había forma de que algo hecho por mí se vendiera caro. Y si se quedaba sin vender, acabaría siendo un estorbo.

—…¡Ah, ya sé!

No importaba si no se vendía. Habían dicho que el dinero sería donado a los orfanatos, así que, si lo que hiciera no se vendía, podrían entregarlo igualmente a los niños. Si hacía juguetes, seguro que los haría felices.

—Bien, primero una figura de caballero, que a los niños les encanta.

Fui a la herrería y, extendiendo y golpeando hierro fino, fabriqué unas cien figuras de caballero a escala 1/8 en una hora. Por supuesto, les quité el filo a las espadas para que no hubiera peligro de herirse.

—También podría hacer anillos de juguete, que les gustan a las niñas.

Tenía minerales que había recogido en una exploración anterior. Solo se veían bonitos, pero podía fundirlos y hacer anillos. No tenía tiempo para ir a buscar cristales, así que trabajé el vidrio para que se viera similar.

Sí, al menos se veían bonitos.

—Quizá haga también una muñeca grande.

Esta también la fabriqué en metal. Ah, cierto: como sería un juguete para niños, podría ponerle una piedra mágica para que brillara. Y si además tuviera funciones automáticas para moverse, sería genial. ¡Ah, o tal vez podría hacer que se transformara o combinara!

 

…Así fue como regresé a mi infancia y continué fabricando juguetes.

Y, al atardecer de ese mismo día, guardé los juguetes terminados en una bolsa y se los entregué a la monja.

—Este es el inventario. Son todos juguetes para niños, así que, si sobra alguno, por favor dónenlo a los orfanatos.

—Ya veo, muchas gracias. Seguro que todos estarán encantados.

La monja hizo una profunda reverencia y colocó en el carro la bolsa que recibió de mí.

Había cosas hechas de vidrio, pero no se romperían con el traqueteo del carro, así que debía de estar bien.

 

Una semana después.

En el comedor del atelier, Liese estaba mirando una hoja de papel mientras parecía sumida en sus pensamientos.

—…Señorita Liese, ¿qué ocurre?

—Ah, Sir Kurt. Verá, hace unos días se celebró el bazar benéfico, pero allí ocurrió algo inesperado… Por lo visto, varias de las figuras elaboradas con una precisión extraordinaria se vendieron por 1500 monedas de oro; unos anillos de un diseño exquisito hechos con metales preciosos se vendieron por 2000 monedas; y unas muñecas que parecían artefactos mágicos nunca antes vistos se vendieron por 10.000 monedas. Dicen que la donación para los orfanatos del país se convirtió en una suma increíble pero… Sir Kurt, ¿tiene alguna idea de quién pudo haber sido?

—¿Alguien donó objetos tan valiosos? Lo siento, no tengo idea de quién pudo haber sido… ¡Ah! ¿Será que el jefe de atelier los entregó en secreto?

—Yo también pensé lo mismo, pero él mismo lo negó… hace un momento.

Ya veo. Pensé que tal vez sería él, pero parece que no.

Hay personas realmente extraordinarias en este mundo , pensé.

Y así, la situación de los orfanatos del Reino de Homuros mejoró enormemente.

 

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