Remake Our Life!
Vol. 11 Capítulo 2. El Mundo que Apareció Parte 2
Al día siguiente de aquel encuentro inesperado, sin tiempo siquiera para saborear el recuerdo, ya estaba enfrascado en el siguiente gran trabajo.
—¿Gente de una editorial?
—Sí. Lo mencionaron también en la reunión, ¿recuerdas? Lo de abrir nuevos negocios. Los de ventas trajeron una propuesta bastante sólida.
En Twins, además de los encargos externos, contábamos con un departamento de producción para poder realizar trabajos de diseño internamente, y empleábamos a varios diseñadores. Sin embargo, la carga de trabajo fluctuaba demasiado entre épocas con muchos proyectos y épocas con casi ninguno. Por eso, uno de los objetivos inmediatos era mantener un flujo más estable mediante encargos controlables y constantes.
Gracias a la comunicación estrecha entre el departamento de ventas y el de producción, descubrieron que los diseñadores buscaban trabajos motivadores donde pudieran dejar su nombre acreditado. Ante eso, un empleado del área de ventas, que había trabajado antes en una editorial, propuso encargarse de la maquetación y el diseño de cubiertas de libros.
La propuesta avanzó sin problemas y, tras moverse con un portafolio en mano, el departamento de ventas recibió respuesta de una editorial interesada en incorporar nuevos diseñadores externos. Hoy sería la reunión de presentación.
Todo eso, en sí mismo, era algo excelente, pero…
—La división editorial de Succeed, eh…
Había algo en ese nombre que me hacía dudar.
—Bueno, entiendo que tengas sentimientos encontrados. Pero no es un departamento directamente relacionado contigo, y además esto es trabajo.
—Lo sé, no te preocupes. Estoy bien.
—Bien, entonces vamos.
Según nos dijeron, el representante de la otra parte ya estaba esperando en la sala de reuniones.
En la época en que yo había trabajado allí como empleado a medio tiempo, Succeed solo tenía un departamento de desarrollo de videojuegos. Sin embargo, cuando trasladaron la sede principal a Tokio y Matsuhira-san asumió el cargo de presidente, fundaron un departamento editorial, y había escuchado que su división de mangas estaba ahora en pleno ascenso.
Por otro lado, también se decía que no eran muy activos en lo que muchos habían previsto al principio: el uso secundario de sus IPs propias, es decir, adaptaciones o derivados de sus videojuegos.
Quizá fuera porque se trataba de asuntos directamente relacionados con el desarrollo de juegos.
Pensando en eso, había un punto que no podía evitar resultarme extraño.
Hoy se trata de una reunión de trabajo. No tiene nada que ver. Volví a repetirme eso como para convencerme y abrí la puerta de la sala de reuniones.
Por parte de Succeed, asistían dos personas. Un empleado de ventas con traje, y otra persona —probablemente alguien del área de producción— que vestía de forma más casual.
Tras intercambiar saludos con el representante de ventas, me senté frente al que iba vestido de manera informal.
—Departamento editorial de Succeed, soy Miyamoto, jefe de sección. Mucho gusto.
—Soy Hashiba. Muchas gracias por tomarse la molestia de venir. —Intercambiamos tarjetas y observé su rostro.
Jefe de sección del departamento editorial… supongo que es el responsable directo del área.
Frizcop: Dato curioso, este hombre también aparece en la Versión β
Parecía tener apenas unos años más que yo, o quizá mi misma edad. Su cabello color café con leche, su chaqueta y el hecho de ir sin corbata eran la imagen perfecta de alguien del mundo editorial.
Aun así, aparte de dar una impresión algo desenfadada, también era cierto que transmitía un aura de persona competente.
—Pasando al tema, agradecemos sinceramente la colaboración de su empresa en nuestro proyecto editorial. Aquí tenemos…
Mientras revisaba los documentos que tenía en mano, escuchaba su explicación.
En el sector editorial, las grandes compañías tenían una influencia evidente. No solo contaban con la ventaja de explotar eficazmente IPs antiguas, sino que poseían conocimientos sobre creación de obras y redes de distribución que resultaban difíciles de construir para empresas recién llegadas.
Dos años más tarde, cuando los libros electrónicos y los webcómics empezaran a ganar fuerza, esta dinámica cambiaría un poco. Pero en este momento, el viejo orden seguía siendo el que dominaba.
Aun así, Succeed realmente se ha esforzado.
Mientras fichaba editores provenientes de grandes compañías, también se mostraban muy comprometidos con formar a nuevas generaciones. Los primeros años desde la creación del departamento habían sido duros, pero poco a poco empezaron a surgir autores propios, y en los últimos años ya habían producido varios éxitos con obras originales.
Incluso teniendo enfrente a grandes editoriales con IPs extremadamente famosas, pensaba que esta popularidad era algo de lo que podían sentirse orgullosos.
—El crecimiento es impresionante. Con tanta competencia, esto es extraordinario, —dije, elogiando sinceramente aquellas cifras.
—Sí, nuestro presidente, Matsuhira, ha estado muy involucrado en este proyecto…
Al escuchar el nombre Matsuhira, noté cómo mi mejilla se movía ligeramente.
Aunque ampliaban su negocio, había aspectos de sus decisiones que seguían siendo un misterio para mí.
No sabía hasta qué punto podría preguntar, pero quería averiguar algo acerca de las dificultades que Kawasegawa había mencionado sobre el departamento de desarrollo.
—Tengo una pequeña duda.
—¿De qué se trata?
—Sobre los videojuegos y otras obras que su empresa ha producido en el pasado… ¿no tienen planes de publicar libros basados en ese material?
Aunque estrictamente no tenía mucha relación con nuestra labor, con el flujo de la conversación pensé que no habría problema en preguntar.
—Para ser sincero, la respuesta de los altos cargos no es buena. Son IPs propias y, por supuesto, queremos aprovecharlas, pero…
Así que ahí estaba el bloqueo. No era una decisión del equipo editorial, sino una orden de arriba. Pensé que, si seguía, terminaría siendo un tema demasiado delicado, así que intenté cerrar la conversación con un «Ya veo».
Pero entonces, para mi sorpresa, fue el mismo Miyamoto-san quien añadió:
—En realidad… nuestro departamento de desarrollo será cerrado próximamente.
Me confesó, así, el rumor sobre la famosa clausura.
—Eso… debe ser algo muy grave.
—Lo siento, el anuncio oficial será más adelante, así que le ruego mantenerlo en estricta confidencialidad.
No había problema: ya existía un contrato de confidencialidad. Pero me sorprendió que ya estuvieran en una etapa en la que informaban a sus socios comerciales.
Si ya están diciendo esto, es porque internamente lo consideran un hecho.
Me pregunté qué pensaría Kawasegawa al respecto.
Era una noticia imposible de tomar a la ligera.
—Me avergüenza contar algo así, pero en lo que respecta al desarrollo, no sabemos qué está pensando la alta dirección, —continuó Miyamoto-san, como si también hubiera cosas que a él no le cuadraran—. La actual jefa del departamento también parece que se moverá a otro sector. No sé si ya perdió toda esperanza o qué…
Y en el instante en que pronunció esas palabras:
—¿Eh? ¿Kawasegawa? —No pude evitar alzar la voz.
—Ah… ¿conoce a nuestra Kawasegawa? —preguntó Miyamoto-san, sorprendido.
A mi lado, Hayakawa me lanzaba una mirada como diciendo «¡Idiota!».
—Ah, no, bueno… Kawasegawa-san y yo éramos compañeros en la universidad, —añadí rápidamente.
—Ya veo, —asintió él—. Si la conoce, entonces debe saberlo: ella es realmente muy competente.
—…Sí.
Al parecer, era tan destacada que incluso otras áreas la reconocían. Eso solo hacía que me preocupara aún más por la situación del departamento de desarrollo.
Uno no podía evitar preguntarse si había habido algún tipo de rencor o conflicto interno.
—Si las circunstancias internas lo permitieran, en el departamento editorial nos gustaría recibirla, pero… parece que su determinación es firme. Disculpe, he dicho más de lo necesario.
«Volvamos al tema» dijo entonces Miyamoto-san, y con eso concluyó la conversación sobre el departamento de desarrollo.
A partir de ahí hablamos del contenido concreto del proyecto y de la cantidad mensual de pedidos, asuntos que dejé en manos del personal de producción.
Mientras repasaba los documentos, seguía pensando en todo lo que acababa de escuchar.
Kawasegawa, ¿por qué…?
Si Succeed había decidido eliminar el departamento de desarrollo, era comprensible que ella decidiera marcharse. Pero aun así…
Sin embargo, si ese era el caso, lo normal habría sido pensar en trasladarse a otra empresa del mismo sector, y que se alejara del trabajo de producción en sí mismo me hacía pensar que debía de haber tenido una razón de peso.
¿Qué demonios habría sido? En lugar de disipar mis dudas, el asunto solo se había convertido en una preocupación aún mayor.
◇
—¿Desde cuándo te volviste un niño así?
Apenas terminó la reunión y despedimos al grupo de Miyamoto-san, Hayakawa me acorraló en la misma sala.
—Perdón, de verdad, perdón.
No tenía ni un solo argumento para defenderme, así que no me quedó más que disculparme sin parar. Él me miró y soltó un suspiro enorme.
—Con eso, van a pensar completamente que ustedes dos están saliendo o que tuvieron algo en el pasado.
Con la forma en que lo había dicho, era normal que lo interpretaran así.
—Kawasegawa no es ese tipo de persona.
—Aunque así fuera, igual se nota que no es «solo una amiga», ¿cierto?
No pude negarlo.
—En cualquier caso, este proyecto no lo llevas tú. Es algo que, por fin, nuestros empleados están moviendo por cuenta propia para hacerlo realidad. La cantidad de ingresos no importa. Es el primer paso para que esta compañía deje de ser solo Twins, tú y yo, y se convierta en una empresa de servicios de verdad. Lo entiendes, ¿no?
—Y aun así, si yo, el presidente, meto la pata con un movimiento innecesario y echo todo a perder, sería irreparable.
Con esa mirada, Hayakawa me estaba diciendo «lo entiendes perfectamente, ¿cierto?».
—Pídele disculpas también al chico de ventas después. Seguro debe estar pensando qué demonios le pasó al presidente, que siempre es confiable. —Dijo eso con una media sonrisa y salió de la sala.
El que el nombre de Kawasegawa hubiera salido de esa manera tan inesperada me había dejado totalmente alterado. Ese punto, sin duda, era algo que debía reflexionar a fondo.
Pero dejando eso de lado, lo que había escuchado no era algo que pudiera ignorar.
—Le preguntaré… a alguien que pueda entenderlo al menos un poco. —Salí de la sala y me dirigí al balcón exterior de la oficina. Ahí nadie escucharía mi conversación.
Le envié un mensaje por RINE a Kuroda, y como me respondió que podía hablar ahora mismo, lo llamé de inmediato.
—Perdón por hablarte a esta hora.
Cuando me disculpé primero por contactarlo de repente…
—Nah, está bien. ¿Acaso es por lo de Kawasegawa? —Como si pudiera ver el futuro, adivinó exactamente lo que quería preguntar.
—Sí. Escuché algo que no es nada bueno
—Me lo imaginaba. A mí también me llegó información del exempleado de siempre. Así que pensé que a ti podría haberte pasado lo mismo, Hashiba, y acerté.
Sentí como si todo se oscureciera frente a mí. Kawasegawa iba a dejar el mundo creativo. Alguien tan apasionada y tan capaz.
—Por ahora, eso es todo lo que tengo confirmado. Si averiguo algo más, te aviso.
—Gracias, en serio. —Le di las gracias y corté la llamada.
En el balcón del quinto piso, el viento helado soplaba sin parar. Normalmente, habría entrado temblando apenas terminara la llamada, pero justo hoy me costaba volver al interior.
Me quedé pensando. En cómo actuar ahora que sabía todo esto.
—A estas alturas, no es algo en lo que yo deba meterme…
Como adulto, como miembro de la sociedad, esa era la respuesta correcta. Ya había escuchado lo que ella tenía que decir, y además, había rechazado su petición de colaborar.
Pero también estaba el pensamiento de si realmente era correcto quedarme de brazos cruzados y dejar que todo siguiera su curso. A diferencia de mí, ella había seguido el camino de crear obras. ¿Estaba bien dejarla partir sin más?
Me hice la misma pregunta una y otra vez. Al final, esa era una cuestión que originalmente se me había planteado a mí. Y cuando tomé mi decisión, todos la respetaron.
Entonces, ¿no debería ser igual con Kawasegawa?
—…Aunque sea, hablar.
No podía elegir la opción de no hacer nada. Le enviaría un mensaje por RINE; si respondía, intentaría llamarla.
«Quisiera hablar un momento de algo. ¿Tienes tiempo?»
Envié un mensaje corto.
Kawasegawa solía revisar RINE con bastante rapidez. Era difícil creer que fuera la misma persona que, antes, era tan negada con el celular que tenía que pedirme que revisara sus mensajes. Ahora dominaba el smartphone sin problemas.
Sin embargo, el mensaje no marcó leído.
—¿Estará ocupada…?
Si realmente pensaba dejar el trabajo y pasarse a otro rubro, quizá ya tenía que preparar cosas. Seguramente respondería cuando pudiera, pensé, guardé el celular en el bolsillo y regresé a la oficina con calefacción, dejando atrás el frío del invierno.
Pero ese día, y también al siguiente, el mensaje que le había enviado siguió sin ser leído.
◇
Tres días después, estaba en la estación de Shinjuku.
Normalmente, Shinjuku no era más que una estación de transbordo para mí, un punto donde cambiaba de la línea Yamanote a la de Chūō a través del interior de la estación. Pero justo ese día, pasé por las barreras de salida y caminé desde la salida oeste hacia la zona de oficinas.
Con el smartphone en la mano, comprobé el mapa de Nishi-Shinjuku.
—Edificio Nishi-Shinjuku de la Inmobiliaria Mimura… Ah, es aquí.
Muy cerca de un gran hospital universitario, había varios edificios de oficinas construidos por una importante inmobiliaria. En varios de los pisos de uno de esos edificios estaba el lugar al que me dirigía.
—¿Aquí es donde está Succeed?
Mi antiguo trabajo de medio tiempo, que se había mudado desde Osaka, tenía ahora su nueva oficina central prácticamente en el corazón de la ciudad satélite.
Las compañías de videojuegos no solían concentrarse especialmente en una zona concreta. Por ejemplo, los desarrolladores de galges tendían a estar en Akihabara, los estudios de animación a lo largo de la línea Seibu, y las editoriales en Ochanomizu o Hitotsubashi.
Por eso, que la sede estuviera en Nishi-Shinjuku no era en sí nada raro; sin embargo, entrar en un edificio donde convivían empresas de primer nivel implicaba una decisión tomada con mucha determinación.
—¿De verdad Matsuhira-san quería abandonar por completo el desarrollo de juegos?
Eso pensé, al ver el imponente edificio frente a mí.
Recordaba bien que, cuando había investigado los precios de alquiler por esa zona, eran absolutamente prohibitivos, ni siquiera considerables. Era un lugar al que nadie alquilaría oficinas sin tener muy claro el futuro de sus ingresos.
Pero ese día no había ido a averiguar el rumbo de Succeed.
—¿Podré ver… a Kawasegawa? —Abrí el smartphone y apareció la pantalla con nuestra conversación en RINE.
Habían pasado tres días y mi mensaje seguía sin leerse; peor aún, tampoco había respondido a un par de llamadas que le había hecho.
Así que, al intentar comunicarme con la empresa para pedir una cita, me rechazaron de inmediato diciéndome que no aceptaban reuniones con personas externas por ningún motivo. Incluso la persona que atendió la llamada dijo que no le habían explicado la razón.
Por eso, como último recurso, había decidido ir a verla directamente.
—A un paso de ser un acosador.
Pensándolo bien, estaba haciendo todo de la forma más egoista posible. Había rechazado su desesperada petición, luego prácticamente no me había comunicado con ella y, cuando escuché que iba a dejar su trabajo, me aferré a la idea de verla y hablar con ella de esta manera.
La otra voz dentro de mi cabeza llevaba rato diciéndome que dejara de comportarme como un imbécil. Pero no podía hacerlo.
¿Qué es lo que me impulsa así?
No lo sabía con claridad. Tal vez veía en ella mi propio reflejo, alguien que había cambiado el rumbo a mitad de camino. O quizá simplemente lamentaba de verdad la pérdida de su enorme talento, que había observado tan de cerca. Todas esas eran razones válidas, pero ninguna por sí sola se sentía como la respuesta correcta.
Lo único que sí podía afirmar era que no sería capaz de quedarme de brazos cruzados viendo cómo renunciaba.
—De verdad, ¿qué estoy haciendo?
Mientras el fuerte viento entre los edificios me golpeaba, maldecía mi propia conducta.
Había tomado un camino distinto al creativo, había trabajado duro en él, y aun así, con una sola ráfaga que perturbó mi rutina, terminé hecho un desastre.
Si simplemente lo dejara estar, probablemente todo encajaría sin problemas, pero incluso yo mismo ya no entendía qué estaba haciendo. Podía entender perfectamente por qué Hayakawa pensaba que era patético.
—Kawasegawa…
Ella siempre había sido una presencia fuerte. Pero yo terminé descubriendo que, en su interior, llevaba mucho tiempo arrastrando una enorme fragilidad, debatiéndose entre avanzar o retroceder frente al gran muro que era la creatividad.
Por eso, racionalmente, también comprendía que ahora estuviera nuevamente atormentada por la duda. Lo comprendía.
Pero…
—Ah.
El viento se calmó y levanté la cabeza.
—……
Allí estaba: Eiko Kawasegawa, vestida con un abrigo color granate, apresurada, a punto de alejarse.
Al verme, al reconocer mi rostro y mi figura, se quedó inmóvil con una expresión de incredulidad.
—Perdón, Kawasegawa, quería hablar contigo como fuera, por eso vine.
Ella no respondió. Seguía con la expresión sorprendida mientras escuchaba mis palabras, pero…
—No tengo nada de qué hablar. Con permiso.
Y así, intentó marcharse rápidamente.
—Escuché que vas a renunciar a la empresa, —le hablé a su espalda, y sus movimientos se detuvieron—. Es una lástima. Kawasegawa, podrías crear cosas realmente buenas, así que renunciar es una pérdi…
Cuando estaba a punto de decir más:
—¿Cómo puedes decir algo así? —Sus propias palabras me cortaron—. Decidí que ya quería terminar con esto, y después de pensarlo entre tantas cosas llegué a esa conclusión. ¿Cómo puedes venir tú, que no sabes nada, a decir algo así de repente?
—¿Cómo que por qué…?
Era cierto que yo no conocía bien lo que ella había pasado hasta ahora. Pero aun así, creía entender qué tipo de persona era Eiko Kawasegawa.
—Pues porque sería un desperdicio de tu talento, Kawasegawa.
—Si tuviera algo así… no habría renunciado ni a la empresa ni a la producción. —Soltó una respiración como si comprimiera un suspiro—. Hashiba, ¿sabes qué tipo de trabajo hacía yo?
—¿Qué tipo…? Hacías videojuegos, ¿no? Como directora y productora.
Kawasegawa me fulminó con la mirada.
—Eso es algo que cualquiera podría averiguar en cinco segundos viendo una wiki o lo que sea. ¿Qué tipo de mecánicas incluí en mi primer juego, cómo las mejoré en el segundo, cómo las desarrollé aún más en el tercero? El género, el sistema, la historia… ¿qué es exactamente lo que crees que entiendes?
—Bueno…
No le pude replicar.
Había comprado los juegos que ella hizo. Pero, ciertamente, nunca llegué a jugarlos.
Así que, aunque me reprochara que no tenía derecho a hablar de talentos ni a decirle que no renunciara a su trabajo, no podía culparla.
—No es algo que puedas decir sin conocer bien lo que he creado.
—……
En algún momento, una pequeña multitud se había reunido a nuestro alrededor. Habíamos empezado a discutir de repente, en un lugar público. Quizá pensaron que era algún tipo de pelea de pareja.
—Vete. —Kawasegawa dijo eso en voz baja, me dio la espalda y se marchó.
Yo no fui capaz de llamarla, ni de correr detrás de ella para detenerla; solo me quedé ahí, quieto en el lugar.
◇
Desde hace mucho, siempre había tenido fama de ser alguien con iniciativa.
Primero hazlo y luego piensa; los fracasos siempre serán alimento para crecer, nunca son inútiles. Viví creyendo eso, pensando que era mi mayor virtud.
Pero lo que había hecho hoy era, claramente, algo que habría sido mejor no hacer. No entendía ni la tristeza ni la determinación de Kawasegawa; solo terminé arrojándole mis sentimientos de forma egoísta. No, ni siquiera podía decir «solo» cuando recordaba cómo había reaccionado después.
—Es verdad, tal como dijo Kawasegawa.
Si me presentaba de golpe sin tener nada, soltando palabras al azar, era imposible que ella sintiera nada.
Había estado involucrado tanto tiempo en crear cosas, y aun así había olvidado lo más básico:
Que todo estaba en la obra.
—Tiene que haber algo, debe haberlo.
Las palabras de Kawasegawa me habían dejado una espina clavada.
Ella había detectado al instante que yo no había jugado sus juegos. Pero ¿cómo había logrado llegar a una certeza tan absoluta con tan poca información?
Quizá no había un motivo profundo detrás. Pero si lo había…
Si yo los hubiera jugado, y si en ese caso hubiera habido palabras que debía decirle allí mismo…
Entonces, deprimirme ahora era demasiado prematuro.
—Vamos a probarlo.
Abrí con cuidado el paquete, que estaba envuelto en celofán.
Inserté el cartucho en la consola portátil de Jintendo y encendí el aparato. Como en Succeed los presupuestos de desarrollo habían ido reduciéndose, en los últimos años solo desarrollaban juegos para portátiles.
Tras aparecer el logo de la empresa, se mostró la pantalla de título.
Respiré hondo y toqué el ícono con el lápiz táctil.
Era el juego en el que Kawasegawa había trabajado por primera vez como directora y productora. El género era aventura y, como era típico en los juegos portátiles, la mecánica consistía en tocar diversos elementos en la pantalla para resolver acertijos.
Era un juego sencillo, pero estaba lleno de ideas diseñadas para evitar que el jugador se aburriera. El primer acertijo era fácil para generar confianza, pero dos acertijos después, esa misma confianza hacía que la solución fuera mucho más difícil, evitando que uno pudiera avanzar por pura inercia. Ese diseño se sentía increíblemente cómodo.
No hacía falta ponerme crítico: simplemente, el juego era…
—¡Es divertido…!
La recepción en internet había sido en general muy positiva. No vendió demasiadas unidades, pero se mantuvo lo suficientemente bien para recibir varios relanzamientos, y la edición limitada de lanzamiento incluso tenía un precio premium en la reventa.
—¿Esto lo hizo Kawasegawa?
Y eso que ella, en teoría, casi no sabía nada de videojuegos al principio. Había partido siendo torpe con la tecnología; seguramente estudió a fondo cómo nacía un juego, cómo funcionaba y hacia dónde iba la industria antes de ponerse a crear algo así.
—Es increíble… de verdad es un desperdicio, Kawasegawa.
Al principio lo jugué solo porque era algo hecho por ella. Pero en algún punto, ese motivo quedó relegado, y desde la mitad del juego hasta el final solo quería seguir por el simple deseo de ver qué pasaba después.
Fueron unas doce horas sin parar. Como no hice casi desvíos, si lo hubiera jugado con más calma seguramente habría podido disfrutarlo por mucho más tiempo.
—Y pensar que esto no cuesta ni tres mil yenes.
Tal vez ya no fuera raro según los precios actuales. Pero para mí, descubrir un juego capaz de ofrecer tanto por tan poco me provocó genuina sorpresa y alegría.
Seguramente los jugadores que compraron el juego y escribieron reseñas entusiastas habían sentido lo mismo que yo.
El final del juego, al que se le notaba el esfuerzo hasta el último detalle, tenía unos créditos sorprendentemente simples en comparación con el grueso del contenido. Ese equilibrio también me pareció muy propio de Kawasegawa.
Tras los créditos de gráficos y programación, al final aparecían su nombre como directora y productora. Le hice una leve reverencia a esos créditos, como agradeciendo el buen juego, cuando…
—¿Hm…? —Algo allí me pareció extraño—. Eh, esto es…
Justo después de que su nombre desapareció de la pantalla, se mostraron varios nombres en la sección de «Agradecimientos Especiales» y, al final de esa lista…
Con una línea intencionalmente en blanco de por medio, aparecían unas letras en inglés.
Si hubiera sido solo eso, quizá lo habría pasado por alto. Si este juego no tuviera ninguna relación conmigo y solo hubiera sido algo que compré por curiosidad, también lo habría ignorado.
Pero este era un juego dirigido y producido por Eiko Kawasegawa, y por lo tanto tenía, aunque fuera indirectamente, un lazo conmigo.
Por eso…
—No puede ser… esto, es casualidad, ¿cierto? —Al principio lo dije sin creerlo del todo, dudando. Pero luego—. No, no… no puede ser casualidad, ¿verdad?
Con una sensación punzante en lo profundo de la cabeza, la duda se convirtió en certeza.
—Qué diablos… Kawasegawa, tú…
Las palabras frente a mí se difuminaban, borrosas, imposibles de leer sin importar cuánto lo intentara.
Las manos con las que apretaba el control dolían con un dolor sordo e insoportable.
Al final, el único que no sabía nada… era yo.
◇
Había un nuevo punto de interés en Nishi-Shinjuku que se había vuelto famoso gracias a una exitosa película de anime: un conjunto de pasarelas peatonales conectadas entre sí. [1]
Al oeste se alzaba el característico edificio de una aseguradora; al este, una zona con academias y bares. Y bajo el puente, la avenida Yasukuni, extendiéndose en múltiples carriles. Era uno de los lugares de Tokio donde la gente pasaba sin cesar.
Sabía que ella siempre cruzaba por allí para llegar a la estación. Aunque podría tomar el paso subterráneo, le gustaba en secreto la vista desde esa pasarela, y por eso la usaba.
Así que, si me quedaba esperándola allí…
—…Por fin llegaste.
Sabía que tarde o temprano me encontraría con Kawasegawa.
—¿Estuviste esperándome aquí? —Me preguntó con un tono entre incrédulo y molesto.
—Desde anteayer, tres días seguidos. No quería causar problemas frente a la empresa.
Había reunido valor para, por última vez, entrometerme un poco más e intentar hablar con ella adecuadamente, en un sitio distinto donde pudiéramos conversar mejor.
Pero ella solo dejó escapar un leve suspiro.
—Da igual, es lo mismo. Entonces, nos vemos.
Con un golpeteo firme de tacones, pasó rápidamente a mi lado.
Yo, como si ya supiera que eso ocurriría, esperé a que estuviera justo a mi altura para pronunciar unas palabras en voz baja:
— Toybox Mystery.
Ella se detuvo en seco.
Era el título del juego que había jugado hace unos días, el mismo que había hecho que algunos aficionados conocieran el nombre de Eiko Kawasegawa.
Ambos nos giramos casi al mismo tiempo.
Kawasegawa parecía sorprendida. Ese título era precisamente el que ella había mencionado días antes con un «seguro que ni lo jugaste», como reproche.
Sabiendo perfectamente todo eso, continué hablando.
—El primer acertijo. El truco de girar el candado con el lapiz táctil para abrirlo. Pedía una precisión más estricta de lo esperado y tenía una buena dificultad. El segundo acertijo: el color del separador dentro del libro. Si uno notaba rápido el patrón, lo resolvía sin trabas. Yo no me di cuenta, así que tardé.
Kawasegawa mostró una expresión de absoluta sorpresa.
—Hashiba… —Pronunció mi nombre en un tono de incredulidad.
—Y el tercer acertijo. Igual que el primero, también tenía un candado, pero en realidad la ranura no servía de nada; lo que había que hacer era soplar para que el candado se liberara. Fue un truco realmente bueno.
»La historia también fue excelente. Esa forma de tomar la historia de una familia y expandirla hacia un problema mundial sin ponerse moralista… eso fue algo propio de alguien como tú, que sí has estudiado guion.
Seguramente, para cualquiera que nos viera, parecía uno de esos otakus hablando rápido y emocionado. Aún con el fervor fresco, le relaté con pasión la magnífica experiencia que había tenido al terminar el juego, hablándole directamente a la creadora. Sin filtros ni consideraciones: solo una opinión sincera.
—Aun cuando lo habías hecho tan bien, yo intenté convencerte sin siquiera tocar tu trabajo. De verdad lo siento. Fui un idiota. No pensé en nada.
Era normal que me hubiera reprendido. Aunque alguien te elogie, si lo hace sin contenido o de manera equivocada, ese sentimiento puede volverse negativo en lugar de positivo.
Por eso, incluso si era demasiado tarde, quería transmitirle bien esta impresión.
Y entonces:
—Solo pude jugar un título, pero lo completé hasta llegar al final verdadero. Con eso en mente, te lo digo de nuevo. Quiero ver tu siguiente obra. Quiero jugar lo que tú creas, así que… —Tomé aire y se lo dije con firmeza—: Por eso, no quiero que renuncies. Te lo pide «AND KH».
—Ah… —A Kawasegawa se le escapó un pequeño sonido.
En los juegos que ella hacía, siempre aparecía una secuencia fija de letras al final de los créditos. Había leído en sitios y foros de juegos sobre ello, pero ningún crítico ni gamer había acertado con su significado.
Porque esas iniciales que aparecían después del «AND»…
—K.H., Kyoya Hashiba. Eso es lo que significa… ¿cierto?
Aquel conjunto de letras estaba colocado de manera claramente extraña, pero también de forma que cualquiera entendería que era importante.
Era posible que se tratara de una simple coincidencia, o de otra persona con las mismas iniciales, o incluso de un motivo que no tuviera absolutamente nada que ver. Pero, por más que lo pensara, yo no podía evitar sentir que aquello me estaba señalando a mí.
Kawasegawa había escuchado mis palabras con el rostro serio, pero de pronto:
—¡Qué te pasa ya, así queda como demasiado conveniente para ti! —De pronto lanzó aquellas palabras afiladas, alzando la voz con furia—. ¿Que K.H. son unas niciales? Personas con esas letras por iniciales hay por montones, ¿sabes? ¿Y aun así puedes estar tan seguro de que es tu nombre? ¿Cuántos años crees que han pasado desde que dejamos de vernos? Y aun así, piensas que dejé tu nombre por ahí porque no puede superarte… ¡hay un límite para lo repulsivo!
—Ah, no, eso… ¿fue un error…? —Me acorraló con tanta fuerza que por un momento me entró pánico, preguntándome si realmente me habría equivocado.
—No-no fue… un error…
Pero al mirar bien la cara de Kawasegawa, me di cuenta de que no estaba equivocado.
Después de todo, ella estaba claramente alterada: se había puesto roja hasta las orejas y hablaba entrecortada por la emoción.
—No fue… un error.
Volteando la cara con un gesto altanero, seguía siendo la misma Eiko Kawasegawa de hacía seis años.
[1] Probablemente una referencia a la película Kimi no na wa (your name, para los que no le sepan al otaku).
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