La Historia del Héroe Orco
Capítulo 97. Elfos de Primavera
El país de los elfos. La capital, Elfresnia.
Aquel lugar, que alguna vez había sido llamado el Bosque de los Grandes Árboles, era una zona espléndida. Árboles con más de mil años de vida se alzaban uno tras otro; en el suelo se extendían casas coloridas y, entre las copas, colgaban viviendas camufladas y discretas. Además, los árboles más imponentes habían sido ahuecados y convertidos en edificios donde residían numerosos elfos, auténticos apartamentos naturales. El puente de madera que conducía al castillo real era tan enorme que podían cruzar en él tres carruajes sin dificultad. Desde ese puente colgante partían pequeños puentes hacia distintas zonas de la ciudad, y a simple vista se comprendía que era la arteria principal del comercio en la capital. Aquel puente era lo que los elfos llamaban la «Gran Vía».
Con el tiempo se había convertido en una estructura firme e imponente, digna de su nombre; sin embargo, en caso de guerra podía desarmarse de inmediato, obligando al enemigo a arrastrarse por el suelo. Elfresnia había sido asediada en incontables ocasiones a lo largo de las batallas pasadas. Esta extraña arquitectura era la conclusión a la que los elfos habían llegado tras siglos de conflictos, y ahora se erguía como una fortaleza inexpugnable.
Por ese mismo puente avanzaba en aquel momento una comitiva poco común: un fastuoso carruaje dorado y blanco, escoltado por un grupo de caballeros revestidos con armaduras de plata. El blasón que lo marcaba era, sin lugar a dudas, el de la familia real humana. El pueblo élfico, observando desde miradores elevados, recibía la comitiva con vítores y lanzaba pétalos de flores para darles la bienvenida.
Apenas un mes antes, el Territorio Blackhead había sufrido un ataque devastador a manos de una misteriosa bestia, y justo después se había realizado un anuncio sorprendente: «El compromiso de la Maguita Elfa, Nemesia, con el director de la Oficina de Administración de la Posguerra Ferdinand». Dicho director no era otro que Ferdinand Alma Laguiller, hijo del Canciller del Reino Humano, Cruzado Alma Laguiller.
Ante la creciente veracidad de los rumores sobre la resurrección del Rey Demonio Gediguz, los líderes de humanos y elfos habían decidido reforzar sus vínculos. Para ello seleccionaron a figuras solteras de alto rango en cada nación y resolvieron unirlas en matrimonio. En otras palabras, se trataba de un matrimonio político.
Normalmente, tal unión habría recaído en miembros directos de la realeza, pero se había juzgado que reforzar demasiado el matiz político sería una mala estrategia. En su lugar, comenzó a circular un rumor: que en medio de la batalla contra aquella bestia misteriosa, dos jóvenes —Nemesia y Ferdinand— se habían conocido por casualidad, se habían sentido atraídos y habían iniciado un amor puro. Ese romance, decían, se aprovecharía con fines políticos.
—Eh… Lady Sonia, ¿de verdad no me veo rara?
—En absoluto. Siempre estás adorable.
Así, Nemesia se encontraba en ese momento en una de las habitaciones del palacio, mostrando a Thunder Sonia la figura que tenía con un vestido. En realidad, había sido Thunder Sonia quien la había presionado para que se lo enseñara.
—¿De verdad? Pero tengo miedo. Es que, usted siempre actúa raro, Lady Sonia…
—¡Oye, discípula! No puedo pasar por alto esa grosería que acabas de decir. ¿Qué se supone que es raro en mí, eh? ¿Y encima tuviste el descaro de decir «siempre»? Si corrijo esas rarezas, ¿podré casarme también? Si de verdad me lo dices, te reconoceré como mi maestra desde hoy y te respetaré. Vamos, hazlo. Te lo ruego. Te lo suplico.
—No se me acerque tanto, solo estaba bromeando.
—No es ninguna broma. ¡Mira que, mientras yo me esfuerzo día y noche preparando la lucha contra la resurrección de Gediguz, tú andas a escondidas coqueteando por ahí…!
—Ejejée…
Nemesia había resultado gravemente herida en la batalla del Territorio Blackhead. Quien la había salvado de una muerte segura había sido Ferdinand, que se encontraba allí acompañando a su padre, Cruzado. Con su magia, él había sanado y liberado a Nemesia, salvándole la vida. Después de aquello, durante los pocos días que duraron las conferencias entre los líderes y las gestiones de la posguerra, antes de separarse, ambos repitieron varios encuentros secretos. Y justo antes de despedirse, el propio canciller Cruzado les había hecho una propuesta: ¿por qué no se casaban de una vez?
En resumen, aquel rumor contenía bastante verdad. Se había considerado que, en lugar de un matrimonio político descarado, era más provechoso respaldar una unión con trasfondo romántico, pues así se ganaba también el apoyo del pueblo.
—Estaba pensando, Nemesia…
—¿Sí?
—Si se trata de un matrimonio político, ¿no sería yo la más adecuada? ¿Qué tal si yo me casara con un miembro de la realeza humana?
—¡Ajajajajá!
—¡No te rías!
—Es que, maestra, usted es prácticamente un símbolo de los elfos. Si la utilizaran en un matrimonio político, estallaría una revuelta. Yo misma sería la primera en luchar al frente.
—¿Así que ni siquiera un matrimonio político se me permite…?
Y así, Thunder Sonia había terminado siendo superada incluso por su discípula más joven, lo cual la estaba volviendo loca. La posibilidad de no poder casarse en toda su vida comenzaba a rondarle por la mente, a pesar de haber vivido ya el equivalente a cinco vidas de un elfo.
—Oye, dime de una vez, ¿qué debo hacer para casarme? Dímelo, Nemesia… ¿y tú qué hiciste?
—Eh, en mi caso fue como… un encuentro del destino. Estaba a punto de morir y él me salvó. Quise agradecerle y fui a verlo, pero él fue más apasionado…
—¡Yo también fui rescatada de una situación desesperada! ¡Pero nadie me persiguió con tanta pasión! …¡Ah!
Entonces recordó aquel incidente en el Bosque Siwanasi: acorralada por nigromantes y al borde del desastre, había sido salvada por el orco Bash. Y, tras la batalla, Bash le había presentado una apasionada propuesta de matrimonio. En aquel tiempo lo había rechazado sin dudar, pues desconfiaba de él, pero quizá… justo ese era el ejemplo que se aplicaba a su caso.
—¡Rayooos! ¿Era eso? Vaya, si en aquel momento hubiera asentido, aunque él no tuviera intención, ¿habríamos podido forjar una relación…?
—¿Eh? ¿Tiene alguna pista?
—Sí. ¿No te dije antes que se me propusieron en el Bosque Siwanasi?
—Ah, sí. Lo presumió muchísimo… ¿Se refiere al «Héroe Orco»? ¿Un orco, eh?
—No seas discriminatoria. La discriminación está mal… Bueno, su cara, en fin, era de orco, pero ¿no lo viste en el interrogatorio de hace poco? ¿No te pareció un tipo atractivo?
—¿En serio…? Bueno, para ser un orco parecía bastante serio, y oí que aquel monstruo se pudo derrotar gracias al poder del «Héroe Orco», pero…
Sin embargo, en el fondo Nemesia pensaba que seguía sin gustarle la idea de un orco. Corría el rumor de que, si una caía prisionera de los orcos y la llevaban hasta su tierra natal, le obligaban a quedar embarazada a la fuerza y la exhibían desnuda como espectáculo. Si Thunder Sonia llegara a pasar por semejante deshonra, los elfos sin duda exterminarían a los orcos.
—Entonces, ¿dónde estará ese «Héroe Orco»?
—No lo sé. Pero parece que él también estaba pensando en su futuro a su manera, aun siendo orco… probablemente se las habría arreglado en alguna parte.
—¿Cree que los orcos se pondrán del lado de Gediguz…?
—Bash no parece tener esa intención, pero dependerá de lo que decida el rey orco. Con la situación actual, no sería sorprendente que se unieran a Gediguz. Diría que hay una alta probabilidad de que así ocurra.
—Ya veo…
—Sí.
Ambas miraron por la ventana con gesto algo sombrío. Abajo, sobre la gran vía, se veía una comitiva humana atravesándola. Quizá, en realidad, habrían debido tejer alianzas con otras razas en lugar de centrarse en los humanos. Pero, para los elfos, la raza más indeseable como enemiga seguía siendo la humana; y para los humanos ocurría lo mismo. Desde cada perspectiva no existía garantía alguna de que el otro no se pusiera del lado de Gediguz. Por eso habían forzado el fortalecimiento de los lazos, como quien colocaba una cadena alrededor del cuello del otro.
De todos modos, aunque los humanos quisieran pasarse al bando de Gediguz, dudo que los acogieran mientras esa princesa humana, tan enemiga de los humanos como es, esté entre los dirigentes de Gediguz.
Recordaron el incidente en aquel bosque: la «Princesa del Cielo Venidero», Liscia Gainius Grandorius. Antes de su desaparición se la consideraba una prodigio entre los humanos, alguien de una de esas personas que solo aparecen cada mil años, y sobre ella pesaban enormes expectativas… Precisamente por eso, quizá, su traición había resultado tan devastadora.
—Bueno, haremos todo lo posible. No te preocupes. Yo volveré a traer la paz.
—…Sí.
—No pongas esa cara larga. Al menos, si tú te casas con Ferdinand, la posibilidad de una guerra entre elfos y humanos se volvería casi nula. Y si derrotamos a Gediguz otra vez, tendríamos paz por muchos siglos, al menos un milenio más. Por eso, aunque fuera necesario sacrificarme, acabaría con Gediguz.
—Por favor, no diga eso.
La frase «aunque fuera necesario sacrificarme» había sonado en tono de broma, pero Nemesia pensó que, tratándose de Thunder Sonia —quien había trabajado sin descanso durante años por el bien de los elfos— no sería imposible que lo dijera en serio.
La muchacha llamada Nemesia había sido, para Thunder Sonia, la presencia más conmovedora de los últimos años.
Los elfos recibían, nada más nacer, un ritual llamado la Bendición del Bosque. En aquel momento se podía saber cuánto era amado el recién nacido por el bosque, los espíritus o incluso por el mundo mismo. Dicho de un modo más práctico, se determinaba cuánta afinidad poseía con la magia, es decir, qué tanto talento tenía como hechicero.
Cuando Nemesia había pasado por aquel ritual, los presentes habían quedado impresionados. Su afinidad con la magia era más alta que cualquier caso registrado en la historia. Se decía que, si era educada adecuadamente, podría convertirse en la reencarnación de Thunder Sonia. Y la propia Thunder Sonia, que estaba allí, había murmurado en voz baja: «¿Reencarnación? Pero si aún estoy aquí». En definitiva, Nemesia había sido reconocida como una niña con el potencial de convertirse en una heroína.
Una existencia que quizá algún día sostendría a todo el pueblo élfico. Así de importante era su existencia. Por ello, se había decidido que entrenaría directamente bajo la tutela de Thunder Sonia. La elfa más venerada sería la encargada de guiar cada uno de sus pasos. Hubo quienes temieron que aprendiera también cosas indebidas, pero cierta voz allí presente —«Oye, ¿y eso qué significa? ¿Acaso tienes algo que decirme, eh?»— había acallado cualquier objeción, y así Nemesia se convirtió en discípula de Thunder Sonia.
Para Thunder Sonia, sin embargo, aunque le llamaran discípula, Nemesia no era muy distinta de otros niños. Cuando visitaba ciudades y pueblos, siempre se acercaba a observar a los pequeños: a veces los cuidaba, a veces jugaba con ellos, a veces los molestaba y a veces se dejaba molestar, y se marchaba riendo. Ni siquiera Thunder Sonia podía recordar todos los rostros y nombres de los elfos, pero los niños sí la recordaban aún de adultos.
Nemesia también había sido una de esas niñas. En su infancia solía sentarse frente a un gran escritorio, resolviendo los problemas que le dejaba su tutor particular o practicando los ejercicios de magia que le enseñaba Thunder Sonia. Esta, que pasaba sus días en el fragor de la guerra, regresaba a casa solo en contadas ocasiones. Pero cada vez que lo hacía, recordaba bien qué había enseñado antes y comprobaba si Nemesia era capaz de hacerlo. Y cuando la niña lo lograba, Thunder Sonia se alegraba como si fuera un triunfo propio. Nemesia lo recordaba con nitidez: hacerla feliz era lo que más le alegraba. Por eso se esforzaba aún más con cada nueva tarea.
Para Thunder Sonia, Nemesia también resultó ser una niña especial. Habían pasado más de diez años desde que comenzara a cuidarla cuando, de pronto, se dio cuenta: aquella chiquilla tenía una memoria y una capacidad de aprendizaje inusitadas. Lo que a otros les costaba, o no podían dominar, Nemesia lo superaba sin dificultad. Absorbía todas las enseñanzas de Thunder Sonia. Y hacia el final de la guerra, Nemesia ya se había convertido en una de las tres mejores magas de toda la nación élfica.
Nemesia había salido al campo de batalla precisamente en esos últimos días de la guerra, siguiéndola como una asistente en apariencia insignificante. Observaba la forma de combatir de Thunder Sonia y la imitaba; cuando enfrentó por primera vez a un enemigo, supo aplicar en la práctica lo aprendido, aunque con torpeza. A menudo sus hechizos eran distintos, pero la estructura de su forma de luchar era idéntica a la de Thunder Sonia. Y en cuestión de meses, se le había otorgado un sobrenombre: «La Maguita Elfa». Cuando Nemesia se enteró de que así la llamaban, sacó pecho frente a Thunder Sonia —un pecho todavía llano— y le dijo con orgullo: «¿Qué le parece?». Thunder Sonia la elogió sinceramente y la reconoció como una verdadera hechicera hecha y derecha.
Nemesia, después de eso, se asentó en una posición similar a la de una maga de la corte al servicio de la familia real élfica, mientras que Thunder Sonia regresó al Bosque Siwanasi.
Era su discípula independiente, pero también alguien a quien bien podía llamar su hija. Para Thunder Sonia, Nemesia era justamente esa clase de muchacha, aunque nunca se hubiese casado.
—Nemesia, eeh… —murmuró Thunder Sonia.
Para ella, existían muchas personas que podían considerarse como hijas suyas. Por eso, si debía describir a Nemesia como una hija, quizá lo más adecuado era llamarla «la hija menor». Entre quienes habían alcanzado a participar en la guerra, pertenecía al grupo más joven. Aunque la llamaban la Maguita Elfa y se le subían los humos, lo cierto era que solo había experimentado las batallas más fáciles de los últimos momentos de la guerra. En otras palabras, seguía siendo una jovenzuela.
Y ahora, de repente, aquella jovenzuela estaba comprometida. Para Thunder Sonia, aquello resultaba en extremo complejo. Por supuesto, sentía un gran deseo de bendecirla. Al fin y al cabo, el hombre en cuestión también era un jovenzuelo. Un matrimonio entre dos de la generación que apenas conocía la guerra. Se podía decir que una nueva era estaba llegando; era algo digno de celebración. Sin embargo, para aceptarlo de manera sincera, el hedor a política resultaba demasiado fuerte. Ver a su querida discípula, a quien consideraba como a una hija menor, siendo utilizada con fines políticos, no era en absoluto algo que pudiera alegrarla. Aunque, dado que la propia Nemesia no parecía disgustada, Thunder Sonia no se oponía.
—¿Y usted, Lady Sonia, cuándo piensa casarse?
—¿Qué demonios? ¿Me estás buscando pelea? Si quiero, lo hago mañana mismo. Anuncio mi boda junto con tu funeral el mismo día.
—Se lo digo en serio. ¡Si Lady Sonia encontrara a la persona adecuada, yo me alegraría de corazón y le daría mi bendición! Y todos los que saben que usted quiere casarse piensan lo mismo.
De hecho, así era. En especial los parientes más cercanos y amistades íntimas de Thunder Sonia ya estaban cansados de escuchar sus quejas sobre no poder casarse cada vez que se reunían. Para colmo, en una ocasión incluso se le había ocurrido acercarse a un niño recién nacido y decirle: «Cuando crezcas… ¿eh?», lo que terminó en un incidente que derivó en su arresto. Por muy Archimaga Elfa que fuese, estaba estrictamente prohibido insinuarse a un infante. Aunque, desde la perspectiva de Thunder Sonia, todos los elfos no eran más que chiquillos.
La verdad era que quienes conocían la situación matrimonial de Thunder Sonia pensaban: «Por favor, encuéntralo pronto, y que no sea alguien con quien termine siendo un delito».
—…Sí, bueno. Si pienso en conexiones con un humano, quizá me convendría más un vínculo con la gente bestia o los enanos. Así que esta noche, en la fiesta, me insinuaré por ahí y me encontraré uno bueno.
—Hoy no hay ni gente bestia ni enanos.
—Ya lo imaginaba… —Thunder Sonia suspiró. Para ella, en realidad, cualquiera le servía, pero dado el estado del mundo, había una parte de ella que ya se había rendido. Si en estos tres años no había sido posible, tampoco era algo que pudiera resolverse de repente ahora—. Bueno, en cualquier caso, si Gediguz ha resucitado, ya no podremos andar diciendo eso de casarse para buscar la felicidad, ¿no crees tú? —comentó Thunder Sonia, dirigiéndose a la mujer que estaba de pie detrás de ella.
Era una mujer que permanecía allí sin hacer ruido, como una sombra. Se trataba de Buganvilia, la antigua jefa del escuadrón de asesinos elfos.
—…Yo lo considero dudoso. Que realmente los muertos puedan volver a la vida.
—Da igual si es mentira. Si Gediguz no ha resucitado, acabamos con los remanentes y listo. Pero no puedo pensar así. Poplática no es una mujer que hable sin base, y tampoco creo que ese Sabio se haya lanzado a una historia sin fundamentos. Además, yo misma vi con mis propios ojos las Escrituras Humanas. Esa cosa peligrosa. Si han reunido varios objetos como ese, no sería raro que pasara cualquier cosa, —contestó Thunder Sonia con seriedad.
Buganvilia también endureció el rostro ante tales palabras.
—Tranquila, ya me encargaré yo de esto.
—Lady Sonia… usted dice eso, pero ya ha trabajado suficiente. Los conjuros del Rey Demonio ya han sido descifrados, y aun si reviviera, hay gente preparada para derrotarlo.
—Esa gente son justamente la generación más joven, como Nemesia. Carecen de experiencia. Y Gediguz no es alguien fácil de derrotar. ¿Sabes cuánto nos costó acabar con él? Aunque lográramos derrotarlo otra vez, ¿cuántos morirían en el intento?
—Eso es… —Buganvilia se quedó sin palabras. La vida de los elfos era larga. Ella misma había experimentado, aunque fuera un poco, lo duro que había sido vivir en la época de Gediguz. No se había llegado a esa situación de golpe: los líderes de la antigua Alianza de las Cuatro Razas se habían devanado los sesos pensando cómo resistir, lucharon desesperadamente y aun así siguieron perdiendo, hasta que acorralados, Thunder Sonia y Nazar formaron una unidad suicida para detener a Gediguz. Como resultado, dos de los cuatro héroes murieron.
—¿Cómo podría yo, que soy de la vieja guardia, enviar a morir a esos jóvenes que apenas ahora están por alcanzar la felicidad, y luego vivir como si nada? Si no aprieto los dientes aquí, ¿cuándo lo haré?
—……
—Buganvilia, ya deberías haber sanado de esa herida en ese corazoncito tuyo, ¿no? No tienes por qué seguir siendo mi guardia todo el tiempo. Puedes ir a buscar un nuevo amor cuando quieras.
—Yo quiero permanecer a su lado, Lady Sonia. Déjeme estar aquí.
—¿Ves que no tiene caso…? Ah, pero que sepas que si yo llego a tener un hombre, no tienes por qué seguir pegada a mí. ¿Lo entiendes, no? Déjanos solos cuando toque, ¿eh?
—No lo entiendo. Lady Sonia no tendrá hombre alguno.
—¡Eso sí que es pasarte! —Thunder Sonia gritó eso mientras se apoyaba en la mejilla junto a la ventana—. Maldita sea…
Lo que se extendía más allá de la ventana era la capital élfica, un paisaje más que familiar para la Archimaga Elfa. En este milenio, la ciudad había cambiado poco a poco, y entre la multitud de elfos de diversas edades, había algunos rostros y nombres que ella podía emparejar de inmediato. En cuanto a los que no, tampoco era que no los conociera: bastaba con acercarse, preguntar el nombre, y al instante pensaba «ah, ese era», recordando también el eco de algún viejo amigo.
Para Thunder Sonia, su gente, los elfos, lo eran todo. Y en ese momento, los semblantes de los elfos eran los más radiantes que había visto en toda su vida. Esa era la paz que ella, junto a tantos elfos que habían luchado y muerto con ella, había conquistado. Si no lograba mantener eso, ¿qué derecho tenía a ser llamada Archimaga Elfa?
—Bueno, si lo pienso bien, tampoco es que yo pueda imaginarme una vida hogareña con alguien, —murmuró, como diciéndoselo a sí misma.
Viajó para buscar matrimonio, pero ninguna parte era tan pacífica como esperaba. Los líderes elfos estaban plagados de incompetentes; los humanos y enanos tenían intenciones turbias; la gente bestia eran gente belicosa y también algo retorcida. No sabía cómo terminaría aquel asunto actual, pero incluso si se resolvía, era evidente que surgirían disputas similares una y otra vez. Y en cada ocasión, ella seguramente se metería de lleno, intentando arreglarlo.
En conclusión, Thunder Sonia era alguien que no encajaba con la paz ni con la tranquilidad. Acónito le había sugerido intentar buscar matrimonio, y lo había hecho, pero quizá simplemente no le quedaba bien.
—Entonces, al menos me esforzaré hasta la muerte por mantener esta paz que hemos alcanzado, tanto como me sea posible, —se dijo a sí misma en un tono entre resuelto y un tanto malhumorado.
■
La fiesta de compromiso se celebró en el castillo real de Elfresnia. Ni Nemesia ni Ferdinand eran de la realeza, pero seguramente el propósito era presentar públicamente ese matrimonio como la unión de representantes de ambos reinos.
Aunque Nazar no se encontraba presente, sí había nobles y caballeros humanos conocidos charlando en el lugar. El hecho de que la celebración fuese un banquete al estilo humano en lugar del tradicional estilo élfico reflejaba, sin duda, la voluntad de los elfos de mostrarse abiertos a los humanos. Que en la propia nación élfica se organizara una fiesta de estilo humano debía de tener un enorme significado político, pero lo que estaba claro era la consideración que los elfos mostraban hacia sus invitados humanos.
Política por todas partes, en cada rincón. En medio de ello, Thunder Sonia, rodeada de gente, sonreía mientras devoraba pollo. Aunque en su interior hubiera ciertas nubes de descontento, Thunder Sonia siempre estaba sonriente cuando se encontraba entre personas y con mucha comida alrededor. Esa era una de sus mejores virtudes. Precisamente por ser así, la gente se acercaba a ella.
Aunque hasta su joven discípula la había adelantado en lo matrimonial y aquello la hubiese hundido en el lado oscuro de la soltería, no era una mujer que mostrara eso en público. Cada vez que veía a hombres humanos acercarse a las jóvenes elfas —o a algunas que quizá no eran tan jóvenes, pero que para los humanos lo parecían— y entablar conversación, caía en sospechas pensando «¿acaso ellos también van a casarse?», e incluso lo decía en voz alta, pero la gente lo tomaba como una broma. Y aunque provocara cierto aire de tensión, con las noticias del regreso de Gediguz todos comprendían la situación y lo pasaban por alto.
La multitud que rodeaba a Thunder Sonia se dispersó de repente. Ella aprovechó la ocasión para devorar la comida y saciar su apetito. Nadie se interponía en su camino. Los humanos ya llevaban tiempo en buenos términos con los elfos; se notaba que se habían acostumbrado a tratar con Thunder Sonia.
Sin embargo, alguien se acercó a ella.
—Disculpe. Supongo que usted es Lady Thunder Sonia.
—Mogo, mogo, mogugugu, mogamo.
Era un joven humano. Por su apariencia, parecía tener la misma edad que Nazar o quizá un poco menor. Su cabello, de tono oscuro y recogido cerca del cuello, le llegaba hasta los omóplatos; parecía bien cuidado, brillando con la luz. Tenía una figura esbelta y alta; aunque no parecía un veterano de batalla, su porte distinguido delataba que era hijo de una familia acomodada. De hecho, sus rasgos recordaban mucho a los de Nazar. Probablemente pertenecía a la línea real, o al menos eso concluyó Thunder Sonia.
—Mogu, mogu, gulp… Ah, sí. Yo soy Thunder Sonia. ¿Y tú eres? —Sin embargo, no le resultaba familiar. Habría recordado a cualquier hombre en edad de casarse que hubiera visto recientemente… Observó su mano: no llevaba anillo, señal de que estaba soltero.
—Permítame presentarme. Me llamo Carlos. He seguido a mi hermano Ferdinand a esta ceremonia de compromiso, haciendo un esfuerzo por acompañarlo. Encantado de conocerla.
—¿El hermano menor, Carlos…? Es la primera vez que nos encontramos, ¿no?
—No, ya nos hemos visto una vez antes.
—¿Ah, sí? —Thunder Sonia buscó en su memoria, pero no lograba recordarlo. Sin embargo, los humanos crecían rápido; si se habían conocido cuando él era niño, era comprensible que no lo recordara.
—Sí. En la Colina de las Estrellas me instruyó en magia.
—…¿Ah, de verdad?
No había muchos niños a los que ella hubiera enseñado magia directamente, y menos aún humanos. Aun así, no podía recordarlo con claridad. Aunque no eran muchos, tampoco eran tan pocos. Resultaba un poco extraño para Thunder Sonia no recordar a alguien a quien había instruido personalmente.
—Aun así, creí que Ferdinand no tenía ningún hermano llamado Carlos.
—Sí, he permanecido fuera de la vista durante mucho tiempo.
—Vaya… ¿con algún motivo oculto? Ah, por cierto, te pareces mucho a Nazar. Ja, ja… ¿acaso Lunias se ha metido en algún lío?
Era un comentario en broma. El Rey Humano Lunias, conocido por tener tres hijos legítimos sin concubinas y ser fiel a la reina, difícilmente habría hecho algo indebido. Por ello, Thunder Sonia esperaba que Carlos respondiera con un simple «Qué falta de respeto» y ella replicaría «Es broma, luego iré a disculparme con Lunias». Era el límite de lo que podía permitirse decir siendo Thunder Sonia, la Archimaga Elfa.
Pero en el instante en que pronunció esas palabras, el ruido de alrededor se apagó.
—¿Hm?
Algunos de los humanos alrededor quedaron atónitos. Sus miradas decían claramente: «¡Esa mujer acaba de decir algo que no debía!».
—…Vaya. Carajo. Debo disculparme. Aunque no sabía, he dicho algo que no debía, —dijo Thunder Sonia. El hecho de que ella supiera disculparse adecuadamente cuando decía algo indebido era parte de lo que la hacía tan popular.
—No me preocupa. Sin embargo, me sorprendió que pudiera adivinarlo de un vistazo. ¿Realmente me parezco a mi padre?
—Hm… Bueno, sí. Aunque no tanto a Lunias, sino más bien a tu hermano Nazar, a él sí que te pareces.
—Ya veo.
Dijo Carlos, sonriendo cordialmente, mientras Thunder Sonia sudaba frío. No deseaba que su desliz arruinara la fiesta.
—Pero dime… ¿«se te mantuvo fuera de la vista» fue lo que dijiste? Si es así, ¿por qué has salido ahora? ¿Acaso quisiste viajar? ¿O vienes a buscar pareja de matrimonio?
—En realidad, sí. Nuestra familia real, los Grandorius, desea fortalecer los lazos con los elfos mediante matrimonios con sangre real. Por supuesto, debe mantenerse en secreto debido a la opinión pública…
—Entiendo. No apareces públicamente, pero si solo se trata de mezclar sangre, tú eres el adecuado. Los humanos siempre tratan a los demás como piezas de un juego, ¿verdad?
—Jejé, ciertamente.
—Y tú también eres víctima de esto. Los elfos de la realeza solteros son casi inexistentes; si hay alguno, será un recién nacido o una anciana que perdió a su esposo. Y de los que quedan ligados a la familia real… bueno, sí, hay uno. ¿Qué tal yo? —dijo Thunder Sonia, con una broma preparada para aligerar la atmósfera.
Todos los humanos estallaron en risas, aunque fueran un tanto forzadas. Thunder Sonia no quería hacer ese tipo de humor autodestructivo, pero no dudó en actuar así para proteger el ambiente de la fiesta. Después de todo, era el día de su querida discípula Nemesia.
Sin embargo, Carlos se arrodilló frente a Thunder Sonia, con expresión de sorpresa.
—Jamás pensé que usted, Lady Thunder Sonia, me lo dijera así… Desde hace mucho que la he admirado profundamente. Por favor, acepte ser mi esposa.
Y tomó la mano de Thunder Sonia, besando su dorso.
—……¿Haa? —dijo ella, con una expresión como de estar atrapada por un zorro travieso, mientras la primavera llegaba a su corazón.
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9 Comentarios
Siiii regreso es la unica novela que he leido hasta el momento, me gusta mucho, esperando con ansias los proximos capitulos!
ResponderBorrarawebo
BorrarGracias por la traducción. Yo esperaba que volviéramos a donde nos quedamos pero parece que un momento cuando Bash llegue al país elfo para comprarle ropa a Zell y ThuderSonia (Sonia le voy a llamar de ahora en adelante) vaya a confirma que es el tendremos es un flashback
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarSiiiiii finalmente, pense que tendriamos que esperar otro año
ResponderBorrarawebo
BorrarMe acabo de dar cuenta no tuvimos una continuación al conflicto porque Zell no pudo consolar a Bash. Mi teoria es que Bash no rapto mujeres porque temía morir debido a su esposa, este no fue un viaje para lograr lo que nadie hizo fue para cubrir una cobardía y Bash se dirige al reino orco a cumplir su castigo y la única que puede consolarlo es Thundersonia ya que ambos son héroes que cargan con el destino de su pueblo una por Sonia por Altruismo y Bash simplemente se volvió heroe por sobrevivir al menos eso cree.
ResponderBorrarY eso volveria mejor Heroina a Sonia ya que su conexion dejarian de ser solo 5 Diálogos
BorrarEsto me hule a trampa
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