¡Supervivencia en Otro Mundo con mi Ama!

Capítulo 220. Fiesta de Té con mi Suegra

—Bienvenido, por favor, pasa por aquí.

Después del almuerzo me dirigí a la habitación donde me esperaba Seraphita-san. Me recibió con un rostro sonrosado y una sonrisa tan dulce que parecía florecer por sí sola. Antes de darme cuenta, ya me había guiado hasta una elegante mesa de té y me encontraba sentado en una silla de aire antiguo.

Una sirvienta de aspecto maduro, que aguardaba discretamente en la habitación, preparó el té con movimientos refinados y sirvió una hermosa bandeja antes de retirarse a un rincón. No la había visto antes; parecía ser una mujer bestia de tipo lobo o cánido.

—Ella es Pieta, —explicó Seraphita-san—. Fue mi sirvienta personal antes de que cayera en mi largo sueño. Cuando supo que había despertado y que me encontraba en el castillo, vino corriendo a mi lado.

Pieta-san me dedicó una leve sonrisa silenciosa y una inclinación de cabeza. Sin embargo, había algo extraño en su porte… una rigidez en sus movimientos, o quizá una incomodidad que no lograba identificar.

Al observarla con más atención, noté que su uniforme de sirvienta era distinto al habitual: tenía un cuello alto que cubría por completo su garganta. Después de tanto tiempo en el castillo, ya me había acostumbrado a los uniformes comunes del personal, así que no me costó notar que aquel había sido confeccionado especialmente para ella.

Seraphita-san, notando mi curiosidad, adoptó una expresión apesadumbrada.

—Pieta fue mi primera sirvienta. Cuando Merinesburg cayó, el ejército del Reino Sagrado la arrestó e interrogó brutalmente para que revelara secretos de la familia real. Por suerte, no la mataron… pero le aplastaron la garganta para que no pudiera hablar nunca más.

Mientras lo decía, sus ojos se nublaron de tristeza. Pieta-san, sin embargo, negó suavemente con la cabeza y esbozó otra sonrisa muda. No había rencor en su mirada, solo una calma resignada. Haber soportado veinte años de esa vida, y aun así correr a servirle en cuanto supo que su señora estaba viva… eso hablaba de una lealtad verdaderamente admirable.

—Si no le molesta…¿podría permitirme examinar la herida en su garganta?

—¿Kosuke-sama?

—Tal vez pueda curarla.

La férula que uso normalmente está pensada para fracturas y heridas óseas, pero, si podía envolver la zona con un vendaje, quizás también sirviera para regenerar tejidos dañados. Si el poder sanador actuaba sobre cualquier parte del cuerpo cubierta por la férula, había una buena probabilidad de éxito.

Pieta-san vaciló, insegura, pero Seraphita-san la tranquilizó con palabras suaves hasta convencerla. Con un gesto tímido, se quitó la chaqueta, dejando su cuello al descubierto.

—…¿Cómo pudieron hacerle algo así?

La cicatriz era atroz. No podía comprender cómo había sobrevivido a una herida tan devastadora. Quizás en su momento alguien usó magia curativa para mantenerla con vida.

Veinte años atrás debía de ser apenas una adolescente, quizá de dieciséis o diecisiete. Vivir dos décadas sin poder hablar, con un cuerpo marcado y además siendo semihumana… no podía imaginar el sufrimiento que habría soportado.

—Espero poder ayudarla…

Saqué una férula de mi inventario —una de las que tanto éxito me habían dado últimamente— y la coloqué con cuidado alrededor de su cuello, envolviéndola luego con el vendaje. Pieta-san me miró con desconcierto, como preguntándose por qué alguien pondría una férula ahí, pero antes de que pudiera reaccionar del todo, su expresión cambió.

—…¡Uh! ¡Cof, ugh!

—¡Pieta! —exclamó Seraphita-san, alarmada, e intentó acercarse.

Pero Pieta levantó una mano para detenerla, respirando entrecortadamente. Emitía leves gemidos mientras tomaba aire una y otra vez. Yo, que la observaba con atención, no pude evitar sentir un alivio profundo porque probablemente sí había funcionado.

Pronto, las férulas y los vendajes que cubrían el cuello de Pieta-san se desmoronaron y se deshicieron en polvo, que a su vez se transformó en diminutas partículas de luz antes de disiparse en el aire. Para entonces, Pieta-san ya había recuperado la compostura y exhaló profundamente.

—A-ah… Aa-aa. Seraphita-sama…

—¡Pieta!

Seraphita-san se lanzó hacia ella y la abrazó con fuerza, al escuchar su voz; aunque aún sonara algo extraña y forzada. Saqué una botella de agua de mi inventario, le quité la tapa y se la ofrecí a Pieta-san, todavía en los brazos de Seraphita-san.

—Aquí tienes un poco de agua.

—Ah… muchas gracias, disculpe.

Pieta-san bebió unos sorbos del agua que le di y movió la garganta varias veces, probando su voz. Seraphita-san, que se había separado un poco de ella, la observaba con un rostro lleno de ansiedad.

—Ah… aa-aaa. Seraphita-sama…

—¡Pieta!

Seraphita-san volvió a abrazarla, repitiendo el gesto anterior con la misma emoción. Sí, sí, todo había salido bien, qué alegría. Sentí que, al usar mi poder para algo como esto, realmente estaba haciendo lo correcto. Si podía emplearlo para traer felicidad y recibir un «gracias» sincero a cambio, ese era el camino que quería seguir.

—Gracias, Kosuke-sama, por su amabilidad. Yo… no sé cómo podría expresarle mi gratitud…

Seraphita-san seguía abrazando a Pieta-san, con lágrimas corriéndole por las mejillas, desbordante de alivio y agradecimiento. Pieta-san, a su vez, también lloraba mientras le secaba las lágrimas con un pañuelo.

☆★☆

—Te ruego que disculpes mi aspecto tan vergonzoso.

Seraphita-san, ya recompuesta y con el maquillaje retocado, volvió a tomar asiento y se aclaró la garganta. Sus mejillas estaban más sonrojadas que la primera vez que la vi, quizá por la vergüenza. Incluso sus orejas se habían teñido ligeramente de rojo.

—No vi nada que pudiera llamarse vergonzoso, sinceramente.

—…Aun así, es inapropiado que una mujer de mi edad se eche a llorar como una niña frente a un caballero, —respondió, inflando levemente las mejillas.

Ese pequeño gesto, tan parecido al de Sylphy, me recordó que sin duda eran madre e hija. Ambas eran destructivamente adorables.

—En fin, Kosuke-sama, permíteme agradecerte una vez más por haber ayudado a Pieta. Te estoy verdaderamente agradecida.

—Gracias de corazón. Deseo servir a Kosuke-sama y a Seraphita-sama hasta el final de mis días, —dijo Pieta-san, expresando su gratitud con una voz clara y fluida, completamente distinta de la que había tenido antes.

—Me alegra que todo haya salido bien.

—Ahora entiendo por qué la santa y el arzobispo de la religión de Adel te llaman mensajero de Dios. El poder que manejas es, realmente, como un milagro… Me han dicho que hoy querías consultar algo conmigo.

—Sí. Viene un emisario del Reino Montañoso de Dragonis para vernos a Grande y a mí. No estoy seguro de cómo debemos comportarnos al recibirlos, así que quería pedirte consejo, Seraphita-san.

—Ya veo… El Reino Montañoso de Dragonis. Es natural que ese país busque una audiencia con Grande-sama —un dragón con forma humana— y con su pareja, Kosuke-sama. Para ellos, la relación entre ustedes dos es comparable a la que mantiene el fundador del país con su propia hija. —Seraphita-san asintió, y la sonrosada palidez de su rostro se había difuminado por completo—. No creo que debas preocuparte por nada en particular respecto a esta reunión. Fue la otra parte la que solicitó la audiencia; el simple uso de la palabra «audiencia» ya implica que ellos se reconocen en una posición inferior desde el comienzo, es decir, que los colocan a ustedes en un sitial superior. Por otra parte, Grande-sama rara vez despliega orgullo hacia los humanos; no es algo que le interese demasiado.

—Cierto.

Básicamente, Grande solo muestra interés por lo que le supere en fuerza; aun así, es una criatura considerada y evita comportamientos arrogantes. Si actuase con altanería y causara problemas, Melty y Sylphy se encargarían de meterla en vereda.

—Si me permites aconsejarte, Kosuke-sama, no te dejes llevar sin cuidado por lo que te digan. Lo más probable es que intenten invitarlos al Reino Dragonis y ofrecerles hospitalidad; o, si ustedes tuvieran un hijo, podrían pretender que ese niño formase parte de la familia real como yerno o nuera.

—¿Un hijo?

—Sí. He oído que la sangre dracónica en la familia real de ese país se ha ido diluyendo con los años. No sería extraño que desearan introducir sangre de dragón nueva en su línea.

—…Entonces, ¿no querrían que Grande se casara con alguien de la familia real o algo como eso?

Seraphita-san me miró con gesto divertido y soltó una risita.

—No, no creo que lleguen a plantearlo abiertamente; sería exponerse a la ira de Grande-sama. He oído cómo Grande adquirió esa apariencia humana… Bueno, decir «jamás» sería exagerado, pero una mente sensata no propondría algo así.

—Eso espero.

Si Grande se enfadara, literalmente los echaría por los aires; yo tampoco me prestaría a una decisión tan absurda. Más bien, sería yo quien los mandaría volando.

—Con que sean corteses y hablen con naturalidad bastará. Probablemente los inviten formalmente a visitar el Reino de Dragonis en un futuro; entonces pueden responder que estarían encantados de ir cuando llegue el momento. Lo esencial será escuchar la propuesta que traigan. Incluso a mí me resulta difícil anticipar cómo reaccionarán ante la presencia conjunta de un dragón y un humano, fundadores simbólicos de ese país… Pero, por lo que creo, es probable que ofrezcan establecer relaciones diplomáticas.

—¿Es algo que podríamos aceptar con facilidad?

—El Reino Sagrado teme y respeta su poder porque cuenta con unos pocos soldados dragones voladores muy poderosos; asimismo, el Imperio los considera una potencia a tener en cuenta. Además, Dragonis ha mantenido una postura neutral en el conflicto entre las grandes potencias. Obtener su apoyo sería beneficioso para el nuevo Reino de Merinard. Estoy segura de que Sylphy y Melty lo verían igual.

—Ya veo. Lo comentaré con ellas de nuevo.

—Por favor. Ten en cuenta que mi conocimiento es de hace veinte años, así que la situación podría haber cambiado.

Tras hablar de Dragonis, tomamos té durante un rato y me preparé para marcharme. Pero, como era de esperar en una antigua reina, me dejé llevar por el ritmo pausado de Seraphita-san y acabé disfrutando de la velada. Quedamos en tomar el té de nuevo en otra ocasión.

Me preocupa un poco la idea de que eso derive en más compromisos: temo quedarme atrapado en la atención de Seraphita-san.

Tendré mucho cuidado; al fin y al cabo, es mi suegra.


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