La ama tsundere y su sirvienta zorro
Vol. 1 Capítulo 8. Tras una larga noche
Después de asearse luego de lo del viejo castillo y los canales subterráneos, regresaron a la posada y ya empezaba a amanecer.
Se lavaron mutuamente, empapadas tras la batalla, con el agua caliente del dispositivo mágico ducha, se cambiaron de ropa y se tumbaron en su cama, sintiéndose por fin liberadas de la extrema tensión.
—Uf… —Shen Hu miró al techo, exhaló un suspiro de alivio y empezó a peinarse el cabello aún húmedo con los dedos—. Eso zanja el asunto, Ama.
Lisa, dándose cuenta por el gesto de Shen Hu de que le iba a secar el cabello, hizo lo que le decía y cerró los ojos.
—…Ciertamente, vencimos a la mente maestra, pero ¿realmente lo hemos resuelto? —En la ciudad, que debería seguir durmiendo, pudo oír voces a lo lejos, como si buscaran a alguien.
También se oía un leve sonido de armaduras frotándose, como si los Caballeros Sacros o los vigilantes estuvieran en acción.
—Sí, ya descubrimos todo. Mañana daremos cuenta de todo. —Shen Hu deslizó la mano entre la almohada y su cabeza, acariciándole el cabello de forma relajada y sonriendo tranquilamente.
El calor de la mano de Shen Hu y la sensación de su poder mágico eran tan reconfortantes que Lisa cerró suavemente los ojos mientras era arrastrada hacia un profundo sueño.
Ahora no lo sentía así, pero Shen Hu tenía razón: algo podía cambiar cuando acabara la noche.
Incluso si el resultado no era algo optimista.
—Descansa ahora… —Shen Hu presionó suavemente sus labios contra los párpados de Lisa.
El calor de los suaves besos en sus delgados párpados se extendió lentamente por todo su cuerpo y, antes de que Lisa se diera cuenta, se había quedado dormida.
***
Una cálida brisa soplaba suavemente a través de la ventana.
Lisa se despertó con el suave piar de los pájaros y se apoyó en el alféizar de la ventana, mirando al cielo de la ciudad de Naklabal.
Los pájaros cruzaban el claro cielo azul.
Las barreras demoníacas que habían cubierto la ciudad de Naklabal habían desaparecido sin dejar rastro, y una agradable brisa y la deslumbrante luz del sol brillaba con fuerza sobre la ciudad.
—Esa espeluznante bruma ha desaparecido…
—Así es. La muerte del lanzador mágico significa la desaparición de la Gehenna. —Shen Hu se despertó y se sentó en la cama, mirando a Lisa.
Mirándola, Lisa bajó la mirada para prestar atención a las voces de la gente, luego miró hacia una esquina llena de tiendas.
—…Ciertamente.
Delante de las tiendas que se preparaban para abrir, Caballeros Sacros y vigilantes estaban hablando entre sí.
La gente reunida en la esquina también parecía mirar ansiosamente los carteles y susurrar algo entre ellos.
—Va a tomar algún tiempo para que la paz vuelva a la ciudad.
—Va a ser difícil de aquí en adelante. Bueno, en tiempos como este, es nuestro trabajo seguir con nuestra vida diaria. —Shen Hu se rio y saltó de la cama.
—Ya veo. —Lisa asintió ante la presencia de Shen Hu que se acercaba tras ella y cerró la ventana en silencio.
—¡Señorita Lisa, Señorita Shen Hu!
Después de hacer las maletas y pagar las facturas, Lisa y Shen Hu salieron a la ciudad, donde fueron recibidas reverentemente por el joven de los Caballeros Sacros que les sirvió de guía.
—¿Qué te pasa? Tu actitud es bastante diferente a la de anteayer. —Lisa estaba desconcertada por la actitud, ya que el joven las miraba como rogándoles.
—Me equivoqué mucho. Por favor, perdóneme.
—…… —Parpadeó, sin comprender al instante a qué se refería.
De pie junto a ella, Shen Hu movió la cola, soltó una risita y ladeó la cabeza contra la de Lisa.
—…Sí, ¿no?
Las mejillas de Lisa se crisparon al darse cuenta por su tono que se refería a su edad.
—Mi-Mientras lo entiendas está bien. Y además, realmente no me importa.
Consiguió sonreír, pero Shen Hu la miró como si se burlara de ella.
—Ya sabremos ya si es cierto.
—¡Cállate!
—¡Gyaahn!
Le golpeó la frente con el dedo y se volvió hacia el joven.
—Por cierto, ¿qué quieres de nosotras?
—¡Cierto! Ha llegado un mensajero de Hazelnigrado. —El joven se apresuró a hacer un saludo militar y respondió enérgicamente.
—¡Sí! ¡Una recompensa, una bonificación! —Shen Hu se regocijó, saltando exageradamente y moviendo la cola.
—…Te envidio por tu dinero…
Siguiendo a Shen Hu y al joven de los Caballeros Sacros que empezó a mostrarles el camino, comenzaron a caminar por la ciudad.
Lisa, que reía entre dientes y murmuraba para sí misma, estaba segura de que aquella tienda de pudín estaba abierta, y sus mejillas se relajaron suavemente.
—Ahora que hemos recibido nuestra recompensa, vamos a algún sitio a divertirnos hasta nuestra próxima misión. —Shen Hu, con su recompensa en la mano, caminó por la calle tarareando una melodía—. Me gustarían unas vacaciones en alguna isla del sur.
—¿Y existe alguna isla por allí?
Había una isla país cerca de la tierra prohibida, pero no eran el mejor prospecto de unas vacaciones.
Cuando le preguntó a Shen Hu, que estaba de espalda, esta se rio y dijo con una gran sonrisa:
—¡Claro que la hay! Sin episodio de playa esto no tendría sentido.
—Ya estás diciendo tonterías otra vez… —No estaba segura de si estaba bromeando o hablaba en serio, pero desde luego tenía ganas de ver trajes de baño.
Lisa dejó escapar un suspiro, pensando que cavar más hondo equivaldría a cavar una tumba, y tiró de la manga de Shen Hu mientras se adelantaba a ella.
—Me gustaría hacer una parada antes de salir de la ciudad.
—¿Para qué? ¿Vas a por pudín? —Shen Hu se dio la vuelta y le dio a Lisa un paquete de una bolsa de papel que sacó de la nada.
—¿Qué? —Lisa la miró, sorprendida por el peso de la bolsa.
—Lo compré en cuanto pude. Me disculpo… por lo del otro día.
Abrió la bolsa de papel y en su interior encontró dos pudines fríos.
Lisa abrazó la bolsa de papel con fuerza e invitó a Shen Hu a unirse a ella en un banco de la esquina de la calle.
—¡Oooh, señoritas!
Cuando terminaron de comer los pudines y se acercaron a la tienda de accesorios que deseaban, un chico que había estado exponiendo sus mercancías se fijó en ellas y las saludó con un gran gesto de la mano.
—¿Te acuerdas de nosotras?
—Es obvio, ¿no? ¡Esa es la base de los negocios, como decía mi tío! —El chico hinchó el pecho y se frotó con orgullo la punta de la nariz.
Lisa se quedó muda al recordar a sus tíos, que seguían desaparecidos.
—……
—Bueno, no sé dónde está ahora, pero él y la tía volverán en un santiamén uno de estos días. —Al notar la expresión de Lisa al girar la cabeza, el chico sonrió alegremente y le dio una palmadita en el hombro.
Lisa sonrió y asintió profundamente, no dispuesta a negar la esperanza que pudiera haber en algún lugar.
—Entonces, ¿qué quieren?
El chico se paró frente a la silla en la parte delantera de la tienda, en una posición fija, y echó un rápido vistazo a la mercancía.
—Este… —Lisa señaló sin dudar el anillo de oro con la gema roja.
—¿Qué, tanto te interesa ese anillo? Si es así, puedo comprártelo y…
—No, lo compraré yo misma. —Interrumpió la declaración de Shen Hu y pagó el precio de su remuneración.
—Te lo envolveré.
—No, no es necesario. —Le sonrió al chico que intentó envolverlo y tomó el anillo tal cual.
Shen Hu miró el anillo en la palma de la mano de Lisa y olfateó.
—Es un poco grande, ¿no?
—No es para mí. Dame la mano.
—¿Hmm? —Shen Hu parpadeó y miró la cara de Lisa.
—Date prisa. Ya dije… que es para ti.
Shen Hu puso los ojos en blanco sorprendida por el comentario de Lisa.
—¿Para mí?
—Sí, ¿acaso no te gusta?
Shen Hu, como si todavía no lo creyera, extendió la mano. Su cola se movió perezosamente como si expresara alegría.
—Estoy tan feliz…
Shen Hu, con las mejillas sonrojadas, miraba embelesada la mano de Lisa. Lisa tomó la mano de Shen Hu y estaba a punto de ponerle el anillo en el dedo cuando sintió que se le calentaban las mejillas.
—¡Espera, espera, que sea aquí! —Shen Hu guió la mano de Lisa hacia su dedo anular izquierdo con la otra mano.
—¿Eh, por qué…?
—Si quieres ponerme un anillo, debe ser en el dedo anular.
Shen Hu sonrió y apretó la mano de Lisa que sostenía el anillo. Esta sonrió y le deslizó el anillo por el dedo anular.
—…No podría encajar mejor…
—Ves, te lo dije, ¿verdad? —Shen Hu se alegró, lo acarició y miró la gema roja a través del sol, confirmando la existencia del anillo y relajando las mejillas—. Entonces, ¿de qué se trata todo esto? ¿O debería tomarlo como que cambiaste de opinión?
—No-no significa nada. —La alegría de Shen Hu la hizo sentir avergonzada, así que giró sobre sus talones y comenzó a alejarse—. …Pero yo soy tu ama, ¿verdad?
Shen Hu no tardó en alcanzarle, y se puso codo con codo con ella.
—Así que ese anillo es una prueba de que soy tu ama. —Por su rabillo del ojo, el cabello dorado de Shen Hu brillaba a la luz del sol.
No podía mirar a la cara a Shen Hu, ya que solo decirlo hizo que se avergonzara en demasía.
—…Una prueba…. No está mal… —Shen Hu, que repetía lentamente las palabras de Lisa, se abrazó al brazo de ésta como si estuviera jugando con él.
—…Y ahora qué te pasa, me estás sofocando.
—Jejejé, no es nada, sólo me dieron ganas de hacer esto. —Shen Hu se rio mientras agitaba la palma de la mano para mostrar el anillo al final de su brazo izquierdo entrelazado.
—…Bueno, hoy hace un poco de frío. De esta forma se está más calentito y a la temperatura perfecta.
El viento, que hacía un momento debería haberle parecido cálido, era fresco y le acariciaba las mejillas.
—¿A que sí, verdad? —Shen Hu se acurrucó contra el cuerpo de Lisa y asintió repetidas veces—. Dicen que por las noches refresca, y eso me hace echar de menos el contacto humano.
—Estás pensando en algo extraño, ¿verdad? Esta vez no caeré en tus juegos.
—Eso dices ahora, pero tu cuerpo sigue siendo más honesto…
—Tonta… —Dio un cabezazo en el hombro a Shen Hu. Esta no se inmutó, la miró a la cara y se rio.
—Kwajajá, pero creo que yo soy la razón por la que ganaste esta vez, ¿no?
—Bu-Bueno, eso es verdad, pero…
—Ahora que sabes cuán útil puedo ser, puedes ayudarme a comer más, ¿no? ¿Verdad, Ama? —Shen Hu preguntó con picardía, como para recordárselo, y sonrió inocentemente.
—Solo si a mí me apetece. —Lisa levantó la vista hacia el claro cielo azul y respiró hondo.
El viento acarició suavemente su rostro ardiente.
—Te amo con toda mi alma, ama mía… Lisa. —Shen Hu entrelazó el brazo derecho de Lisa mientras empezaba a caminar, y apoyó su mejilla contra ella.
El cabello de Shen Hu, que era del color del sol, hizo cosquillas en la mejilla de Lisa juguetonamente.
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