Remake Our Life!
Vol. 9 Capítulo 5. El Ciruelo Volador Parte 2
Al final, Nanako y yo tomamos caminos distintos en la estación.
—Voy a darme una vuelta por varios sitios. ¡Quiero reunir cosas que me inspiren para componer!
Llevaba ese entusiasmo vibrante consigo, y era evidente que quería seguir observando el mundo con esa emoción nueva para su próxima obra. Por supuesto, yo no tenía intención de detenerla. Le sonreí y la despedí con la mano antes de subirme al tren Kintetsu de regreso a la casa compartida.
Mientras el tren se balanceaba, recordaba nuestra conversación. Me alegraba sinceramente del crecimiento de Nanako. Finalmente había comenzado a ser consciente de que podía construir su propio mundo. Si lograba dar forma a eso, probablemente dejaría de dudar tanto a la hora de crear canciones originales.
—Ya no hay nada más por lo que preocuparme por Tsurayuki y Nanako… ¿verdad?
Esas palabras, al mismo tiempo, dejaban ver que aún había algo que sí me preocupaba.
Pero aún no lograba entender qué era. Era todo tan vago, que solo me parecía una inquietud por lo desconocido.
Shinoaki estaba cumpliendo bien con su trabajo. En un momento llegué a preocuparme por la calidad de lo que hacía, pero después ella supo cómo mejorarla.
Sí, es verdad que le dedicaba menos tiempo que antes, pero incluso ese cambio había sido necesario.
Por su familia, y por ella misma.
Mientras rumiaba una vez más esas palabras que tantas veces había susurrado, el celular, que tenía en modo vibración, empezó a temblar de repente. Pensé que era una llamada, pero…
—¿Eh? Es un email.
Era un correo nuevo. Y no un simple mensaje corto, sino uno reenviado desde una dirección de correo electrónico de PC.
¿Quién lo habría enviado? ¿Podía ser el editor de Shinoaki? Había activado el reenvío automático porque, aunque estuviera fuera, quería poder revisar cualquier correo relacionado con el trabajo. Pero fuera de eso, no se me ocurría quién más podría escribir.
Sin embargo, el remitente resultó ser alguien que conocía muy bien, aunque no lo esperaba.
—Es de Saikawa.
Era raro que ella se comunicara por correo. Casi siempre lo hacía por teléfono o por mensaje directo al celular. Un formato tan formal como ese solo lo usaba cuando se trataba de algo estrictamente profesional.
—¿Qué querrá?
Leí el contenido del correo.
Era un mensaje sencillo. Decía que quería hablar con Shinoaki y que si podía acompañarla.
Indicaba una fecha y hora, y pedía que propusiéramos una opción. Era un mensaje educado y estándar, típico para coordinar una reunión.
¿Hmm…?Incliné la cabeza. Aquello era algo que perfectamente podría haberse tratado con una llamada o un simple mensaje. Si se trataba de la conversación que mencionó antes, sobre si estaba bien contactar directamente con ella, era una forma inusitadamente formal de plantearlo.
No había habido ningún cambio reciente en nuestro entorno. Saikawa seguía esforzándose como siempre, y Shinoaki por fin se había acostumbrado a su nueva forma de trabajar.
—¿Qué pretendes, Saikawa?
Sin entender su intención, no podía decir mucho, pero Saikawa no era alguien que hiciera este tipo de cosas sin una razón. Estaba seguro de que algo había detrás.
Como no se me ocurría nada dentro de lo que podía imaginar, por el momento le respondí que no había ningún problema en acompañarla, y por si acaso, también le pregunté qué es lo que quería.
Presioné el botón de enviar y luego levanté la vista al cielo.
El interior del tren de Kintetsu estaba como siempre. Se acercaba el fin de año, y había anuncios por todos lados sobre reservas para los platillos de Año Nuevo y visitas al santuario para el inicio del año.
A pesar del viento helado que se colaba en cada parada y que me hacía estremecer, el calor del asiento donde estaba sentado me fue envolviendo poco a poco, generándome una somnolencia agradable.
◇
Unos días después. El día acordado con Saikawa llegó en seguida.
—Disculpen por hacerlos ocupar su tiempo para esto. —Saikawa llegó a la casa compartida justo a la hora pactada, donde nosotros la esperábamos.
—No te preocupes por eso, Minori-chan, cuánto tiempo sin verte~. —dijo Shinoaki con su voz habitual.
—Sí… Cuánto tiempo, —respondió Saikawa, haciendo una leve reverencia, con una expresión que denotaba cierta tensión.
Al principio habíamos pensado en reunirnos los tres en algún restaurante, aprovechando que hacía mucho que no nos veíamos, tal vez para cenar juntos.
Sin embargo, Saikawa había rechazado cortésmente esa propuesta, sugiriendo como lugar la casa compartida o alguna sala de reuniones.
Además, había añadido que prefería que ni Nanako ni Tsurayuki estuvieran presentes ese día.
Por suerte, coincidió que ambos estarían fuera en ese horario, así que acomodé la reunión para ese momento. Aunque, en el fondo, no podía ocultar mi desconcierto por el ambiente inusualmente tenso que se sentía.
Aun así, nos sentamos como de costumbre alrededor del kotatsu del salón, y yo preparé té para todos. La taza de Saikawa todavía estaba allí, desde la época en que vivió con nosotros por un tiempo, así que la usé para servirle.
Cuando me levanté para hervir agua, di la espalda al kotatsu. Saikawa y Shinoaki quedaron sentadas una frente a la otra, en una especie de duelo silencioso.
—Aki-san.
—¿Hm?
Tras ese breve intercambio, Saikawa sacó de la bolsa que había traído varias hojas archivadas y las colocó sobre la mesa.
—¿Esto es…?
Eran ilustraciones a color de Shinoaki, recién entregadas hace apenas unos días.
Al tratarse de beneficios exclusivos de tienda, las versiones publicadas llevaban la palabra «MUESTRA» como marca de agua. Como medida contra las copias pirata, la resolución tampoco era muy alta, y las impresiones que teníamos enfrente mostraban píxeles bastante notorios.
Aun así, Saikawa se había tomado la molestia de ampliarlas hasta llenar por completo una hoja tamaño A4.
¿Quería decir algo sobre esas ilustraciones? Más bien, si no fuera así, no se habría tomado la molestia de mostrarlas de esa forma.
Me olvidé por completo de preparar el té y me quedé de pie, mirando a Saikawa. Shinoaki también esperaba sus palabras.
Saikawa respiró hondo un par de veces, tratando de hablar, tragándose las palabras, hasta que finalmente abrió la boca.
—Esto… Esta ilustración, ¿realmente la dibujaste tú, Aki-san?
Por un instante, sentí como si una corriente eléctrica hubiese atravesado el ambiente.
—¿Eh…? Saikawa, eso…
Comprendí. Comprendí lo que esas palabras querían decir.
Pero, al mismo tiempo, deseé que no fuera eso. Porque aquellas palabras tocaban exactamente lo que desde hace días me venía inquietando en el corazón. Era lo mismo que ya había intentado desechar como una posibilidad, convenciéndome de que no había nada más.
¿Cómo respondería Shinoaki a esta pregunta? Me daba miedo escucharla. Pero aun así, mantuve la mirada fija en su rostro, atento a su voz, a su expresión.
No mostraba ninguna emoción.
Con un rostro completamente inescrutable, incapaz de reflejar pensamiento alguno, Shinoaki respondió:
—Sí, es un dibujo que hice yo. —Su voz seguía siendo tan amable como siempre.
Pero noté que esa voz tenía un tono distinto al habitual.
No sabía si Saikawa lo había anticipado o si la respuesta la había tomado por sorpresa.
—Ya veo… así que sí lo es. —Y al confirmar lo que temía, inhaló profundamente antes de decir—: Aki-san… ¿qué te ha pasado? —Su voz sonó cargada de preocupación, como si llevara tiempo acumulando ese peso.
—¿Eh…? —Ante la inesperada pregunta de Saikawa, Shinoaki se mostró desconcertada.
—¿De verdad dices que esto es un dibujo tuyo, Aki-san…?
—…… —Contuve el aliento sin querer.
Fueron palabras simples, pero precisamente por eso, se clavaron en lo más hondo.
El silencio se apoderó de la casa compartida.
—He estado viendo durante mucho tiempo lo que creas, Aki-san. —Saikawa empezó a hablar con voz tranquila—. Aki-san, siempre has sido dedicada, ibas siempre mucho más adelante de lo que yo podía imaginar, y tus dibujos tenían una fuerza abrumadora. Por eso, quise acercarme aunque fuera un poco… Por eso decidí estar sola, esforzarme… —Levantó la vista hacia el techo un instante. Era evidente que estaba conteniendo algo—. Mira esto, por favor. —Saikawa sacó otra carpeta de su bolso y la colocó sobre la mesa.
En el montón de hojas desplegadas, había numerosas ilustraciones que probablemente ella misma había dibujado.
—¿Saikawa, esto lo…? —Tomé una de ellas y, al observarla, perdí las palabras a mitad de la frase.
Sinceramente, superaba con creces lo que había esperado.
Estilo de fantasía, estilo steampunk[1], estilo ciencia ficción, estilo contemporáneo… Había ilustraciones adaptadas a todo tipo de mundos y géneros, sin limitarse a ninguno.
Más allá del nivel de acabado, lo que más me impresionó fue la originalidad y la precisión con la que manejaba la percepción tridimensional.
En el futuro, la conversión de ilustraciones 2D a datos en 3D sería una cuestión clave, pero ella ya había demostrado una capacidad de adaptación que podía calificarse de perfecta.
Además, no es que todo estuviera simplemente bien resuelto y en orden. En cuanto a mecanismos, composición y color, ella lograba ejecutar cosas que estaban varios niveles por encima.
—Como el proyecto de Kuroda-san todavía no se ha puesto en marcha… pensé que tenía que moverme por mi cuenta, así que dibujé esto para ofrecérselo a una empresa de videojuegos…
La genialidad de las ideas, el ingenio en cada detalle, y una abrumadora cantidad de trabajo. Era un conjunto de obras donde la intensidad emocional parecía salirse de cada borde del papel como si estallara hacia fuera.
Saikawa continuó hablando, como si repasara el camino que había recorrido hasta entonces.
—Cuando hicimos aquel video, sentí como si todo lo que había creado hasta ese momento se hubiese hecho añicos. Al ver la obra de Aki-san, me pregunté si eso era todo lo que yo podía hacer… Fue tan impactante que sentí como si todo volviera a empezar desde cero.
Blue Planet. Aquel trabajo que, con su abrumador nivel de detalle y fuerza expresiva, había sacudido no solo a nosotros, sino también al público en general. También había remecido profundamente a Saikawa.
Recordaba claramente lo que había dicho ella la primera vez que lo proyectamos: lloraba, asentía, y luego dijo aquellas palabras que aún conservaba nítidas en mi memoria.
Me alegro de que me guste Shinoaki.
Me alegro de que me gusten los dibujos de Shinoaki.
—Por eso quería acercarme, aunque fuera un poco. Por eso me fui de este lugar, que tan cómodo me resultaba, y decidí enfrentarme sola al dibujo. Pensé que si no hacía algo así, la distancia contigo, Aki-san, no haría más que crecer…
Pero ahora, precisamente por todo ese impacto y emoción que había sentido, ella se encontraba confundida… y al borde del desencanto.
Saikawa tomó con cuidado la hoja impresa que tenía delante. En ella estaba la ilustración de aquella persona a quien siempre había admirado profundamente.
Sin embargo, los ojos con los que contemplaba ese dibujo estaban llenos de tristeza.
—Esta ilustración es hermosa. Es hermosa, pero… no es lo que yo solía tener como objetivo. No es el tipo de dibujo que solías hacer, Aki-san. Es una imagen que camina de espaldas… Yo… ¡Yo pensé que podría seguir observando esa espalda para siempre, y por eso he estado esforzándome… todo este tiempo! —Lágrimas gruesas se acumulaban en los ojos de Saikawa.
Pero se aguantaba con todas sus fuerzas, como si se negara a dejarlas caer a toda costa.
—Lo siento… no quería decirte algo así, Aki-san… pero… pero cuando vi esa ilustración publicada, sentí que tenía que decirlo, que no podía callarme… —Luego, nos miró con un rostro completamente cubierto de tristeza—. Sé que te enfermaste, Aki-san… y por supuesto que me preocupé. También deseo de corazón que estés bien, de verdad… Pero aun así… yo no quiero pensar que esto es lo correcto… —Negó con la cabeza una y otra vez. Luego bajó la mirada, como intentando ocultar las lágrimas que ya no podía contener.
Shinoaki no dijo nada. Permaneció en silencio durante todo el tiempo, sin intentar dar respuesta alguna al grito desesperado de Saikawa.
—Saikawa… —Y yo… lamentablemente, tampoco fui capaz de decirle nada. No pude explicarle nada ante esas lágrimas que venían del alma de Saikawa, ni suavemente ni con firmeza.
No tenía cómo. Podía haberle dado todo tipo de argumentos profesionales, de lógica adulta, de razones laborales. Pero jamás habría tenido la osadía de pensar que alguno de ellos pudiera siquiera rozar, aunque fuera un milímetro, el sentimiento que ella acababa de desnudar frente a nosotros.
Saikawa, al cabo de un momento, levantó el rostro. Con expresión firme, se puso de pie.
—…Hoy vine con la determinación de que quizás sería un adiós.
Aquellas palabras tan tajantes me hicieron estremecer de forma instintiva.
—Yo… voy a superarte, Aki-san. De forma aplastante. Me enfrentaré a mí misma y haré del arte mi verdadera forma de expresión. No quiero ni pensar que todo esto vaya a terminar así, de esta manera. Pero aun así, yo… —Entonces, como si espantara toda duda o vacilación, dijo con fuerza—: Voy a seguir dibujando. Porque amo el dibujo por encima de todo.
Ayaka Minori estaba allí.
Con la fortaleza de quien avanza solo con su cuerpo y su voluntad.
Saikawa no dijo nada más. Tomó su bolso en silencio, y una vez más nos dirigió una mirada triste, como si estuviera conteniendo algo dentro de sí. Luego, se inclinó profundamente en una reverencia, y abandonó la casa compartida.
Qué… desastre…
Pensar que todo esto era simplemente para motivar a Shinoaki, para ponerle una «rival»… Qué pensamiento tan superficial había sido.
Era evidente, pero aun así lo había olvidado: ella también era una creadora con un talento abrumador. Así como Shinoaki había crecido influenciada por ella, ella también había crecido observando a Shinoaki. Y ahora, esa relación se había invertido, de esta manera.
Sentí con fuerza la magnitud de mi propia estupidez. Y aun así, me obligué a hacer primero lo que debía hacer.
—Shinoaki. —Llamé su nombre, con la intención de preguntarle qué pensaba hacer.
Pero ella simplemente dijo:
—Perdón, Kyoya-kun. —Reunió con cuidado todos los dibujos que habían quedado sobre la mesa. Las obras de Shinoaki y de Saikawa, recogidas con manos delicadas. Y entonces añadió—: Quiero que me dejes sola un rato. —Dicho eso, subió en silencio al segundo piso.
—Shinoaki…
No pude hacer nada más que llamarla por su nombre.
En ese momento, no había nada que yo pudiera hacer por ella.
En la sala de la casa compartida, ahora vacía y silenciosa como si todo lo anterior hubiese sido un sueño,
Solo se oían el tic-tac del reloj, el silbido constante de la tetera… y el sonido de mi propia respiración.
◇
Habían pasado tres días.
Bajé a la sala de estar y estuve hablando con Nanako y Tsurayuki.
—Ya veo, por lo menos se está bañando y comiendo bien, ¿no?
Al ver el alivio en el rostro de Tsurayuki, Nanako soltó un gran suspiro y replicó:
—Eso también fue porque le insistí un montón. Y con la comida, apenas se ha comido un solo onigiri, y cuando le pregunté si quería que le hiciera ramen, solo me dijo «perdón» y ahí quedó todo…
—Ya veo… bueno, está sobreviviendo de milagro, supongo. —Tsurayuki cruzó los brazos y alzó la vista al techo.
Desde aquel día, Shinoaki casi no había dicho una sola palabra.
Pasaba casi todo el día encerrada en su habitación, y no sabíamos ni qué hacía, ni qué pensaba. Ya fuera yo, Nanako o Tsurayuki, cualquiera que intentara hablar con ella solo recibía un «perdón» como respuesta, sin que mostrara intención alguna de decir más.
—Así que eso pasó con Saikawa… me dejaste helada, de verdad.
Ya les había contado, de forma resumida, lo que había sucedido a Nanako y Tsurayuki.
—Es una situación difícil. Pero seguro que Saikawa lo hizo pensando en Shinoaki también.
—Sí… eso creo yo también.
Asentí ante las palabras de Tsurayuki.
Saikawa simplemente actuó dejándose llevar por sus sentimientos. Pero incluso en eso, se notaba un profundo afecto por Shinoaki.
—Por eso mismo… si notan cualquier cambio en Shinoaki, lo que sea, cuando sea, por favor díganmelo. Sé que es mucho pedir, pero se los ruego.
Ambos respondieron con una sonrisa a mi petición.
—No te preocupes. Lo hacemos por Shinoaki.
—Ojalá esto le sirva de impulso. No, si es Shinoaki, seguro que saldrá adelante.
Sus palabras me dieron algo de consuelo, aunque en el fondo, la ansiedad no dejaba de crecer.
Shinoaki estaba claramente afectada por lo que dijo Saikawa el otro día. No había duda de eso. También entendía que no podíamos hacer otra cosa más que esperar a que se recuperara.
Pero… el tiempo por sí solo no siempre ofrecía una solución positiva.
Quizá simplemente estaba sumida en los pensamientos que le dejó Saikawa, dejando pasar los días.
Quizá estaba dándole vueltas a todo lo ocurrido, y empezaba a cambiar su forma de ver el arte.
Y tal vez… aunque no quería ni pensarlo, quizá acabaría dejando de dibujar.
¿Al final… va a acabar así?
Los recuerdos del futuro al que había sido llevado regresaron a mi mente.
Irónicamente, quien había hecho que Shinoaki retomara el dibujo en aquel tiempo fue Ayaka Minori, es decir, Saikawa.
Y sin embargo, en este mundo, el resultado había sido prácticamente lo contrario.
Eso es… demasiado triste.
Yo, incapaz de hacer nada, no podía dejar de sentirme frustrado.
En ese momento, lo único que podía hacer era rezar para que Shinoaki regresara.
◇
Pasó una semana, y la situación de Shinoaki no cambió.
Gracias a que Nanako seguía hablándole lo justo y necesario, no había señales de preocupación por su estado físico, pero su estado mental seguía siendo un misterio.
Yo también intentaba hablarle de vez en cuando. Pero lo único que recibía como respuesta era un «perdón, ahora no». No poder hablar de nada con ella me resultaba desgarrador.
Aquel atardecer, justo cuando comenzaba a sentir que no podía hacer nada por ella, sonó inesperadamente mi teléfono móvil.
—…Es Saikawa.
En la pantalla aparecía el nombre de quien estaba en el centro de todo.
No podía ignorar la llamada, pero tampoco sabía qué debía decirle. Titubeé, y luego de que sonara un par de veces, finalmente pulsé el botón para responder.
—…¿Hola?
Respondí en voz baja, y ella dijo:
—Eso de la semana pasada… lo siento.—Saikawa empezó con una disculpa nada más responderle.
—Para nada. Soy yo quien debería disculparse por no haber sabido qué decir.
Desde el principio, yo estaba allí para mediar entre las dos, o al menos, para apoyarlas.
Pero al final, no había podido hacer nada.
—No… fui yo quien dijo algo que te hizo difícil interferir. Y bueno, este… ¿está Aki-san? Llevo dándole vueltas desde entonces, y aunque ha pasado tanto tiempo, si es posible hablar con ella, me gustaría…
Dudé un poco sobre si debía decirle la verdad.
Seguramente, Saikawa se preocuparía y tomaría alguna clase de acción.
Pero al pensar en cómo se sentiría ella si se enteraba después, decidí que lo mejor era decirlo.
—Shinoaki… Casi no ha salido de su habitación. Puede hacer lo básico, pero apenas habla con nadie últimamente.
—Eh, ¿desde ese día?
Vacilé un momento, y luego asentí diciendo un «Sí».
—……
Pude oír cómo contenía el aliento al otro lado de la línea.
Tal como lo había imaginado, estaba claramente afectada.
—Saikawa, no es que tú tengas la culpa ni nada…
Iba a decir eso cuando Saikawa me interrumpió:
—Senpai, lo siento. Voy para allá ahora mismo.—Y entonces, colgó.
—Saikawa…
Tomó exactamente la clase de acción que había anticipado. Mi preocupación se había hecho realidad.
Y aun así, también sentía un alivio de que viniera. Porque si alguien podía hablar con Shinoaki, esa era ella.
Aquellas palabras que yo no era capaz de decir, quizás ella sí pudiera.
Quise aferrarme a esa posibilidad.
◇
Al poco tiempo, Saikawa llegó a la casa compartida. Saludó brevemente a Nanako y a Tsurayuki, y enseguida subió conmigo al segundo piso.
—¿Crees que pueda hablar con ella…?
Ante la pregunta de Saikawa, asentí levemente con la cabeza.
—Pero, de verdad, lo mínimo. Cuando intenté hablarle, apenas me respondía con un «ahora no, perdón» o algo así.
—Ya veo… —El rostro de Saikawa se tensó.
Nos detuvimos frente a la puerta de la habitación de Shinoaki.
Toqué suavemente con los nudillos y dije:
—Shinoaki, ha venido Saikawa.
Normalmente, siempre habría algún tipo de respuesta. Pero esta vez no la hubo.
Sin decir nada más, asentí hacia Saikawa y le cedí el lugar. Decidí pensar que esa falta de respuesta era al menos una señal de que estaba dispuesta a escuchar.
—…Aki-san, ¿me escuchas? Soy Saikawa. —Saikawa le habló a través de la puerta—. Yo… aunque estoy segura de que había razones y circunstancias, te dije cosas terribles, muy unilaterales. Sentí que tenía que disculparme y contacté a Hashiba-san, y cuando me dijo que no has salido de tu cuarto, simplemente no pude soportarlo y vine. Lo siento.
Su voz sincera y contenida me caló hondo incluso a mí, que estaba a su lado.
—¿Podríamos… hablar aunque sea un poco? Por favor…
Pero incluso ante esa súplica tan honesta, desde el otro lado de la puerta no se escuchó absolutamente nada.
—Senpai… —El rostro apenado de Saikawa se volvió hacia mí.
—Tranquila, cálmate. —Tras consolarla, acerqué el oído a la puerta.
Me inquietaba el hecho de que no hubiese habido reacción alguna desde hacía rato. Al principio creí que quizás se trataba de una señal de que estaba escuchando en silencio… pero tal vez me había equivocado.
Tal como esperaba, un sonido específico llegó a mis oídos.
—Esto… ella está dormida.
Pude oír vagamente su respiración tranquila, un suave «suu, suu», e incluso algún murmullo apagado.
Me alivió confirmar que no nos había estado ignorando deliberadamente.
—¿Deberíamos… volver cuando despierte? —preguntó Saikawa en voz baja.
—No, me preocupa un poco… mejor echemos un vistazo. —Normalmente no habría hecho algo así, pero esta vez sentí la necesidad de saber cómo estaba Shinoaki. Con decisión, estiré la mano hacia el pomo de la puerta.
¿Cómo habrá estado Shinoaki?
Durante estos días, lo que ella haya pensado o sentido sobre lo sucedido… todas esas respuestas estaban del otro lado de esa puerta.
Abrí la puerta.
Contuve el aliento.
Cuando Shinoaki dibujaba, siempre dejaba su habitación a oscuras. No sabía si era una costumbre o un ritual para concentrarse, pero siempre lo hacía así.
Y ahora también, su cuarto estaba completamente oscuro. Apenas la luz del monitor iluminaba el suelo, revelando una cantidad abrumadora de algo blanco esparcido por todas partes.
Shinoaki dormía en medio de todo eso, respirando suavemente.
No parecía estar enferma ni presentar un mal estado físico, lo cual me hizo sentir algo de alivio. Entonces dirigí la mirada a aquello blanco que la rodeaba.
—¿Papel…?
Entramos a la habitación. Sentí bajo mis pies el crujido de algo que pisé.
—¡Ha-Hashiba-san, esto es…! —exclamó Saikawa, sorprendida, pasándome una hoja que tenía en las manos.
—¡Esto es…! —Al verla, también solté una exclamación de asombro.
Una infinidad de papeles cubrían el suelo. En todos ellos, había bocetos hechos a lápiz.
Los personajes y elementos dibujados compartían un mismo tema. Y al verlos, de inmediato supe de qué se trataba.
—Son ilustraciones de novelas ligeras…
Las mismas que, aquel día, le habían dicho que no eran dignas de ser llamadas «dibujos de Shinoaki».
Las ilustraciones que había hecho en aquel entonces, todas ellas habían sido completamente redibujadas desde la composición misma, y cubrían el suelo a nuestro alrededor.
Fue el resultado de que Shinoaki actuara impulsada por las palabras de Saikawa.
—Es totalmente distinto… se ha convertido en algo completamente nuevo.
Al escuchar mis palabras, Saikawa asintió con fuerza una y otra vez.
—Sí… esto es…
No era simplemente que los hubiera vuelto a dibujar. Cada una de esas ilustraciones, desde las composiciones hasta las expresiones, todas resultaban impactantes, llenas de una frescura única que no se parecía a nada ni a nadie. Y aunque no había forma de describirlo con precisión, si hubiera que ponerle un nombre…
—Son… los dibujos de Aki-san… —Saikawa sostuvo con ambas manos uno de los dibujos de Shinoaki, y mientras las lágrimas le corrían por las mejillas, le dio el calificativo más apropiado que se podía dar.
Así es. Los dibujos de Shinoaki solo podían ser descritos como eso: dibujos de Shinoaki.
No se parecían a los de nadie, pero no eran extravagantes, y tenían ese algo que hacía que mucha gente los amara.
—Lo siento, Aki-san. De verdad, fui terrible contigo. Entenderé si quieres cortar todo lazo conmigo, pero aun así, yo… yo… —Saikawa abrazó con ternura una de las ilustraciones de Shinoaki y, apretándola contra el pecho, exclamó—: ¡Amo tus dibujos, Aki-san…! ¡De verdad me encantan…! —Hasta ahí pudo hablar. Luego, su voz ya no salió. Las lágrimas que el otro día se había esforzado por contener ahora caían sin contención alguna.
Mientras le acariciaba la espalda, volví el rostro hacia Shinoaki, que seguía durmiendo plácidamente.
Aquello había sido su respuesta, su forma de valorar tanto las palabras de Saikawa como sus propios dibujos.
Torpe, sí, pero al mismo tiempo una elección infinitamente sincera.
¿Acaso yo elegí el camino que pudo haberle hecho perderlo todo…? Ante el milagro que se desplegaba frente a mí, no pude evitar lamentar mis acciones.
Si Saikawa no hubiera estado allí… No sabría qué habría pasado con Shinoaki después de eso.
Era difícil juzgar lo que estaba bien o mal basándose únicamente en valores relativos, pero al menos desde la perspectiva de las ilustraciones que Shinoaki creaba…
Le había hecho cargar con algo demasiado grande a Saikawa.
Gracias a esta chica, que amaba a Shinoaki y sus obras más que nadie…
Ella pudo conservar su arte sin perderlo.
—¿Eh…?
De pronto.
Shinoaki, que dormía entre el mar de hojas blancas, se incorporó de golpe y bostezó.
—¿Kyoya-kun? ¿Minori-chan? ¿Qué hacen aquí los dos…? —Sin entender muy bien lo que pasaba, Shinoaki habló con la misma voz suave y cálida de siempre.
—¡¡Aki-san!!
—¿Eh? Eh… ¿Minori-chan, qué pasa?
Saikawa se le lanzó encima abrazándola, y, mientras Shinoaki mostraba una expresión confusa, rompió a llorar desconsoladamente a su lado. Yo, aunque les sonreía al verlas así, no podía evitar sentir con fuerza la impotencia de no haber podido hacer nada entre ambas.
El poder que poseen los creadores no es algo que los demás puedan controlar fácilmente.
Lo sabía… Y sin embargo, ¿por qué lo había olvidado?
◇
Después de eso, entre la disculpa con reverencia de Saikawa y los intentos de Shinoaki por calmarla, surgió la propuesta de salir a comer ya que estábamos allí, y terminamos yendo a un restaurante cerca de la universidad.
Lamentablemente, Nanako y Tsurayuki no pudieron acompañarnos por tener compromisos, pero Saikawa habló y comió lo suficiente por tres personas, así que quizá fue lo mejor.
Y luego…
—¡Gracias por la comida! ¡Voy a dar lo mejor de mí! ¡Aki-san, Hashiba-san, esperen con ganas lo que viene, por favor! —Despidiéndose con energía mientras agitaba los brazos con fuerza, se perdió en la oscuridad de la noche.
También nosotros le devolvimos el gesto, agitando la mano para despedirla.
—…Entonces, volvamos.
—Sí.
Echamos a andar por el camino de regreso hacia la casa compartida.
Shinoaki iba delante, yo detrás.
Era el orden de siempre.
Ya se acercaba el fin de año, y el viento que bajaba desde las montañas era muy frío. Ahora que lo pensaba, cuando había caminado de regreso desde el hospital junto a Tsurayuki, estaba nevando.
Con este frío, seguramente volvería a nevar en algún momento. Imaginé que ese paisaje sería hermoso, pero que el frío calaría hasta los huesos.
La calle cerca de la universidad de artes tenía una vereda muy estrecha, lo que dificultaba el paso. Aun así, nosotros seguimos caminando en silencio, sin prestar atención a eso. Por alguna razón, justo hoy no pasaban ni autos ni personas. Era como si solo nosotros estuviéramos transitando ese camino.
Caminamos un buen rato. Después de que una ráfaga de viento nos golpeara por enésima vez y se calmara…
—Kyoya-kun… —Shinoaki habló de pronto—. Perdón… por haberte preocupado.
—No te preocupes. Seguro tú la pasaste mucho peor.
Las palabras de Saikawa nos habían calado hondo, tanto a ella como a mí.
Cuando se trata de un creador, solo otro creador puede resolver ciertas cosas.
En esta ocasión, la única forma en que Shinoaki pudo responder fue creando. Ninguna palabra vacía habría podido transmitir lo que sentía.
Por eso ella se dedicó a dibujar sin pensar siquiera en su propio bienestar físico. Y ese esfuerzo se convirtió en una respuesta más elocuente que cualquier discurso.
Shinoaki no trabajaba solo con el alma. Eso se reflejaba claramente en lo que creaba.
Por eso, Saikawa se había dado cuenta.
El frío calaba en el cuerpo más allá de lo que marcaba la temperatura. Cuando le hablé preocupado, ella me respondió:
—No, estoy bien. —Shinoaki dijo aquello dándome la espalda.
Aunque estaba seguro de que no estaba bien en absoluto.
Hubo otro breve silencio. Y entonces, Shinoaki volvió a hablar.
—Recuerdas que te llevé a mi casa familiar, ¿verdad?
—Sí.
—Yo… realmente amo dibujar.
La palabra «amar» resonó con un matiz especial.
Y entonces, ella comenzó a hablar del atelier. De ese lugar tan peculiar, que parecía apartado del resto de la casa, como un rincón sacado de otro mundo.
—Cuando veía los cuadros que mi madre pintaba en ese atelier, sentía como si pudiera irme a otro mundo, y eso me encantaba. Por eso también quise empezar a dibujar, para poder viajar a los mundos que me gustaban.
Shinoaki había estado viajando dentro de sus propios cuadros…
No era una simple admiración por su madre, sino un punto de partida hacia su propio mundo.
—Mi madre dibujó sin parar durante años. No importaba lo que dijeran los demás, ella seguía dibujando. Incluso cuando cayó enferma, seguía pintando… hasta que ya no estuvo más. Papá y Yuu-kun estaban muy tristes. —Pero entonces, Shinoaki hizo una pausa, y continuó con voz apagada—. Hay algo que… jamás podría decirle a mi familia.
Fue una voz cargada de una tristeza indescriptible.
—Pensé… «Qué envidia, mi madre pudo seguir dibujando hasta el final».
—……… —Me quedé sin palabras.
La había malinterpretado todo este tiempo.
Pensé que, al dibujar, Shinoaki trataba de encontrarse con su madre. Que al replicar esa misma acción, quería absorber sus pensamientos, comprender su mundo.
Pero eso no había sido más que una fantasía mía.
Shinoaki, desde hace mucho tiempo, ya estaba creando su propio mundo.
Por eso, más que la tristeza de no poder volver a ver a su madre, lo que sentía era envidia… envidia de que ella hubiese podido seguir su camino sin desviarse, hasta el final.
Quizás, al llevarme al atelier de su madre, Shinoaki había querido mostrarme esa carga que llevaba.
Como diciendo: «Estoy lista».
Aun así, yo le había propuesto algo completamente fuera de lugar. No había sido capaz de comprender de verdad su determinación, su carga.
Al contrario, terminé haciendo algo que solo la llevó a perder el rumbo.
—Perdón… por no haber sabido entenderte, Shinoaki.
Ella negó con un «No», y respondió:
—Tú también pensaste mucho en todo, Kyoya-kun. Hablaste con mi papá, con Yuu-kun, lo hiciste en serio y trataste de encontrar una forma. Y yo también, en ese momento, creí que era una buena idea. —Soltó una risa leve—. Pero no funcionó, ¿verdad? Porque… no pusimos nada en juego.
Sentí como si una flecha me atravesara el corazón, y luego alguien lo hubiera agarrado para sacudirlo con fuerza.
Aunque en el fondo lo sabía, aún conservaba una parte de mí que creía que podía hacerlo bien de alguna forma. Pero las palabras de Shinoaki lo dejaban todo claro.
No había dibujado nada.
No había apostado nada.
Sus palabras resonaban con un doble sentido.
Hablaban de ella… y también de mí.
—Ahora me toca a mí perseguir a Minori-chan. Me pregunto cómo podría superarla…
Sentí un escalofrío.
Ella ya estaba lista para luchar.
Mi ego no había tenido nunca ningún valor real…
Shinoaki se encontraba en medio de un karma profundo.
Y Saikawa también había estado allí desde el principio.
No, en realidad, Tsurayuki, Nanako… todos los que habían firmado un contrato como creadores, todos por igual, llevaban a cuestas ese mismo y profundo peso.
La dureza de luchar contra uno mismo… ella la había llevado siempre como una sombra en el alma.
La oscuridad de la noche cubría todo a nuestro alrededor, dejando únicamente nuestros pasos visibles. Era como si incluso el sonido se hubiera desvanecido en ese abismo negro. Y, en medio de ese silencio absoluto, la figura de Shinoaki, caminando unos pasos por delante, parecía brillar por sí sola.
En ese instante, las palabras de alguien regresaron a mi mente, como un eco lejano:
«Bienvenido de nuevo, protagonista. Desde aquí es otra vez el infierno».
No podía recordar quién lo había dicho, ni por qué.
Pero entendí que esto era ese infierno.
Ver cómo tus amigos se lanzaban al campo de batalla y, en ese instante, dejaban de ser tus amigos…
Eso no podía llamarse de otra manera.
Cuando volví del futuro desesperado hacia el pasado, lo había jurado.
Juré que no volvería a olvidar. Luché contra Kuroda y actué solo por la búsqueda de una obra perfecta.
Y, sin embargo, sin darme cuenta, había vuelto a permitir que la blandura se colara en mí.
Este… era el resultado.
Mis piernas temblaron. El camino oscuro bajo nuestros pies llevaba directo al infierno.
—Kyoya-kun, yo… —dijo Shinoaki, deteniéndose—. Me voy a quedar sola… por eso, por eso quiero que… —se giró hacia mí—. …Quiero que estés conmigo.
Aquello no era una confesión de amor.
Era todo lo contrario: eran palabras de despedida.
Había traicionado a la familia que amaba, había elegido el camino del caos, y se internaba en un mundo sin respuestas llamado «expresión». Lo que ella decía, era una muestra de su determinación.
Una invitación a compartir el infierno con ella; un contrato.
El momento en que un monstruo aceptaba que era un monstruo.
—…Claro que sí.
—Gracias, de verdad…
Una nueva ráfaga de viento sopló con fuerza.
El cabello suave de Shinoaki voló con violencia y, por un instante, su rostro desapareció de mi vista.
Cuando el viento cesó, quien se mantenía en pie frente a mí ya no era la chica de la que estaba enamorado. Era Akishima Shino.
Una artista que había tomado una decisión, que enfrentaba su destino, su carga.
Y entonces, como si el cielo lo hubiera elegido así, comenzó a caer. Blanco, suave, abundante… cubrió todo a nuestro alrededor. Lo observé descender en silencio, con la sensación de que aquello no pertenecía a este mundo. Era un espectáculo tan perfecto, tan oníricamente cronometrado, que solo podía parecer una fantasía.
Quizás aquello había sido un regalo del cielo…
Una última muestra de piedad que quiso envolver esta despedida, no con una lluvia de lágrimas, sino con nieve.
Estuve a punto de llorar. Pero me contuve con todas mis fuerzas.
—A partir de ahora, cuento contigo, Kyoya-kun.
—Lo mismo digo, Shinoaki.
[1] Subgénero de ciencia ficción y una estética retrofuturista inspirada en la tecnología del siglo XIX, especialmente la era victoriana y el vapor. Mezcla engranajes, maquinaria antigua y moda clásica con elementos fantásticos, creando mundos alternativos donde la tecnología avanzada funciona con vapor y diseño antiguo.
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