Danmachi: Argonauta
Vol. 2 Capítulo 7. El aullido de la luna, la ira de la tierra
El estruendo de las llamas golpeaba repetidamente las espaldas de Argonauta y sus compañeros.
Cuanto más avanzaban, y a medida que los segundos pasaban, aquel sonido se iba desvaneciendo poco a poco, hasta que, finalmente, todo lo que resonaba en el pasillo eran los apresurados pasos hacia adelante.
—¡Hermano, Crozzo está…!
—¡Es un tipo fuerte! ¡Seguro nos alcanzará pronto! ¡Cree en él!
Mientras corría y giraba la cabeza hacia atrás, Feena fue animada por Argonauta, quien no apartó su mirada del frente, instándola a seguir avanzando.
En los ojos carmesí, fijos hacia el frente con una firmeza decidida, se vislumbraba una mezcla de dolor y determinación. Aunque Yuri y los demás lo notaban, no dijeron nada. Respetando la decisión de Argonauta y la colaboración de Crozzo, continuaron moviéndose hacia el destino al que los conducía el «hilo».
—¡¡Argonauta~~~~~~~~~~!!
Fue entonces cuando una voz masculina, familiar y ensordecedora, resonó desde adelante.
—¿Ustedes son… los «Candidatos a Héroe»…?
Al adentrarse en una sala rectangular, los que aguardaban a Argonauta y sus compañeros eran un grupo de cuatro humanos. Eran mercenarios que habían sobrevivido a la «Ceremonia de Selección» que había comenzado en el patio del castillo real.
—¡Bestias sin convicción ni orgullo! ¿Se pondrán del lado del rey?
El primero en alzar la voz con desprecio fue Yuri.
En respuesta, un hombre que llevaba una espada larga a la espalda soltó una carcajada burlona.
—¡Idiota! ¡Por supuesto que estamos con quien nos promete riqueza y fama!
—¡Además, hemos sido elegidos por el rey!
A su lado, un hombre corpulento, cubierto con una pesada armadura, sacó pecho con arrogancia. Como si dirigiera al grupo, apuntó a Yuri y los demás con el extremo de su garrote.
Aunque al principio Feena y los demás mostraron una expresión de desconcierto, esta pronto se tornó en sorpresa.
—¡Hay un montón de monstruos enormes! ¿Y eso es… ¡un dragón!?
Desde tres de los cuatro accesos, incluidos el pasillo por el que Argonauta y sus compañeros habían entrado, aparecieron múltiples monstruos. Todos eran de gran tamaño, y entre ellos, la presencia del «dragón volador» y el «dragón de fuego» destacaba de manera abrumadora.
Entre los monstruos, incluso Feena titubeó al ver a los temidos «dragones», considerados los más fuertes y aterradores. Ryuulu negó con un leve movimiento de cabeza.
—No, ahora no es momento de pensar en eso. Lo que realmente debemos cuestionar es por qué, a pesar de estar tan cerca, esos hombres no son atacados por los monstruos.
Tal como analizó Ryuulu, los humanos no eran considerados un «objetivo de ataque» por los monstruos, a pesar de estar a su alcance. Era una escena imposible para criaturas que atacan indiscriminadamente a los humanos. Mientras Feena se mostraba desconcertada, el hombre de la espada larga esbozó una sonrisa torcida, incapaz de contener su emoción.
—¡Jijijí… destrúyanlooos!
En el siguiente instante, los colmillos, las garras y las largas colas de los monstruos se dirigieron simultáneamente hacia Argonauta y sus compañeros.
—¿¡Gh!? ¿Acaso eso es por…?
—¡¿Obedecieron las órdenes de esos hombres?! ¿¡Los monstruos!?
Mientras el grupo se dispersaba rápidamente para esquivar el ataque, Argonauta, quien protegía a Olna, no podía dar crédito a lo que veía. Garms, por su parte, gritó con las mismas dudas.
—…Espera. Eso es…
De todos ellos, fue Olna quien primero entendió «el fenómeno y su causa». Su mirada se fijó en los «Candidatos a Héroe», quienes llevaban colgado al cuello, como si fuera un collar, un hermoso «fragmento plateado» que no parecía de este mundo.
—¿Podría ser un fragmento de la «Cadena»…? ¡¿Es que acaso han usado partes del «Artefacto Divino» roto para alimentar a los monstruos?!
El grito de incredulidad de la joven fue confirmado por los rugidos de los monstruos.
—¡Esto es increíble! ¡Hasta esos aterradores monstruos nos obedecen! ¡Con esto los aplastaremos!
El hombre de la espada larga levantó el collar con el «fragmento de la Cadena» para presumirlo. Su actitud era la de un forajido embriagado con un poder que no merecía.
—Qué insensatos… Esos fragmentos no serán capaces de controlarlos por mucho tiempo.
En el rostro de Olna se dibujó una mezcla de desprecio y preocupación.
—Para someter a los monstruos, necesitan usar su propia sangre… Si continúan intentando controlarlos o si dejan de hacerlo, en ambos casos terminarán destruidos. ¡Es inevitable que sean aniquilados!
—¡Como si fuera a creerme ese cuento!
—¡Somos los malditos «Héroes»! ¡No vamos a morir, métetelo en la cabeza!
Pero las palabras de la joven no llegaron a los «Candidatos a Héroe». Los otros dos hombres se echaron a reír, esgrimiendo una confianza infundada como si fuera un escudo impenetrable.
—…Ustedes avancen. Perder el tiempo con estos insectos insignificantes es un desperdicio.
—Estoy de acuerdo, aunque me moleste coincidir con este sujeto. Sigan adelante.
Mirando a los hombres con desprecio, el hombre lobo y el enano dieron un paso adelante, dispuestos a continuar su camino.
—¡¿Yuri, Garms?!
—No hay tiempo, ¿verdad? La princesa no tiene mucho antes de convertirse en el «sacrificio». ¡Igual que hizo el herrero antes, déjennos esto a nosotros!
Argonauta levantó la voz, pero Yuri respondió mostrando su resolución con su robusta espalda. Junto a la imponente figura de Garms, el gesto dejó atónito al joven, quien, reuniendo a Feena y Olna con un brazo alrededor de sus hombros, exclamó:
—¡¿Está bien, Yuri?! ¡¿Tú también, Garms?! Si ustedes no están… ¡entonces tendré un harén para mí solito!
Con Feena, Olna y Ryuulu escoltándolo en una formación que parecía un jardín de bellezas (aunque al menos una con género incierto), Argonauta adoptó una postura teatral.
—¿¡¡Es que sufres de alguna enfermedad que te impide actuar seriamente!!? —gritó Yuri, mientras se giraba furioso.
—¡¿Por qué siempre arruinas el momento cuando se trata de nosotros, payaso?! —añadió Garms, igualmente exasperado.
La tensión cuidadosamente construida se desmoronó como una comedia involuntaria, dejando incluso a los mercenarios humanos boquiabiertos y preguntándose qué estaban haciendo.
—¡Maldita sea, pero no puedo evitar escribirlo en mi «Diario del Héroe»!
Argonauta sacó su cuaderno y rápidamente garabateó:
— «Argonauta avanzó, empujado por sus amigos, hacia el temible minotauro.»
Luego se giró hacia Feena y las demás, declarando con entusiasmo y un aire de chico apuesto:
—¡Vamos, Argonauta y su alegre harén! ¡Por Yuri y Garms, quienes nos despidieron deseándonos felicidad!
—Qué desagradable, deja de decir eso.
—¡Si vuelves a decir algo así, te golpearé!
—Jajajá, realmente es repugnante, ¿no?
—¡Lo siento, lo siento! ¡Ay, duele! ¡No, esperen, duele, duele mucho! ¡¡Perdón, lo siento!!
Con una mirada de absoluto desprecio, Olna atacó el tendón de su pierna con la punta del pie. Feena, con las cejas fruncidas, le tiró de la mejilla como si fuera a arrancarla, mientras que Ryuulu, riendo con ojos entrecerrados, le clavó su codo sin piedad en las costillas. Sin gritos ni reproches, el trío descargó su furia de manera directa, convirtiendo su ira en un asalto implacable.
—¡¿Y si nos vamos ya?! ¡¿Podemos irnos de una vez, por favor?!
Después de recibir una paliza, destrozado, Argonauta se apresuró hacia el camino de la izquierda, donde los guiaba el «hilo», como un pastor huyendo de feroces bestias.
—Tch, ese payaso…
—Ni siquiera en el final nos dejó mantener una resolución solemne…
Cuando el grupo del payaso salió del gran salón, Yuri y Garms ya estaban completamente agotados.
—¡Yuri! ¡Garms!
De repente, el joven de cabello blanco regresó de un salto, dejándolos desconcertados.
—¡Jamás olvidaré la ayuda que me brindaron! ¡Ni tampoco la valiente imagen de ustedes empujándome hacia adelante! —Dirigiéndose a ellos, Argonauta mostró una amplia sonrisa—. ¡Esfuércense! ¡No se rindan! ¡Cuando esto termine, beberemos el mejor licor de la capital! …¡Por ustedes, mis «héroes» a quien tanto admiro, y que me salvaron!
Dicho esto, esta vez Argonauta se marchó definitivamente.
Garms permaneció atónito, mientras Yuri, que había quedado inmóvil junto a él, fruncía el ceño.
—Aah, maldita sea… —Entonces, apenas levantó una comisura de los labios en una leve sonrisa.
—En verdad, es un hombre que sabe cómo revolver el corazón de las personas. —Garms también esbozó una sonrisa detrás de su espesa barba.
—¡¿Ya terminaron la charla, admirados «héroes»?!
—¡¿De verdad creen que ustedes dos solos pueden derrotar a nuestros monstruos?!
Los humanos, que observaban la escena con una sonrisa burlona, arrojaron sus palabras con sorna hacia ellos.
Aunque les parecía extraño que hubieran dejado pasar tan fácilmente a Argonauta y su grupo, Yuri y Garms mantuvieron la mirada al frente y, sin cruzar miradas, comenzaron a hablar en voz baja.
—Cuatro grandes. Uno de ellos, un dragón de fuego, dos dragones voladores… ¿podrás manejarlo, enano?
—En condiciones normales, no sería posible. Al igual que mi tierra natal, también yo sería pisoteado por los colmillos de estas criaturas.
La situación era grave.
Aunque le habían dicho a Argonauta y su grupo que ellos se encargarían, los monstruos que enfrentaban no eran simples monstruos de bajo nivel. En particular, el «dragón de fuego», que superaba los tres metros de altura, tenía el poder suficiente para destruir no solo una ciudad, sino incluso un país entero. Ante una criatura así, lo lógico sería huir en cuanto se la viera.
Yuri y Garms, que se ofrecieron a cubrir la retirada, estaban realmente convirtiéndose en «peones de sacrificio».
Sin embargo, Garms añadió algo más con un «pero».
Casi como si estuviera hablando en una taberna, esbozó una sonrisa y continuó.
—Frente a esta crisis, ¿qué es este sentimiento? Sí… se parece a esas historias de cuentos de hadas, donde los héroes son llevados ante el rey demonio.
—No digas tonterías, enano. Esto no es algo tan elevado. Se te ha pegado la tontería también, ¿verdad? —Yuri lo advirtió. Aunque no quisiera admitirlo, la fuente de su fortaleza imaginaria era la sonrisa de aquel joven.
En sus cuerpos ardía un extraño fervor combativo. La sonrisa y las palabras de Argonauta, que no les permitió rendirse al destino, resonaron en sus mentes. Con un chasquido de garras, el hombre lobo fijó su mirada en los monstruos, lleno de determinación.
—¡Esto no es más que para darle una patada en el trasero a ese payaso! ¡Nada más!
No hubo señal alguna para iniciar la batalla.
No tenían tiempo para tácticas. Con la velocidad de un proyectil disparado por una ballesta, ambos se lanzaron hacia adelante, dejando atrás a los humanos que vacilaban. Atacaron primero.
—¡Nuuooooooohhhhhh!
—¿¡Hiiiik!?
—«¡Nughruuuuuuhhh!»
El dragón de fuego, como si percibiera instintivamente el miedo del hombre de la espada larga que llevaba un fragmento del «Artefacto Divino», barrió el aire con su gruesa y larga cola, intentando detener el martillo de guerra de Garms. El impacto resonó con fuerza mientras la colisión protegía a los humanos detrás de ellos.
El enfrentamiento no permitió tregua. Garms, soltando un breve gruñido, apenas perdió contacto con el suelo antes de ser lanzado violentamente hacia atrás.
—¡Toma esto! —Mientras Garms era arrojado, Yuri atacó desde arriba. Su embestida, tras un salto, iba dirigida a una criatura de gran tamaño distinta al dragón: un rinoceronte negro.
Aunque más lento que el dragón, la criatura no pudo esquivar el ataque a tiempo, pero su piel dura como una armadura —casi indistinguible de una auténtica coraza— detuvo el golpe de las garras de Yuri.
Un sonido apagado, acompañado de chispas, marcó el momento en que el ataque de Yuri fue rechazado. Su rostro se contrajo al ver una grieta en los mitones de garras que llevaba puestos. Apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que dos güivernos sobrevolando el gran salón lanzaran bolas de fuego sin piedad. Yuri evitó el impacto al impulsarse justo al aterrizar, pero las llamas escarlatas impactaron repetidamente, envolviendo el salón en un mar de fuego en cuestión de segundos.
A partir de ahí, el caos se desató.
Los cuatro monstruos desataron su furia sin restricciones, y los golpes y temblores dominaron el lugar.
—¿¡Ghhhhhhhh…!?
—¡Maldita sea, qué fuerza tan descomunal! ¡Un solo paso rompe el suelo, y un movimiento crea ondas explosivas!
En un escenario donde no podían contratacar y ni siquiera la defensa era una opción, Yuri y Garms se limitaron a esquivar como podían, completamente superados por la situación.
Sus movimientos torpes provocaron las carcajadas de los humanos que observaban.
—¡Ja, jajajá! ¿Qué pasó con toda esa valentía inicial? ¡Esto apenas comienza! —Lleno de confianza, el hombre de la espada larga se quitó el collar y levantó alto el «fragmento de la cadena».
Sin perder tiempo, el dragón de fuego abrió sus fauces, brillando con un fulgor abrasador, y desató una llamarada incomparable a la del dragón volador.
—¿¡Una sola bocanada de su aliento y al muro del laberinto le salió un agujero…!?
—¡Vamos, mándenlos volando!
Yuri y Garms lograron esquivar las llamas, pero no les dieron ni un momento para recuperar el aliento.
Siguiendo las órdenes del hombre de armadura pesada, el rinoceronte negro lanzó una embestida destructiva, arrasándolo todo a su paso. Finalmente, atrapó a ambos.
Garms interceptó el ataque para proteger a Yuri, pero el impacto los lanzó contra una pared, atravesando el agujero recién creado.
Convertidos en proyectiles vivientes, destrozaron múltiples estatuas y cruzaron numerosos pasillos del laberinto, abrasados por las llamas, sin detenerse.
—¿¡Argh!? ¿¡Hasta dónde terminamos llegando con ese golpe!?
—¡Estas paredes no dejaban de aparecer…! ¿¡Dónde estamos ahora…!?
Sangrando por las extremidades y la cabeza, Yuri y Garms se levantaron con dificultad, soltando gruñidos de dolor.
Obligados a avanzar a través del agujero creado por el aliento del dragón, terminaron en un pasillo desconocido. El calor, intensificado por las llamas, les hacía sudar, mientras el polvo llenaba el aire debido a las columnas y paredes convertidas en escombros.
—¡……! ¡Enano, esquiva!
El grave daño recibido había retrasado su percepción del enemigo que se acercaba.
Un dragón se deslizó por el pasillo con movimientos fluidos, atacando con sus garras. Yuri, reaccionando rápidamente, empujó a Garms con una patada para apartarlo, logrando esquivar el ataque en el último momento.
—…¡No se olviden de que estamos aquí!
—¿¡!?
Fue un movimiento inmediato.
Rompieron la nube de polvo con pasos descoordinados, hombres armados con lanzas y hachas —los mismos que controlaban a los dos dragones—, y lanzaron sus ataques. Yuri, incapaz de esquivar, vio cómo sus garras eran destruidas por una lanza, mientras que el mango del martillo de guerra, ya debilitado por los repetidos ataques de los monstruos, fue partido por el golpe de un hacha.
—¡Sus «garras» y su «martillo» quedaron hechos pedazos! ¡A ver si ahora intentan ponerse aires como antes!
—¡Tch…!
Ya que los dos habían perdido sus armas, los mercenarios comenzaron a aplaudir. Yuri chasqueó la lengua, mientras el hombre de la espada larga, lleno de júbilo, continuaba.
—¡Esto es increíble! ¡Con esta «cadena» podemos controlar a los «monstruos» y torturar a cualquier imbécil que nos caiga mal! ¡¡Podemos ser los más fuertes!!
Estaban embriagados por el poder.
Por la fuerza brutal de los monstruos, algo que los humanos jamás podrían replicar.
Embriagados por su deseo de destrucción y su crueldad.
Yuri, con un brazo sangrante colgando a su lado, no los miraba con odio ni con desprecio, sino con lástima.
—…Ya veo. Quien usa esa «cadena» parece terminar convertido, sin excepción, en un «monstruo repugnante» como ese rey.
—¡Deja de hacerte el interesante, sarnoso! ¡¡Deja de mirarme con esos ojos!!
La ira de los hombres estalló más allá de todo control.
El de la espada larga rechinó los dientes y le gritó con furia.
—¡Ese maldito Argonauta ya me tenía harto, pero ustedes dos…! ¡Ustedes son los que más detesto! ¡Siempre mirándonos por encima del hombro!
Lo que el hombre desató fue puro odio.
Tal vez una forma de resentimiento.
O quizás un clamor de desesperación.
—¡Se creen superiores por ser fuertes! ¡Se creen con derecho a menospreciar a los débiles! ¡¡No todos somos como ustedes!! ¡¡No todos podemos sostenernos con orgullo y mantener nuestras convicciones como ustedes lo hacen!!
Sus emociones se elevaron como un torbellino, mezclándose con una profunda tristeza.
El rostro del hombre, torcido por la furia, parecía a punto de romperse en lágrimas.
—¡Siendo así, no nos queda más opción que convertirnos en escoria como esta!
Era una excusa egoísta.
Un escudo hecho de complejo de inferioridad, diseñado para proteger un corazón débil.
Y, sin embargo, no sería difícil encontrar a otros que estuvieran de acuerdo con sus palabras.
Esta oscura época era tan despiadada que podía truncar cualquier brote de esperanza con facilidad. Solo un puñado de personas, aquellos con el «temple de un Héroe», eran capaces de mantener ideales puros. Las opciones para los débiles eran limitadas. ¿Entonces, escapar hacia el mal o los placeres mundanos era algo que realmente merecía ser condenado?
Yuri y Garms comprendieron claramente por qué aquellos hombres habían dejado ir a Argonauta y su grupo con tanta facilidad. Desde el principio, les habían guardado rencor, envidiándolos en silencio.
Desde el momento en que se encontraron en la capital real, los humanos, débiles como eran, habían clavado sus miradas llenas de resentimiento en Yuri y Garms, quienes irradiaban la presencia de los fuertes, y les reprochaban su superioridad.
—¿Es esa su auténtica intención, sin disfraz alguno?
Sin embargo…
—Si ese es el caso, entonces ustedes no son más que simple escoria. Basura que no hace más que resentirse y envidiar a los demás.
—¡¿Qué dijiste?!
Garms no mostró ninguna empatía, y Yuri los señaló con claridad, sin vacilar en su juicio.
—El bufón al que desprecian, más débil que ustedes, se levantó…
—…………
Las palabras de Yuri los dejaron sin respuesta.
Argonauta no era un héroe.
Era un payaso sin el temple necesario, que simplemente se pavoneaba y presumía ser algo que no era. No tenía poder ni talento. De hecho, había sido aún más abandonado por los dioses que esos mercenarios, un verdadero debilucho sin cualificaciones.
—Hasta el final, nunca dejó de luchar. Aunque sabía que jamás alcanzaría su objetivo, no traicionó el nombre de héroe que él mismo proclamaba.
Sin embargo, Argonauta no se lamentaba.
No se rendía ni justificaba actos viles.
El joven de cabello blanco vivía de forma ridícula, cantando y bailando, intentando reemplazar los brotes de esperanza truncados con sonrisas.
Trataba de traer una nueva esperanza.
Incluso Yuri y Garms reconocían esa noble voluntad de los débiles, ese orgulloso «rugido de los débiles».
—¡Ese debilucho logró lo que ustedes no pueden, y ahora se lamentan! ¡No me hagan reír, escorias insignificantes! ¡Lo que les falta no es fuerza ni talento! ¡Es una fuerte voluntad que no teme avanzar! —Por eso, Garms rugió.
Denunció a esos villanos menores que blandían su debilidad como excusa para justificar sus errores.
—Tranquilícense, miserables. Ni nosotros ni ustedes seremos jamás héroes. —Por eso Yuri lo declaró sin titubeos.
El título que debía ser verdaderamente venerado, el nombre del «Héroe del Comienzo».
—Como aquel hombre, ese «Verdadero Héroe», que ustedes jamás serán.
El tiempo, que parecía haberse detenido para los hombres, se rompió junto con su razón, reemplazado por una furia incontrolable.
—¡¡Cá-cállenseeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!
El hecho de que los fuertes alabaran al payaso que los débiles siempre habían despreciado y subestimado destrozó por completo su orgullo y, más aún, su autoestima.
Lleno de una ira y un deseo asesino como nunca antes, el hombre de la espada larga olvidó incluso controlar a los monstruos mientras corría hacia ellos.
—¡¡Aquí mismo los mataré!!
—¡¡Mueran yaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!
Junto con el hombre de la armadura pesada, cargó contra Yuri y Garms, con la intención de ejecutar el golpe final y acabar con las vidas del hombre bestia y el enano, que estaban desarmados y heridos.
En ese instante, un ¡Booooom! resonó.
No fue el sonido de un tajo, sino el de golpes de pies y puños que se escuchó claramente desde su posición.
—¿Ga-gahaa…?
Con una fuerza brutal que les impactó el rostro, el hombre de la espada larga y el de la armadura pesada retrocedieron tambaleándose, completamente desconcertados y sin comprender lo que había sucedido.
—Ahora que lo pienso, no lo había mencionado aún…
El hombre lobo habló con calma mientras levantaba su larga y flexible pierna en posición de patada alta.
—Tengo el mal hábito de patear a los tipos que son molestos y nada más que una desperdicio de espacio.
A su lado, el enano extendía su enorme puño como una roca, con una sonrisa desafiante.
—Y estos «puños» son mi mejor arma.
Los hombres finalmente entendieron: habían sido golpeados con una velocidad y fuerza que escapaban al ojo humano. Incapaces de resistir, escupieron dientes rotos que cayeron al suelo.
—¡Piérdanse de una vez! –dijeron ambos a la vez.
El hombre lobo y el enano no les dieron tiempo para reaccionar.
El tiempo pareció comprimirse, y la inminente fuerza devastadora de las patadas y puños se acercaba lentamente hacia ellos.
Antes de que transcurrieran unos segundos, los golpes se habían descargado con furia.
En el instante final, los dos humanos solo pudieron gritar, llenos de miedo.
—¡U-uaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhh!
Los golpes estallaron.
Un giro feroz se manifestó con la patada giratoria que perforó, mientras que el puño de hierro, lanzado desde abajo, se hundió profundamente.
El hombre de la espada larga fue golpeado en el torso, mientras que el hombre de la armadura pesada recibió un impacto en la mandíbula, y ambos salieron despedidos en direcciones opuestas.
—¡¿Gahaaaaahhhhh!?
—¡¿Karna?! ¡¿Otto?! —El hombre con lanza gritó los nombres de sus compañeros, que rodaban por el suelo. A su lado, el hombre con el hacha, visiblemente perturbado, se dejó consumir por la ira—. ¡Desgraciados… cómo se atreven! ¡Acaben con ellos, monstruos!
Sosteniendo en una mano el «fragmento de cadena», activó el poder del «artefacto divino»
Sin embargo, el siniestro cristal que otorgaba el efecto de «esclavitud forzada» emitió una luz carmesí distinta a la habitual, como si se burlara de él.
En ese momento, el dragón que volaba sobre ellos giró bruscamente la cabeza hacia el hombre y sus aliados.
—¿Eh? O-oye, ¿por qué viene hacia acá? ¡¡No-no es a mí!! ¡Son ellos! ¡¡Ellos están allá!! ¡Allí…!
En el instante en que gruesas gotas de saliva cayeron al suelo, los dos dragones rugieron con ferocidad, como si anunciaran el comienzo de un banquete.
—¿¡Gyaaaaaaaahhhhhhhhhh!? ¡No-no, para, deténganse! …¡Noooooo, ¿ghgheeeeeee?!
—¿¡Uwaaaaaaah!? A-ayu…
Los gritos del hombre con la lanza resonaron cuando uno de los dragones le mordió el cuello, mientras el hombre con el hacha intentaba escapar solo para ser aplastado y devorado, empezando por la cabeza.
La macabra escena de los «sacrificios» siendo devorados hizo que Yuri y Garms mantuvieran a duras penas sus expresiones impasibles.
—Qué necios…
—El poder de la «cadena» se rompió. Era lógico que, liberados de su esclavitud, los monstruos volvieran su ira contra quienes los controlaban.
No había lugar para la compasión ante un final que coincidía exactamente con la predicción de la adivina.
Cuando miraron al suelo, vieron que el hombre de la armadura pesada también había sido capturado por uno de los rinocerontes negros que comenzaba a devorarlo. Su única suerte fue que todo terminó mientras él estaba inconsciente, permitiéndole partir hacia el más allá sin dolor consciente.
—¡……! ¡Se acercan!
Tras devorar a las despreciadas presas que los habían esclavizado, los monstruos volvieron sus ojos hacia Yuri y Garms, hambrientos de más sangre.
Ansiosos por atacar primero, los dragones cargaron ferozmente hacia ellos.
—¡Maldición! Liberados de sus ataduras, los monstruos solo se vuelven más salvajes. ¡Son aún más incontrolables que antes!
—¡Y nosotros hemos perdido nuestras armas…! ¡A este ritmo…!
Garms escupió las palabras, mientras Yuri gruñía con frustración.
Los monstruos, desprovistos de control, recuperaron su verdadera naturaleza violenta. Destruyeron el suelo con sus embestidas, escupieron fuego y acorralaron a los guerreros, que apenas podían defenderse.
La situación era desesperada. Con heridas marcando sus cuerpos y desarmados, su desventaja era clara. Aunque Yuri y Garms se enorgullecían de sus técnicas de combate cuerpo a cuerpo, sus patadas y puños eran inútiles contra las duras escamas y piel blindada de los dragones. Cada intento de ataque solo resultaría en daño a sus propias extremidades, desgarrando su piel y causando más dolor.
Si al menos hubieran conservado sus armas…
No, aún tenemos armas.
En medio del feroz ataque enemigo, Yuri entrecerró los ojos, enfocado. Colgando de la cintura de Garms, podía ver una espada, una reliquia de su clan. Además, él mismo aún poseía un «as bajo la manga» que podría usar en esta desesperada situación.
—¡Matenloooooooooos! —gritó una voz con furia incontrolable—. ¡Mátenlos a todooos, a estos bastardoooooooooos!
—¿¡!? —la sorpresa se reflejó en los rostros de Yuri y Garms.
Un grito desgarrador interrumpió los pensamientos de Yuri.
—¡Esta es mi última orden! ¡¡Mátenlos a todos, incluso si nos llevan a nosotros con elloooooooos!!
El grito provenía del hombre de la espada larga, que yacía tendido en el suelo. Su rostro, desfigurado por la paliza recibida, estaba cubierto de sangre mientras lanzaba su última orden desesperada, buscando arrastrar a sus enemigos al infierno junto a él.
El «fragmento de cadena» que el hombre sostenía comenzó a brillar intensamente, como si respondiera a su obsesión, provocando un rugido en los dragones de fuego.
—¡Maldito seas! —exclamó Yuri, apretando los dientes.
—¡¡Ja, ja, ja, jajajajajajajajajajajajá!! —rio el hombre como un instrumento roto, emitiendo carcajadas hasta el final, incluso mientras la sombra de los dragones lo cubría.
El cuerpo del hombre fue arrancado sin esfuerzo por las fauces del dragón de fuego, masticado y tragado por completo. Momentos después, las llamas comenzaron a filtrarse entre los colmillos de la bestia, extendiéndose hacia Yuri y Garms.
—«¡¡Grooooooooooohhhhhhhhhhh!!»
—¿¡~~~~~~~~~~~~~~~!?
El ardiente torrente envolvió al enano y al hombre bestia, atrapándolos en un mar de llamas. Fueron arrastrados por el aliento destructivo del dragón, que no solo devastó el suelo, sino que también rompió las paredes del laberinto, expulsándolos hacia un pasillo exterior.
El rugido de las llamas era tan ensordecedor que incluso los gritos de agonía se perdían en el caos. Los dos fueron lanzados hacia un pequeño espacio cerrado, un callejón sin salida que parecía más una celda que un refugio.
—¡Gah…! ¡Cof, cof! ¡Oye, hombre lobo! ¿Sigues vivo?
—……Sí… gracias a que me protegiste…
Temblando, Garms se incorporó, dejando caer a un lado un enorme trozo de hierro: la cabeza de un gran martillo de guerra sin mango. Actuando con rapidez instintiva, Garms había usado esa pieza como un improvisado escudo contra el aliento del dragón, lo que le permitió sobrevivir, aunque no sin quemaduras graves.
Sin embargo, para el hombre bestia, cuya constitución era menos resistente que la de un enano, el impacto fue devastador. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, y yacía boca arriba, apenas capaz de entreabrir los ojos. Su estado era tan crítico que evocaba la palabra «agonizante».
Garms, quien había logrado ponerse de pie con esfuerzo, miró a Yuri con el rostro crispado por una mezcla de preocupación y rabia.
—¿Hasta dónde nos han arrinconado? —gruñó Garms, mirando a su alrededor con frustración—. Ya ni siquiera sé en qué parte del laberinto estamos…
Desvió la mirada hacia los alrededores, tratando de ubicarse, pero el lugar era desconocido. No había rastro de su posición actual. Entonces, el pesado eco de pasos resonó en el aire, acompañado por el inconfundible batir de alas de las criaturas que los perseguían.
—¡Ahí vienen…! ¡Esos malditos monstruos…! —murmuró con los dientes apretados, preparándose para lo peor.
En ese momento, Yuri, todavía tendido boca arriba, murmuró débilmente:
—…No podemos ganar, ¿verdad?
El tono apagado de su voz contrastaba con la tensión en el ambiente.
—Como personas… no, no podemos… al final, debemos caer ante estas «bestias»… —susurró, como si hablara consigo mismo.
Yacía inmóvil boca arriba, mirando hacia el techo oscuro y ensombrecido, sus palabras flotaban como un pensamiento perdido.
—…Enano… huelo aire del exterior…
—…¿Qué? —preguntó Garms, sorprendido.
—El aroma… es igual al de mi hogar. Huele a hierba… quizás haya llanuras similares a las de mi tierra cerca de la capital… —Yuri continuó hablando, su monólogo haciéndose cada vez más bajo, susurrando como si narrara una escena poética—. El aire fresco acaricia los pastos… una brisa nocturna… el sol ya se ha puesto.
—¡¿Qué estás diciendo?! —gritó Garms, inmóvil, mientras observaba con creciente inquietud a Yuri.
En su confusión, Garms comenzó a dudar de la cordura del lobo. Sin embargo, Yuri, con su visión nublada, creyó percibir un «resplandor dorado» más allá de la oscuridad.
—Seguramente… también hay una hermosa «luna» brillando afuera…
—¡¡!!
De repente, Garms comprendió las intenciones de Yuri. El cambio en el rostro del lobo, sus ojos ahora cargados con una voluntad feroz, lo dejaron claro. Yuri, con las últimas fuerzas que le quedaban, formuló una pregunta.
—Dime, enano… ¿eres bueno excavando?
—…¡¡No me insultes preguntándome algo tan obvio!! —rugió Garms—. ¡¡Si nosotros, los enanos mismos, no cavamos, ¿quién construirá los túneles y las cuevas?!!
Con orgullo vibrante en su respuesta, Garms devolvió el rugido del lobo con una sonrisa llena de determinación.
—Entonces rompe esa pared y cava hacia adelante. ¡Más allá de ella nos espera nuestra tierra!
—…¡¡Uooooooooooooooooohhhhhhhhhhh!!
El poderoso grito de Garms resonó junto con el impacto de su puño. Ignorando los pasos y las ominosas presencias de los monstruos que se acercaban, dio la espalda al peligro y lanzó su ataque contra la gruesa pared del laberinto.
Un golpe no fue suficiente. Con una serie de golpes implacables, rugió y embistió la pared con una fuerza titánica. Cada impacto era como el martillo de un dios, estremeciendo la estructura y dejando grietas que se extendían cada vez más.
El calor y la presión que no pudieron contener finalmente buscaron un escape.
—¡¡Ábreteeeeeeeeeeeeeeeeeee!!
El grito desgarrador de Garms resonó al mismo tiempo que un estruendo ensordecedor de la pared del laberinto cediendo y el rugido abrasador del aliento del dragón. Finalmente, la muralla de piedra se hizo añicos, y la mano extendida del enano logró aferrarse al cuerpo del hombre lobo.
Antes de que el calor abrasador los consumiera por completo, ambas sombras se lanzaron a través de la abertura recién creada.
Explosiones y estruendos resonaron detrás de ellos mientras el Gran Laberinto exhalaba fuego y destrucción. En medio de la oscuridad nocturna, una corriente de llamas escarlatas cortaba el cielo mientras Garms rodaba por el suelo, tosiendo y tambaleándose. Finalmente, apoyó sus temblorosas manos en la tierra y levantó la vista.
—…Ah, sí, es una buena noche. No hay nubes, el cielo está despejado… los dioses están sonriendo, —murmuró con una sonrisa amarga.
Frente a él, el vasto firmamento estrellado se extendía como un lienzo brillante. Garms, habiendo salido del laberinto, estaba rodeado por el esplendor de innumerables estrellas que parecían darles la bienvenida.
Cuando bajó la mirada, lo que se reveló ante él fue una vasta «llanura». Aunque estaban en el fondo de un profundo valle, el terreno se había transformado en un mar interminable de hierba que danzaba al compás del viento.
La cercanía a la capital era evidente; la suave brisa que acariciaba la hierba llevaba consigo el aroma de flores aún intactas de las garras de los monstruos. El aire fresco de la noche también se encargaba de calmar el ardor del cuerpo herido de Garms, enfriando su piel y envolviéndolo con una sensación de alivio.
Con una leve sonrisa en sus labios, el enano fijó la mirada en el agujero que habían creado en el laberinto, ahora escupiendo brasas y llamas descontroladas.
—«¡Gruuuuuuhhhhhhhhhh…!»
—…Así que vinieron, —murmuró, mientras un escalofriante rugido rompía el silencio—. Ahí están, los monstruos que devoran a sus presas y se embriagan con su carne y sangre…
Desde la abertura en el laberinto, las criaturas emergieron una tras otra: dragones alados, rinocerontes negros, y finalmente, el dragón de fuego. Monstruos aterradores que no habían desistido de perseguirlos.
El enano, de pie frente a esos monstruos, alzó una voz hacia el cielo que resonó en el aire.
—¡Han aparecido bajo esta noche de luna!
En lo alto, dominando el firmamento, brillaba una luna llena. Su luz azulada, una vez adorada por la gente bestia como la encarnación de los dioses, se derramaba en todo su esplendor.
Y entonces, bajo esa bendición que bañaba su figura, una sola bestia majestuosa alzó una mano hacia la luz y dejó que esta lo envolviera por completo.
—¡Roooooaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaar!
Se había despertado la verdadera naturaleza de la bestia.
El lobo feroz fue liberado.
Un aullido desgarrador hacia la luna ascendió, resonando en los cielos.
Frente a la técnica secreta y sagrada del hombre lobo, conocida como «Bestialización», incluso los tan feroces monstruos mostraron miedo por primera vez.
—¡Mi nombre es Yuri! ¡Soy el primogénito de Rouga, el orgulloso líder del clan Lobo!
Los músculos de su cuerpo, cubiertos de piel empapada en sangre, se hincharon con un poder que ni siquiera la carne desgarrada podía contener.
Las venas se hincharon salvajemente, marcándose bajo la piel, mientras el pelaje gris que cubría sus orejas y cola se alargaba.
Sus ojos ámbar brillaron con intensidad; las pupilas se deformaron como afilados colmillos, desgarrándose en una línea vertical.
—¡A partir de ahora, abandonaré mi orgullo, me convertiré en una simple «bestia» y los devoraré! —Mientras sus dientes se afilaban aún más, Yuri, con los vestigios de su razón, proclamó—: ¡Mis colmillos contra los suyos! ¡Bajo la luz de la luna, probemos quién es superior!
Lo que ofreció fue un rugido absoluto, el grito de caza final.
Con su cuerpo al borde de la muerte transformado en un feroz arsenal de colmillos y garras, Yuri cayó más allá de la humanidad, convirtiéndose en un depredador superior a cualquier monstruo. Y en un instante, la tierra bajo sus pies estalló en pedazos.
—«¿¡Graaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh……!?»
Como un huracán que ni siquiera los ojos de los monstruos podían seguir, rasgó y arrancó el brazo delantero del rinoceronte negro.
Sus dedos abiertos se habían convertido en garras letales, capaces de destrozar la dura piel acorazada de los monstruos con solo sus manos desnudas.
La bestia no se detuvo.
Atravesó el aire entre los ataques de bolas de fuego y las garras de los dragones voladores, cruzando el campo con una velocidad aterradora.
Con cada paso, levantaba fragmentos de flores y hierba, mientras desataba un torbellino que arrancaba sangre y gritos de los monstruos.
¡Extrae tu fuerza! ¡Da tu vida si es necesario! ¡Si no lo das todo aquí, no puedes llamarte guerrero lobo!
Un dragón volador perdió un ojo.
Del rinoceronte negro volaron trozos de carne.
El dragón de fuego sufrió la pérdida de partes de sus extremidades.
Golpeó, desgarró, cortó, arrancó y destrozó.
Incluso su propia sangre, derramada con furia, se transformó en llamas que alimentaron su avance.
¡Hermana mía, nunca perdones a este hermano que no pudo protegerte! ¡Compañeros, maldigan por siempre mi impotencia que los dejó morir! Mientras su visión y pensamientos se aceleraban a un nivel sobrehumano, imágenes de su pasado surgieron y se desvanecieron, arrancándole lágrimas de sangre.
El pequeño cuerpo que exhaló su último aliento en sus brazos.
Los camaradas que lo protegieron o que él mismo tuvo que abandonar.
Cada pesar, cada furia, cada grito de odio y desesperación, junto con su decisión final, fueron utilizados como combustible para extraer hasta la última gota de fuerza de su cuerpo destrozado.
¡¡Con el pasado de pérdidas que llevo a cuestas como mi alimento, destruiré el presente!!
Y más allá de este momento, creyó que existiría un futuro de esperanza señalado por el payaso.
—¡¡Graaahhhhhhhhhhhhhh!!
—«¿¡Gwrooooooooooooooooohhhhhh!?»
En un frenesí imparable, Yuri corrió una y otra vez.
Su aceleración era tan extrema que ni siquiera los monstruos podían seguirle.
Con sus ojos inyectados en sangre, Yuri dejó caer gotas rojas que se disolvieron en el viento. Finalmente, sus «colmillos» amenazaron la vida de los monstruos.
—¡Uno!
Su puño ensangrentado perforó el pecho del rinoceronte negro.
—¡Dos!
Una patada ascendente con el filo de su pie decapitó al dragón volador.
—¡¡Tres!!
Sin detenerse, su talón se alzó hacia el cielo y descendió con fuerza, destrozando la cabeza del último dragón volador.
—¡¡Cuatro…!!
Y entonces, mientras se empapaba de los tres gritos desgarradores y la lluvia de cenizas, desató un golpe mortal contra el último dragón de fuego.
—«¡¡Gwoooooooooooohhhh!!»
—Gah…
Justo antes de conectar, el dragón fue más rápido.
Antes de que el golpe del hombre bestia alcanzara a su objetivo, la cola afilada como una flecha del dragón lo sorprendió desde un ángulo ciego, perforando el torso de Yuri y abriendo un agujero en su cuerpo.
El impulso de Yuri disminuyó; sus movimientos, ya agotados, comenzaron a fallar. Su cuerpo, al límite, no pudo soportar más. Frente a su último obstáculo, ni siquiera la bendición de la luna fue suficiente, y el lobo quedó cubierto de sangre fresca.
La luz se desvaneció rápidamente de sus ojos ámbar, y la fuerza abandonó su cuerpo por completo.
—………Haz, lo…
En sus últimos momentos, con los labios temblorosos, Yuri utilizó sus últimas fuerzas para sujetar la cola del dragón con ambas manos y llamarlo a «él».
—¡Hazlo, enano…! —el guerrero, destrozado y ensangrentado, se levantó finalmente del suelo y lanzó un grito feroz.
—¡¡No hacía falta que lo dijeras!!
Liberó el sello del pomo en su cadera, y el sonido de la espada al desenvainarse resonó mientras una gran espada reflejaba el brillo de la luna.
—¡Con mi sangre de enano, la espada sagrada «Matadragones», forjada por los clanes de nuestra gente! ¡Tómala!
Confiando en Yuri y esperando el momento perfecto, Garms avanzó con fuerza. Golpeó el suelo, tomó impulso y saltó al cielo.
El dragón de fuego, debilitado por los continuos ataques, incapaz de esquivar o contraatacar debido a que Yuri mantenía su cola inmovilizada, alzó la mirada al cielo con temor.
Antes de que pudiera escupir las llamas rojas que se acumulaban entre sus dientes, el guerrero enano, convertido en un meteoro que caía del cielo, fue más rápido.
Garms levantó la gran espada con firmeza y lanzó un golpe devastador directamente al centro de la columna vertebral expuesta del enorme dragón.
—¡Rompe y destrozaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
—«¿¡Gaaaaahhh!?»
El ataque, comparable a una explosión, quebró al colosal cuerpo del dragón desde su centro con un impacto mortal.
La gran espada Matadragones cumplió su propósito. El dragón de fuego escupió una inmensa cantidad de sangre mientras dejaba escapar un grito de muerte desgarrador, antes de desintegrarse rápidamente en una lluvia de cenizas.
Una explosión sacudió el lugar.
Como si el dragón de fuego se hubiera convertido en un volcán, una onda expansiva dispersó innumerables cenizas que se alzaron y se esparcieron bajo la luz de la luna.
Garms, arrastrado por la explosión, cayó al suelo con un fuerte golpe, su cuerpo agotado y jadeante mientras intentaba hablar.
—Lo logramos, hombre lobo… esta es… nuestra victoria…
—………
—Oye, vamos, contéstame…
—………
—¿Dónde está tu arrogancia de siempre…?
—………
El silencio respondió a las palabras de Garms, que estaba tendido de espaldas.
El dragón había desaparecido, reducido a cenizas dispersas. La cola que había atravesado el abdomen del joven también había desaparecido.
Sin embargo, a la distancia, el cuerpo caído del hombre lobo yacía inmóvil, rodeado por un charco de sangre que se expandía lentamente.
Garms sabía la verdad.
A pesar de ello, continuó llamándolo una y otra vez, apretando los dientes con fuerza.
—Ah… maldita sea… todos, siempre… se van antes que yo… —Intentó cerrar el puño con frustración ante el guerrero caído, pero su fuerza no respondió. Por primera vez, sintió ira hacia sí mismo mientras dejaba caer ambos brazos al suelo.
Tenía que alcanzar a Argonauta y los demás.
No había tiempo para lamentaciones.
Él era un enano, resistente y fuerte. Un breve descanso restauraría su energía y lo llevaría de vuelta junto a sus camaradas.
Así que decidió descansar.
Con el deseo de poder lanzar una última burla al hombre lobo, que siempre había sido más frágil que él.
—…Tú, Yuri, del clan Lobo… te reconozco. —Sin embargo, las palabras que salieron de sus labios no eran un insulto—. Tú, igual de digno que cualquier enano, un guerrero de orgullo inquebrantable…
Por primera vez, Garms dedicó su respeto a alguien de otra raza, pronunciando aquellas palabras al hombre lobo que ya no podía responder y a la luna que brillaba en el cielo.
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