Sasaki y Pii-chan

Vol. 9 YouTubers Parte 1

Una guerra por delegación seguía librándose entre ángeles y demonios.

Ambos bandos escogían a ciertos humanos como sus Discípulos, y estos podían obtener recompensas al derrotar a los representantes de la facción contraria. Otros que colaboraban también podían negociar una compensación, tal como hizo Futarishizuka tras eliminar al Discípulo de un ángel.

Estas recompensas, concedidas por ángeles y demonios a los humanos, consistían en fenómenos misteriosos más allá de toda comprensión mortal, capaces de lograr hazañas que de otro modo serían imposibles.

Futarishizuka utilizó su recompensa para resucitar al Príncipe Lewis, antiguo primer príncipe del Reino de Herz. Él había sido víctima de un hechizo que corrompió su cuerpo y lo transformó en un horrendo amasijo de carne; un estado que incluso el Sabio de las Estrellas había declarado irreversible. Pero con la ayuda de Abadón, el príncipe caído recuperó su forma original.

—¿Puedo quedarme aquí, bajo tu cuidado, junto a la hija de la Casa Müller?

—Señor, yo…

El príncipe había dejado claras sus intenciones: deseaba permanecer un tiempo en Japón. Todo indicaba que terminaría viviendo con Elsa en la villa de la Srta. Futarishizuka.

—Elsa, ¿qué clase de labor desempeñas en estas tierras? Me encantaría saberlo.

—Co-con todo respeto, alteza… soy algo que aquí llaman YouTuber.

—¿Una YouTuber…?

Pocos instantes después de haber celebrado la resurrección del Príncipe Lewis, Tipo Doce apareció en la sala de estar de la villa.

—He escuchado todo, —declaró la forma de vida mecánica, irrumpiendo para presentar su propuesta—. Yo deseo desplegar mis alas por el mundo entero como YouTuber.

Su rostro permanecía, como siempre, inexpresivo. Pero en su voz se percibía un leve matiz de entusiasmo, como si anticipara con emoción su incursión en el ámbito digital. Casi parecía inflar el pecho de orgullo… o tal vez solo era mi imaginación.

—Perdona que pregunte, —me atreví a decir—, pero… ¿a qué viene todo esto?

—He llegado a la conclusión de que, tanto desde el punto de vista de la eficiencia como del manejo de riesgos, obtener pequeñas dosis de afecto de un gran número de humanos no identificados generará la menor cantidad de problemas. También evitará incidentes como el de hoy. Con este plan, tengo mucho que ganar y poco que perder.

—Oh, genial, —comentó la Srta. Futarishizuka con ironía—. Ha comprendido el verdadero significado del amor.

Más o menos entendía a qué se refería Tipo Doce. Era terriblemente directa, claro está. Pero las formas de vida mecánicas no podían mentir, así que todo lo que decía salía así, sin filtro alguno.

—…… —Dudé, sin saber cómo responderle.

Ah, esta chica… ¿qué vamos a hacer con ella?

Antes de que pudiera decir algo, Tipo Doce continuó desarrollando su propuesta:

—Tu hija menor ha desarrollado desconfianza hacia los humanos debido al acoso escolar. También deseo un medio para sanar mi corazón herido. Y como ya estoy imponiéndome a mi familia, no puedo permitirme ser una carga mayor. Por lo tanto, es razonable recurrir a un número indeterminado de humanos ajenos a nosotros.

—Solo puedo imaginar un desenlace posible para esto, niña, —dijo la Srta. Futarishizuka—. Un montón de haters inundando tus comentarios hasta que termines teniendo una crisis mental.

—Ningún humano puede esperar vencer a una forma de vida mecánica en un campo de batalla electrónico.

—Seguro que con un sabio uso del martillo de ban para eliminar cualquier cuenta que no te guste, ¿verdad?

—Tipo Doce, lo siento, ¿pero podríamos retomar este tema en otro momento? —pregunté.

—Barón Sasaki, si soy yo quien le preocupa, puede continuar libremente, —dijo el Príncipe Lewis—. No me molesta en absoluto, y no tienes por qué ser tan formal conmigo ahora que estoy bajo tu cuidado. Trátame igual que a la muchacha Müller.

Mi idea había sido usar la presencia del príncipe como excusa para posponer la conversación. Por desgracia, el hombre del momento acababa de cerrarme toda vía de escape.

—Padre, hemos recibido una respuesta favorable del sujeto en cuestión. Por favor, prioriza tu diálogo con la hija menor.

—Creo que podrías mostrar un poco más de humildad, niña, —intervino la Srta. Futarishizuka.

—Sabes, conseguir que la gente simpee por ti en los sitios de videos solía ser fácil antes, pero hoy en día… no tanto, —comentó la Señorita Hoshizaki—. He oído que casi todos los que lo intentan están destinados a desaparecer antes de que alguien siquiera los note.

Tenía un excelente punto. Recordé a una compañera de mi antiguo trabajo que anunció que comenzaría un segundo empleo como creadora de contenido. Después de unos seis meses de stremear juegos mientras hacía caras graciosas, cerró su cuenta rápidamente. Lo único que quedó fue un nuevo capítulo de su vida que deseaba olvidar cuanto antes.

Sin embargo, Tipo Doce no tenía intención de dejarse frenar por eso.

—Hace mucho que he completado mi estudio de las obras videográficas de la humanidad. Dada la capacidad de cómputo a mi disposición, creo que superarlas a todas sería trivial. No hay duda de que, en un futuro cercano, muchos humanos me estarán adorando en línea.

Era, más o menos, lo mismo que había dicho mi excompañera… justo antes de fracasar. Aun así, con la superciencia de las formas de vida mecánicas de su lado, Tipo Doce probablemente tenía más posibilidades.

—¿Adorándote, eh? Ya veo que has dejado atrás toda pretensión, —observó la Srta. Futarishizuka.

Habíamos apartado los muebles y colocado la cama del Príncipe Lewis en el centro de la sala de estar. Ahora estábamos de pie formando un círculo a su alrededor, lanzando palabras de un lado a otro por encima de la cama. Un viento frío entraba por la puerta corrediza que Tipo Doce había dejado abierta, y comencé a sentir escalofríos.

En lo personal, lo que más me preocupaba era el propio príncipe, que seguía cubierto solo con una sábana. ¿No deberíamos darle algo de ropa de inmediato? Su rostro apuesto y su cuerpo pálido y esbelto hacían que toda la escena se sintiera… curiosamente poco decente.

—¿Quieres decir que deseas crear videos junto al Príncipe Lewis y conmigo?

—Elsa, eso es incorrecto.

—¿Eh? ¿Lo es?

—Quiero convertirme en YouTuber por mi cuenta.

Tipo Doce habló con voz distante. En el rostro de Lady Elsa apareció una expresión de sorpresa… y un leve matiz de tristeza. Seguramente había esperado poder trabajar juntas.

—¿Y eso por qué? —preguntó la Srta. Futarishizuka.

—La hija menor desea disfrutar plenamente de la atención de los humanos. Si compartiera la pantalla con otro, esa atención se dividiría. He aprendido de la historia de esta nación que, si uno desea brillar de verdad, debe actuar en solitario. Actuar en grupo es, en la mayoría de los casos, solo una forma de mitigar riesgos.

—Vaya afirmación tan atrevida para una niña que, sin duda, sabe lo populares que son esos grupos.

—Repito: ningún humano puede esperar vencer a una forma de vida mecánica en un campo de batalla electrónico.

Era evidente que Tipo Doce ya había tomado una decisión firme. Se abriría camino como YouTuber por las buenas o por las malas. Cada vez se estaba volviendo más difícil de manejar, y no sentía más que inquietud mientras la situación avanzaba. Aun así, rechazar su propuesta no sería sencillo. Pese a su adorable apariencia, aquella forma de vida mecánica poseía una testarudez notable.

—Muy bien, entonces, —dije—. Respetaré tu decisión, Tipo Doce.

—¿¡Eh!? ¡Oye, espera, Sasaki, ¿hablas en serio!? —exclamó la Señorita Hoshizaki.

—Podría decirle que no, pero de todos modos lo haría a escondidas. De esta forma podremos vigilarla y establecer algunas reglas básicas. ¿Qué te parece?

—Bueno… tiene sentido, pero… —vaciló la Señorita Hoshizaki. Sabía perfectamente lo entusiasta que podía llegar a ser la chica alienígena.

Si actuaba por cuenta propia sin que lo supiéramos, solo acabaría provocando problemas a quienes la rodeaban, igual que con la Gota de Hada. Si esa era la alternativa, prefería fijar límites claros y hacerla prometer que los cumpliría.

—Dicho esto, —proseguí—, seguimos siendo empleados del buró, así que no podemos darte permiso para hacer lo que quieras. Aquí va mi propuesta: puedes continuar con tu idea, pero si en algún momento parece que tus streams podrían revelar la existencia de seres extraterrestres, deberás cesar toda actividad de inmediato.

—Padre, por favor, formula esa condición en términos más cuantitativos.

—¿Qué tal esto? —intervino la Srta. Futarishizuka—. Si recibes diez comentarios dudando de la verosimilitud de tus videos, se acabó el juego. Si creas videos con calidad de película de Hollywood, la gente empezará a sospechar cómo lo haces.

—Y eso significa, por supuesto, nada de borrar comentarios, —añadí—. Además, debes prometer que no harás nada ilegal durante el proceso de publicación o el streaming de videos. Eso incluye violar normas sociales. Si no puedes cumplirlo, tendrás que detenerte.

—Puedo prometer no apartarme del nivel promedio de calidad de los videos del sitio. También prometo no salir de los límites de la ley japonesa ni de las costumbres tradicionales humanas. Sin embargo, con respecto a la eliminación de comentarios, tengo una objeción.

—¿Y esa cuál sería?

—No puedo aprobar una prohibición total de baneos . La difamación, los discursos de odio y el ciberacoso son actos verdaderamente detestables. Si dejo ese tipo de comentarios, mi soledad se disparará. Mi opinión sobre la humanidad se verá alterada de forma dramática e irreversible.

—Entonces solo te prohibiremos borrar los comentarios como los que describió la Srta. Futarishizuka.

—Entendido. Padre, Abuela, acepto sus condiciones.

Tipo Doce aceptó sorprendentemente sin oponer resistencia. Debía de estar realmente entusiasmada con la idea de que una cantidad indefinida de personas la admirara en internet. A decir verdad, todo aquello me producía una gran ansiedad. Si empezaban a atacarla en línea, todos la pasaríamos muy mal. Solo me quedaba confiar en que estaría bien, ya que tenía poder suficiente para «apagar el fuego» por sí misma. Después de todo, una vez había filtrado una foto de la Señorita Hoshizaki en internet y luego se las arregló para limpiar todo el desastre como si nunca hubiera ocurrido.

—Sin embargo, si debo cumplir la ley, no podré acceder a la red humana ni registrarme en el sitio de videos. Necesito al menos un dispositivo mediante el cual pueda obtener acceso.

—Mañana hablaré con mi jefe sobre eso, —le dije.

—Falsificó un registro familiar en una sola noche, así que no tengo dudas de que podrá conseguirte un smartphone, —murmuró la Srta. Futarishizuka—. De hecho, esta es su oportunidad para mantener las transmisiones digitales de la forma de vida mecánica bajo su ojo vigilante. Seguro estará encantado.

—Lo contactaré esta noche. Si todo sale bien, tendrás uno mañana.

—Padre, muchas gracias. Cuanto antes pueda debutar, mejor.

Futarishizuka sonrió con ironía.

—Ah, esa mentalidad profesional prematura… el sello distintivo de todo YouTuber novato.

Mientras solo lograra que la gente en internet la adulase, no debería causar mayores problemas. Y si tenía éxito y se enganchaba con ello, tal vez nuestra vida se volvería un poco menos agitada. En ese sentido, no era tan mala noticia.

Cualquier padre normal estaría hecho un mar de nervios si su hijo sufría acoso en la escuela y decidía encerrarse en casa. Pero nuestra familia no era real; todo era un juego. Así que yo estaba más que dispuesto a aprovechar la situación para acercarme a la vida tranquila que Pii-chan y yo soñábamos.

Sin embargo, unos momentos después, Futarishizuka dijo algo extraño.

—Oh, cielos… ahora la hija menor se divertirá toda sola y no dejará nada para el resto de nosotros.

Siempre hacía algo así. Todos la miramos, expectantes, preguntándonos qué tramaría esta vez.

Con una sonrisa satisfecha, continuó:

—Se nos ha presentado una gran oportunidad. ¿Por qué no tenemos una pequeña competencia?

—¿Qué tipo de competencia? —pregunté.

—¡Compitamos por ver quién consigue más visitas! —exclamó Futarishizuka, alzando un dedo y haciendo una pose.

La Srta. Futarishizuka siempre tenía un motivo para todo lo que hacía. Rápidamente entendí cuál era su intención.

—Ya veo. Con un pretexto como ese, el Señor Akutsu podría permitirnos subir videos como parte de nuestro trabajo de «familia simulada». Al menos, probablemente no nos asignaría otro proyecto.

—¡Exactamente! —respondió ella con entusiasmo—. Puede que tengamos más tiempo libre ahora que la hija menor estará en casa, pero no queremos que el jefe nos mande a hacer un montón de encargos. Hemos tenido que levantarnos temprano todos los días durante una eternidad. Quiero trasnochar un poco y jugar en línea… ya sabes, entregarme de lleno a ese estilo de vida de despertarse después del mediodía.

Yo estaba totalmente de acuerdo con ella. Yo también quería algo de tiempo libre para ver todo ese anime que había estado grabando y guardando «para después».

La Señorita Hoshizaki objetó de inmediato.

—Futarishizuka… y supongo que tú también, Sasaki… ¿podrían no meterme a en sus planes? Entiendo que quieran descansar un poco, pero esto es totalmente distinto. Si ese es su plan, le pediré al jefe que me asigne una misión aparte.

Su obsesión con el dinero volvía a hacerse notar. Si ya no necesitaba cuidar de Tipo Doce, entonces —si el Señor Akutsu se salía con la suya— ella simplemente volvería a la escuela. Naturalmente, eso significaba sin horas extra ni pago por riesgo, lo que resultaría en una drástica reducción de sus ingresos.

Así que, como adultos irresponsables que éramos, nos dispusimos a susurrarle tentaciones al oído.

—Pero piénsalo, —le dije—. Si logramos que esto genere ingresos, sería un excelente trabajo secundario, al menos desde el punto de vista financiero.

—Te sorprendería saber que la mayoría de los videos virales son creados por principiantes totales, igual que tú, —añadió la Srta. Futarishizuka—. Un video casual consigue millones de visitas, todo el mundo empieza a hablar de él, ¡y terminas ganando unos cuantos cientos de miles de yenes como calderilla cada mes!

—…Está bien. Supongo que puedo intentarlo, al menos.

La sola idea de un ingreso adicional la había enganchado de inmediato. Aquello me preocupó un poco; podía imaginarla cayendo en alguna de esas estafas de «vende información», de esas que prometen que empezarás a ganar una fortuna si compras su guía paso a paso.

—¿Quieres decir que tú aún no subes tus propios videos, mi estimada senior? —preguntó la Srta. Futarishizuka con tono burlón—. Las chicas de preparatoria de hoy en día suben videos bailando o haciendo tonterías todo el tiempo. No me digas que nunca tuviste amigas con quienes grabarte…

—¡Bi-bien! ¡Hagámoslo! ¡Después de todo, por supuesto que sigo siendo una chica de preparatoria!

Al verla, estaba casi seguro de que jamás había subido un video en su vida.

¿Eso también nos incluye a nosotros? —preguntó Abadón.

—A mí eso me da igual, —respondió mi vecina.

—De acuerdo con la Regla Familiar Número Tres, —dijo Tipo Doce—, asuntos como este deben decidirse por votación mayoritaria.

Con la Srta. Futarishizuka, la Señorita Hoshizaki y yo de acuerdo, el resultado estaba prácticamente decidido. Tipo Doce quería que votáramos de inmediato, confiada en que su participación nos daría la mayoría. Probablemente esperaba arrastrar a toda la familia a la diversión.

—¡Muy bien, entonces! —gritó la Srta. Futarishizuka—. ¡Todos los que estén a favor del concurso de visualizaciones, levanten la mano!

Todas las manos se alzaron. No hubo ni una sola persona en contra.

Incluso Pii-chan, que estaba posado sobre mi hombro, levantó una de sus alas en un gesto increíblemente adorable. Aunque ya tenía un canal conjunto con Lady Elsa, así que probablemente no subiría un video propio.

Solo Abadón pareció dudar un instante. Sin embargo, mi vecina levantó la mano sin pensarlo dos veces, así que él terminó siguiéndola. Seguramente le preocupaba exponer información personal de su compañera, ya que formaba parte del juego de la muerte. Pero el hecho de que se preocupara me tranquilizó; significaba que estaba pendiente de protegerla.

—¡Entonces, por mayoría de votos, que comience el concurso de visualizaciones! —declaró la Srta. Futarishizuka con voz enérgica que resonó por toda la sala de estar.

En ese momento, el Príncipe Lewis intervino.

—Sea lo que sea, suena bastante divertido. Parece que la joven Müller está disfrutando de sus días aquí más de lo que esperaba. Me sentía mal por imponerme a ustedes, pero por lo que he visto, mis preocupaciones eran infundadas.

—Lamento todo este alboroto, señor, —dije.

—No te disculpes. Me invade la emoción por esta nueva vida. —El príncipe se movió ligeramente, y la sábana cayó con un leve susurro, dejando al descubierto más de su esbelto cuerpo: delgado, pero con músculos bien definidos. Era terriblemente sexy.

Frizcop: Sasaki y sus homosexualidades jsjs.

No pude evitar quedarme mirando, y lo mismo les ocurrió a los demás. Presa del pánico, me acerqué rápidamente y le volví a cubrir con la sábana.

—Es tarde. ¿Por qué no dejamos lo de subir videos para mañana?

—En efecto, —asintió la Srta. Futarishizuka—. No hay problema en esperar hasta que la hija menor tenga su smartphone.

—Abuela, esa es la única manera justa de proceder si deseamos que nuestra contienda sea equitativa, —dijo Tipo Doce.

Todos fingimos no notar el encanto abrumador del príncipe de otro mundo mientras reanudábamos la conversación sobre su cama.

Oye, compañera, —dijo Abadón dirigiéndose a mi vecina—. Te vi muy entusiasmada cuando levantaste la mano durante la votación. ¿Hay algo de lo que quieras hacer videos? No recuerdo haberte visto usar la cámara de tu celular.

—Entonces tal vez debería grabarte a ti.

—¿A mí?

—Apuesto a que volverías locas a todas las chicas a las que les gustan los chicos pequeños.

—Hmm. Preferiría evitar hacer público cualquier asunto que nos involucre. Sería una imprudencia.

—Tranquilo, era solo una broma.

—Oye, Sasaki, tengo que preguntarte algo, —dijo la Señorita Hoshizaki.

—¿Qué pasa?

—Esta cama es una preciosidad… y el tipo que está en ella es tan guapo que podría ser un idol . ¿De dónde demonios los sacaste?

—Ah… sí. Supongo que debería presentarlo formalmente.

Como no podía contarles a los demás nada sobre el otro mundo, expliqué que el Príncipe Lewis era un distinguido personaje de otro país y un conocido de Lady Elsa. Les mencioné que la Srta. Futarishizuka había usado su recompensa del juego de la muerte para sanarlo, pero omití deliberadamente los detalles.

Parecía que pasaríamos un buen tiempo subiendo videos a internet en el futuro cercano.

*

Una vez que terminó nuestro tiempo en familia ficticia y todos se dispersaron, Pii-chan y yo fuimos de inmediato al otro mundo. Al llegar, nos encontramos en una celda subterránea, parecida a esas habitaciones con tatami en los sótanos de las casas antiguas donde solían encerrar a criminales o dementes. En ese momento estábamos bajo el castillo real de Allestos.

Hasta hace muy poco, la cama del Príncipe Lewis había estado en ese lugar. Aún podía ver al conde Müller dentro de la habitación. Tal como había prometido, realmente nos había esperado. No había nadie más presente. Había hecho un excelente trabajo manteniendo a todos alejados.

Sin embargo, el protagonista del asunto, el Príncipe Lewis, no estaba con nosotros. Se había negado a venir, alegando que causaría grandes problemas si alguien lo veía, aunque las posibilidades fueran escasas. El príncipe mayor era muy estricto consigo mismo, incluso en lo que respectaba a su relación con su hermano menor.

Cuando le expliqué todo eso al conde, respondió:

—Sí, no me sorprende que haya tomado una decisión así.

—Lamento no haber podido traerlo, señor.

—No tienes por qué disculparte, Barón Sasaki. Sabía que algo así podía suceder. Si ha de regresar, será cuando el dominio del rey sobre Herz se haya afianzado. No puedo negar que es una decisión muy sensata.

Cuando el conde supo de la resurrección del príncipe mayor, una suave sonrisa cruzó su rostro. Se alegró sinceramente al saber que el príncipe había vuelto a la normalidad. Naturalmente, su reacción también me hizo feliz.

Julius, ¿hay algo que quieras que le digamos a Lewis? —preguntó Pii-chan.

—Con saber que sigue con vida me basta.

—Ya veo. Entonces se lo diré.

—Oh, no, no era eso lo que quise decir…

Incluso la voz de Pii-chan sonó alegre y despreocupada. Si aquello servía de alguna manera para compensar la enorme deuda que tenía con él, no podía estar más contento. El Sabio de las Estrellas era tan perfecto y sobrehumano que rara vez había oportunidades de serle útil. Siempre era él quien me ayudaba, tanto en el otro mundo como en el Japón moderno.

—Parece que tu hija se encargará de cuidar a Lewis mientras estén en ese mundo. Cuando regrese la próxima vez, pregúntale cómo se encuentra. Nosotros solemos estar disponibles durante el día, pero no podemos pasar cada momento con ellos.

—Solo espero que no le esté causando problemas al príncipe.

—Hoy hizo un buen trabajo mediando entre él y los demás.

Una vez que dimos por terminado ese tema, llegó el momento de ocuparme de ciertos asuntos personales. Había algo sobre el otro mundo que me había estado molestando durante un mes.

—Acerca del compromiso de Lady Elsa, —dije—. ¿Por qué no aprovechar esta oportunidad para reconsiderar la opción del Príncipe Lewis?

Este ataque sorpresa hizo que los ojos del Conde Müller se abrieran de par en par. El hermano mayor del rey, en quien este más confiaba, ocupaba una posición mucho más alta que la de algún comerciante extranjero venido de quién sabe dónde. Era la ocasión perfecta para introducir sangre real en la línea familiar. Si llegaban a casarse, la posición del conde Müller como canciller quedaría asegurada.

Tiene razón. Lewis es una elección perfecta para la muchacha, —dijo Pii-chan.

—Pero nuestra familia ya ha estado avanzando las conversaciones para que se case con Lord Sasaki…

—Entonces podemos esperar a ver si Lewis hace algún movimiento hacia ella mientras están al otro lado. Podrás tomar tu decisión entonces.

—Lord Sabio de las Estrellas, si me permite, simplemente no estoy en posición de negociar con él.

—En ese caso, yo puedo hablar con Lewis por ti.

—Lo-Lord Sabio de las Estrellas, por favor, si pudiera darme un poco más de tiempo…

—¿Más tiempo? Bueno, supongo que Lewis sí tiene una personalidad bastante retorcida.

La conversación se estaba volviendo muy gráfica, y sin querer imaginé a Lewis y a Elsa juntos. Pero si eso resolvía los problemas que me aquejaban, quizá debía dejar que las cosas siguieran su curso. El Conde Müller, atrapado en medio, lo estaba pasando mal, aunque sospechaba que, con Pii-chan siendo tan directo, al final terminaría cediendo.

El Príncipe Lewis era muy atractivo, y Lady Elsa, hermosa. Podía imaginar perfectamente a los dos juntándose de repente, y luego a la Srta. Futarishizuka enterándose del asunto y haciendo toda clase de chistes y bromas vulgares. Tal vez sería mejor que empezara a pensar desde ya en excusas razonables.

¿Qué ocurre? —preguntó Pii-chan, mirándome—. No sueles quedarte en blanco delante de los demás.

—No es nada. No te preocupes, Pii-chan.

—Si has comenzado a desear un matrimonio con la muchacha, puedes hablar con libertad.

—……

Siempre olvido que Pii-chan puede ser así , pensé. Es un verdadero depredador, un hombre de acción. Seguro se llevó a todas las chicas lindas cuando era joven. Además, se veía tan apuesto en ese retrato del palacio…

—Perdona que cambie por completo de tema, —dije—, pero Pii-chan, ¿estuviste casado con alguien antes de tu reencarnación?

—Varias se me acercaron, pero ninguna de nuestras conversaciones llegó a concretarse.

—Ah… um, lo siento. Sé que fue una pregunta rara.

—No hay necesidad de disculparte. Estamos intentando arrastrarte en todas direcciones sin tu consentimiento. Entiendo perfectamente cómo debes de sentirte.

—¿Ah, sí? Entonces, ¿podrías bajarle un poco el tono?

—Últimamente no he tenido muchas oportunidades de hablar contigo. Pensé que sería bueno intentar un poco de charla ligera. ¿Te molestó? Tengo la impresión de que, sin eso, te cuesta expresar lo que piensas. Como tu mascota, eso me preocupa profundamente.

—Cuando me lo dices así, ¿cómo podría contradecirte?

Este gorrión sí que juega sucio , pensé. Pero incluso eso resulta adorable, viniendo de él. Qué caso más complicado. Ugh, quisiera olvidarme de todo este asunto del matrimonio y pasar el resto de mis días así, tranquilo. Me pregunto cómo reaccionaría si se lo dijera.

—En cualquier caso, —dijo el conde—, dejo al Príncipe Lewis en sus capaces manos.

—Puedes contar con nosotros.

—Haremos todo lo posible para que no le falte nada, —añadí.

Después de eso, volvimos directamente a Japón ese mismo día. Al fin y al cabo, había dejado al Príncipe Lewis con Lady Elsa y la Srta. Futarishizuka. No pensaba que el príncipe fuera una mala persona, pero ciertamente tenía sus excentricidades. Probablemente sería mejor que Pii-chan y yo nos mantuviéramos cerca hasta que se adaptara a la vida en Japón.

Antes de darnos cuenta, el día había terminado y nos fuimos a dormir.

*

A la mañana siguiente nos dirigimos temprano a la oficina. Como siempre, utilizamos una terminal proporcionada por Tipo Doce para llegar allí. Mis días de ser zarandeado entre multitudes en los trenes matutinos parecían ya un recuerdo lejano.

Llegamos a nuestro lugar de trabajo, en el centro de la ciudad, apenas unos minutos después de salir de la villa de la Srta. Futarishizuka en Karuizawa. Empezaba a acostumbrarme al paisaje de mi nuevo trayecto, que incluso ofrecía una pequeña vista del espacio exterior.

Este nuevo modo de transporte había debilitado mi determinación de aprender aquel hechizo para ir al trabajo. Aun así, debía asegurarme de no olvidar el largo encantamiento que tanto me había costado memorizar.

Tan pronto como llegamos al buró, nos hicieron pasar a una reunión en la sala de conferencias. Ocupamos los mismos asientos de siempre: el Señor Akutsu frente a nosotros, y del otro lado la Srta. Futarishizuka, yo, la Señorita Hoshizaki y Tipo Doce, en ese orden. Un portátil descansaba sobre la mesa frente al jefe de sección, con un cable que lo conectaba a una gran pantalla externa montada en la pared. Cabe mencionar que la Señorita Hoshizaki llevaba hoy su uniforme escolar.

Una vez que todos tomamos asiento, el jefe nos dirigió la palabra.

—Sasaki, tengo entendido que hoy hay clases. ¿No debería estar ella en la escuela? —dijo, señalando a Tipo Doce.

—Para ser franco, señor, ahora se niega a ir.

—¿Qué ocurrió?

—Dejaré que ella lo explique.

Como estaba presente con nosotros, decidí dejarle toda la explicación a ella. Parecía una molestia tener que contar todo lo sucedido por mi cuenta.

El Sr. Akutsu asintió sin objeciones y luego se volvió hacia la alienígena.

—¿Qué pasó con ir a la escuela? Si no me equivoco, te acabas de matricular hace unos días.

—Mis compañeros me acosaron, así que decidí volverme una nini.

—……

El jefe se quedó sin palabras. Cada vez que nos veíamos, la situación había cambiado dos o tres veces. A estas alturas, debía de estar más que un poco suspicaz de todo tipo de cosas. Podía imaginar perfectamente su mente, formada en la institución educativa más prestigiosa de Japón, trabajando a toda velocidad para procesarlo todo. Había tanto que leer entre líneas, y él se esforzaba desesperadamente por captar cada pista. Me daba lástima.

—Permíteme añadir una explicación: tengo el permiso de la familia.

—……

Al final, pareció rendirse por completo y volvió a mirarnos. Su expresión se había vuelto cada vez más severa. Sospechaba que había tenido que mover muchos hilos para lograr que la forma de vida mecánica se inscribiera en la escuela secundaria. Tal vez el Capitán Mason, o alguien de un rango similar, lo había reprendido por ello. Y ahora, después de apenas unos días, todo se había venido abajo.

Sin embargo, no podía decir nada al respecto, al menos no delante de la alienígena. Como su subordinado, empezaba a resultarme la situación cada vez más graciosa.

Incapaz de culpar a Tipo Doce, descargó su enojo sobre nosotros.

—Tú eres el responsable de ella, Sasaki. ¿No es esto un fracaso de tu parte?

—En mi defensa, señor, sus intentos de hacer que todos simpearan por ella fueron demasiado para mí.

—¿Hacer que todos…? ¿De qué estás hablando?

—¿No conoce el término? Significa lograr que varias personas, generalmente del sexo opuesto, se…

—No era eso lo que te estaba preguntando, Sasaki.

Oh, así que sí sabía lo que significaba , pensé. Me entristecía un poco que todos mis informes al jefe acabaran tan incómodos.

—En ese caso, por favor, mire esto.

Habíamos previsto que necesitaríamos una excusa, así que llevamos pruebas del comportamiento problemático de la forma de vida mecánica. Tipo Doce se había estado grabando a sí misma mientras estaba en la escuela, y le pedí que copiara parte del metraje a mi teléfono de trabajo.

Le mostré la pantalla al jefe para que pudiera verla. Mostraba el último día de nuestras clases de esquí y la confesión detrás del edificio escolar que habíamos escuchado. Todo se reprodujo frente a nuestro superior.

Después de unos minutos, dijo:

—…Entiendo la situación.

Las cámaras de tablero sí que son útiles , pensé. No es que la tarea de vigilar y supervisar a una forma de vida alienígena fuera comparable a conducir un automóvil, claro.

Nuestra conversación se detuvo por un momento. Entonces Tipo Doce habló:

—Akutsu, tenía algo que discutir respecto a mi nueva vida como nini.

—¿Y qué sería?

—La hija menor, tras haber sido acosada por sus compañeros, ahora sufre depresión al quedarse encerrada en casa. Para mejorar mi calidad de vida, necesito algo que me mantenga activa. Según diversas fuentes en internet, los humanos alivian su corazón de esta manera.

—¿Tienes alguna idea de lo que quieres hacer a continuación?

—He encontrado valor en este sitio web. Me gustaría convertirlo en mi nuevo campo de actividad.

Mientras Tipo Doce hablaba, apareció sobre la mesa una pantalla suspendida en el aire. Era la misma que nos permitía ver el mundo exterior cuando estábamos dentro de su terminal de transporte. En la parte superior se leía el encabezado de un conocido sitio de videos en línea.

Me sorprendió un poco ver la pantalla materializarse sin previo aviso. También noté que los hombros del jefe de sección dieron un pequeño salto.

—¿Estás diciendo que quieres subir videos a este sitio web? —preguntó él.

—Akutsu, tu interpretación es correcta.

—¿Puedo preguntar el motivo?

—Deseo volverme viral en internet, convertirme en una influencer y ser adorada por personas de todo el mundo.

—……

No había nada que hacer con la hija menor.

El Señor Akutsu tampoco sabía muy bien qué decir ante eso. No podía evitar pensar que parte de la culpa de su comportamiento recaía en la Srta. Futarishizuka y sus maquinaciones. Pero mi compañera de trabajo simplemente permaneció callada, con una sonrisa maliciosa mientras escuchaba la conversación.

Como nuestro jefe siempre actúa tan sereno y profesional, es doblemente divertido molestarlo.

—¿Así que por eso mis subordinados me contactaron anoche para solicitar un teléfono para ti?

—Tu conjetura es correcta. Akutsu, quisiera que prepararas un dispositivo de comunicación y una conexión lo antes posible.

—Justamente tengo uno listo para ti. —El Señor Akutsu sacó un smartphone del bolsillo interior de su chaqueta. Lo colocó sobre la mesa y lo empujó suavemente hacia ella.

—Excelente.

—He configurado todas las cuentas y aplicaciones necesarias para acceder a la red. Si tienes alguna duda, consulta los documentos almacenados en el dispositivo… aunque quizá una forma de vida mecánica no los necesite.

Tipo Doce extendió de inmediato la mano y tomó el teléfono. Empezó a deslizar el dedo por la pantalla y a presionar los botones. Su expresión seguía siendo tan impasible como siempre, pero se comportaba exactamente como una niña que recibe su primer celular.

—Estos y los sucesos pasados me han dado una opinión muy alta de tu trabajo, Akutsu.

—Me alegra mucho oír eso, —respondió él, inclinando la cabeza con una leve reverencia.

Me preocupaba un poco que Tipo Doce acabara de ponerse en deuda con él sin darse cuenta, pero considerando su posición actual, supuse que podría librarse sin pagar nunca. Digo, ¿qué podría hacer él, después de todo?

—Abuela, la hija menor desea comenzar de inmediato el concurso de visualizaciones, —dijo Tipo Doce, dirigiéndose a la Srta. Futarishizuka por encima de la conversación entre la Señorita Hoshizaki y yo, mientras apretaba su nuevo smartphone con su diminuta mano.

—Cuando la hija mayor y el hijo mayor vuelvan de la escuela, podremos hacer una pequeña ceremonia de apertura todos juntos, —respondió la Srta. Futarishizuka.

Esa frase provocó una reacción inmediata del jefe.

—¿Concurso de visualizaciones? ¿De qué estás hablando, Futarishizuka?

—Oh, no es nada importante, en realidad.

La Srta. Futarishizuka le explicó lo que habíamos discutido la noche anterior, incluyendo varias garantías de que mantendríamos en secreto la existencia de la forma de vida mecánica. Básicamente, todos los miembros de la familia crearían una cuenta y subirían videos de forma anónima.

—Teniendo en cuenta sus posiciones como miembros de este buró, no puedo recomendar semejante curso de acción, —dijo el jefe.

—Tal vez no, —replicó la Srta. Futarishizuka—, pero debemos aceptar las peticiones de la forma de vida mecánica, ¿no es así?

Es usted quien lo propuso , pensé.

El Sr. Akutsu cerró los ojos por un momento, meditando la situación. Finalmente, respondió con tono solemne:

—Muy bien. Lo apruebo.

—Mi anciano corazón se conmueve de tener un jefe tan comprensivo.

—Por el momento, quiero que emprendan esta tarea como parte de sus deberes familiares simulados.

Al final, su aprobación llegó más fácil de lo que había imaginado. Mientras lo observaba, empecé a pensar: ahora que Tipo Doce trasladaría sus actividades al ámbito digital, era de esperar que quienes querían reclutarla la siguieran allí. Tenía el presentimiento de que empezaría a recibir un montón de mensajes directos larguísimos.

Aun así, tal como ella misma había dicho, la alienígena tenía una clara ventaja en el mundo digital. Seguramente sería capaz de identificar a cualquiera que le escribiera, hackear la cámara de sus teléfonos y echar un vistazo a sus vidas privadas sin el menor esfuerzo.

Cuando la reunión estaba llegando a su fin, la Señorita Hoshizaki tomó la palabra con cierto nerviosismo.

—Um, yo también tengo algo que pedirle, Jefe.

—¿Qué sucede, Hoshizaki?

—¿Le importaría si… bueno, si yo también participo en esto? —preguntó con expresión inquieta. Probablemente temía que la mandaran de nuevo a la escuela.

El Señor Akutsu le dio la respuesta esperada.

—Tienes futuro como miembro de este buró. Preferiría que no descuidaras tus estudios.

—Pero yo…

—Solo se trata de subir unos pocos videos. Estoy seguro de que puedes hacerlo sin dejar de asistir a clases. Además, ¿no te daría mucho más material para incluir? Podrías pedir ayuda a tus amigas, por ejem…

—¡De-de acuerdo! ¡Lo entiendo! ¡Estudiaré con empeño!

El jefe le había dado justo en el punto débil, y la Señorita Hoshizaki se rindió al instante. Al parecer, estaría atada al horario escolar durante un tiempo.

Últimamente, el Sr. Akutsu se había mostrado más insistente en que ella asistiera a clases, probablemente porque había ascendido a psíquica de rango B. Ahora era una de las personas más poderosas de la oficina; seguramente él quería promoverla a un cargo superior y necesitaba que alcanzara cierto nivel académico antes. Y eso sin mencionar el apego que la forma de vida mecánica sentía hacia ella.

El destino mismo del mundo podría depender del progreso académico de la Señorita Hoshizaki.

 

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